Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

49 Theurgy Chains por Kaiku_kun

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Esta vez las canciones son solamente la del fic, en general y otra más:


Chthonic - 49 Theurgy Chains


Billy Talent - A Cure for the Enemy (muy adecuada en este fic)


¡Pasadlo bien leyendo!

Capítulo 2: Púrpura

 

La noche se presentó apacible para los monjes del templo. Sin nubes, una luna bonita, una calma y un silencio impecables… El momento de miedo que habían sufrido por la irrupción de Shindou en la sala del Maestro de Cadenas se había disipado cuando el Maestro y cuatro de los monjes del consejo reforzaron a la vez las teúrgias. Kirino, como era habitual, no había dicho ni media palabra, ni un suspiro, nada. Cada círculo de teúrgias hasta las cuarenta y nueve que encerraban desde hacía siglos el alma maldita se había restablecido.

O eso era lo que se quería que pareciera. Tanto Kirino como el Maestro de Cadenas, el más anciano de todos los monjes, sabían algo que el resto no.

Las teúrgias tenían fecha de caducidad. Una fecha muy longeva, pero que se acortaba cuantas más emociones negativas o sobreexplotadas se recogieran a su alrededor. La duda, el miedo, el odio, el enfado, la lujuria, la envidia, la gula… A veces hasta el descontrol de una felicidad extrema. Todos esos sentimientos recargaban las teúrgias de una energía negativa que se enfrentaba a la rectitud de sus creadores. Esa lucha interna en los papeles sagrados los debilitaba.

Las teúrgias de los círculos externos eran fáciles de cambiar, y no hacía falta ser un monje con extraordinarios poderes para hacerlo. Cualquier miembro del consejo de ancianos podía cambiarlos.

Pero las cuarenta y nueve teúrgias de cadenas eran invisibles. Cada una de ellas sujetaba una parte del alma de Kirino de una forma distinta, y sacar una sola de ellas sería como liberar automáticamente al tirano. Por eso, la mera visión de las cadenas saliendo del suelo para sujetar ese núcleo oscuro e informe causaba pavor al Maestro de Cadenas.

Era cuestión de muy poco tiempo que Kirino saliera libre, fuera por cambiar una de las teúrgias, fuera porque al final todas ellas se debilitaran.

Y Shindou lo sabía. Allí, tumbado en su futón, dando vueltas con nerviosismo, esperando tener algún pensamiento apacible en algún momento para poder dormirse, pero no llegaba. Sabía que, desde el momento en el que oyó a Kirino reírse, nada volvería a ser igual.

—Esto es absurdo —maldijo, entre susurros.

Se levantó, vestido tal cual, y salió al patio del templo. Los adoquines fríos, el aire fresco, la luna y las estrellas… Sentir el frío de la noche le ayudaba a despejarse y a relajarse. Era su momento, el momento del día en el que más cómodo se sentía.

Estuvo a punto de dudar, entre si pasear simplemente o ir a ver a Kirino. Al ver que su corazón se guiaba por la segunda opción, decidió no dar tregua y seguirlo. Dudar solamente ayudaría al maldito.

Entró en el edificio que rodeaba al cuadrado de teúrgias con prisa y con una luz, esperando encontrarse a oscuras, pero no fue así. Allí, a la luz de la luna, las cadenas que se difuminaban en el centro oscuro de Kirino reflejaban el brillo de la luna y mostraban algo inaudito: el núcleo brillaba con colores purpúreos, no negros. Pero lo que sorprendió más a Shindou fue oír un llanto, casi entre susurros.

—¿Kirino? —le nombró, sorprendido.
—¡Déjame en paz! ¡Largo!

Sí, era Kirino. Estaba llorando… ¿Qué había pasado con ese Kirino sin sentimientos? Es más ¿qué había pasado con ese Kirino malvado, lleno de odio, ira y depravación que siempre le hablaba? Shindou era totalmente incapaz de mostrarse insensible en esos momentos, a riesgo de que fuera un truco del alma maldita.

—¿Por qué lloras? —Y no solamente lo preguntaba porque lo hiciera, sino por el “cómo” lo podía estar haciendo. Las teúrgias estaban restauradas, no podía estar llorando.
—¡Que te largues! ¡¿No me has oído?!
—No me iré a ninguna parte —dijo firmemente.

