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Eros (Yuri!!! On Ice) por Arizt Knith

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Notas del capitulo:

Notas: Hola a todo el mundo, soy yo y si, como dije antes estoy editando esta historia. No haré cambios enormes ni radicales, solo algunas mejoras.

El nombre de la canción es Back to Black de Beyoncé onda Fifty Shades of Grey. Favor de escucharla cuando vean esto ??????.

Una cosa más, tratare de dejar las notas siempre para el final así no les arruino el capitulo.

Disfruten.

 

 

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Capitulo 2

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Ojos color caramelo

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Dejó la nota a un lado y volvió a contactarse con su secretaria para informarle a esta que no quería ser molestado por ningún motivo, ni tan siquiera por su esposa, y pidiéndole de favor que, en caso de que Yekaterina preguntara por él, inventarse alguna la excusa con tal de no hablar con la rubia. La más creíble podía ser que se encontraba en alguna junta muy importante que le beneficiaría los bolsillos. Sí, definitivamente solo con algo como eso su mujer no se atrevería a molestarle.

Amelie soltó una risita y afirmó a las, por así decirlo, "súplicas" de su jefe. Sabía que aquellas eran meras excusas y estaba dispuesta a serle de escudo al pobre, después de todo, había tenido el honor de conocer a la esposa de este. Eso y que el platinado se enfrentará día a día al duro trabajo de esa empresa era demasiada presión, hasta sentía lástima por él.

—Gracias Amelie —agradeció una y mil veces a la joven antes de cortar la llamada, recibiendo un suave "de nada" por parte de esta. Ahora si se podía concentrar en el trabajo que tenía pendiente y disfrutar del resto del día, además de dejar un post-it para recordarse en subirle el sueldo a la joven.

Podía decirse que se había tardado al menos hora y medía en terminar todo; veinte minutos en terminar de escribir el último párrafo y lo restante en revisar desde el principio hasta el fin, encontrando cero errores y pensando seriamente en darles una recompensa a sus trabajadores por haber realizado un gran trabajo a pesar de las adversidades que habían estado teniendo.

Guardó todo y mandó por e-mail los documentos que su secretaría debía imprimir y pasar a los demás empleados, pues ya solo quedaba realizar una presentación y cerrar el trato con un apretón de manos y una cena con los ejecutivos.

Luego de confirmar que todo estuviera en orden, tuvo el privilegio, o mejor dicho, la bendición, de revisar su celular, solo para encontrarse con varias llamadas y mensajes de su esposa, como siempre avisándole que había comprado tantas cosas hasta el punto de sobregirar la tarjeta de crédito.

Hasta pudo jurar oír el lamento de su cuenta bancaria. Para él no había inconveniente en comprar cosas, lo que le molestaba a niveles universales era que la rubia gastará enormes cantidades en zapatos y ropa que solo usaba una vez en su vida y luego acababan en la basura. ¿Acaso no se daba cuenta lo mucho que a él le costaba ganarse ese dinero?

La respuesta era no.

Pero prefirió dejar de pensar en ello, después de todo, no tenía remedio decirle eso a su esposa o acabarían en una discusión sin sentido.

Apago el portátil y se levantó de su asiento para ir a cerrar la puerta con seguro.

Una vez hecho esto se dirigió al enorme sofá de cuero negro donde se quitó y dejo los zapatos a un lado, también se deshizo del saco negro y aflojó la corbata color borgoña.

Ya más cómodo se acostó de largo sobre el frío cuero del mueble que le llenaron de una satisfacción que hacía mucho tiempo no sentía, además de aquel alivio que el frío cuero traspasaba la delgada tela de la camisa.

Dejó salir varios suspiros de alivio y más cuando paso el brazo derecho sobre sus ojos para mantenerlos ocultos. Su respiración se fue haciendo más acompasada y lo frió de la habitación solo lograba calmarlo, llegando sin querer a los brazos de Morfeo quien le daría el reposo necesario.

Se sentía tan tranquilo, tan en paz consigo mismo mientras soñaba con una mejor vida lejos de todo aquello que solo servía para amargarse.

La imagen de Yekaterina llegó a su mente. Era lo único que podía arruinar su día, pues al momento de poner un pie en su casa las peleas empezaban.

La rusa siempre terminaba reclamándole de que jamás pasaba en casa y que por eso mismo ella se iba con sus amigas de compra, luego el terminaba enojándose al ver las enormes cantidades de dinero que la otra gastaba, y para aclarar, pasar noches sin dormir, días estresantes y discutir con otros ejecutivos no era algo fácil.

Al menos la imagen se fue distorsionando. ¿Que tal si hacía unos cambios en su vida?

Ahora que lo tenía todo podía cumplirse pequeños caprichos que sus padres le habían negado de pequeño, ya que pensaban que sería algo que le distraería de sus obligaciones como alfa y heredero de las empresas Nikiforov.

Soñó con viajar a otros lugares, tener una casa más pequeña, quizá un apartamento para él y una pequeña mascota, bueno, quizá una algo mas grande como un perro, un caniche de hermoso y suave pelaje color chocolate.

Luego de una merecida siesta despertó de su letargo y volvió a reincorporarse. Se estiro como gato y todos sus huesos emitieron un leve crujido, al menos ahora se encontraba muchísimo mejor que antes.

Saco el móvil de su bolsillo derecho para chequear la hora. Al parecer había dormido cuatro horas.

—Son las seis y media —dijo para si mismo.

Su estómago emitió un leve gruñido. No había comido nada desde la mañana, por lo que se volvió a colocar los zapatos y se dirigió a su escritorio para tomar su portafolio y llaves para salir en busca de algo de alimento.

Al salir se topó con la joven secretaria, a quien agradeció por su buen trabajo, además de ser siempre buena en cubrirle en sus travesuras.

