Por lo general, me tocas como si fuera a romperme; no hay presión sobre mis muñecas, solo el ligero toque fantasmal de tus dedos que las bordean. Mis dedos se deslizan sobre tu cuerpo, dejando que mi roce viaje por donde yo quiera. Sin embargo, los tuyos son más reservados; las yemas de tus dedos delinean ligeramente mis caderas, mis hombros, mi clavícula.
Tu piel es fría y delicada como la porcelana; la mía es demasiado caliente y tosca en contraste. Deslizas tus dedos entre los míos mientras te colocas detrás de mí, plantando tus rodillas a ambos lados de mis caderas. Tu mano libre baila por mi zona inferior y no puedo evitar gemir ante tu toque. Mi cuello es atacado por tus labios mientras comienzas a moverte.
Tus dedos queman entre los míos y mi piel se enrojece bajo la fricción de tus labios. Te adentras aún más en mí y mis rodillas comienzan a flaquear, vuelvo mi rostro hacía ti y presionas tus labios contra los míos, capturando mi labio inferior entre tus dientes.
Mis ojos se encuentran con los tuyos y la ternura detrás de ellos traiciona todo lo que debería sentir; no es lujuria, es amor.
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Me recuesto sobre tu brazo mientras te quedas inmóvil mirándome. Tus dedos empujan los mechones fuera de mis ojos y puedes ver la evidente culpabilidad en ellos.
Me encuentro enfocado en las cortinas de las ventanas, en la mancha de vino en la alfombra y las cajas apiladas al costado de la cama. No formas parte de los recuerdos que construyen está habitación y aquel portarretrato en la mesita de noche detrás tuyo solo lo reafirma.
Notas mi desconcierto y sabes que la culpa está consumiéndome. Muerdes tu labio inferior y los mueves silenciosamente intentando formar silabas que nunca salen de tu boca. No sabes que decir, y no es como si yo lo hiciera fácil para ti tampoco. Tu brazo debe estar adormecido pero retiras mi cabeza con sumo cuidado a la vez que no dejas de observarme. Nunca has sido bueno con las palabras; era lo que más me gustaba de nuestros encuentros pero últimamente comenzaba a odiar ello.
“Deberías llamarlo” es lo que te escucho decir.
Si tan solo hubieras dicho algo más aquel día…
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“Este lugar es perfecto” él dice, mientras coloca una foto de nosotros sobre la mesita de noche. Mis brazos se envuelven alrededor de su cintura, logrando balancear mi copa en el acto, tiñendo la alfombra beige con una mancha de vino tinto.
“Lo es” contesto, viendo la amplia sonrisa en su rostro.
“Solo un mes más y me convertiré en el Sr. Kim” sonríe mirándome sobre su hombro, mostrándome esas medias lunas que solían causar pequeños brincos en mi corazón. Intento sonreírle devuelta.
“No es necesario que cambies tu apellido” digo, soltando mi agarre y dirigiéndome a una de las cajas apiladas afuera del baño de nuestra habitación.
“Pero me gusta más Kim que Park. Pero no se lo digas a mis padres” se aproxima a mí, mientras me observa abrir la primera caja. Eran las últimas invitaciones a repartir de nuestra boda. Nuestra boda.
“¿No crees que vamos un poco retrasados? Debimos haber enviado estas hace una semana. Namjoon como organizador de bodas está siendo un total fracaso”
“¿Es necesario que vayas a Paris a un mes de nuestra boda?” suelto de improviso y es innegable la sorpresa en su rostro.
“Ya hemos hablado de esto, Tae. Es algo que Hoseok y yo hemos soñado hacer hace mucho. Solo serán dos semanas y estaré de regreso”
“Ese fue el mismo pretexto que usaste para no estar en mi graduación, o cuando ingresé a la universidad, o cuando me presenté por primera vez en la sinfónica. Eres tú el que siempre necesita cumplir lo que quiere y parece ser que hyung siempre es el único para verlo.”
