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Chocolate por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

 

La música viajaba con libertad en todo el cuarto, se impregnaba a todo lo largo y ancho de aquellas paredes blancas y negras, despacio, suave; salía por los bordes de la puerta que resguarda su mundo. El frío se mezclaba con las notas. Los olores bailaban alrededor de él mientras sus manos tallaban aquel pedazo negruzco. Su concentración era tal que no escucho la puerta ser abierta, unos pasos interrumpiendo la armonía, la música es bajada un par de niveles. Sus ojos no se movieron. Su mente no prestó atención en aquel detalle pues se enfocaba en la imagen que al frente se imponía antropomorfa.

Detuvo sus manos un momento para examinar cuál científico a su muestra, sus ojos transformados en escáner, se movían lentamente por toda la figura, su mente comenzó apuntar y señalar los espacios que requerían mejor detalle o los desniveles a nivelar, forma y espacio, estética y líneas. Su expresión seria contrastaba con sus labios balbuceando quién sabe qué pues los intentos de palabras que estos pronunciaban eran indescifrables. A punto de tocar la escultura sus manos fueron sujetadas por otras, su corazón saltó al igual que su cuerpo; el susto fue desastroso, lo suficiente para extraerlo de su universo.

Intentó protestar, pero su cuerpo se movió en busca del calor tan delicioso e invasor. Efímeros segundos disfruto de la sensación cuando una mucha mejor fue dada. Sus labios se movieron, primero temerosos y torpes, después, orgullosos y vigorosos; sus brazos subieron para dejarse caer en un cuello demasiado familiar para ellos. El tiempo dejó de ser importante. De sus manos se deslizó la rasqueta, cayendo ruidosa en el suelo, las manos en su cadera le apretaron fuerte para acatar la orden, sin derecho a réplica, dada por su cazador predilecto.

Caminaron, él hacia adelante, el otro hacia atrás, más sus labios no se despegaron y sus ojos se aferraron uno del otro.

Aquellas manos ladronas se deslizaron cuesta abajo divertidas por las reacciones ocasionadas en el cuerpo contrario, se detuvieron en la parte trasera de los muslos para darles otra orden. Abrirse y subir. Su cadera quedó presa de un cangrejo listo para ser comido. Una de las manos abandono renuente su lugar para girar la perilla de la puerta al paraíso. Un gemido se escuchó y su animal interior arañó su carne en busca de salida, su autocontrol se balanceaba entre lo estable y la pérdida.

La cama abrió su cuerpo. Las almohadas se prepararon para lo que venía. Las paredes comenzaron su trabajo de barrera contra un ataque inminente.

–Hueles delicioso.

Una lengua saboreaba el manjar dispuesto a satisfacer su paladar. Un ronroneo se escuchó y sus brazos soltaron su carga. Su alfa se encontraba extasiado por la imagen sublime que yacía delante de sus ojos. Su instinto exigía marcar y satisfacer al omega con labios hinchados, por su causa, le llamaban a la vez que jalaba aire volviendo la imagen más erótica jamás vista. Quito cada prenda con maestría, beso cada parte expuesta y lamió las zonas sensibles transformando a su presa en una masa moldeable a sus órdenes y preferencias.

 

El omega respiraba agitadamente, sus piernas eran abiertas sin protesta alguna; una de sus manos se aferraba a la sabana mientras la otra se elevaba llamando a su alfa. El deseo era incontrolable al igual que la urgencia por ser preparado para después sentir como su carne es, magistralmente, abierta, por aquello tan grande, duro e hinchado que le marcaba tan fuerte que ningún otro alfa o beta se le acercaba por temor al olor que emanaba de él como segundo perfume.

Su vista se deleitó con el cuerpo desnudo, duro y tonificado de la persona que se acomodaba entre sus piernas como juan por su casa. Sus labios fueron nuevamente tomados, su cuerpo recibió caricias tan calientes que por un momento se sintió dentro de un fuego salvaje. Su pelvis se movió tan sugestivamente contra él para llamar su atención en aquella zona agitada por su presencia y esencia, siendo premiado con una caricia en su miembro.

