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What you left us por Kyu_Nina

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Notas del capitulo:

Año nuevo, capituo nuevo (8) okya.

Ahhh... los fanfics se escriben, ¿Por qué no?, en días de clase. Porque es que cuando te llega la inspiración es cuando más llena de trabajos estás y bueno... lo normal, no conforme con eso a una le da por publicarlo con la vaga idea de que actualizará una vez a la semana porque... porque soy ilusa<3 Así que yo como buena escritora hice todo eso (Eso, muy obediente la niña ¬¬)

Y lo peor del casi es que cuando por fin escribi este cap (que se me hizo infinitamente corto) me quitan el internet por 3 semanas. Gracias CANTV! eres un sol, de verdad....

Y yo mejor me callo y no doy más a la chachara

Gracias a Hiki-chan y KaitoShion por sus rw <333 

 

Aclaraciones:

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Flash Back (Comienzan y terminan con un punto, todo se escribe en letra cursiva)

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-"Pensamientos" (letra cursiva con comillas)

-Diálogos normales-

Cursaba la tercera semana de Febrero y con ella acarreaba el punto máximo del invierno. Quien lo diría, a menos de un mes para cambiar de estación y sobre los postes de iluminación aun se apreciaban los tumultos de nieve acumulada, también en cada esquina de las calles, como en los carteles de las tiendas y uno que otro banco de descanso. De la misma manera el viento glacial que rebotaba en las mejillas de las abrigadas personas les entregaba el mensaje que pese a que no faltaba mucho para su despedida hasta el próximo año, les dejaba un pequeño obsequio para no ser olvidado.

Sonrió con añoranza al receptar una vieja memoria, de esas tan viejas que solo llegan cuando estás acompañado de una taza caliente de chocolate con malvaviscos y la fogata de tu chimenea aúlla en tu compañía. Ese tipo de recuerdo que te deja un sentimiento de quietud e inunda el interior de tus parpados.

Una frágil nube de vaho se formó al frente de su rostro, desapareciendo a los pocos segundos uniéndose al aire frío de la temporada. Su jornada laboral había terminado hace poco más de veinte minutos y los relojes apenas marcaban las 5:24 de la tarde. En las últimas semanas sus compañeros le ayudaban a aligerar la carga del papeleo, informes y cosas extra que si bien podrían considerarse nimiedades a largo plazo representarían un problema de no estar realizados, y como consecuencia de ese ayuda ahora tenía más tiempo libre de lo normal. Podría estar feliz, pero no lo estaba, mucho menos triste; solo era ese sentimiento de vacío y perdida que se alojaba en su mente obligándolo a preguntarse reiteradas veces el porqué se permitía holgazanear tanto. No importaba, al fin y al cabo solo eran divagaciones de un pequeño niño que no sabe qué camino tomar.

Sus cálidos ojos chocaron contra el inmenso azul del firmamento, tan diferente a él pero a la vez tan irónicamente parecidos. La luz verde del semáforo peatonal impulso a todos los de su alrededor a continuar su camino, dejándolo completamente solo al inicio del rayado de cebra. Cerró sus ojos e inhalo profundo, los níveos copos caían delicadamente jugueteando entre ellos como si quieran enseñarle el más bello de los bailes y así olvidó por completo el destello rojizo que aquel disco con una figura en el centro emitió.

Sin embargo pronto dejó de sentir la punzadas heladas que se derretían con solo palpar el calor de su piel, sus orbes se abrieron y en lugar de un fuerte e intenso azul el color cobre abarcó toda la extensión de su visión. Pestañeó tres veces seguidas comprobando que su imaginación no le causara espejismos, inclino su cabeza y allí le vio, al igual que él observó todo su ser; estaba seguro que ese pudo ser su fallo más grande, mirada contra mirada, un error demasiado grande que se permitió hacer.

Los plomizados ojos no se alejaban, no temblaban, tampoco dudaban. Solo estaban ahí esperando por una mínima de sus reacciones –las mismas que había frenado nada más encararlo–, sus labios se movieron con sigilo pero nunca pronunciaron palabra alguna pues no había nada que decir en ese momento. No, estaba equivocado ¡Oh, y cuan equivocado estaba! Ciertamente había mucho que decir pero el que pudiera hacerlo era una historia completamente diferente; estaba hipnotizado, ido, perdido y completamente cautivo de su propio error. Cerró sus labios, la voz no le saldría y lo sabía.

