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Blood child por JiGoKu nO HaNa

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Notas del capitulo:

Mika: Mucho tiempo sin publicar algo nuevo, esperamos realmente que les guste. Si están leyendo esto por lo menos significa que la oportunidad nos la están dando, estaremos felices con que lean hasta el final de capítulo. Yo, Mika, dueña de esta cuenta y mi waifu, sadaharu, escribimos esto como un rol y lo acomodamos lo mejor posible para que sea cómodo de leer, aunque agradeceriamos que tuvieran en cuenta eso al leerlo.
 
Sadaharu: Totalmente, nos encanta el rol pero no somos mucho de publicar XD Lo que sí podemos asegurar les es que tienen mucha historia por delante :D Y cosas raras... Es la primera vez que hacemos algo así, del estilo sobrenatural.
 
Mika: Ojalá sea de su gusto y de verdad, un hombre lobo y un vampiro suena a Crepúsculo pero nah, nada que ver jajaja Esto se está tornando muy largo así que ¡a leer! 
Dejaremos otros detalles al final, si llegan ahí tendrán nuestro agradecimiento eterno.

 
Sería un poco más allá de las siete de una brillante mañana cuando Isaac cruzaba la calle para llegar al estacionamiento del complejo departamental delante suyo. Un par de curiosos lo miraban, pero ya estaba acostumbrado, era un pelín molesto, pero sinceramente se moría de sueño, también hambre, aunque entre sus dientes aún podía adivinar los pobres restos de un supuesto conejo desafortunado que se cruzó en su camino durante la luna llena. Un conejo, pensaba, esperaba que fuera eso.
 
Lo miraban no porque pareciera cansado o algo fastidiado, sino porque era un tipo alto, bien hecho, pero algo descuidado, del modo en que le hacía pensar a uno que si le preguntaban, no sabría decir lo que es peinarse. Ahora mismo su melena castaña algo larga era una maraña que aún así no opacaba sus atractivas facciones y sus ojos color miel.
 
Iba sin camisa, algún tatuaje se adivinaba a lo largo de su espalda y en uno de sus brazos, era un excelente cuerpo. No tenía zapatos, de hecho tenía los pies algo llenos de lodo, eso por haber tenido que atravesar a pelo medio bosque al haber despertado en medio de ninguna parte, luego de sus andanzas nocturnas. Llevaba pantalones, eso sí, más bien, unos pantalones de buzo, viejos y grises, con los cintos bien anudados debajo de un excelente ombligo, sobre un perfecto vientre con un camino oscuro que lleva al paraíso poco más abajo, escondido por la tela, o eso le gustaba decir a él. Era un tipo vanidoso con ello, no muy en secreto, pero siendo realistas, su condición como criatura involuntaria del bosque le había quitado todo lo bueno en su vida, así que por lo menos podía gozar de las pequeñas ventajas corporales, y presumir un poco al respecto.
Saludando a algún par de mirones, mostrando sus dientes grandes y afilados en los caninos, como buen perro. 
 
Finalmente llegaba hasta el estacionamiento, en donde lo esperaba su “hogar dulce hogar”, una remolque donde había vivido desde los quince años, ahora tenía veintiséis… ¿o veintisiete? Como sea, sólo quería tomarse un par de litros de leche, un bistec medio crudo, y dormir todo el día, incluso después de todos esos años aún se sentía como si un auto le hubiera pasado encima después de cada luna llena. Lamentablemente para él, no iría a dormir muy pronto, pues un pequeño hombrecillo bien acicalado parecía muy ansioso por contarle algo que a él no le importaba mucho escuchar.
 
°°°°°°°°°°°
 
Iba a llegar tarde al trabajo, eso era seguro, el hombre de traje y cabello negro bien lacado no tenía el ánimo para enfrentar esa situación, menos a primera hora, pero ya no podía huir. Lo había hecho todo el fin de semana desde que ese remolque había ocupado el lugar de estacionamiento del señor Gonzales, que ni siquiera tenía un puto triciclo así que no le veía punto a enfrentarse a ese tipo con pinta de barbaro y punk a la vez, y también de vagabundo. Pero lo habían atrapado las señoras en la recepción de la residencia, todas mujeres sobre los sesenta y de incuestionable opinión, siendo él, Richard Leyton un oficinista pronto a cumplir sus treinta, el mas jovial y capaz de enfrentar al tipo aquel, el guardia del lugar andaba por los setenta no había mucho que discutir si era por juventud.
 
Estaba atrapado, no solo la situación era desagradable por hacerse cargo de algo que le importaba un comino, si no porque ese tipo daba miedo, con esas pintas y llegando a esa hora, ¿qué rayos le iba a decir?
 
Aún así ahí lo esperaba, frente al remolque, disimulando su cara de tragedia cuando el salvaje en cuestión llegaba a su lado, sus ojos azules lo inspeccionaban tratando de no distraerse de su misión.
 
—Buenos días, ¿usted es el dueño de este vehículo?— se aclaraba la garganta pensando en si había sonado mas como policia de transito o un estúpido.
 
—Eh, no, no, yo sólo lo cuido por esta semana, mientras mis amigos regresan de Paris, ya sabes, darle algo de comer y asegurarse de que el arenero esté limpio —hablaba del remolque como si hablara de un gato, sólo para burlarse un poco del tipo que le hablaba, no se detenía mucho y avanzaba rascándose el cuello, muchas veces después de su noche agitada, tenía comezón en partes de su cuerpo de las cuales ni siquiera sabía que existían. 
 
—¿Hizo algo mientras no estaba en casa, oficial? —preguntaba mientras entraba al remolque por fin, pasando cerca del oficinista que se echaba para atrás para darle su espacio.
 
