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Amor en tiempos de Guerra (Hannigram AU) por MermaidComplex

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Al final de un largo pasillo con pretenciosas esculturas adosadas, una puerta de doble hoja señalaba la gerencia. La joven secretaria que había acompañado a Will hasta allí se adentró a la oficina y un minuto después le indicó que ingresa

— ¡Señor Agosti! –Saludó un hombre de rostro pálido y pétreo, sus pequeños ojos celestes parecían casi blancos bajo los rayos del sol que ingresaban del ventanal a su lado.

— Señor Adler, es un placer conocerle –Will le estrechó la mano efusivamente.

Roder Adler, director general, era la cabeza de la serpiente corporativa. Originario de Gorodniá, Rusia, tenía un brillo de locura en su mirada adusta. A su lado, los colmillos de la serpiente, David Santángel. Con sólo treinta y ocho años era la persona más jóvenes en conformar el CEO (Alta gerencia) siendo el gerente de finanzas.

—Vaya, es usted más joven de lo que creí–Dijo Santángel que, aunque la mayoría de su vida adulta la hizo en Munich, su alemán aún tenía ese ceceo de la pronunciación española.

—Lo soy– Will le estrechó la mano y, luego de una breve presentación, se dirigieron a la sala de juntas para conocer el resto del Directorio.

Pietro Agosti, el personaje que encarnaba Will, era un joven italiano de veinticinco años que acaba de recibirse en psicología y comenzaría a trabajar en la parte de recursos humanos de la empresa, gracias a que su padre era dueño de muchas acciones en Unilever.

Aquella posición de “acomodado”, definitivamente le hubiese garantizado el odio de sus compañeros en norteamericana, sin embargo, en la empresa resultó ser una ventaja, puesto que a los Lituanos les encantaban la aristocracia y las posiciones sociales, y provenir de una familia adinerada le ayudó a ganarse cierto reconocimiento entre sus compatriotas.

[Un par de horas más tarde]

Will estaba en su nueva oficina acomodando sus cosas cuando alguien tocó a su puerta.

— Permiso ¿Estas ocupado? –David Santángel ingresó a su oficina con dos tazas de café.

—Claro que no, pasa –Will despejó el escritorio donde había un sinfín de archivos sin orden ni concierto para que éste colocara el café.

— Es bueno tener a alguien joven en la empresa nuevamente –Sonrió éste Santángel era un hombre bien parecido y simpático. Con aquella risa tímida y mejillas sonrosas, a Will le era difícil de creer que fuese una fiera en los negocios.

— Mi perfil es tan soso en comparación al de los otros… –Hizo un mohín mientras leía su viejo archivo –De hecho, tu informe me pareció increíble. Si no me equivoco, decía que hablabas otros idiomas

— A parte de mi lengua madre, se Francés, Alemán, Ingles, Portugués y español.

— ¡Ala chaval! –Exclamó en español, mostrando una amplia sonrisa con hoyuelos. – ¿Has estado en Barcelona alguna vez?

—No, pero me encantaría –Sonrió Will timidamente.

David, oriundo de España, estaba orgullo de sus raíces y, para él, el sol y todo los planteas giraba en torno a su amada Barcelona. Debido a la brecha cultural, Will sospechaba que Santángel secretamente despreciaba a los lituanos y ese era el motivo por el cual se negaba a hablar correctamente el idioma. En ese momento, mientras éste le contaba las maravillas que le esperaban en España, Will reparó en un rostro familiar en uno de los perfiles del CEO. Adjuntado con un clip en la esquina superior de un folio, la fotografía de un hombre de cabello rubio cenizo e inalterable expresión le observaba.

— ¿Sucede algo? –Preguntó el español al notar la expresión de Will.

— ¿Quién es? –Le preguntó deslizando la fotografía frente a Santángel.

— Oh, es Hannibal Lecter–Espetó con agrado –Es uno de los accionistas principales de la empresa. Hoy no ha estado en la reunión porque tuvo unos negocios en Suiza la semana pasada, pero volvía en estos días. Si me preguntas, es uno de mis favoritos entre estos vejestorios malhumorados.

Will se llevó a los labios el último trago de café mientras observaba la fotografía con la mirada perdida. La particularidad de Unilever era que todo el sector de alto rango estaba manejado por betas, puesto que consideraban que los alphas eran demasiado competitivos para poder ser compañeros y hacer funcionar a la empresa sin roces. Sin embargo, ahí estaba la fotografía de ese hombre.

— Pensé que no permitían alphas –Comentó tratando de sonar relajado.

