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The King and Poker face. por Akudo

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Notas del capitulo:

Géneros: Humor

Advertencias: Ninguna

5. Cosquillas

Seung Gil odia las cosquillas, a muerte. De verdad.

Y JJ lo sabe bien, en el peor de los casos su lindísimo novio podía ponerse un tanto violento. ¿Pero qué sería de su fastuosa relación sin esa pizca de peligro inminente? Porque el premio tras ello valía más que una mina de diamantes.

¿Saben lo ridículamente difícil que es ver sonreír a Seung Gil, y más, oírlo reír como si todos los ángeles descendieran del cielo a la vez? Pues sí, podría catalogarse como un milagro. Incluso cuando veían programas con contenido del humor agrio que disfrutaba el coreano, Jean-Jaques apenas podía captar (con su oído especialmente entrenado para reaccionar a los sonidos de su pareja) las ligeras vibraciones bajo la mano con la que Lee se cubría su deliciosa boca. Era un ruidito tan breve que el cerebro de JJ se sentía engañado, creyendo que se lo acababa de imaginar.

Sin embargo, él sabía lo real que era, a pesar de que en menos de un segundo Seung Gil volviera a la normalidad asumiendo su expresión facial de póker. JJ estaba enamorado de ese dulce sonido que solo los labios de Seung podían liberar, tanto como para poner su vida en riesgo… y sus genitales, quienes fueron víctimas la última vez.

Fue una mañana de domingo en la que JJ se levantó decidido. Cuando terminó de desayunar se dirigió a la sala aún vestido con su pijama, un pantalón holgado y una camisa sin mangas que dejaba al descubierto sus brazos tatuados. Allí Seung se encontraba asentado en el sofá grande luego de darle a su perro un merecido y largo paseo matutino.

El mayor estaba recostado en un cojín apoyado contra el brazo del sofá, con sus piernas estiradas ocupando los otros dos asientos mientras leía noticias en su smartphone y una lata vacía de jugo reposaba en el suelo.

JJ rascó la cabeza del can cuando éste se le acercó sacudiendo la cola, dándole espacio para que la mascota entrara a la cocina en busca de su plato de agua y que olfateara si quedaba cerca alguno de sus dulces favoritos. Caminó descalzo hasta el sillón y apretó suavemente la rodilla de Seung, pidiéndole un poco de espacio a la vez que le preguntó cómo había ido el paseo, a lo que Seung Gil recogió sus piernas y respondió con un seco “Bien” sin mirarlo.

El de ojos claros tomó asiento de costado para quedar frente a Seung, doblando su brazo en el respaldo del sillón y apoyando la mejilla en su palma, mientras observaba con una sonrisa imborrable el tranquilo semblante del coreano. JJ se atrevió a acariciarle sus pies desnudos, a lo que el más bajo dio una reacción inmediata encogiéndolos para huir de ese roce.

Seung Gil era demasiado sensible al contacto físico y sus pies eran zona de riesgo. Si el coreano lo llegaba a interpretar como cosquillas Jean conocería lo que es ser pateado por unas poderosas piernas entrenadas con años de patinaje… de nuevo, porque como ya se mencionó antes, su parte baja apenas se estaba recuperando del trauma recibido por el arranque de Lee la semana pasada, cuando JJ entró adormilado a la cocina y abrazó a su novio por detrás que preparaba el café. JJ había cometido el error de apretarle los costados con sus dedos y gracias a un reflejo nervioso Seung disparó su talón hacia atrás.

No pudieron tener sexo en tres días luego de eso y de vez en cuando JJ sentía punzadas en sus joyas de solo recordar esa experiencia. Volvió de aquel recuerdo cuando Seung despegó su vista de la pantalla para observarlo por un momento, ligeramente en alerta por el extraño silencio del menor.

— ¿Qué tanto miras? Es desagradable.

La sonrisa de JJ se alargó.

— Me deleito con tu infinita belleza, motivo de celos hasta de la misma luna, y la cual quiero mantener reflejada en mis devotos ojos hasta perder la capacidad de admirarte, lo que solo pasará el día en que muera.

Y ese día llegaría muy rápido si llevaba a cabo lo que planeaba hacer, pero se trataba de JJ, su naturaleza lo obligaba a enfrentar cualquier desafío.

— Ya para, no necesito tener arcadas tan temprano. —Lee regresó sus ojos al teléfono, decidido a no prestarle más atención al disparate humano que tenía como pareja.

Mientras tanto las ansías dentro de JJ burbujeaban cada vez más, esperando el momento indicado. Tanteó su suerte empezando a acariciar la pierna de Seung Gil que dio un pequeño respingo por la sorpresa, pero finalmente volvió a relajarse sin importarle mucho lo que Jean hacía. El menor subió por el muslo ajeno apretando suavemente el hueso de su cadera al final, inclinándose sobre el espacio personal de Seung que acabó dejando su celular a un lado para resoplar y mirarlo.

