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Hadas negras por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

Me agarró la inspiración y aquí me tienen 

Muchas gracias por seguir con esta locura ^^

 

 

 

¿Qué sería lo más raro que pasaría en una fiesta de cumpleaños? En eso pensaba Sasuke mientras miraba el techo de su habitación, pero sinceramente no creía que las cosas variaran mucho de la última vez. Siempre había globos, niños a montón, pastel, regalos, juegos, un Deidara que parecía ser el que más disfrutaba con las actividades para los más pequeños, un Minato atendiendo a los padres de los más jóvenes y Naruto… un Naruto hiperactivo por la ingesta de dulces que se comía de contrabando. Lo usual. A eso había que aumentarle que todos los azabaches de la casa se veían obligados a colaborar en las actividades varias, había que admitir que los Uchiha no eran muy sociables que digamos. La excepción era Naruto, pero claro, él tenía más parecido con Minato que con Fugaku. El asunto era que las hebras negruzcas siempre eran relacionadas con rostros serios y una actitud antisocial…, pero en algunas ocasiones debían cambiar eso, por el bien de la sonrisa de más pequeño de la casa. Así que…

 

—Levántate, Sasuke – la voz autoritaria de Fugaku sólo hizo que Sasuke abriera los ojos y suspirara –, tienes que ayudarnos.

—Con un tobillo roto no creo que sea de gran ayuda – dijo con un tono calmado, un poco más bajo de lo normal.

—Al menos arreglarás los bocadillos, ¡vamos! Levántate.

—No creo poder.

—Ya sé que no te gusta ser el centro de atención de los hermanos mayores de los niños, pero Itachi también lo será. Así que no te quejes.

—Esas niñas son fastidiosas y los donceles un poco…, ¿cómo decirlo?

—¿Delicaditos? – Fugaku no estaba bromeando, sólo repetía las palabras de su propio hijo –. Levántate, Sasuke.

—Oto-san – dijo mirando al mencionado en la puerta –, en serio no puedo levantarme.

—No digas tonterías – se acercó a paso elegante pero presuroso y de un tirón quitó las cobijas –, ¿pero qué?

—Te lo dije – ni una expresión en su rostro mientras observaba a su padre quien levantaba una ceja debido a la impresión –. Está aquí desde ayer – suspiró mientras bajaba un poco su vista hasta la mata de cabellos rubios que se acomodaban en su pecho.

—Pensé que dejó de hacer eso desde los seis años.

—Ya lo ves. No ha dejado de hacerlo – Sasuke acarició las hebras doradas de Naruto quien, sin percatarse de nada, seguía suspirando entre sueños –. Al parecer tuvo pesadillas.

—Ya veo – Fugaku miraba a Naruto recostado encima de Sasuke, como cuando era un pequeño apenas. Se veía tierno cuando dormía, no había duda de eso, pero en serio que tenía que quitarle la manía de dormir en la misma cama que Sasuke –. Lo despertaré.

—Déjalo dormir un poco más – con cuidado tiraba de las cobijas hasta cubrir el cuerpo de su hermano menor.

—Seguro estás incómodo.

—Es agradable cuando hace frío – bromeó a pesar de que ninguno se rió por aquello.

—Alguien debería enseñarles cómo contar una broma – el rubio mayor de aquella casa ingresaba, riéndose bajito pues presenció ese vano intento de conversación paternal –. Ustedes dos se parecen más de lo que creen – los miraba divertido. Ambos azabaches eran tan serios que a cualquiera podría darle pánico el sólo hecho de pensar estar demasiado tiempo con ellos en una misma habitación, pero Minato sabía que detrás de esas expresiones neutrales se escondía un alma noble y dulce –. Vamos, Fugaku, deja a Sasuke un rato así. Si Naruto tuvo pesadillas, debe estar cansado.

—Oto-chan, ya tengo los… – Deidara ingresaba con una lista en las manos, pero se detuvo al ver la escena en la que toda su familia estaba callada –. Ustedes me darían miedo si no fueran mi familia – sonreía al ver la quietud en los azabaches –. Señores “no digo nada porque no me gusta compartir con gente bulliciosa en el cumpleaños de mi hijo” – decía con burla sin inmutarse del leve gruñido de Sasuke. Deidara solo reía con naturalidad seguido por Minato –, mejor se apuran o no alcanzaremos a arreglar todo.

