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El bosque prohibido (One-Shot) por Luluu

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Notas del fanfic:

Ok, antes que nada, mis resúmenes apestan. Pero les agradeceré mucho si deciden leer este One-Shot.

 

Es... algo así como un regalo por dos razones fundamentales:

1) Hace muuuucho que no actualizo ninguna de mis fanifcs (prometo que ya estpy trabajando en 365 ^^)

 

2) El 7 de septiembre cumplí un año de haber escrito mi primer fanfic, "Amor entre Enemigos".

 

Gracias a aquellos que lean y comenten esta fic, los quiero mucho <3

Notas del capitulo:

Ojalá les guste ^^

 Pov Harry

 

Las cosas no podían haber salido peor.

Filch nos llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde nos sentamos a esperar. Ninguno hablaba pero Hermione temblaba. Puse mi mano en su hombro en un vano intento de calmarla.

 

Excusas, disculpas y locas historias cruzaban mi mente, tal vez, si se me ocurría algo lo suficientemente creíble podría sacar a mi amiga de este desastre. Pero cada una de mis ideas era más débil que la otra. Estábamos atrapados.

 

¿Cómo podía haber sido tan estúpido para olvidar la capa? Quisiera o no, esto era mi culpa y Hermione tendría que compartir el castigo.

 

Nos habían encontrado en la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases. Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podíamos empezar a hacer las maletas.

 

Cuando la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville. ¿Qué acaso las cosas podían empeorar?

 

-¡Harry! –dijo Neville cuando nos vio  -Estaba tratando de encontrarte para advertirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un dragón...

Comencé negar violentamente con la cabeza, para que Neville no hablara más, pero la profesora McGonagall me vio. Se irguió, amenazadora, sobre los tres.

 

-Nunca lo habría creído de ninguno de ustedes. Mucho menos de usted, señorita Granger El señor Filch dice que los encontró en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una explicación.

Ésa fue la primera vez que Hermione no pudo contestar a una pregunta de un profesor. Miraba fijamente sus zapatillas, tan rígida como una estatua.

-No. En verdad creo saber lo que sucedió -dijo la profesora McGonagall -No hace falta ser un genio. Te inventaste una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera.

 

Tenía que decirle a Neville que aquello no era verdad, porque el chico parecía asombrado y herido.

 

-Esto es verdaderamente molesto. Cuatro alumnos fuera de la cama, vagando por el castillo ¡En su primer año! Nunca había oído de algo así. Esperaba más sentido de ustedes –dijo señalando a Hermione y Neville –y esperaba que sus casas les importaran más –agregó señalándonos a Malfoy y a mí –no me dejan otrá más que quitarles cincuenta puntos.

 

-¿Cincuenta? —resopló Malfoy.

-Cincuenta puntos cada uno –dijo la mujer severamente.

-No... no puede -dije débilmente.

-No me digas lo que puedo o no puedo hacer; Harry Potter. Ahora vuelvan todos a la cama antes de que sean cien puntos.

 

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habíamos acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganara la copa de la casa.

 

 

No pude dormir aquella noche. Podía oír el llanto de Neville, que duró horas. No se me ocurría nada que decir para consolarlo. Sabía que Neville, al igual que yo, tenía miedo de que amaneciera. ¿Qué sucedería cuando el resto de los de Gryffindor descubrieran lo que había pasado?

 

 

 

 

Al principio, los Gryffindors que pasaban por el gigantesco reloj de arena, que informaba de la puntuación de la casa, pensaron que había un error. ¿Cómo iban a tener; súbitamente, ciento cincuenta puntos menos que el día anterior? Y luego, se propagó la historia. Harry Potter; el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder todos esos puntos, él y otros dos estúpidos de primer año.

 

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio,  súbitamente era el más detestado. Hasta por los Ravenclaw y Hufflepuff. Otra vez la casa de Slytherin iba ganando.


Sólo Ron me apoyaba.

 

Todo había sido por andar averiguando y espiando. Me sentía tan avergonzado que fui a ver a Wood y le ofrecí mi renuncia.

-¿Renunciar? -exclamó Wood -¿Qué ganaríamos con eso? ¿Cómo vamos a recuperar puntos si no podemos jugar al quidditch? –el chico se veía realmente disgustado.

