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Hadas negras por 1827kratSN

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El plan en sí era muy sencillo, sólo debían viajar con su padre hasta Japón y de ahí solo se escaparían un rato. Lo malo era que ambos andaban a medio semestre y preparatoria, así que eso era una carta en su contra. Por eso Naruto y Deidara se tardaron cerca de dos semanas en acosar a Minato hasta que este simplemente se cansó, les puso un par de condiciones para que arreglaran las cosas en sus respectivas instituciones de estudio, y compró los pasajes.

Fue genial.

Aunque se sentían un poco mal porque no le dijeron a su progenitor la verdad escondida detrás de su muy grande deseo de volver a sus tierras natales, se armaron de coraje y lo hicieron, porque era algo necesario para ambos. Si bien Deidara disimulaba bien que quería saber de Fugaku, Naruto era otro asunto, él de verdad ansiaba reencontrarse con el padre que no veía desde hace años y del que no sabía más que las cosas que se contaban por mensajes de texto y llamadas muy, pero muy restringidas en tiempo.

 

—Tengo que resolver algunos asuntos, así que no puedo estar con ustedes durante el día —Minato revisaba su celular en el taxi—, así que por favor —giró a sus hijos que se hallaban distraídos mirando por la ventana para mantener contacto visual—. Por favor, no se metan en problemas.

—No lo haremos —dijeron a coro.

—Solo iré a ver si Kiba y Hinata me recuerdan —Naruto sonrió.

—Yo… —Deidara sonrió de lado—. Yo solo quiero ir por ahí, compraré algunas cosas, algo de ropa, haré turismo.

—No quiero que se separen —los miró con seriedad—, ni un solo minuto

—Está bien —el rubio de larga cabellera sonrió—, coordinaré todo con este mocoso.

 

Ambos se despidieron de Minato con una sonrisa, prometiéndole que no armarían alboroto en el hotel, agitando sus manos y admirando al taxi alejarse poco a poco. Estaban cansados así que subieron a su habitación, dejaron las maletas de lado, se dieron una ducha y durmieron unas horas. Porque todavía debían planificar bien su pequeña travesura, además de coordinar su visita con el horario de Fugaku en la oficina.

Pero al día siguiente sería su gran momento.

Se levantaron temprano, fingiendo estar algo abrumados por el viaje, averiguando si su padre estaría ocupado ese día también. Tras verificar eso, planearon un itinerario simple. Ir a desayunar a algún restaurante bonito, caminar por las calles, llamar a Fugaku para medianamente sacarle información sobre su horario, y después tomar un taxi para encaminarse al objetivo de su misión. Aunque los problemas empezaron desde ahí… porque…

 

—Debiste ponerte pantalones —Naruto miraba a su hermano mayor.

—Si me da la gana me pondré una puta falda —cruzó sus piernas.

—Qué vulgar —rio entre dientes mientras intentaba acomodar su cabello rubio, porque a su padre no iba a visitarlo de otra forma.

—Uy sí, me lo dice quien usa botas llenas de cadenitas —elevó el pie de su hermano

—Pero no traje la chaqueta de cuero y eso ya es mucho —rio antes de patear suavemente a su hermano.

—Entonces te aguantas mis bermudas porque son cómodas y combinan con mi sudadera.

—No nos van a dejar entrar —canturreó.

—Eso, mi pequeño hermano tonto —le apretó las mejillas—, lo vuelve más interesante.

—Si no funciona —empujó a Deidara—, mañana tendremos que intentar con ropa formal-ttebayo.

—Funcionará —se acomodó el cabello y se estiró—, ya verás.

 

Naruto sabía que eso iba a ser un caos, como siempre era cuando a Deidara le valía un pepino su imagen y se metían en problemas. Es que a veces Deidara era una diva de divas, quien se amoldaba acorde a la situación y luchaba por obtener las cosas cómo las quería y cuándo las quería. Y Naruto… lo asemejaba hasta cierto punto, pero él era menos antipático y conseguía las cosas de buena forma, por eso compró una pizza y se consiguió un par de gorras para disimular, aunque Deidara no quiso usar una.

El rubio menor mordió una porción de su comida, se quedó sentado en las escaleras de la entrada a ese edificio para observar cómo su hermano pediría información, y casi se ahoga cuando vio a un guardia de seguridad sacarlo a la fuerza mientras Deidara lo insultaba. Sofocó las carcajadas hasta que la discusión disminuyera en tono, después tomó la pizza y se acercó a la recepcionista. Obviamente le sonrió ampliamente y señaló su paquete que volvió a acomodar para que pareciera recién fabricado.

 

—Vengo a entregar esto —jugó un poco con la caja—. Me dijeron que vaya al séptimo piso, algo de un festejo de cumpleaños, que tiene que ser en secreto porque es para el jefe de la sección.

—Déjame verificar —la chica miró al rubio y negó.

—¡Claro! —sonrió antes de girarse y espiar cómo le iba a su hermano.