 

Los rubios eran el alma de esa casa, riéndose y armando un pequeño alboroto. Con cosas sencillas como esas lo demostraban. Ellos eran los que alegraban la mansión y a los habitantes de la misma. Algunos solían asegurar que al igual que sus cabellos, despedían una luminosidad como el sol.

Deidara en esa ocasión y para no estresarse entre tantas tareas, usaba una estrategia simple pero efectiva. “Ita-nii, ¿me ayudas con esto? Por fis”. El rubio no era idiota, sabía que Itachi nunca le negaría nada si usaba su carita de niño bueno y esa melosa forma de llamarlo. Así que delegaba el arreglo del patio al más alto en conjunto con otras dos sirvientas. Podía sonar demasiado ridículo para algunos, pero Itachi adoraba esas cosas en esa fecha, tal vez tenía algún fetiche con ser llamado “ni-chan, Ita-nii, Itachi-niichan”, pero valía la pena seguir las órdenes de su adoración rubia sin rechistar, sólo por escucharlo llamarlo así

Itachi no era el único cayendo en esa especie de chantaje infantil, Deidara lo aprendió de Minato y Naruto aprendió de los otros dos rubios. Cada uno tenía su estrategia a usar, Minato usaba cosas de adultos, Deidara se portaba cariñoso con su hermano mayor acosador, Naruto podía colarse en la cama de Sasuke —sin que este reclamara—, sólo con verlo con un puchero y ojitos brillantes. Así era eso. Nadie los corrigió, así que lo usaban para su provecho, pero con cierto límite, y aun así era divertido de ver.

El festejado sólo veía los preparativos con emoción, correteando e investigando por la cocina para ver los postres que las cocineras hicieron, y cuando la hora llegaba, los invitados empezaban a llegar también. Los gritos de los pequeños estallaban y con ello, el itinerario daba inicio. Agotador día les tocaba pasar sólo por ver al más joven de la casa sonreír. ¿Lo consentían demasiado? Tal vez sí, pero era el único día en que no le negaban nada, porque el resto tenía que cumplir reglas y mostrar resultados en su educación. Cosas de padres y familias.

 

 

Final del día…

 

 

—¿Por qué me dieron esto? – En el cuarto del menor había tres personas abriendo los regalos. Naruto miraba el contenido de un paquete grande envuelto en papel de color celeste pastel.

—Es broma, ¿no? – Deidara miraba con terror el dichoso obsequio, pues no sólo era un regalo para Naruto.

—Espero que sí – Minato estaba igual de temeroso que su hijo mientras sacaba la tercera funda que contenía un traje de color rosa pastel.

—Oto-chan… por favor, te lo ruego…, dime que esto es una mala broma – Deidara apenas vio el detalle de aquella prenda corrió a asegurar la puerta, nadie tenía que enterarse de lo que el obsequio de Naruto tenía. Nervioso miraba al mayor suplicando que todo fuera un malentendido.

—No entiendo-ttebayo… ¿por qué me regalaron un vestido?… ¿y a ustedes también? – Naruto había sacado la vestimenta de su empaque y lo había levantado para verlo completamente –. No soy una niña.

—Pero sí eres un doncel – el rostro de Minato estaba pálido, demostrando lo desagradable que le resultaba ante lo que estaba pensando.

—¡Oto-chan! ¡Dime que no es lo que estoy pensando! – Deidara se agarraba del cabello negando insistentemente –. No voy a usar… eso.

—¿Recuerdas lo que le prometimos a… a… los Huyga?… Que – Minato ni siquiera acaba de pronunciar eso y Deidara se arrodilló frente a él rogando con la mirada que no lo hiciera.

—¿Qué le prometieron a Hinata? – Naruto dejó todo de lado para mirar a su progenitor y ladear su cabeza – ¿Algo con esos vestidos?

