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Una maid para mí por MissBlackDemon

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Notas del fanfic:

Bueno aquí les traigo un nuevo fic n.n acerca de un pintor que hará lo posible para lidiar con su pasado, obtener lo quiere e intentar no enamorarse en el proceso ^w^

Notas del capitulo:

Primer capitulo ^_^ espero sea de su agrado y les agradesería si pueden dejar sus comentarios

 

Si les gusta el incesto no dejen de leer mi otra historia original “Con un hermano como tú” :P

 

Y de antemano les doy las gracias por leer n.n

“Desde chico me decía a mí mismo que todo iba a cambiar… Realmente siento que estaba equivocado. Odio cuando los padres no saben en verdad lo que sus hijos sienten, es muy fácil sonreírles y fingir que todo está bien, y ellos ni te preguntan, ni se dan cuenta de que todo puede estar peor de lo que ellos imaginan. Sí mamá, ya me siento bien, y cuando voltea sigues llorando, sí papá soy heterosexual, ja-ja ahora me río de mis propias palabras cuando me acuerdo de la sensación que sentía cuando ese chico de la escuela se agachaba a recoger un lápiz del suelo. Fui un adolescente incomprendido, y soy un tipo muy complejo. Hace años todo giraba en torno a mis gustos, el color negro, la soledad, libros, arte, extravagancia, ouija, la Biblia, chicos… sí, a eso llega la conclusión. De niño siempre me gusto ser formal para ocasiones comunes e informal para las especiales, a mis 13 años comencé a experimentar acerca de la iglesia y el mundo de los muertos, me consideré ateo, no hace falta decir que con el tiempo solo me sentía bien conmigo mismo, en mi habitación, devorando cada libro que me traía en manos, siempre fui muy curioso, y otra de las cosas que supongo he traído arrastrando conmigo es eso, el punto conflictivo visiblemente erróneo, mi “homosexualidad” ¿Qué? ¿Eso es un problema? Sí, lo fue para mi dura y ambigua vida, eso fue algo crucial en mi existencia, literalmente hablando fue la gota que rebalsó el vaso.

                                                                                       

¿Qué como fue?

 

Pues…”

 

FLASHBACK

 

Un hombre fornido con una barba afeitada se abalanzó contra una puerta negra allí en su propia casa tras escuchar un crujido bastante raro a esas horas de la noche, no midió pensamientos entre sus actos, solo abrió la puerta y ahí se encontró a su hijo sobre su compañero de clases, sí, ese que traía todos los sábados a dormir a casa. El hombre se quedó helado, el joven dio un suspiró de resignación y se levantó de la cama acomodándose el boxer mirando al suelo, y luego fijando su vista en él.

 

-Sí, me gustan los chicos

 

FIN DEFLASHBACK

 

“Fue difícil, costó, pero después de todo tenía que hacerlo. ¿Qué pasó después? Bueno, mis padres, como ya había dicho, no tenían idea de lo que ocurría conmigo, para ellos, mejor dicho, según ellos estaba enfermo. Estuve gran parte de mi vida bajo la custodia vigilante de mi padre, mi madre... Bueno, mi madre, ayudaba a mi gloria con sus sollozos, la verdad no veo el motivo de las lágrimas aun ahora. Mi vida fue un maldito infierno después de eso, y eso pasó cuando tenía 13 años, solo hacía falta un razonamiento para que dejaran de molestarme e irritarme toda mi vida, estaba en irme de la casa o... fingir

 

-Sí, mami, no sé en que estaba pensando cuando creí eso, pero conocí a una chica en la escuela, creo que estoy enamorado.

 

Típica mentirita, aun era muy joven, mi madre cayó de espaldas, mi padre sonrió, ¡Oh, el niño se ha curado! Palabrerías. Mucha iglesia, mucho psicólogo, pero ningún cambio, solo uno, ¿Mentir o decir la verdad? Mentir, así que debo mentirles a mis padres para que me quieran, que egoísta de su parte ¿No? Tener que venderles a mis padres lo que ellos quieren en un hijo antes de aceptar el que tienen, no fue un buen cambio en realidad, por que tarde o temprano me fui acostumbrando a la mentira... Aunque no lo disfrutaba.”

