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Opuestos complementarios por Arawn87

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Notas del fanfic:

Hola a todos, regreso con un one-shot inesperado. Primera vez que escribo sobre ellos como pareja, fue un desafío personal que menegué a dejar inconcluso.

 

Admito que me costó mucho manejar a Shaka, espero que los resultados no sean tan malos :p

 

Notas del capitulo:

Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada y Toei animación.

Aquí va el fic, espero les guste.

Opuestos complementarios

 

Era increíble, impresentable, desconcertante. Por primera vez desde que tenía uso de razón la meditación no estaba funcionando, ¿cómo era posible? Precisamente a él, uno de los guerreros más poderosos, elite de la elite, el hombre más cercano a Dios ¿siendo perturbado por las palabras de la serpiente venenosa que habitaba el último templo?

Llevaba cerca de dos horas en medio de los Sales Gemelos, intentando concentrarse para recuperar su acostumbrada serenidad, pero no funcionaba, no conseguía quitarse de la cabeza la expresión altanera y burlesca de Afrodita. Aunque costara imaginarlo, tras ese rostro de ángel se ocultaba un verdadero demonio. Suerte que su discípulo no estaba, así no tendría que dar explicaciones por encontrarse en ese inusual estado de alteración. No obstante, y pensándolo bien, lo que ocurrió era básicamente culpa de Shun y su obsesión por querer llevarse bien con todo el mundo.

Desde que el joven Andrómeda se volvió oficialmente su aprendiz por la armadura de Virgo, este quiso cerrar capítulos y lograr una relación de armonía con todos sus conocidos, lo cual funcionó bien hasta que llegó el turno de acercarse al Santo de Piscis. Entendía que había una historia turbulenta entre ambos y que Shun deseaba sinceramente arreglar las cosas. Pero por Atenea y Buda, si Afrodita no quería nada con él ¿no podía simplemente dejarlo ir?

 

Flash back

A Shaka no le fue difícil saber hacia dónde se dirigía Shun cuando este salió presuroso escaleras arriba apenas comenzó a asomar el sol. Cinco minutos antes había sentido la presencia de Afrodita cruzando por su templo, indicando que venía llegando de su misión de reconocimiento.

Hasta ese momento el Santo de Virgo no dimensionaba lo desesperado que estaba su discípulo por llegar a estar en paz con ese obstinado sueco, pero si el chico salía tras él a esa hora, seguro era porque todos sus intentos anteriores habían fracasado estrepitosamente.

Shaka deseaba que Shun dejara de distraerse pensando en el guardián de los peces y se concentrara exclusivamente en su entrenamiento, por ello decidió que era momento de intervenir. Esperó a que el joven se alejara escaleras arriba para seguirlo con disimulo, aprovechando que los otros guardianes aún dormían. Cuando llegó a Piscis, se encontró básicamente con lo que esperaba.

Los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar la fachada del último templo, en cuyo centro se encontraban discutiendo Shun y Afrodita. Shaka decidió ser discreto y ocultar su presencia, no para espiar, sino para enterarse de lo que sucedía entre esos dos.

- Andrómeda, realmente no sé qué esperas de mi –la voz de Afrodita se notaba algo tensa- Te he dicho mil veces que no te odio ni te guardo rencor ¿qué más quieres para dejarme en paz?

- Quiero que seas sincero –respondió el joven- Sé que aún me guardas rencor, lo sé, y yo… -titubeó unos segundo, mordiéndose el labio- Somos compañeros, Afrodita. Solo me gustaría que pudiéramos dejar atrás el pasado y mirar hacia el futuro, debe haber una forma…

- No la hay –interrumpió duramente el mayor, pensando en darle al chico la honestidad que tanto pedía- El pasado nunca se olvidará, ¿qué caso tiene de todos modos? Dentro de poco me iré del Santuario, nunca más nos volveremos a ver ¿porqué te obsesionas tanto con estas forzadas reconciliaciones?

- Porque es necesario, todos somos Santos leales a Atenea, somos compañeros y lo seguiremos siendo aunque ustedes se vayan, por eso no está bien que nos guardemos rencor por hechos del pasado de los cuales nadie tiene la culpa… -la burlesca risa de Afrodita resonó en el templo apenas Shun terminó de hablar, haciendo que Shaka frunciera el ceño.