—Bueno – Minato empezó a reírse nerviosamente mientras Deidara ya había colapsado y estaba recostado en el suelo como si estuviera muerto –. Sabes que Neji se va a casar, ¿no? – miró a su pequeño hijo y este asintió –. Entonces…

—Oto-chan, ¡somos hombres, por Dios! – pero el rubio mayor sólo suspiró – Soy varón… no voy a usar cosas de niñas – Deidara intentó salvarse solo, pero recibió una mirada seria de su padre –. Por fis.

—Una promesa es una promesa.

—¡Pero pensé que Neji no se iba a casar jamás!

—Yo sigo sin entender-dattebayo.

—Naruto, ¿recuerdas cuando eras más pequeño y fuimos sólo los tres a comer en casa de los Hyuga? – sonrió explicándole a su pequeño hijo –. Ahí hicimos un juego y cuando perdimos tuvimos que prometerles a los Hyuga ser… ser…

—¡No lo digas! – pedía Deidara que recordaba eso perfectamente. Maldijo el juego, maldijo a los adultos que se pusieron a apostar cosas incluyendo a sus hijos, maldijo su suerte y ¡maldijo que Neji se iba a casar con una muchacha de nombre Ten-ten! ¡Pero si ese tipo parecía de esos solterones que morirían felices! –. No quiero.

—Al parecer… seremos las damas de honor de la boda estilo occidental de Neji Hyuga – dijo Minato mientras trataba de no desmayarse. No quería pasar por esa vergüenza.

—¿Dama de honor? – el rubiecito entendió eso, es más, él recordaba a Neji. Un chico alto, castaño y que estaba en la universidad; también recordaba la vez que fue a casa de Hinata y los adultos jugaban, pero nunca puso atención – ¿Qué es eso exactamente?

—No quiero – sollozaba Deidara hasta que ya rendido se acurrucó en el regazo de Minato y mascullaba entre diente –. No me obligues.

—Usaremos vestidos y estaremos junto a Ten-ten el día de la boda – terminó de dictaminar Minato mirando a sus hijos –. Una promesa es una promesa y se cumplirá.

 

 

Deidara no aguantó más y salió corriendo de la habitación mientras gritaba “NO QUIERO”. Naruto tardó en procesar aquello mientras veía su vestido, pero después de captar que él usaría esa cosa, también imitó a su hermano mayor; y al igual que el otro, empezó a correr por toda la casa y jardines para liberar un poquito de su asombro y estrés. Minato se quedó en la habitación lamentándose cuando entre bromas prometió aquello y suspiró pesadamente mientras veía los vestidos de color rosa pastel con muchos detalles en hilillos blancos.

El rubio supuso que ese obsequio sólo era una especie de anuncio, los verdaderos vestidos se los probarían después, pero por ahora sólo con eso podía dejar su mente volar. Obviamente no quería pasar por aquella horrenda experiencia, pero sabía que Mao no lo dejaría en paz si no cumplía con el pacto y tenerla de enemiga no era buena idea… Le gustaba mucho salir con ella a hacer locuras de vez en cuando, así que la conocía.

Los otros miembros de la casa quisieron saber la razón del escándalo y de las carreras de los dos rubios menores, pero Minato no dijo nada, por el contrario, se fue de casa sin decir ni una palabra. Los rubios menores, ambos sin decir nada, se encerraron en el cuarto de Deidara a meditar sus penas, aunque siendo ya tarde se quedaron dormidos sin dar explicación alguna a nadie. El rubio mayor por su parte fue a hablar con  Mao para tratar de al menos convencer a los Hyuga de que los dejara usar un esmoquin en vez de un vestido. Pero pesar de todos los esfuerzos hechos de forma rápida y caótica en esa noche, no hubo marcha atrás en la decisión tomada por Mao Hyuga. Minato volvió sin fuerzas a su hogar y ni siquiera tuvo la molestia de subir a su habitación, se quedó recostado en la sala, mirando al techo y maldiciendo su bocota cuando bebió un poquito de alcohol.