 

Si querían entrar, debía hacer algo, porque pocas eran las probabilidades de que alguien le confirmara la compra; así que fingió marcar el número de su contacto en el séptimo piso, pero en vez de eso llamó a su hermano. Fingió hablar de la pizza, que le ayudaran con la autorización, y su hermano se calmó terminando con la pelea y alejándose del guardia de seguridad.

Tenían que hallar la forma de convencer para que le dieran acceso y poder pasar los torniquetes de…

Se iba a arriesgar.

Mejor dicho, su hermano se iba a arriesgar.

Naruto se giró hacia la chica de la recepción, misma que le dijo que nadie pidió la pizza, y él fingió extrañarse porque se le acaba de confirmar. Suspiró e intentó convencerla de que llamara otra vez, la chica llamó al guardia de seguridad para que la ayudara —seguramente a echar al rubio—, y fue entonces que Deidara ingresó discretamente detrás de un hombre que llevaba gafete. El rubio siguió al pobre tipo y cuando éste sacó la tarjeta para identificarse en la entrada, Deidara se la quitó.

 

—¡Naru!

—Demonios —tuvo que correr y dejar caer la pizza sobre el guardia para poder llegar hasta Deidara, quien pasó la tarjeta por el sensor.

—Muévete, carajo —el rubio mayor pasó el torniquete alejándose del hombre al que le quitó la tarjeta, y abrió el torniquete adjunto para que su hermano pasara—. Ascensor, ¡ascensor!

—Botón, ¡botón! —el rubio menor presionó todos los botones para subir mientras el guardia daba la alerta y la chica recepcionista llamaba a los demás.

—¡Naruto! —Deidara se disculpó antes de empujar al hombre que quería quitarle la tarjeta—. Necesito el puto ascensor, ¡ya!

—¡Ya! —se agitó ingresando y su hermano le siguió—. Necesito tarjeta.

—Piso más alto, por favor.

 

Apenas lograron cerrar las puertas y aplastar un botón para el primer paso de su infiltración, pero sabían que estaban en problemas, muchos problemas. Y más les valía encontrar a Fugaku o irían presos por invasión o algo así. Lamentablemente parecía ser que la tarjeta que hurtaron solo les permitía el ascenso hasta el piso cinco y su padre estaba en el diez. Así que tuvieron que quitarle la tarjeta a otro sujeto y subir los dos últimos pisos por las escaleras de emergencia después de trabar la puerta del piso ocho para que los guardias no los siguieran.

Fue divertido.

Se estaban riendo a pesar de que ni respiraban bien.

No supieron cómo lograron subir, pero tenían que seguir, e ingresaron a ese piso sin saber qué puerta escoger o en qué cubículo preguntar. Pero por la puerta de madera fina al final del pasillo, dedujeron que ahí estaba su padre. No se quedaron a averiguar, solo corrieron ignorando la pregunta de una chica, pero se vieron bloqueados por la secretaria del presidente de la empresa. A ella no podían hacerle nada, porque a más de ser una chica, no querían que Fugaku se enojara.

 

—No tienen autorización de estar aquí —dijo posando sus manos en la cintura—. Deben agendar una cita y vestir adecuadamente.

—Señorita, le puedo explicar —Naruto lo intentó—. Verá, nosotros somos…

—¡Esto es un atentado! —ah sí, a veces Deidara era muy dramático—. Al suelo o… ¡Bom!

—¡Seguridad! —la chica se cubrió la cabeza y tomó el teléfono para esconderse bajo su escritorio.

—¡Nii-san! —se quejó el rubio menor, golpeándose la frente.

—Se la creyeron —rio entre dientes antes de caminar hacia la puerta de madera.

—Lo siento, ¡de veras! —Naruto miró el pánico de las personas que se reunieron a su alrededor—. No somos terroristas ni nada —elevó sus manos—. Ni siquiera tengo algo más que mi billetera.

—Naru —el rubio mayor le hizo una seña cuando agarró el pomo de la puerta—, te doy el honor.

 

Ambos ingresaron a paso calmado, ignorando los gritos de fuera, y el ajetreo en los teléfonos. Riéndose de la travesura, ambos ocultando su emoción, siendo Naruto quien le dio frente al hombre que estaba parado detrás de su escritorio, en postura erguida y sin intimidarse. Naruto se quedó quieto al diferenciar numerosas canas en aquel cabello azabache y tristeza en esa mirada ébano. Tenía ante sí a su padre, pero parecía irreal.

 

—Atentado, ¿eh? —Fugaku se cruzó de brazos—. ¿Qué es lo que en realidad quieren?

—Bueno, yo… —Naruto dudó.

—Son solo dos niños —el mayor de esos dos, el más alto, se quedó en la puerta, rascándose la cabeza, despeinando esos largos cabellos que le cubrían casi el rostro entero—. Ustedes, ¿qué pretenden al entrar de esa forma?

