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La petite pantoufle de verre. por Diario de un chico Bisexual

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Notas del capitulo:

Bueno, se supone que esto se iba a subir ayer, pero fue más largo de lo que me esperaba (quizás me emocioné demasiado).

como sea... mañana no habrá actualización de ningun tipo. Lo siento pero estoy emocionalmente cansado.

Sin más, empecemos...

 

La Torre del campanario en la torre más alta del reino marcaba las 10:04 p.m.

En una gran sala se encontraban una enorme cantidad de doncellas de todas las partes del reino esperando que el príncipe hiciera acto de presencia, los músicos tocaban una melodía para dar un ambiente tranquilo, mientras por decreto del rey, unos soldados bailaban con unas cuantas doncellas.

Después de todo, no podían tocar el "Réquiem di Luna di Fouco Allegro non Molto" ya que el príncipe no había tomado una decisión.

La tradición dictaba que dos personas que se enamoraran a primera vista debían bailar 3 canciones antes de bailar a la luz de la luna llena, si uno de ellos afirmaba no estar convencido o enamorado, el baile se anulaba y debía repetirse el ritual en la siguiente luna llena. Si las dudas eran mínimas podían bailar el Réquiem, el cual concluía con un beso, y ahí se debería tomar una decisión definitiva. Aunque el rechazo era una opción, mostrar una negativa después del beso era considerado de pésimos modales.

El príncipe fue arrastrado por las órdenes de su padre quien lo había ido a buscar personalmente.

-No deseo hacer esto padre, me parece tonto el enamorarse de alguien a primera vista.

-¡Son tradiciones ancestrales...!

-Supuestamente, designadas por los mismísimos dioses ¿no?

-Así es hijo, además yo ya estoy viejo por lo que debes tener una esposa esperando que yo muera pronto.-Dijo el Rey, abatido.

-Tan sólo tiene 45 años padre.

-Mi padre falleció a los 38 años hijo mío, mi hora ésta muy cerca y tú eres mi único hijo. No lo hagas por mí, ni por el reino, hazlo por los Dioses.

-Ésta bien padre, miraré a las doncellas, si no me enamoro de ninguna de ellas me quedaré sentado y lo intentaré el próximo año.

-De acuerdo, pero en verdad espero que consigas mujer hoy, ya que no creo que haya sido casualidad que hoy tu 18vo cumpleaños concuerde con una luna llena.

El príncipe entró vistiendo un hermoso traje azul oscuro con decoraciones de oro en los hombros, la costura de los botones y las mangas, así como una corbata estilo chorrera, un cinturón negro que ataba a su cintura una espada; además de guantes blancos. Todo su atuendo no hacía más que resaltar sus raros aunque hermosos ojos de color escarlata.

La música se detuvo y dos soldados cerraron las puertas del gran salón, en señal que la fiesta debía empezar después de tan extendido retraso. Todas las doncellas solteras lo miraban con expectación, y no en vano ya que era un joven doncel demasiado atractivo.

Algunas de ellas se acercaron al Príncipe con intención de pedirle que bailara con ellas, pero todas que lo intentaron fueron rechazadas, bajo el argumento de: "No hay amor a primera vista por mi parte, lo siento señoritas."

El rey y su hijo llegaron a la zona del trono donde se encontraba la reina un poco agobiada. Ambos se sentaron en sus respectivos tronos, los que se encontraban a ambos lados de la mujer.

-¿Qué pasa, no planea bailar con ninguna de ellas?-Preguntó la reina a su esposo, en voz baja ya que no tenía la intención de que su hijo la escuchara.

-Al parecer no.

-No quiero meter presiones ni nada por el estilo pero hazlo bailar por lo menos una pieza insignificante, de otra forma será una falta de respeto a las señoritas.

-Hicimos un trato mujer, si no se enamoraba de ninguna de ellas a primera vista tendría el derecho a esperar el próximo año.

En eso, una mujer acompañada de dos doncellas se acercó al príncipe quien reposaba su rostro en la mano derecha en señal de aburrimiento o desinterés.

-Disculpe nuestro atrevimiento su majestad, pero mis hijas les gustaría saber su opinión acerca de ellas.-Dijo la mujer con pena e incluso un poco nerviosa.

El Príncipe las miró, una de ellas era gorda y la otra demasiado delgada.

-¿Cuál es su nombre señoritas?-Interrogó el joven.

