Realmente no sé qué siento ahora, no puedo descifrar si es dolor o tristeza. El cuerpo me revela que es dolor, pero la mente me grita que estoy siendo consumido por los tonos azules de tu suéter.
Los ojos me pesan mientras pienso en las noches que caminábamos por las calles a las tres de la madrugada, mientras volvíamos de la costa hacía mi casa. Gritábamos algunas canciones, hasta que me besabas.
Nuestra ropa apestaba a alcohol y en nuestras mochilas poemas y discos que nos intercambiábamos, restos de tabaco y botellas vacías. Solía tocarte la cara, evitando que cayeras al suelo, reías tan hermosa y puramente.
Recuerdo la luna en nuestras cabezas, iluminando todo, dándonos ideas para escribir poemas. Recuerdo todas las lunas que pasábamos juntos y cada canción que se reproducía cuando tocabas mi cabello para que pudiera dormir un poco antes del examen de filosofía.
La madrugada era mi momento del día favorito, en el que me sentía a tope, pero ahora mi corazón esta marchitado, ni siquiera puedo sobrevivir de la botella que escondiste bajo mi cama.
No tengo ganas de estropear mi cuerpo si no es contigo. No quiero cantar canciones, ni leer una sola palabra que no sea tuya, escrita por tu rebelde y destacada caligrafía.
No me basta con los poemas que dejaste escondidos entre mis pantalones. No me basta con la caja de cigarros de menta que me regalaste y ahora descansa en mi cajón. Quiero que estés entre mis sábanas nuevamente.
Pero no vas a volver, la cara de tu madre me lo contó todo. Ella tiene los mismos enormes ojos que tenías tú. Pero nunca van a desprender ese brillo tan especial que tenían los tuyos.
Quiero llorar y gritar mientras reviso nuestras cosas, quiero quemar la caja en la almacenábamos nuestros recuerdos porque me duele tener un pedacito de tu existencia cuando ya no existes.
Tengo miedo, estás consiente de eso, ¿verdad? Miedo de olvidar el tamaño de tus dientes y lo suave que era tu espalda. Miedo de olvidar cuantos eran los lunares de tu cara. Estoy muy asustado, soy demasiado pequeño para este mundo.
Siempre fui indefenso, hasta que te conocí y me hiciste sentir un titán mientras bailábamos al ritmo de una guitarra psicodélica. Creí que podía sentirme invencible toda la vida, creí que la sonrisa que tengo en la polaroid que pegaste sobre mi cama, iba a ser eterna.
Pero la vida me cobró todas las cosas que hice sin pensar.
Me hundo en tus suéteres azules, me hundo en lo azul del mar, en lo azul de mis mechones, ya desteñidos, me hundo en mi almohada azul, con aroma a tu cabello, me hundo en la tinta azul que escribe esta carta.
Te quiero de vuelta, te quiero besando mi cuello. Te quiero hablándome de cosas de las que nadie habla y compartiendo conmigo canciones que ya nadie escucha. Te quiero a mi lado siendo como nadie podría llegar a ser ni en un millón de años.
No quiero seguir roto. Odio el azul de tus labios cuando antes eran tan rojos. Déjame sentir tus dedos en mi cabello una vez más, no quiero llorar en el pecho de tu madre. No cierres tus ojos si no vas a volver a abrirlos, sé que debería haberlo dicho antes.