Mis ojos me ardían por las lágrimas que luchaba por contener. Wood soltó un bufido y su expresión se relajó.
-Harry –empezó un poco inseguro –aun no entiendo bien lo que paso pero no te desanimes. Justo ahora lo que necesitamos es ganar esos puntos perdidos. Solo… encárgate de eso y deja de meterte en líos.
-Todos me odian –dije por lo bajo.
-Bueno… sí, pero solo será mientras se les pasa el enojo. Dales un poco de tiempo y se les pasará –dijo mientras palmeaba mi hombro. No se lo dije pero estaba realmente agradecido con él.

 

 

Pero hasta el quidditch había perdido su atractivo. El resto del equipo no me hablaba durante el entrenamiento. Ni siquiera Fred y George.

 

Hermione y Neville también sufrían. Hermione había dejado de llamar la atención en clase, y se quedaba con la cabeza baja, trabajando en silencio.

 

Casi estaba contento de que se aproximaran los exámenes. Las lecciones que tenía que repasar alejaban sus desgracias de su mente.

 

 

 

 

 

Unas semanas después, llegaron cartas para mí, Hermione y Neville, en la mesa del desayuno. Eran todas iguales.

 

 

Sus castigos tendrán lugar a las once de la noche.
El señor Filch los espera en el vestíbulo de entrada.

 

Profesora Minerva McGonagall

 

 

 

 

 

 

 

A las once de aquella noche, nos despedimos de Ron en la sala común y bajamos al vestíbulo de entrada con Neville.

 

-Neville, lo que pasó ese día…
-Harry, solo dime una cosa –pidió el chico –yo… ¿soy su amigo? ¿O en verdad era una broma y solo fui parte del chiste?
-¡Neville! –exclamó Hermione –Por supuesto que eres nuestro amigo.
El chico asintió con una pequeña sonrisa y no volvió a hablar.

 

 

Cuando llegamos al vestíbulo Filch ya estaba allí y también Malfoy.

 

-Síganme -dijo Filch, encendiendo un farol y conduciéndonos hacia fuera -Oh, sí... trabajo duro y dolor son los mejores maestros, si queréis mi opinión... es una lástima que hayan abandonado los viejos castigos... colgaros de las muñecas, del techo, unos pocos días. Yo todavía tengo las cadenas en mi oficina, las mantengo engrasadas por si alguna vez se necesitan...

 

Neville comenzó a respirar con dificultad. ¿Cuál sería el castigo?

 

-¿Eres tú, Filch? Date prisa, quiero empezar de una vez –era la voz de Hagrid –el bosque nos espera.
-¿El bosque? -repitió Malfoy, y no parecía tan indiferente como de costumbre -Hay toda clase de cosas allí... dicen que hay hombres lobo.

 

Neville se aferró de la manga de la túnica de Hermione y dejó escapar un ruido ahogado.

-Ese es su problema, ¿no?

Hagrid se acercó, con Fang pegado a los talones. Llevaba una gran ballesta y un carcaj con flechas en la espalda.

-Menos mal –dijo el gigante -Estoy esperando hace media hora. ¿Todo bien, Harry, Hermione? ¿Has estado dándoles sermones, Filch? Eso no es lo que tienes que hacer. A partir de ahora, me hago cargo yo.
-Volveré al amanecer –dijo Filch y se marchó.
-No iré a ese bosque –dijo Malfoy, y pude notar miedo en su voz. Por alguna razón no me hacía gracia. No en ese momento.
-Lo harás, si quieres quedarte en Hogwarts —dijo Hagrid con severidad.

 

Malfoy no se movió. Miró con ira a Hagrid, pero luego bajó la mirada.

 

-Bien, escuchen bien lo que vamos a hacer. ¿Ven eso que brilla en la tierra al borde del bosque prohibido? ¿Eso plateado? Es sangre de unicornio. Hay por aquí un unicornio que ha sido malherido por alguien. Es la segunda vez en una semana. Encontré uno muerto el último miércoles. Vamos a tratar de encontrar a ese pobrecito herido. Tal vez tengamos que evitar que siga sufriendo.

-¿Y qué sucede si el que hirió al unicornio nos encuentra a nosotros primero? –preguntó Neville más pálido de lo normal.

-No hay ningún ser en el bosque que los pueda herir si están conmigo. Ahora vamos a dividirnos en dos equipos y seguiremos la huella en distintas direcciones. Hay sangre por todo el lugar, debieron herirlo ayer por la noche, por lo menos.

-Yo quiero ir con Fang -dijo rápidamente Malfoy, mirando los largos colmillos del perro.
-Muy bien, pero te informo de que es un cobarde —dijo Hagrid—. Entonces yo, Hermione y Neville iremos por un lado y Draco, Harry y Fang, por el otro. Si alguno encuentra al unicornio, debe enviar chispas verdes, ¿de acuerdo? Sacad vuestras varitas y practicad ahora... está bien... Y si alguno tiene problemas, las chispas serán rojas y nos reuniremos todos... así que tengan cuidado... en marcha.