Para eso y para respirar, ese tipo olía a manada de perros mojados y muertos, de hace bastante tiempo por cierto. Hacía un gesto arrugando su nariz y su entrecejo:
 
 —Si, me temo que se ha tomado como hogar un estacionamiento privado, como podrá ver— porque el perímetro del edificio estaba cercado con rejas, pero eso no le había supuesto mayor problema al semidesnudo tipo, fijándose en eso con mas atención de la que quisiera por lo mal que olía el tipo, juraba que oía lo escandalizadas que estaban las señoras husmeando tras las cortinas por tanta inmoralidad.
 
Lo primero que hacía el tipo al dar un par de pasos dentro del remolque, era abrir el pequeño frigorífico que quedaba de frente a la puerta, tomar un cartón de leche y beber de él como si su vida dependiera de ello, entonces su parte animal estaba un poco más calmada, y aún podía escuchar al pobre tipo afuera, tratando de explicarle cosas que no le preocupaban. Se asomaba por la puerta, lo veía un poco, como evaluándolo, y luego hacia arriba, a las ventanas de los edificios, había más de un par de cabecitas blancas que no se preocupaban de esconderse cuando se daban cuenta de que las veía, sólo parecían cuchichear entre ellas, Isaac se rascaba la cabeza. 
 
—Escucha hombrecito... Estás un poco fuera de tu liga aquí, y ambos lo sabemos... Así que, hagamos un trato, tú te vas ahora mismo y te olvidas del tema, y cuando vea a esas nobles señoras, yo les diré que fuiste bastante directo, claro y... Valiente, al hablar conmigo, ¿está bien? Ese que traes es un bonito traje, hasta parece recién salido del local de renta, y apuesto a que nadie quiere que le pase nada... Sólo me quedaré un par de días más aquí de todos modos, no te preocupes amiguito —terminaba con una sonrisa algo fingida, como la que se le da a los niños, pero era verdad, no se quedaría mucho tiempo, sólo había aparcado ahí porque la valla que cercaba el parque con acceso al bosque quedaba más cerca, no era muy fan de las ciudades de todos modos.
 
El trato estaría bien para Richard si el tipo no hubiera tocado su orgullo con lo de hombrecito y los demás diminutivos, usualmente privilegiaba la comodidad a tener que hacerse respetar, pero que un tipo harapiento con olor a basural le dijera eso, por mas grande y amenazante que fuera, no podía simplemente aceptar el trato y ya.
 
—Bien, yo lo intenté— decía encogiendo los hombros, como desligándose del tema —Llamarán a la policía de todos modos, solo me mandaron para evitar conflicto. Ya voy tarde al trabajo por esta tontería, me voy, nos vemo--oh, no, no nos veremos. Adiós.
 
El tipo se quedaba pensando, no se llevaba bien con la policía, no por algo que hubiera hecho especialmente, sino que por su apariencia era uno de los blancos favoritos de los uniformados, bueno, eso y algunos agravios menores por peleas y algún robo en tiendas departamentales, sin agresión a los encargados claro, más bien incriminado por alguna cámara indiscreta.
 
—Ah... Escucha, hombre... —no decía el diminutivo dándose un poco cuenta que probablemente eso lo había enfadado, él siempre era muy bruto al hablar, así que entendía que le tocaba las pelotas a la gente con facilidad inusitada—, escucha, amigo, sólo me quedaré hasta mañana, ¿está bien? —porque en ese momento su cuerpo le pedía rabiosamente por comida y descanso, y en la noche, bueno, tenía un trabajo esa noche que le daría de comer por varias semanas, ni siquiera podía pensar bien, de verdad que tenía hambre, cosa que le daba más apariencia de vago drogadicto, la favorita de la gente.
 
—No quiero problemas... —aunque mantenerse lejos de una celda era complicado por la inexplicable atracción que los desastres y situaciones problemáticas tenían hacia él, nunca admitiría que el ochenta por ciento de los casos eran de su propia provocación.
 
—¿Seguro?— Richard no estaba muy convencido pero de verdad ya iba tarde para el trabajo, y en realidad las señoras reclamaban por el estacionamiento sin real problema —Bien, lo que si, cámbiate de lugar, estaciónate en mi sitio cuando me vaya y las señoras no tendrán nada que decir mientras no vuelvas a salir con esa pinta.
 
—Lo prometo —decía juntando las palmas un momento y sonriendo un poco, no es como si fuera fan de salir así de todos modos, igual le evitaba un problema inmediato.—Que tengas un buen día amiguito —le decía cuando lo veía irse, se le escapaba un último diminutivo pero era inevitable, tenía una terrible costumbre al poner etiquetas al hablar, igual no prestaba atención, se metía a su remolque y cerraba la puerta que hacía no poco ruido al cerrarse, entonces era sólo buscar algo de comer, aunque tenía más sueño que otra cosa, no sabía qué hacer primero, esas eran las únicas preocupaciones inmediatas en su vida, por el momento.
 
Richard le decía a las señoras que el vago había suplicado por quedarse un día más, y él para evitar problemas de uso le había propuesto cambiar de estacionamiento. Las mujeres no estaban muy conformes, decían que llamarían sin falta a la policía mañana, o mas rato dependiendo de si se cambiaba de lugar o no. Richard se desligaba del asunto, no le importaba que usaran su lugar, no tenía un auto sino una moto, que era mas practico, le gustaban las cosas practicas. A toda velocidad se iba rumbo a la empresa donde trabajaba, a quince minutos del complejo de departamentos.
 
En cuanto al vago, Isaac, la tarde le llegaba sin darse cuenta, por supuesto no movía el remolque, pero había dormido tan profundamente que no era algo que le preocupara... O recordara.
 
