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Tender love songs por Dagi

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Notas del capitulo:

Cas y Dean en un día de picnic...

Sunshine


Una cálida brisa se arremolinaba en el aire y Castiel inclinó su cabeza hacia un lado, dejándose llevar por aquella agradable sensación. El sol brillaba a lo alto y unas cuantas mariposas revoloteaban sobre las flores silvestres que se esparcían por todo el lugar. Cas encontró un punto no muy lejos de la carretera y extendió una manta sobre la hierba. Se sentó y sacó del refrigerador dos cervezas.

—Mierda. Juraría que había puestos los sandwiches por algún lado...—escuchó murmurar a Dean quien revolvía en la canasta de mimbre—. ¡Ajá! ¡aquí están!—gritó triunfante y Castiel le sonrió. El hombre sostuvo el plato con comida y se lo ofreció con un leve movimiento de cabeza, Cas asintió gustoso y comieron en un silencio cómodo.

Ocho años de relación y Dean seguía sorprendiéndolo como la primera vez que se conocieron. No lo parecía, pero el hombre podía ser muy romántico cuando se lo proponía.

«Este viejo perro aún tiene un as bajo la manga, Cas», le dijo hace días atrás.

Entre charlas, comida y dulces caricias, el tiempo se pasó volando. Dean se encontraba satisfecho y decidió tomar una pequeña siesta. Se recostó sobre la manta y paso un brazo por debajo de su cabeza, buscando mayor comodidad. Dean tarareó una canción en voz baja mientras cerraba sus ojos verdes y caía rendido por el sueño. Cas lo observó dormir. Memorizó sus facciones y sin poder resistirse le tocó suavemente el rostro. 

La hora transcurrió con tranquilidad y Cas estaba leyendo una novela cuando un gemido lo sacó de su mundo, Dean se incorporaba lentamente y sacudía su cabeza para despejarse. Marcó la pagina y cerró el libro. Toda su atención se dirigió al hombre que bebía con muchas ganas una lata de gaseosa.

—Bienvenido.

—Hey...—le respondió Dean con una voz ronca.

—¿Dormiste bien?

—Como un bebé—estiró sus brazos y continuó—. ¿Cómo estuvo tu lectura?

—Entretenida.

—Ya lo creo, Cas... Jane Austen lo es...—resopló y al instante recibió un toque molesto en el hombro.

—Oh, cállate, señor Vonnegut—reprendió.

—Bien, bien... entendido—aceptó divetido—. ¿Cuanto tiempo estuve fuera?

—Lo suficiente para empezar a roncar y que un hilo de saliva se escapara de tu boca.

—¡Wow! eso es suficiente información—Dean rió y Castiel lo acompañó.

Tuvieron otra ronda de comida y Castiel miraba como su novio devoraba con deleite una tarta de cereza con crema. El hombre era como un niño mientras comía.

 —¿Es buena?

Dean asintió con alegría sin percatarse que se había manchado la comisura de su boca.
Castiel acortó el poco espacio que los separaba y pasó su lengua por la crema batida que resaltaba en su rostro pecoso. Dean se sobresaltó y sus mejillas se tiñeron de un rojo furioso. Cas sonrió y le guiño un ojo con descaro.

El sol comenzó a ponerse y ambos empacaron las cosas con cuidado.

—Fue un buen día de campo... lastima que tenemos que volver.

—Bueno, Cas... el picnic aún no termina hasta que lleguemos al auto—refutó con una mirada que prometía un buen final. Dean entrelazó su mano libre con la de Castiel y besó su unión. Caminaron por el campo y disfrutaron del paisaje natural. Cas recogió unas cuantas flores y las guardo en la cesta; al llegar a casa, las pondría en la cocina.

Se detuvieron y contemplaron las primeras estrellas que se veían en el cielo.

—Gracias por un día maravilloso, Dean.

—Oye... no hay nada que yo no haría por ti, Cas.

 Castiel junto sus frentes sin apartar sus ojos azules de él.

—Bésame, Dean—murmuró con una sonrisa. 

Es lo único que Cas pedía en ese momento.

Notas finales:

Gracias por leer.


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