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El Fuego en mí (segunda temporada) por Daggett

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Notas del capitulo: ¡Últimos capítulos!

 

 

 Episodio 41

 

Ménage á trois 

 

 

Era una enorme fosa, un hueco infernal lleno de criaturas antiguas. Los morocks fueron el ejército de la bestia miles de millones de años atrás, al mando del arácnido general Krohn. Libraron batallas con otros demonios, cuando el mundo solo era gobernado por aquellas criaturas. La bestia fue ambiciosa y siempre quiso tener el control. Pasado algún tiempo, en un lugar apartado del mundo, comenzó a nacer la vida humana, seguramente la cruza mestiza de muchas criaturas, finalmente dio frutos. La bestia siempre odio a los humanos, al lado de su ejercito, luchó por su exterminio, hasta que un humano con poderes sorprendentes llamado Azura, destruyó las ambiciones de la bestia, enviado a los Morocks a la fosa, un infierno del que nunca saldrían, mató la carne de la bestia, no así su alma. Esta ha vivido encerrada, atormentada por volver a tener su cuerpo, sus poderes. Su último intento por renacer, fue cuando envolvió a tres monjes del grupo de Azura, los tres jóvenes, ambicionaron todo lo que la bestia les prometió, al final, una noche, ellos fraguaron un enorme plan a futuro, ellos nacerían de nuevo y le darían vida, carne y hueso a la bestia.

En el presente, aún en aquella fosa, puede respirarse el aroma de la muerte y la carne podrida.

Los morocks eran criaturas que carecían de toda emoción y sentimientos, no tenían ninguna regla social ni morales. Eran el ejército perfecto, sus patas eran semejantes a las de un caballo, enormes y quebradizas con fuertes pezuñas para pisar todo terreno. El pecho era peludo por encima, pero llevaba una coraza tan fuerte como una roca, ninguna lanza o arma forjada podía penetrar ese pecho y llegar al corazón. La cabeza era igual de rocosa, agrietada como una vieja estatua. Cuando abrían la boca para mostrar los dientes puntiagudos, el rostro se les descascaraba como una pequeña montaña desmoronándose. Los ojos amarillos parecían la única parte blanda de aquellos seres. Finalmente, dos enormes cuernos adornaban la cabeza, fuertes y puntiagudos, en el ataque, era su arma principal.

Las miles de criaturas de dos metros de largo se encontraban muy agitadas. Apretujados en ese hueco infernal, forjaban todo tipo de armas punzo cortantes, apoyados con enormes hornos, fuego y martillo, golpeaban y lustraban espadas y lanzas de acero. Cuando alguno terminaba una espada, la probaba cercenando las patas del compañero de alado, gesto que era festejado por los demás, inmediatamente, todos se lanzaban como jaurías para devorar las patas del compañero caído. El dolor era total, pero aún sin las patas, aquella criatura vivía y se arrastraba, rogando por que alguien le pusiera fin a su eterna agonía.

Sin duda, se preparaban para una guerra. La salida de la fosa…

 

Un simpático niño rubio y de ojos azules caminaba sonriendo angelicalmente entre los morocks. Aquellas bestias lo notaron y dejaron de hacer sus labores. Sus bocas rocosas se abrieron con sorpresa y comenzaron a rodearle. El pequeño sonrió abiertamente, seguramente tenían mucho tiempo de no ver a un humano.

 

-Perdonen por mostrarme de esta horrible forma- habló el pequeño con voz dulce. –Pero por ahora, solo puedo hacerlo así. Me visto con la pestilencia humana. ¡Pero eso está por terminar!- vociferó de pronto dejando atrás la voz del dulce niño. –todo está dentro de los parámetros. Las antiguas almas de mis tres elegidos están haciendo justo lo planeado y ellos ni siquiera lo saben.

 

Los morocks se miraban los unos con los otros, bufando su mal aliento. Aún confundidos por aquella presencia. La pobre criatura sin patas se arrastró hasta el frente, captando la atención de la bestia en forma de niño. Le sonrió cariñosamente…

 

-Les hice una promesa, un buen día yo tendría cuerpo y mis poderes de vuelta, ese día los arrancaría de este infierno. Por que les digo algo…¡la reencarnación de Azura de inclina ante mí!.- el niño se carcajeó cruelmente mientras los morocks comenzaban a aullar como bestias hambrientas.- ¡Vamos a tomar el mundo! ¡Ustedes tendrán su orgía de sangre, saciaran su hambre y sed con la carne y la sangre humana!