-Mi nombre es Griselda mi príncipe.

-El mío Anastasia, su majestad.

-Discúlpenme, pero no siento amor a primera vista por ninguna de ustedes. Lo siento.-Tras éste rechazo el príncipe desvió su mirada a la muchedumbre, donde algunas doncellas habían comenzado a bailar nuevamente con algunos guardias.- ¿por qué no van a pedirle a algún guardia que las saque a bailar? Así por lo menos no se aburrirán... como yo.

El trio de féminas se fue un poco molestas tras lo contundente que había sido el futuro gobernante.

La reina aún tras sentirse incómoda en un principio, decidió intervenir.

-¿Por qué no tomas una decisión ahora hijo?

-Te seré sincero madre, no creo que ésta tradición sea algo verosímil.

-Pero mira a ti padre y a mí, nosotros nos conocimos en su propia fiesta de "Luna Reale di Fouco" cuando él tenía 18 años igual que tú.

-Según lo que tengo entendido tu no eras de la realeza.-Exclamó el príncipe.

-De hecho, era la criada de un duque sin hijas, pero en efecto pero aun así no hemos tenido ningún problema matrimonial y hemos sido muy felices.-Pronunció la reina mientras sonreía y tomaba la mano de su esposo.

-Eso demuestra que probablemente mi "amor" ésta entre la "prole".-Respondió el joven doncel, sin ánimos de ofender a la clase trabajadora.

-Ésta bien entonces hijo, tu padre y yo iremos a bailar. Espero cambies de opinión.

 [...]

Cinderello viajaba a toda velocidad en su carrosa un poco nervioso por entrar en el castillo nuevamente. Recordó el día que acompañó a su padre a hablar con el rey. Sintió nostalgia de esa vez que se perdió en los jardines reales en forma de laberintos y cómo alimentó a los patos que en un pequeño lago yacían. Pero lo que más extrañaba eran los enormes y aparentemente interminables pasillos decorados de toda clase de pinturas preciosas, esculturas y bustos muy bien detallas, y de armaduras que en ocasiones lo confundían y le hacían pensar que se trataban de personas reales.

Esbozó una sonrisa al recordar esos momentos.

> ¿Se encuentra bien mi señor?

-Sí, estoy bien Rata... lo que pasa es que me siento muy... ¿emocionado? sí esa es la palabra que busco.

>Entiendo señor.

En la lejanía lo vieron, la torre del campanario, el cual marcaba las 10:26 p.m.

>Espero que nos dejen entrar, llegamos más de 2 horas tarde.

-Yo espero lo mismo, sino vestirme de ésta forma habrá sido en vano.

Tan solo unos minutos más llegaron a la entrada principal del castillo, que estaba custodiada por dos guardias que vestían armaduras de hierro, a diferencia de los que estaban dentro del castillo que vestían trajes en negro y dorado parecido al del Príncipe.

-¡Alto! Identifíquense.

>Venimos al Gran baile.

Uno de los guardias de acercó al carruaje y miró a Cinderello.

-Mi buen mozo, esto no es una fiesta de disfraces.

>Lo sabemos pero mi "Lady" prefiere guardar su rostro para el príncipe.

-Lo sentimos mucho, pero las puertas del vestíbulo ya han sido cerradas. Así que creo que no podemos permitir que pasen.

>Por favor, venimos de demasiado lejos y nos retrasamos. Sólo queremos que nos permitan estar hasta media noche.

Los guardias se miraron y aceptaron pero bajo la condición era hablar con el consejero real y esperar que éste aceptara la intromisión de la nueva "doncella".

-Por aquí señorita.

La rata tomó del brazo a Cinderrelo y comenzaron a caminar.

-¿Éstas loco Rata? Si el príncipe quisiera bailar conmigo ¿qué le debo decir?

-Discúlpate y respóndele que no te enamoraste de él, te verás mal, pero ésta era la única forma de pasar.

Siguieron al caballero, mientras veían el castillo; tanto la Rata como el joven doncel se quedaron estupefactos y sintieron a la emoción recorrer sus cuerpos. No importaba lo que sucediera después, por que Cinderello ya había logrado su objetivo, por lo menos parcialmente.

Subieron interminables escaleras y por fin llegaron al vestíbulo donde se estaba llevando acabo el Gran Baile.