—De nada, señor Nikiforov. —El ruso mostró una sonrisa más amplia insistiendo en ello y que por ende le incrementaría el sueldo, después de todo, la otra siempre le cubría en momentos como ese en el que siempre deseaba un poco de paz y tranquilidad consigo mismo y subirle el sueldo a la joven es lo menos que podía hacer.

La joven se encontraba feliz de tener un jefe tan amable, y no era la única, todos en las empresas Nikiforov se sentían agradecidos por el CEO, quien se tomaba su tiempo en ir a cada una para ver el rendimiento de estas y hasta conocer a aquellos que trabajaban ahí, brindándoles muchos beneficios.

Y ya saben, con un buen líder de logran hacer enormes cosas.

Mientras caminaba por el pasillo que dirigía al elevador, les aviso a los demás empleados de que podían irse temprano. Muchos le agradecieron, quizá porque ese día tenían compromisos como pasarlos en familia o simplemente necesitaban un descanso.

Si bien tenían un buen trabajo, aún así tratar con los clientes era muy tedioso y no se decía por todos, sino que habían sus excepciones, quienes ponían las cosas difíciles por la tosquedad de estos.

Aún así, se esforzaban por hacer las cosas bien y no decepcionar a su jefe. Por ese empeño, lealtad y trabajo duro era que la compañía crecía a pasos agigantados, porque todos se encontraban plenamente feliz con Viktor.

Tras llegar al parqueo subterráneo, sacó las llaves de su bolsillo y apretó el pequeño control remoto donde, sin tardarse, un Maybach Exelero de color negro encendió las luces y emitió un leve sonido para mostrar su ubicación.

Caminó menos de cinco metros y abrió la puerta del piloto. Primeramente metió su portafolio, el cual dejó en el asiento del copiloto, y luego ingresó, cerró la puerta y dejó el pequeño control en el portamanos que estaba detrás de la plancha de cambios.

Encendió el motor, quitó el freno y movió la plancha para retroceder y luego virar a la derecha y salir del estacionamiento alegrándose de no encontrar autos en la calle.

En una parte del tablero brillaba una pequeña pantalla que indicaba la hora. Al ser temprano, decidió ir a comer algo, escogiendo un restaurante de comida japonesa. Desde hacía días que tenía antojo de comer sushi y quizá atreverse a probar algo nuevo, quizá la especialidad del lugar.

Aunque mientras manejaba no podía evitar pensar en la visita de JJ y rezar por que no le llevará a un lugar extraño.

—Esperó que esta vez no me haga ir a otro prostíbulo... —habló para si mismo y trataba de no ser tan negativo y darle una oportunidad al canadiense, quizá esa vez no acabarían perdidos y sin su billetera como había ocurrido en otras ocasiones. Solo por esta vez confiaría en él y trataría de divertirse.

Luego de ir a uno de los restaurantes japoneses más recomendados -según un app que se había descargado en su celular-, colocó la dirección del lugar en el GPS, viendo que efectivamente quedaba lejos de donde se encontraba.

Al menos ahora ya estaba satisfecho luego de haber llenado su estómago con algo de sushi picante, sake y unos tres tazones de Katsudon. Jamás imagino probar algo tan delicioso como eso; sin duda volvería a ese restaurante y hasta dejaría una buena referencia por la comida y el buen trato que había recibido.

Y con el corazón contento y el estomago lleno se dirigió esta vez al lugar donde JJ le había invitado.

A medida que avanzaba, la avenida iba quedando atrás, así como el tráfico de la tarde que hacían las personas desesperadas por llegar a casa luego de un arduo día de trabajo.

Poco a poco, los enormes edificios lujosos se iban haciendo escasos y la carretera más deshabitada. Cuando finalmente el GPS le indicó que había llegado a su destino, se sorprendió ante el enorme edifico que tenía enfrente suyo y que estaba prácticamente rodeado de aguas cristalinas de no ser por el puente que servía como medio para ingresar.

El auto siguió en marcha por el camino de un bello mosaico de colores y que sería como puente entre las cristalinas aguas que reflejaban la luz de la luna y del edificio en forma de "U" invertida.

 

Por lo que se podía apreciar, habían otros negocios a sus alrededores, probablemente del mismo dueño, y aunque fueran más pequeño estos, no perdían el gran porte y lujo.

Estaba sorprendido por la bella arquitectura moderna, pensando en que esta vez Leroy se había lucido y no le había invitado a un lugar cualquiera. Seguramente solo iban a un casino a jugar un poco y beber.

Sabía que en esos lugares, de no tener cuidado, uno acabaría perdiendo todo, inclusive la ropa interior. Pero él sabía cómo jugar y a qué punto detenerse. No era tonto y jamás arriesgaba cuando no estaba seguro.

Siguió avanzando y sin prisa para apreciar todo, e inclusive, cuando ingresó al parqueo subterráneo, se sorprendió de lo espacioso que era, además de estar lleno. Le tomó un buen rato encontrar un lugar disponible y casi podía jurar que el Lykan Hypersport blanco que estaba a su lado izquierdo se parecía al que tenía el canadiense así como el Roll Royce Dawn de enfrente tenía cierta similitud con el de Chris.

—Por un momento creí que me dejarías plantado.

El auto de al lado bajo la ventana y Viktor alzó una ceja al ver que no había errado en reconocer el automóvil -aunque jamás se imaginó que el canadiense estuviera esperándole ahí-. Por su parte, ya le imaginaba dentro del local y dejando sin dinero a los viejos que iban a apostar a lo loco por creerse los amos del mundo mientras eran seducidos por hermosos omegas y hasta betas, que según, eran sus parejas, aunque estos podrían llegar a ser sus hijos o nietos.

—¿Que tanto llevas esperando aquí? —preguntó curioso luego de haber apagado el motor y salir del vehículo, siendo imitado por el canadiense, quien solo sonrió.