Kirino seguía llorando, sin prestarle atención. Su voz suave de ceniza era débil y, aunque gritara, costaba que se le oyera.

Shindou se puso a analizar los círculos de teúrgia buscando su energía, sentado delante de Kirino como siempre hacía. No había ningún círculo roto o debilitado. Las cuarenta y nueve teúrgias de cadena seguían intactas. Entonces ¿qué estaba ocurriendo?

El monje sintió pena por Kirino. No le estaba permitido sentir nada, pero no podía evitarlo. Quería ayudarle.

—Puedes contarme qué pasa, si quieres —se ofreció.

Kirino siguió sollozando unos minutos, sin decir nada. Shindou esperó pacientemente, hasta que un susurro entre lágrimas le dio la señal de que empezaría a hablar.

—Les he visto… lo he sentido…
—¿Qué? ¿Qué has sentido?
—El amor circula por el templo como dos palomas blancas bailoteando en el aire. —Las metáforas bonitas eran habituales en Kirino. Shindou las había considerado parte de su táctica de engaño—. El rubio y el de pelo naranja… Hoy han liberado su amor.

Anemiya e Hinano. Por fin se habían atrevido. Shindou había hecho de consejero a Hinano durante largo tiempo para que se atreviera a dar el paso. Al parecer, había escogido el peor momento, con el alma maldita en ese estado maleable.

—¿Por qué te afecta? Es bonito. Y siempre me estás preguntando cosas sobre ello. —Y entonces se dio cuenta: siempre preguntando sobre ello, siempre intentando recordar sentimientos delante de Shindou. Kirino sentía envidia desde la primera vez que hablaron—. ¿Tienes envidia de ellos? ¿Nunca has sentido el amor?
—Deberías saber, monje, que hace mucho tiempo que percibo mi alrededor con claridad —dijo con su frialdad habitual, aunque le temblaba la voz aún—. Cada sentimiento que note, le ayudará a salir. Y cargará primero contra los que lo hayan sentido.
—Un momento, ¿cómo que “le”? ¿Es que hay otra persona contigo?

Kirino no respondió a eso. Pero Shindou, pensándolo, le encontró sentido. La parte del alma maldita que mostraba sus sentimientos y anhelos alimentaba a la parte sanguinaria, pues lo poco de humano que le quedaba no era para nada estable ni positivo. Eso quería decir que el Maestro de Cadenas sabía que no había que sentir nada, para no provocar la ira de Kirino, pero no porqué. Y el porqué era la envidia. ¿Y si pudiera paliar los efectos de esa envidia? Quizás Kirino no fuera intrínsecamente malvado, pero nadie se había dado cuenta porque las teúrgias bloqueaban los sentimientos del alma maldita. Una curiosa y desafortunada cadena de coincidencias.

Shindou sintió una inusitada ola de afecto hacia la parte débil de Kirino. Se quedó contemplando la luz púrpura que representaba su esencia como si fuera un cometa que pasaba una vez cada mil años.

—¿Por qué escogiste hablarme a mí? —preguntó, sin pensarlo.
—No tienes porqué saberlo.
—¿Qué viste en mí que los demás no tenían?

Kirino no respondió, nuevamente. La primera vez que ellos dos hablaron, Shindou era un niño que acababa de descubrir su camino, su felicidad, que ayudaba porque sí y había hecho sus primeros amigos en el templo. A partir de esa primera vez, el Maestro de Cadenas le impidió mostrar sus sentimientos libremente para que su energía fuera más efectiva.

Pero ¿y si había otro tipo de teúrgias? ¿Y si su propensión a la rectitud y su energía espiritual tan especial vinieran de su personalidad, y no por sus habilidades extraordinarias? Cuanto más lo pensaba, más creía que era un error mostrarse impasible con Kirino, aunque las teúrgias que le ataban se alimentaran de esa impasibilidad.

Y luego estaban las personas con las que Kirino había hablado siglos atrás. Siempre les contaban a quién, cómo, les había hablado, pero nunca el porqué. No sabía si era porque el círculo de ancianos lo hacía a propósito y ocultaba al resto las razones o si, por el contrario, ni ellos mismos lo sabían.