 
Mientras tanto, en un lugar completamente diferente, un individuo distinto estaba terminando su desayuno, no era que disfrutara mucho del día, pero a favor de la imagen pública y los manejos con la gigante empresa de la cual más de un tercio le pertenecía, de hecho, esta cede y el enorme edificio eran su propiedad, tenía que hacerlo, aparecer de día. Aunque por su apariencia, eternamente joven, nadie creía o esperaba fuera dueño.
Emerick parecía un hombre pleno en sus treinta, bien peinado el cabello rubio oscuro, bien atentos y penetrantes los ojos azules, infinitamente fríos y profundos, haciendo gala de sus raíces alemanas en porte y apariencia, aunque con comportamientos peligrosamente seductores perfeccionados a través de más de un buen par de cientos de años.
 
Ese día, por una extraña situación, debía pasarse en su traje armani por uno de los bloques de los empleados, uno no muy importante por lo que sería la primera y última vez que lo verían por ahí. Estaba lleno de máquinas y papeles, hombrecillos nerviosos y apurados, completamente dispensables, casi los despreciaba cuando no tenía hambre, tan frágiles y estúpidos, viviendo durante un suspiro. De todos modos, sólo era una pequeña caminata en medio de la muchedumbre, sonreír encantadoramente a los ojos atónitos, y entonces, un olor diferente, como un pequeño guiño, entonces era pasar un poco de saliva, un piquete de hambre, eso olía como el mejor de los postres, como la mayor proeza a la que un chef podría aspirar... ¿Qué era eso? O más bien, ¿quién?
 
Richard tenía tan buena suerte que al llegar esa mañana se había topado de frente con su supervisor que con solo un gesto le había dejado claro que estaba a cargo de hacer las fotocopias de todos por el día, y que si se le ocurría decirle algo mas que buenos días, lo estaría toda la semana. Así andaba toda la mañana, entre su propio trabajo y corriendo por los demás, desgraciado vago bien parecido que lo obligo a llegar tarde y tener que ser mandadero, lo maldecía mientras rellenaba un cartridge con una jeringa y los dedos manchados.
 
 A la hora en que la presencia del dueño del lugar se hacía sentir él tenía hambre y andaba de un humor no muy bueno, disimulando con los jefes y compartiéndolo con sus pares. Era una porquería de día, hasta que veía a aquel hombre imponente mirarlo, entonces el día se tornaba raro, muy raro.
 
Eran apenas un par de segundos, pero seguro que para su objetivo eran mucho más que eso. Emerick se quedaba quieto, parado entre la muchedumbre, lo miraba fijamente, como si pudiera ver a través de él, como si lo conociera todo sobre él. Lo cierto es que podía ver mucho más allá que cualquier persona, pero también estaba eso, en sus ojos había hambre, la cuál era una marca bien arraigada a toda su existencia. Después seguía caminando, con una pequeña sonrisa en la boca, volvía a ignorar al resto del mundo, a los monos que lo rodeaban. 
 
Un par de horas más tarde, uno de esos inútiles trabajadores, un mandadero, sería llamado a visitar una de las oficinas de la directiva, ¿eso por qué? Porque olía como un pastel recién horneado.
 
Aún a esa hora, luego de haber almorzado y arreglado su ánimo, Richard seguía sintiendo escalofríos, que sensación mas desagradable. Cuando lo llamaban a presentarse en la oficina de uno de los dueños de la empresa se daba por muerto, no tenía la menor idea de por qué lo llamarían a él, no había hecho nada malo y tampoco nada bueno en particular.
 
Subía en el ascensor rumbo a la oficina de Emerick dispuesto a cualquier cosa con tal de no ser despedido, aunque cualquier cosa con ese hombre nunca sería un sacrificio, se reía de su propia idiotez saliendo del ascensor llegando a su destino.
 
La oficina estaba en uno de los pisos más altos del enorme edificio, con una hermosa vista al atardecer, que alcanzaba para apreciar toda la ciudad y la montaña boscosa con la que hacía límite a la izquierda y la costa a la derecha, era una increíble ciudad, era un imponente edificio.
 
Emerick miraba por los enormes ventanales cuando la puerta de su oficina se había abierto, no se había equivocado, aunque equivocarse no es algo que pudiera pasarle a él, no con esas cosas por lo menos. Su asistente había hecho pasar al empleado, le había indicado sentarse en un sillón frente al escritorio, podía escuchar su pulso cardiaco por los cielos, por supuesto que el suyo era el único pulso vital en esa habitación.
 
Emerick sólo abandonó su posición cuando su asistente salió del lugar, entonces caminó con sus pasos largos de depredador, se recargaba, medio sentándose en el escritorio, medio sonriente como siempre, aunque uno realmente nunca podría decir si sonreía de verdad o era la forma de su boca, o por qué habría de sonreír. Esos ojos vigilantes y fijos, invasivos, y para nada discretos, que parecían más grandes cuando te observaban, no ayudaban nada, nunca.
 
—Mister...¿Richard? —hablaba con un toque de acento extranjero, pero era mentira, tenía demasiados años, cientos de años en realidad, como para tener cualquier acento, pero sabía que ese tipo de cosas ayudan a la ilusión de humanidad, le dan seguridad a la gente.
 
—Eh...sí, Richard Leyton, señor— se avergonzaba al quedarse un poco idiotizado con la vista del otro mirándolo de ese modo que, ni con su nula intuición pasaba como algo profesional, el tema es que no entendía qué era entonces.
 
—Mister Leyton, ¿cuál es su tipo de sangre? —podía adivinar pero prefería que el platillo hablara por sí solo. 
Afortunadamente había comido bien recientemente, o el equipo de limpieza tendría mucho trabajo esa noche, y además, a nana no le gustaría nada, desde esa última vez en Andalucía había sido un desastre tras otro, y ahora, una promesa es una promesa, nada de atacar a los empleados, bueno, por lo menos no dentro de los dominios de la empresa, demasiado sospechoso e incómodo de tratar. 
 