- Por más que pasen los años continuarás siendo el mismo ingenuo. El mundo no es blanco y negro, niño, todos tenemos nuestra cuota de culpa, deberías saberlo –luego, el mayor se acercó unos pasos hacia el joven, mostrando una expresión intimidante- Así como no existen los “santos” propiamente tal, eso también deberías saberlo… -susurró acercándose a su rostro, consiguiendo que Shun se sonrojara.

- Tú…

- Ahora vete a jugar por ahí y no vuelvas a molestar –ordenó recuperando su habitual actitud- Lo único que deseo es quitarme esta armadura y darme una ducha, tu presencia aquí me retrasa e irrita -continuó sin intenciones de disimular su desagrado.

El joven Andrómeda no fue capaz de responder con palabras, solo asintió lentamente, mostrando una inusual seriedad en su rostro y emprendió el camino de regreso. Iba tan ensimismado que ni siquiera notó la presencia de Shaka cuando pasó por su lado. El actual Santo de Virgo supo que era momento de intervenir.

- Afrodita de Piscis –lo llamó en voz alta, apareciendo tras una columna. El aludido ya había comenzado a caminar hacia sus estancias, detuvo sus pasos y giró pausadamente para ver al recién llegado.

- Esto debe ser una broma -murmuró- ¿El gran Shaka de Virgo ocultándose como un vulgar bandido? –el comentario mordaz fue dicho con toda intención.

Afrodita acababa de llegar de una misión, no había dormido bien en tres noches, tuvo que soportar otro sermón del Patriarca sobre la importancia de encontrar a su sucesor, aguantar a Shun y su irritante actitud de “soy tan bueno y quiero ser amigo de todos”, y encima ahora llegaba uno de sus compañeros que solía evitar tanto como el protocolo lo permitiera. Todo lo espiritual que era Shaka contrastaba con su propia esencia, alguien que disfrutaba al máximo de los siete pecados capitales… bueno, no tan literal, pero de espiritual, él, nada.

- A veces las circunstancias requieren que actuemos de formas en que normalmente no lo haríamos –explica el Santo de Virgo, sin perder su tranquilidad y procurando mantener sus ojos cerrados. No quería provocar un enfrentamiento con Afrodita, no era esa su intención.

- ¿Vienes a abogar por tu alumno? Pensé que ya era lo suficientemente grande para defenderse solo –dijo con sorna, esbozando una pequeña sonrisa. A Shaka le sorprendía que el carácter del pisciano pudiera diferir tan radicalmente con su apariencia de ángel.

- Afrodita, mi intención no es discutir contigo –continuó acercándose un poco más, para quedar frente a su compañero- Solo deseo saber porqué te empeñas en alejar a Shun.

- ¿Es mi obligación ser su amigo?

- Por supuesto que no, nadie puede obligarte a nada. Es solo que no logro comprender, Shun es un buen chico y anhela estar en paz con sus compañeros de Orden –índico manteniéndose sereno- Tú sobre todo, eres un caso especial para él… por todo lo que pasaron…

- Porque maté a su maestro y luego él me mató a mí, ese es nuestro pasado en común ¿te parece un ideal para que ahora actuemos como si nada? Lo siento, me confundes con los otros santurrones de la Orden –Afrodita interrumpió con intención de que el rubio dejara de hablar y se marchara, pero luego agregó- Si quieres hacer algo por ese mocoso enséñale una valiosa lección de vida, que no siempre podrá obtener lo que quiere -Finalizó dando media vuelta para retirarse a sus aposentos de una vez, pero nuevamente la voz del menor lo detuvo.

- Se perfectamente lo que debo enseñar a Shun, Afrodita, no necesito tus consejos en esa materia –ante las palabras de Shaka, el guardián del templo solo pudo emitir una pequeña risilla. Sin proponérselo había herido el orgullo del poderoso Virgo y eso le complació más de lo que alguna vez imaginó.

- ¿Sabes qué es gracioso, Shaka? Podrás ser un experto en todo eso de la iluminación y el nirvana, pero no sabes un carajo sobre la naturaleza humana –comentó girándose lentamente, mostrando nuevamente esa expresión altanera que solía irritar al hindú- Por eso no me extraña que “el hombre más cercano a Dios” viviera engañado durante trece años. Estás tan centrado en tu pequeño mundo de fantasía que no eres capaz de ver la realidad aún teniéndola frente a tus narices –continuó metiendo el dedo en la llaga- Lo más irónico es que te vanagloriabas por ser uno de los más cercanos al Patriarca, sin embargo, nunca te diste cuenta de que era Saga quien se escondía tras esa máscara. Lástima por ti -dicho eso, volvió a encaminarse hacia las estancias privadas del templo, desapareciendo tras la puerta.