— Oh, si, pero Lecter no es formalmente parte del directorio, además tiene una rara habilidad de disfrazar su esencia para que no sea tan intrusiva, así que se hizo una excepción–Explicó éste – ¿Le conoces de algo?

— No. Digo, si…Le conocí en un café una vez, cruzamos un par de palabras, nada muy formal. No sabía que era parte de la empresa.

— Hombre, que pequeño es el mundo.

En ese momento la secretaria de Santángel le informó de una llamada importante y éste se retiró de mala gana.

En cuanto la puerta se cerró, Will sacó su frasco de supresantes y se llevó una pastilla bicolor a los labios. Con el paso de los años, Will comenzó a tomar los supresantes como si fueran caramelos, el alivio psicológico que le producían casi justificaba el sufrimiento físico. [Una semana después] Will había pasado la semana completa rearmando arduamente todos los perfiles importantes. Ese viernes debía entregarlos todos para que su desempeño fuese evaluado y era fundamental que quedase seleccionado dentro de la empresa, así que su prioridad era llevar a cabo los últimos dos perfiles que le faltaban: el de Rudolf Lieben, un anciano de contaduría que había estado en la empresa más años de los que Will había vivido, y luego el de Hannibal Lecter.

Will decidió no preocuparse por “La situación Hannibal”, como la había bautizado en su cabeza. No había motivos para que sospechase de él y definitivamente no había forma de que Hannibal supiese que el era un omega. Will se convenció de que todas las preocupaciones eran producto del estrés y la ansiedad, diciéndose que era mejor que hiciera su trabajo correctamente, en vez de preocuparse por un problema inexistente.

•••

El escritorio de Wiill estaba totalmente cubierto de archivos e informes. La cantidad de cafeína que había ingerido a media mañana era cuantificable por los trazos circulares de café que quedaban en las hojas luego de apoyar la taza. Para el final del día debía finalizar y entregar todos los perfiles, lo que sólo podía significar una cosa: Estrés. Tan concentrado estaba en su tarea que no fue sino hasta que Hannibal ingresó a su oficina que Will recordó que lo había citado para su entrevista.

— Buenas tardes–Sonrió Hannibal, desabrochando su chaqueta y dejándola sobre el respaldo de la silla.

— Buenas tardes, señor Lecter –Will le estrechó la mano actuando con completa naturalidad.

Pese a que estaba nervioso, Will manejó la situación con mayor confianza de la que abría esperado y la actitud profesional de Hannibal también le había ayudado, quien respondía a sus preguntas con rapidez y eficacia. Cuando casi terminaba la entrevista, Will llegó a la conclusión de éste quizá no le reconoció, o que no recordaba lo sucedido en la cafetería, sin embargo, rápidamente se dio cuenta que no era el caso.

— Veo que has practicado mejor tú alemán –Señaló como un halago, sin embargo había cierto ápice de maldad en aquella declaración.

— Oh, si…Gracias por notarlo –Will asintió sin reaccionar demasiado, aunque en su interior su pulso se aceleraba lentamente.

La mirada de Hannibal parecía clavada sobre él, casi sin pestañear. Las pupilas del hombre estaban dilatas de tal forma que el color whisky de sus ojos era una delgada línea apenas reconocible. Aquella mirada felina logró perturbarlo al punto en que dio la entrevista por finalizada aún teniendo un par de cabos sueltos. Hannibal asintió con una sonrisa afable y se levantó para colocarse su chaqueta nuevamente. Sus movimientos eran gráciles y en extremo elegantes, como si estuviera sacándose una prenda en vez de colocándosela. Los dedos de Will quedaron un momento detenidos sobre el teclado, y cuando reparó que Hannibal le observaba con una ceja elevada, desvió la mirada rápidamente a la pantalla de su ordenador para seguir tipeando.

— Dime, Pietro –Dijo antes de marcharse– ¿Crees en el mito de que un alpha puede reconocer a un omega cuando lo tiene cerca, incluso sin sentir su esencia?

Fingiendo que leía algo en la pantalla, Will se tardó un momento en girar su mirada hasta Hannibal.

— No –Respondió firme.

Los ojos del hombre parecieron chispear de regocijo mientras le escrutaba. Hannibal asintió con una pequeña sonrisa entre los labios y se retiró de la oficina sin decir nada más. Cuando la puerta se cerró, Will relajó sus hombros tensados y dejó salir todo el aire que inconscientemente había contenido. No había forma de malinterpretar lo que Hannibal había dicho: Aquello definitivamente había sido un mensaje.


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