Jadeo ante un explorador no esperado en su zona íntima mientras era estimulado en sus pezones. Busco un poco de paz para poder hablar.

–Be-bésame…

Su mente apenas podía procesar las palabras de mandato para su alfa por el placer tan exquisito y asfixiante patrocinado por aquel hombre, que, sin saberlo, le había marcado de una forma tan alucinante para después, descubrir el plan maquinado a su espalda por su familia. Días después de saber lo fraguado migró cual águila en busca de una vida marcada por él mismo, sin saber que el destino ya había comenzado a mover los hilos de su vida.

Meses más tarde se toparía con el mismo hombre al que sería entregado cual objeto, en su trabajo. Sin saberlo, le atendió con una sonrisa y sonrojo tan natural que sus compañeros de trabajo lo atacaron con preguntas, un tanto exagerada y absurdas, sobre su estado de salud o mental, incluso su jefe llegó gritando sí se había metido algo en el cuerpo. Con golpes y gritos los calmo. Semanas pasaron donde el mismo hombre llegaba al restaurante, a la misma mesa, para ser atendido por él; sus propinas eran demasiado y las causantes de varias peleas.

El tiempo pasó. Un día mientras salía de su jornada laboral un carro negro, costoso, le esperaba junto con un hombre de traje a la medida, con un cabello demasiado singular. Le conquistó de mil maneras, le beso de mil formas, le dio palabras y acciones donde ningún argumento fue válido. Ahora, suspirando y maldiciendo le encantaba ser el centro de aquel hombre.

–Hey, – Su rostro fue sujetado con un poco de fuerza, haciéndolo salir de su mundo. – regresa a mi pequeño.

Le miro detallando el rostro, se perdió en ese par de llamas para arremeter contra los labios contrarios. Embriagantes y dulces. Su lengua jugó con la otra mientras sus piernas se oprimían contra el cuerpo entre ellas, el calor subió tanto al igual que su cuerpo. Sentado sobre las piernas contrarias no dejaron que el beso se interrumpiera. Rieron y los invasores previos regresaron. Los movimientos de sus caderas no obedecían los mandatos de su mente.

El alfa imponía su presencia. El omega adoptaba la sumisión exponiendo sus puntos privilegiados.

Pieles perladas. Miembros enredados, donde no se sabe que pertenece a quien. Las respiraciones aceleradas aumentaban el calor producido por la fricción entre ellos.

Un gemido más profundo tomó la batuta ante la intromisión en la tierra paradisiaca. El olor del metal se mezcló con los ya existentes, las manos del omega apresaban la piel de la espalda que, sin saberlo, había ejercido tal fuerza que de ella brotaban hilillos color carmesí.

­–Tanto tiempo y aún sigues en demasía apretado.

–De-despacio…

El alfa acato la pequeña suplica al igual que sonrió enternecido, pues su pequeño rara vez se mostraba sumiso ante él. Mimo y acarició hasta que un olor demasiado dulce dio de lleno en su nariz, agitando su mente y casi perdiendo la razón. Un sutil movimiento bastó para comenzar los movimientos que sabía volverían loco a su pequeño.

Sus labios fueron apresados al igual que su espalda para segundos después sus oídos se deleitaron con una sinfonía tan sublime como enloquecedora, una de la que nunca se cansaría de escuchar y mucho menos de ser el único espectador de ello.

El omega apenas podía respirar, difícilmente podía acumular fuerza para sostenerse de lo que fuera para hacer más soportable su placer pues se sentía un náufrago ante la inmensidad del mar.

–Eres precioso, suave y muy apetecible.

El éxtasis subía ante las palabras de alabanza, su omega ronroneaba de gusto pues complacía a su alfa y, por ende, su placer aumentaba.

–Más… m-ma-más alfa…

Los ojos acuosos le decían al alfa que hacía un buen trabajo, por lo que complacería en cada mandato a su pequeño omega.

Le sonrió cual gato Cheshire, y, el omega se mordió el labio tan sensualmente que ambos perdieron la cordura.