—No mucho, quizá unos diez o quince minutos —respondió con una de sus típicas sonrisas mientras sacaba algo de su automóvil; eran dos antifaces. Ahora que se fijaba, el canadiense llevaba un traje nuevo de la marca Gucci. Este era de un tono gris claro con una camisa blanca de centro, corbata vino con puntos plateados y zapatos marrones—. Vamos, antes de entrar debes de ponerte esto.

Como había dejado la puerta abierta, solo tuvo que meter parte de su cuerpo para sacar unos objetos que había dejado en el asiento del copiloto. Viktor le observó curioso por saber qué traía el otro, aunque de todo lo que se había imaginado jamás pensó que fueran un par de antifaces.

—¿Porque debo de usarlo? —preguntó curioso mientras examinaba el que se le había entregado. Era blanco y con los bordes en dorado, además que en la zona de los ojos era de diferentes colores; el derecho era rojo y el izquierdo negro, además de tener un listo del mismo color.

—Es una de las reglas de este lugar —respondió sincero.

El alfa mayor solo le vio extrañado mientras el canadiense se colocaba el suyo, el cual era blanco del lado derecho y con detalles en dorado alrededor de donde va el ojo, mientras que el izquierdo iba con varios rombos en rojo verde y azul, además de dorado en las líneas divisoras.

—¿Qué clase de lugar es este? —Luego de ponérselo, empezaron a caminar hacia el elevador. El moreno se detuvo para apretar el botón y esperar a que las puertas de metal se abrieran para luego entrar.

—Es un bar, un casino, hotel o lo que tú quieras —respondió esquivo. Su pie derecho no dejaba de moverse y dar leves golpecitos contra el suelo de concreto.

Luego de pasar un par de minutos en el ascensor que les llevó hasta el piso de arriba y de soportar la tediosa musiquita, las puertas se abrieron de par en par y ambos salieron del cubículo de metal.

En el trayecto ninguno dijo nada, pero Leroy no dejaba de ver con diversión a un fastidiado Viktor, quien miraba hacia todos lados.

El canadiense estaba orgulloso de sí mismo al ver cómo las expresiones del alfa mayor cambiaban de enojo a sorpresa. Ambos iban por un largo pasillo cubierto por una extensa y hermosa alfombra roja, seguramente muy cara por los hermosos y finos grabados en hilo de oro que combinaban con las paredes tapizadas en negro y detalles de grabados damascos. ¡Y cómo olvidar cada candelabro que se encontraban cada tantos metros!

Debía admitir que la decoración era exquisita y todo parecía de primera calidad, quien fuera el dueño no escatimaba en gastos y buscaba lo mejor de lo mejor, hasta juraría que un simple basurero estaría hecho del mejor material.

Ambos siguieron caminando por varios minutos más, el ruso siendo guiado por el alfa menor hasta llegar frente a una puerta doble de roble que era custodiada con dos hombres de quince centímetros más altos que ellos, alfas por igual y de apariencia robusta.

—Buenas noches —les saludo el canadiense. Los hombres se hicieron a un lado para darle el paso, ya que sabían de quién se trataba, aunque cuando notaron al ruso vieron interrogante al moreno— Viene conmigo, es nuevo y esta interesado en sacar una membresía.

Luego de que les dejaran el paso libre, entraron a un enorme lugar.

— Insisto, ¿qué lugar es este? —volvió a preguntar, aunque la respuesta no llego por medio de palabras, sino ante la vista que se presentó a sus ojos.

No era un pequeño bar, sino un enorme salón con alfombras rojas cubriendo el suelo. La sección del barman era extensa, con una barra de mármol negro para quince o más personas y con tres betas -que supuso que eran al no tener aroma alguno- que estaban a cargo. Detrás de ello había una enorme y bella colección de licores donde una pequeña copa podría llegar a costar hasta quinientos dólares, pero para los que iban a ese lugar, quinientos dólares no era nada y hasta se podían comprar veinte de esas botellas y no sentirían dolor alguno en su billetera.

Pero continuemos con la decoración. El techo era negro, además de haber pequeñas tarimas circulares con un tubo de metal que iniciaba desde el suelo hasta el techo, alrededor y con un espacio de medio metro habían sillones de cuero, alrededor de diez. Pero el escenario que más demanda tenía era el que estaba casi al fondo.

Era el más grande y de tarima rectangular, de color blanco y con una distancia prudente para los tres tubos de metal.

Sin necesidad de que le dijeran, Viktor ya había caído en cuenta. Quizá debió hacerlo antes cuando vislumbró las luces de colores y la música que daba más ambiente al lugar. No era ruidoso y la música era buena; todo en sí lo era a excepción de los malditos tubos.

—Creí que no vendrían —Casi y jura que golpea al suizo cuando sintió que este le rodeaban la cintura con un brazo.

Viktor soltó un sonoro bufido y buscó zafarse, haciendo que Chris le viera dolido por el rechazo y JJ simplemente riera.

—Esa no es manera de tratar a tu amigo. —El mayor de los tres rodó los ojos y el rubio simplemente le dio un trago al coñac que llevaba en el pequeño vaso de cristal— Así como no es correcto hacerle sentir que lo habían dejado plantado.

—Se le hizo tarde —se excusó el canadiense mientras señalaba al platinado y este solo gruñó molesto—. Ya sabes cómo es.

—Y por eso mismo mejor me voy. —Ambos, canadiense y suizo, se vieron entre sí y luego al otro, quién alzó una ceja.

—Mira, yo no me puse mi mejor traje de Armani para que nos hagas esto.

El ruso solo vio a los otros dos con cara de "¿me estás jodiendo?", pero Chris ni se inmutó y hasta giró sobre su eje para que el otro apreciara el hermoso atuendo que estaba usando.

