“Las mejores cosas llegan cuando menos te lo esperas”…
Jamás me habría imaginado conocer a fondo el significado de esas palabras pero lo hice y fue, definitivamente de la manera más inesperada ¿Por qué cómo iba yo a saber, que aquel chico que temblaba cual chihuahua, llamaría mi atención? ¿Cómo imaginar que, rompiendo con todos mis esquemas, seria precisamente con él con quien saliera hoy? Que verlo nervioso, sonrojado y con sus ojos llenos de lágrimas contenidas seria el detonante para mandar a volar la educación y los modales que me habían enseñado desde temprana edad.
Furihata Kouki era definitivamente todo lo opuesto a aquello que me imagine buscar en una cita, no era un chico con clase ni provenía de buena familia, no era de mi círculo social y mucho menos teníamos siquiera gustos similares; a excepción del gusto por la lectura, pero tenía una sonrisa tan pura y sincera, como sabia nunca encontraría en alguien que frecuentara las mismas fiestas y reuniones que yo cuando salía a “divertirme” por órdenes de mi padre.
Deje que él decidiera todo lo que haríamos para hacerlo sentir cómodo y como resultado ahora estábamos en un parque de atracciones, donde me divertí como hacía tiempo no lo hacía. Subimos a la montaña rusa, entramos a la casa del terror, atrapamos peces dorados e hice gala de mis habilidades al jugar tiro al blanco y ganar para él un peluche de oso panda que, más lo vio, hizo sus ojitos color chocolate brillar de manera única y cuando se lo entregue, su hermosa voz diciendo “Gracias Akashi” fue la melodía más hermosa que pude haber escuchado hasta ahora.
A la hora de la comida también fue un reto para mí, ya que, claramente se veía que no podría haber mucha higiene en aquellos puestos y mucho menos pensé que comeríamos sentados en una simple banca, a la vista de todos, un simple pedido de takoyaki con un par de bebidas gaseosas pero como siempre, Kouki se salía de mis estadísticas.
Para finalizar nuestra salida, subimos a la noria al atardecer, viendo maravillados desde la parte más alta como el sol dejaba ver sus últimas luces. Kouki estaba sentado frente a mí y cuando lo mire, bañado por esos cálidos y efímeros rayos de sol, fue como tener la más preciosa de las visiones que cualquier pintor renacentista hubiese querido pintar.
Una vez, fuera del parque, Kouki volteo a verme con su cálida sonrisa, al fin había dejado de temblar y se miraba más cómodo en mi presencia:
- Akashi ¿Te has divertido? Sé que no estás acostumbrado a este tipo de lugares pero… - sus mejillas se sonrojaron de nuevo, dándole una apariencia sumamente tierna y adorable – Te agradezco que hayas aceptado y todo lo que hiciste por mí – vi como apretaba más su peluche y sujetaba fuertemente los pececillos que llevaba en una bolsa en su mano mientras me miraba expectante
- Tienes razón en todo Kouki, pero no lo agradezcas, lo hice con mucho agrado. No ha estado mal… para nuestra primera cita – le sonreí y tome su mano para llevarlo de regreso a su casa.