Fugaku fue quien encontró a su esposo dormido en la sala y con mucho cuidado lo cargó hacia su habitación. El enfado porque su pareja se había ido sin decir nada, apagando el celular y sin dejar alguna pista de su localización, se fue cuando lo vio temblar levemente por el frío de la noche. Sabía que era débil ante Minato y eso no le importaba en lo más mínimo porque simplemente lo amaba, lo necesitaba y le perdonaría la mayoría de cosas que hiciera, una de ellas era la actual. El azabache suspiró pesadamente cuando escuchó el leve estornudo de Minato, era un despistado y lo iba a regañar en la mañana, pero por ahora lo importante era devolverlo a la habitación y abrigarlo.

 

—Fugaku – suspiró bajito al sentir el aroma conocido cerca de él y se aferró a la camisa del mayor acurrucándose con una sonrisa –, estoy en casa.

—¿Por qué no subiste a la habitación? – su voz no dejaba de ser seria, pero en un tono más bajito.

—Estaba cansado – susurró cuando fue depositado en el colchón. Talló sus ojos y miró a su esposo –. Lo siento.

—Estás temblando – pasó sus dedos por la mejilla helada de Minato y lo besó con cariño –, has sido descuidado… ¿Por qué te fuiste así?

—Fui de visita donde los Hyuga – confesó mientras se abrazaba a Fugaku y lo obligaba a recostarse con él. Minato le restó importancia a que aún estuviera vestido, el jean era incómodo, pero le daría más frío si se lo quitaba –, tenía que arreglar algo y…

—Por tu expresión no pudiste hacerlo – susurró cuando ya se cobijaba y abrazaba a Minato –, ¿qué paso?

—No quiero decirlo – se quejaba mientras se acurrucaba en el pecho del azabache y enredaba sus piernas con las de su esposo para ganar calor.

—Sabes que hay muchas formas de sacarte esa información – susurró en el oído del rubio mientras sus dedos se deslizaban por la espalda cubierta y descendían en una caricia –, una de ellas involucra quitarte la ropa también.

—Me gusta esa – sonrió divertido al sentir como Fugaku ya apretaba sus nalgas con un poquito de rudeza, sabía que el mayor disfrutaba de jugar así con él –, así me calentaré – susurraba con tono coqueto mientras ascendía buscando los labios contrarios. Además, eso lo iba a distraer de su tortura momentánea.

—Entonces hay que hacerlo – susurraba divertido mientras deshacía de los impedimentos para ir retirando cada prenda.

—Sé suave – murmuraba mientras sentía los escalofríos recorrerle debido a los dedos que ya se adentraban hasta tocar su piel –. Yo… quiero ser mimado hoy.

—Siempre lo hago… al menos la primera vez – susurraba besándole el cuello con delicadeza, posicionándose encima de Minato para observarlo. Las mejillas de su esposo estaban rojas, acentuando el brillar de esos ojos azules intensos y esa leve sonrisa juguetona. Era encantador, amaba cada detalle.

—Estoy cansado – sonreía pues sabía que no iba a dormir mucho –, pero trataré de seguir tu ritmo – gemía suavecito mientras abría sus piernas y aprisionaba a Fugaku entre ellas. Así empezaban siempre, entre juegos que desencadenaban sus pasiones.

 

Minato no solía ocultarle cosas a su esposo; podría hacerlo, pero no quería. Tal vez por eso su relación era fuerte y estable, porque compartían problemas y se ayudaban mutuamente para resolverlos sin presiones. Pero en ocasiones como esa, no estaba mal jugar un poco antes de decírselo. Disfrutaba del cariño mutuo, besos, caricias, sonrisas, algunas mordidas y marcas, compartir su amor de forma física sintiendo la necesidad del uno por el otro. Escuchar las muestras del goce ajeno, susurrarse promesas y explotar juntos en ese acto carnal que los dejaba exhaustos. Antes de quedarse dormidos venía la confesión, en susurros secretos debajo de sus cobijas, entre besos y caricias en su desnudez. Las risitas venían después porque al azabache la idea no le parecía tan mala, era de esos pequeños placeres de la vida únicos e irrepetibles.