Ladeó solo un poco más la cabeza dándose el lujo de contemplar el pálido rostro frente a él. ¿Con cuánta paciencia contaba ese hombre? Lo más seguro es que solo fueran conjeturas suyas, pero podría jurar que no menos de cinco minutos transcurrieron de los cuales gastó cada segundo en observar al ajeno. Posiblemente no solo fue él, a lo mejor los dos cometieron el grave error de encontrase o fue solo una jugarreta del destino, pero el notar la presencia del otro era una situación que caía sobre los hombros de ambos. Si fue bueno o malo cada quién desde su punto de vista juzgaría al final.

¿Y ahora qué? Existía la opción de ignorarse, irse tan lejos como pronto lo haría ese invierno apático e indolente, pretender que su segundo encuentro nunca ocurrió, mientras más pensaba en aquella solución más se convencía a sí mismo que era lo mejor. Pero lo cierto era que había tocado fondo, el uno y el otro, la nieve y la primavera se tomaban de las manos esperando a que el impacto final los golpeara de lleno para caer a la realidad, la dura y cruel realidad donde sus pies eran aprensados por hierros en las profundidades del abismo del lamento y el dolor. Lo sabía, escapar no era una opción.

— Has perdido el semáforo. — Salió de su hibernación y su mente funcionó de nuevo desperezándose. Efectivamente, el cruce peatonal brillaba en rojo pero simplemente no sabía si era el primero o el quinto que perdía.

— Estoy distraigo el día de hoy. — Respondió de igual manera y por primera vez desplazó su mirada a otro lugar, muy lejos de la figura que ahora le acompañaba. — Es una sorpresa, que aun estés aquí quiero decir.

— Uhm, supongo, pero puedo quedarme el tiempo que yo quiera. — Corto de manera impetuosa, Tsuna lo notó, no obstante, obvió ese pequeño detalle en la voz del azabache.

No respondió al instante, tenía la cabeza llena de todo y nada a la vez, sumado a eso el tener que ver a aquel quien aún formaba parte –le gustara o no la idea– de la corriente de conexiones de la mujer que una vez fue parte de su vida no lo tenía en el mejor momento de su lucidez. Exhalo con cansancio, era agotador el solo intentar serenarse para buscar una respuesta, no lo haría pues no estaba preparado para nada más.

— No discuto eso, pero el que impidas que una persona se enferme por voluntad propia con un resfriado no es algo que puedas hacer con libre albedrío. — Observó de nuevo el paraguas que cubría su cabeza.

— Wao. — Eso había sonado más a un bufido irónico que una verdadera expresión de asombro. Frunció el seño, no le gustó para nada. — Tienes una buena manera de decirle a alguien que te molesta, herbívoro. — Su atención fue captada por el adjetivo que le había proporcionado, ¿Qué quería decir con eso? — No dejará de nevar por ahora y caminar en la nieve es molesto. Puedes acompañarme a tomar un café o quedarte aquí y morir de frío. Elige.

Apretó sus labios y se forzó a colocar la cara más neutra que podía, estuvo a menos de un segundo de reírse en la cara del otro hombre; ¿Esa era su idea de una invitación? Algo estaba mal con ese sujeto. Olvidando esa penosa invitación la idea no parecía del todo mala, incluso le resultaba atractiva e interesante, demasiado buena para ser cierta, tanto que la idea de aceptarla iba en decline. No era una persona asocial, tampoco huía a los momentos agradables puesto que disfrutaba de ellos, pero solo tenía un deseo y ese era ir a casa. A su monótona casa para preparar la cena y posiblemente no comerla, quería encerrarse en su habitación o tan solo ver televisión sobre su sofá, arreglar sus cosas para el próximo día. Lo único que quería era su rutinaria vida, pero entonces…

… ¿Por qué esa petición resonaba con un fuerte eco en su interior?

Observó con lejanía la cafetería a su espalda, solía comprar durante la semana sus desayunos –cuando no eran la cena del día anterior– en el local que convenientemente quedaba muy cerca de su trabajo, a solo unas tres cuadras se atrevía a decir. Tentador, pero estaba decidido, rechazaría la oferta y correría a su casa. Volteó el rostro solo para caer una vez más en esa trampa gris azulada, se maldijo internamente.