Gemidos y jadeos volvieron a escucharse, mientras, a la lejanía el murmullo de la música se escuchaba.

 

El olor a cigarrillo recorría la habitación perturbando el olor del sexo. Un movimiento lento y un par de iolitas se mostraban acuosas por el sueño. Se refregó la nariz contra el colchón tan duro que subía y bajaba lento, parpadeo un par de veces enfocando su vista, un par de belfos expulsando ese humo tan asqueroso le recibió. Su mano apenas alcanzó el tubito blanco pues fue detenida por una más grande.

–Ya lo apago.

Su barbilla quedó encima de su mano izquierda mirando fijamente a su alfa.

–Eres viejo. – Un bufido obtuvo en respuesta.

–Tú igual pequeño hablador. – Misma respuesta. El silencio reino. El omega respiraba el perfume directamente de su envase, dedos gentiles se movían superficialmente guiados por su columna vertebral. – Sigo sin creer que no puedas ni sentir tu celo cuando te encuentras moldeando.

–No es mi culpa, sabes porque lo hago.

–No, no lo es. – Despacio subió al omega a su altura, sabía el porqué de su enfrascamiento en aquel lugar, pues era ahí donde podía dejar de prestar atención a sentimientos o pensamientos innecesarios, no le terminaba de gustar el que se encerrara en la cocina pero no podía quejarse del todo, ya que, cuando terminaba le dejaba probar lo producido por sus manos. Postres de toda clase han pasado por su exigente paladar creadas por su omega, sin embargo, se maldecía pues su familia era causante del encierro donde le encontró al regresar a casa. Respirar su fragancia, al igual de cerciorarse de que su olor estuviera bien presente, era un exquisito; olía a él y otro, uno más débil. Sonriendo beso la marca entre su cuello y hombro. –Hueles a chocolate.

– ¿Y eso es malo? – Un ronroneo era producido por sus caricias. Su pequeño omega era demasiado mimoso, y, eso le embelesaba.

–No, me encanta… igual que tú, mi pequeño omega preñado.

–No trates de distraerme Kagami Taiga. – El ceño fruncido junto con un pequeño puchero en esos labios de cereza le daban tanta ternura como ganas de hacerle nuevamente el amor.

–No lo hago Kagami Daiki. – La expresión incrédula de su pequeño le causaba tanta gracia que estuvo a punto de soltarse a reír de no ser por tremendo pellizco dado a su brazo. – ¡Oye! Eso duele.

–Es el chiste… ¿qué- qué significa el cambio en mi apellido?... ¿Han…?

–Digamos que no les quedó de otra, sino su amado clan se extinguiría. – Maldita sonrisa de superioridad que se cargaba su alfa, porque si, al enterarse que su pareja no sólo era ocho años mayor que él, pertenecía a una de las familias más importantes a nivel mundial, tanto por sus innumerables negocios o franquicias, como por ser uno de los pocos clanes que mantenían la pureza de su sangre, dando a luz sólo alfas u omegas de gran nivel. Se asustó tanto cuando se enteró de eso que a veces aún le costaba aceptar ser el dueño del corazón de tremenda persona. – Tú sólo dí la fecha que desees y da por hecho que nos enlazaremos pequeño.

– ¡Eres un hijo de perra Kagami! – Un beso. – Pero así te amamos alfa demente.

Besos, caricias y sonrisas dadas y recibidas gustosamente por el contrario.

–Taiga.

– ¿Uhm?

– ¡Saca tu maldito pene de mi culo vejete idiota!

Bueno, no todo puede ser mimos y arcoíris ¿verdad? Pero dioses, como amaba a su omega sabor chocolate.

 

 

No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.

O.K Bernhardt

 

Notas finales:

Chan, chan chan ~

¡Es el segundo! El segundo con esta temática que salió solito y muy fluido. Espero les haya gustado… si leo sus comentarios aunque no los conteste. Dejen siquiera uno... Je :D

Sin más perdonen las faltas ortográficas.

Hasta la próxima.

Yanne.


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