-¿Qué Sucede? -Peguntó uno de los soldados que custodiaba la puerta a su camarada con armadura.

-Ésta doncella acaba de llegar a la fiesta y nos gustaría saber si el Príncipe ya ha tomado una decisión para permitir o no la entrada a ésta jovencita.

El guardia miro a Cinderello percatándose de lo "preciosa" que era: el vestido que llevaba hacía ver a su cuerpo muy delicado, su cabello se veía limpio, brillante y sedoso además que la pequeña corona de rosas que portaba le quedaba muy bien. Sus manos se veían finas y delicadas gracias a los guantes blancos que estaba usando, siendo el único problema esa máscara de porcelana que sólo permitía ver sus labios.

-Sólo interrumpiré la fiesta por que la joven es, aparentemente, hermosa.-Respondió el guardián.

-Los dejo, si no los aceptan los llevarán de nuevo a la entrada.-Y así el hombre vestido de hierro se fue.

-Creo que mejor nos deberíamos ir...

> ¿Está bromeando mi Señor? Si lo aceptan o no, pierde nada así que no se preocupe por nada.

-Excepto por la parte de que soy un hombre en un vestido invadiendo una fiesta donde fueron invitadas exclusivamente mujeres.

>Sin mencionar que recibió dicho vestido por obra de la magia.

-Eso no importa. Escúchame mejor vayámonos ya logré mi verdadero objetivo por lo que no importa quedarnos o no.-En eso, salieron tanto el guardia como el consejero real, un hombre de unos 36 años vestido igualmente, como el resto de hombres en la fiesta y el salón.

Saludo a Cinderello y a su mozo, viendo de la misma forma al Doncel como lo había visto el soldado.

-Así que ¿Cuál es su excusa para llegar más de dos horas tarde?-Preguntó el consejero.

-Venimos de muy lejos, de la parte más lejana del reino para ser más exacto.

-Normalmente no debería tolerar esto, pero el príncipe no ha escogido a ninguna doncella para ser su esposa y tanto el rey como la reina están desesperados.

> ¿Enserio? Muchas gracias. Entraremos en un momento, avise al príncipe por favor.

El emisario del rey asintió y entró para dar el anuncio.

-Creo que estás demasiado loco si crees que entraré ahí...

>En verdad escúchame mi señor, usted puede divertirse el día de hoy, comer algo digno e incuso robarse las miradas más que sus horribles hermanastras. Es su oportunidad de divertirse.

-Quizás, pero no bailando con un hombre.

>Ya le sugerí que hacer en ese caso. Usted tranquilo, todo saldrá bien.

-No sabía que la Ninfa te había dado la posibilidad de ver el futuro.

>Sólo debe estar tranquilo, nadie sabrá quién es usted mi señor.

[...]

Mientras tanto, el consejero se dirigió a donde se encontraban sus señores.

El príncipe seguía en su posición de aburrimiento mientras que los reyes habían decidido sentarse y descansar un poco.

-Mi señor...-Dijo el Consejero al príncipe.-Acaba de llegar una nueva doncella, pero ésta... bueno viene vestida con una máscara aunque a primera vista es hermosa.

El Rey decidió intervenir...

-Deberá disculparnos con ella, pero la fiesta inició hace poco por lo sería una falta de respeto para las demás damiselas.

-Lo siento padre, pero no estoy de acuerdo; quiero decir, no perdemos nada con recibirla ya que no es como si ya hubiera decidido una esposa.

-Pero...-Fue interrumpido por su esposa.

-Querido, déjala pasar. Después de todo, nuestro hijo tiene razón.

El Rey suspiró en forma de derrota...

-Ésta bien, díganle que pase.

[...]

-¡No! Vámonos de una vez... hazme caso Rata.

>Mi señor no puedo permitirle, después de todo tardamos demasiado en llegar...

-Mi "Lady", el Rey aceptó que pasaran así que adelante.

La Rata tomó el brazo de Cinderello para acompañarlo adentro.

-En una futura ocasión, te dejaré morir si Anastasia o Griselda te quieran asesinar.

>Lo recordaré ahora vamos Señor.

Las puertas del salón se abrieron de par en par, dejando ver completamente a la nueva "doncella" llamando la atención de todos los presentes. Increíblemente el Príncipe se levantó de su trono, asombrado y maravillado por la bella "dama" que tenía delante.