—¿Qué viste en todas las personas a las que hablaste en el pasado para contactar con ellos? —repitió, extendiendo su pregunta a los siglos pasados.
—Sus corazones me ayudaban a liberarme.
—No te defiendas con la excusa de querer escapar —le espetó bruscamente. Pero al ver que Kirino no se lo rebatía, meditó su respuesta y preguntó algo más acorde con lo que estaba viendo de Kirino—. ¿Liberarte de qué? ¿De tu parte maldita?

El alma no volvió a responder a lo largo de esa noche, aunque siguió sollozando levemente por un buen rato. Y esa luz púrpura no se apagó en ningún momento.

Tenía todo el sentido del mundo: los humanos que habían hablado con Kirino en el pasado le habían proporcionado algo que calmaba ambas partes del alma maldita y por eso las teúrgias se mantenían estables, pero no porque la energía fuera más o menos potente, sino porque Kirino no quería escapar. Si ahora estaba a punto de quedar libre, sería porque hacía demasiado tiempo que Kirino no quedaba tranquilo y las teúrgias definitivamente se estaban debilitando irremediablemente.

Esperó pacientemente al amanecer para comunicarle estos descubrimientos al Maestro de Cadenas y al consejo de ancianos, en privado, esta vez.

—Adiós, Kirino —dijo, sin esperar respuesta—. Hoy voy a hacer las cosas bien.

No hubo respuesta verbal, pero sí una visual. La luz púrpura desapareció y el núcleo donde residía el alma de Kirino volvió a ser oscuro, como siempre. A Shindou le sentó como una despedida de las largas, cargada de futura añoranza.

Corrió hasta el cuarto del Maestro de Cadenas. Sabía que, a primera hora, él y el consejo se reunían en privado para una sesión de meditación y para debatir aspectos urgentes. Si pasaba como Shindou imaginaba, interrumpiría el debate sobre Kirino con otro debate sobre Kirino.

Llamó a la puerta y le hicieron pasar. Había voces que se interrumpieron.

—Shindou, adelante, ¿qué ocurre? ¿Se trata de Kirino?
—Así es —dijo, sentándose entre el consejo—. Creo que nos estamos equivocando con él.
—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
—He hablado con él esta noche. Estaba distinto. Lloraba, sentía envidia de los enamorados y me ha dicho que las personas con quienes ha hablado le calman.
—Eso son tonterías —replicó uno de los del consejo—. Kirino es un alma malvada que solamente prueba de engañarte para que tu espíritu se debilite y él quede libre.
—No es cierto. ¡Lo he sentido! Debemos hacer algo para sacar ese lado débil que tiene, es la única manera de hacerle entrar en razón.
—¿Y luego qué? Esperar que el amor le vuelva bueno y amable —se rio el mismo anciano—. Acéptalo. Te ha engañado. Va a escapar, a este paso. Maestro, considera retirar a Shindou del flujo de energía.
—No voy a hacerlo —dijo tajantemente el Maestro—. Shindou es nuestra mejor fuente de información. Creo que es la persona más adecuada para el refuerzo de las teúrgias.

Gran parte del consejo se quejó y empezó a sembrar dudas sobre el liderazgo del Maestro. Shindou oyó quejas sobre el mal que estaban ejerciendo, lo que desencadenaría, la destrucción, todo lo que haría Kirino cuando fuera liberado.

—¿Qué vio Kirino en las personas a las que habló? —interrumpió Shindou, levantándose—. ¿Qué vio? ¿Alguien lo sabe? No tenéis ni idea de cómo el alma maldita se guía para escoger a alguien con quien hablar. —Todo el consejo bajó la cabeza, en silencio—. Y si no os habla, es porque tampoco tenéis ni idea de cómo tratar con Kirino. Mantenernos como hasta ahora solamente provocará su liberación.
—¡Mantenernos como estamos es lo que ha hecho que el mundo sobreviva otros mil años!
—¡Eso es solamente pasar la pelota a los pobres desgraciados que les toque tener que atar de nuevo a Kirino! —estalló Shindou—. ¡Es irremediable! ¡Las teúrgias caerán porque no escuchamos!

