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El Fuego en mí (segunda temporada) por Daggett

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Episodio 43

 

Dolores de parto

 

 

 

 

 

3 horas para el nacimiento de la Bestia…

 

 

 

 

Donovan miraba los ojos rojizos de Knox, parecían bañados en sangre, cruelmente aterradores. Más sin embargo, si se concentraba bien en sus irises, había un tono gris escondido.

 

La arena lodosa comenzó a moverse de nuevo. No había dudas de que era un pequeño temblor.

 

Donovan aferró sus manos a los brazos de Knox, que le sujetaban fuertemente del cuello de la camisa. La herida en su garganta le impedía hablar, pero sus ojos mostraban emoción.

Emoción por estar con el ser amado, pero al mismo tiempo tristeza. Decepción…

 

 

Sin esperarlo, el rubio platino soltó a su presa, quien cayó al lodo. Aún sin poderse recuperar, Donovan sintió de nuevo las manos agresoras, pero esta fue diferente. Se sentía bien, era algo calido, este sin duda era el poder de un Dios.

De pronto ya no había dolor en su garganta. No podía ver, pero era seguro que sus heridas habían sido curadas.

Knox se levantó mirando la palma de sus manos. Había angustia en sus ojos grises. Por que el rojo sangriento lo había abandonado, se sentía más humano, y lo odiaba…

 

 

-Eric- murmuró Donovan mientras se levantaba. –tu poder no solo es para la destrucción. Sin duda llevas el poder de cada uno de tus hijos, los niños índigos. Nina tuve que sacar su poder de algún lado. De ti…tú eres la fuente, eres Azura, nuestro Dios.

 

 

El rubio militar negó con la cabeza de forma desesperada, al instante, el cuerpo de Donovan se elevó dos metros al aire.

 

-¿Qué haces?

 

 

Donovan estaba desconcertado. Más cuando su chico le miró desde abajo. De nuevo, los aterradores ojos rojos se mostraron. Knox levantó la mano derecha y en seguida el cuerpo de Donovan salió disparado muchos kilómetros adelante.

Su gritó fue apagado por el primer trueno matinal.

 

 

 

Dentro de la estación militar, en el amplio estacionamiento cubierto con paredes de hierro, Max llevaba a Diego a rastras. Los labios del chico mayor estaban morados. El frío le estaba consumiendo, incluso Max podía sentir su piel fría, era como tocar hielo.

Nina caminaba a paso decidido más adelante, llegando a la primera puerta para entrar de lleno en la base.

 

La chica llevaba sosteniendo su abultado vientre entre ambas manos. Había en ella una sonrisa perversa que Max y Diego no podían distinguir.

 

De pronto, Diego no pudo más y cayó al piso.

 

-¡Diego!- gritó Max, mientras trató inútilmente no irse de bruces junto con él.

 

-Tengo…frío…Kass…me…hizo algo-. Diego apenas y podía hablar, sus dientes rechinaban de frío. Max se inclinó y tomó sus mejillas entre ambas manos.

 

-No puedes morir, no me puedes dejar…aún.

 

-Tú eres el héroe aquí, niño- le respondió al tiempo que tomaba las manos de Max entre las suyas heladas.

 

 

Nina se giró para encontrar al par de chicos en el suelo…-No podemos perder tiempo- dijo sin importarle la situación de Diego.

 

-Debes curarlo, Nina. Solo tú puedes

 

 

La voz de Max casi era una suplica.

 

 

Nina no mostró ninguna emoción en el rostro, más sin embargo se acercó a los chicos. Desde arriba, percibió el estado deplorable de Diego. Su cuerpo temblaba y su aliento despedía frío.

 

-Nina, no podemos perder tiempo- le recordó el chico de fuego.

 

 

Finalmente, con un poco de trabajo, Nina se inclinó y puso su mano derecha en el pecho de Diego.

Los ojos de Nina se tornaron oscuros. Pronto comenzó a sentir el frío de Diego. Algo en su vientre se removió y simplemente no pudo. Se alejó de Diego como si fuera veneno o algo corrosivo.

 

 

-No puedo- dijo simplemente y se puso de pie. – el trabajo de Kass es impecable. Si continuo, puedo perder la vida…

 

Max negó con la cabeza mientras miraba al pálido chico en el suelo.

 

-¡Debe haber algo que se pueda hacer!

 

Gritó de forma desesperada….-no puedo perderte a ti también, te acabo de encontrar.

 

 

Diego sonrió con ternura. El destino era cruel. Había visto morir a Lyle y ahora no podría conocer el amor de Max. Pero al menos ahora, iría con él, rumbo a Lyle.

