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El doctor que me atendió... por Adri6

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Flashback de aproximadamente de tres años.

En aquella época, mis días vividos apenas reunían el requisito para ser mayor de edad. Había recién llegado a los Estados Unidos, por lo que trabajaba en cualquier cosita para ganarme unos dólares que me permitieran comer o tener alojos provisorios. Recuerdo que caminaba despacito pero cuando veía a alguien acercarse a mí, apuraba el paso, de reojo por sobre el hombro miraba hacia atrás verificando si me seguían o no me seguían, lo hacía así porque me era terrible la idea de que me robaran la mugre de plata que llevaba conmigo.

Un día cualquiera, sentí ganas de comer algo rico y por sobre todo, salir de la rutina, así que me dedique una frase que me repetí a medida que el centro se estaba abriéndose paso ante mí: “no mires las vitrinas, no las mires”. Pese a todo, fue justo lo que hice, mire la vitrina y me tente, fue así que me compre un libro de un escritor que era mi adoración, al tenerlo en mis manos dije: “mierda, es el libro que siempre quise tener”.

Lo leí en un terminal de buses bajo la mirada de algunos guardias de seguridad, de seguro que por mi estampa de extranjero esperaban que cometiera un delito o algo por el estilo. Pase horas y horas ahí, cuando al fin termine de leer, por desgracia, mi estomago no se conformaba con literatura. Eche el libro en el bolso y me fui a buscar el único trabajo que me daban: lavaplatos de restaurante.

Por esos lados del mundo, tuve varias aventuras, ¿amorosas?, claro que no, nadie me miraba ya que tenía el pelo todo cochino y la muda de ropa no era muy variada. Las aventuras de las cuales me refiero son literarias, mi alma poética me hizo ganar varios golpes e insultos de unos alemanes que interpretaron mis versos como burlas relacionadas a la derrota del nazismo. Otras veces, en medio de un barcito repleto más por cubanos que cualquier otra nacionalidad, recitaba algo que me sabía de memoria, pero en vez de estirar la mano para darme unos dólares, estiraban la mano para darme unos agarrones.

Todo estaba mal, el viaje que pensaba que sería divertido y se estaba volviendo en una pesadilla. Por las noches me dormía en los terminales de buses, y lógico, ahí me pasaba de frio y más frio porque por desgracia, había llevado conmigo poca ropa ya que en mi estupidez, calcule mal la estación del año de los Estados Unidos. No había mucho por hacer, tan solo me quedaba inmóvil, pensando en mi tierra tan lejana y tan poco querida a la vez, porque la verdad es que no soy muy patriota y no me importa en lo absoluto en donde haya nacido y menos me importa en donde me vaya a morir.

Al mirar a los demás, muchos se parecen a mí, me imagine que habría solo gringos pero la verdad es que había de todo. Un grupito de alemanes y otros descendientes nórdicos, orientales, de raza negra, de latinos y así, entre tantos mas. Estaba distraído calificando cuántos de ellos en verdad la estaban pasando bien en este país.

“¿Has visto a una chica rubia con un perro?” –me preguntaron de pronto y me asuste un poco por escuchar aquella voz muy cerca de mi

“… no” –me encogí de hombros, la verdad no me había fijado bien

“Por la misma mierda” –se quejo realmente enojado

Lo mire atento, argentino pensé. Se sentó a mi lado e hizo una mueca de fastidio, de pronto me miro fijamente y de la nada me dijo: “Anda a lavarte aunque sea el culo” mientras me pasaba unos dólares para pagar el valor de la ducha. “Anda a lavarte la boca sucio de mierda”, le respondí rápido, en mi cultura, jamás nadie te diría algo así, pero llevaba un tiempo compartiendo con varias nacionalidades, aprendí a responder de la misma forma. Se rio de buena gana, me dijo que se llamaba Antonio y que Buenos Aires era su casa natal. “¿Y vas a bañarte o no?” me pregunto y yo le conteste: Claro que sí, lo iba hacer porque sobre todas las cosas, me seria gratis.

Al regresar, él aun seguía sentado en el mismo lugar, lo mejor de todo era que me había guardado el puesto. Me senté a su lado y sin mirarme dijo algo que perfectamente podía hacerme llorar. “Estos gringos de mierda son una mierda, me devuelvo a la Argentina hoy mismo… si queres podes venir conmigo”. Aquello era excelente porque ya estaba aburrido en la primera potencia mundial.

Antonio tenía plata, me pago el pasaje y nos fuimos a la Patagonia. Bueno, llegamos a la capital, pero después hicimos dedo hasta que nos dejaron en plena pampa patagónica. “¿Qué hacemos aquí?”, le pregunte y él me respondió: “Es temporada de domadura de potros, che, subite a uno y si salis vivo estas vivo para siempre… aquí, hasta las mujeres jinetean… así que vos podes”.