El consejo se alborotó por la falta de confianza de Shindou, por su desobediencia y por lo que a ellos parecía un enorme engaño y manipulación de Kirino. Fue el mismo Maestro de Cadenas quien detuvo la discusión:

—Shindou tiene razón, de nuevo —dijo, silenciándolos a todos—. Las teúrgias caerán. Tantos siglos sin nadie que conecte con Kirino las han debilitado mucho y es solamente cuestión de tiempo que se rompan. En Shindou está la habilidad y la paciencia de convencer a Kirino o, por lo menos, retrasar ese momento fatídico.
—¿¿Lo supiste todo este tiempo?? —chilló uno de los ancianos.
—Todos los Maestros de Cadenas hasta yo mismo sabíamos que las teúrgias originales no eran eternas. Sabíamos que ese día llegaría. Ahora debemos actuar en consecuencia.

El consejo se quedó en silencio unos minutos. Shindou solamente miraba al Maestro, un poco sorprendido de que él supiera todo lo que el chico había adivinado en una noche.

—De acuerdo —dijo otro de los ancianos—. ¿Qué debemos hacer ahora?
—Puesto que Shindou ha dado con la clave para hacer sentir mejor al alma maldita, propongo que cuando meditemos para reforzar las teúrgias, los que sientan de verdad que quieren estar al lado de Kirino, lo transmitan también. Los que tengan reparos, solamente reforzad as teúrgias, como el resto del templo. —No hubo quejas. El Maestro se dirigió a Shindou—. Se acabó el contener tus emociones y parecer frío. Debes ser tú mismo con él, para que vuelva a salir ese lado sensible. Y si aun así vemos que vaya a escapar, hay que desarrollar algún tipo de teúrgia que lo pueda detener.
—Vale.

Un rato después, cuando la reunión y la meditación finalizaron, el Maestro de Cadenas convocó a todo el templo e hizo público el nuevo plan. Muchos de los monjes estuvieron en contra y Shindou pudo ver muchas caras contrariadas, o confusas, o con miedo por el inminente suceso.

—No tengáis miedo, amigos míos. Con confianza, fe y buen corazón podemos detener esto —acabó el Maestro.

Shindou quedó en el anonimato en ese discurso. Nadie sabía que la causa de ese cambio de actitud había sido por él, por su descubrimiento nocturno. Tampoco sabían nada de las reacciones de Kirino, pues ninguno de ellos a parte de Shindou le podría escuchar.

Hinano y Anemiya se acercaron con curiosidad a Shindou, sabiendo que había algo más, detrás de ese discurso.

—¿De verdad ahora hay que ser buenos con él? —preguntó el de pelo naranja—. No entiendo por qué.
—Hablé con él durante la noche y no era para nada como se muestra normalmente. Reconocí sentimientos en él. Lloraba y sufría.
—Pobrecillo —dijo Hinano, que cambió rápidamente de idea con el alma maldita—. ¿Qué le ocurría?
—Sabe que os queréis y tiene envidia de vosotros —dijo Shindou con una risita. La pareja se puso roja como un tomate y el castaño sonrió, complacido por la confirmación—. Me alegro mucho por vosotros, chicos. Pero os recomendaría no acercaros mucho al núcleo de cadenas.
—¿Por si le da la envidia de nuevo?
—No, más bien por si su parte malvada decide que vuestros sentimientos son un impedimento. Le alteraría.

La pareja se quedó un poco incómoda por el miedo. Shindou les recomendó que fueran a su habitación para descansar y tomarse las cosas con calma. Como siempre, Hinano era el más curioso:

—¿Te habló mucho mientras lloraba?
—No mucho, pero se nota que está atormentado por cosas que pueda que no llegue a saber nunca. No quiero imaginar las barbaridades que hizo siendo la parte maldita.
—¿Entonces crees que tiene buen corazón?
—Sí, lo tiene. Me escogió a mí para hablarme porque creo que consideró que nos parecíamos, que congeniaríamos. Y eso lo decidió su parte buena, no la mala. Nunca me di cuenta de que todas las veces que me preguntaba sobre sentimientos, lo hacía porque las teúrgias le impedían sentir nada y era lo que él deseaba. Me siento mal por él…
—Eres el mismo bonachón de siempre, Shindou —sonrió Anemiya—. ¡Por fin ha vuelto!
—Sí, supongo que sí —sonrió él.