—Pues… —Naruto se quitó la gorra y sonrió—, solo… visitarte.

 

Fugaku soltó el aire, porque reconocería esas marquitas en las mejillas y esos ojos vivaces y azules en cualquier lado. Los rubios cabellos solo eran un extra, porque incluso estaban más largos de lo que recordaba, y esa figura era mucho más grande de la que vio la última vez. Entonces dejó su postura firme y soltó una suave risita. Porque delante de él estaba su hijo menor.

 

—Naruto —quiso dar un paso adelante.

—¡Oto-san! —arrojó el gorro lejos y corrió hacia el mayor—. ¡Volví!

 

Naruto era impulsivo, de esos chicos alegres que se arrojan a la vida sin miedo, por eso corrió hasta saltar sobre el escritorio pulcro de Fugaku y poco después se lanzó a los brazos del mismo. La emoción fue tal que ni pensó en la consecuencia de su emoción, porque volvía a ser un pequeño niño que visita a su padre en la oficina, quien derribó al mayor sobre su silla y que por descuido cayó al suelo llevándose a Fugaku con él poco después. Y no era el único emocionado, aunque sí el primero en expresarlo.

 

—¡Están atacando a…!

—¿Atacar? —Deidara se rio de todos esos tipos de corbata— ¡Atacar! —les amenazó con el índice.

—¡Deténganlo!

—¡Pues ahora si lo voy a atacar! —entonces se dio media vuelta y, tal como Naruto, corrió hacia ese escritorio.

—¡El presidente!

—¡Llamen a los de seguridad!

 

Fue un alboroto al que se le añadió otro participante, alguien que había estado en otra de las secciones del edificio empresarial haciendo su trabajo, pero que se enteró del altercado y subió tan pronto como pudo. Itachi no permitiría que le hicieran algo a su padre, así que estaba dispuesto a enfrentarse a puño limpio si era necesario, y salió del ascensor con esas intenciones, incluso sin su chaqueta y con sus mangas recogidas.

Pero lo que vio detuvo todas sus acciones, porque ese largo cabello rubio que vio apenas momentáneamente, era inconfundible. El estilo no había cambiado en nada, con una coleta en la parte superior, y un grueso mechón que cubría medio rostro.

 

—Es Itachi-sama… —jadearon algunas chicas—, por favor, ayude al presidente.

—Deidara —jadeó dando suaves pasos a la par que aquel rubio se perdió de su campo visual.

—¡Itachi-sama!

—Tranquila —sostuvo a la secretaria de su padre—. No… No es lo que parece.

—Pero ellos entraron sin permiso y…

—Es… —escuchó a Deidara reír y a Naruto silbar—. Son… mis hermanos menores.

—¿Hermanos?

—Son… Es él —se centró en el chico que se puso de pie—, es… mi pequeño Dei.

 

Deidara reía sin paro, sin quejarse por el golpe que se dio al caer junto a su hermano y padre al suelo, con el cabello algo revuelto, sintiendo un calambre en la pierna derecha, pero divertido en totalidad. Rodó los ojos al ver en el suelo a Naruto abrazado al azabache que sonreía y acariciaba la cabeza del menor, y después solo tiró de la chaqueta de Naruto para que dejara de aplastar a su padre.

 

—Lo vas a matar —rio divertido.

—Perdón —fue el propio Naruto quien ofreció su mano para ayudar a su padre—, me emocioné demasiado-dattebayo.

—Aún usas esa muletilla —Fugaku se quejó suavemente al ponerse de pie.

—A veces —murmuró Deidara mientras se sacudía el polvo—, pero ha dejado las malas mañas, hum.

—Veo que ambos han dejado eso —se burló al notar las muletillas permanentes en sus hijos.

—No me reconociste —se quejó Naruto—, ¿a qué estoy mal alto?

—Mucho —le acarició los cabellos—, ambos han crecido.

—Gracias —Deidara le sacó la lengua—, era obvio que iba a crecer, dah.

—Pero ¿qué hacen aquí?

—De visita —corearon antes de abrazar normalmente al que era mayor que ambos—. No le digas a papi.

—Él… Él está…

—Detalles, detalles —cortó Deidara, consciente de que se meterían en problemas—. Que esto se quede entre nosotros.

—¡Lo que importa! —Naruto agitó sus manos—. Es que llegamos.

—Y que llames a los de seguridad para que no nos disparen —Deidara se rascó la nuca—, digamos que no fue fácil armar esta sorpresa.

—No puedo creerlo.

—Pues créelo —Sonrió Naruto, rascándose el puente de la nariz—, porque tu hijo mayor está algo loco.

—Soy divertido, que es otra cosa —se defendió Deidara.

—Me alegra mucho tenerlos aquí.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Me pasé muchos días rehaciendo este capítulo, porque no quedaba como quería, pero al final lo logré, y apenas lo terminé, pues lo subo.

¡Está más caliente que el pan!

XDDD

Krat los ama~

Besos~


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