Pero esto estaba bien, hacía mucho que no captaba un olor así, se tomaría su tiempo, lo disfrutaría, poco a poco, con el paso del tiempo aprendes que el placer dura poco cuando lo tomas sin juego previo, y él estaba tan desocupado, definitivamente quería jugar un rato, y luego el postre, después de todo, sabe mejor cuando confían en ti. Y luego el amor, sin duda los enamorados saben mejor, aunque tampoco hay que despreciar el sabor de la sorpresa y el miedo, aunque ese sin duda era más que común.
 
—¿Ah?— Richard ladeaba un poco la cabeza tratando de descifrar el porqué de esa pregunta, aunque de cualquier modo la respuesta sería la misma —La verdad no lo sé, lo lamento, nunca he donado sangre ni me he enfermado de gravedad así que no he tenido la oportunidad de saber, ¿p-por qué la pregunta?— había sonado todo a gran excusa, pero era la verdad, estaba seguro que ni su madre sabía su tipo de sangre.
 
—Apuesto a que no —la sangre de la gente enferma, o que lo había estado, no le agradaba mucho. Cruzaba los brazos y lo miraba un poco más, sabía que podía ser hostigante, pero de nuevo, no le importaba.
 
—De todos modos, no es importante —ya se enteraría —¿Sales a cenar esta noche? —podría ponerle más empeño a la plática, pero Richard parecía demasiado impresionado ya, tampoco le importaba mucho lo que pudiera decirle de inmediato, él también estaba un poco ansioso, mejor un lugar público, lleno de distracciones, en donde pudiera dejar de escuchar los latidos de su corazón y el flujo de su sangre, por un momento. Ya después vería qué hacer, si tomarlo de inmediato o si valía la pena jugar un poco más. 
—Conmigo, por supuesto.
 
—Eeh...No— no lo pensaba mucho, luego se arrepentía, quizá el jefecito se enojara, pero es que lo agarraba de sorpresa, y la verdad Emerick lo hacía sentir bastante incómodo, no negaba que tenía mas pro que contra, pero así fríamente, prefería tener una solitaria cena en casa  —No, gracias, ya tengo planes, lo siento, pero estoy seguro que usted puede conseguir mucha mejor compañía. 
 
Se ahorraba educadamente el "es más, no sé porqué rayos me invita a mi" y solo sonreía por ser cortes. Todo eso se pasaba de raro.
 
—¿Por qué habría de buscar a nadie más si te lo estoy diciendo a ti? —ese era el problema con pedir en forma de pregunta algo a la gente, y es que esta realmente creía que Emerick preguntaba las cosas esperando que explayaran su libre albedrío, nada más lejos de la realidad.
 
—Cancela tus planes —tan simple como eso—, acompañame hoy —lo miraba fijamente, a los ojos intimidados cuando este levantaba el rostro, no era tan divertido presionar a la gente de esa forma, pero era parte de él, a veces ni siquiera se daba cuenta.
 
El hombre era bastante intimidante, no era lo que buscaría para una cena pero no podía decir que no con tanta firmeza si lo miraba así. Esquivaba su mirada y se aclaraba la garganta, tratando de sonar serio: 
 
—¿Por qué quiere cenar conmigo?
 
—Porque estoy interesado en conocer mejor al personal de la empresa —diablos, ni siquiera se esforzaba en mentir bien, pero servía que sonara de ese modo, así después podría decir otra mentira que sonara más a verdad cuando tuviera que decir que esta mentira, evidente, era mentira. 
 
—Tú pareces bastante trabajador —con los papeles en la mano y esas cosas que hacen las personas en una empresa...
 
Le gustaba saberse un buen trabajador, sobre todo por las largas siestas que tomaba en el baño y que era la persona que le robaba los dulces a todos en la oficina, merecía esa cena sin duda.
 
—¿Va invitar a cenar a todos los trabajadores en privado? ¿No sería mas fácil hacer un coctel?— no era estúpido, pero le habían dicho que le salía muy bien el papel, y a veces se aprovechaba de eso, el no parecer nada listo —No creo poder cancelar mis planes, pero puedo aplazarlos, si se conforma con una cena breve, aceptaría.
 
"Conformar", sin duda una palabra que no había escuchado aplicada a su persona por mucho tiempo, igual estaba bien, era bueno cuando la comida daba pelea.
 
—No, sólo a ti —ladeaba un poco la cabeza, lástima que eligiera una cena corta para la que podría ser su última noche entre los vivos —Ya que esto ha sucedido sin anticipos, creo que es justo —se ponía de pie entonces, con una sonrisa que no terminaba de parecer natural.
—¿Nos vamos? —la tarde ya era roja totalmente, el sol comenzaría a extinguirse enseguida.
 
Ah, ¿a parte podía dejar el trabajo antes de la hora de salida normal? Así si, pensaba Richard, si se lo hubiera dicho antes habría aceptado con facilidad. Le decía que pasaran un momento por el piso de su sección para buscar sus cosas y ya.
 
Al salir de la oficina el asistente lo esperaba con su saco y sus cosas listas para marchar, y después de la corta parada, bajaban al estacionamiento, en el auto ya estaba el mismo asistente que en su oficina, sería el chofer ese día. 
 
El viaje no duraría mucho, el objetivo estaba cerca a la zona costera, donde abundaban los autos caros y los turistas comunes se quedaban tras las vallas. El sitio en cuestión no estaba a nivel de piso, y de nuevo, tenía una excelente vista, un excelente todo.
 
El sitio era impresionante, bajando del auto Richard admiraba la vista de la costa, el sol aún alumbraba un poco, a punto de morir en el mar. Sería una cena memorable por el lugar y la atractiva compañía si no fuera porque estaba tenso y aún muy dudoso. No tenía sentido que un hombre como Emerick se fijara en él y lo invitara a cenar así porque si. No se desmerecía, la verdad se creía bastante atractivo pero ese tipo estaba a otro nivel.
 