* * *


A partir del anuncio del Maestro de Cadenas, la dinámica del templo cambió. La mayoría de los monjes no eran capaces de ver lo que su maestro y Shindou habían visto en el alma maldita, así que preferían no pensar en sentimientos y ponían todo su empeño en fortalecer las teúrgias para que resistieran todo el tiempo posible.

Shindou, el Maestro de Cadenas y los pocos que sentían algo de simpatía por la parte frágil de Kirino se dedicaron a intentar llamarle la atención con emociones positivas, a hacerle ver que no estaba solo en el mundo y que había unos pocos dispuestos a perdonarle por los viejos agravios.
A este escaso grupo quiso apuntarse Hinano, pero el rumor de que él y Anemiya eran pareja se había extendido rápidamente y tanto el Maestro como Shindou consideraron que Kirino podría tomarla con él, si sentía tanto amor por otra persona tan cerca de su prisión. Si no es que ya la había tomado con ambos. De hecho, por precaución, la pareja se mantuvo alejada del núcleo de cadenas durante todo ese tiempo.

Shindou había probado de todas las formas posibles hacer salir a ese Kirino oculto entre las sombras, yendo a verle día y noche, pero lo único que conseguía era ver la parte que ya conocía, la que todos veían, la oscura.

—¿Qué os ha dado a todos para adorarme tanto? —dijo una de esas veces, con descaro más que claro—. ¿Queréis que me apiade de vosotros cuando quede libre? Vaya unos monjes de pacotilla os habéis vuelto.
—No queremos eso. Queremos que te des cuenta que no estás solo —dijo Shindou, cargado de paciencia y con voz amable.
—Pues claro que no estoy solo, me dais la vara siempre que podéis.

La época en la que Kirino preguntaba sobre sentimientos había acabado. Parecía que seguía sin sentirlos, pero estaba empapado de las emociones de los demás, o seguiría preguntándole a Shindou sobre el amor. Eso era algo que el monje echaba de menos.

—Me encantaría poder conocer a ese lado tuyo tan tierno. Me sorprendiste.
—Olvídalo, monje, esa parte no existe. Nunca la verás. —La voz no había cambiado. Serena, engañosamente dulce y ceniza.
—Sí existe. Por eso me preguntabas por el amor. Echo de menos esa parte de nuestras conversaciones.
—¿Quieres decir la parte en la que me mentías sobre tus sentimientos y me espetabas a la cara todo el tiempo que quedaría siempre encerrado?
—Perdóname por eso, era lo que me habían ordenado decir.
—Lo sé. Notaba tu contradicción interna. Patético. Es mejor desobedecer y ser tú mismo.
—Me da lecciones alguien que no puede sentir nada.
—Sentir nada sobre mí. Noto lo que sentís los demás. Son como exasperantes oleadas de falsa esperanza canalizándose a través de mis cadenas.

Shindou suspiró. Aquello no estaba funcionando. Antes de la noche del Kirino triste, el alma era neutral, iba cambiando entre ser curiosa, poética y ser mala. Ahora Shindou tenía delante a un prisionero cansado de la gente, cansado de los sentimientos positivos que en un pasado hubiera aplastado sin remisión. El remedio era peor que la enfermedad.

—¿Por qué decidiste hablarme? ¿Qué buscabas en mí? —Preguntas recurrentes.
—Eso ya lo sabes. Te lo he contado muchas veces —contestó Kirino, sin emoción aparente, ni tan siquiera un toque de molestia. Era como si no lo acabara de entender.
—Me dijiste que era distinto al resto. Tu parte emocional me dijo que te calmaba mi corazón. ¿Por qué el mío sí y el de los otros monjes no? Hacen lo que yo, ahora mismo.
—La que llamas parte emocional no existe, y aunque existiera, o bien te engañaría o sería directamente idiota.
—No me lo creo —sonrió Shindou—. No me creo que fueras tú engañándome. Sé que hay algo bueno en ti, lo pude percibir.
—Tonterías.
—¿Te crees que eres el único que percibe su alrededor? —Entonces Shindou calló al pronunciar esa frase. ¡Eso era! ¡Ambos percibían su alrededor! El pobre soltó una risita ridícula para sí mismo—. Pues claro. Qué tonto he sido.
—¿Qué pasa?
—Ya sé por qué me escogiste. Ya sé qué me quisiste decir esa noche.
—Qué pesadito con lo de la noche…
—Me escogiste porque, entre todos los monjes, yo era el que más conectaba con los sentimientos de las personas. Porque soy más empático que el resto. Creíste desde que era un niño que podría entenderte…