Cerró los ojos y se dejó ir…

 

-¡Diego!

 

 El grito de Max fue desgarrador. Se abrazó al cuerpo de Diego, el latir de su corazón era débil, pero aún latía, aún había esperanza.

 

Nina rodó los ojos con impaciencia, mientras una fuerte contracción hizo que casi se doblara de dolor. Inmediatamente, un fuerte temblor sacudió la sala, haciendo que algunos autos militares se movieran un poco.

 

La chica se irguió de nuevo con dificultad y partió rumbo a la puerta. La llegada de la bestia estaba cerca.

 

 

Max no se percató de la salida de Nina. Solo se abrazaba al moribundo cuerpo de Diego.

 

-No quiero…no quiero perderte, Diego.

Aún sin saber que hacer del todo. Max se desprendió de su camisa, mostrando su pecho dorado por el sol. Acto seguido, se quitó los zapatos y luego dejó ir su ropa interior. Estaba desnudo.

Con lágrimas en los ojos, se acercó de nuevo al cuerpo de Diego y le quitó la camisa, para después desvestirlo completamente.

El cuerpo de Diego era más duro, más musculoso.

Max le miraba con adoración mientras se acostaba junto de él. Lentamente le abrazó, su pierna derecha acarició la pierna de Diego. Ahora estaba totalmente enredado al cuerpo de Diego. Desnudos eran una sola alma.

 

Max cerró los ojos y pronto un aura de calor invadió los dos cuerpos. Desde las profundidades del sueño, Diego sintió un caluroso placer. Se abrazó con fuerza al cuerpo de Max. Necesitando y buscando su calor.

 

El mayor acarició la espalda de Max, quien ronroneó al sentir esa mano áspera. El mayor continuó hasta acercar su rostro a la oreja de Max, ahí le susurró…-que haces, niño.

 

-Dándote calor-, fue la respuesta.

 

Diego sonrió sin abrir los ojos. Se sentía muy bien. Con vida de nuevo. El poder estaba regresando a su cuerpo y se sentía vigoroso.

 

-Max, yo te necesito.

 

-Toma de mi lo que quieras, estoy aquí para ti.

 

 

Diego abrió los ojos y sintió la entrega del menor. Tomando las riendas de aquello, se giró dejando su cuerpo sobre el de Max. Una esfera de calor comenzó a envolverles.

Ambos chicos gimieron cuando sus erecciones se encontraron…

 

 

-aaah, Max…tu piel es calida, te necesito…

 

 

Max, desde abajo, sonrió y movió sus caderas, haciendo que el choque piel con piel fuera más placentero.

 

Diego soltó un pequeño gemido y comenzó a moverse de forma más brusca. Frotándose de forma descarada sobre ese cuerpo que se le ofrecía.

 

Era maravilloso, de pronto ya no existía nada, solo ellos. Solo ellos y el placer.

 

El orgasmo los sorprendió a ambos. Sus pieles quedaron bañadas en semen, aún más calido. Diego estaba curado…

 

 

************************   

 

La doble puerta de hierro se abrió dando paso a la figura de Nina envuelta en su bata blanca.

El lugar estaba decorado con pinturas de rostros del pasado. Sin duda, héroes de dicha nación.

 

Parecía un atrio político. Al menos había sillas para trescientas personas, como si fueran un público. Al frente había diez lugares frente al público, sin duda, las diez personas más importantes. Encima de esos lugares, había uno más. Sin duda el del más importante de todos. El presidente de la nación.

 

Nina sonrió mientras la doble puerta se cerraba detrás de ella. Sabía muy bien que ese lugar fue construido como un refugio para el fin del mundo.

Muchos años atrás, cuando reinaba la paranoia de la guerra nuclear o la invasión alienígena.

 

La chica descendió las escaleras del atrio hasta llegar a los diez lugares. Subió entre ellos para situare en la silla mayor.

Se sentó con dificultad y miró los lugares vacíos. Se imagino que pronto se llenarían con los líderes del mundo, rogando por la supervivencia, incluso por sus propias vidas

Ese pensamiento la llenó de placer. Reprimido por otro fuerte dolor. De nuevo, el mundo se sacudió ante esa contracción.

Se llevó las manos al vientre abultado y sonrió con placer…

 

 

-El mundo va a parirme, por fin…

 

 

 

 

Algo estaba mal en el mundo. Fuertes terremotos azotaban las grandes ciudades, mientras el mar se embravecía y tomaba por asalto las costas, llevándose todo a su paso. No dejaba de llover en buena parte del mundo. Grandes construcciones habían caído. Era como si el mundo presintiera, como si el cielo lloraba cada contracción de Nina. Algo se removía bajo la tierra, un ejército del mal estaba por alzarse en armas…

 

 

 

 

 

El piso de concreto fue demolido al centro del atrio. Nina observaba llena de emoción. Las cuarteadoras mostraron un par de largos cuernos emerger del piso. Pronto, otro par de cuernos se asomó.

