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El Fuego en mí (segunda temporada) por Daggett

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Episodio 32

 

 

Sin ti


 

Con la mejilla derecha lastimada, Max se dejaba esposar con las manos atrás por dos fuertes oficiales. Ahí, en el despacho del hombre que le había dado un apellido. Levantó el rostro para mirar a los ojos de Alex, notándole completamente abatido. Nigel Dumas le tomaba del hombro, cumpliendo su papel de familiar abnegado y consternado por la infamia sufrida a su sobrino.

Un tercer oficial tomaba nota y anunciaba que sería discreto, nada sería informado a la prensa hasta después de la primera audiencia.

Alex quería decir algo, pero Nigel ordenó que se llevaran a Max lejos de su presencia. Y asi fue hecho, Max fue conducido por dos oficiales hasta la sala, encontrando a una Mary y a otros sirvientes completamente sorprendidos por lo que ahí pasaba.

 

Ya en los jardines, un oficial dio un pequeño empujón al chico castaño indicándole el camino a la patrulla policial. Pero Max fue lento, o a él le pareció lento, ver aquella enorme casa, donde había vivido sus últimos años, donde a pesar de si mismo, había sido tan feliz.

Con todo el protocolo, el oficial le tomó de la cabeza para ayudarle a entrar en el auto. Una vez dentro, Max observaba la ventana que él sabía era de la sala, por ahí debía estar Alex, completamente deprimido. Y no se equivocó, la figura de Alex removió las cortinas se recargó con ambas manos al cristal, se asomaba para ver la horrible y humillante escena. El menor parecía un niño perdido, Max movió sus labios y Alex reconoció un “te quiero” y sonrió tristemente.

 

El momento fue roto, pues la figura de Nigel apareció detrás de Alex, alejando al chico de un brusco empujón. Acto seguido cerró la cortina. Entonces el auto arrancó, atravesando los hermosos jardines.

Desde adentro, el castaño vio aquel árbol donde él y su chico se habían besado por primera vez. Otra mirada al fiel jardinero que dejaba caer sus tijeras al paso de la patrulla.

Al final, el auto salió por el gran portón. Max volteó para dar la última mirada a la mansión Dumas. Tenía un extraño presentimiento, sentía que jamás volvería a ver a esa casa, él nunca iba a regresar, él nunca volvería a ver a Alex.

 

 

Una hora después, el chico se encontraba frente a la rejilla de los acusados, un oficial le leía los cargos y sus derechos. Otro hombre tomaba su pulgar, lo llenaba con un líquido frío para luego imprimir su huella en un papel.

Después, se le obligo a fotografiarse en una extraña pared mientras cargaba una pizarra en las manos.

Escuchaba las órdenes secas, izquierda, derecha, de frente…

 

De pronto, esa comisaría le recordaba al orfanato, esos recuerdos que creía, había dejado atrás. Ahí también le señalaban, también le llamaban raro, fenómeno. Sin duda el infierno de la soledad había vuelto a su vida. Ya habían pasado dos horas, lo habían desvestido, le habían puesto un traje color naranja y estaba en un separo. Sin duda su próximo paso sería la prisión estatal. Pronto recordó que tenía derecho a una llamada, el problema era a quien llamar.

 

Cerró los ojos mientras tomaba los barrotes de la reja que lo aprisionaban…tenía un nudo en la garganta, se sentía tan perdido, tan solo, otra vez huérfano y abandonado.

 

No quería que la furia se apoderada de él. Pues pensaba con soberbia…que él podía escapar de ahí si quisiera.

 

 

 

********************

 

 

 

 

Alex bajaba las escaleras de la mansión. Él no iba quedarse de brazos cruzados, él no dejaría a Max ahí adentro. Buscaría a la abogada, aquella que antes ya le había ganado contra Nigel.

 

-¿Adonde vas?

 

Preguntaba la gruesa voz detrás de él.

 

-Ya lo sabes, voy a ayudar a Max.

 

-De verdad que eres idiota, ese huérfano te estaba pervirtiendo, volviéndote en contra mía.

 

Alex se giró bruscamente para observar como Nigel bajaba las escaleras y se plantaba junto a él. Mientras, Mary salía del estudio, donde Nigel le había ordenado limpiar, al principio se había enojado, el trabajo de ella en esa casa no era limpiar, pero aceptó ante la dura mirada del viejo Dumas. Se quedó en la puerta, ella no le gustaba escuchar la plática de sus patrones, pero ese hombre no le daba confianza.