Shaka permaneció en su lugar, estático, no fue capaz de reaccionar frente a las últimas palabras de Afrodita. Era cierto, aún le pesaba el hecho de no haberse percatado del engaño, de haber pensado hasta el último momento que ese hombre era el verdadero Patriarca y Saori una falsa Atenea, por no haber escuchado las advertencias de Mü sobre que algo extraño sucedía, por haber luchado contra Aioria cuando fue a pedir explicaciones al impostor y dejar que este controlara su compañero. Todo eso le pesaba, ni siquiera la guerra santa consiguió borrar esos amargos recuerdos. La meditación ayudaba, pero no era suficiente, y que encima Afrodita se lo restregara en la cara, fue demasiado. “Ese maldito”, pensó, ¿acaso se sentía orgulloso de haber contribuido con el engaño? Algo le decía que sí, después de todo el sueco nunca pronunció palabras de arrepentimiento, y sin embargo seguía siendo parte de la Orden. En lo más profundo de su alma, eso era algo que tampoco comprendía e incluso le molestaba.

No quiso estar un segundo más en ese lugar, menos aún cuando comenzó a sentir el mortal perfume en el aire. Una sutil invitación del guardián a retirarse.

De regreso en su templo, se alegró de que Shun no estuviera, no deseaba ver ni hablar con nadie, lo único que quería era su jardín, necesitaba meditar en la tranquilidad de su jardín.

 

Fin del flash back

Era primera vez en mucho tiempo que sentía esa necesidad tan humana de partirle la cara alguien, no con su cosmos, solo con sus puños, ¿cómo era posible que unas cuantas palabras de Afrodita lo desequilibraran así? Él debía evolucionar para alcanzar a la iluminación, no retroceder y dejarse llevar por los impulsos primarios. Dio un par de profundas respiraciones para intentar concentrarse nuevamente, despejar su mente y volver a la harmonía. En ese instante volvió a percibirlo, aquella dulce y extraña esencia que flotaba en su jardín desde que Shun llegó a vivir a Virgo y que se complementaba a la perfección con la fragancia emitida por sus Sales. Aún no descubría qué era.

Al caer la noche, Shaka continuaba en la misma posición. No se había movido un ápice, no había comido ni bebido nada. Solo se dedicaba a meditar y en ocasiones a observar las armaduras de Virgo y Andrómeda que descansaban juntas a un extremo del jardín. Por algún motivo, a menudo se quedaba observando atentamente la armadura de su alumno, aquella que él mismo había ayudado a reparar vertiendo su sangre. Algo en el aura de Andrómeda le atraía, y era extraño, muy extraño. Una de las tantas cosas que lo mantenían intrigado durante los últimos meses.

En ese instante, Shun le comunicó vía cosmos que se quedaría con Hyoga esa noche, y lo dejó ir en paz. Su discípulo necesitaba un oído amigo y él no se lo iba quitar. Tampoco tenía ganas de volver a discutir ese día. Intentaba ser un buen maestro para el joven y lograr que este se convirtiera en un digno sucesor de Virgo. Aunque en el fondo sabía que Shun ya lo era, los cinco de bronce habían mostrado su valía en más de una ocasión, probablemente merecía aquella presea dorada más que él. Reconocer eso también le pesaba en el alma, el haber estado ciego durante tantos años le hacía sentir que había fallado en su misión como Santo.

Pasada la media noche, no soportó más y decidió salir a caminar, acompañado por la soledad y frío otoñal, aún sin poder creer que por primera vez su meditación había sido completamente en vano. Las palabras de Afrodita todavía resonaban en su cabeza, y con ellas, su más grande vergüenza.

Sin darse cuenta, sus pasos lo llevaron hasta la playa, muy cerca del Cabo, un lugar tranquilo y poco frecuentado, justo lo que necesitaba. La salada brisa marina se colaba entre sus poros, haciéndolo suspirar. Un escalofrío recorrió su cuerpo, arrepintiéndose de llevar nada más que su túnica blanca como abrigo, la cual cubría apenas un lado de su pecho. Intentando ignorar el frío, recorrió el lugar con la vista para encontrar un sitio agradable donde sentarse a escuchar la marejada estrellarse contra las rocas. Estaba en eso cuando a lo lejos divisó una conocida figura, sorprendiéndolo en demasía. Tuvo que abrir sus ojos para convencerse de que realmente estaba ahí, el culpable de su lamentable estado actual, el último guardián del zodiaco.

