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DESAYUNO COMPLETO por astreakai

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DESAYUNO COMPLETO

 

 

El pitido del despertador despertó a Milo que sin abrir los ojos estiró una mano para apagarlo de un golpe con rapidez, cómo odiaba  aquel ruido. Abrió los ojos con pesadez y se giró para mirar a Aioria que permanecía inmóvil todo despatarrado en la cama, abrazando la almohada. Milo sonrió al verle, ya podía caer un rayo dentro de casa que Aioria no se inmutaba, qué suerte tenía el cabrón. Se quedó un rato tumbado contemplando sus facciones relajadas, hasta dormido resultaba imponente.

 

- Es la hora, hay que levantarse Gato- se inclinó sobre él hablándole con suavidad y zarandeándolo un poco.

 

- MMMM- murmuró ante aquel persistente zarandeo abriendo un ojo- aun no es ni de día,…- habló somnoliento echando un vistazo a la ventana y  girándose.

 

Milo se estiró levantándose de la cama y miró al otro que ya había ocupado toda la cama meneando la cabeza, todos los días era lo mismo, se levantaban con tiempo se sobra, pero Aioria apuraba tanto los minutos que al final siempre andaban con prisas.

 

- Me voy duchando tienes de tiempo lo que tarde, así que no te acomodes.

 

Aioria alzó la cabeza al oírle y se le quedó mirando con cierto aire de burla

 

-entonces tengo tiempo de quedar en sueños con Milita- le dijo con cachondeo, mirándole la entrepierna con todo descaro.

 

Milo entornó los ojos al escucharle, el Gato de buen humor desde primera hora de la mañana…

 

- Ese sueño lo hubieras hecho realidad si no te hubieras quedado dormido anoche…León- recalcó con retintín la última palabra devolviéndole la pulla y dándole en su orgullo.

 

Aioria alzó las cejas con un gesto de total indignación dispuesto a contestar pero Milo ya se había metido en el baño con una sonrisa de triunfo, cómo le gustaba joder al león.

 

 

Abrió el grifo aun riéndose por la cara del otro, la verdad es que siendo justos no podía echarle en cara nada, Atenea había decidido instalarse en el Santuario y tomar el control junto con el recién investido Shión y una de sus brillantes ideas había sido el que fuesen los propios caballeros y no gremios los que llevasen a cabo las labores de reconstrucción de los Templos para mantener en secreto el paradero del recinto sagrado y  los poderes de sus guardianes

 

- mujeres…- pensó en alto mientras se enrollaba la toalla- si supiera que no hay nadie aquí que no nos conozca…a fondo- sonrió con picardía pensando en las juergas que se habían corrido a lo largo de todos esos  años.

 

Al pasar por la habitación en dirección a la cocina vio que Aioria estaba de nuevo dormido y sacando Antares sonrió con maldad apuntando al borde de la almohada y disparó una aguja de poca intensidad al tiempo que daba un grito

 

- levanta Gato!!

 

Sobresaltado por la voz del escorpión y por impacto en la almohada se incorporó con rapidez mirando a un Milo que se descojonaba de risa viendo su cara y su pelo despeinado lleno de plumillas.

 

- Mierda Milo que ya voy joder!- rugió molesto  soplando para quitarse las plumas que revoloteaban alrededor- qué putas prisas coño- se levantó airado apartando las sabanas de un golpe - madrugo más ahora que cuando era un puto aprendiz, ya solo nos falta empalmar un día con otro joder!

 

Y así siguió despotricando solo mientras se metía en la ducha y cerraba de un portazo. Milo dudó en ir, sabía cuanto cabreaban al león las prisas desde por la mañana y los despertares bruscos y el se había dedicado a putearle, en parte porque le tocaba los cojones tener que ir todas las mañanas a hacer de obrero cuando no había necesidad y también porque llegaban tan cansados que no tenían tiempo de nada. Necesitaba liberar energía y desfogarse y a lo mejor se había pasado.

 

Pero cuando fue hacia la puerta, oyó la radio que había en el baño a todo volumen y a Aioria cantar a pleno pulmón como todas las mañanas. Sonrió haciendo un gesto con la cabeza, el Gato era capaz de montar un concierto hasta pasando la aspiradora.

