Arco y flecha.
La tarde caía. El cielo estaba naranja y algunas aves se veían en él. El aire corría revolviendo los cabellos rubios del príncipe.
—Aún sigo sin entender cómo funciona esto —DongHae miró el arco que tenía en sus manos—. Creo que no aprenderé nunca. Llevamos todo el día aquí.
—Sí lo harás —se acercó a la mesa y tomó una flecha—. Colócate bien.
Las palabras de HyukJae sonrojaron un poco a DongHae por el doble sentido de la frase. El príncipe carraspeó un poco y tomó la flecha. Sus manos rosaron un poco, y, al instante, las quitaron como si el roce los quemara.
—Bien, debes... —se acercó al príncipe y acomodó sus manos.
El calor que producía la cercanía de los dos cuerpos era demasiado para que pueda resistirse. Las respiraciones de los dos eran agitadas. Sus corazones latían rápido, fuerte, temiendo que el contrario lo escuchara.
—Solo debes colocar el arco, así —lo colocó frente al rostro de DongHae —, y debes colocar la flecha, de esta forma —HyukJae había comenzado a susurrar.
Tan cerca como estaban era imposible para los dos no ver los labios contrarios. La atracción entre ellos era evidente.
—Bien, ahora, mira hacia el objetivo —tanto DongHae como HyukJae miraron hacia el blanco—. Apunta hacia ahí —HyukJae elevó un poco los brazos de DongHae mientras él tiraba más del arco—, y ahora permite que tu boca sea el ancla —y DongHae abrió en demasía sus ojos.
El susurro fue demasiado para el príncipe. Demasiado tentador incluso para HyukJae.
La flecha llegó al blanco, al igual que los labios de HyukJae llegaron a los del príncipe.
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Arco y flecha.
La tarde caía. El cielo estaba naranja y algunas aves se veían en él. El aire corría revolviendo los cabellos rubios del príncipe.
—Aún sigo sin entender cómo funciona esto —DongHae miró el arco que tenía en sus manos—. Creo que no aprenderé nunca. Llevamos todo el día aquí.
—Sí lo harás —se acercó a la mesa y tomó una flecha—. Colócate bien.
Las palabras de HyukJae sonrojaron un poco a DongHae por el doble sentido de la frase. El príncipe carraspeó un poco y tomó la flecha. Sus manos rosaron un poco, y, al instante, las quitaron como si el roce los quemara.
—Bien, debes... —se acercó al príncipe y acomodó sus manos.
El calor que producía la cercanía de los dos cuerpos era demasiado para que pueda resistirse. Las respiraciones de los dos eran agitadas. Sus corazones latían rápido, fuerte, temiendo que el contrario lo escuchara.
—Solo debes colocar el arco, así —lo colocó frente al rostro de DongHae —, y debes colocar la flecha, de esta forma —HyukJae había comenzado a susurrar.
Tan cerca como estaban era imposible para los dos no ver los labios contrarios. La atracción entre ellos era evidente.
—Bien, ahora, mira hacia el objetivo —tanto DongHae como HyukJae miraron hacia el blanco—. Apunta hacia ahí —HyukJae elevó un poco los brazos de DongHae mientras él tiraba más del arco—, y ahora permite que tu boca sea el ancla —y DongHae abrió en demasía sus ojos.
El susurro fue demasiado para el príncipe. Demasiado tentador incluso para HyukJae.
La flecha llegó al blanco, al igual que los labios de HyukJae llegaron a los del príncipe.