El piso volvió a removerse y por fin salieron aquellas criaturas.

 

 

 

 

Aquellas bestias llamadas morocks, emergieron después de muchos milenios bajo la tierra.

 

 

Aquellas bestias se miraron una a la otra. Inseguras del lugar donde estaban. Sus patas de cabra se sentían incomodas ante el toque de la alfombra. Su pecho era gris y duro como una roca, la cabeza era rocosa y terminaba con dos filosos cuernos. Pronto olieron algo casi añorado, la carne humana…

El par de morocks se relamieron y comenzaron a andar rumbo a Nina.

 

 

-Mis amigos- dijo esta sin inmutarse. –lograron encontrarme…pronto tendré el poder de hacer venir a más, a todos…

 

 

Los morocks se detuvieron en seco. Miraban el vientre de aquella mujer y luego la garra verde dibujada en su cuello. Entonces comprendieron que estaban frente a su amo.

Se inclinaron ante Nina y bajaron la cabeza, avergonzados de lo que iban a hacer.

 

 

-No deben avergonzarse de su naturaleza. Esto es lo que ha podrido el mundo de los humanos. Pierden el tiempo, ocultando y lamentándose su patética y corta vida, son solo un suspiro para seres como nosotros. La vida humana es de paso, esporádica y despreciada. Más sin embargo, cada humano que pisa este mundo, a pesar de ser breve, la contamina, la llena de prejuicios y esclaviza a otros como ellos.

 

 

Los morocks se levantaron, pero seguían escuchando atentamente, ladeaban su cabeza de búfalo a cada sonido salido de la boca de Nina.

 

 

 

-Este mundo ya está destruido y no tuve que hacer nada. La misma humanidad se ha destruido a si misma. Nosotros solo vamos a barrer la carne podrida, o mejor dicho, ustedes lo harán.

 

Nina se levantó con cuidado, su rostro estaba serio, decidido…

 

 

-Crucen esa puerta- señalando la doble puerta de hierro. –no dejen que nadie entre aquí. Ya pronto voy a tener mi verdadera forma y nadie podrá detenerme, ¡nadie!

 

 

Los morocks cabecearon afirmativamente y se giraron a cumplir la orden. Mientras otro fuerte dolor empujo a Nina de nuevo a la silla presidencial.

 

 

 

 

******************  

 

Diego y Max terminaban de acomodarse la ropa. No habían hablado en todo ese rato. Ni siquiera se habían dedicado una mirada. Max había deseado salvar a Diego con toda su alma, pero algo pasó en el proceso.

Diego en cambio se sentía lleno de fuerza. El frío de Kass había quedado atrás.

 

-Gracias

 

Dijo de pronto Diego, mirando a Max por primera vez. –si el plan sigue como hasta ahora…

 

 

-Estamos aquí para morir- terminó, Max. – es solo que…no era tiempo aún.

 

 

-Hay algo raro en Nina- dijo Diego cambiado la complicada e incomoda plática.

 

-No estuvo dispuesta a ayudarte, es cierto.

 

-Ese tatuaje en forma de garra en su cuello no me da…

 

 

Diego no terminó la frase. Una explosión hizo cimbrar la gran compuerta de hierro.

 

 

-¡Es Knox!

Gritó Max, mientras Diego se ponía en guardia. La compuerta de hierro humeaba. Sobrevino otra explosión que casi derrumba la gran compuerta…

 

 

-Anda, Max. Supongo que es mi destino quedarme aquí, tú debes llegar a Nina.

 

-Pero, Max…

 

-No se hable más, esta es nuestra misión. Conociendo a la bestia, debe estar en el salón de juntas. Conozco los delirios de grandeza de este monstruo. Cuando estuve aquí me mostró el lugar, busca a Nina ahí.

 

 

Una tercera explosión hizo que la puerta se partiera en dos, mandado los despojos de hierro a los pies de ambos chicos. Una figura enfundada en su atuendo militar dio un paso a través de la lluvia. Ya comenzaba el amanecer gris…

 

-¡Anda, Max!

 

El castaño negó con la cabeza al tiempo que se puso al lado de Diego. No lo iba a dejar solo, ambos iban a enfrentarse a Knox.