Otra oleada de afecto hizo presencia en el corazón de Shindou. La parte de Kirino que no dejaba de preguntarle cosas sobre sentimientos, la que lloró ante su presencia, la que se quejaba de lo que sentía a su alrededor. Esa parte siempre había estado allí, delante del monje, oculta entre un montón de capas de oscuridad y maldad, esperando encontrar a un Shindou abierto y dispuesto a hablar y a escucharle. Pero las normas del Maestro de Cadenas y la potencia continua de las teúrgias habían creado una barrera inesperada a la comprensión. Por más que Kirino lo intentara, Shindou nunca alcanzaba a comprenderle.

Hasta que le vio llorar. Hasta que Shindou no pudo evitar sentir empatía por él.

Por puro azar, por un mal día de meditación ante Kirino, Shindou había descubierto mucho más de lo que nunca hubiera esperado de alguien al que nadie comprendía.

Durante todo ese rato que Shindou estuvo meditando sobre esas acciones y esos sentimientos, Kirino se había quedado callado, como si le hubieran pillado. También percibió el monje que ese alud de emociones que sentía en esos momentos estaban debilitando las teúrgias, pero de eso se encargarían los otros. Además, ahora que había descubierto definitivamente el porqué de todo, ya no las tenía todas consigo que Kirino quisiera escapar.

—Te voy a dejar, por hoy. Tengo cosas en las que reflexionar. No descansaré hasta que te vuelva a ver de color púrpura. Y cuando lo consiga, espero no oírte llorar.
—Como tú digas, monje —dijo Kirino, con el tono de siempre, a modo de despedida.

Nada más salir de allí, con una gran sonrisa en la cara, se encaminó hacia el Maestro de Cadenas, que estaba paseando al alrededor del patio. Le contó cómo seleccionaba el alma maldita a los humanos para hablarles y también le aconsejó que los otros monjes que querían ayudar empáticamente dejaran de hacerlo.

—¿Por qué? ¿No era eso lo correcto?
—Lo es para nosotros, pero a él le parece demasiada preocupación y poca sinceridad. Me escogió a mí y pienso que debería ser solamente yo quien debería seguir con esto.
—De acuerdo, se lo comunicaré al resto de monjes. —Shindou se disponía a despedirse, pero el Maestro añadió algo inesperado—. Algunos de los monjes están en contra de esto. No creo que hagan nada malo, pero piensan que por tu bondad, Kirino escapará. Si sucede, les habremos dado la razón. Por eso están usando su energía para crear nuevas teúrgias de cadena.
—¿Creen que, si escapa, yo no sabré contenerle?
—Lo creen, porque su energía es distinta de la tuya, y las teúrgias que resultan de ella también lo son. Las cuarenta y nueve teúrgias originales estaban escritas por un monje muy poderoso, con una capacidad increíble de autocontrol y poder pero, como ya habrás notado, carecen de emoción. Los monjes que te digo aún creen que bloquear sus emociones es la mejor opción, y en este sentido creo que no se equivocan.
—¿Qué me quiere decir con esto? ¿Qué es más prudente que deje de intentar conectar con Kirino?
—No, al contrario. Lo que quiero es que uses tu energía para crear tus propias teúrgias. Si Kirino escapa, todos nos lanzaremos a atraparlo de nuevo. Si cualquiera de los monjes que no sean tú consigue atraparlo, la historia se repetirá. Pero si eres tú quien consigue detenerlo… No quiero aventurar nada, pero tu energía positiva podría conseguir purificar al alma maldita.
—De acuerdo. Me pondré a ello cuanto antes.

Ese fue el momento en el que Shindou pasó de visitar de día y de noche a Kirino, sin pensar en nada más, a hacerlo menos corrientemente, solamente por las noches, mientras que por el día reflexionaba sobre sus emociones y probaba de plasmarlas por escrito, aunque no fuera sobre una teúrgia.

Decidió esperar a hacer las teúrgias. Quería comprobar qué pasaba si el templo volvía a la normalidad. Y lo que vio resultó ser bueno. Kirino no se quejaba tan frecuentemente y, aunque no hablaba de sentimientos como antes, tenía buenas conversaciones con Shindou, aunque fueran sobre cosas que hizo el alma maldita en el pasado.