— Ahora qué… —los labios de Jean-Jacques hicieron presión sobre los suyos callándolo y haciendo que bajara la guardia. Cuando se separaron el canadiense lo miró con cierta culpa.

— Perdóname por esto, ya no lo aguanto.

Los ojos de Seung Gil se abrieron asombrados al notar una ávida mano deslizándose bajo su camisa. El alto moreno sabía muy bien que la única forma de que Lee se dejara tocar entero es que todos sus sentidos estén dominados por el placer sexual, así que fue listo y se adelantó a la reacción del otro, sentándose sobre sus piernas para que no lo atacara a patadas y entonces sus manos actuaron.

— ¡Jean, para! ¡¡Eso no!!

De inmediato el cuerpo de Seung se sacudió hacia todos lados, desparramándose bajo JJ que apretó los dedos en sus cosquillosas costillas como si se tratara de un apasionado pianista, y el mayor no podía decidir si usar sus manos para intentar detener las de JJ o para cubrir su risa inminente. Por eso odiaba, detestaba y repudiaba las cosquillas, hacían que su sistema nervioso entrara en caos dejándolo completamente vulnerable.

Su risa salió fuerte sin parar en hermosas carcajadas que intentaban ser interrumpidas por sus gritos pidiéndole a JJ que parara de una maldita vez. Algunas risas eran agudas y largas, otras guturales, también risitas cortas y rápidas tratando de ser contenidas mientras pataleaba bajo el peso del contrario. Seung ya estaba totalmente despeinado con su cabeza enterrada en el cojín y manoteaba buscando alejar las manos de Jean, cuyos ojos brillaban fascinados por esa imagen y el impagable sonido que llegaba a sus tímpanos, sonriendo demasiado feliz.

— ¡Ya, basta! ¡¡Carajo, Jean!! ¡BASTA! —las contracciones de risa en el abdomen de Lee eran tan potentes que su vejiga estaba a punto de descontrolarse y liberar la pequeña cantidad de orina que tenía acumulada. Hasta el perro había corrido hacia ellos para ver qué es lo que estaba pasando con su dueño principal, dio un ladrido y movió energético su cola queriendo unirse a lo que sea que los otros dos estuvieran jugando.

Si Seung Gil hubiera tenido la fuerza suficiente le habría ordenado al husky que despedazara a JJ. Podría alegar defensa propia ante la policía cuando descubrieran el cadáver.

Jean-Jacques solo se detuvo cuando el rostro de Seung se puso totalmente rojo y ya casi no podía respirar, y aunque sus dedos dejaron de presionar y solo rozaron los costados del coreano por última vez mientras se retiraban de debajo de su ropa, Seung Gil siguió sufriendo taldos de risa que fueron dimitiendo poco a poco en cuanto la mortificante sensación de las cosquillas desaparecía. Finalmente quedó con el torso de lado, protegiendo su tembloroso cuerpo con un brazo mientras con la otra mano se cubría la cara llena de lágrimas involuntarias, respirando como si la vida se le estuviera escapando.

El ojiazul tragó grueso en cuanto Lee pudo estabilizarse y entonces se alejó, dejando de aplastarlo. Seung siguió en su misma posición sin dar ninguna señal.

— Seung, mi vida… —JJ cayó de sentón en el sofá cuando Seung Gil se levantó de un salto y sin decir nada se dirigió al cuarto que compartían con pasos pesados. El menor lo siguió, pero la puerta fue cerrada en sus narices antes de que intentara algo— Cielito… Seung, lo siento. —tocó insistente con sus puños, pero ningún ruido vino de adentro— Mi amor, abre. No lo volveré a hacer.

«Tal vez.»

Nada. Silencio total.

Suspiró, así que de esto se trataba. Quién sabe cuánto tiempo sería sometido a una actitud de hielo, y la verdad es que imaginar ser completamente ignorado por Seung por más de unos minutos dolía más que cualquier golpe en las pelotas. Sin embargo…

Llevó su mano hacia atrás tomando su celular del bordillo de su pantalón y apretó el botón de “dejar de grabar”. Ahora mismo tenía oro en sus manos y no aguantaría las ganas de escucharlo todo el día, tal vez hasta lo pondría como timbre de teléfono, pero sería demasiado arriesgado. Si Seung Gil lo descubría podía considerarse soltero.

Por ahora tendría que dormir en el sofá junto con el perro. Esperaba que a su cariñito se le pasara la molestia rápido, porque iba a extrañar muchísimo tenerlo entre sus brazos.


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