Siempre elegante, siempre coqueto. El suizo tenía pareja, pero eso no le impedía vestirse siempre bien e ir a esa clase de lugares, más que todo a beber y apostar, después de todo, desde que entabló una relación seria con Masumi había dejado de lado esa parte libertina de acostarse -revolcarse- con algún desconocido o desconocida.

Era difícil de creer que el alfa suizo sentara cabeza y se decidiera a tener pareja.  Aún así, el suizo siguió luciendo su traje. Primeramente era una camisa blanca con delgadas linead celestes, encima de este llevaba un chaleco sin mangas de color negro y el traje era uno de gris oscuro, sus zapatos negros bien lustrados y una corbata de un ocre opaco con delgadas líneas planteadas de manera diagonal.

—Yo no te pedí que te vistieras así, es más, ni sabía que me traerían por medios de engaños a este lugar.

—Oye, tranquilo viejo. —Está vez se metió el canadiense, Chris solo dio el último trago a su bebida— Si te decía la verdad era obvio que te ibas a negar a venir.

—En eso no te equivocas. —Le vio ceñudo y JJ solo rodó los ojos con molestia ya notoria.

—Mira, entiende que lo hacemos por tu bien. —Viktor alzó una ceja y el rubio de largas pestañas le imitó— Desde que te casaste con esa arpía embaucadora dejaste de ser el Viktor que conocimos desde que andábamos en pañales.

—No te estamos diciendo que hagas locuras como él —Señaló al suizo— o como yo, aunque yo estoy más limpio que este —Volvió a señalarle con su pulgar, a lo que el rubio soltó un fuerte gruñido de advertencia.

Giacometti ya se sentía exasperado por lo que, ignorando los gruñidos del mayor, le tomó por la muñeca derecha y le llevó prácticamente a rastras. Viktor gruñía y maldecía porque le soltara y Chris lo ignoraba. JJ por su parte empujaba al mayor por la espalda para que avanzara. Los tres ignoraban cómo eran observados por los demás comensales que, por fortuna, no les reconocían por los antifaces.

El lugar estaba lleno y solo por hombres de todas las edades y nacionalidades, con membresía de todo tipo en espera de que el espectáculo comenzara y tuvieran la oportunidad de pescar algo, aunque mientras tanto se entretenían bebiendo o haciendo apuestas.

Tras gritos y empujones, los tres llegaron a una de las mejores mesas justo en la parte delantera del centro frente al escenario. Viktor lucia molesto, pero los otros dos ignoraban aquello y le decían al mayor que luego estaría eternamente agradecido con ellos por sacarle de su aburrida y monótona vida controlada por una horrible arpía.

A los cinco minutos se apareció un mesero luciendo el típico uniforme de camisa manga larga blanca, chaleco sin mangas negro con pantalón y zapatos de igual color. Además de llevar aquel típico corbatín negro.

Viktor se sorprendió al ver lo joven que era el asiático; seguramente rondaba los veintitrés años.

—Muy buenas noches, mi nombre es Seung y yo seré su camarero. —Nuevamente se sorprendió por la voz casi mecánica del azabache y la mirada seria de este— ¿Desean algo en específico?

—Yo quiero más coñac —pidió el suizo, quien fue secundado por el canadiense.

—¿Y para usted? —preguntó con aquella misma voz monótona. Viktor solo suspiró cansado.

—Vodka —respondió simple. Si iba a estar ahí, al menos trataría de disfrutar de su bebida favorita. Los otros dos sonrieron triunfales y el coreano solo asintió para luego hacer una reverencia e ir a la barra por las bebidas.

Al estar nuevamente los tres solos, el de ojos color zafiro comenzó a moverse inquieto en el asiento de cuero marrón. No podía dejar de ver a todos lados, en especial a los presentes.

La mayoría eran hombres empresarios como ellos, además de ser raro ver que habían mujeres ahí; pero eso sí, todos eran alfas, incluyendo los de seguridad y los demás trabajadores.

Unos se miraban más jóvenes que otros, de distintas nacionalidades que supo detectar por los acentos a la hora de hablar, e incluso le pareció haber escuchado unas voces familiares de uno que otro joven hijo de algún empresario o persona con dinero.

—Ya dejen de verme así

—¿Así cómo? —Nuevamente el coreano se apareció con una bandeja donde llevaba las bebidas para cada uno. Los tres le agradecieron y, antes de irse, dejó un pequeño platillo con bocadillos que fue atacado por Leroy.

Pero antes de que alguien volviera a decir algo, del telón de enfrente fueron apareciendo varias figuras agraciadas en trajes ceñidos a sus cuerpos. Eran hermosos, seductores y hacían resaltar sus atributos sin llegar a pasar a lo vulgar, pues aunque ese local fuera esa clase de negocios, aún así nadie usaba harapos para trabajar.

Todos ellos, jóvenes y ocultando sus inmaculados rostros con antifaces, hicieron que los clientes empezaran a soltar fuertes silbidos y exclamaciones para llamar la atención de alguno de ellos. Gracias a su buen sentido del olfato, Viktor se dio cuenta que todos eso jóvenes eran omegas.

Christopher y JJ sonrieron cómplices al ver cómo el semblante del mayor fue cambiando, y aunque este lo negara a muerte, parecía levemente interesado. Gracioso, pues parecía más interesado por un joven omega desconocido que por su queridísima esposa.

Los murmullos seguían presentes en todos los alfas, pero habían un tema del que todos hablaban: ¿donde estaba Eros? Esa era la pregunta de la noche y Viktor se preguntaba quien era ese tal Eros.

Aunque no tardó mucho para que la respuesta llegara. Las cortinas se abrieron de en medio para dejar salir a un hermoso omega de bellas cuevas.

Los zafiros de Viktor no podían creer lo que miraban; pequeña cintura, buenas caderas, unas piernas torneadas, ¡ese traje negro precia una segunda piel!