 Pensaba que quizá lo extorcionaría para que espiara a alguien en la empresa, o para que devolviera todos los artículos de la empresa que se había llevado a su casa -ni siquiera fumaba pero el cenicero con el logo aquel se veía bien lindo en su sala-, pensaba en mil cosas ridículas en el corto camino del auto al restaurant, pero ni así imaginaba los motivos reales del rubio.
 
—¿Hace mucho que trabajas en la empresa? —comenzaba la charla porque parecía que al otro le costaba trabajo tal solo leer el menú, era un poco gracioso.
 
Miraba a los lados, como había pensado, era mejor estar en un lugar con más gente si quería que esto durara, distraerse con otros ruidos, con luces, con otros aromas, no con ese corazón que parece un tambor pegado a su oído en un lugar cerrado y los dos solos.
 
Era gracioso que necesitara distracciones para finalmente poder poner atención a esta persona. Y ahora que lo hacía, podía decir que no estaba mal, era una belleza tranquila y sobria, no muy fácil de ver cuando se va de prisa, pero ahí estaba, y hora podía verlo, además había otra cosa, un detalle, aunque probablemente sólo era el aroma delicioso que aún alcanzaba a distinguir.
 
—Unos cinco años mas o menos— respondía y entrecerraba los ojos mirando la carta, ¿qué idioma era ese? Seguro francés o algo pero estaba tan oxidado en eso de los idiomas que no sabría decir. Luchaba un rato mas con ello luego se daba cuenta que la otra mitad del menú estaba en español. —Creo haber oído que no hace mucho usted obtuvo gran parte de la empresa, y que es el mas joven a cargo, y realmente se ve joven, ¿qué edad tiene?
 
—472 años —respondía con soltura, y luego veía la cara de incredulidad del otro, como si le jugara una broma. —Digamos que estoy atravesando la crisis de los treinta... Sí, mi abuelo murió hace diez años y me lo dejó todo, pero hasta hace poco no había puesto un pie en la empresa, si nos vamos a antigüedad, sin duda llevas más tiempo que yo en este lugar —después de un par de desastres finalmente había cedido a las "amables peticiones" de nana, era eso o esperar en un ataúd por el próximo siglo. —¿Cuántos años tienes tú?
 
—Como 450 años menos, es una gran brecha, bueno 443, tengo 29— dudaba un momento se había restado bien, cuando dependes todo el día de una maquina que hace tus cálculos, al hacer un ejercicio mental es difícil confiar en que cinco menos tres sea dos. Estando tentado a preguntarle al otro sobre su calculo, bebía agua y miraba al rededor: —Creí que por ser usted los camareros no tardarían tanto, pero al parecer es igual.
 
—No creas que soy tan importante, después de todo ellos no trabajan para mí, así que es normal que no lo sepan... Tampoco es como que salga muy a menudo —no a esos lugares, por lo menos.
 
Y mientras ellos hablaban, alguien de servicio corría a atenderlos, al parecer la camarera asignada a esa mesa estaba un poco entretenida con ciertos asuntos ajenos al trabajo en la cocina...
 
Pedía cualquier cosa, lo cierto es que la comida era bastante indiferente comparado con el gusto cegador de la sangre.
 
—Pareces más joven que eso —y podían creerle, gracias al hambre siempre se toma más detalle de todo, piel, color, olor, figura, todo.
 
—Usted también— él encargaba algo que le apeteciera y no viera posibilidad de comerlo en su diario vivir, lo que era la mayoría del menú pero esos eran detalles. Luego de eso era volver a beber agua sin encontrar qué decir, mirar al rededor, soltarse la corbata un poco y esperar a que el rubio abriera la boca.
 
−De verdad te incomoda esto, ¿no? –no había que ser un genio o tener cuatrocientos años para darse cuenta de ello, era algo curioso, él solía provocar diferentes reacciones en la gente, miedo y excitación en su mayoría, pero esta parecía algo más como hastío, hacía bastantes años que no provocaba esa expresión en nadie, así que era casi como una novedad, ahora la pregunta era, ¿por qué? ¿No era él todo lo que cualquier persona pudiera desear en la vida? Bueno, tal vez en sueño de las mujeres desesperadas no era un genérico entre la población, bueno, algunos nacen para ser un cliché, otros nacen para estar en el menú de las doce.
 
—Es que...bueno, usualmente no salgo con gente que no conozco de nada— se rascaba un poco la nuca y miraba al otro apenado, pero no podía disimular ni fingir que estaba encantado con esa cena a la que prácticamente había sido arrastrado.
 
−Entiendo, bueno, por lo menos la comida es gratis, ¿no? –una pequeña broma que funcionaba para ambos lados, aunque sólo él sabía en qué sentido aplicaba a la inversa.
 
−Bueno, tampoco es como que acostumbre invitar a algún empleado de buenas a primeras todos los días –pero es que olía tan bien.
 
—Pues no lo parece, digo, lucía bastante natural para usted al invitarme a cenar— decía "invitarme" con un tono irónico, aunque tratando de no hacerlo tan evidente, no quería desagradarle al hombre, no le convenía para nada teniendo en cuenta que este era su jefe —Definitivamente el servicio aquí no es muy veloz.
 
—Supongo que nunca he sido un tipo tímido, eso es todo —a él le importaba un comino la comida, no estaba ahí por eso.
 
Mientras ellos atravesaban una no muy cómoda cena, alguien jugueteaba con la camarera encargada, la que le decía que tenía que esperar, que volvía enseguida, que el supervisor la tenía advertida, entonces era cuando él lo veía...
 
La camarera finalmente llegaba con los platillos, fingiendo seriedad pero con las mejillas rebosantes de vida. Dejaba la comida en cada lado, una servilleta del lado de Richard bastante particular, pues había una pequeña nota en ella, en la que le pedían que fuera al ala izquierda de la cocina lo más rápido posible, que no se arrepentiría, y que, "atte tu vecino de estacionamiento".
 