El chico de cabello platino se acercó y sonrió al par de chicos, su mano derecha se irguió para apuntarles, mientras sus dedos se movían graciosamente. Diego y Max sabían lo que venía…

Antes que sucediera otra cosa, un poderoso rayo eléctrico atacó al rubio por la espalda, elevándolo varios metros al aire.

Ahí permaneció mientras que la poderosa descarga le hacía daño. El rostro de Knox se contrajo por el dolor.

Una figura envuelta en cuero rojo se acercó mientras sonreía ante su obra. Tan solo utilizaba una mano para atacar a Knox.

Elevó su mano izquierda y otra descargar vino a ella directa del cielo nublado. Una vez que tuvo el poder en su mano, no reparó en mandarlo al cuerpo de Knox, quien aún sufría por la otra descarga.

Ahora, el rubio sufría los embates de dos descargas que no cesaban. Max sentía lástima por el chico militar, por ser atacado de esa forma tan salvaje.

Finalmente, Diana dejó de atacar y Knox cayó al piso, su cuerpo humeaba y sus ropas grises estaban rasgadas, mostrando las heridas en su cuerpo.

 

-Cuando se es tan fuerte, uno olvida cuidarse las espaldas- dijo Diana con el rostro serio. –yo lo olvidé una vez y fui llenada de traición.

 

-¿Qué buscas aquí, Diana?- preguntó Max, sabiendo que no estaban mejor ahora.

 

La pelirroja extendió su mano derecha y de entre sus ropas, emergió el cristal negro. Max y Diego lo reconocieron como uno más, de los cristales de la bestia.

 

-Esto es lo único que puede matar a la bestia. Nina es la bestia, usará su cuerpo para nacer y luego se deshará de el como un despojo, en cualquier caso, Nina esta muerta, ayúdala a tener un final digno.

 

 

El cristal viajo de la mano de Diana al rostro de Max. La punta filosa se detuvo a dos centímetros de su ojo. De inmediato, Max tomó el cristal en su mano.

 

-Vamos, Max- le apremió Diego.

 

Knox comenzaba a moverse, débilmente, pero se recuperaría.

 

 

-Hazle caso a tú nuevo novio, querido sobrino. Mientras yo…

 

 

La mano de Diana se llenó con una nueva descarga para luego conducirla al cuerpo de Knox, quien volvió a retorcerse en el piso por el dolor. Mientras, Diego tomaba del brazo a Max, quien se negaba a irse, por extraño que parecía, se compadecía de la suerte del semi-Dios.

 

 

-Olvídalo, Max- le advirtió Diego al oído. –Tanto Diana como Knox son peligrosos, mejor que solo exista uno que los dos, deja que se maten.

 

Finalmente, Max hizo caso de Diego y se dejó conducir. Diego sabía muy bien donde buscar a Nina.

En tanto, Diana se acercaba a Knox, mientras aumentaba la intensidad de la fuerza de la descarga eléctrica…-Vamos, soldadito de plomo, siente el dolor, después de todo no eres un Dios.

 

 

Diana cargó su otra mano y no dudó en descargarla en Knox. El chico se volteó mientras seguía retorciéndose, había sido sorprendido y lo estaba pagando caro, quizá con la muerte.

En aquel estacionamiento militar, solo se escuchaban las carcajadas de Diana.

 

 

 

 

 

 

 

En tanto, Max y Diego corrían hombro con hombro a través del oscuro pasillo.

 

 

-¿Por qué crees que Diana está aquí para ayudarnos?

 

Preguntaba el mayor, aún sin entender que aquella pelirroja que lo atacó una vez, ahora les daba el arma para destruir a la bestia.

 

-No hay que confiar en Diana, te puede clavar una daga por la espalda y no lo digo literalmente.

 

 

Llegaron a una compuerta y al atravesarla, estaban en la sala circular. Tres pisos y ellos estaban hasta arriba.

 

-Abajo esta el camino hacía la sala de juntas- Decía un muy seguro, Diego.

 

 

Más sin embargo, al decirlo, no dejaba de mirar el ascensor con la leyenda “solo personal autorizado”

Algo en su interior rogaba por ir ahí. Se acercó y apretó el botón plástico, más sin embargo nada pasaba. Había que digitar una clave en aquel misterioso tablero.

 

 

-¿Que hay ahí?- Preguntó el castaño

 

-No lo sé- respondió Diego con la mirada perdida…-es solo que…-

 

 

-¿Iremos a esa famosa sala?

 

 

Diego no se movió ni un centímetro de la puerta sellada del ascensor. Levantó su mano y la palpó, apenas rozándola con sus dedos y esta tembló. Más sin embargo se negaba a abrirse.

 

-Es blindada- murmuró casi para si mismo.