 

            Un hombre gordo y de cabello corto caminaba por la gran ciudad cargando con él un bolso de mucho volumen, portaba un traje y llevaba unos lentes gruesos sobre su nariz. Todos los Sábados era lo mismo, recaudar una suma de dinero para ayudar a los niños pobres, su corazón era inmenso así que no le molestaba en lo absoluto el tener que dar la cara para pedir a los vecinos si le podían ayudar con lo que pudiesen, más mientras contaba el dinero se daba cuenta que a veces la gente que menos tenía era la que más aportaba, y con este pensamiento llegaba al punto de conflicto. Eran muchos los ricachones solteros que vivían en la ciudad en lujosos departamentos, tanto hombres como mujeres, pero a todos ya les había logrado sacar una pizca de compasión dentro de su mundo egoísta, a excepción de uno. Puerta por puerta los vecinos iban recibiéndolo con gratitud, la mayoría lo conocía como el buen samaritano de la iglesia, así que muchos le abrían sus puertas con gentileza, hasta que llegó a la número 13, el gordo se paró frente a esta y dio un suspiró algo resignado, si tenía suerte esta vez él atendería, y al mismo tiempo sabía que se mentía a sí mismo, él no atendería, no había suerte alguna que pudiera mover el corazón de ese hombre hecho de hielo, iba a darse por vencido pero de ninguna forma lo dejaría pasar, se paró firmemente frente a la puerta.

 

– Esta vez él va a salir, me va a atender, yo lo sé –se dijo con un hilo de esperanza que se notaba en su voz, entonces tocó la puerta, podía sentir dentro una fuerte música sonando, una mezcla extraña de violines que no hacían más que consolidar la espera, volvió a tocar pero la puerta permanecía cerrada, una vez más insistió cuando de pronto se oyeron unos fuertes pasos que se acercaron.

 

            El hombre de gafas anchas que había estado tocando la puerta se hizo a un lado algo asustado, en segundos recordó que todas las veces que había logrado que él saliera prácticamente lo deshacía con sus palabras fuertes, pero estaba dispuesto a enfrentarlo nuevamente. La puerta se abrió, un hombre no mayor de 35 años se encontraba del otro lado, con una mirada fría y una sonrisa sarcástica se apoyó al marco de la puerta, lucia el cabello algo largo castaño y despeinado, con un rostro molestamente irritado, se quitó uno de sus guantes marrones manchados de varios colores y esperó a que el otro hablara.

 

– Amm… H-hola se-señor Derek… –al pobre samaritano se le empezó a trabar la lengua, no sabía por qué la sola presencia del otro hacía que aquella tartamudez que tenía casi controlada saliera a flote sin que pudiera hacer nada.

 

– ¿Si? –Derek, el de cabello castaño, siguió sonriendo y cruzado de brazos.

 

– M-mire, s-s-sé que no le gustan e-este tipo de… de… de cosas –Comenzó a tartamudear nervioso mientras extendía aquel sermón que recitaba cada vez que venía a verlo, la verdad era que Derek estaba acostumbrado a esto, todos los sábados era la misma escena, sentía que ya no podía tener un fin de semana tranquilo cuando la puerta sonaba y aparecía Richard detrás, aquel gordo al que había pintado solo una vez por furia incontrolada gracias a su capacidad y memoria fotográfica, sostuvo su entrecejo con los dedos cansado de escuchar que no pudiera armar una sola frase y suspiró.

 

–...Dios mío... –Revoleó los ojos –Richard ¿Siempre es el mismo tema? –habló con aquella voz rasposa característica de él.

 

– P-pero…Mire –El de gafas sacó de su bolso una pequeña cajita de cristal –Es…es… un nuevo perfume que…

 

– Sí, sí, sí… Ya te dije que todo lo que me traigas no me interesa, ¿Tienes algo más interesante que hacer? ¿O solo te limitas a malgastar el aire y mi tiempo? –Richard se infló de valor e intentó hacer algo que solía hacer a menudo, pero que con Derek solo lograba alterarlo más.

 

– Pero, si no lo hace por mi hágalo por la fundación, p-por… los sueños.

 

– ¿Los sueños? Aja, sí, claro –terminó de decir y cerró fuertemente la puerta en la cara del otro.