Cuando llegaba la comida Richard no esperaba a nada para comenzar a comer, era solo hasta la mitad de esta que veía la nota, casi se atragantaba, ¿eso era por si el día no había sido suficientemente raro? Miraba al rededor y dudaba si le hacía caso a la servilleta o no.
 
Luego de un rato de pensar y comer un poco decidía que cualquier cosa que lo sacara de esa incómoda cena valía la pena, se levantaba pidiendo permiso llevándose la nota con él.
 
Isaac estaba escondido en un closet lleno de cosas de limpieza y cuando lo veía pasar por el pasillo lo jalaba dentro, por suerte Richi no era escandaloso y no tenía que cubrirle la boca como en las películas, lo cual sería raro, así que estaba bien.
 
—¿Qué está mal contigo, amiguito? ¿Por qué sales con ese tipo? ¿Tienes ganas de morir o perteneces a alguno de esos grupos pervertidos que se entregan por su cuenta? —hablaba apresurado, sin poner un contexto, por si Richard sabía con quién estaba, aunque había una gran posibilidad de que no, y si ese era el caso, tal vez sólo esas preguntas lo harían huir, lo que era perfecto, porque él mismo quería hacer lo mismo, no le gustaban para nada esos tipos. Este era particularmente inquietante, había hecho un trato consigo mismo en el que le avisaba al hombrecito lo que pasaba y luego salía como alma que lleva el diablo de ahí, después de todo, esos tipos eran como las cucarachas, una vez encuentras uno, significa que hay cientos, la cocina infestada.
 
—¿Ah?...qu--tú--¿qué?— no sabía qué preguntar primero, eran demasiadas dudas de golpe —¿Qué haces aquí?, ¿de qué hablas?, ¿por qué nos encerramos aquí? ¿y cómo hiciste para quitarte el olor a perro?— estaba muy cerca de él y no olía para nada como en la mañana —No, eso último no, disculpa.
 
—Se llama ducha, gracias, yo también sé tomar una de vez en cuando —pero le tomaba importancia innecesaria—, que grosero de tu parte, y yo aquí, tratando de salvarte el trasero.
 
Le estaba reclamando y entonces podía olerlo, olía bien, no como algo que comería, porque él no comía gente, tal vez un conejo o un ciervo, pero sólo en luna llena, entonces el cuadro estaba completo, por si le faltaban algunas indicaciones extras...
 
—¿Que de qué hablo? De que deberías salir de aquí lo más pronto posible, y después dejar la ciudad... O el país —en la mañana no se había dado cuenta porque todo olía a perro muerto y su nariz estaba estropeada entonces, aspiraba profundo, respirando cerca de él. —Oh amigo, definitivamente necesitas salir de aquí... —casi le daba lástima.
 
—¿De verdad eso se quitó con una simple ducha?— preguntaba bastante en serio y luego sacudía la cabeza —¡Ese no era el tema! ¿No podrías ser un poco mas específico?— fruncía el ceño frustrado —No entiendo por qué debería huir y tampoc--¡Deja de olfatearme!, ¿qué eres, un perro?
 
—Esa fue una larga, larga y profunda ducha —abría un poco más los ojos y recalcaba las palabras.
—No importa lo que yo sea, importa lo que él es... Es... —pensaba en cómo explicarlo, pero nada podría no hacerlo sonar como un demente, incluso siendo lo que él era, le resultaba difícil creerlo a veces, por lo demás era todo un largo, LARGO cuento, y no tenía tiempo para eso en ese momento, pero entonces tenía una idea.
 
—En tu mesa tienes cubiertos, acomodalos de modo que puedas captar el reflejo del... De esa cosa, entonces, si ves algo sospechoso, y créeme que lo harás, debes salir lo más pronto posible de aquí... Ah, y recuerda esto, bajo ninguna circunstancia lo mires a los ojos, tu vida depende de esto, créeme...
 
—¿Fumaste mucho, no?— le decía pero el otro lo empujaba fuera del lugar y cerraba la puerta —Tienes que salir tú también de todos modos, eso no es una oficina. 
 
 Refunfuñaba volviendo a la mesa muy extrañado por esa situación pero diciéndose que no lo tomaría en serio.
 
 —Disculpe la tardanza...oh, no ha comido mucho, ¿no le gustó lo que pidió?
 
—Descuida, no tuviste algún problema allá, ¿o sí?—prestaba atención a su observación. —No es algo fuera de lo común, no me entusiasma mucho, en este caso, pero aún espero por la mejor parte de la comida, escuché que hoy tienen un postre particularmente bueno en la carta —doble sentido de nuevo. Entonces movía un poco la nariz, un suave ademán de olfateo, y luego un poco de desagrado, eso olía... Como a perro. 
 
Para ese momento Isaac ya estaba saliendo del lugar, en efecto, el rubio no era el único, podía ver a otro tipo como él mirando a la luna afuera del estacionamiento, esperando, seguro por el otro... Eso era malo, quería irse, pero no podía, por alguna razón no quería dejar al hombrecito solo con esas cosas.
 
—Qué bien, el postre es mi parte favorita de la cena, yo ya terminé, puede pedirlo de inmediato— sonreía y pensaba que con la cuchara que le trajeran haría la prueba, sería raro que tomara los cubiertos ahora.
 
—Entonces tenemos algo en común —sonreía, al final la muchacha de servicio, que ahora sí tenía un gesto profesional en su rostro, debía llevarse más de la mitad de la comida en el plato. Informaba que enseguida llevaría el postre, y sin distracciones, ahora sí lo cumpliría. —¿Te gustó la cena? ¿Qué comes regularmente? ¿Cocinas tú o hay un lugar en particular al que te guste ir?
 