“¡Eres tú el que no quiere viajar conmigo!”
“¿Es que siempre tienen que estar tus sueños sobre los míos?“ Sonreí sarcásticamente
“Tae por favor-“
“¿Vamos retrasados? ¡Es que acaso has participado en algo de esto!” grité, empujando las cajas al suelo, viendo caer las tarjetas blancas sobre la alfombra.
“Vamos a calmarnos, sí bebe. Estamos en nuestra nueva casa, ¿no deberíamos estar celebrando?” él trató de abrazarme pero empujé su brazo con fuerza fuera de mí.
“¡Ni siquiera fui yo el de la idea de casarnos!”
“¿Qu-qué…?”
“¿Crees que unos papeles van a garantizar que te ame para toda la vida, Jimin?”
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No pido que te quedes pero no puedo evitar la sonrisa en mi rostro cuando decides hacerlo. Te veo dormir sobre mi pecho a la vez que mis dedos buscan los tuyos haciendo un encaje perfecto juntos. Cuando me despierto, estás tan lejos como la extensión del colchón te lo permite; ya no estas tocándome y tu espalda es lo único que veo al frente de mí. Cualquier ilusión que tenía acerca de acercarme a ti es destrozada por el espacio entre nosotros.
Pretendo estar dormido mientras te veo salir de la cama con prisa. Te acomodas esa camisa azul que tanto te gusta como intentas acomodar tu cabello hacia un costado. No puedo evitar quitar la mirada de cada mínima parte de tu cuerpo que puedo notar la forma en la que la luz captura tu rostro y destaca diferentes matices de rojo sobre tu cabellera negra.
No puedo seguir atado a ti; cada vez que mis manos viajan bajo tu piel, estoy ofreciéndote mucho más de lo que quiero admitir. No puedo seguir construyendo un mundo de fantasías solo para luego derrumbarlo por completo por la culpa en mis ojos.
La idea baila en mi cabeza todo el día y cuando la luz se desvanece bajo pequeñas rayas color naranja sobre el cielo, estoy de regreso en tus brazos. Intento decir algo pero las palabras son sofocadas por tus labios.
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He repetido la misma frase tres veces pero cada vez las palabras mueren en mi boca mientras tu lengua viaja por su interior. Agitas tu cabeza después de separar nuestros labios y ríes como un loco como pequeñas lágrimas comienzan a caer sobre tus mejillas. “Debí haberlo sabido” dices, aun sacudiendo tu cabeza, sin poder creerlo.
Reí contigo mientras observo cada facción de tu rostro, de pronto todo comenzaba a encajar en su lugar. Me había dado cuenta de todo lo que había ignorado, todo lo que había imaginado de una forma distinta. Había estado equivocado.
“Así que todo lo que necesitabas era un poco más de mis manos, mis labios, mis caricias…” Y cuando lo dices, las palabras queman y todo se vuelve real. Presiono mi frente a la tuya y reposo mis brazos sobre tus hombros. Soy más alto pero el encaje es absolutamente perfecto. Mis manos se dirigen a tu rostro y usos mis dedos para quitar suavemente tus lágrimas y estoy confiando en que mis acciones digan más que mis palabras. “No” digo mientras te atraigo hacia mí en un abrazo. “Porque lo que siento no se resume a ti y tu pene” Te escucho soltar una carcajada y estoy seguro que cada parte de mi raciocinio muere cada vez que veo tus rosadas encías y esos pequeños dientes aflorar por toda tu boca. “Te amo y no necesito explicar desde cuándo o cómo… Solo sé, que te amo Yoongi” Tú presionas un beso en mi frente antes de observar el tren llegar a la estación.
No era correcto lo que hacía. Lo sabía, y el anillo en mi dedo anular me lo recordaba. Pero al ver a Yoongi a lado mío, sabía que no había otro lugar en el que quisiera estar. Me saqué el anillo y lo tire a las rieles, antes de sujetar la mano de Yoongi; y esta vez sería para siempre.