 

 

 

El bosque estaba oscuro y silencioso. Después de andar un poco, vieron que el sendero se bifurcaba. Malfoy y yo nos dirigimos a la derecha.

Cuando un ruido de ramas quebrándose sonó, Fang salió corriendo.
-Lo que me faltaba –se lamentó Malfoy.

Anduvimos en silencio, con la vista clavada en el suelo. De vez en cuando, un rayo de luna a través de las ramas iluminaba una mancha de sangre azul plateada entre las hojas caídas.

-¿Podría ser un hombre lobo el que mata los unicornios? –pregunté en voz alta pero no necesariamente a Draco.
-No son bastante rápidos –dijo el chico rubio después de haber calmado sus nervios -No es tan fácil cazar un unicornio, son criaturas poderosamente mágicas. Nunca había oído que hubieran hecho daño a ninguno.

Todavía había manchas de sangre de unicornio en el serpenteante sendero.

-Sabes… está es un estupidez. No me agrada tu amigo el gigante.
-Y tú no me agradas a mí –dije con disgusto.
-Yo solo digo que podríamos salir heridos y entonces Dumbledore tendría que enfrentarse a mi padre, el cual estará muy enojado de saber que…
-¡Cállate! Eres una verdadera molestia. ¿No puedes dejar de pensar en ti por un momento? Eres la persona más…
-¡Cuídado! –gritó el chico mientras me jalaba atrás de un grueso árbol.

 

Sacó su varita y la levantó, lista para atacar. Al momento lo imité.

Alguien se deslizaba sobre las hojas secas. Parecía como una capa que se arrastrara por el suelo. Después de unos pocos segundos, el sonido se alejó.

-Lo sabía –murmuró –hay algo aquí que nos va a matar y pasaré los últimos momentos de mi vida junto al “Oh-muy-grande-Potter”.
-¿Qué fue eso? –pregunté con la voz temblorosa.
Draco me volteó a ver con un semblante inexpresivo. Su cálida respiración golpeó mi cara. Hasta ahorita reparaba en lo cerca que estábamos. Apretujados contra el árbol en un intento de que el ser extraño no nos viera.

 

Draco se separó de mí bruscamente mientras un fuerte sonrojo aparecía en las mejillas de ambos.

 

Anduvimos más lentamente, atentos a cualquier ruido.

 

Hubo una rama que no alcancé a ver a tiempo y caí al suelo.
Draco soltó un suspiro y se sentó junto a mí.
-Malfoy –dije –me salvaste… ¿Por qué?
-¿Te salvé?
-No te hagas el tonto, bien pudiste haberme dejado seguir caminando hasta que esa cosa me hubiera visto.
-Sí, supongo que sí.
-¿Por qué? –repetí.
-Deberías ser más agradecido y dejar de hacer tantas preguntas.
-¿Por qué? –en verdad quería saber la respuesta. Algo se agitó en mi interior y me sentí perdido.
-No lo sé, ¿ok?, no lo sé, fue un instinto. Soy una persona… cruel pero hasta yo tengo principios, ¿sabes?, no me criaron una banda de animales salvajes.
-Gracias –dije quedamente.
-¡El Gran San Potter agradeciéndome por algo! ¿Debería anotar esto en mi diario?
-¿Tienes un diario, Malfoy? –pregunté divertido.
-¡No! –exclamó el otro sonrojado.
-Vamos, hay que seguir caminando –dije poniéndome de pie –luego puedes seguir contándome acerca de lo mucho que escribes de mí en tu diario.
-¡Cállate, Potter!

 

 

Seguimos caminando. El silencio era un poco menos incómodo. Una que otra vez habíamos mantenido pequeñas charlas que aligeraban el ambiente.

 

-¿Y por qué te juntas con Crabbe y Goyle?
-¿Eh...?
-Bueno, ellos son diferentes a ti.
-No sé si tomar eso como un halago, Potter.
-Crabbe y Goyle son lentos… tienes que admitir que lo único que los motiva es… es…
-¿Comer y golpear?
-¡Comer y golpear!
-¿Y cómo sabes que a mí no me motiva lo mismo?
-Vamos, Draco, tú tienes clase, eres inteligente, elegante y…
-Está bien, me siento halagado, Potter, lo admito.
-Eres un idiota.
-Es parte de mi encanto.

 

El sendero era largo y el camino silencioso.