—Me gustó mucho la comida, este lugar es bueno a pesar del servicio. Y en casa cocino yo— sin tardanza tomaba la cucharilla para el pastel y la giraba como jugando sin ver nada raro a primera vista. Claro, pues buscaba ver algo raro, luego se daba cuenta que no veía nada. Casi se le caía la cuchara. 
 
Eso era raro, demasiado, se distraía comiendo pastel y pensaba que estaba loco. Comentaba alguna tontería y sus ojos, con gran disimulo, se iban hacia un ventanal del lugar, ya estando oscuro afuera todo lo de adentro se reflejaba ahí, todo excepto... Entonces no sabía qué hacer.
 
—¿Estás bien? ¿No te gustó el postre? —le preguntaba viéndolo un poco pasmado.
—Debe ser bastante práctico, cocinar digo, yo nunca podría hacer eso —y había pruebas, cuatrocientos años de inutilidad culinaria. —¿Quieres un poco de vino?
 
—El postre está bien, y gracias por el vino pero no. Lo que pasa es que acabo de ver la hora, ya me tengo que ir, le comenté que tenía otros planes y no puedo aplazarlos más— se llenaba la boca con pastel, porque estaba muy bueno y era una pena dejarlo, y se ponía de pie —Gracias por la cena, me voy. Y no se preocupe, voy cerca, no necesito que me lleve. 
 
Se excusaba rápido, haciendo ademanes con las manos y prácticamente corría para salir del lugar, con bastante miedo de que el otro lo siguiera.
 
Emerick se quedaba sentado, pensaba que no tenía por qué correr y además se le hacía un poco gracioso, pues algo le decía que Richard sabía lo que pasaba en realidad, o parte de ello, y por eso salía corriendo, tal vez el impulso de supervivencia de la presa o esas cosas, de todos modos, algo le decía que volverían a verse, más temprano que tarde.
 
 
Hacía lo mismo que en la cocina, Isaac lo veía, u olía, venir y lo sujetaba del saco para jalarlo por otro lugar, uno más seguro.
 
—Epa, tranquilo amiguito, si vas por ahí, vas a encontrarte con otra de esas cosas —le advertía, y luego lo olfateaba de nuevo—, diablos... No sólo hacen buena comida, el pastel huele tan bien, no pude probarlo... —se lamentaba un poco mientras le indicaba el camino a seguir, al final no había podido abandonarlo a su suerte, a pesar de que el instinto de salvar el pellejo se lo estaba gritando.
 
—Deja de olfatearme— le reclamaba y caminaba a su lado muy de cerca —¿Qué mierda significa esto? E-e-ese tipo...no estaba en el vidrio, ni en la cuchara, ¿qué demonios?
 
—No pienses demasiado en ello, no vale la pena, después de todo, lo mejor que puedes hacer ahora es dejar la ciudad, y probablemente vaciarte una botella de colonia todos los días, tal vez un collar de ajo... Incluso algo de plata serviría, a menos que tengas una turba de aldeanos enfurecida, eso estaría mejor, ya sabes, con todas las llamas y trinches...
 
—Esto no tiene sentido...¿dices que es un vampiro?— por las cosas que le enumeraba y lo que él mismo había visto era lo que descifraba, aunque era un disparate —¿la plata no era para los hombres lobo? Oh, bien, me estoy preocupando de una tontería. Dime que no es verdad, por favor.
 
—Bueno, no fui yo quien dijo la palabra —levantaba un poco las manos mientras los dos caminaban aún a prisa, cada vez más lejos del lugar.
 
—También funciona con ellos, porque purifica y esas cosas, pero sirve más en forma de cruz y eso... Pero de todos modos, no es verdad, como te dije, sólo haz lo que discutimos, y no tendrás que pensar sobre esto nunca más... —no hacía ningún comentario sobre el otro ser sobrenatural mencionado en su discurso.
 
—¿No traerás auto o algo así, no? Ya que, estamos un poco lejos de casa ahora mismo —aprovechaba para hacer la pregunta, ya que en ese momento sólo andaba con lo puesto, pantalones vaqueros, una playera blanca, y una chaqueta de cuero, la paga la recibiría el siguiente día.
 
—No voy a irme a ningún lado, ¿crees que es tan simple llegar y dejar todo tirado?— aún no se creía el asunto, era demasiado irreal y muy pronto para tomarle el peso —No tengo auto, iremos en bus a buscar mi moto y de ahí a casa.
 
—Está bien por mí —en ambos casos, en ir por la moto y en lo que él decidiera sobre lo demás—, es tu vida después de todo, hice lo que pude, pero si fuera tú, preferiría tomar mis cosas y salir de aquí lo más rápido posible —y eso haría, no se esperaría a que más de esas cosas aparecieran, apenas el sol asomara, él y su remolque dejarían la ciudad, tenía suficiente tiempo para encontrar un lugar antes de la próxima luna llena.
 
—¿Cómo terminaste en un lugar como ese con esa cosa de todos modos? —le preguntaba estando ambos en la parada del bus.
 
—Solo fui a mi puto trabajo esta mañana, al que llegue tarde por cierto, y luego él me llamó y me arrastró a cenar, él es uno de los dueños de la empresa— le explicaba al otro y lo miraba con los ojos bien abiertos, simplemente no podía creer lo que sucedía pero él mismo lo había visto —¿De verdad es un vampiro? ¿existen esas cosas?  
Pronto llegaba el bus y cortaba su conversación por un momento mientras subían y Richard pagaba por los dos con su pase.
 
—Tú sabes lo que viste... Deberías hacerme caso e irte, pero si no piensas hacerlo, entonces deberás saber estas cosas... La verdad es... Que hueles demasiado bien... No del modo "galán", sino más bien del modo "alitas de pollo" o "pastel recién horneado"... Esa debe ser la razón por la que te invitó a cenar, con claros planes de cenarte después...
 
