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El Dragón verde y el Monje dorado por Erzsebeth

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Notas del capitulo:

No he muerto, lo juro(?). Tomen este capítulo largo y perdonénme.
Este es un AU basado en el poema Lady of Shalott. Si ya lo conocen, pues bueno. Imaginaran que ocurre.
Si no lo conocen y les da curiosidad, les recomiendo buscarlo después de leer esto, o se darán spoilers muy grandes.

Desde la crisis ómnica, los omnics que sobrevivieron habían sido destruidos.Todos losómniums alrededor del mundo habían sido desactivados y sellados, olvidados por la raza humana, quienes trataban de evitar que una tragedia igual a la anterior volviera a ocurrir.

A pesar de estas precauciones, los humanos ignoraban que los ómniums eran más que simples fábricas. Habían sido creados para aprender y adaptarse, para poder crear “mejores” omnics.

Claro, esta era una palabra muy ambigua, ¿No era mejor si fuesen más humanos? Después de todo, ellos fueron quienes los habían diseñado…

El ómnium en Japón se lo pregunto cuando despertó años después del final de la crisis. Los mismos humanos lo habían apartado del mundo, enterrándolo junto a aquellas oscuras memorias de guerras pasadas.

Aun cuando creyeron que con esto bastaría para terminar con los recuerdos, la verdad era que el ómnium ya había visto suficiente, ahora era igual a ellos. Entendía el dolor de ser traicionado por la humanidad, el miedo de que un día despertarán y decidieran que no era suficiente con las rejas y candados en las puertas y vinieran a destruirlo por completo. La soledad de ser aislado, el único edificio en aquel islote tan cerca y a la vez tan lejos de la civilización.

Y por más que intentase, no podía odiarlos. Tal vez era parte de su programación, tal vez algo en su “conciencia”, pero no podía crear algo que les causara daño, sin importar lo mucho que se lo merecieran.

Pero podía crear algo para aliviar su soledad.

Y así lo hizo. El primer omnic en más de una década.

Cargó en su memoria todo lo que había aprendido de sus propios creadores, enseñándole todo del mundo haya afuera. El arte, la música, la naturaleza y demás belleza que había heredado de la humanidad. Pero mostrándole también la guerra, el miedo y el odio.

Razón por la cual no podía permitirse ser descubierto y que vinieran a destruirlo a él y a su creación. Busco entre sus viejos registros de programación y, para su fortuna, encontró un código que parecía ser la solución perfecta para su problema.

 “Protocolo de Seguridad Activado. Desactivación programada. Calculando Límites… Límites establecidos. Locación: Ómnium #49. Programación terminada.”

El omnic despertó en medio de la oscuridad. Adaptándose a lo que estaba a su alrededor y reconociendo todo lo que su memoria recién había cargado. Entendiendo lo que era.

Una máquina, pero más que eso… Sabía que no era nada parecido a esos fríos “objetos” como la gente lo definía. No podía explicarlo realmente, pero la única palabra que venía a su mente al tratar de comprenderlo era ese concepto abstracto y confuso, incluso para los mismos hombres... el alma.

Sin embargo, si algo sabía, era que haya afuera nunca le creerían. Para la humanidad, solo era un montón de piezas, maquinaria para su beneficio… Y por eso entendía la razón tras su recién instalado protocolo. Nunca podría abandonar el ómnium, el único lugar seguro en el mundo. Pero, teniendo acceso ilimitado al conocimiento que abundaba en la red, y teniendo a su creador a su lado para protegerlo ¿Qué más podía necesitar?

El día estaba soleado ahí afuera. O bueno, eso es lo que indicaba la computadora central del ómnium, la que guardaba su conciencia y el conocimiento del mundo.

El omnic observaba la pantalla, el único contacto con el exterior que había tenido en los casi 5 años de su existencia, leyendo las noticias de ese día en la pacífica ciudad de Hanamura, a la cual pertenecía su pequeño islote. Nada nuevo, nada extraordinario ocurría en aquel lugar, pero aquellas noticias simples eran suficientes para alegrar su día. Para sentir que, a pesar de que nunca podría salir, era parte de aquella comunidad tan cercana para él…

Leyendo sobre la tienda de ramen que celebraba su 25 aniversario, sobre como el castillo antiguo en la ciudad abriría sus puertas como museo, sobre los nuevos juegos que el arcade traía para los jóvenes. Y de los nuevos avances que las empresas Shimada tenían en la ciudad.