 

-¿Crees que Nina este ahí?

 

-No, en lo absoluto, pero…

 

-Vamos, Diego…La bestia ya está por nacer.

 

 

Hubo un fuerte temblor, hizo que las paredes de ladrillo se cuartearan, tambaleando la sala circular.

Max se agarró fuerte de los barrotes del balcón, mientras Diego apenas se había movido de la puerta.

 

-¡Diego, por favor!

 

Diego parpadeó y se giró para mirar a Max. –Bien, vamos.

 

-Sobre lo de lastimar a Nina, yo…

 

-Nina es una gran amiga, Max. No quiero dañarla, que quede claro.

 

-Bien- afirmó Max. Si bien, él estaba dispuesto a morir, no era una opción asesinar a Nina.

 

 

 

 

 

Los chicos se dirigieron a la escalera de caracol y descendieron hasta la planta baja. Solo una puerta más los separaba de la bestia y la batalla final.

 

 

 

 

 

Al abrir la puerta se encontraron con un largo pasillo, iluminado apenas por una luz blanca parpadeante.

Al final del pasillo estaba la puerta a la sala de juntas. A pesar de eso, Max y Diego caminaban más lento. No todo podía ir tan fácil. Seguramente la bestia había preparado una última treta.

Al escuchar un bramido ambos se detuvieron…

 

-¿Qué pudo hacer eso?- preguntaba Diego, nunca había escuchado un sonido así.

 

-La bestia…tiene seres…que le ayudan- respondió, Max. Recordando el incidente con la espantosa araña gigante.

 

 

Cansado de la molesta luz parpadeante, Max creó una esfera de fuego en su mano, iluminando el paso por el pasillo. Y fue entonces que los vieron, un par de bestias rocosas con grandes cuernos, cuidando cada lado de la doble puerta.

 

 

-¡¡Por todos los cielos!!

 

 

Gritó Diego al ver semejantes seres. Uno de ellos, comenzó a patalear el suelo como un toro en brama y se lanzó por ellos.

Con un movimiento rápido, Max lanzó la esfera de fuego hacía el demonio. El morock se prendió en llamas, más sin embargo no se detuvo. Se acercó violentamente hacia Diego, quien profiero un terrible grito.

 

 

-¡Diego!

 

Max volteó pero la oscuridad llenó el pasillo de nuevo. Escuchaba los gritos de Diego y los bramidos de aquella bestia.

Pronto sintió que su cuerpo despegaba del suelo y sintió el horrible aliento en su nuca. La otra bestia lo había cogido.

Max no podía voltear para encarar al enemigo, las fuertes manos rocosas lo tenían bien sujeto. Estaba claro que el fuego no les dañaba…o al menos, que usará una potencia más fuerte.

Se concentró en sus otros poderes, los que Diego le había enseñado a usar, su poderosa mente…

Los ojos azules de Max se tornaron oscuros…

Las manos de la criatura temblaron y sus dedos regordetes y largos fueron aflojando su agarre, hasta dejarlo libre.

Max cayó al piso, en inmediatamente se puso en guardia. Apareció de nuevo una esfera de fuego y esta vez el pasillo estaba vacío, detrás de él no había señales de Diego y la otra bestia y enfrente, nada del monstruo que enfrentaba él. La doble puerta al final del pasillo se abrió, mostrando la sombra de Nina…

 

Al mismo tiempo, el morock apareció de la nada y tomó de los cabellos a Max y le levantó de nuevo…

 

 

-Basta- dijo Nina suavemente. –tráelo ante mí

 

El morock dudo, pero al final, soltó a Max y luego le empujo rumbo a la doble puerta.

 

Al entrar, los ojos de Max recorrieron la sala. Sin duda era el lugar donde gente importante se reunía o pensaba reunirse.

Nina subió de nuevo a la silla presidencial, su abultado abdomen le dificultaba caminar y sentarse con comodidad. Observó como la chica cerraba los ojos por el dolor al sentarse. Max se quedó en medio, en las escaleras al lado de cada asiento. El morock le siguió y se posó detrás de él.

 

 

-Esto es el final, quien quiera que seas

 

Nina sonrió con suficiencia, altamente divertida.

 

-No sé que película estás viendo, Max- dijo señalando al fuerte morock junto a él, quien estaba preparado para matar en cualquier momento. Max miró de reojo al temible animal junto a él. –pero sin duda no te das cuenta que esta batalla la tengo ganada- continuó la chica…

 

 

-No, en el momento que me dejaste entrar, has perdido

 

 

Nina soltó una fuerte carcajada y esto la hizo doblarse por el dolor y otro temblor se hizo presente, moviendo una enorme lámpara en forma de araña en el techo.