Ese cambio a mejor en parte acarreó consecuencias para Shindou. Los monjes que no estaban de acuerdo con su plan vieron aparentemente confirmada su teoría de que era mejor mantenerle encerrado sin mostrar emociones. En realidad, ellos no veían que las teúrgias antiguas seguían debilitándose por dentro, pero con más lentitud. Pero como no lo veían, una gran parte del templo desacreditó a Shindou, que se vio obligado a permanecer encerrado durante el día como un paria que solamente causaba daño. Solamente el Maestro de Cadenas, Anemiya e Hinano le visitaban.

A escondidas, Shindou visitaba a Kirino, como un momento alegre del día en el que nadie le repudiaba. Se mostraba alegre, a veces sintiéndose un poco como un niño con su juguete nuevo, y eso le hacía sentir feliz. Kirino nunca reaccionaba a estos arranques que tenía Shindou, tan raros en él, simplemente permanecía en silencio hasta que el monje quedaba tranquilo y podían hablar de cosas que eran normales en Kirino. En esos primeros días, Shindou no alcanzó a ver un solo sentimiento por parte del alma maldita, ni tampoco consiguió mostrar empatía por ésta, pues se sentía contento y tranquilo como estaba.

Fue una mañana, después de unas semanas, en la que el monje se dio cuenta de que no estaba haciendo bien.

—El exceso de felicidad me está afectando —dijo instantáneamente, mientras Anemiya charlaba con Hinano delante del primero.
—¿Cómo? ¿Qué quieres decir? —preguntó Hinano.
—Me he dejado llevar por la tranquilidad que siento, porque estoy cómodo con Kirino.
—¿Y eso es malo? Taiyo y yo estamos igual y estamos bien.
—Lo es, porque no le presto tanta atención a las teúrgias ni tampoco a Kirino. Y no me compares a Kirino con vosotros, que sois pareja.
—¡Pero si estáis mejor que nunca! —se quejó Anemiya—. Las teúrgias aguantan, no hay problemas en el templo, Kirino dices que no se queja por exceso de emociones falsas… ¡La cosa va como la seda!
—¡Precisamente! Debería estar luchando para que yo entendiera a Kirino, no al revés.
—No lo entiendo.
—Ni yo —añadió Hinano.

Entonces, el Maestro de Cadenas entró con calma en la estancia:

—Yo sí. A Shindou le preocupa el pasado. Le preocupa que él sea solamente uno de tantos monjes que hablaron con el alma maldita y la calmaron durante un tiempo.
—¿Pero eso no era bueno? —preguntó Taiyo, visiblemente confundido.
—Para los monjes sí lo es. Para Shindou, es estancarse.
—Me he dejado llevar —se repitió el de pelo castaño—. Hay que volver a poner las cosas en su sitio.

Parecía que el chico estaba hablando solo, como si no escuchara a sus amigos. Ese tiempo obligado a estar encerrado le había pasado factura, lo que preocupó a los presentes. Shindou se puso delante del papel para las teúrgias y del tintero y se puso a meditar.

—¿Por qué “estancarse”? —preguntó Hinano.
—Shindou no quiere solamente calmar a Kirino. Quiere llegar hasta él de verdad. Quiere conseguir que su parte sensible salga a la luz, no que simplemente esté allí escuchando.
—¿Eso no podría poner en riesgo a todo el templo?
—Lo pone también que la cosa esté tal y como está ahora. Es bueno que Shindou se haya dado cuenta de su exceso. Deberíamos dejar que trabaje.

Shindou ya no estaba escuchando, así que no se dio cuenta que sus tres únicos amigos se marchaban de su habitación para darle espacio para pensar. Él solamente pensaba en una manera de contactar con Kirino, hubiera teúrgias o no de por medio.

Cuando hubieron pasado unas horas y ya hubo anochecido, a la luz de una vela, Shindou empezó a escribir sobre el papel sagrado, una teúrgia tras otra, en completo silencio, evocando lo mejor de sí mismo.

Notas finales:

Gracias por leer :) y si queréis buscar más cosas mías, en mi perfil hay un botoncito para facebook y todos mis fics jeje


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).