 

Los morocks alzaron sus armas emocionados mientras aullaban como hienas. Finalmente reconocían a su amo. Él no les había abandonado.

 

-¡Vamos a ganar! Eso… se los prometo, mis fieles. La próxima vez que me vean, será para sacarlos de aquí.

 

La imagen del niño parpadeó para desaparecer, pero antes, dio su última orden…-por cierto, ya denle muerte a este pobre- dijo señalando al morock sin patas. El niño desapareció y las terribles criaturas patalearon como toros embravecidos, apuntaron con sus enormes cuernos y se dirigieron al morock caído.

 

 

 

-¿Estás preparado?

 

Knox se encontraba frente al espejo del baño de su habitación, dentro del enorme cuartel militar abandonado. Sus cabellos, normalmente parados formando pequeños picos, ahora se encontraban dóciles y cayendo de forma rendida por su rostro. Sus ojos rojizos eran grises, su color natural. El gris que anunciaba una tormenta…eterna tristeza.

Miraba fijamente su reflejo, el chico parecía no reconocerse después de algún tiempo. La piel pálida de su torso estaba húmeda, las pequeñas gotas le acariciaban, pero él ya no sentía nada, o al menos eso creía.

Detrás de él, había un hombre mayor, pero se le parecía mucho.

 

-Oh, ya veo…-dijo la figura en el espejo. –Este es uno de esos dias que dejas de ser Knox para ser Eric.

 

El rubio menor no respondió, más sin embargo, su mirada atormentada cambió y se conectó con la del rubio mayor.

 

 

-No tienes tiempo de ser débil, Knox. Max y Diego están por llegar. No podemos permitirles llegar, no ahora. Los pobres tontos hasta han entrenado. ¡Creen que pueden vencerte!

 

Knox no respondió. Bajó la mirada y cerró los ojos. Entonces la bestia supo que estaba perdiendo a su chico. El niño de oro…

 

-¡No puedes hacerme esto!- vociferó el rubio mayor. –No cuando estamos tan cerca. No cuando por fin podré tener mi cuerpo…

 

 

Knox negó con la cabeza…

 

-¡Arriba soldado!-volvió a gritar el mayor.

 

 

Knox levantó la cabeza para enfrenar la mirada de la copia de su padre en el espejo. Cuando la bestia supo que tenía su atención, continuó…-Eso es- Pero Knox no sonrió como siempre lo hacía, en cambio, de sus ojos grises se asomaron dos gruesas lágrimas. Su boca se entreabrió, parecía que iba a decir algo, un pequeño ruido salió de su garganta, pero…

 

-¡NO!- le interrumpió la figura en el espejo. –Hablar es de humanos, llorar es de humanos, ¡Tú eres un Dios!

 

 

Knox cerró los ojos, sus parpados apretaban fuertemente para evitar derramar más lágrimas.

 

-Eso es, mi niño. Ya estamos tan cerca, pronto…el mundo va a conocerme. Le pondremos un final a la historia. Ya no más llanto, no más dolor, no más nada.

 

 

Los ojos grises de Knox cambiaron al rojo. El color de la sangre y el vino embriagante. Eric se había ido y esta vez para siempre, se dijo.

 

La bestia sonrió. –Hay mucho por hacer, Knox. Tendremos muchos invitados. Diana, Max, Diego, Nina que ya está aquí, no olvidemos a Kass y a…Donovan-. Al escuchar el último nombre, los ojos rojos de Knox centellearon de nuevo al gris, tan rápido que solo la bestia pudo notarlo, con aprensión. Esperaba que con el tiempo, Donovan dejara de inquietar a su chico, pero al parecer, aún no era asi….-Entonces, te pregunto, ¿Estás listo?

 

En respuesta, Knox se acomodó sus cabellos platinos hacía atrás. Sin duda, la batalla estaba por llegar a su fin, él estaba preparado.

La bestia desapareció, regalándole una sonrisa a su chico de oro.