 

Siguió escuchándole mientras preparaba el desayuno y miró hacia el baño  cuando le escuchó aporrear el lavabo con el peine al compás, un día de estos le iba a filmar sin que se diera cuenta… y se  descojono  solo al acordarse de cómo el día anterior se había subido a un andamio, con la camiseta colgando de la cintura y el casco de obra y se había puesto a imitar a los Village People  bailando el YMCA. Sólo por verle en chándal contoneándose así valía la pena la paliza de trabajo que estaban haciendo y  hasta el martillazo que se había dado en el dedo por mirar donde no debía. Y se sintió afortunado de saber que aquel escandaloso moreno de ojos verdes era solo para él

 

No habían pasado ni diez minutos cuando Aioria entraba en la cocina, envuelto en una toalla y secándose la cabeza con otra, ya más despierto. Se acercó a Milo por la espalda abrazándolo por la cintura  y pegándose a él mimoso.

 

- Buenos días cabrón mañanero- le sonrió sin rastro de enfado mordiéndole el cuello.

 

- Qué rapidez- se giró para verle disfrutando del calor que transmitía su aun húmeda piel  y sintiendo un escalofrío por las pequeñas gotas de agua que le caían del pelo de Aioria.

 

- Algunos no tenemos que levantarnos una hora antes- se inclinó mirando el reloj de la cocina- qué prisas por ir a currar- se separó apoyándose en la encimera.

 

- No es eso, es que me gusta desayunar con tranquilidad- contestó sentándose en una de las sillas para tomarse el café admirando el impresionante cuerpo de Aioria mientras se ponía un café- además cuanto antes vayamos antes acabaremos con esta puta chorrada.

 

Aioria elevó una ceja con incredulidad al oírle y acercándose a la mesa cogió un donuts sin sentarse, dándole un mordisco ante la atenta mirada de Milo que no le quitaba ojo de encima.

 

- Pues levántate tú y desayuna a tu ritmo  que yo entre dormir media hora más y desayunar como si fuésemos a picar a la mina prefiero sobar- tiró la toalla  a una de las sillas sin preocuparse en como quedaba.

 

- El desayuno es la comida más importante del día- reprochó- y tú por dormir diez minutos más  desayunas de pie, de cualquier forma, sin parar quieto mientras mal comes- Aioria era un desastre con las comidas y con la puntualidad- no se cómo coño llegabas siempre puntual a los entrenamientos cuando éramos aprendices.- meneó la cabeza aun a sabiendas de que hacerle cambiar de costumbres al león era una batalla perdida.

 

Aioria escuchaba el sermón del escorpión bebiéndose el café de un trago, era peor que una madre a veces y recordó los años de aprendiz. Siempre había odiado madrugar, le costaba horrores levantarse de la cama y no eran pocos los castigos que se había comido por llegar tarde a los entrenamientos. Sonrió en silencio evocando aquellos días viéndose dar vueltas al coliseo como un gilipollas…en el surco que había terminado de hacer en la arena de tanto pasar, podían plantarse patatas…

 

Sin embargo todo aquello cambió con la llegada de Milo al Santuario. Al principio le sacaba de la cama el quedar por encima del recién llegado o eso quería pensar. Se llevaban bien pero en más de una ocasión lo que había comenzado como sana competición había terminado a ostias.

 

Con el tiempo se dio cuenta de que era la emoción y la impaciencia por ver a su mejor amigo y cómplice de  correrías lo que le levantaba como un rayo de la cama y ya de adulto entendió que se había enamorado como un idiota de aquel orgulloso de ojos de hechicero y salvaje melena azul.  Dejó la taza en la encimera mirando fijamente al escorpión.

 

- Porque las ganas de verte eran más fuertes que el sueño…- reveló con voz segura, esbozando una  sonrisa seductora salpicada de una levísima timidez.