 

-¿Dolores de parto?- preguntó el chico con una sonrisa, le alegraba reconocer que la bestia estaba vulnerable, al menos, antes de nacer.

 

-Es molesto venir al mundo, pero vale la pena el dolor.

 

-No vas a nacer

 

-¿Por qué lo haces, Max? Me duele que ahora luches en mi contra, antes fuiste mi incondicional.

 

 

-Yo no soy el de antes, soy Max, un alma nueva, nunca lo has entendido.

 

 

Nina entrecerró los ojos… ¿lo haces por el mundo? ¿Por el amor, la amistad? ¿O todas esas ridiculeces juntas?  Max el mundo está acabado, con enfermedad, destrucción y muerte. El ser humano es destructivo, es una raza que hay que erradicar. Son egoístas, solo viven para su propios caprichos, guerras…ese es el mundo que intentas defender. No hay ni un solo corazón que valga la pena, ni uno solo…nómbrame uno.

 

 

La respuesta de Max abandonó sus labios rápidamente y sin pensar…-Alex y tú me lo quitaste.

 

Nina abrió desmesuradamente los ojos, comprendiendo la magnitud de su error…

 

-Alex era mi todo, mi luz en el camino. A veces, cuando todo era oscuro, cuando renegaba de ser como soy, él solo…él solo sonreía y todo estaba bien, lo amaba, lo amo.

 

Terminó bajando la cabeza, una lágrima traicionera recorrió su mejilla. Nina le observaba con pesar.

Max irguió la cabeza de nuevo y le enfrentó, en su mirada azul solo había odio.

 

-Esto no es por el mundo, el amor o la justicia, es una simple y pura venganza, tú me jodiste ahora me toca joderte, hijo de puta.

 

 

El rostro de Nina se volvió sombrío. No había otra cosa que hacer más que asesinar a Max.

 

-Reconozco mi error- dijo Nina con dificultad, otra fuerte contracción le acompañó.-quizá tú si vales la pena entre todos los humanos. Mi error fue separarte de quien amabas, pero compréndeme, nunca he entendido el amor, no soy capaz de amar, no está en mí. No entendía tú amor por ese chico, por eso…perdóname.

 

 

-¿perdón?- Max esbozó una sonrisa amarga. -¿crees que vas a solucionarlo todo con un simple disculpa?

 

-No, nunca lo creí así, pero quería que lo supieras antes de morir.

 

 

Apenas un movimiento de su cabeza y el morock entendió la señal de Nina. Atrapó a Max por el cuello y le levantó del suelo.

Max extendió los brazos hacía atrás y palpó el rocoso cuerpo de su enemigo y de inmediato comenzó a prenderse en llamas. El morock soltó a Max, quien se giró para ver su obra…

El morock no pareció inmutarse ante el fuego, entonces Max extendió el brazo y una fuerte llamarada salió de su mano y rodeó el cuerpo del morock.

 

 

Nina se llevó ambas manos a su vientre, de pronto se sintió mojada entre sus piernas, ya había roto fuente.

Una nueva contracción la hizo gritar de dolor.

 

En tanto, Max esquivaba los golpes de aquel demonio que a pesar de estar rodeado de llamas seguía en pie y con toda su fuerza.

La roca podía derretirse con fuego, pero llevaba tiempo. En un ataque, el morock tomó a Max de ambos brazos y volvió a levantarlo, de inmediato, apuntó sus cuernos al cuerpo del castaño, pero Max giró sobre su propio eje atrapando los cuernos con sus piernas y ahí de cabeza, oscureció su mirada y la lámpara en forma de araña cayó encima de ellos.

Las sillas de terciopelo comenzaron a flamear ante el contacto de las llamas. Entre los escombros de la lámpara, Max se levantó y encontró a Nina con las piernas sobre la silla de enfrente, en un claro intento por dar a luz. Tenía que detenerla…

 

Se acercó apenas a las escaleras, cuando un bramido detrás de él le hizo saber que el morock aún estaba en pie.

El castaño se giró y con ambos brazos extendidos y llenos de fuego, que lanzó de inmediato a aquella bestia. Sin embargo el rumbo del morock no se detuvo, el cuerpo de Max fue expulsado entre las escaleras hasta llegar al muro, donde fue estampado sin piedad. Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontró con que los cuernos del morock le habían atravesado la carne entre ambos hombros. El dolor era terrible, apretaba los dientes para no gritar. La criatura envuelta en llamas trataba de liberarse y eso le provocó más dolor.