En dirección a las sala, estaba un hombre joven, en apariencia de Mary, seguro andaba en los treinta años. Se llamaba Roger y era el asistente personal de Nigel Dumas. El tipo insolente leía el periódico con los pies encima de la mesita de centro. Pero sus ojos no se detuvieron ahí, volvieron a Alex frente a su terrible tío.

 

-No soy idiota, quiero ser justo. Max no me ha violado ni nada parecido.

 

-Más te vale que eso no se lo digas al juez. Sería una vergüenza para esta familia que admitieras que te dejabas joder por ese…

 

Alex se cruzó de brazos para sonreír maliciosamente, como solo él sabía hacerlo.

 

-Pero es que esa es la verdad, tío. Max y yo jodiamos en toda la casa, incluso en las escaleras, sudábamos como dos fieras mientras nos arañábamos, yo me dejaba envolver en su sudor y sabor.

 

-¡¡Cállate!!- respondió el hombre mientras daba una fuerte bofetada que hizo que Alex diera dos pasos atrás. – eso te enseñó ese marica…

 

-Y yo le enseñé otras, deja que te cuente el día que cogimos en la mesa del comedor…

 

-¡¡Ya basta!! Rugió Nigel mientras se acercaba de nuevo con la mano levantada. Pero el cuerpo de Mary se interpuso…

 

-Por favor, señor- decía la mujer con el rostro serio.- el joven Alex nunca había sido maltratado, los señores Robert y Nancy nunca le golpeaban…

 

El hombre de cabello plateado observaba a la molesta mujer como si fuera una pulga en su camino, pero Mary no retrocedió.

 

-Escucha sirvienta estúpida…muchas cosas van a cambiar en esta casa. Si quieres conservar tú mugroso empleo…¡¡apartate de mi vista!!

 

La mujer arrugó las cejas y sus labios se unieron en línea recta, pero no se movió de su lugar. Hasta que escuchó la voz de Alex, detrás de ella.

 

-Gracias, Mary…papá y mamá te lo agradecerían. Pero por favor, regresa a tus labores, yo me encargo de esto.

 

-Pero joven- girándose hacía él, mirándole con pena…-este señor le ha golpeado, yo no puedo…

 

Alex la miró con determinación y luego le sonrió. No quería que Mary sufriera un despido. Había aceptado que su tío tenía la sartén por el mango…por ahora.

Finalmente la mujer se alejó, pero la fría mirada de Nigel la siguió…

 

-No la tomes con ella.

 

-Ya me encargare de ensañarle modales a esa.

 

Alex suspiró y volvió a girarse pero Nigel le detuvo tomándole por el codo..

 

-Entiende que voy a ir a donde Max, no vas a detenerme.- Tratando de liberarse.

 

Nigel le miró fijamente, pero cuando habló, no se dirigió a él…-Roger, ven aquí.

 

 

El tipo bajó los pies rápidamente y Salió de sala para encontrarse con su jefe.

 

-Dígame, señor.

 

-Escolta a mi sobrino a su habitación.

 

-¡¡Con una mierda!!- gritó el menor. –No vas a obligarme, no vas a encerrarme…¡¡no te atrevas!!

 

El hombre de cabello plateado entregó el codo del chico a Roger, que le tomó con fuerza para no dejarle ir.

 

-¡¡Te callas!! Y modera tú lenguaje…cuantas veces te dije por las buenas que voltearas a mí, que dejáramos en la calle a ese huérfano, pero no. Ahora, ahí tienes las consecuencias.

 

-No vas a ganar y en lo que respecta a mí, has dejado de ser mi tío. Has dejado de ser el hermano de mi padre.

 

-Cuanto dolor siento- cerrando los ojos mientras sonreía. –no quiero tú aprecio, quiero tú dinero.

 

El chico se removía para soltarse del fuerte agarre de Roger, pero nada podía hacer. Roger era más alto y más fuerte que él.

 

-¿Quiere que lo encierre? Preguntaba Roger, su voz era gruesa y fría. –tendré que pedirle la llave a la sirvienta.

 

-Yo me encargo de eso.

 

Con una seña, Nigel indicó que se llevara a su sobrino. Roger tuvo que cargarlo para poder cumplir su trabajo. Alex peleaba como una fiera. Sus gritos eran escuchados hasta el jardín y todo el servicio lo escuchó, pero se sentían inútiles ante el nuevo orden.