Fin de flashback



“Por eso tengo esta cicatriz” —señale mi pierna derecha— “Me la quebré de par en par…”

“Por eso cojeas” —dijo el doctor al entrar a la sala.

“¿Cojear?... ¡claro que no!, esto fue hace tres años y nadie me ha dicho que cojeo al caminar” –me cruce de brazos y le mire feo

“Bueno, ahora yo te lo digo” –se rio como siempre lo hace, con burla

“…” --suspire derrotado, no había caso con él, es extraño

“¡Es broma!” —se defendió pero ya era tarde, porque la mala impresión ya la había dado

“Mire doctorcito, me comí toda la comida” —dice la viejita a la cual le conté la historia.

“¡Pero qué bendición Serika!” —Sonrió conforme— “Yo sé que te entretienes con las historias de ciencia ficción que cuenta Hana, pero tengo que examinar sus pulmones. Otro día hablan mas ¿ya?”

“Está bien, vaya doctorcito… haga su trabajo… ¿alguien ha venido a verme?... ¿alguien ha preguntado por mi?” –Serika le miro ansiosa por una respuesta afirmativa

“Todavía no, pero ya lo harán, deje que la echen de menos y todos estarán aquí cuando menos lo espere, tenga fe” –y fue así que por primera vez, encontré sensata sus palabras


Respira, sopla, inspira profundo, bota el aire con todas tus fuerza, tose, no respires, habla. Estuvo un buen rato escuchando con el fonendo, primero en mi espalda y después en mi pecho y por último, por las dudas, volvió a escuchar mi espalda. Su mano izquierda mantiene remangada mi polera por sobre mis hombros, mientras que con la otra dirige el instrumental médico.

“Así que anduviste viajando por Argentina” –le escuche preguntar casi en un tono de interés

“Si” --conteste mientras mantenía agachada la mirada

“¿Y qué tal los argentinos?” –esta vez la pregunta tenía una entonación rara, casi como picara

“… son buena onda” --dije sin mas

“Pregunte como son en la cama” —se rió— “Porque si me dices que no te acostaste con al menos un argentino te interno en el siquiátrico”

“Pues intérneme, no me acosté con nadie” –ya me estaba comenzando a enojar con él, ¿por qué me habla con esa confianza?... ¿por qué?

“…” —se aparto de mi espalda y de pronto me miro a la cara, lo hizo tan insistentemente que yo…— “Mientes… si te acostaste con uno” —sonrió

“¡Ya, déjeme de molestar!” —me sonroje furiosamente.

“¡¿Ves?!, por algo soy doctor, me doy cuenta de todo” --me desordeno el cabello mientras en su típica conducta habitual, se reía de mi




Flashback

Alojamos en la casa de un argentino acabado por el cáncer de estomago. Según nos contó su dieta consistía en carne y más carne acompañada de mate amargo. No era muy bueno para hablar ya que uno le preguntaba algo y ponía una cara de no preguntes nada hijo de puta, así que de forma indirecta nos obligaba a callar para siempre. Antonio y yo le ayudábamos en lo que podíamos pero la verdad es que no servíamos de mucho, no estábamos acostumbrados a los trabajos del campo.

Cuando nos reuníamos, calentaba la pava y al final, la yerba te lijaba las tripas de lo amarga que era. Yo ni sabía de la existencia de ese hábito y para decir verdad, trataba de no beberla, no estaba habituado a lo que en América consumían.

Según ese argentino, no temía morir, eso decía él, pero yo vi llorar todas las mañanas antes de levantarse de la cama.

Estuvimos dos semanas en su casa hasta que no aguanto más y nos contó su pena, que se asemejaba al viento patagónico, arrasador. Nos hablo de la mala suerte de su familia, entro en detalle y yo guarde silencio atento a lo que tuviera que decir. El viejo tenía parientes que trabajaban como vigilantes de la frontera Argentina. Eran dos gemelos jovencitos, decía él mientras revolvía el mate sin ganas y solo por costumbre. Resulta que los mataron en plena pampa y los pájaros, zorros y vaya a saber que animal se aprovecharon de ellos. Por desgracia los familiares fueron a encontrar sus cadáveres y fue justo su madrecita la que los reconoció, no por la cara o por la figura humana, sino por la ropa que tenia bordado sus nombres. Ahí mismo le dio un infarto y murió. Tres funerales en un mismo día, ella era mi abuela… mi madre se quedo sola con mi abuelo y él la hacía trabajar, ¡qué hijo de puta!… entonces cuando ella creció se casó y tuvo hijos que no mando a la escuela. Yo y mis hermanos apenas podemos juntar las letras… con suerte podemos escribir nuestros nombres… ahora pienso y me doy cuenta de que si ellos no se hubiesen muerto, mi vida sería mejor y hasta puede que feliz.