Aquella familia era una de las más antiguas y poderosas de Hanamura cosa que, siendo el alma curiosa que era y el tiempo libre que tenía, no había sido difícil de descubrir en la red.

Los Shimada eran dueños de prácticamente toda Hanamura, y pobre de aquel que se metiera en su camino… o eso había logrado concluir de su pequeña investigación. Si tan solo pudiera conocer a alguno de los miembros personalmente, tal vez cambiaría su forma de pensar sobre ellos.

Cerró la ventana de noticias, abriendo otra hacia un sitio de almacenamiento. Paseo su mirada por la larga lista de títulos que aparecían ante sus ojos hasta finalmente seleccionar uno que, sin importar las veces que lo había visto, era uno de sus favoritos.

Dejó avanzar la tarde, en aquella monótona rutina que había tomado durante su largo encierro en soledad, viendo alguna película que llamara su atención, oyendo los distintos estilos musicales que cada álbum que descubría le inculcaba. Y “hablando” a su manera con el ómnium que lo había creado.

—Izanagi, pronto será la puesta de sol, ¿Podrías activar las cámaras? –el omnic había decidido nombrar a su creador, siguiendo el ejemplo de varios otros ómniums que se habían adjudicado nombres de deidades.

La pantalla rápidamente cambio, revelando el exterior del edificio. El mar se veía tranquilo, esperando la llegada de la luna para guiar su marea. A lo lejos, el sol empezaba a descender, escondiéndose a sí mismo detrás del castillo Shimada en el que tantas veces había soñado estar. Tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosáceos, llenando su mente de decenas de pensamientos. ¿Cómo serán las puestas de sol en otros lugares del mundo? ¿Cómo estarán los animales preparándose para dormir? ¿Cuántos humanos no despertaran después de esta noche? ¿Cuándo sería capaz de salir y conocer aquel vasto mundo?

Las últimas dos preguntas parecían no guardar relación alguna, pero en su caso particular significaban un mismo destino. El abandonar el ómnium, el pensar en ver más allá de sus cuatro paredes sería sinónimo de una muerte segura.

Pero, en noches como esta, cuando las luces de la ciudad lo llamaban a lo lejos, no podía sino preguntarse ¿Acaso no valdría la pena? Unos minutos de libertad a cambio de los años que le quedaban de vida...

Volvió a fijar su vista en la pantalla, en su creador. Sabía que nunca podría hacerle eso.     El uno al otro eran lo único que tenían, ¿Y sus sueños de libertad? Seguirían siendo eso, sueños.

...

Genji había oído los rumores del pueblo ¿Quién no, en tan pequeña ciudad?

Decían que en las noches, ruidos y luces provenían del islote abandonado, donde antes se construyeran omnics. Que, cuando los pescadores se acercaban durante el día, juraban y perjuraban oír una voz distorsionada cantando una melodía desconocida. No era desconocido el hecho de que alguien habitaba ahí, pero nadie se atrevía a acercarse. Después de todo, quien fuera que habitara nunca había hecho nada por lastimarlos, ni siquiera estaban seguro de su existencia. ¿Para qué desatar el pánico en su ciudad?

Claro, el miembro más joven de la rama principal de la familia Shimada no le importaba en lo absoluto. Quería desenmascarar el misterio de una vez por todas… ¿Había un omnic viviendo ahí? ¿O solo era una broma de alguien en busca de atraer turismo?

De cualquier modo, el “investigar” sobre este mito era mil veces mejor que cualquier cosa que su familia le pidiera hacer. Nunca había estado interesado en el negocio familiar, prefería jugar un poco con sus amigos, conocer gente con quien divertirse un rato. Ser la oveja negra en la familia de Yakuzas… Que ironía.