Lo mejor de todo eran esos hermosos ojos color chocolate que se podía ver a través del antifaz negro con piedrecitas y esos labios pintados de un bello carmesí.

El de cabellos ébano sonrío complacido al escuchar las aclamaciones de todos. Dando el primer paso y con una mano sobre la cadera, comenzó a contonearse hasta llegar al borde del escenario.

El ruso pudo apreciar de mejor manera la blanquecina piel que era oculta por el traje negro de mangas largas. También tenía una media falda que cubría de su cadera derecha hasta menos de la mitad de su muslo y unos zapatos de tacón número siete de marca Dolce e Gabanna.

Los silbidos aumentaron y las exclamaciones de los alfas siguieron por los conteneos de caderas del recién.

La sala se fue llenando del coro de aquellos tipos diciendo "¡Eros! ¡Eros! ¡Eros!". Por lo visto era el favorito de la casa.

—Mi hermoso Eros —exclamó un hombre vestido en un carísimo traje Armani mientras alzaba la copa— ¡Deléitanos!

El viejo rogaba por la atención del menor, bastaba con una mirada y podía morir feliz aunque en cierto modo deseaba algo más de aquel azabache y eso Viktor lo notó, ¿y cómo no hacerlo si su mesa estaba al lado de ese tipo?

Aunque, ante esa cercanía con el joven misterioso, pudo darse cuenta de ese sutil aroma dulzón que emanaba. Le había gustado; le estaba volviendo loco y eso que apenas tenía menos de cinco minutos de haber aparecido.

—¿Eso desea, mi señor? —preguntó el joven, quien sonreía con picardía, aunque claro, aquella sonrisa no era más que una fachada.

Todos los que trabajaban ahí sonreían de igual manera, pero los clientes no tenían por qué saberlo, ¿verdad? Esos sucios alfas solo eran una fuente rápida de hacer dinero.

Aunque hubo un momento donde Eros despegó su mirar de aquel viejo alfa para posarla en un cliente de la mesa continúa.

Ambos se quedaron sin aliento al momento que sus mirares se clavaron. Azul con café. Mar contra tierra, zafiro contra golden jubilee.

El menor mostró una sonrisa leve y sincera, entrecerrando bellamente los párpados para mostrarse, por primera vez, interesado en un alfa.

Debía admitirlo, aquel hombre era atractivo como ninguno. Podía jurar que sus cabellos eran hilos de plata y los ojos zafiros o quizás turquesas. Por los dioses, si hasta el aroma era exquisito y hacía enloquecer a su omega interior.

Ambos lobos aullaban en los interiores del alfa y del omega.

Lamentablemente, el momento se cortó por un carraspeo detrás suyo; podía jurar que había sido Ágape quien le había sacado de su letargo.

Al momento de girarse y darle la espalda los silbidos y comentarios morbosos con respecto a su trasero, rompieron aquel hermoso momento que había tenido con ese alfa de hebras plateadas. Sus labios mostraron una sonrisa desagradable que solo sus compañeros notaron y le dedicaron una mirada y palabras silenciosas de ánimo, sobre todo el menor de ellos.

Ágape le hizo una seña de que se esforzara y que esa sería una gran noche. Los demás bailarines salieron y dejaron a su compañero en medio del escenario.

Mientras tanto, JJ y Chris se mostraban curiosos al ver el cambio del otro. Viktor estaba extrañamente silencioso, y no había que ser genio para saber lo que ahí había pasado.

Eso, señoras y señores, había sido un coqueteo silencioso. Ambos habían visto cómo el ruso se comió con la mirada al azabache y este mismo parecía no importarle. Al contrario, parecía gustoso. A ambos pareció encendérseles un foco y con esa idea en mente, ya sabrían cuál sería su segundo paso a actuar.

—¿Que te parece? —preguntó el moreno al ruso quien tenía la mirada en el joven.

Chris estaba en silencio y curioso por saber la respuesta del otro. Al principio el ruso se hizo el desentendido, pero ni JJ o Chris eran tontos y sabían que el mayor estaba que se contenía. Podían escucharle hasta gruñir cuando algún otro alfa soltaba un comentario sobre el joven Eros, quién se estaba preparando para su presentación.

Parecía celoso, no, más bien, lo estaba. Pero luego de que Chris soltara un "no cualquiera tiene el privilegio de verle" logró calmarse, al menos un poco.

✨’✨

Estando en medio del escenario, las luces se fueron apagando y quedando unas cuantas iluminándole. La música empezó a sonar, era una versión de Beyoncé, Back to Black.

Se encontraba de espaldas contra el público y con ambas manos sobre el tubo, con las caderas alzadas, mostrando un tesoro por el cual los alfas morían, más al ver esos movimientos de derecha a izquierda o viceversa hermosamente sincronizados con el intro de la canción.

Luego fue quedando de lado y con solo la derecha sobre el tubo mientras que su mano izquierda se fue acariciando lenta y tortuosamente desde el muslo de este mismo hasta el pie y luego ir ascendiendo por el mismo camino.

Luego alzó levemente la misma pierna y, usando toda su fuerza sobre la mano con la que sostenía el tubo, dio un ligero giro alrededor de este, agachándose cuando se paseó enfrente de las miradas ajenas para luego volver a levantarse y quedar contra la espalda ligeramente apoyada sobre el metal, con ambos brazos sobre su cabeza y cruzados, sin llegar a soltar el soporte.

Viktor miraba embelesado los movimientos del azabache y no cabía de la emoción al ver cómo este abría las piernas mientras descendía lentamente para luego ascender con movimientos circulares de cadera.

Primero levanto la pierna derecha hacia el lado opuesto y luego izquierdo, haciendo babear a todos y al ruso preguntarse qué tan bien se sentiría acariciar esas piernas, sobre todo, marcar esos bellos muslos.