Afrodita se encontraba de pie mirando el oleaje, iba ligero de ropa, con apenas un suéter y jeans gastados, demasiado informal para su elegante porte. Lucía ensimismado, no había rastros de la burla y altanería que solía mostrar en su rostro, parecía melancólico, incluso triste. Shaka pensó que debía estar alucinando, ¿era el mismo Afrodita con quien había discutido esa mañana? No tuvo tiempo para seguir reflexionando. De pronto se escuchó un gran estruendo proveniente del cielo, indicio de que se avecinaba una tormenta, y las gotas de lluvia no tardaron en caer, aumentando rápidamente en intensidad.

El Santo de Virgo consideró marcharse, pero no pudo. Afrodita seguía ahí, inmóvil, contemplando el océano. Parecía no notar el diluvio que le caía encima. No obstante, lo que más asombraba a Shaka era su expresión, la cual lucía aún más acongojada y casi podía jurar que corrían lágrimas por sus blancas mejillas, mezclándose con la lluvia. Sintió una leve opresión en el pecho y no pudo hacer sino soportar el aguacero y continuar observando al mayor.

Pasó cerca de una hora y el último guardián no se movía, Shaka comenzaba a preocuparse, debatiéndose internamente entre acercarse y decirle que volvieran a sus templos, o simplemente marcharse. Avanzó unos pasos, dispuesto a hablarle, pero algo lo detuvo, quedó paralizado sin atreverse a seguir hacia, estiró su mano haciendo ademán de alcanzarlo, pero en seguida dio media vuelta y regresó rápidamente a su templo. No pudo hacerlo, no pudo acercarse, ¿porqué? ¿Porqué Afrodita lo desequilibraba así?

Mientras el sexto guardián volvía a sus aposentos, Afrodita continuaba inmóvil mirando el océano, sin percatarse de nada a su alrededor. Lo que más deseaba era alejarse de todo y de todos, su cabeza iba a estallar, no quería dar explicaciones, no deseaba ver ni hablar con nadie, solo quería abandonar ese lugar lo más pronto posible, pero ni eso podía hacer, no sin antes entregar al desdichado niño que ocuparía su lugar como guardián de Piscis. El Patriarca se lo había dejado claro esa misma mañana, cuando volvió de su misión.

Los habían revivido con la excusa de entrenar a sus sucesores, luego quedarían libres para permanecer en el Santuario o vivir en el mundo exterior si lo deseaban. Por supuesto, él quería alejarse lo más pronto y lejos posible, pero no así, no a costa de condenar a otro mocoso a un futuro de dolor e ingratitud igual que el suyo. Piscis era uno de los signos malditos, por eso Afrodita deseaba ser el último que ocupara ese cargo y mentía al Patriarca cada vez que lo enviaba a buscar a su reemplazo. Él sabía quién era su sucesor, lo había encontrado hace meses, pero se llevaría el nombre a la tumba.

Cuando Shaka llegó a su templo se dirigió directamente a su jardín, empapado y con el corazón acelerado. Intentaría meditar otra vez, pero antes de ubicarse en su lugar habitual entre los Sales, su vista se desvió hacia las armaduras de Virgo y Andrómeda que descansaban juntas y caminó hacia ellas. Sentía que entre más se acercaba a las  preseas, esa agradable mezcla de fragancias aumentaba en intensidad. Se detuvo a un paso de las armaduras y centró su atención en Andrómeda, observándola fijamente. Estuvo así durante horas, pensando en qué tendría aquel objeto para dejarlo hipnotizado, incluso la pesadez en su pecho había disminuido. Respiró profundo, una y otra vez, la estudió minuciosamente, volvió a respirar, cerrando los ojos un largo rato mientras recorría la armadura con la yema de sus dedos. Le tomó bastante tiempo, hasta que finalmente hizo la conexión. Por supuesto, ese aroma era inconfundible, ¿pero cómo podía permanecer impregnado en Andrómeda después de tanto tiempo? Se sentía más intrigado que nunca.

Afrodita permaneció un par de horas más en ese lugar, hasta muy entrada la madrugada, momento en que sus huesos le rogaron abandonar ir a buscar un poco de calor… “será un milagro si no agarro una pulmonía”, pensó con fastidio y humor a la vez.

Se alejó del lugar a paso rápido y cruzó a toda carrera por los primeros templos. A esa hora la mayoría se encontraba durmiendo, excepto su amigo de Cáncer, quien estaba ausente por una misión. Afrodita pensó que nunca lo había extrañado tanto como en ese momento.