Cuando los demás integrantes de la casa se enteraron fue lo más vergonzoso que podía pasarle a los rubios. Las miradas, los cuchicheos, el silencio incómodo, y al final el sonrojo por las risitas de Itachi —quien no aguantó más y gozó con la simple imagen que se formó en su cabeza—. Comentarios, desdichas, reclamos, berrinches, pero al final resignación. Los Namikaze eran de palabra y los Uchiha mucho más aún.

Deidara desde ese día llegaba a casa y se encerraba en su habitación para evitar las burlas de Itachi; Naruto sólo se acostumbró a la idea; Minato suspiraba resignado tratando de evitar el tema. Misma rutina hasta que al completar el mes tenían que estar en casa de los Hyuga probándose todos los malditos vestidos hasta que escogieran “el mejor”. Deidara tuvo que ser obligado a quedarse quieto mediante un chantaje de Minato, aunque mejor dicho era una recompensa, que por ahora sólo era secreto de ambos. Naruto era otro detalle pues si no se demoraban tanto con las cosas que él usaría, se quedaba bastante tranquilo el resto del tiempo pues podía irse a jugar con Hinata y hasta con Kiba entre los jardines llenos de girasoles o practicar en el dojo familiar de esa familia.

Y llegó.

Irreconocibles dirían algunos cuando el día prometido se llevaba a cabo. Los rubios se quedaron en casa de los Hyuga para prepararse allí y evitar comentarios por parte de ajenos a su condena. Minato sólo sonreía forzadamente mientras le acomodaban la peluca para que quedara perfectamente presentable. Naruto estaba en iguales condiciones, pero Deidara se quejaba constantemente porque las mujeres se embelesaron con su sedosa cabellera y no se decidían rápido por un peinado. Y al final tres “damas” bien dispuestas estaban vistiendo un hermoso vestido que les llegaba hasta debajo de las rodillas y detallaba su fina contextura. Rojo para el mayor, porque era la dama de amor, rosa para los menores que sólo eran las muñequitas bellas que posarían por allí y bailarían un rato antes de ¡huir!

 

—Pareces niña – se reía Kiba al ver a Naruto salir con todo eso puesto, con una cabellera rubia larga y un listón que adornaba la mismo.

—Es extrañamente cómodo – decía mientras jugaba con los vuelos de la falda y los elevaba un poco –, pero me da frío en las piernas – se quejaba con una mueca de desagrado.

—¿Cómo que cómodo? – se admiraba Kiba quien jalaba algunos de los adornos en el dichoso vestidito –. No me mientas, Naruto.

—Deberías ponerte uno y opinar después-dattebayo – una idea macabra llegaba a su cabecita infantil. Sonrisa zorruna se mostraba y con ello las travesuras estaban siendo planeadas.

—No gracias – Kiba le restó importancia a eso y lanzó un bufido.

—Le diré a Hinata que te busque uno… Si yo soy niña, tú lo serás también… ¡así será justo! – Naruto no esperó que su amigo reaccionara, salió corriendo en busca de alguien para que lo ayudara con su pequeña venganza. Se divertiría hasta que lo llamaran para la boda.

 

Los dos mayores por su parte estaban en una situación un tanto diferente, avergonzados como nunca mientras se veían al espejo. Deidara odiaba completamente su apariencia; quiso arrancarse todo, pero Minato lo impidió, pidiéndole a su hijo que aguardara con paciencia, pues sólo serían unas horas… Las más largas de su vida, pero que acabarían en algún momento.

 

—En serio, oto-chan. Esto te costará demasiado caro – decía apuntando a su ropa y a su cabello adornado por flores blancas.

—¿No te basta con la autorización que te di? – suspiró mientras acariciaba la mejilla de su hijo.

—¡Tengo maquillaje en la cara! – se apuntaba a los labios rojizos y al leve rastro de sombras en sus párpados.

—Estoy igual – suspiraba Minato mientras se acomodaba el mechón de su nuevo cabello –, así que no puedes pedir más.

—¿Y tú qué recompensa tienes, oto-chan? – miraba con curiosidad al mayor, puesto que a él le darían ciertas cosas, pero, ¿y su padre?