Y Eros no era tonto, podía notar esa mirada llena de interés y algo más que el platinado tenía sobre él. Por eso mismo bailaba con más sensualidad, olvidando hace rato que ese alfa no era más que una fuente de dinero y enfocándose en hacerlo disfrutar, porque vaya que moría por él.

Sus caderas volvieron a descender un poco en un movimiento circular que las hizo alzar al final del lado opuesto. Lo que nadie se espero fue que se dejara caer, aunque su faz seguía igual de provocativa, quedando una pierna apoyada sobre el suelo y la otra aún sobre el tacón para usarla y girar hacia el lado izquierdo del tubo.

Todos soltaron jadeos de emoción al verle llegar al otro lado. Su diestra seguía sin soltar el metal y, de un rápido movimiento y aún medio postrado sobre el suelo, alzó la izquierda lo más que pudo para girarse y quedar nuevamente de pie.

Subió un poco más la mano y fue dejando su brazo completamente estirado mientras su cuerpo quedaba inclinado hacia la izquierda, casi parecía deslizarse sobre el suelo al girar alrededor del tubo, llegando a repetir el segundo movimiento que hizo luego del intro, solo que esta vez acariciando su pierna derecha y quedando nuevamente de pie.

Levantó la izquierda y la dejo cruzada, dejando caer ligeramente su cabeza hacia atrás. Luego fue bajando su extremidad hasta dejarla estirada detrás suyo y levantarse rápidamente para alzarla y girar al frente del metal, donde se dejo caer suavemente con una pierna encogida y la otra estirada.

La mano izquierda tocó el suelo, la derecha seguía sobre él, ya algo tibio metal. La extremidad inferior derecha se deslizó hacia adelante para irla subiendo y luego la izquierda, donde la primera quedó encogida sobre el suelo y la segunda de pie.

Su gemela le imitó y de la cintura para arriba quedó acostada sobre el suelo. Ambas piernas se alzaron, pero solo la más cercana al metal se enredó en esta, ayudándole a deslizarse y quedar ahora boca abajo sobre el suelo.

El ruso trago en seco al ver aquel trasero marcado por la tela y cómo el joven se iba levantando lentamente con el apoyo de las manos, pero al quedar sobre sus piernas, volvió a inclinarse hacia adelante para irse acostando sobre el suelo, dejando las piernas un tanto separadas y las caderas alzadas.

Esta vez ambas manos volvieron a tomar el tubo, y a medida que su cuerpo giraba sobre el suelo, con cada pierna alzándose y moviéndolas al ritmo, sus manos cambiaban de posición para irse impulsando como era correcto.

Al llegar al otro extremo, se soltó y quedó sentado y usando esta vez sus manos para irse acariciando los muslos con suavidad, pasando por las caderas y cintura hasta ascender por los costados y llegar a sus hombros, donde todo su cuerpo se movía suavemente y su mirada no se despegaba del único alfa que le tenía actuando esa manera tan natural.

Al casi terminar la canción, se fue levantando y, con sus caderas contoneando, llegó a tomar el tubo con una mano y, sin cesar el movimiento, fue descendiendo levemente justo como había hecho al principio, con un bonus extra donde mordía provocativamente su labio inferior, como invitando a aquel alfa a que probara sus labios.

Y vaya que Viktor quería, pues hasta tenía un pequeño problema en sus pantalones que no tenía ni la más mínima idea de cómo arreglar; pero claro, ni JJ o Chris dijeron nada porque justamente eso querían, que su amigo buscará disfrutar.

El de mirada café con tintes en rojizo ya no podía pensar cómo era debido, solo quería sentirse en los brazos del alfa para que le mimara y le hiciera suyo, asustándose por esa sensación que hacía mucho no experimentaba y maldiciéndose interiormente por anhelarle tanto.

Estaba tan metido en ello que ni cuenta se dio cuando acabó sentado sobre sus piernas e inclinado hacia adelante, señalando al alfa que había capturado su atención y lanzándole un beso que hizo palpitar con locura el corazón del ruso y también otra cosa que se encontraba felizmente erguida.

Y a Viktor no hacía más que inflársele el pecho con orgullo de ver cómo aquel hermoso omega le había dedicado aquel espectáculo donde se lo había estado devorando con la mirada.

Ambas miradas se conectaron entonces, diciéndose cosas en silencio mientras que sus lobos interiores pedían por medio de aullidos fuertes estar junto al otro. El joven omega sentía una fuerte necesidad de conocerlo, cosa que nunca había experimentado antes. Eso le inquietaba, le asustaba, pero a la vez le causaba cierto regocijo.

La mirada de Viktor seguía intacta al de orbes chocolate, pero lamentablemente el momento se vio interrumpido por el estallido de aplausos y silbidos. Eros se levanto algo molesto y tratando de ocultar el sonrojo de sus mejillas, quizá por el esfuerzo o por algo más.

—¿Que te tiene tan pensativo? —preguntó el suizo mientras observaba a su amigo y se tomaba su sexta copa, mientras el otro aún seguía con la primera.

Leroy pudo notar la respiración algo agitada del mayor, haciendo que una idea descabellada surcara su cabeza. La música dejó de sonar, pero pronto todos se levantaron para aplaudirle con ganas. El hermoso japonés hacia reverencias y daba palabras de agradecimiento cargadas con un tono muy provocativo.

—Espero que haya sido de su agrado, amo mío. —Las palabras habían sido ronroneadas, haciendo encelar a más de uno que deseaba el beso del menor pero que solo uno había sido el escogido, además de ser seducido con la aterciopelada voz.

—Ese chico... tiene algo... —murmuró el ruso, mas fue sacado de sus pensamientos tras escuchar las palabras del menor y aquel gestó tan erótico. Su razón volvió a morir cuando tuvo fijo la atención de aquellos ojos color caramelo por causa de la luz y los del nipones tenían esos fríos azules del ruso.