 

 

****************************

 

 

-Eso fue maravilloso, Max

 

 

Dijo Diego mientras veía descender al castaño lentamente. El mayor sonrió complacido, pues finalmente, Max había logrado su cometido. Ya estaba listo para enfrentar a Knox.

Max, sudoroso, jadeaba con su pecho desnudo. Diego era muy duro en los entrenamientos, no le importaba infringir dolor, pero hasta él tenía que reconocer que aquello fue espectacular.

 

-Tuve un buen maestro- le respondió en cambio

 

-Lo sé

 

Max rodó los ojos ante la falta de modestia. Aquellos días era un estira y afloja entre ellos. Siempre luchando por tener el control. Era desesperante hasta extremos excitantes.

 

-Y solo por recordar-murmuró Diego. –quiero ver esos puños de fuego.

 

 

Sin pensarlo dos veces, Max apretó los puños y al golpearlos mutuamente, estos se prendieron en llamas.

 

-¡Vamos!- rugió Diego, haciendo un ademán para que Max se acercara. –Izquierda, derecha, debes recordarlo.

 

Max golpeaba, pero siempre era detenido por la mano de Diego, quien creaba un escudo para evitar las quemaduras. Aunque cada vez le era imposible. Hasta que Max dio una patada derribando a Diego inútilmente.

 

-¡Eso fue trampa!- se quejó el chico de cabello azul.

 

-A quien le importa

 

Max se paró junto al caído. Pero Diego le tomó por sorpresa, dando una patada certera al tobillo de Max, quien terminó cayéndole encima.

 

-¡Hey!

 

-También sé jugar sucio, rubito.

 

Los cuerpos de ambos chicos estaban unidos. Sus labios casi podían tocarse. De pronto, a Diego le parecieron que los ojos azules de Max, eran lo más hermoso del mundo. Sin pensarlo, abrazó por la cintura al chico arriba de él, acortando la nula distancia.

 

-Diego- murmuró Max, inseguro.

 

-Max- le respondió.

 

Max tomó ambas mejillas de Diego, mientras este, acariciaba la espalda desnuda del castaño. El contacto de aquellas manos era placentero, tan necesitado. Ambos se necesitaban en ese momento. Sentir el calor del otro…

 

Diego se perdió en aquellas manos que le acariciaban el rostro. Tomó fuertemente la cintura de Max y rodó junto con él. Esta vez, el chico de cabello azul estaba arriba. Con su pierna, separó por la rodilla las piernas de Max.

Se volvieron a mirar, Max estaba suplicante, y Diego quería comérselo. Morder esos labios y llenarse con su pasión.

 

Lentamente, se acercó a él. Max cerró los ojos esperando el beso. Diego tomó esos labios, apenas fue un roce y de pronto…todo terminó.

 

-¡Aléjate!

 

-¡No puedo hacer esto!

 

Dijeron al mismo tiempo, separándose abruptamente.

 

Ambos chicos se encontraban confundidos. No sabían que decir, pero fue Diego quien rompió el hielo. –Debes prepárate, esta noche partimos a la estación militar. Nuestro destino nos espera.

 

Max asintió sin voltear hacía Diego. Se sentía confuso y lo peor…un sucio traidor a la memoria de Alex. Eso nunca debió pasar. Él ya no volvería a amar. Ya no había motivos por que vivir… ¿o no? Escuchó decir a una molesta voz interior.

 

 

Era la una de la madrugada cuando Diego robó un nuevo auto. No era un ladrón común, no necesitaba forzar la puerta del auto. Usaba sus poderes mentales y el auto arrancaba de maravilla.

Max admiraba a Diego por eso. Él nunca piensa acerca de sus poderes, si Diego le hubiera mandado a conseguir un auto, lo hubiera robado a la manera clásica. Sí, ese era su problema, no vivía conciente de sus poderes.

El castaño miraba por la ventana, las gotas de una incipiente lluvia chocaban y reventaban en el parabrisas, parecía como si el cielo estuviera llorando, algo muy malo estaba por pasarle al mundo.

Diego mantenía su mirada en la carretera, casi sin pestañear. Los chicos no se hablaban desde aquel incidente. Max no quería ni voltear a verlo.

 

-Se han portado muy mal

 

Escucharon decir a una voz masculina en el asiento trasero.