Tomó una pequeña embarcación a la orilla del mar y, fijándose que nadie lo viera, empezó a remar al islote abandonado por el mundo, sin saber realmente que esperar.

Una cerca metálica rodeaba el edificio, algunos candados oxidados sosteniéndola a la vez que evitaban la entrada. Ni siquiera requirió mucha fuerza forzarlos, la corrosión habiendo acortado su vida útil y volviéndolos obsoletos. Abrió la reja de par en par, sin percatarse que sus movimientos habían llamado la atención y eran seguidos por una de las cámaras de seguridad externas del edificio.

¿Música? Había jurado oír música saliendo del edificio, pero se había detenido por completo apenas se aproximara a la puerta principal del edificio. Extraño en verdad.

El aviso de un intruso interrumpió la melodía que salía de la computadora. Curioso, el omnic pidió a la pantalla que mostraran las cámaras de seguridad. No era la primera vez que un “intruso” llegara a su isla, las gaviotas solían tomarlo como punto de descanso en sus travesías. Una vez incluso, un pequeño gorrión se había parado en la cámara, activándola accidentalmente. Había sido lo más cerca que había visto a aquella especie, y había quedado fascinado con ella… aunque el pequeño ave no tardara en seguir su camino y dejarlo solitario nuevamente.

Para su sorpresa, este no era ningún gorrión. Un hombre, de apariencia juvenil y una sonrisa dibujada en los labios, atravesaba sin problemas el enrejado que lo separaba del mundo externo y se dirigía a la puerta, sellada bajo la voluntad de Izanagi.

Pero esto parecía no desanimar a su inquieto visitante, quien empezaba a forzar sus dedos en la puerta, empujándola y golpeándola en busca de una forma de hacer que cediera.

El omnic estaba atónito a la situación. Nunca ni un solo humano se había atrevido a acercarse, y ahora este estaba decidido a abrirse paso al lugar.

Y por mucho que quisiera abrirle, preguntarle sobre las muchas dudas que tenía sobre el exterior, sabía que Izanagi nunca lo haría, después de haber experimentado la crueldad humana en carne propia. Lo único que podía hacer era esperar en silencio a que el humano se hartase y abandonara su “misión” después de descubrir que era imposible entrar (o salir).

—Sé que hay alguien ahí ¡No puedes ocultarte de mí! – el joven en la puerta golpeó con más fuerza las pesadas puertas de acero, provocando un sonido seco que retumbo por el edificio.

El omnic dudó que hacer. Sabía que estaba ahí. Si se negaba a cumplir lo que le pedía, tal vez volvería con más gente y lo destruirían no solo a él, sino a Izanagi. No podía permitirlo, pero tampoco podría abrir o salir a hablar con él.

Busco entre los archivos y programas del panel de control de la computadora, esperando hallar una solución a su dilema actual.

¡Altavoces! Al parecer los constructores habían instalado una especie de altavoces para comunicarse con los que llegaban sin dejar sus puestos. Pulso el botón del micrófono, no sin algo de temor.

—Nadie se oculta mi amigo –trató de normalizar el tono de su voz, pero la distorsión era aún reconocible en esta. —Lamento si mi voz se escucha algo extraña, los altavoces llevan tiempo aquí, y la calidad de su transmisión parece haber mermado… -una excusa simple, pero suponía que serviría por el momento. — ¿Qué es lo que se le ofrece, extraño visitante?

—Eh… -Genji no esperaba esa clase de respuesta tan abierta. Tardo un segundo en recordar cuál era su propósito en esa isla en primer lugar —Me gustaría entrar. –logró balbucear finalmente.

—Lamento decirte que eso será imposible... Como puedes notar, la puerta esta sellada y no podrá abrirse pronto. –su voz era firme, pero sin perder ese tono tranquilizador.

La situación era completamente extraña. Quien sea que estuviera ahí adentro, actuaba como una persona normal. Contestaba y su voz parecía marcar diversas emociones… nada como lo que había aprendido sobre los omnics en sus clases. Y sin embargo, el que estuviera ahí completamente solo y pareciera tan cómodo con el hecho de estar encerrado ahí era bastante peculiar. —Entonces, ¿Tampoco puedes salir? ¿Cómo puedes vivir ahí dentro?