 

-No- dijo débilmente, Max. –tú no te vas…

 

 

Max, con todo el dolor del mundo, levantó las manos y asió los cuernos del morock y apretó. Los cuernos comenzaron a incendiarse y eso lastimaba aún más su carne atravesada. El morock bramó por el dolor al mismo tiempo que Nina gritó esta vez más fuerte… ya no había mucho tiempo.

Los cuernos del morock comenzaron a derretirse y Max fue liberado poco a poco. El morock se arrodilló y Max lanzó otra llamarada que lo convirtió en lava, que fue diseminándose hasta convertirse en una piedra en el piso mal formada.

 

Caminando lento y sangrando de ambos hombros, apenas podía levantar los brazos. Subió las escaleras con la mirada fija en Nina.

La chica con la frente sudorosa y las piernas elevadas a las sillas de enfrente le miraba con odio.

 

-¡No te me acerques!

 

 

Del bolsillo de Max, salió el cristal negro y comenzó a girar al lado del chico, quien seguía subiendo. Nina reconoció el cristal que encerraba la verdadera alma de Max. Su rostro se llenó de miedo, ese cristal, creado para la bestia, era la única cosa que podía matarlo, en ese estado.

 

-¿Lo reconoces, verdad?

 

-Ni…un paso…aaaah, más…estoy…tan cerca

 

 

Max se detuvo, no era necesario acercarse tanto a Nina. La chica boqueaba tratando de mantener su respiración y comenzar a pujar. Se sentía perdida y apenas murmuró…-Knox.

 

-Tú sicario ya no puede ayudarte, tuvo un encuentro con Diana

 

Nina negó con la cabeza, eso no podía ser cierto. Knox no podía morir a manos de esa pelirroja.

Más sin embargo, tenía los poderes de Nina, no todo estaba perdido…

Los ojos de Nina se tornaron negros y Max supo que habría problemas. Max no podía moverse, por más que quisiera, los poderes de Nina lo mantenían a raya.

 

-Solo un poco, Max, solo un poco y verás algo muy bueno, me verás a mí

 

Los ojos de Max también se volvieron oscuros, esto sería a muerte. El cristal negro seguía girando y esta vez se acercaba más a Nina, quien lo veía con horror. –ALEJA ESO DE MÍ

 

 

 

 

Vociferó, pero Max ya no la escuchaba, esto tenía que terminar de una vez por todas. El cristal siguió girando hasta alcanzar el abultado abdomen de Nina y atravesarlo.

Nina se puso en pie y gritó por el dolor, pero el grito no era de Nina realmente, era una voz aguda y de otro mundo, el grito de la bestia. El cristal salió por la espalda de Nina y se encajó en el respaldar del asiento de terciopelo.

Una luz de color blanca rodeó a Nina y cegó a Max, mientras una fuerza brutal lo empujó escaleras abajo. Esa terrible fuerza lo obligaba a permanecer en el suelo. Nina cayó escaleras abajo dejando la luz blanca en la silla presidencial.

 

Max se levantó y atrapó el cuerpo de la chica en su caída. Eso le hizo recordar sus hombros heridos. Nina ya no tenía el abdomen inflamado, estaba delgada como en sus mejores días, pero aún con la profunda herida.

La luz blanca seguía en la silla, pero pronto se transformó en una silueta humana. Una mujer muy conocida por Max, Nancy Dumas, su madre adoptiva.

 

-Estuve tan cerca- dijo la mujer con el rostro serio. –de nuevo soy un maldito ente sin cuerpo, robando los rostros humanos.

 

 

Max miró a Nancy con rencor, después de todo no era posible eliminar a la bestia del todo. Su alma era eterna…

 

Nina se removió en los brazos de Max, quien miró que la profunda herida de la chica estaba sanando poco a poco.

 

 

El techo comenzó a colapsar y la arena comenzó a colarse en la sala. Sin duda, a la estación militar se la estaba tragando la arena del desierto.

 

-No puedes dejarme aquí, Max

 

-De nuevo eres un fantasma, puedes ir y venir cuanto quieras. La única diferencia es que ya no tienes a Knox para que sea tus brazos y piernas.

 

-Ya no puedo salir de aquí- dijo Nancy con pesar. –estuve apunto de nacer y ahora mi alma está atrapada en este lugar.

 

-Tanto mejor, estarás solo por toda la eternidad

 

Nancy sonrió de forma maliciosa.-mi alma es eterna, Max…puedo esperar otro milenio antes que logre envolver a otros tres chicos para que me hagan nacer. Puedo esperar por tus hijos, los hijos de Diego y Nina…

 

-Max sonrió de forma divertida mientras se levantó con Nina en brazos. –No puedo hablar por Nina, pero puedo asegurarte que yo no tendré hijos, soy gay ¿recuerdas? No puedes hacer nada sin los tres. Esto se acabó aquí…

 

 

Nancy entrecerró los ojos mientras Max le dio la espalda dispuesto a salir.