 

Sorprendido por aquella inesperada confesión, el escorpión sucumbía ante el dueño de aquella excepcional sonrisa que llevaba su nombre y aunque mudo, el destello de sus ojos al oírle le traicionaba. Llevaban media vida juntos y el Gato no perdía la capacidad de sorprenderle, cómo resistirse a su descaro, el desenfado con el que actuaba y la naturalidad con la que era capaz de abrir su corazón, imposible…

 

No necesitaba oírle decir nada, verle y saber que aquellas eléctricas turquesas brillaban por y para él era cuanto necesitaba. Se sonrieron con la complicidad que otorga el entenderse sin palabras y Aioria directo a la nevera sacó el cartón de zumo y cerró la puerta con el pie.

 

Milo observaba cada movimiento del elegante león viéndole coger el cartón de zumo y alzar el brazo para beber directamente de él y con aquel simple gesto empezó a sentir  un placentero cosquilleo en el bajo vientre según le iba mirando. Recorrió su cuerpo semidesnudo comiéndoselo con los ojos, mirando hipnotizado el rítmico movimiento de la garganta del otro al beber, descendiendo por su ancho pecho hasta llegar a su musculoso abdomen, fantaseando al ver las marcadas líneas de su ingle con lo que aquella pequeña toalla escondía y que tan bien conocía y esbozando  una libidinosa sonrisa al pensar en todo lo que le haría a ese cuerpazo que tenía delante.

 

Aioria dejó el cartón en la mesa y sintió la mirada del escorpión atravesarle, qué bien conocía aquel brillo en sus ojos, el brillo del depredador y sonrió lascivo al saberse la presa quedándose de pie frente a él.

 

Milo, al ver como una pequeña gota se resbalaba de la comisura de sus labios, no lo resistió más y agarrándole por las caderas lo atrajo hacia él sentándolo de espaldas sobre sus piernas con brusquedad.

 

- siéntate a desayunar de una vez que me estás poniendo malo…- susurró con voz ronca chocando su súbita erección contra el culo de Aioria que dejó escapar un fugaz jadeo de la impresión.

 

El escorpión llevó su mano al rostro de Aioria girándoselo hasta que sus ojos se cruzaron. Deslumbrado por la intensidad de aquellos ojos verdes y sin poder dejar de mirarle se acercó a su barbilla y sacando la lengua con descaro,lamió muy lentamente el rastro que había dejado el zumo subiendo hasta su boca y rozando sus labios con la punta.

 

- Qué bueno estás Gato…

 

Y Aioria sintió su cuerpo en combustión. Atrajo al culpable de su violenta excitación hacia él y lo besó con fiereza, buscando su lengua y enganchándose con ella en una lucha frenética por dominar la boca del otro. Aquella forma tan fogosa de morderle la boca derretía al escorpión que sintió su piel erizarse de golpe. El roce de sus cuerpos había hecho que la toalla de Milo se soltase quedando sobre la silla y el escorpión, llevó sus manos a la toalla que aun cubría a Aioria  y se la quitó de un tirón dejándola caer al suelo.

 

Sentados uno encima del otro sobre la misma silla, sus musculosos cuerpos en contacto ardían alimentándose  del calor de la piel del otro. Medio girado como estaba y sujeto por las manos de Milo que lo aferraban con fuerza, coló una de sus manos entre ellos dos y empezó a acariciar la erguida entrepierna de Milo, masajeándola de arriba abajo.

 

Aquella rítmica presión en tan excitada zona arrancó a Milo un sonido ronco que no podía más que apretar el  firme culo de Aioria al compás de esa mano, rendido al placer que le daba con cada toque.

 

Aioria continuaba masturbando al escorpión, dibujando círculos con su pulgar sobre su punta, presionándola y encerrándola en su mano para seguido bajarla con fuerza. Sus ojos verdes clavados en las turquesas del otro, centelleaban complacidos observando  a Milo retorcerse en la silla bajo su diestra mano y  adicto a la expresión de gozo del escorpión, al rubor de sus mejillas y a los sonidos que escapaban de su entreabierta boca, cambiaba el ritmo llevándole cada vez más lejos, excitándose con el disfrute de Milo, dándole y exigiéndole más.

 

Milo agitado y seducido por aquella felina mirada, le obligó a ponerse de espaldas a él sentado como estaba.

 

- Yo ya he desayunado gato...-consiguió decir entre cortadamente con una perversa mueca.