—Vacaciones largas, muy largas. Regalos y ya sabré que más pedirle a los Hyuga y a tu padre – sonrió Minato con malicia, pues si fue obligado a eso al menos debía buscarle un lado bueno.

—¿Oto-san? ¿Y él que tiene que ver con esto?

—Prometió que nadie nos grabaría – sonrió y un Deidara suspiraba aliviado pues en ese detalle no había pensado.

—Genial… ahora… saldré por allí a espiar si hay mucha gente – el de cabellos largos naturales dejó de pensar mucho y se quitó el aura depresiva mientras salía de la habitación, pero al ver a Itachi en el fondo del pasillo se lo pensó mejor y cerró la puerta.

—¿Pasa algo?

—Ita-nii está ahí y no pienso aguantarme sus bromas.

—¿Ita-nii? – levantó una ceja divertido por escuchar a su hijo decir aquello. Deidara no era demasiado cariñoso con Itachi, mucho menos lo llamaba de esa forma sin ser una situación especial.

—Sí… Ita-nii – dijo haciendo una mueca de asco –. Sabes que no me deja en paz, ¿verdad?

—Te quiere mucho, prácticamente te criaste junto a él. Así que te considera su hermanito menor, es normal que te moleste de esa forma.

—Oto-chan… a veces creo que Naruto sacó tu lado despistado – suspiró pesadamente, pues Deidara ya se dio cuenta de las intenciones del mayor –, pero ese no es el asunto… ¿Podemos acabar con esto ya?

—Esto me recuerda a mi primer matrimonio – Minato miraba con una sonrisa su reflejo en aquel espejo de cuerpo entero –, aunque claro, yo no usaba el vestido.

—¿Hablas de mamá? – Deidara vio a Minato sonreír y asentir, mentiría si dijera que no tenía curiosidad –. No sé de ella, ¿algún día la podré ver? – se acercó a su padre para mirarlo de refilón, no quería entristecerlo, pero le ganaba la curiosidad.

—Tal vez. No lo sé… No volví a contactarme con ella… ni con tus abuelos… ni…

—Oye, no te culpo de nada – sonrió Deidara abrazándose a Minato –. Conozco la historia y agradezco que me la contaras. Así que ya deja de pensar en eso… Si conozco a mi madre la conoceré, y si no pues, espero que sea feliz. Es bastante simple.

—Aun creo que debí esperar unos años más para contarte – apretaba la mejilla de Deidara con cariño, apreciando la dulzura que su hijo mostraba. Cuando recordaba el detalle de su vida antes de conocer a Fugaku la melancolía le golpeaba sin poder evitarlo.

—Oto-chan – Deidara suspiró mientras tomaba el rostro de su padre entre sus manos y sonreía –, has sido maravilloso, me has enseñado a que no debo odiar a nadie… luchaste por mí, mereces ser feliz y nunca te recriminaría el hecho de que te hayas casado con Fugaku. Ese hombre me ha acogido como a uno más de sus hijos, me dio un hogar, pero más importante que todas esas cosas es que te ha hecho feliz y me ha dado la dicha de tener un hermanito hermoso… —acarició las mejillas de su padre, le brindó una sonrisa amplia y sincera. Pocas eran las veces que se portaba todo gentileza, pero lo valía si admiraba el semblante de Minato volver a ser el de siempre, radiante –. Dime que con este discurso cursi recuperaste tus ánimos – reía.

—De cierta forma me recuerdas a ella – sonrió divertido mientras abrazaba a su pequeño y luchaba por no llorar –. Eres dulce, Deidara.

—Pero no se lo digas a nadie o tendrán excusas para molestarme.

—Esto es nuestro secreto – besaba la frente de su pequeño hijo y lo tomaba de la mano –. Creo que estamos listos entonces.

—Creí que con esta cursilería me iba a librar – se quejaba Deidara sonriendo al ver a su padre reír –. Vamos, oto-chan… Hoy seremos las damas más hermosas de esta boda – decía con seriedad.

—Ya te mentalizaste.