 

Un minuto después, Nigel irrumpió en la cocina donde encontró a Mary sentada en la mesa, su cabeza se apoyaba en ambas manos. Ante la presencia del nuevo señor, la mujer se puso de pie, mientras otras dos chicas dejaban sus quehaceres para mostrar su respeto.

 

-Quiero la llave de la habitación de mi sobrino. Dámela ahora…

 

 

La mujer dudo, mientras las otras dos chicas se miraron con miedo. No entendían por que Mary se negaba. Ella podía perder su empleo de tantos años.

 

-¿Aparte de entrometida eres sorda?

 

-No, señor- dijo por fin mientras buscaba entre sus ropas. Sacaba un racimo de llaves y sin dudar, escogió una llave plateada. La sacó del llavero y se acercó Nigel. –Tome usted.

 

Nigel sonrió tomando la llave. Miró en la mesa, había una jarra con jugo de naranja. El hombre se acercó y la tomó. –te llamas Mary, ¿verdad?

 

-Si, señor- muy seria y con la mirada al suelo.

 

 

Nigel sonrió nuevamente. Miró a las otras dos chicas y luego dejó caer la jarra al suelo, haciéndose añicos mientras el jugo ensuciaba el piso.

Las dos chicas se sobresaltaron y rápido corrieron para limpiar el desorden, pero Nigel las detuvo…

 

-NO, hazlo tú…- señalando a Mary.

 

-Pero señor, dijo una de las chicas. Mary es el ama de llaves, ella no hace estas cosas.

 

-Era…el ama de llaves. Acabo de relegarla de puesto. Ahora es una simple sirvienta, fregara pisos, lavará y planchara y tal vez hasta sea una mugrosa jardinera.

 

Mary apretaba los pliegues de blusa mientras escuchaba…

 

-¿Verdad?- acercándose a Mary.

 

-Si, señor.

 

-Por que si no estas de acuerdo, puedes irte ya mismo.

 

-Estoy de acuerdo, señor.

 

Nigel sonrió con suficiencia para luego dar su última orden…-las labores de Mary ahora serán para Roger, mi empleado personal. Toda cosa que tengan que tratar ustedes, mugrosas sirvientas, lo harán con él. No se atrevan a dirigirme la palabra.

 

Las tres mujeres de la cocina asintieron. Después, Nigel abandonó el lugar sintiéndose el rey del mundo.

 

 

********************

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Tienes visita- le decía un guardia.

 

Max abrió los ojos, en la oscuridad no sabía si ya era otro día o solo habían pasado unas horas.

Al levantarse, reconoció a su abogada, la misma que lo había defendido contra la primera demanda de Nigel. Pensaba que las noticias viajaban rápido, pues no recordaba haberla llamado.

 

-Tú…hermano me informó de todo- decía la mujer de mediana edad mientras se quitaba las gafas para pasarles un paño.

 

Al mismo tiempo, el guardia cerraba de nuevo y les dejaba solos. La abogada se sentaba en la mesa mientras indicaba a Max que hiciera lo mismo frente a ella.

 

-Alex ya debería estar aquí, en cuanto me informó, dijo que salía para acá.

 

Max se encogió de hombros mientras tomaba su lugar.

 

-Bueno…habla- le dijo secamente.

 

-Debe estar pensando lo peor de mí- respondió Max, mirándola a los ojos.

 

-Hablé con el fiscal que va a llevar el juicio, me dice hay fotos. Se van a hacer investigaciones para comprobar su autenticidad.

 

-Por supuesto- fríamente, sin dejar de mirarla.

 

-Y… ¿Qué van a descubrir Max?

 

-Que son reales.

 

La mujer bufó realmente molesta mientras colocaba de nuevo sus gafas. Verdaderamente esperaba que todo fuera una treta de Nigel Dumas.

 

-Tontos- le dijo mecánicamente, casi sin mirarlo.

 

-Pero yo no lo he violado…y no…

 

-¿Cuantos años tienes?, Max

 

-Diecinueve- cruzándose de brazos mientras recargaba su espalda en la silla.

 

-Y… ¿Alex?

 

-Dieciséis- muy serio…

 

-¿Y sigues sin ver el delito?

 

Max se levantó bruscamente y apoyando sus puños en la mesa gritó: -¡¡No está aquí para jugarme!! , le pago para que me saque de aquí.

 

-¿En serio…? ¿Me vas a poder pagar? ¡¡Tonto!! Tú y Alexander le acaban de dar carta blanca a Dumas, se quedará con la custodia, con el dinero, con todo.