 

-Ellos no son mis únicos amigos –agregó después de un rato –también lo son Zabini y Pansy.
-¿Cuatro?
-Es lo único que necesito –dijo volteando a mirar sus manos.
-Si fueras un poco menos molesto podríamos ser amigos, ¿lo sabes?
-¿Quién dijo que yo quiero ser tú amigo?
-Tú lo dijiste. El primer día.
-Sí y tú me rechazaste. Créeme que ser tu amigo no es algo así como mi sueño frustrado.


Bufé y no dije nada más.

 

 

 

 

Mis pies comenzaban a doler cuando algo se movió y por instinto empujé a Draco atrás de mí.

-¿Quién está ahí? –grité -¡Déjese ver... estoy armado!
-Bien, Potter. Grítale a un posible asesino de unicornios –dijo el otro dando un paso al frente.

 

Y apareció en el claro... ¿era un hombre o un caballo? De la cintura para arriba, un hombre, con pelo y barba rojizos, pero por debajo, el cuerpo de pelaje zaino de un caballo, con una cola larga y rojiza. Nos quedamos boquiabiertos.


-El niño Potter y el niño Malfoy –dijo el… hombre -¿Cómo estás?
Se acercó.
-Buenas noches –dije nervioso.
-Mucho gusto, soy Ronan. Hay alguien muy malvado, perdido en este bosque. No deberían estar aquí.
-Esto es… una especie de castigo –explicó Malfoy.
-¿Estudiantes, no? ¿Y aprendéis mucho en el colegio?
-Eh...
-Un poquito —dijo con timidez el otro.
-Un poquito. Bueno, eso es algo -Ronan suspiró. Torció la cabeza y miró hacia el cielo -Esta noche, Marte está brillante -Se quedó con la mirada clavada en el cielo, sin pestañear, y suspiró otra vez.

-El bosque esconde muchos secretos -dijo el centauro.

 

Un movimiento en los árboles detrás de mí hizo que Malfoy levantara su varita y se diera la vuelta, pero era sólo un segundo centauro, de cabello y cuerpo negro y con aspecto más salvaje que Ronan.

-Hola, Bane –dijo Ronan.
-Esta noche Marte brilla mucho —dijo Bane.

-Brilla, brilla mucho -repitió Ronan.

-Bueno… nos retiramos. Gracias por todo, buenas noches –dijo Malfoy tomándome de la mano y alejándome de ahí.

 

 

-Centauros, quien lo iba a decir –dije.

-Si seguíamos ahí no hubieramos llegado a nada. Cosa de centauros -dijo Malfoy.
Pasamos a través de los árboles oscuros y tupidos. Malfoy seguía mirando por encima de su hombro, con nerviosismo. Los minutos pasaban lentamente.

Se vieron unas chispas rojas y Malfoy y yo nos volteamos a ver con los ojos bien abiertos. Seguíamos agarrados de las manos pero en vez de aflojar el agarre, Malfoy entrelazó nuestros dedos y comenzó a correr hacia el lugar del que provenían las luces rojas.

 

 

Malfoy se detuvo abruptamente y me volteó a ver.
-Potter… Harry –dijo –pase lo que pase… no vayas a ponerte en peligro, ¿sí? No vayas a actuar de manera estúpida.
-¿Preocupado, Malfoy? –pregunté. El chico rodó los ojos y retomó la caminata.

 

 

 

 

-Mira... —murmuré, levantando un brazo para detener al rubio.
Algo de un blanco brillante relucía en la tierra. Nos acercamos más.

 

Sí, era el unicornio y estaba muerto. Nunca había visto nada tan hermoso y tan triste. Sus largas patas delgadas estaban dobladas en ángulos extraños por su caída y su melena color blanco perla se desparramaba sobre las hojas oscuras.

 

Draco había dado un paso hacia la criatura cuando un sonido de algo que se deslizaba lo hizo congelarse en donde estaba. Un arbusto que estaba en el borde del claro se agitó... Entonces, de entre las sombras, una figura encapuchada se acercó gateando, como una bestia al acecho. La figura encapuchada llegó hasta el unicornio, bajó la cabeza sobre la herida del animal y comenzó a beber su sangre.

 

La figura encapuchada levantó la cabeza y me miró. La sangre del unicornio le chorreaba por el pecho. Se puso de pie y se acercó rápidamente hacia él...  estaba paralizado de miedo. Draco agarró mi brazo y me empujó detrás de él, tirándome al piso y alzando su varita.