 

Diego entrecerró los ojos mientras miraba por el espejo retrovisor. Max en cambio, se giró bruscamente para encontrarse con la figura de Dante.

 

 

-Casi se besaron y no pudieron soportarlo. Debería darles vergüenza, se supone que están taaaaan enamorados de un par de chicos muertos.

 

La figura de Dante sonrió de forma cínica, imitando al original. Diego pisó el freno de forma brusca. El auto se detuvo en medio de la solitaria carretera.

 

-¡Pronto voy a cerrarte esa boca fantasmal que tienes!- dijo Diego mientras apretaba los dientes, la furia hervía dentro de él.

 

-Oh, vamos, deben admitir que entre ustedes hay algo. Dejen de fingir y únanse a mí. Se supone que van a destruirme a causa de una venganza. Y ahora resulta que ya se enamoraron…Max no es muy fiel a sus convicciones- terminó, mientras miraba y sonreía en dirección a Max. –Dante es una prueba de ello…

 

Diego pisó de nuevo el acelerador. Max no dejaba de mirar con odio a aquella figura, ya de por si desagradable.

 

-¡Dije que se detengan!- vociferó. –hay una luz al final de este túnel, las cosas no son como parecen, pero si me hacen enojar en verdad, yo…

 

-¿Tú que?- pregunto Max. – ¿Hablaras hasta matarnos?

 

Dante cerró los ojos mientras seguía sonriendo. Sus chicos eran impulsivos, como en el pasado. –Nina no está en la base militar, de cualquier forma.

 

-A donde…- Diego iba a preguntar donde estaba Nina, pero la voz de Dante le interrumpió.

 

-Puedo guiarlos hasta donde ella, pero hay una condición…

 

-¡Habla!-dijeron ambos chicos a la vez.

 

-Deben darse un beso…

De nuevo, a causa de Diego, el auto se detuvo violentamente. La bestia estaba agotando la paciencia de los chicos.

 

-¿Ser un fantasma inservible te ha vuelto un mirón?- dijo Max, mientras Diego, en un acto desesperado se acomodaba los cabellos.

 

-Solo un beso, un pequeño y apasionado beso de lengua.

 

-NO- fue la seca respuesta de Max.

 

Dante se cruzó de brazos y se recargó completamente en el asiento. –Bien, entonces le informaré a Knox que puede seguir con la tortura a Nina…

 

 

Max y Diego se miraron por un momento, si bien, era imposible que negaran que se atraían, este no era el momento para un beso, pero la seguridad de Nina peligraba.

 

-¿Como…sabremos que nos llevarás a Nina…?

 

Diego titubeó al preguntar…

 

-No lo saben, pero un beso no es el fin del mundo. Tampoco les estoy pidiendo que se corten las venas y me den su sangre. ¡Solo un beso!

 

 

-¡Maldita sea esta bien!- dijo Diego mientras rodaba los ojos. –Max, es solo un beso…

 

-No me gusta esto, Diego. Esa cosa se está burlando de nosotros.

 

-De cosa a bestia, me gusta más bestia- dijo Dante en un tono ofendido.

 

-No seas niño, Max. Nina es mi amiga, necesito encontrarla. La dejé sola por ir por ti…

 

-Nada garantiza que nos vaya a decir…

 

Dante cambiaba la mirada de un chico a otro, escuchando su ridícula conversación.

 

-Pero solo es un maldito beso, no voy a joderte…

 

-Pobre de ti si lo intentas

 

Max bajó la cabeza un momento. No le gustaba besar a nadie, nadie que no fuera su Alex.

 

-Vamos, Max- interrumpió Dante. No te molestó cuando te besé, digo…Dante te besó en aquel baño.

 

Diego arqueó las cejas ante la revelación.

 

-Está bien- dijo a penas en un murmullo. –más vale que esto sirva de algo…

 

Con un movimiento brusco, Max se tiró encima de Diego y lo besó sorpresivamente con los labios cerrados, acto seguido, volvió a su asiento.

 

-Ese no vale- dijo Dante, quiero pasión…

 

-No existe la pasión entre nosotros- agregó Diego.

 

-¿En serio?- devolvió Dante, sonriendo con ironía.