Fin de flashback.



“Yo me quede boquiabierto mirándolo, no entendía como podía relatar semejante historia con aquellas palabras. Claro que era trágica pero a la vez, no sé… en verdad me daba ganas de…” –baje la mirada un poco avergonzado

“Cuéntame más” –me decía Serika entusiasmada

“Bueno…” –trate de recordar que mas había pasado después de aquello

“¿Contando mentiras otra vez?” –nos interrumpió el doctor.

“No son mentiras” –le conteste con poca paciencia

“Tengo que examinarte” —me miro y después lo hizo con la viejita— “Lo siento, pero debo llevármelo”

“Vaya doctorcito… ¿alguien ha venido por mi?” –pregunto la pobre con la misma esperanza de todos los días

“No por ahora, no por ahora” –respondió por responder. Rápido me tomo del brazo y me ayudo a cruzar todo el pasillo hasta mi habitación-- “Esa pobre viejita no tiene a nadie, ya me está cansando que me pregunte lo mismo todos los días” --Dijo con aire indiferencia.

Me senté en la cama y él desnudó mi espalda, escuchó mis ruidos pulmonares mientras yo pensaba en ella, ¿está sola?, yo también lo estoy, cuando la vea se lo voy a decir.

“Respira profundo… tienes secuelas pero son pequeñas, por suerte te dio esto siendo joven” –aquellas palabras sonaban como una rara felicitación

“¿Cuándo me iré?” –le mire

“En unos días más, ya te has recuperado y ahora solo estarás en observación por si acaso… oye… ¿quieres conocer mi salita de estar?” –propuso de repente

“… no tengo nada que hacer… esta bien” –me encogí de hombros

“Entonces vamos” --sonrió aun mas

Yo andaba con esas batas que te dan en la cual, nada queda en la privacidad, así que me sujete la ropa con paranoia para que no se me viera nada de nada. La famosa salita de estar no era más que una pieza precaria de dos por dos, que tenía un sofá cama en el suelo y en una mesita había una radio a pilas, una ampolleta en el techo y las paredes estaban pintadas de blanco invierno, por lo que daban la sensación de día aun cuando perfectamente podía ser de noche.

“Esta bonito, parece cómodo estar aquí” Le mentí descaradamente porque en realidad era todo lo contrario. Para mayor seguridad me apoye de espaldas contra la pared y eso a él le pareció divertido. “Si… es cómodo… ¿quieres probar el sofá cama?” me propuso de pronto. “No, gracias” me negué de forma amable. “Vamos, te vas a ir en unos días más, llévate el recuerdo de saber cómo era la camita de tu doctor”.

No sé porque pero le hice caso, me senté y toque la frazada que cubría el sofá cama, era de algodón y deduje que estaba casi nueva porque me pareció suave al tacto. Él se sentó a mi lado y con una confianza absoluta, su mano fue a parar sobre mi muslo izquierdo, eso causo que le mirara desconcertado pero en tan solo un segundo, acerco sus labios a los míos. Los sentí perfectamente calientes y suaves, eran realmente malvados porque me seducían aunque yo, reuni fuerzas de no sé de donde y me aparte para tratar de fingir que nada me había provocado aquel contacto. Pero realmente, no tuve tiempo de rechazarle y menos de impedir que desatara los tirantes de mi bata con el fin de desnudarme por completo, cosa que logro con demasiada facilidad.

Abrí los ojos de par en par y como estaba haciendo el tonto, él aprovecho para empujarme sobre el sofá y posicionándose sobre mí. Como yo estaba en otro mundo, me había perdido en la trama y tratando de entender que ocurría, le di la oportunidad de hacer lo que quisiera conmigo.

“Te irás con lindos recuerdos de tu estadía” –me susurro en el oído al tiempo que sus manos me manoseaban como si tuviese derecho de hacerlo.

Aun estaba pensando en cómo actuar, la verdad yo no era de esos que se acuestan con cualquiera pero… seamos sinceros… el doctor es lindo, su cabello en punta y su rostro coqueto me hace dudar. Mientras me debatía entre que si y que no, él concentro sus caricias en mi entrepierna. Salí de mi estado catatónico con la intención de gritarle a todo pulmón que no se comportara como un pervertido conmigo, pero no lo alcance hacerlo porque este juego él ya lo tenía ganado, mas aun cuando se bajo la bragueta de su pantalón.

“Deja que te examine por fuera… y por dentro” --sonrió pero no paso mucho para que sus labios atraparan a los míos.

Notas finales:

gracias por leer!!

besos!!

 


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