Su buena fortuna terminó al pasar por Virgo, pues antes de divisar la salida se encontró de frente con su guardián, quien lo miraba fijamente con templanza y seriedad, sus ojos brillaban por el reflejo de las antorchas que iluminaban el salón, otorgándole un aire de solemnidad intimidante.

Afrodita decidió ignorarlo y pasar junto a él para seguir su camino, pero Shaka le cortó el paso situándose en frente. El mayor intentó esquivarlo, pero el otro volvió a ponerse por delante, sin decir una sola palabra. A la cuarta vez de ese juego, Afrodita resopló, se cruzó de brazos y finalmente habló.

- Bueno ¿cuál es la idea Virgo? –preguntó muy serio.

- Quiero hablar contigo –respondió Shaka, sin dejarse amilanar.

- Lástima, yo no –indicó el mayor, comenzando a caminar- Estoy cansado, no molestes más –agregó cuando estuvo a unos pasos de distancia. Sin embargo, Shaka lo tomó del brazo.

- ¿Tu solución para todo es huir, Afrodita? –las palabras del hindú lo hicieron fruncir el ceño- No importa lo que ocurriera entre nosotros, somos compañeros, puedes confiar en mi…

- ¿De qué estás hablando? –preguntó extrañado. Shaka enmudeció unos segundos, soltando lentamente su agarre. Ser sincero era la única opción.

- Hace un rato te vi en la playa. Estabas ahí solo y te veías… no parecía que estuvieras bien –intentó explicar calmadamente- ¿Qué pasa contigo, Afrodita? Confía en mí, tal vez pueda ayudar con lo que te aqueja.

- Volvería a morir antes de confiar en ti –un rayo iluminó aquella escena, seguido de un estrepitoso trueno. Shaka se acercó lentamente hacia su compañero, estudiándolo.

Era el hombre más cercano a Dios, pero reconocía que Afrodita tenía razón cuando dijo que no sabía nada de la naturaleza humana. Sin embargo, ahí estaba, listo para una lucha de voluntades con el más bello de los ochenta y ocho. Aún no entendía la motivación, por primera vez se estaba dejando guiar por su instinto, sus emociones, aquello que había jurado no hacer parecía la única opción en ese momento. Necesitaba que Afrodita se abriera a él, ¿Por qué? ¿Para qué? no sabía, no importaba, simplemente lo necesitaba.

- No es solo a Shun, es a todo el mundo… alejas a todo el mundo –dicho eso, prosiguió a fijar sus azules luceros en los profundos aguamarina de Afrodita- ¿Qué está pasando contigo? Déjame entenderlo.

- No hay nada que entender –señaló mientras apretaba sus puños y volvía a girar sobre sus talones para alejarse del menor. Se sentía escrutado por esos ojos y no le gustaba, parecía que eran capaces de ver a través de él.

Shaka esbozó una triste sonrisa. Ahora comprendía que esa actitud de Afrodita era para ocultar lo que fuera que estaba sintiendo, nada más que un escudo muy bien labrado, y que ese día, por un segundo, vio resquebrajarse.

- No puedo dejarte ir ahora -murmuró más para sí mismo.

- ¿Disculpa? –exclamó el otro, viéndole duramente.

- Yo… -Shaka meditó sus palabras, era mala idea obligarlo de esa manera, podía sentir que el cosmos de Afrodita comenzaba a alterarse y eso no era bueno para nadie- Tengo un jardín… -la cara de indignación del sueco se transformó rápidamente en una de confusión.

- ¿Eh?

- Tengo un jardín, me gustaría que lo vieras –continuó hablando con normalidad, incluso sonriendo levemente hacia su interlocutor. Afrodita parpadeó varias veces antes de responder.

- ¿Estás drogado o qué? –preguntó aún viéndose desconcertado.

- No, solo quisiera mostrártelo –insistió acercándose un unos pasos- Por favor Afrodita, como una ofrenda de paz. Prometo ordenarle a Shun que ya no te moleste más, si es lo que deseas -esa era su carta de triunfo, y supo que había funcionado al ver la expresión del mayor.

- Un minuto…

- Por supuesto –aceptó invitando a su compañero a seguirlo. Este lo hizo.

Afrodita ingresó al mentado jardín observando todo alrededor. Debía admitir que siempre le había causado un tanto de curiosidad el cómo sería ese lugar. Jamás pensó compararlo con el suyo, pues estaba seguro que no habría comparación y ahora que lo veía, mantenía esa postura. Era bonito, pero solo eso, bonito.