 

            Siendo sinceros la había sacado barata, la última vez que había intentado convencerlo por el lado sentimental Derek lo había hecho bajar las escaleras corriendo mientras lo sostenía del saco, pero de igual forma no había conseguido lo que quería. Una vez más, como todas las anteriores, el hombre agachó la cabeza, tomó sus cosas y se retiró del lugar, una vez más había fallado, siempre que había querido sacarle el lado bueno a ese hombre había terminado igual, se encontraba sentado en la puerta de este edificio, en las escaleras que daban a la calle, con la cabeza agachada y su bolso en mano, era un sujeto del todo amable, siempre se había preocupado mas por otros que por él mismo y sin embargo siquiera tenía un amigo que se interesara en ayudarlo, dejó escapar un suspiro resignado, lo único que lo llenaba era ver las caras de los niños llenas de alegría, y recordaba que para la navidad de aquel año quería hacer algo muy especial para ellos pero con el dinero recaudado eso era solo un sueño, siguió enfrascado en sus pensamientos cuando una voz grave pero algo aniñada lo hizo ver hacia arriba.

 

– Disculpe… ¿Usted vive por aquí?

 

            El hombre se encontró de pie a un joven sonriendo, vestido con un camperon verde y mirándolo con ojos tiernos, el chico llevaba con él una mochila y un bolso en mano, ambos de gran tamaño, sus ojos color miel eran muy expresivos y sus rizos amarillos apenas lograban rozar sus hombros, con toda esa facha y su vestimenta simple le hacían pensar que el chico no pertenecía a la gran ciudad, sin mas el hombre volvió a suspirar algo cansado y contestó.

 

– No, no vivo aquí.

 

– Oh, lo siento, ¿Conoce de casualidad la calle…? –El gordo miró hacia abajo mientras lo escuchaba, el joven de bucles dorados lo vio – ¿Qué le sucede?

 

– ¿Mm? –Preguntó sin siquiera mencionar palabra.

 

– ¿Por qué está tan…tirado? –El de rizos rubios dibujo una sonrisita algo ingenua e infantil.

 

– ¿Tirado? –El hombre gordo levantó la mirada una vez más, luego volvió su vista y se quitó los lentes para poder limpiarlos –Si tu pregunta se debe al por que estoy algo cabizbajo…

 

– ¡Eso! –mencionó el rubio dando un salto e interrumpiendo al otro que casi dejó caer sus anteojos –Esa era la palabra que buscaba ¿Por qué está tan cabizbajo? –Volvió a sonreír.

 

– Resulta que… –Antes de comenzar a hablar el hombre se frenó y lo vio a los ojos, el rubio se había sentado a su lado – ¿Enserio quieres saber?

 

– Si te estoy preguntando –El gordo se sintió por un instante sorprendido, en mucho tiempo nadie le había prestado tal atención, y mucho menos un desconocido, pero al fin y al cabo se sentía demasiado triste como para no desahogarse con cualquiera que le prestara su oído, entonces siguió hablando.

 

– Bueno… Estoy trabajando para una fundación que ayuda a los niños de un orfanato, para ello necesito vender cosas para recaudar plata, y…

 

– ¿Nadie le compra nada?

 

– No, no, si lo hacen…Muy pocos… el tema es que… que… nunca consigo hacer que el señor Derek me compre nada. Tengo entendido que, a pesar de su edad, tiene mucho dinero, así que no le sería ninguna molestia ayudar a los niños, aparte todos tenemos algo de bondad, y he intentado convencerlo pero…

 

– ¿De que trabaja? –preguntó el rubio un tanto interesado.

 

– Bueno… Él era estudiante de artes, en una academia bastante buena, s-según creo, vende sus cuadros, y con ello gana, e-eso dicen sus vecinos, nunca sale de la casa.

 

– Waw… mmm…. Podría ayudarte, si me ayudas también –cerró los ojos con la sonrisa plantada en sus labios.

 

– ¿Si? ¿Lo harías? –Se levantó con una sonrisa en el rostro –Eso sería estupendo –Dijo y al instante borró su sonrisa –Te estás burlando de mí ¿Verdad? –el rubio se echó a reír.

 

-No, enserio voy a ayudarte –Se levantó entonces el rubio y tomó sus cosas –¿Dónde vive el tan misterioso Señor Derek?

