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Desastrosa espera por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

 


Cinco minutos. Diez respiraciones. Quince. Veinte.


¿Cuántas veces respiro profundo? ¿Cuántas veces deseo poder sacar su arma y disparar para escuchar ese sonido delicioso después del disparo? ¿Cuántas veces deseo poder salir de aquella casa?


¿Cuántas veces deseo que al idiota que tenía por novio hiciera algo?


¿Diez? ¿Veinte? ¿Cien? ¿Mil?


Ya no lo recuerda y mucho menos desea regresar al pasado. Siempre se ha guiado por la filosofía de no mirar atrás, sólo adelante, no vacilar y no dejarse caer por más dura que sea la situación, pero ahora, ya comenzaba a poner en duda esa filosofía o ¿era un mantra?


Las risas se escuchaban, los movimientos se veían pero sus oídos no registraban y mucho menos su cerebro ponía atención. ¿De qué hablarán esta vez? No le interesa. Ya no más. Come con parsimonia, mastica con devoción y pasa la comida como si fuera la última. Sabe que lo hablado en aquella mesa de restaurante es sobre él, sabe que por más que intente defenderse siempre terminaría aplastado, pues no puede contra quince personas a la vez, no sólo.


Ayuda. Pide ayuda con la mirada, pero es ignorado. Otra vez ignorado.


Acaricia su vientre en un intento por calmar el dolor de estómago. Intenta no mostrar reflejo alguno de ello, pero le es imposible, los olores mezclados no ayudaban. El olor penetrante y característico de la cebolla, ajo y un sinfín de especias le provocan náuseas. Toma agua, pero ni eso le ayuda. Su cabeza parece más una construcción que un cerebro en una cabeza, siente miles de taladros en ella junto con los martillazos a sus paredes craneales. Ya no soporta el dolor al igual que las palabras son convertidas en dagas venenosas.


Mira a su alrededor y suspira, no comprende porque sus “amigos” hablan de él así, su comportamiento ha cambiado y no le dicen la razón pues él no recuerda haber hecho algo para ameritar dicho cambio. Ni se diga de la familia de su pareja, desde el instante en el que lo vieron lo rechazaron de tal manera que pensó que cada vez que se vieran, le harían la vida de cuadritos, su pensamiento se volvió realidad, sobre todo de parte de la madre y los hermanos mayores.


Soportó estoicamente y pensó, mejor morir como Sócrates a Prometeo. Una sonrisa se dio por aquel pensamiento demasiado filosófico de su parte.


Escucho un par de insultos disfrazados en un comentario y se dijo que ya era suficiente por hoy. Observó el reloj en su muñeca, sonrió ante el significado de aquel objeto. Se perdió un momento en el tiempo hasta que un grito de parte de su mejor amigo lo sacó de ahí. Le miró. Con calma (que no sentía) le preguntó qué sucedía, la respuesta fue una mirada a su lado. Al principio no comprendió hasta que por el rabillo del ojo captó una sombra, su giró fue tan brusco que le provocó un pequeño mareo. El mesero le dijo algo que contestó con un asentimiento de cabeza.


Recuperado miró nuevamente su muñeca. Faltan cuatro horas para su turno y él ya quería comenzar. Pidió la carta encontrando en segundos lo que buscaba, se levantó, se despidió, dio un beso a su pareja para después girarse y caminar a la caja. Pagó su parte y se marchó del lugar. Si le llamarón, no escucho, pues en lo único que pensaba era en llegar a su casa y arrojarse a la cama a dormir un par de minutos u horas. Unos pasos lejos del restaurante y una mano le detuvieron.


– ¿Por qué te vas?


–Quiero dormir.


Silencio de segundos rotos por un resoplido de parte de aquella persona.


–Miente a los demás, pero no a mí. –Lo giró, le puso un par de mechones de cabello tras la oreja. –Ya lo tienes largo.


–Sabes porque.


– ¿Tan mal fue esta vez? – No hubo respuesta, pero si un desvió de ojos. – ¿Le has dicho?


–No.


– ¿Ninguna de las dos?


–Ninguna.


–Debes decirle.


–Lo haré cuando el idiota deje de ser idiota por cinco minutos y deje a su familia por veinticuatro horas, hasta entonces, ustedes son los únicos.


Le dio un beso en la mejilla para seguir su andar.


No caminó al lugar que compartían, sino al suyo antes de mudarse. Desde un principio había pensado en venderlo, pero por trabajo y estudios la idea quedó rezagada, lo cual ahora es bueno porque le servía como refugio personal. Donde no había gritos, insultos o bromas esperando cada abrir de puerta. Se tiró a la cama, abrazó una almohada, una de sus manos acariciaba su vientre mientras poco a poco se dejaba arrastrar al mundo de Morfeo, no sin antes programar alarmas y bloquear ciertos números.


Esperaba pronto poder compartir dos noticias que le carcomía la garganta por salir, pues él no era muy bueno guardando secretos y menos cuando estos le provocaban tanta felicidad.


 

Notas finales:

Chan, chan, chan ~


¿Qué os ha parecido?


Bueno aun estoy indecisa si continuar esta idea o la de mi otra historia, Mariposa, pero se los dejó a ustedes. Son totalmente diferentes, pero aún no me decido… en fin, esperó sus comentarios y veré cual tiene mejor aceptación para continuar.


Hasta la próxima.


Yanne. xD


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