<<No gracias…>>

 

<<Es solo un “No”>>

<<Solo di: No>>

— No creo que… quiera congelarme aquí afuera. — En su lucha interna que mantenía con alguien que desconocía en su totalidad quien salió victorioso no fue él. Sin notarlo, o tal vez no quería hacerlo, sus pasos siguieron al joven de la sombrilla; en el fondo, muy en su interior pensó que la situación era graciosa e irónica, días atrás fue él quien guió al más alto y ahora parecía todo lo contrario. Simplemente curioso.

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Aspiró con profundidad el aroma a café fuerte y cerrero, el punto ideal en que podía disfrutarlo. La pulida taza de porcelana dormía sobre sus dedos mientras que su humo hacía el contraste perfecto con el ambiente. Abrió sus ojos y con lentitud fue subiéndolos hasta observar atentamente el cuerpo frente a él, totalmente distraído, tanto que parecía ignorar su presencia mientras que el cristal a su lado era mucho más interesante o tal vez era lo que estaba después del cristal, posiblemente ninguna de las dos era la opción correcta y lo verdaderamente interesante se encontraba nadando en su mente. Las manos –a diferencia de las suyas– eran inquietas, girando la taza y pasando los dedos por el borde de esta.

El silencio entre los dos se estableció cuando cruzaron la puerta del local, a su parecer fue mucho antes que eso, en el preciso momento en que se conocieron fue su primer acto de presencia y lo demás solo fue el tiempo que se encargo de madurarlo. Era intenso pero no por ello molesto o perturbador, podría decir que hasta lo encontraba embriagante como si una dulce tonada tratara de relajarlo. Notó como poco a poco las indecisas manos impropias se calmaban, ahora estaban serenas y la misma paz se veía a través de ellas, deseó que nada de la escena fuera roto. Sin embargo ya sabía que eso no podía ser así pues sería él mismo quien rompería con el silencio.

— En ese momento ¿Por qué dijiste “Gracias”? — Durante todo el rato que llevaban sentados logro ver una reacción diferente en el muchacho, se pregunto si era porque lo devolvió a la realidad. Cruzaron miradas, aun no obtenía respuesta ¿Le diría algo siquiera?

— Porque ella fue feliz hasta el final. — Se sorprendió, como pocas veces lo hacía, no era la respuesta que esperaba; ¿Esperar? ¿Es que había estado esperando por algo en las palabras ajenas? No, el hecho que le sorprendió fue la sinceridad que encontró en ellas, lo real que habían sonado, tan naturales y simples. Le dolían. — Hime siempre tuvo una sonrisa con ella, hasta el final.

Su boca olvidó como hablar, su mente borro todas las palabras de su dialecto, la garganta le oprimió. Por única vez en mucho tiempo se preguntó qué tan poco conoció a Tsunahime, que tan fuerte pudo ser esa pequeña criatura y que tan minúsculo se vio a su lado.

— ¿Cómo era? — Abrir recientes heridas probablemente no era lo más sano para ninguno de los dos, aunque no las estaba abriendo, solo las mantenía vivas porque sabía perfectamente que no estaban selladas y lo más seguro es que aún faltara tiempo para que las cicatrices llegaran.

No se arrepintió de preguntar, pero si el chico no quería responder no lo obligaría, prefería quedarse con la duda a martirizarlo más de lo que ya lo estaba haciendo. Nunca se espero que le respondiera, menos de la forma en que lo hizo, no creyó que alguien podía entenderlo y al mismo tiempo ser tan diferente a él. Fue como si compartieran un pedazo de la misma memoria, el complemento perfecto para el final de una historia.

— Cálida. — Esa palabra podría repetirse en su cabeza siendo pronunciada por esa voz y jamás se cansaría de oírla. — Era… torpe. — Sonrió, advirtió que su acompañante también lo hacía. — Normalmente se equivocaba en muchas cosas y lloraba por nada. También era asustadiza, tanto que corría incluso de los perros pequeños que le ladraban. Normalmente se tropezaba con sus propios pies.