Ninguno de los otros pudo prever que el mayor se levantaría y acortaría la distancia que había entre la mesa y el escenario.

Su mirada azul traspasaba las barreras del omega, haciéndolo temblar y querer fundirse en la lujuria y algo más con el extraño. Simplemente no podía y para Eros aquello solo hacía que un revoloteo estallara en su interior.

No tenía idea de en que momento sus piernas empezaron a moverse en dirección al otro, pero inclusive Eros pareció acortar la distancia para estar más cerca de ese alfa.

Ambos sentían ese fuerte llamado de esas fieras en sus interiores. Viktor podía sentir como su alfa interior pedía a gritos aparearse con ese hermoso joven y este, por igual, sentía cómo su omega interior sollozaba, anhelaba ser poseído, no, ser marcado por ese alfa, que le llenara su interior con su esencia; vaya que se estaban descontrolado.

—¿Interesado? —Se escuchó la voz de JJ, quien se había levantado de su asiento para ir tras el platinado y a quien tomó desprevenido por los hombros para despabilarlo y hacer que despertara del encanto del bello azabache, quien solo les miraba con confusión.

El canadiense sonrió al ver cómo las mejillas de ambos se tornaban de un suave carmesí, y no había que ser un genio para saber lo que ahí ocurría.

—¿Eh? —Ladeó la cabeza como no entendiendo a esos dos alfas.

Sus cobrizos se enfocaron nuevamente en los azules del platinado, quien le miraba con intensidad, provocando que su cuerpo temblase deseoso de lanzarse al menor.

—Yo... tengo que irme. Con su permiso.

Viktor quiso detenerle, pero Leroy se lo impidió y a los segundos apareció Chris, siendo acompañado de un hombre que más bien parecía mastodonte y, al lado de este, un anciano ataviado en ropas de marca y cadenas de oro puro.

El primero se agachó para susurrarle algo al oído del otro, quien luego asintió y volteó a ver en dirección del ruso y el canadiense para saludarles muy sonriente.


—Veo que les ha interesado mi muchacho. —Sonrío con encanto— No los culpo. Eros es el número uno, el favorito —aclaró, aunque era más que obvio.

—¿Y cómo no serlo? —exclamó Leroy, quien se metía a la conversación y visualizaba al menor, causando cierta molestia en el ruso, quien soltó un gruñido que pasó desapercibido para el dueño, por suerte— Es uno de los mejores omegas que he visto.

—Lo es —respondió orgulloso el dueño, ignorando lo mucho que Eros odiaba que hablaran de él como si se tratara de un mero trozo de carne.

—Y por eso mismo hemos solicitado de su presencia, pues como ve, aquí a mi amigo presente ha dicho que esta muy interesado en Eros y que le gustaría los servicios de este. —El anciano logró una sonrisa y sus ojos color oliva brillaron con malicia mientras miraba de pies a cabeza al platinado, quien vestía con las mismas ropas caras que Leroy y Giacometti— ¿Sería posible que, bueno, ya sabes, Eros le diera el trato Golden? — preguntó curioso. El viejo solo sonrío más, pues aquel trato era el más exclusivo y más caro.

—¡Oh, pero por supuesto! —exclamó el hombre más que contento y dando un par de palmadas a ambos jóvenes, los cuales sonrieron victoriosos porque le harían la nochecita al ruso— Vamos, vamos, un trato especial para el señor —le advirtió al azabache menor.

—Iré enseguida. —Sin más, se retiró, no sin antes hacer una leve reverencia y luego salir en dirección a su habitación, viendo de reojo al platinado.


—JJ, ¿de que se trata ese trato golden? —le preguntó en un susurró al canadiense, aunque este solo le dijo que no era algo de que preocuparse y que mejor se calmara y disfrutara de la noche. Al final no le quedo de otra más que seguir a tremendo hombre que llevaba por delante.

Lo que ellos ignoraban era que alguien más les había estado escuchando; el hermoso joven de tez blanca y cabellos dorados mantenía sus manos hechas puños hasta el punto de lastimarse las palmas con sus propias uñas. Ágape era un hermoso joven, apenas rozaba los dieciséis años, era de nacionalidad rusa y era muy apegado a Eros, ya que este mismo le había acogido cuando solo era un pequeño cachorro de dos años. En sí, su amigo era más como una figura materna, aunque eso era algo que jamás iba a admitir en voz alta.

Se sintió mal al ver a aquel mastodonte yendo a paso rápido hacia las habitaciones para informar al nipón, al menos lo único bueno de todo esto es que el azabache recibiría un buen dinero por ese servicio y eso les daba un pasó más para su libertad, pues aún tenían esperanza de salir de allí. Ahora solo le tocaba a él hacer su parte y recibir al menos una cantidad decente para no dejarle toda la carga al pelinegro.

— Shhh shhh... —El canadiense hizo un gesto de que guardara silencio mientras seguía hablando con aquel hombre, diciéndole que esperaba que Eros tratara de maravilla a su amigo, ya que esperaba que disfrutase su primera vez y, de ser así, les daría un bonus extra.

El hombre asintió y volteo hacia el ruso, a quien le pidió que le siguiera, ya que Eros le estaría esperando.

Mientras tanto, el señor Hoffman se quedó hablando con Leroy y Giacometti para buscar convencerles de que les acompañará algún joven, pero ni uno ni otro acepto al estar felizmente en una relación y/o comprometido. La única excepción era el ruso, ya que ambos odiabas a muerte la mujer de este.

Mientras tanto, el mencionado era guiado por un alfa que le doblaba la estatura y porte. Ambos iban por entre las mesas y luego por otro extenso pasillo donde las paredes estaban tapizadas con el mismo papel; la única diferencia era las lámparas que emitían una luz de color rojo.