 

Deslizó sus manos por las fuertes piernas de Aioria hasta sus rodillas y fue acariciando la cara interna de sus muslos con suavidad, abriéndole las piernas y haciendo más osadas las caricias de sus curiosas manos a medida que iba acercándose a sus ingles. Inclinado sobre la espalda de Aioria, comenzó a frotar su erección entre sus nalgas, mientras con los pulgares repasaba la línea de sus ingles, enredándose en su rizado vello.

 

Las piernas le flaqueaban cada vez que Milo le tocaba tan sugerentemente y buscó apoyo en la mesa. Cuando sintió aquel pedazo duro y caliente contra su culo no pudo acallar  un suspiro y sin poder controlar su cuerpo se pegó a la espalda del escorpión rozándose provocador contra la erección de Milo.

 

Enganchado en ese juego por ver quien ponía más cachondo a quién, Milo se limitó a rozar levemente la prominente erección del león y estrujó los testículos de Aioria entre sus manos antes de colar sus dedos por debajo invadiéndole.

 

 Aquella placentera intromisión fue el llamado al que respondió el resto de su cuerpo que hambriento del escorpión lo hizo levantarse apresurado y Milo contagiado de esa impaciencia penetró al León de un golpe.

 

La asfixiante necesidad de tenerlo dentro hizo que Aioria empujase sus caderas contra el escorpión que a su vez tiró  del otro dejándolo sentado sobre él. Un ronco y masculino gemido llenó sus bocas cuando sus sudorosos cuerpos quedaron acoplados.

 

Sin soltar las caderas del León, Milo comenzó a moverse dentro de él sin separarse un milímetro. Empujaba su pelvis muy poco a poco, ondeando y haciendo que sus movimientos fuesen muy lentos. El escorpión casi no se movía y sin embargo Aioria sentía cada balanceo con una intensidad abrasadora, con aquella cadencia Milo tocaba  las zonas más sensibles de su cuerpo que vibraba de placer.

 

Con las manos en la mesa hacía fuerza contra el escorpión forzando el roce y Milo hervía dentro de Aioria, agarrándolo por los muslos lo movía sobre su polla hundiéndose en él, lamiendo su espalda con deleite al probar el sabor salado que daban a su morena piel las sensaciones que él estaba provocando. Ciego de lujuria recorría el cuerpo de Aioria con necesidad, tocaba su esculpido abdomen subiendo por él hasta su pecho, aumentando el ritmo y la fuerza de su empuje con cada caricia, buscando arrastrar al otro al delirio. Oyó su voz rota y agarrándole la cara repasó su húmeda boca con sus dedos, sofocando las ganas de  devorar su boca y mordiéndole el hombro al sentir como Aioria le chupaba los dedos con lascivia. Gozarse así al león le estaba volviendo loco.

 

Sus manos, desesperadas, buscaban la piel del otro y  se tocaban a discreción, los movimientos se volvieron frenéticos y acelerado, Milo  se levantó inclinando al león contra la mesa. Con la libertad que le daba esa posición, se inclinó sobre la fuerte espalda del león y agarrándose a sus muñecas lo embistió  desatado.

 

Aioria se aferraba a la mesa con fuerza,  sentir al escorpión entrar y salir de él de aquella manera hacía que su cuerpo se estremeciera en sacudidas de placer.

 

No podían verse pero no importaba, sus cuerpos en movimiento chocando desesperados uno contra otro hablaban por sí mismos y el tono de sus gemidos, las voces cortadas y la forma de resoplar, dibujaba en sus mentes con apabullante nitidez los gestos del rostro del otro, las líneas de expresión al contraerse de puro gusto.

 

Milo pasó la lengua por la palma de su mano mojándola con su saliva y la llevó a la dura polla de Aioria, aliviando la tensión que soportaba con el estímulo de su mano. Y Aioria creyó desfallecer al sentir la húmeda y caliente mano del escorpión resbalando sobre él sin parar.

 

Las respiraciones de ambos estaban descontroladas, se movían erráticos. Milo notó su cuerpo contraerse y acompasando su cadera a su incansable mano, se clavó de un golpe seco en sus entrañas corriéndose furioso en su interior y arrastrando al otro  en su violento orgasmo, descargándose en la mano del escorpión.