 

Entonces, un dolor me perforó la cabeza, algo que nunca había sentido, como si mi cicatriz estuviera incendiándose. Casi sin poder ver, intenté ponerme en pie. Cascos galopando a nuestras espaldas se escucharon, y algo saltó limpiamente y atacó a la figura.

 

Pasaron unos minutos antes de que se calmara mi dolor. Cuando levanté la vista, la figura se había ido. Un centauro estaba ante nosotros. No era ni Ronan ni Bane: éste parecía más joven, tenía cabello rubio muy claro, cuerpo pardo y cola blanca.

 

-¿Estás bien? –preguntó Draco, arrodillado junto a mí.
-Sí, eso creo –dije poniéndome en pie -¿qué ha sido eso?
-Tú eres el chico Potter –dijo el centauro -Es mejor que regreses con Hagrid. El bosque no es seguro en esta época en especial para ti. ¿Puedes cabalgar? Así será más rápido... Mi nombre es Firenze —añadió, mientras bajaba sus patas delanteras, para que pudiera montar en su lomo –tu amigo tendrá que seguirnos a pie.

 

 

Del otro lado del claro llegó un súbito ruido de cascos al galope. Ronan y Bane aparecieron velozmente entre los árboles, resoplando y con los flancos sudados.

 

-¡Firenze! -rugió Bane -¿Qué estás haciendo? Tienes un humano sobre el lomo ¿No te da vergüenza? ¿Es que eres una mula ordinaria?
-¿Te das cuenta de quién es? -dijo Firenze -Es el chico Potter. Mientras más rápido se vaya del bosque, mejor.
-¿Qué le has estado diciendo? -gruñó Bane -Recuerda, Firenze, juramos no oponernos a los cielos. ¿No has leído en el movimiento de los planetas lo que sucederá?

Ronan dio una patada en el suelo con nerviosismo.

-Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obrando lo mejor posible -dijo, con voz sombría.

También Bane dio una patada, enfadado.

De pronto, Firenze levantó las patas con furia y en un movimiento que hasta a mí me sorprendió subí a Draco al centauro, y rápidamente nos alejamos de ahí.

-Harry Potter, ¿sabes para qué se utiliza la sangre de unicornio? –preguntó Firenze.
-No.
-Yo sí –dijo Draco -La sangre de unicornio te mantiene con vida, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible.
-Eso es porque es un atentado contra lo más puro; contra la magia más limpia e inocente. Si uno mata algo puro e indefenso para salvarse a sí mismo, conseguirá media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque sus labios –dijo Firenze.
-Pero ¿quién estaría tan desesperado? –pregunté en voz alta.
-¿Harry Potter, sabes qué está escondido en el colegio en este preciso momento?
-Sí –dije.
-¿No te puedes dar una idea de quién está detrás de actos tan oscuros?
-Voldemort –dijo en un susurró Draco. Su aliento, golpeando mi nuca, me erizó la piel.

 

Vimos, a lo lejos, las siluetas de Hagrid, Hermione y Neville, no se veían heridos y estaban los tres juntos.

Firenze nos bajó de su lomo y se despidió.

-Me volviste a salvar –le dije a mi… ¿amigo? -¿Por qué? –volví a preguntar sin esperar recibir una respuesta.
-Potter –dijo Draco–te salvé porque… eres tú. Esa fue mi única razón. Eras tú, ¿ok? No quería que nadie te hiriera, así que recuerda lo que te pedí, deja de arriesgarte como alguna clase de héroe suicida.

-¡Harry! Harry, ¿estás bien?

Hermione corría hacia nosotros por el sendero, con Hagrid resoplando detrás.
-Estoy bien –dije –gracias a Draco.
Hermione nos miró a ambos con cara de sorpresa y nos abrazó fuertemente a los dos.
-Gracias a Merlin, me tenían muy asustada.

Les contamos rápidamente lo que habíamos pasado, sin incluir algunos detalles innecesarios, y ellos nos contaron porque habían echado las chispas rojas. Aparentemente habían visto a la criatura encapuchada pero se alejó de ellos, sin siquiera acercarse, pero Neville se asustó tanto que tropezó y se lastimó el tobillo.

 

 

 

 

El regresó fue extraño y tenso. Hermione caminaba delante de nosotros junto a Hagrid y Fang. Neville iba en la espalda de Hagrid.


Draco y yo caminábamos juntos, sin dirigirnos palabra alguna. Por momentos Draco me miraba y yo fingía no darme cuenta. Cuando él se volteaba entonces yo lo miraba.

 

 

¿Qué iba a pasar a partir de ahora?

Notas finales:

Muchas gracias por leer!


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