Por otro lado, Cinderello igualmente se sintió maravillo por esos ojos rojos escarlata. Mientras todos preguntaban cosas como: ¿De dónde viene ésta doncella? o ¿Por qué está vestida con una máscara?

Sin embargo el Príncipe cruzó a paso acelerado para recibir a Cinderello.

-Sea bienvenida al baile mi "Lady".-Dijo mientras intentaba quitarle la máscara, lo que provocó que desviara su cara.- ¿Por qué esconde su rostro, señorita?

>Lo siento Majestad, pero mi señora no quiere que se enamore de ella por su rostro, sino por su personalidad.-Cinderello miró confundido a la Rata.

-Ya veo, ¿me permitiría bailar con ella buen mozo?

>Por supuesto, yo se lo permitiría, pero la pregunta no debe hacérmela a mí, sino a mi Señora.

-¿Qué me dice mi "Lady"?

Tenía miedo de responder, por un lado su pensamiento había cambiado rotundamente y en verdad deseaba bailar con el príncipe, pero en contra parte no podía responderle ya que sabría que es un chico.

-¿Y bien...?-Cuestionó una vez más el joven Príncipe.

-S...sí.-Cinderello se sorprendió al ver que su voz era más delicada y aguda.-Sí, acepto bailar con usted, pero no estoy "segura" de estar completamente enamorada de usted.

-No te preocupes, sólo quiero bailar una pieza sin importancia, para conversar con usted un poco.

.Entonces... ésta bien.-Tomó la mano del Príncipe, mientras éste daba la señal a los músicos para que tocaran una canción lenta.

Ambos comenzaron a bailar, mientras la audiencia comentaba cosas buenas, o criticaban al Príncipes por haber preferido a una doncella enigmática.

-Háblame de ti. ¿Por qué estás usando una máscara?

-Mi "mozo" ya le explicó eso, aunque de una forma un poco más romántica.

-¿Qué pensó de mí cuando me vio?

-No sé qué pensar. No lo considero una persona fea.

-¿Cree entonces que soy atractivo?-Cinderello evadió la pregunta.- Ya veo... ¿le estoy avergonzando?

-Prefiero hablar de otra cosa Mi príncipe.

-Cuénteme el porqué de su enigmática presencia.

-Prefiero recebarme eso. Creo que si pudiera mirar mi rostro no  se enamoraría de mí.

-¿Por qué?

-Se llevaría una enorme decepción.

-No lo creo. ¿Sabe algo? Yo no creía en esta tradición. Creía que una persona no podía enamorarse de alguien a simple vista, pero ahora entiendo que es probable.

-¿Se enamoró de mí?-Cuestionó el rubio.

-Tampoco estoy seguro de eso, creo que no puedo enamorarme de usted sin saber qué piensa usted.

-No, no estoy segur...a.-La música se acabó, y tras eso hubo aplausos por parte de los presentes.

-¿Bailaría una pieza más conmigo?

-No estoy segura, dígame ¿bailaría conmigo?

-Es lo que más deseo. ¿Me concede entonces otro baile?

Nuevamente reanudaron el baile con una melodía un poco más alegre, aunque podría ser considerada igualmente una melodía romántica.

-Cuénteme de usted, ¿de dónde viene?

-Vengo del norte del reino, pero no puedo darle la ubicación exacta.

-¿Por qué no?-Preguntó un poco desmotivado.

-Tengo algunas razones.

-Por favor, platíqueme de su vida. Todo usted es un enigma para mí. Incluso a tal punto que ni siquiera sé de qué color son sus ojos. Esas aguamarinas no me permiten ver sus ojos.-Nuevamente intentó quitarle la máscara, pero falló, otra vez.

-No deseo que vea mi rostro, en verdad espero que me entienda mi Príncipe.

-Llámame Nicholas, ¿puedo saber su nombre?

-¡No!, quiero decir, no puede.

-Entonces ¿Cómo debo referirme a usted?

-No lo sé, llámeme "Lady" o alguna de esas cosas. Pero no debe saber mi verdadero nombre.

-¿Usted sólo quiere verme sufrir mi "Lady"?

-No es por eso, es simplemente que son por asuntos personales.

-Entiendo; la canción está a punto de terminar ¿Bailaría el "Requiem di Luna di Fouco" conmigo?

-No lo sé...

-Aún si no está enamorada de mí, puede rechazarme e irse; no habrá resentimientos por eso.