—Le aseguro que tengo todo lo que necesito aquí. No es necesario que se preocupe por mí… No hay nada en esta aburrida isla que pueda llamar su atención. –hacía sus mayores esfuerzos para convencerlo de abandonar aquel lugar tratando de no sonar muy ansioso al respecto.

—No tienes que ser tan formal. Odio eso –Genji no planeaba irse del lugar sin obtener algunas respuestas —Mi nombre es Genji Shi… Genji. –sabía que dar su apellido nunca sería una buena estrategia. — ¿Cuál es tu nombre?

El omnic se congeló. La verdad es que lo más cercano a un nombre que tenía era el modelo en el que se había basado su construcción y eso descubriría su farsa de inmediato. Miro la pantalla donde el álbum musical que estuviera escuchando momentos antes de la llegada del extraño parpadeaba indicando que se encontraba en pausa. Valía la pena intentar. —Mi nombre es Zenyatta.

—Zenyatta… interesante. Nunca lo había escuchado. ¿Está bien suponer que eres el encargado de vigilar la isla, no? Pues prometo no molestar, solo he venido para escapar de mi familia. Pueden ser un fastidio a veces. –Se reclino contra la puerta, mirando las olas ir y venir.

Zenyatta sintió alivio. Al menos parecía que no planeaba atacarlo en algún momento cercano. Se cuestionó si debería volver a reproducir la música o quedarse en completo silencio para no despertar más dudas en aquel humano.

A la vez, cientos de preguntas se acumulaban en su cabeza, teniendo al fin a alguien que podría responderlas tan cerca de él. ¿Valía la pena arriesgarse?

—Así que Zenyatta, ¿Qué haces para pasar el rato? –Aunque solo hubieran pasado unos minutos, a Genji le parecían horas. Tenía la desventaja de que uno de sus defectos fuera su falta de paciencia.

—Pues… usualmente oigo música o veo alguna película. También disfruto meditando e imaginado como sería ahí af… -rápidamente detuvo sus palabras.

— ¿Aquí afuera? Solo hay arena y viejos barcos. No hay nada interesante… ¿O te refieres a Hanamura? ¿Puede que nunca hayas visitado la ciudad? –tomó su silencio como afirmación. — ¡Pues ven conmigo y te mostrare todo lo que hay! Será divertido.

—Ya te he dicho, no puedo salir. La puerta esta sellada. –Hizo una pausa, atreviéndose finalmente a preguntar—Pero, ¿Podrías contarme sobre la ciudad? Siempre que veo las luces a lo lejos, imagino a sus habitantes y me pregunto qué harán…

—Pues… es una ciudad aburrida realmente. No hay mucho que contar. —Observó la ciudad con detenimiento, preguntándose si este paisaje era lo único que Zenyatta era capaz de ver.

—Pero hay mucha historia en Hanamura ¿No es así? El castillo por ejemplo. Ha estado ahí durante siglos, y su largo linaje aún sigue ahí. La leyenda dice que fue creado como templo para honrar a los espíritus que le otorgaban su fuerza a la familia Shimada. El espíritu de dos dragones.

—Parece que no necesitabas mi respuesta después de todo. –Genji siguió sentado firme en su lugar. No necesitaba otra lección sobre lo poderoso que era su clan, y la historia de su familia. Pero en serio quería desenmarañar este misterio lo antes posible.

—Oh, lamento si te ofendió mi respuesta. Solo te he dicho lo que he leído… pero estoy seguro que no se compara en nada a estar dentro del edificio, el verlo desde otra perspectiva. TU perspectiva. ¿Tú qué opinas del castillo, joven Genji?

—Es una prisión. –su mirada se oscureció, mientras las palabras brotaban sin freno. —Puede estar pintada de oro, puede tener todas la riquezas y llenar todas tus necesidades pero, ¿A qué precio? No es un lugar agradable.