 

-¿Quieres ver pasión?- preguntó Diego peligrosamente. –Voy a darte un buen espectáculo.

 

Diego se acercó a Max, quien abrió los ojos desmesuradamente. Diego le tomó por ambas mejillas y se acercó lentamente. Sus labios solo se rozaban, pidiendo permiso para abrirse. Con un pequeño gemido, Max entre abrió los labios y Diego se adentró en ellos, palpando con su lengua los dientes del castaño. Max se aferró a la camisa del chico de cabello azul, mientras este dejó viajar su mano entre los cabellos de Max, mientras la otra mano lo aferró por la nuca, para impedir cualquier escape.

 

El beso se volvió más demandante, hasta que Diego paró para luego viajar al dulce cuello de Max, lo devoró rápidamente, mientras el castaño cerraba los ojos, aguantando tanto placer.

Diego fue subiendo hasta llegar de nuevo a su boca, el beso fue más dulce, tierno. Hasta que ambos se volvieron a separar lentamente. Max continuó con los ojos cerrados, hasta que la voz de Diego lo sacó de su ensoñación…

 

 

-¿Te basta con eso?

 

-Por ahora si- respondió la voz de Dante –Nina está en el muelle, en el pasillo 122, Knox está con ella. Cuando ustedes lleguen no podré controlar las acciones de Knox, él la protege en contra de ustedes.

 

-¿Por que llevaste ahí a Nina?- preguntó Max.

 

-Quizá otro beso pueda responder a esa pregunta.

 

-¡Vete a la mierda!-rugió Diego mientras arrancaba el auto a toda velocidad rumbo hacía el muelle.

 

 

Un rato después, los chicos bajaron del auto. Estaban dentro del muelle. Miles de pasillos formados por los contenedores les hacían difícil la búsqueda. Pero pronto, Diego recordó el pasillo 122

 

Max y Diego comenzaron a caminar rápidamente. No sabían nada acerca de los planes de la bestia, pero estaban alerta, pues lo que si sabían, era que Knox andaba cerca.

Al entrar al pasillo 99, Diego creyó escuchar algunos pasos adelante, le dirigió una mirada de advertencia a Max, ahora ambos caminaban lentamente, alertas ante el peligro.

 

Un largo rato después, justo al doblar y entrar al pasillo 119, un par de ojos rojos se asomaron. Diego y Max detuvieron la marcha completamente. Sin duda, aquellos ojos eran la inconfundible mirada de Knox.

El par de linternas rojas se apagó, o tal vez Knox había cerrados los ojos o se había ido.

 

Los contenedores detrás de los chicos comenzaron a temblar, hasta que un fuerte ruido hizo patente que se estaban derrumbando.

 

-¡Corre!- gritó Max, mientras tomó la mano de Diego para comenzar la huida juntos.

 

Los contenedores detrás de los chicos fueron cayendo uno a uno, haciendo un ruido estremecedor mientras su valiosa mercancía se regaba contra el suelo.

Al doblar al pasillo 121, los contenedores fueron cayendo de dos en dos, acercándose de forma aterradora al par de chicos. Ni siquiera podían detenerse a tratar de usar sus poderes, cualquier cosa que los distrajera de seguir corriendo, provocaría una muerte aplastante.

Finalmente llegaron al pasillo 122, los contenedores dejaron de caer, pero era imposible regresar, al menos de forma normal.

 

-¡Nina!- gritó Diego mientras se soltaba del agarre de Max. La chica estaba solo unos metros delante de ellos, en el suelo. Parecía desmayada…

 

Los chicos se acercaron a ella, acto seguida, Nina abrió los ojos, llevaba una larga bata blanca y solo eso.

 

-¿Que te han hecho, Nina?- preguntó Diego.

 

-Yo…no- balbuceó la chica, mientras era ayudada para ponerse de pie. –No…sé. Pero…ustedes no…no debieron…venir.

 

-Venimos a salvarte- le dijo Max.-estarás bien.

 

Nina negó con la cabeza. –Leí un viejo manuscrito, sé el plan de la bestia, somos la parte primordial de él, no debemos estar juntos, es peligroso.

 

Diego negó con la cabeza mientras sintió algo caliente y reconfortante recorrer su cuerpo, lo mismo Max.