 

Abrazando a Aioria y exhausto, descansó su cuerpo sobre el agotado león. Tan pegados como estaban permanecieron en silencio recuperándose mientras sentían el rítmico latir del corazón del otro. Milo apoyaba su cabeza sobre el hombro de Aioria dándole suaves besos, frotando su nariz contra su cuello y estrechando el cuerpo de quien más quería, de aquél que le robaba el aliento con sus mil clases de  sonrisas. Y Aioria dejándose mimar por el escorpión, cerraba los ojos rozando su cabeza con él arrebujado en el cuerpo del otro para disfrutar de aquella excepcional ternura, nada se comparaba a hacer el amor con Milo.

 

Se giró para poder mirarle y le  apartó los salvajes cabellos azules de la cara, acariciándosela con mimo. Milo lo acercó más a él y  se perdió en la boca de Aioria.

 

- ves cómo hay que dedicarle tiempo a desayunar?- le susurró Milo con una sonrisa perversa.

 

Aioria asintió con la cabeza y miró el reloj de la cocina abriendo los ojos como platos al ver la hora.

 

- Crees que colará que se nos paró el reloj?- señaló con inocencia provocando las carcajadas de Milo.

 

- Si no tuviéramos el Big Ben en el Santuario a lo mejor…- dijo divertido señalando el enorme reloj de fuego que se podía ver desde cualquier lugar del Santuario.

 

 

Se vistieron entre risas dejando la cocina patas arriba y salieron de casa a toda velocidad camino del Templo de Virgo que es donde habían quedado. Cuando llegaron todos los demás ya estaban allí y por sus caras tampoco ellos estaban muy contentos de estar allí. Algo más separada y con cara de pocos amigos Atenea les miraba inquisidora.

 

- Llevamos más de media hora esperando que lleguéis para empezar- reprendió molesta- A este paso no terminarán nunca las labores de reconstrucción de los Templos, sois un desastre y unos impuntuales!- continuó con la bronca

 

Milo escuchó aquello y no pudo controlar su cara de indignación, encima la lentitud de las obras se debía su tardanza.

 

- No te jode, si nos falta subir las putas piedras con poleas como cuando las pirámides en vez de usar grúas como todo el mundo- farfulló de modo que solo le oyesen sus compañeros y  Aioria que contuvo una risa dándole un codazo.

 

-Vosotros para qué creéis que son esos aparatitos con agujas?- les dijo con cierta burla.

 

- Mi señora- dijo Milo forzando un gesto serio - ya sabe… hay que entrar en las nuevas tecnologías propias del siglo en que vivimos- recalcó haciendo evidente el doble sentido – nuestro reloj es digital y se fundió la pila- terminó con media sonrisa vacilona y la casi carcajada de sus compañeros por su irreverencia.

 

Atenea lo fulminó con la mirada captando lo subliminal del mensaje. Solía ser todo dulzura y amabilidad pero lidiar todas las mañanas con  los dorados, especialmente esos dos y darse cuenta de que no había estado muy acertada con lo de las obras le alteraba los nervios.

 

- Se puede saber qué habéis estado haciendo?- interrogó cambiando de tema y mirándoles fijamente.

 

 Esta vez fue Aioria quien, adelantándose un poco, se dispuso a satisfacer la curiosidad de la mujer.

 

- Desayunar mi Señora- habló con potencia y antes de que Atenea dijese nada añadió con una seriedad que desmentía su pícara mirada- ya sabe…el desayuno es la comida más importante del día y nosotros lo hacemos muy muy completo para poder rendir mejor...- mantuvo el porte sin inmutarse.

 

 La Diosa le miró durante varios segundos poco convencida por la explicación pero  suspiró vencida y se abstuvo de seguir preguntando. Milo pensó que se ahogaba al tratar de contener la estruendosa carcajada por el comentario del León que mirándole  de reojo,  le guiñó un ojo.

 

Aioros los miraba y movió la cabeza por el atrevimiento de su hermano y de su cuñado, desde que eran críos las habían liado pardas y estaba claro que los años no cambiarían a ese par de cabrones que habían estado juntos toda la vida y que por las miradas que se dedicaban, tenían aun muchas más que liar y sonrió por ellos.

 

 

FIN

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