 

            La puerta número 13 volvió a sonar, dentro de la misma se podía oír la exuberante melodía de un concierto para flauta, en la sala unas manos en guantes manchaban con furor un cuadro en blanco, se pasó el brazo por la frente elevando algunos cabellos castaños que caían en su rostro y luego escuchó el timbre de la puerta, sabía muy bien que al abrir se encontraría de nuevo con ese sujeto pesadilla, su figura rechoncha y su gafas, debajo de un manto de todo amor y paz queriendo que aportara de su dinero para ayudar a gente que ni siquiera conocía, como lo molestaba ese tipo, algo tenía que ocurrírsele para que dejara de molestarlo con sus sermones de Domingos, después de todo era Sábado, envuelto en un fastidio descomunal fue hasta la puerta con su rostro aturdido, el hombre traía puesto un guardapolvo blanco todo manchado por diversos colores, en el cual se había pasado las manos antes de tomar la llave e incrustarla en la cerradura, con su misma cara de cansancio abrió la puerta y pudo encontrarse con un panorama realmente muy distinto.

 

– ¡Hola! –Saludó el rubio sonriendo y lleno de energía. “¿Qué diablos está pasando?” pensó Derek, realmente no era lo que se había imaginado, para lo que se había preparado. Impactado por su atractiva imagen dejó de articular su mandíbula que se le hizo abajo dejándolo boquiabierto un instante, instante que le tomó volver a colocar sus emociones en dónde debían estar y su rostro hepático.

 

– ¿Si? ¿Qué quieres? –respondió tan serio como pudo.

 

– Su nombre es Derek ¿Verdad?

 

– Ah ¿Eres clarividente? –Dijo con sarcasmo el otro hombre, podía ser muy bonito y todo pero en ese momento no quería tener que estar lidiando con otro idiota que lo hiciera perder la inspiración –Escucha, no tengo tiempo –mencionó antes de cerrar la puerta en la cara del joven de rizos.

 

            Esta vez el boquiabierto era el rubio, con carita de sorprendido se viró a ver al hombre que aguardaba a su lado, el gordo alzó sus hombros, Derek era ese tipo de persona, siempre había sido así desde que Richard lo conocía, así que mucho no podía esperarse de él, pero el joven no estaba dispuesto a que lo rechazaran a la primera. El gordo estuvo a punto de dar media vuelta y volver a la entrada pero el rubio volvió a tocar muy entusiasta la puerta 13, detrás de él el gordo se asomó a ver y la puerta se abrió nuevamente.

 

– Ya estuvo, ¿Qué quieres? –Preguntó fuertemente el pelilargo frente a él. Su paciencia tenía un límite, un muy corto límite si alguien le preguntara.

 

– ¿No le gustaría ayudarme? –Preguntó el rubio y se sonrió tiernamente ladeando un poco la cabeza.

 

– No, no me gustaría – Derek corrió su vista a un lado y pudo ver a Richard detrás del rubio – ¿Y tú que haces aquí? –Dijo enfadado, el gordo se ocultó detrás del otro – ¿Y tú quien diablos eres? ¿Estás ayudándolo?

 

– Mi nombre el Rey

 

– Rey. Encantado –Asintió con la cabeza sin el mínimo interés, con un poco de sarcasmo, típico en él, el rubio aún no torcía su sonrisa.

 

– Igualmente –hizo una pequeña reverencia el rubio de rizos, Derek revoleó los ojos –Y sí, estoy ayudándolo –se sonrió –Pero es solo una petición desinteresada

 

– No creo que fuera desinteresada, quieren mi dinero y los niños no han hecho nada por mí, o acaso ¿Han hecho algo los niños por mí? –Preguntó el pintor desbordado de paciencia, ya en este punto solía correr a los gritos a la gente de su casa pero había algo en aquellos ojos como miel que lo estaban endulzando sin saberlo.

 

– A eso es a lo que vengo yo, quisiera saber si necesita usted un ayudante –Se sonrió nuevamente Rey de forma tierna colocando sus manos en su espalda inocentemente, la boca del pintor se cayó de la sorpresa una vez más ¿A dónde estaba llegando esta conversación realmente?

Notas finales:

Buenooo espero les haya gustado n.n

 

Nos vemos la proxima

 

PD: me quedó un poco largo el capi y tuve que cortarlo e.e

 

espero no se molesten n.n muchos kisseeeeees


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