 

Max trataba de serenarse y suspirando volvió a tomar asiento.

 

-Eso no puede pasar.

 

-Esta pasando, no debiste involucrarte con Alex de esa forma.

 

-Nos queremos.- defendiéndose, a él y a sus sentimientos.

 

-No estoy aquí para escuchar tú ridícula historia de amor. Hay que ser más práctico. Le tengo aprecio a esta familia y voy a darte un consejo.

 

La mujer de nuevo se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa. Suspiró y comenzó a hablar: -No puedes ganar esta. Tendrás que solucionar esto de manera práctica. Si te declaras inocente, se hará un juicio, les harán pruebas humillantes, a ti y a Alex. Estoy hablando de pruebas médicas, en busca de…ya sabes. Se expondrán detalles, llevarán a Alex al estrado y le obligaran a responder preguntan íntimas, la más bajo y humillante del ser humano, sin contar con que, al día siguiente, todo el mundo va a leer y a enterarse de cada palabra dicha en el juicio.

 

Max asintió mientras sentía los pies pesados y su cuerpo blando como una gelatina. Pero su abogada no se detuvo.

 

-Si te declaras culpable…esto será rápido, te darán una sentencia e irás a la cárcel. No habrá pruebas médicas ni escándalo, sería la solución ideal para Alex. Si dices quererlo, tendrás que tomar esta decisión.

 

-Pero…- alzando la vista hacía su abogada. -¿no hay punto medio? Demostrar que no lo violé, que somos pareja…

 

-¿Crees que vives en el mundo del mago de oz y eres Doroty? El juez solo verá a un menor teniendo relaciones con un mayor, quien se supone, es su tutor legal. Max, como amiga de la familia, declararte culpable será lo mejor. La prensa no va a enterarse, Alex continuará su vida normal y quien sabe…dentro de algunos años, cuando el sea, mayor y herede lo que le corresponde, si te ama, te sacará de la cárcel.

 

-Entiendo…- dijo lacónicamente, mientras veía a su abogada levantarse de la mesa. –me declararé culpable.

 

-Lo siento, Max. Y si sirve de algo…te creo. Pero por ahora es lo mejor. No te preocupes, estaré cerca de Alex. No dejaré que Dumas se apodere de algo que no es suyo.

 

Max asintió mientras volteaba a la oscuridad de la cama de cemento. Sin duda, en pocos días estaría en la prisión estatal en una cama parecida, entre muchos reos.

 

-Voy a verificar tú confesión antes de firmes- le dijo finalmente la mujer, para después llamar al guardia

 

 

 

Max se levantó y se dirigió a la reja, siguiendo con la vista oscurecida a su abogada con el guardia. Apretaba los barrotes y uno de ellos comenzó a ponerse rojizo. Casi derritiéndose con el fuego dentro de Max.

 

-O podría escapar…sería tan fácil. Ir en busca de Alex. Irnos lejos. NO…una vida de fugitivos, no sería justo para él. No lo condenaría a eso.

 

 

Los ojos de Max volvieron a su azul normal, pero aquel barrote seguía caliente. Como su alma, la que clamaba en furia hirviente en contra de quien le había puesto en esta situación.

 

Regresó a la cama y se sentó. Se llevó las manos a la cabeza con desesperación y pronto sus pensamientos volvieron a atacarlo.

 

-Podía irme solo, quizá regresar por Alex cuando sea mayor de edad. Pero… ¿él me perdonaría por el abandono? Aaaaah, no soportaré estar en una prisión sabiéndome inocente, sabiendo que puedo dejarla cuando quiera.

 

 

No pudiendo más, el castaño se derrumbo sobre la cama. Cual fuera su resolución, antes tenía que ver a Alex de nuevo. Ojala pronto fuera a visitarlo. Se moría por verlo…

 

 

******************************

 

 

El infierno de los pensamientos no era exclusivos de Max.

 

Alex estaba parado frente a su ventana, mirando la luna. La que tantas veces había visto antes, lleno de ensoñación y a veces al lado de Max. Sabia que a su chico le gustaba su habitación, desde que llegó a su vida se lo dijo y era por eso que ahora la habitación era de ambos.

 

Escuchó ruidos tras su puerta y al voltear, esta se abrió mostrando al grandullón de Roger, quien dio paso a Mary que traía una bandeja con un vaso de leche y un emparedado.

 

-Mary- le dijo sorprendido…-tú trabajo no es andar con las charolas.