Esta vez fue el turno de Zenyatta de sorprenderse por su honestidad. Y no pudo evitar sentir cierta empatía hacía él. No estaba seguro de su situación, pero era bastante similar a la suya. Prisión… no era exactamente la palabra con la que describiría al ómnium, pero el sentimiento de estar encerrado era mutuo. Aunque él no tuviera opción de salir de aquel lugar nunca, ofreció su más sincero consejo. —Creo que comprendo a lo que te refieres… y tienes todo el derecho de sentirte así. Estas diversas perspectivas son lo que hacen al mundo este lugar tan variado y abundante. Es completamente válido tu pensamiento y puedes expresarlo sin temor, pues no lastima a nadie.

Genji se enderezó ante sus palabras. Era la primera vez que alguien le daba la razón. Todos le decían lo agradecido que debía estar de vivir en aquel lugar, de tener todo lo que el clan le otorgaba. Que debía tragarse sus sentimientos y obedecer. Un sentimiento reconfortante se alojó en su pecho, y no sabía cómo responder.

 —Ah, mira. El sol ya se está poniendo. ¿No es hermoso?

Genji levanto la vista, centrándose en el cielo frente a él. Notando las diversas tonalidades formándose sobre él. Nunca había visto algo similar, las luces y edificios de la ciudad cubriendo la mayor parte de esto. Parecía una obra de arte. — ¡Oh mierda! Debo volver a casa o me matarán. ¡Nos vemos! –antes de que pudiera oír cualquier respuesta tomó su embarcación y remo con fuerza hacía la otra orilla.

Nos vemos. Zenyatta pensó en aquella afirmación ¿Acaso volvería? Sabía que era poco probable, y sería mejor que nunca volviera. Entonces ¿Por qué deseaba lo contrario? Aquel humano parecía comprender su pena, aunque fuera en una forma distinta. Genji. La primera persona con la que había hablado en su vida. Difícilmente olvidaría aquel momento.

Para su alegría, Genji si regreso al día siguiente, volviéndose a colocar en el mismo sitio que el día anterior y saludando con entusiasmo.

—Oye Zen, ¿Puedo llamarte Zen, verdad? -Sin esperar respuesta, prosiguió. —Estuve pensando en lo que me dijiste, sobre ver las cosas con otra perspectiva y eso… y no vas a creer que es la primera vez que note que en jardín del castillo hay un montón de flores de diferentes colores y tipos. Sus tonos parecen formar diversas figuras y patrones ¡Son bellísimas! Nunca les había prestado la debida atención.

—Me alegra que un simple comentario mío allá sido capaz de semejante cambio -Zenyatta rio por lo bajo, tratando que su descortesía pasara inadvertida. —Y me alegra volver a verte el día de hoy.

—Dije que volvería ¿No? Y yo siempre cumplo con mi palabra.

Y así pasaron los días. Genji visitando al ser misterioso en la isla y aprendiendo cada día algo nuevo sobre sí mismo y sobre Zenyatta. Y liberándose de la carga que su familia le otorgaba…

Un día, por ejemplo, al oír el tono alegre que silbaba, Zenyatta encendió la cámara notando el obvio cambio en su amigo. —Genji, tu cabello…

— ¿Qué opinas? ¿A poco no se ve genial? –paso una mano sobre su cabeza, para demostrar su punto. —Y lo que es mejor ¡No puedes ni imaginar lo enojado que se puso mi hermano al verme así!

Zenyatta rio. Genji no podía negar que esa risa era adictiva y se estaba volviendo uno de sus placeres secretos.

—Te queda muy bien, combina contigo. Y el verde es uno de mis colores favoritos, representa vitalidad, energía. Cosas que, si perdonas mi osadía, te describen muy bien.

Genji no pudo evitar enrojecerse levemente por el comentario, pero cubriendo su rostro para que no se notara su situación. Eso era patético, había oído cumplidos y propuestas mil veces más indecorosas antes, pero el que fuera Zenyatta quien se lo dijera… tenía un efecto completamente distinto en él.

—Zen ¿Eres un omnic?