-Pero me verán mal. Y en verdad, usted es alguien que parece bueno, y no quisiera "jugar" con sus sentimientos mi Príncipe.

-Ya le dije que me llame Nicholas, por favor.

La canción terminó y el príncipe Nicholas repitió la pregunta; Cinderello sintió la mirada de todos y se sintió presionado a aceptar bailar la canción más importante en la vida de todas las personas del reino.

-Sólo con una condición, que si no me ha enamorado por completo antes del beso quiero reservarme el derecho de no realizar esa parte del ritual.

-Por favor Señorita, si no me permite ver su rostro por lo menos déjeme besar sus labios.

Durante un momento dudó sobre su respuesta, sintiendo a sus mejillas arder, pero aceptó el trato.

-Sólo uno pequeño ¿Está bien?

-Es mejor que nada. Gracias.

Se dirigieron al balcón para recibir la luz de la luna, ya que así lo demandaba el ritual.

La música comenzó a sonar, era una melodía calmada y bastante lenta, pero era hermosa en pocas palabras. Ambos se miraron a los ojos, enamorando cada vez más a Cinderello y cautivando de mayor manera la duda del Príncipe.

-Entonces, ¿Tomaste una decisión? ¿Te casarías conmigo?

-No lo sé...-Respondió Cinderello con un tono dulce.

-¿Le gustaría estar completamente segura de eso mi Lady?

-¿De qué forma?

-El beso está cerca, si eso no la enamora de mí, nada lo hará.-

-¿Usted está seguro de lo que siente de mí?

-Completamente.- Nicholas tomó de la barbilla al rubio con delicadeza acercándolo poco a poco a sus labios que lo reclamaban con deseo y necesidad.

El beso duró más de lo que debería, la calidez de ambos labios hizo que sus corazones latieran más rápido que nunca. Era definitivo, o haberlo conocido había sido la más hermosa de las casualidades o directamente fue obra de los dioses.

-¿Y ahora qué cree?-Cuestionó Nicholas.

-Necesito... beber algo. Siento que... necesito un respiro.

-Pero después de esto ¿me dará su respuesta?-Respondió mientras que le hacía una señal al consejero para que les llevaran unas copas de vino.

Cinderello plantó otro beso en esta ocasión, en la mejilla.

-Me encantaría casarme con usted, pero no somos compatibles. Lo siento.

-¿Por qué no?

-No se lo puedo decir. Lo siento.

-Deberé insistir.-Le dijo mientras le entregaba su copa de vino.

-Mi señor, tengo 16 años. No debo beber vino hasta mínimo los 18 años.

-Es una ocasión especial, hágalo por mí. Por favor.

-Ésta bien, sólo un trago.

-Pero primero, quisiera hacer un brindis. Por Usted y por haberme equivocado con el ritual de la "Luna di Fouco"

-Yo quisiera brindar también por haber logrado mi más grande sueño, y haberle conocido.

-¿Conocerme no era su más grande sueño?

-No, mi sueño era volver a ver el castillo por dentro, como cuando era "niña", pero estoy feliz de haberle conocido, fue como un regalo extra.

-Ya veo. Que sea un brindis doble.

-¡Aghh! Sabe horrible.-Exclamó con un gesto de disgusto absoluto.

-Es sólo cuestión de que se acostumbre.

En ese momento, una campanada sonó provocando la atención de Cinderello.

-Disculpa mi príncipe, ¿qué hora es?

-El reloj del campanario está tocando las 30 campanadas antes de las 12.

La copa de vino cayó desde la mano de Cinderello...

-Lo siento, debo irme.- En eso se fue corriendo mientras Nicholas le rogaba para que no se fuera.

Cinderello comenzó a recordar lo que la Ninfa Rose mencionó: ~Recuerda: tienes una hora después de media noche para regresar aquí, siempre y cuando ya se encuentre en la carrosa. ¿De acuerdo?~

>Corra mi señor, debemos irnos ahora.

Mientras bajaban las escaleras, una de las zapatillas se salió de su pie, pero no había tiempo para recuperarla.

-Vámonos Rata... no hay tiempo para eso.

Ambos se subieron a la carrosa y reanudaron su viaje a la mayor velocidad que los caballos le permitían.

El príncipe no pudo alcanzar a su enigmático amor, pero logró recuperar su zapatilla, ideando una forma de reencontrarla.