— Se cayó sola en nuestra primera cita y se golpeo la nariz con el suelo. — Soltó al recordarlo, nunca en su vida había conocido a una persona que tropezara sin ningún tipo de obstáculo, era algo que logró marcarlo. El castaño rió con suavidad, una risa jovial y agradable.

— Ese día me dijo que chocó contra un poste de luz. — Hibari le creyó, Tsunahime había sido risueña, alegre, optimista a pesar de siempre cometer errores, luminosa como solo ella podía serlo, hermosa y sobre todas las cosas fue simple, sencilla, transparente. Había sido una humana.

El silencio regreso envolviéndolos en su sigiloso manto, ninguno lo notó, se perdieron en un mar de recuerdos diferentes y ajenos, tan desiguales como el agua y el aceite pero que podían ser capases de coexistir armoniosamente. ¿Estaría bien decir que tenía miedo de lo siguiente que pasaría? No dentro de unos minutos, ni unas horas, tampoco semanas o meses; mucho más allá cuando su vida comenzara a estar plenamente realizada, las dudas de cómo continuar el camino eran abrumadoras y considerar estancarse con los recuerdos aun vivos era la mayor de las tentaciones, pero siendo así ¿Se arrepentiría en un futuro? Podría mirar con tristeza un mañana que nunca cruzo o fijar la vista en el retrovisor y añorar los recuerdos del ayer, todo era incierto. ¿Qué pensaría la persona frente a él? ¿Estaría pensando en lo mismo o todo lo opuesto?

— Kyoya Hibari… ¿Cierto? — Con detenimiento observó al contrario cuando su nombre fue pronunciado, hasta ahora no recordaba haberse presentado formalmente, el chico conocía su nombre y lo único que Hibari sabía de él era su parentesco con Tsunahime. — ¿Sabes? Mi hermana siempre fue igual, desde pequeña anteponía a los demás por encima de sí misma. Nunca importó en qué situación se encontrara, lo principal en su pensamiento eran sus amigos, familia y todas aquellas personas a quienes apreciaba, y eso nunca cambio… — Hibari se mantuvo expectante sin pronunciar ninguna palabra. Pasaron los segundos donde ni el más mínimo sonido entre ambos se escuchó. —… incluso en esa situación Tsunahime estaba tan feliz de que todos estuvieran bien.

El joven calló y prácticamente olvidando la existencia del moreno hurgó en el maletín que reposaba a un lado de la silla. Extrajo un sobre blanco que extendió de inmediato al de tez pálida. Kyoya no entendiendo del todo y titubeando si tomar el sobre o no, leyó la solitaria línea detrás de este. Un nombre.

— Me dijo que pronto vendrías, tenía que entregarte esto. Lo siento, la primera vez no estaba en condiciones de entregarlo o siquiera recordarlo. — Mantuvo su brazo extendido, no flaqueó hasta que la carta fue aceptada. Hibari supuso que por eso sabía su nombre y siendo el único que preguntó por su hermana luego de tanto tiempo no había muchas opciones de pensar quien sería “Hibari Kyoya”.

Los plomizados ojos quedaron fijos como una roca sobre el blanco papel, analizando mientras se preguntaba si de verdad sería capaz de leer las palabras que adentro esperaban por ser liberadas. Levantó la mirada y fue evitado, una taza de té era un mayor entretenimiento que él, ¿Estaba molesto? ¿Triste? No lograba descifrar el fingido semblante apacible del ajeno.

— Siento el incomodarte por hacerte hablar de esto. — Su estilo estaba muy lejos en ser amable o disculparse por algo dicho, sin embargo creía –y podía jurar que estaba en lo correcto– que eso era lo que debía hacer, colocándolo desde otra perspectiva se lo debía y los favores los regresaba lo antes posible.

Las orbes naranjas lo perforaron, atravesaron su escudo, su piel, recorrieron a una velocidad impactante su sangre creando miles de chispazos electicos en su interior; era algo que ya había experimentado, podía sentirlo como un vago recuerdo, como si centellares de emociones se calaran en su cerebro y lo nublaran todo. Se sintió ligero, sí, estaba flotando ¿Estaba hundido en el agua? No, fueron esos ojos tan iguales al ocaso los que terminaron por sucumbirlo a la gravedad cero. Entonces lo entendió, no era ningún sentimiento de odio o melancolía, no era la pena y estaba lejos del desprecio.

Era soledad.