—Seduciré a alguien tal vez –Deidara ironizaba posando su dedo índice sobre sus labios y le guiñaba un ojo a su progenitor –, sólo levantaré un poquito la falda y mostraré las sensuales piernas que me heredaste.

—Firmes y bonitas – le seguía el juego. Era admirable la facilidad con que Deidara podía cambiar el ambiente.

—Iagh… ya me dio cosas hablar del tema. Mejor dejémoslo ahí y corramos – decía sintiendo un escalofrió en su espalda. Respiró profundo antes abrir la puerta y enfrentarse al mundo… eso iba a ser su más grande reto.

 

Como Deidara supuso, eso fue lo más horrendo de su vida. No solamente se ganó la mirada de medio mundo al igual que Naruto y Minato, sino que también tuvo que estar de pie viendo a las mujeres llorar cual magdalena mientras la novia ingresaba, transcurría la ceremonia y daba sus votos. Le incomodaban los zapatos y tenía que detener a Naruto para que dejara de moverse e intentar escapar. Aunque debía admitir que su hermanito era un demonio cuando se lo proponía, pues Kiba usaba un vestido y estaba junto a ellos. Quiso reírse, pero debía mantener la compostura. Tuvo que sostener a Minato cuando se estaba quedando dormido, no quería llamar más la atención de la que ya llamaron al ingresar a la ceremonia. Era una completa locura.

Cuando escuchó los votos se estaba riendo de como Kiba se escapó de la formación ante el desagrado de Naruto. El pequeño castaño se metió entre la gente y empezó a llenar de flores la cabeza de su hermana mayor debido al aburrimiento, la mencionada estaba sentada en frente del castaño, y ni ella ni nadie se dio cuenta de la travesura. Y al final, Deidara se asustó cuando todos empezaron a aplaudir… se perdió el beso. Gracias al cielo que se perdió eso, no quería ver cosas de adultos aún, a pesar de que ya tenía edad para eso… le bastaba con las muestras de afecto de sus padres. Los novios salían y quiso huir, logró hacerlo, pero alguien lo atrapó en medio de su camino hacia el lugar destinado para cambiarse.

Y ese alguien fue a quien menos quería ver.

 

—No puedes cambiarte, Deidi.

—Maldita sea – gruñó bajito al ver a Itachi cortándole el camino –. Quítate, nii-chan, ¡quiero quitarme esto! – reunió toda la paciencia que tenía y trató de ser “amable” con el mayor para que lo dejase en paz.

—Pero te ves hermoso tal y como estás.

 

Itachi no había dejado de ver a Deidara desde que se mostró con ese vestido entallado. Figura esbelta, rostro delicado como el de Minato, carácter fiero, pero cuando quería era dulce. Sonrisa hermosa, detallista, creativo… podía decir infinidad de cosas sobre su Deidara, pero todo se resumía en que quería tomarlo entre sus brazos y besarlo. Se había aguantado esas ganas desde hace años, casi podía decir que ya no soportaba.

 

—Disfrutas verme en este estado, ¿verdad? –Deidara frunció su ceño en indignación.

—¿Cómo no hacerlo? – sonreía sutilmente mostrando ese brillo en la mirada que Deidara logró darle nombre desde hace un tiempo –. Deidara, te ves hermoso… deberías vestirte así más seguido.

—Vale, ya me cansé de esto – Deidara podía describir a su hermano como galante, serio, maduro en ciertas ocasiones, con ese traje se veía en extremo guapo, atractivo para cualquier mujer o doncel… ¡¿entonces por qué demonios no se fijaba en alguien que no fuera él?! Se paró firme, cruzándose de brazos y mostrando altivez en su mirada, poco le importaba lo que usaba. Ese asunto lo iba a aclarar en ese momento –. Tu comportamiento no es el de un hermano mayor.

—Te diste cuenta.

—Esos celitos tuyos cuando me ves con alguien podrían confundirse con un complejo de hermano sobreprotector, pero a mí no me engañas. A Naru no lo tratas de la misma forma – frunció su ceño y chasqueó su lengua –. Así que deduzco que te intereso de “esa” forma – el mayor sólo sonrió dándole frente y acercándose a paso calmado.

