Prólogo
El pueblo de Martel había caído en la ruina, sus habitantes tratando de calamar sus penurias aunque fuera un momento habían creado marionetas, muñecas que pudieran cantar y bailar, cientos de años más tarde pese a que el pueblo había quedado en ruinas y no había nadie que la escuchara aún quedaba una muñeca que continuó moviéndose. Un día, un niño solitario llegó hasta Martel, en el pueblo en ruinas al que había llegado… no quedaba ningún ser viviente, por lo que moriría si se quedaba allí ‘’niño ¿te gustaría escuchar una canción?’’ escuchó el chico mientras observaba a una destrozada muñeca hablar ‘’niño ¿te gustaría escuchar una canción?’’ preguntó nuevamente, esperó por una respuesta y cuando se dispuso a acabar con la vida del menor él habló ‘‘¿Cantaría usted para mí?’’ dijo en tono bajo ‘‘hasta ahora nadie ha hecho algo así por mí, ¡me llamo Guzol¡… ¡por favor, cante para mí, señorita fantasma!’’ la muñeca alzó la vista al cielo y comenzó a entonar un triste melodía. Desde aquel día ambos habían permanecido juntos, Lala fue el nombre que el niño le dio a su muñeca, los años pasaron, aquella muñeca seguía igual, incluso más bella que cuando había encontrado al solitario niño, mientras Guzol se encontraba al borde de la muerte por su avanzada edad, Tras conocer a Guzol, Lala había cambiado por completo su personalidad, mostrándose una persona amable y cariñosa, demostrando así su amor por Guzol.
Komui les había encargado obtener la inocencia que se encontraba en la ciudad de Martel, enviando en su búsqueda a Kanda y Allen, durante la misión, ya sabiendo quien era el fantasma de Martel los exorcistas habían sido atacados por un akuma de nivel 2 el cual había herido gravemente a Guzol, el albino se había quedado junto a la muñeca y el hombre mal herido mientras su compañero luchaba contra el akuma, en ese momento Lala le había relatado su historia, expresando el amor que ambos se tenían, luego de eso Lala había pedido a Allen que la dejara vivir hasta el fin de la vida de Guzol, el albino había accedido a esta petición a pesar de que el pelinegro se había negado rotundamente, conmovido por su historia de amor logró que el azabache aceptara esperar hasta la muerte del hombre. Guzol agonizando había pedido a su muñeca que cantara una última canción, para luego ser él quien la desactivara, pero lamentablemente falleció antes de desactivarla, haciendo que esta no dejara de cantar, el albino se negó a desactivarla puesto que no quería interferir en los deseos de su dueño.
Ambos exorcistas permanecieron esperando a que la muñeca dejara de cantar para obtener su inocencia, pasaron días esperando a que aquello pasara, días en los cuales el peli blanco no dejaba de pensar en el amor que sentía aquella muñeca por su dueño, durante su vida había conocido demasiadas mujeres a causa de su tutor, también había conocido el tipo de relación que él tenía con cada una y estaba seguro de nunca haber visto algo igual, una tarde dejaron de escuchar la triste canción, el albino corrió en busca de la muñeca encontrándola junto a su dueño, la chica volteo a verlo susurrando ''Gracias'' antes de caer sin vida.
Al terminar la misión emprendió su vuelta a la orden a bordo de un barco, 3 días tardarían en estar en casa.
El albino caminó hasta la habitación del azabache golpeando la puerta suavemente.
¿Quién es?- se escuchó desde el otro lado
Soy yo- respondió el menor, escucho unos pasos acercarse
¿Qué quieres Moyashi?- preguntó el azabache tras dejar pasar a su compañero, tomó asiento en su cama mientras miraba al albino de pie- habla rápido, quiero dormir-
Kanda… ¿qué se siente amar?- preguntó mirando al piso
Si es una broma mejor vete-
¡No estoy bromeando! Quiero…quiero que me enseñes a amar-
Estas hablando idioteces, mejor ve a dormir-
¡Hablo enserio Bakanda!- respondió totalmente seguro
Debiste golpearte la cabeza durante la misión, ahora vuelve a tu habitación- dijo empujándolo tras la puerta.
Llegó a su habitación sintiéndose un completo idiota, ¿Qué esperaba? Era Kanda a quien le había pedido ayuda, estaba claro que el oriental apenas y soportaba su presencia, mucho menos lo invitaría a charlar sobre el amor, estaba seguro de que el pelinegro jamás había experimentado algo como eso, pero aun así decidió preguntar, después de todo no perdía nada con hacerlo, suspiró cansado mientras se lanzaba a su cama, tal vez al llegar a la orden podría hablar con Leenalie, estaba seguro de que ella si estaría dispuesta a responder todas sus dudas.