 

-Diego- continuó Nina. –debo decirte algo acerca de Lyle, no…

 

 

Nina no pudo terminar, descubrió que el cabello de Diego cambiaba de azul al color plata. La chica abrió la boca para gritar, pero no pudo. El cabello castaño de Max también cambiaba por el color de la plata brillante.

Al mismo tiempo, Nina se pasó las manos por su cabello, estaba más largo que hace unas horas, también brillaba como la plata.

Ya era demasiado tarde…

 

 

-Mis niños- dijo una voz que provenía de arriba, sobre los contenedores. Los tres chicos de cabellos de plata se giraron. Ya no se parecían Max, Diego y Nina, ya eran Dagak, Nereida y Mae

 

Los chicos sonrieron de forma perversa. Su amo estaba con ellos…la reunión por fin se llevó a cabo.

 

La figura de Dante sonrió complacida al ver sus chicos de nuevo. Knox estaba junto a él, cruzado de brazos, sin mostrar emociones en su rostro. –quiero un cuerpo y ustedes pueden dármelo.

 

Los chicos asintieron mientras se acercaban mutuamente.

 

Dagak tomó a Nereida de la cintura, mientras Mae se aferraba por la espalda a la chica. Dagak comenzó a subir la bata de la chica, mostrando sus suaves piernas femeninas, para finalmente, Mae le quitara completamente la bata. Mientras Dagak acariciaba los suaves muslos de Nereida, Mae tomaba los pechos generosos de la chica, estrujándolos deliciosamente. Está dejó escapar un gemido de satisfacción.

De forma decidida, Dagak separó las piernas de la chica, mientras la enrollaba en sus caderas. Acto seguido, se bajó la cremallera, tomó su pene y lo introdujo completamente en Nereida, fue rápido y violento, pero no menos placentero. Nereida gimió mientras dejaba que Mae le besara el cuello, mordiéndola de vez en cuando.

Nereida comenzó a recibir las envestidas furiosas de Dagak, sentía la humedad resbalar por sus piernas, estaba tan excitada. Mae no dejaba de besarle el cuello y torturar sus pezones.

Escuchó el sonido del zipper de Mae, pronto los tendría a ambos dentro de ella. Lo deseaba, uno ya no era suficiente.

Mae se introdujo lentamente dentro de la chica. Nereida se sentía completa y dichosa. Ambos penes se frotaban dentro de ella. Mae se acercó hasta besar cariñosamente a Dagak, mientras encerraban a su chica en su poderoso abrazo.

Pronto, las embestidas continuaron, llevando a Nereida a la cumbre del placer. Los chicos se movían ansiosamente dentro de ella, toda una eternidad para volver a estar juntos y pecar.

 

 

Arriba, en uno de los contenedores. Knox hizo un gesto de asco.

 

-Oh, vamos Knox. Resulta que como tú eres virgen, quieres que todos lo sean.

 

Knox ni siquiera se giro para mirar a la figura de Dante. Pero este prosiguió…-no sé como no has sucumbido a los placeres de la carne. Tomar un cuerpo y hacerlo tuyo, ya sea para poseerlo o matarlo, desgarrarlo y sentir su piel. Mi Dios virgen- terminó diciéndole, para luego ponerse serio. –Escucha Bien, Knox. Una vez que el acto termine, ya no podré tomar estas formas humanas, debes estar atento a las señales y proteger a Nina, por que estaré dentro de ella hasta nacer.

 

Knox asintió mientras seguía mirando el frenético baile del trío de abajo. Dagak y Mae terminaron y regaron su semilla dentro de Nereida. Pero no dejaron de moverse dentro de ella. No, iban a llevarla a la cumbre del placer.

Pronto, los gemidos de la chica se hicieron más fuerte. Cuando Dagak y Mae sintieron su humedad, supieron que habían cumplido su trabajo. Ya estaba hecho. Los chicos, por el esfuerzo, se fueron inclinando hasta llegar al suelo, abrazados, juntos en un enredo de manos y piernas. Se durmieron…

 

 

Arriba, la figura de Dante parpadeó mientras este sonreía. Finalmente, la bestia desapareció, para siempre, al menos de esa forma.

Knox suspiró, para luego alejarse. Todavía había mucho que hacer…

 

 

 

Continuará... 


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