—¡No me digas esas cosas!— se tomaba la cabeza y se inclinaba hacia adelante, abría los ojos de golpe ante la idea y ponía leve distancia entre ellos —¿Y tú qué eres? Si sabes que huelo raro para los bichos esos tú debes ser no muy normal.
 
—Digamos que yo soy yo... No te preocupes, no como gente... Quizá algún conejo de vez en cuando, pero prefiero la comida rápida, bueno, ellos también son rápidos, pero bueno, tú me entiendes... De todos modos, créeme que soy el último de tus problemas ahora mismo. A mí tampoco me gustan estos tipos, y yo les gusto menos a ellos, a mí ni siquiera me llevarían a cenar antes —se quejaba pensando en el tema.
 
—Bueno, la verdad no es difícil suponer qué eres solo que aún no me creo el asunto— suspiraba y miraba por la ventana, a esa hora sin tráfico llegaban al centro en cuestión de minutos —Ah, nos bajamos en la próxima.
 
—Ah, ¿piensas que soy un tipo fácil? —decía apenas pisaban la acera de nuevo— Que recién te hayas unido a la fiesta de hallowen no te hace un experto amiguito, ¿y qué supones que soy, de todos modos?
 
—Pues hueles a perro, no creo que seas la momia— le decía en tono burlón doblando en una esquina rumbo al edificio de la empresa —Ahora que lo pienso el que llegaras medio desnudo se explica de algún modo, ¿anoche era luna llena o algo? ¿hoy qué luna hay?— miraba al cielo pero no encontraba nada, lo que era bueno en ese caso.
 
—Definitivamente te crees muy listo —decía mientras andaban por el estacionamiento.
—También puedo ser un stripper o algo, la mayoría de mis ex pensaron en infidelidad descarada. Ayer fue luna llena.
 
—Tus ex deben haber tenido muy mal olfato. Me pude haber creído lo de striper, y disculpa que sea monotemático, pero estoy seguro que en ninguna fiesta por larga que sea terminas oliendo así— al llegar donde estaba su moto revolvía en sus bolsillos para encontrar la llave —Solo tengo un casco, pero dudo que eso te preocupe, no creo que un hombre lobo pueda morir en un accidente de transito— encogía los hombros, superado por el tema prefería hacer comentarios así, se ponía el casco y se subía indicándole al otro que se subiera tras él.
 
—Pero seguro que puedes herir mis sentimientos, tengo un corazón frágil, ¿sabes? —se subía detrás de él, de todos modos, como buen perro, disfrutaba el aire rápido durante un viaje. —Y para tu información no regreso así a casa cuando tengo compañía...
 
—Es bueno saberlo, podrías tener compañía más a menudo— bromeaba y arrancaba antes de que el otro dijera cualquier cosa, a esa hora un poco pasado de las nueve las calles no estaban tan pobladas, podía cambiar de vía e ir mas rápido que normalmente y en minutos estaban en el estacionamiento donde debería estar el remolque del otro.
 
—No me hiciste caso— comentaba quitándose el casco y bajando de la moto —No eres muy inteligente, "amiguito".
 
—Santa mierda... —decía peinándose el cabello con la mano derecha— lo olvidé, salí por la tarde y lo olvidé —suspiraba y caminaba hacia el lugar donde debería estar estacionado el remolque, se inclinaba y tomaba una multa y citatorio dejado en el piso. —Me lleva el diablo...
 
—Sin duda— curioso ojeaba los papeles que arrugaba el otro —Debiste tomar mas en serio a las señoras. Wah, qué multa, ¿tienes para pagar esa cantidad? Esa multa es muy grande para ser común, ¿será que conocen tu vehículo?
 
—Tal vez un poco... —volvía a peinarse el cabello con la mano, despejándose la cara, bueno, él tenía algo de razón en lo que decía. —¿Te parece que tengo este dinero? —una vida llena de multas sin pagar te alcanzaba tarde o temprano, karma.
 
—A mi me sorprende que tuvieras un remolque en primer lugar— encogía los hombros comentando con simpleza, veía la cara de tragedia del otro y suspiraba —¿Tienes donde pasar la noche?
 
Se le quedaba viendo sin decir nada, dandole a entender que no, y entendiendo que el otro ofrecía refugio.
 
—Eres un buen tipo amiguito, algo ingenuo, pero sin duda un alma caritativa —sonreía mientras metía las manos en los bolsillos.
 
—Tú también me ayudaste a mi, y mucho— de no ser por él ahora mismo Emerick ya se lo habría cenado —Basta con lo de amiguito, mi nombre es Richard— aseguraba su moto y llevándose su casco entraba al edificio —A todo esto, ¿cómo te llamas?
 
—Isaac —le sonreía y extendía la mano para saludarlo en forma—, mucho gusto, Richard... ¿Richi? —lo miraba de lado, sabía que en algún momento volvería a usar los diminutivos o a cortar su nombre al llamarlo, así que, ¿para qué esperar?
 
Bueno, por lo menos esa noche tendría un lugar donde dormir, ya después se preocuparía por cómo recuperar el remolque antes de que lo abrieran, pues podrían encontrar algunas cosas que definitivamente no lo dejarían bien parado.
 
—No me esforzaré en vano— decía Richard por el diminutivo que de inmediato el otro le ponía.

Notas finales:

Mika: Primero que nada, gracias por leernos.Y después, las advertencias las pondremos a medida que la historia avance.  

Sadaharu: Es que es un fic complicado. Es difícil poner advertencias y no dar spoilers v.v... Pero prometemos que valdrá la pena. 

Mika: Sipi  

Sadaharu: Y siempre advertiremos antes de que pase algo que creamos puede lastimar su sensibilidad.    

  Bueno, gracias por leernos, y esperamos poder entregarles un nuevo capítulo pronto 


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