La pregunta tan directa le sorprendió. Llevaba semanas hablando con Genji, y todo había fluido tan natural entre los dos. Era más que otro humano, era confidente y la única compañía con la cual mantener un dialogo. Era su amigo… Y le había estado engañando todo este tiempo.

Pudo reconocer el pop-up que apareció en la pantalla, una advertencia y recordatorio por parte de Izanagi de lo traicionera que era la raza humana, pero simplemente lo ignoró.

—Así es Genji. Soy un omnic –espero la reprimenda y la maraña de insultos de su parte, pero nunca llegaron.

— ¡Lo sabía! Esto es tan genial. No te pareces en nada a como creí que serían los omnics.

— ¿No estas enfadado conmigo? ¿No les contarás a los demás lo que soy?

— ¿Por qué estaría enojado? Ya sabía lo que eras. Además de que nunca hiciste nada para lastimarme, incluso me ayudaste muchas veces. Entiendo porque no me lo dijiste antes y por eso no se lo diré a nadie. Tú eres mi secreto Zen… no te arriesgaría por nada.

Zenyatta sintió su núcleo calentarse más de lo usual. Que Genji se preocupara por él le provocaba una sensación agradable. Pensó en todos los años que había pasado solo sin nadie con quien conversar, nadie con quien compartir estos sentimientos. Que Genji estuviera aquí, a su lado… era una bendición.

Zenyatta lo vio llegar con un paquete envuelto en papel. No estaba seguro de su contenido, o cual era el motivo por el cual lo traía consigo. Pero su curiosidad podía esperar unos minutos a que llegará a la puerta. Lo cual no pasó, pues se dirigió a uno de los costados de la planta, donde las cámaras no tenían acceso.

— ¿Genji?

—Estoy aquí –su voz aún era audible para los micrófonos. —Desde hace tiempo encontré esta abertura por aquí que parece un buzón. No es suficiente para que alguien entre o salga, pero puedo pasar este paquete por ahí ¿Ves algo similar del otro lado? —Antes de recibir respuesta, deposito el paquete envuelto en la abertura.

Sin demora, Zenyatta busco por ese lado del edificio y, en efecto, lo que parecía un buzón se encontraba ahí. Tomó el paquete y lo abrió encontrando varias prendas de ropa.

—Supuse que como nunca has salido no debes tener nada de ropa, así que traje algunas prendas viejas que no uso. Ni siquiera sé si sean de tu talla, pero esperemos que sí.

Zenyatta miro las prendas con emoción. Ropa… nunca había tenido la oportunidad de conseguir ropa en su vida y ahora varías prendas coloridas estaban a su alcance. Se colocó lo primero que encontró, unos pantalones anaranjados que le quedaba algo grandes pero cumplían su cometido y una camiseta clara que combinaba. Al usarlos, notó que la etiqueta del precio seguía en su lugar. Genji la había comprado recientemente. Solo para él. Fue el mayor detalle que alguien hubiera tenido hacia su ser.

— ¡Me encantan! Muchas gracias mi amigo.

—Lo que sea por ti, Zen.

A pesar del tiempo que había pasado buscando, Genji no se daría por vencido. Debía haber una forma de entrar al ómnium y ver a Zenyatta cara a cara. Rodeaba el edificio, como había hecho tantas veces antes, escalando en los escombros de las partes derrumbadas y buscando puntos débiles que pudieran facilitarle la entrada, todo sin resultados. Tarareando una canción de su niñez que siempre le levantaba el ánimo.

—Genji, ya te lo he dicho muchas veces. No hay ninguna salida. -un sonido similar a un suspiro resonó en los altavoces —Mejor acércate aquí y platica conmigo, pequeño gorrión.

Genji se quedó perplejo ante el sobrenombre. — ¿Gorrión? ¿Por qué…?

—Lo lamento, no quise ofenderte. Es solo que verte tarareando al trabajar tan arduamente no pude evitar pensar en un gorrión. Son aves muy interesantes y bellas y bueno, tú también.