El hombre no decía nada, simplemente caminaba delante del ruso y, mientras lo hacían, fueron pasando por muchas puertas, de las cuales sabía que eran las habitaciones de los favoritos, y entre ellas se encontraba la habitación de la estrella principal; era la ultima puerta al final del pasillo.

Sobre la madera había una placa dorada con letras en cursiva que decía "Eros" era la habitación del menor.

—Por favor, disfrute. —Hizo una reverencia luego de tocar y avisar que habían llegado. Sin más que agregar, se fue de ahí.

—Koiishi* —el menor murmuró con gran deleite al abrir la puerta de su habitación y tener al alfa en esta y a solas. Viktor por su parte, cuando escuchó aquella aterciopelada voz llamándole, no pudo resistir los enormes deseos de rodear la estrecha cintura del japonés, y así lo hizo.

A pasos torpes fue entrando con sus brazos sobre la cintura ajena mientras él se dejaba rodear el cuello por los brazos del menor que, en el proceso, aprovecho para acariciarle el pecho hasta subir a los hombros.

Eros aún usaba aquel hermoso traje negro que solo dejaba a la imaginación. Él mismo notaba la mirada tan intensa del alfa y sonrió coqueto.

Los zafiros de Viktor fueron recorriendo más las facciones del menor, pues este ya no portaba el antifaz negro, cosa que era un incumplimiento de las reglas del establecimiento, pero esta vez el japonés había decidido hacer una excepción para aquel enigmático hombre.

"Su alfa", gritó una voz en su interior, acalorándose en el proceso por tales pensamientos de que ese hombre fuera su pareja destinada. Negó, era algo absurdo.

Sus labios se alzaron más para sonreír. Tenían un nuevo tinte rojo que hacía resaltar lo suaves y apetecibles que eran.

La mente de Viktor fue colapsando, él no tenía planeado todo eso, simplemente quería conocer a Eros de otra manera, pero el menor parecía recio a seguir con ese juego de seducción, porque sí, sabía que no solo estaba bailando por causa de su trabajo, sino que intentaba seducirle, podía notarlo en esa mirada caramelo.

Sí que se estaba volviendo loco.

Con un suave jalón de corbata, le fue guiando hasta dejarle sentado sobre una silla negra, luego se apartó un poco y comenzó con el contoneo de caderas e ir pasando a un lado del mayor, acariciándole el pecho con una de sus manos y, luego de posicionarse detrás de este, le abrazó mientras le cantaba al oído la canción, aunque por cada letra susurrada a su oído, Viktor sentía cómo la poca razón que le quedaba le iba abandonando. Eros sonrió más al notar cómo el alfa buscaba alguna manera de contenerse. Pero nadie podía, al menos no con él.

—–—–— —le llamo al oído. El joven asiático sintió cómo todo su cuerpo tembló más cuando el otro tuvo el atrevimiento de tomarle por las caderas y apretarlas— Vy moy

La música seguía su ritmo y con ello las respiraciones de ambos se fueron haciendo más agitadas. Eros hacía rato se había olvidado de que estaba trabajando y ahora solo se dedicaba a dejarse tomar por el mayor.

El alfa interior de Viktor seguía gruñendo por tener a ese hermoso joven, por marcarlo, por eso mismo le tomaba fuertemente por las caderas mientras sus labios recorría cada parte del cuello, provocando que el menor se retorciera y emitiera dulces ronroneos.

 


—Tu... tu nom... bre... —pidió en un gemido. Sus caderas se habían empezado a mover suavemente sobre las del mayor quien echo la cabeza hacía atrás al sentir el toque tan intimo.

—Viktor... —respondió al instante el mayor, ganándose con ello una mirada coqueta.

—Viktor —repitió casi al instante. El alfa asintió y sus labios continuaron con la tarea de besar el cuello del menor, quien solo se retorcía más.

Como resultado, su cuerpo comenzó a despedir un terrible aroma; era uno tan dulce, tan adictivo, que pronto Viktor se levantó como bala y tomó al menor por el trasero. Eros soltó un chillido por el repentino movimiento, pero luego se calmó.

—¿Viktor?

—¿Mn? —El ruso apretó con más fuerza el voluptuoso trasero mientras terminaba de acortar la distancia que tenía contra la cama y acomodar ahí al menor— Moy Eros...

El mencionado solo le volvió a tomar por la corbata para jalarlo más hacia su cuerpo. Sus piernas inclusive se alzaron para prensarse en las caderas del ruso y pronto las palabras de ambos murieron en un beso lleno de hambruna.

Sus brazos rodearon el cuello del mayor y este empezó a acariciar los costados del joven mientras el beso subía de intensidad.

Empezaron besándose superficialmente. Ninguno quería ceder, no querían caer ante los encantos del otro, pero el más débil fue el pequeño omega, quien al tener al mayor entre sus piernas, había quedado vulnerable a toques más íntimos. Su boca se abrió para dejar salir un fuerte gemido y fue ahí donde Viktor aprovecho para atacar esa cavidad.

Mientras su lengua recorría el dulce y cálido interior, la lengua del menor huía de esta solo para exasperar un poco más al alfa, aunque no contó con que este perdiera rápido la paciencia y comenzara con juegos sucios.

—¡Viktor! —le recriminó con confianza, como si se conocieran de mucho tiempo atrás, pero no pudo evitar sonar así cuando una mano traviesa del ruso se había colado a su entrepierna para darle suaves caricias— Ahhh~

—Tu nombre... —Esta vez fue el alfa quien demando aquello. El de mirada caramelo le vio lloroso y cada que intentaba articular palabra alguna solo gemía más, calentando al otro.

—E.. eros.. —Viktor bufó molesto y le dio un suave apretón al miembro semierecto del menor.

—¿Cual.. es tu... nombre...? —volvió a exigirle. El pelinegro entreabrió sus ojos para ver al otro.

 


Continuara...


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