 

La mujer sonrió mientras Roger volvía a cerrar la puerta. Ambos escuchaban como pasaba el seguro y los dejaba encerrados. Entonces Mary se atrevió a contestar.

 

-Me han bajado de puesto, joven.

 

-Mi tío- dijo mientras se acercaba y le quitaba la charola de las manos para ponerla sobre la cama.

 

-Mejor así, ahora tengo como excusa el traerle sus alimentos para venir a verlo.

 

-No voy a estar encerrado mucho tiempo. Alcancé a llamar a la abogada. Pronto Max va a volver y todo será como antes.

 

Mary sonrió tristemente, en verdad quería creer eso.-Joven, yo sé de lo que lo acusan, lo escuché.

 

El pelinegro bajo la mirada un poco apenado. No sabiendo que pudiera pensar Mary acerca de su homosexualismo.

 

-Pero no lo juzgo y créame, nadie más en esta casa lo hace. Nos basta con saber que el joven Max y usted eran felices. Desde la muerte de los señores, creo que es lo mejor que pudo pasar.

 

-Gracias, Mary- sonriéndole francamente.

 

Mary asintió y se giró para retirarse, pero Alex la detuvo. –hay algo que puedes hacer por mí, Mary.

 

-Dígame, joven.

 

-Consígueme mi teléfono móvil. Lo dejé en la mesita junto a las escaleras principales.

 

-Pero joven…ese hombre me vigila todo el tiempo, ese tal Roger.

 

-Por favor, Mary. Debo hablar con mi amiga Lucy, con Max y con la abogada. Por favor…

 

-Está bien- respondió la sirvienta, el miedo se palpaba en todos los poros de su piel. Pero obedecería, por que, a pesar de todo. Ella solo reconocía a Alex y a Max como los dueños de la casa. Nigel Dumas podía irse al infierno.

 

Finalmente, Mary tocó la puerta y enseguida, Roger le abrió. Al cerrarla de nuevo. Alex se quedó solo. Tomó el vaso de leche y le dio un trago.

 

 

 

 

El vaso de leche cayó al suelo, un fuerte dolor le taladraba el oído.

  

 

-No…otra vez…no.

 

Algo empañaba su vista, la teñía de rojo. No pudo más y se fue de bruces contra el suelo. Respiraba dificultosamente, un líquido comenzaba a mojarle la garganta y no era saliva, era un sabor amargo y metálico.

Alex se giró en la alfombra del suelo y extendió los brazos como un cristo. Se sentía húmedo, todos los poros de su piel estaban húmedos, algo brotaba de su cuerpo. Llevó su mano temblorosa a la altura de sus ojos y entonces vio la roja sangre. Toda su piel estaba empapada del mismo líquido. Era su propia sangre que brotaba de él.

 

-Oh…Dios…-

 

 

Dijo asustado…-si… ha llegado la hora, algo esta dentro de mí, me…destruye.

 

El chico se convulsionó en una horrible tos que hizo que en cada embestida, la sangre fluyera de su boca.

 

-Si…muero…ahora, no encontraran mi… cuerpo hasta que… Mary venga a…traerme…el desayuno.

 

Alex quiso gritar por ayuda, pero el líquido que emanaba de su garganta se lo impidió. Ahora todo era más fuerte, ya no podía ver nada, no podía escuchar nada.

Su respiración se hizo más lenta, muy lenta…todo se volvió blanco, su corazón latía muy débil. Podía escucharlo, cada vez más débil.

 

Le parecía que ya no estaba en su habitación, ahora miraba a un Max más niño, le enseñaba su habitación, a sus padres abrazados frente a la chimenea. A su amiga Lucy haciéndole reír con alguna de sus ocurrencias. Su vida le pasaba como si fuera una película y entonces sonrió, ya no había más dolor. Sin duda esto era la muerte…

 

Cerró sus ojos enrojecidos por la sangre, ya todo estaba terminando. Su corazón dejó de latir y todo fue blanco…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOOOOOOOOOO

 

Gritaba Max mientras despertaba en su celda. A lo lejos escuchó la fuerte voz del guardia que le callaba. Max respiraba muy fuerte, su cuerpo estaba empapado de sudor. Pudo ver todo claramente, a su Alex tirado en el piso, desangrándose.

 

 

-Es un sueño…como la vez anterior. Es un sueño, si un sueño…Dios que sea un sueño.

Alex, no me dejes…amor.

 

 

 

Notas finales: solo dos capítulos más para finalizar esta primera mitad y comenzar con lo bueno...¡Gracias!

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