— ¡No es ofensa! Es solo que, -dudó un segundo, pero continuó, no había razón para callar algo ante Zenyatta quien conocía todo de él. —Hace años, cuando era más pequeño mi padre solía llamarme así. Dejó de hacerlo cuando mi madre falleció. Ahí fue también cuando… cuando todo mi mundo cambio y tuve que crecer rápidamente. Mi hermano dejo de sonreír y mi padre se alejó de ambos.

—Lo lamento mucho Genji. Dejare de llamarte así, si te causa malestar.

—Está bien. De cierto modo lo extrañaba. Y me alegra que seas tú quien me llame así. –Fue en este momento, cuando cayó en cuenta de las palabras que Zenyatta había usado para describir el ave. —Así que ¿Crees que soy bello? –exclamó en tono de burla, tratando de avergonzar al omnic.

—Claro. Eres la persona más bella Genji. Creí que tu más que nadie lo sabría.

El único avergonzado ahí fue él. Le había salido el tiro por la culata. Sin embargo, no estaba enojado, tenía una sensación extraña como nunca había tenido en mucho tiempo, desde que su madre falleciera. Y aun así no era completamente igual.

No sabía lo que era, pero no quería dejar de sentirla nunca.

–A veces solo quisiera irme de aquí Zen. Dejarlo todo y explorar el mundo… Pero es solo un sueño imposible. Nunca tendría el valor para hacerlo realmente, –Genji notó el silencio por parte de su compañero, preocupándose de que algo malo le hubiera ocurrido. — ¿Zenyatta?

—… Deberías hacerlo Genji. Es tu vida y deberías tomar el control de ella. –había oído mil y un veces lo mucho que Genji soñaba con dejar su familia, las cosas que había tenido que hacer para satisfacerlos. Conocía su situación y ya se había planteado infinidad de veces soluciones para ayudarle. Pero cuando pensaba en la más sencilla y más real para su amigo, esta era la ideal… aunque significara no volverlo a ver. Lo más importante es que Genji buscara su felicidad, aunque eso le costara la propia. —Es tu mejor opción y tratare de apoyarte en lo que necesites.

— ¿Eh? ¡¿Cómo puedes decir eso tan fácil?! ¿Qué hay de mi familia? ¿Qué hay de ti?

—Genji… tú eres lo más importante para mí, y es por eso que te aconsejo esto. Nunca serás realmente feliz o libre si te quedas aquí. Y sé que tienes los recursos y el valor para irte. Prometo que estaré bien. Con tal de que seas feliz, no me importa lo demás.

—Tú quieres que me quede contigo ¿Verdad? ¡Dilo! ¡¿Por qué no eres más egoísta?! ¿Por qué debes ser tan perfecto?... –su tono de voz fue apagándose hacía el final, como un susurro, pero que seguía siendo audible. —Porque yo si soy un egoísta Zen. –levanto el rostro, mirando fijamente a las cámaras. —Lo haré. Me iré con una sola condición. Tú vienes conmigo. Y no quiero ninguna de tus excusas de que “la puerta está cerrada”. Sé que los ómniums funcionan digitalmente, así que debe haber una forma de salir. Solo tienes que buscarla y listo. Nos iremos juntos y te mostrare todo lo que te has perdido. ¿Aceptas?

Zenyatta estaba pasmado. Genji no sabía de su protocolo especial y de la verdadera razón porque no dejaba aquel lugar. Y si se la decía… nunca se iría. No podía dejar que eso pasara. —Está bien. Buscare la forma de salir de aquí y te veré en la otra orilla. Pero, pase lo que pase, prométeme que buscaras tu felicidad.

—Claro, por supuesto… es más, nos iremos hoy mismo. ¡Tendré todo listo para la puesta de sol! Te estaré esperando –con una sonrisa de oreja a oreja partió a su pequeña embarcación con mil planes en su cabeza, dejando al joven omnic con su mente alborotada. Pero no le fallaría a Genji. Sin importar el precio que pagase.

Cada vez se acercaba más la hora decidida. Zenyatta se había colocado una de las prendas que Genji le regalara y que no se había atrevido a usar antes temeroso de dañar tan hermosa pieza. Una especie de vestido largo de color blanco con tirantes y varios detalles en dorado que caían desde la parte de la falda. Combinaba muy bien con su chasis plateado, aunque tal vez no estaba en su lugar el decirlo.