[...]

Faltando apenas unos minutos para la 1 a.m. las cosas volvieron a la normalidad, justo a unos metros de regresar a su hogar. Los ratones que hace unas horas fueron caballos corrieron sin ninguna dirección específica, pero la rata gris que fue su jinete se quedó a su lado mientras la calabaza se comenzaba a podrir.

-Gracias por acompañarme hasta el final. Ven, vamos a casa.-Tomó a la rata en su mano y comenzó a caminar; el dolor de su rostro y espalda no se hicieron esperar, sin embargo algo le incomodaba en el pie: era la otra zapatilla que por alguna razón permaneció hasta el final.-Mira rata, la zapatilla, será un recuerdo de ésta noche.

[...]

Habían pasado 2 días y Cinderello se encontraba fregando el piso mientras vestía una camisa blanca un poco sucia y pantalones grises y llevaba sus pies descalzos.

Escuchó el sonido de una carrosa acercándose por lo que decidió abrir la puerta antes de que por lo menos bajaran de la carrosa real.

-Buenos días.-Saludo al embajador del rey, el mismo que había ido a entregarles la notificación hace 4 días.

-Buen día buen mozo, veo que su rostro está mejor.

-Sí un poco, gracias. ¿A qué vienen?- En eso vio al príncipe bajando por el lado opuesto de la carrosa. Iba vestido de una forma parecida a como estaba en la fiesta, sólo que ahora sus vestidos eran blancos con decoraciones en negro y no llevaba corbata de chorrera, sino un cuello alto de botones.

-Venimos a buscar a mi nueva esposa...-Por un momento se quedó callado, ya que el cabello rubio lo desconcertó un poco.-Siento que no va a comprender a que me refiero. Según lo que tengo entendido aquí viven 2 doncellas ¿No es así?

-¿EH? Claro, les avisaré...-Sin embargo, como si hubieran estado escuchando aparecieron casi al instante.

-¡Por fin! Llagó nuestro turno. A un lado Cinderello, permite que mis hijas se midan la zapatilla.

-¿Qué sucede?-Preguntó Cinderello mientras se dirigía al embajador.

-Yo le explicaré mi buen mozo: hubo una señorita que cautivo el corazón de nuestro príncipe. Sin razón aparente razón se fue corriendo dejando olvidada ésta zapatilla. El rey declaró que todas las doncellas del Norte del reino sin excepción debían probarse la zapatilla y quien lograra calzarla se casaría con el príncipe.-Le explicó el embajador real.

-Oh ya veo.-

-Cállate Cinderello, podemos comenzar cuando deseen mis señores.

-No creo que ninguna de ellas sean mi doncella de zapatillas de cristal, pero son ordenes de mi padre.

Griselda fue la primera en probarse la zapatilla, pero por alguna razón, se veía más pequeña de lo normal, como si algo o alguien no quisieran que entrara en el pie de la doncella.

-¡No es posible!

-¡Ha! Te dije que no te quedaría, estás demasiado gorda para eso. Ahora lo haré yo.

Sin embargo el resultado fue el mismo, aunque al mismo tiempo opuesto ya que la medida de Anastasia parecía ser mayor que el de la zapatilla; y efectivamente Cinderello se percató de esto. Ahora parecía que la zapatilla era enorme.

-Es una lástima, aunque yo ya sabía que no iba a ser así, les dije que ninguna de ellas era mi amada. Ella era rubia, de cabello corto, tenía manos finas y sus labios eran cálidos, rosados; y su cuerpo era...-Se detuvo un momento mientras veía a Cinderello quien fingía no enterarse de que estaba hablando.- ¿Es usted un chico o una chica?

-Soy un chico obviamente mi señor.

-Aunque su voz y cuerpo lo sean, estoy seguro que usted fue la bella doncella con la que compartí el baile de "Luna di Fouco" ¿No es cierto?

-¡No sé de qué me habla mi señor! Soy un chico... sólo estaban invitadas a la fiesta doncellas ¿no es así?

Evadiendo le pregunta, el príncipe Nicholas preguntó otra cosa.

-¿Usaba una máscara para cubrir esa fea marca en su rostro, o para que no me enterase que en verdad era un varón?

-¡Pero Príncipe!, él es un varón además que en ésta casa no teníamos acceso a una máscara de porcelana decorada con aguamarinas, ni a ese precioso vestido.