Dentro de esas fervientes esferas azafranadas en las que se extendía un impávido firmamento no podía encontrar nada más que el atardecer...

…sin nubes, sin aves, sin sol, nada más que el vacío atardecer que se quedo estancado en el tiempo.

— Siempre lo hago. — ¿Alguna vez han mirado por el cristal de la ventana y encontrado con su reflejo? Siendo así ¿Han fruncido el ceño ante su propia torpeza? Esto era algo parecido a ese sentimiento. Frente a él había un gran espejo que no reflejaba nada más que los sentimientos de su interior, aquellos que cobardemente trataba de ocultar, sin embargo, ese reflejo a diferencia de él se mantenía firme ante la tormenta de sensaciones que amenazaba con derrumbarlo todo. Fue el que le mostró su debilidad y torpeza sin vergüenza. — Todas las noches recuerdo como era.

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Esa mañana en el aeropuerto era bulliciosa, la sala de gente estaba abarrotada, personas y niños pasaban de un lado a otro como si de ganado aglomerado se tratara. Y ese hombre que odiaba las multitudes hasta el punto de generarle urticaria estaba en medio de todo aquel caos, ignorando todo a su alrededor.

El primer vuelo a Japón de ese día estaba por despegar.

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Hoy fue un buen día…

Kyoya ¿Has estado bien? Estoy segura que sí, supe que a la banda les han ofrecido muchos contratos y demandan más conciertos, sabía que llegarían lejos ¡Incluso aquí se están escuchando! Felicidades.

Ha pasado un largo tiempo… ¿Cómo están los chicos? Los echo de menos.

Kyoya, voy a morir pronto, no seré capaz de verte de nuevo y en cuanto termines de leer esta carta será el adiós definitivo pero, ¿Sabes? No me arrepiento de nada, no importa si muero mañana, en una semana o muchos años porque fui muy feliz.

Dile a Dino que siga sonriendo como siempre, nunca se lo dije pero en algunas ocasiones me recordaba a mi hermano, sobre todo cuando se preocupa por los demás, solo debes tenerle un poco de paciencia ¿Está bien? Él te quiere al igual que a todos los demás. Ryouhe también te tiene mucho aprecio, a pesar de que siempre digan que no se entienden para nada se que suelen pasar tarden tranquilas, recuérdale que debe seguir siendo extremo.

¡Dale mis saludos a Tetsuya! Él definitivamente te admira, es bueno saber que tú también le aprecias. Es como un gran, gran hermano mayor. Y el señor Alaude, solo le vi un par de veces pero sé que los quiere como un padre, su mirada está llena de orgullo.

De corazón deseo que llegues a ser el mejor en lo que amas, no te rindas y sigue brillando tan fuerte como hasta ahora. Nunca te arrepientas de nada, porque tus decisiones te hacen quien eres ahora.

Espero que conozcas a alguien que logre ver cada una de tus expresiones, suelen decir que no tienes gestos fáciles… ¡Nunca entendí porque lo dicen! Creo que eres una de las personas más expresivas que he conocido.

Ojalá pudiera esperar un poco más, pero lo siento, en esta vida no podré hacerlo. Creo que me gustaría vivir muchas vidas más, tener muchos trabajos, vivir en tantos lugares distintos, conocer a millones de personas diferentes… y amar siempre a la misma persona. Creo que una de esas vidas ya alguien la está viviendo por mi justo ahora, estoy feliz… creo que podré amarte dos veces en un mismo tiempo.

Pensé en llenar esta carta de muchos “Lo siento”, pero yo no quiero arrepentirme de nada así que...

Soy una torpe, gracias por ayudarme siempre; suelo olvidar cosas con facilidad, gracias por tenerme paciencia; no pude esperarte, gracias por cumplir tu promesa de todos modos y venir por mí.

Kyoya, Gracias y hasta siempre.

Sawada Tsunahime.

 

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Notas finales:

¿Qué tal pasaron sus fiestas? ¿Qué les regalaron?

Confieso que yo comi mucho (y lo sigo haciendo haha) 

Espero que les gustara el cap, si lo sé, es corto comparado con el primero pero sentí que si le agregaba algo más solo terminaría forzando la historia.

Disfruten sus días de vacaciones<3 nos veremos en el próximo y posiblemente último capitulo.

cya~


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