Finalmente se dirigió a la consola principal, donde se encontraba alojada la conciencia de Izanagi.

—Voy a salir y sé que es lo que ocurrirá. Pero es mi decisión. –Se acercó, colocando sus manos en el panel de control sin despegar la vista de la pantalla —Podemos terminar esto de la manera fácil o difícil, pero desearía que fuera a las buenas. Tú siempre has sido alguien importante para mí. Eres mi padre, pero no puedo quedarme contigo para siempre. Espero lo comprendas…

Silencio. Después de todo Izanagi nunca había podido responderle con ninguna clase de sonido. Espero, deseando no tener que desactivar la energía del lugar y apagarlo temporalmente.

Hasta que la puerta se abrió.

—Gracias. Muchas gracias mí querido amigo. Espero volvernos a ver, quizá en otra vida. –dejando un leve choque eléctrico, su forma de un beso, se alejó lentamente, dirigiéndose a la puerta. Sabiendo que este día tarde o temprano llegaría. Y alejando todo pensamiento negativo con la imagen de Genji, su gorrión.

Cada paso que daba sobre la arena era más pesado y más lento. Varias notificaciones de error en su sistema, y el ruido de las olas distorsionado en sus receptores. Pero el siguió su camino a uno de los viejos barcos abandonados, subiéndose a él y esperando que la marea estuviera de su lado. Tarareando una canción que solo él conocía

—“Mientras la mañana sea clara, mientras siga la esperanza, mientras la felicidad siga eterna, mi gorrión vivirá…”

Sintiendo el último soplo de la brisa por primera vez. Sonriendo internamente, al saber que su vida significaría algo. Pensando solamente en él.

—“Hasta pronto mi gorrión.”

Genji estaba en el lugar señalada, mirando su reloj constantemente y vigilando las maletas a su lado. Había preparado todo rápidamente, incluso había conseguido más ropa para su compañero y una máscara para evitar murmuros de la gente. Oyó el canto inconfundible de Zenyatta, buscándole con la vista

— ¡Alguien viene de la isla! –la voz de una anciana que paseaba por la orilla le llamo la atención, notando la pequeña embarcación acercándose. Rápidamente corrió en aquella dirección, tratando de evitar las miradas curiosas, pero deteniéndose ante tal visión. Era hermoso, como un ángel de plata que iluminaba todo el lugar. Nueve puntos en su frente (o donde usualmente estaba la frente en un humano) que lentamente parecían apagarse. Una mala señal.

— ¿Zenyatta? Oye, soy yo. Genji. –Se subió a la embarcación, tomando al omnic en sus brazos —Ya podemos irnos, prepare todo. ¿Zen?

Pero no había caso. No despertaría. Su ángel se había ido.

No supo cómo reaccionar, no supo que hacer más que aferrarse con más fuerza ante la mirada atónita de los paseantes. Tratando de evitar el dolor y las lágrimas que amenazaban con brotar.

“Solo quiero que seas feliz, Genji. Promételo.”

No podía fallarle a Zenyatta. Aunque dudará que pudiera llegar a ser realmente feliz sin el a su lado.

Juntos. Lo harían juntos. Cargo el cuerpo inerte entre sus brazos, ignorando las miradas sobre ambos y, salto entre los árboles, desapareciendo de la vista.

Nunca nadie volvió a ver a Genji Shimada ni al misterioso omnic.

El tiempo pasó, la ciudad volvió a la normalidad. La familia Shimada nunca volvió a hablar del menor de sus miembros.

El ómnium se apagó por completo, nadie supo porque después de tanto tiempo. Los sonidos dejaron de escucharse. Pero nadie en el pueblo olvidaría nunca la leyenda del omnic de Hanamura.

Notas finales:

Ya es LauraSad(?) ok no. La verdad me gusto como quedo, lo diferencie del poema en gran parte porque no soy muy fan del "amor sin conocerse", pero creo que quedo mejor.
Gracias por leer, y espero no tardar proximo para el siguiente capitulo


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