-¿Le importaría probarse la zapatilla?-Cuestionó el príncipe ignorando cualquier objeción de la pérfida madrastra.

-Si me rehusó a hacerlo, ¿sucederá algo malo?

-No puede rehusarse, es una orden del príncipe.-Exclamó el susodicho.

Tragando un poco de saliva, Cinderello se colocó la zapatilla, la cual calzaba perfecta a su pie.

-¡Esto es imposible!-Exclamaron todos los presentes con estupefacción.

Sacando de uno de los bolsillos del pantalón de Cinderello, el príncipe demostró que eso no se trataba de una casualidad.

-¿Cómo es posible?-Preguntó la madrastra del doncel-¿De dónde sacaste esas zapatillas?

En eso La Ninfa Rose apareció y moviendo su barita volvió a vestir a Cinderello como en la ocasión del baile, sólo que ahora sin la máscara.

~Nadie en el mundo puede usar esas zapatillas excepto Cinderello, ya que representan su castidad y su buen corazón; esas zapatillas representan todo aquello que hace ser a Cinderello la persona que es~

El príncipe miró a Cinderello...

-Debe estar decepcionado... usted debe recordar a una hermosa dama, no a un chico mugroso manchado de cenizas y harapos sucios.

El príncipe se acercó y beso a Cinderello con una pasión prácticamente inenarrable.

-¿Qué más da recordar quien eras o quien yo me enamoré? Si al final nunca pude hacer que respondieras la pregunta de cuál era tu nombre o de qué color eran tus ojos. Al besarte, supe que de finitamente eras aquella chica. No me importa que seas hombre, la tradición dicta que, siempre y cuando tú estés de acuerdo, debemos casarnos. ¿Qué es lo que dices? ¿Aceptas ser mi pareja por el resto de mis días, ser mi rey y yo el tuyo?-Interrogó mientras sacaba un anillo con una enorme aguamarina en el centro de éste.

-Yo... 

-Por favor, ahora quédate a mi lado. Sólo hasta que uno de nosotros muera. No es necesario que bebas vino pero quédate conmigo, tú eres mi elegida.

-Yo... ya di mi respuesta en la fiesta. Sí deseo casarme con usted.

Ambos se unieron nuevamente en un beso mientras Rose creaba una corona de Rosas para ambos donceles aun ante la estupefacción de los presentes. Nunca se había visto esto, pero si los dioses lo permitían ¿Quiénes eran ellos para reprocharlo?

Meses después, ambos vestían un traje blanco estilo militar con decoraciones de oro y platino, mientras la Rata ahora llamado Rufus esperaba en una enorme carrosa de bodas para llevarlos al castillo.

A las afueras de la Catedral y a punto de irse a su nuevo hogar, la pareja recién casada fue detenida por Anastasia que se acercó un poco temerosa.

-Cinderello...

-Hola Anastasia, hace meses que no nos vemos... ¿cómo estás?

-La ninfa Rose convirtió a mi madre y a Griselda en piedra pero a mí no ¿Por qué?-Interrogó evadiendo la pregunta del doncel.

-Ella me dijo que las convertiría en estatuas sólo hasta que se arrepintieran de corazón, pero en ti no identificó verdadera maldad. Creo que te dejó ir por aquella disculpa que me diste por el golpe de la escoba.-Respondió mientras sonreía.

-En verdad siento todo lo malo que te hice. Perdóname Cinderello.

Éste la abrazó con lágrimas en los ojos.

-Ya las he perdonado, tanto a ti como a mi madre y hermana, después de todo; ustedes son mi única familia ahora.-Anastasia abrazó con más fuerza a Cinderello, mientras igualmente lloraba en silencio.

-Te dejaré hermano, he decidido irme del país a buscar a mi propio amor. Espero volver a encontrarnos en un futuro.

-Eso espero.-Sonrió el joven Cinderello.

-Vamos mi Rey, es hora de irnos.-Exclamó Nicholas.

-Tienes razón. Te deseo lo mejor Anastasia.

Así, se marcharon en su carrosa mientras el reino los veía un poco extrañados ya que nunca habían sido gobernados por dos reyes, pero felices por la joven pareja.

En ciertas ocasiones, las historias no son lo que nos contaban, pero algo si es cierto: Cinderello y el Príncipe vivieron felices por siempre.

Notas finales:

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