—Eso me hace las cosas más fáciles, Deidara – sonrió sutilmente mientras admiraba la leve sorpresa de su pequeño rubio.

—¡Fáciles mis clases de química! – dijo retrocediendo para que Itachi dejara de avanzar – ¡¿Acaso no te das cuenta de que nos hemos criado como hermanos, Itachi?!

—No llevamos la misma sangre – Itachi ya se había planteado todo eso desde el principio, desde que era un niño apenas y las soluciones eran tan simples que dejó de complicarse.

—Yo te veo como mi sangre – sonrió ante el desagrado de Itachi –, crecí contigo y tu fastidiosa forma de tratarme. Pero ya no más, ya crecí y me di cuenta de tus intensiones, Itachi. Nuestros padres están ciegos, además tú sabes cuándo y cómo actuar para que ellos no sospechen nada…, pero Sasuke lo sabe.

—Te lo dijo – no le sorprendió aquel hecho, eso fue sólo cuestión de tiempo.

—Se quedó callado cuando se lo pregunté, así que tomé eso como un “sí”. Me quieres tener como tu pareja – Deidara se acomodó un mechón y de paso se quitó una flor que adornaba su cabeza.

—Perdió el encanto si no te lo pido yo mismo, pero está bien. Así que… ¿por qué no formalizamos esto? – con voz seria extendió su mano hacia Deidara y sonrió mirándolo con ternura.

—¿Quién dijo que quiero hacerlo? – se acomodó el mechón de cabello que caía en su hombro y sonrió con malicia –. Hay tres problemitas para esta ocasión. Primero… soy varón, no soy doncel, no soy niña, no soy incestuoso, no soy travesti… no soy nada de eso – sonrió altanero.

—Si me lo dices con el vestido puesto eso es gracioso.

—Segundo, yo no siento nada por ti, Itachi… a lo mucho me agradas y te soporto porque a los hermanos uno no los elige.

—Deja de verme como a tu hermano y podrás corresponderme – dijo con seguridad.

—Itachi, creo que eres de los que la palabra “no” jamás la ha escuchado.

—El tercer problema es… ¿qué? ¿La edad? Sabes que eso me tiene sin cuidado, puedo esperar a que crezcas un poco más – Se acercó a Deidara con calma, quitándole un adorno y acariciándole la mejilla con uno de sus dedos –. Ha sido divertido verte crecer, ahora con sólo quince años eres maravilloso. Mientras más años acumulas, más encantador te vuelves – dijo jugando con el adorno entre sus dedos y besándolo con sutileza.

—Tengo novio – Deidara quiso carcajearse por la expresión de Itachi, pero se aguantó, lo haría después –. Ahí tienes tus tres razones.

—No me mientas, Deidi… Soy tu hermano sobreprotector, estoy pendiente de ti a todo momento y…

—Si no me crees es tu maldito problema – no se inmutó por las palabras ajenas, ya dijo lo que tenía que decir –. Pero ya aclaré las cosas, así que detén tu acosamiento y déjame vivir tranquilo… porque conmigo no tienes oportunidad alguna… Itachi-niichan – sonrió antes de despedirse con un gesto de su mano e irse. Ya todo estaba dicho.

 

 

Una sonrisa espléndida iluminó el rostro de Deidara, una que Itachi tomó como la cosa más agria que vivió. Pero eso no iba a detener los planes de nadie.

 

Continuará…

 

Notas finales:

Wow, sus reviews me animan demasiado, de veras... me llegaron justo en un mal día, así que casi lloro de la emoción ^^ les responderé este fin de semana sin falta 

Quería hacer un pequeño lime, pero la verdad no quería dañar la faceta de "dulzura" de este capítulo, por eso no hubo más que insinuaciones ^^ 

¿qué sucederá?

Averiguénlo en el siguiente capítulo

jajajjajajja. Siempre quise escribir eso XD... sueño cumplido XD

Nos veremos en la siguiente oportunidad~

Muchos besitos n.n


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