 

 

-¡NO ME DEJES AQUÍ, NO PUEDES!!

 

 

 

La bestia siguió gritando, pero Max nunca se giró. La bestia había perdido su última batalla. El mundo estaba a salvo.

 

Max con Nina en brazos tenía poco tiempo para escapar, la estación estaba siendo tragada por las arenas del desierto.

Atravesó el pasillo hasta llegar a la sala circular, por la parte de abajo. Todo estaba en ruinas, restos de una fuerte pelea. Sin duda, la de Diego con el otro morock. Subió por las escaleras de la sala circular hasta llegar al primer piso y ahí le vio, estaba Diego, sus ropas rasgadas y el rostro sangrante, pero vivo…

 

-Diego, estás vivo- sonrió Max

 

 

Diego se giró y miró a Max con Nina en brazos y sonrío. –Max, lograste vencer a la bestia.

 

Ambos chicos se sonrieron, mientras Diego acarició el rostro dormido de Nina. Acto seguido se acercó y le besó la frente. Luego miró a Max y sonrío. Ambos chicos estaban contentos con lo que veían.

 

 

-Debes irte, Max- dijo al tiempo que la estación comenzó a colapsare, haciendo que todas las lámparas y los cuadros cayeran al piso.

 

-Nos vamos juntos, los tres.

 

Diego negó con la cabeza…-tengo que entrar ahí- dijo señalando al ascensor. –siento que debo hacerlo, no puedo irme.

 

-Pero, Diego…

 

-Recuerda nuestra promesa, nuestro pacto, estábamos aquí para morir.

 

-Entonces me quedó contigo.

 

-No, tú tienes que sacar a Nina de aquí, ella tiene por quien vivir, su esposo…

 

-Pero…

 

-Max, hazlo, saca a Nina de aquí, no podemos condenar a Nina a morir solo por nuestro pacto.

 

-Diego no quiero dejarte, no quiero perderte a ti también.

 

Diego sonrió de forma tierna y se acercó de nuevo a Max, estando cerca de su boca le susurró…-quizás en otra vida, chico de fuego, quizás en otra vida, en esta, ya tenemos dueño.

 

Ambos se dieron un beso suave, mientras Diego se alejó y puso su mano en el tablero numérico. Se concentró muy bien y logró que el botón plástico se activara y las puertas se abrieron.

Diego entró sin titubear al tiempo que los balcones de la sala circular comenzaron a caer.

Las puertas del ascensor se cerraron, mientras Diego le dio una última sonrisa a Max.

 

El castaño se puso en marcha por la puerta, tratando de alcanzar la salida. Atravesó los pasillos todo lo rápido que podía ir con Nina en brazos.

La estación militar comenzaba a hundirse rápidamente, haciendo que fuera más difícil correr entre la arena que comenzaba a entrar de todas partes.

Había llegado al estacionamiento, todos los vehículos estaban hechos pedazos, sin duda, eran los restos de la pelea entre Diana y Knox, pero no había señales de ellos, quizá sus cuerpos estaban atrapados entre los vehículos.

 

La estación se removió hacía arriba, como un enorme barco apunto de hundirse. Max se concentró y el fuego rodeó su cuerpo junto con el de Nina, ahora convertido en un veloz meteoro, se lanzó por la salida casi justo a tiempo, el meteoro salió vomitado por la enorme compuerta al tiempo que la estación se hundía rápidamente, cubriendo toda huella, parecía que nunca estuvo una estación militar ahí.

 

 La mañana había llegado y la lluvia había cesado, los rayos del sol se anunciaban más brillantes que nunca. A pocos metros de ahí, el meteoro aterrizó, transformándose en Max y Nina. Todo había terminado. Max observó la nada en que se había convertido la estación militar. Pronto recordó a todos lo que entraron ahí…

 

Knox, Diana, Diego…no sabía nada de Donovan. ¿Acaso nadie pudo salir? Al parecer solo Nina y él.

 

 

Un fuerte rayo eléctrico le obligo a caer al suelo, soltando el cuerpo de Nina. Se giró para mirar a su atacante y entonces vio a Diana, envuelta en cuero rojo, sin ningún rasguño.

 

-Hola de nuevo, querido sobrino…esto aún no termina

 

 

 

 

Próximo capítulo, el final...

Notas finales: Gracias por la espera...espero les guste y ya pronto el final.

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