- Bueno, ya vi tu jardín ¿ahora terminarás con el berrinche y me dejarás ir? –lanzó mordaz al terminar de recorrer el lugar. A pesar de sus palabras, Shaka sonrió comprensivo.

- Qué te parece…

- Nada del otro mundo -ahora el menor emitió una pequeña y suave risilla. Afrodita lo miró con los ojos bien abiertos, pues hasta ese momento habría jurado que el inmaculado Virgo era incapaz de reírse.

- Qué te parece si nos sentamos a hablar, ¿quieres un té? –invitó ignorando las palabras anteriores del sueco.

- No, no quiero un té, quiero irme a mi templo -Afrodita sentía que su paciencia se escapaba lejos, muy lejos- Ahora entiendo porqué Shun actúa así, eres igual de insistente e insoportable que él.

Estaban frente a frente, mirándose a los ojos. Shaka intentaba descifrar los misterio que se escondían tras el perfecto escudo del más hermoso de los Santos, pero esos pozos parecían inescrutables, Afrodita debía haber pasado años forjándolos para hacerlos impenetrables incluso a su aguda visión. Sin embargo, no se rindió, y por algún motivo el mayor tampoco se apartaba. La atracción que estaban sintiendo era algo extraño, ninguno daba el primer paso para alejarse y permanecieron en esa posición por un buen rato, incluso olvidando el frío e incomodidad que les provocaba la ropa empapada.

En ese momento, Shaka comprobó lo que deseaba saber. El tener a Afrodita tan cerca al interior de su jardín hizo que su mente hiciera la inmediata conexión. Sin pensarlo, tomó al sueco de la nuca y lo acercó para olfatearlo de cerca, posando la punta de su nariz en el fino cuello escandinavo. Estuvo un par de segundos así hasta que el otro lo apartó.

- Maldita sea Virgo, me retracto, eres peor que tu alumno –tras soltar aquellas palabras dio media vuelta, furioso, dispuesto a escapar esta vez.

- ¿No lo sientes Afrodita? –preguntó ignorando lo alterado de su compañero, estaba demasiado centrado en su descubrimiento para notarlo- Es tu esencia, todo el tiempo lo ha sido… -comentó como si el otro supiera de qué hablaba.

- ¿Qué tiene mi esencia? –preguntó tras detenerse y girar con cautela, maldita fuera su curiosidad.

- La que flota en el jardín desde que Shun llegó… por supuesto, cómo no lo noté antes –continuó tranquilamente- Tengo grabado tu aroma desde que estuvimos atrapados en el Yggdrasil, solo que había olvidado a quien pertenecía… sin embargo… -se detuvo para girarse y observar el lugar de las armaduras, específicamente a Andrómeda. Afrodita lo siguió con la vista, pero solo pudo fruncir el ceño al reconocer ese pedazo de metal bronceado.

- La armadura de Andrómeda, qué bonito –comentó sarcástico.

- La misma que tú destruiste con tus rosas y que yo ayudé a reparar con mi sangre.

- Bien por ti

- ¿No lo entiendes? –la expresión de Afrodita respondió que no, es más, incluso parecía un tanto asustado- Tu esencia quedó impregnada en Andrómeda, es sutil, pero está ahí… el perfume de tus rosas –finalizó en un susurro, mirando fijamente al otro, quien lucía cada vez más desconcertado.

- Eso no tiene sentido, nuestro combate fue hace mucho, es imposible que la esencia de las piraña siga ahí…

- No creo que sea perceptible para todos, pero yo lo siento, se mezcla suavemente con el aroma propio de mi jardín –comentó cerrando sus ojos para sentir más profundamente aquella fragancia- Lo poco que consigue serenarme desde que regresamos es esta esencia, la tuya, Afrodita –aquella confesión la hizo sin duda ni pudor alguno, era la verdad. Por fin había descubierto el origen del perfume que lo abrasaba cada vez que intentaba meditar junto a los Sales. Era de carne y hueso, y lo tenía frente a él.

- De acuerdo, si tú quieres creer eso –comentó sintiéndose incómodo, pensando que finalmente Shaka había enloquecido. No le extrañaba, a todos los santurrones los consideraba dementes en potencia.

- No lo creo, tengo la certeza… tú y yo formamos parte de la historia de Andrómeda, y lo haremos siempre. Tu impregnaste tu esencia, yo mi sangre –continuó acercándose aún más al mayor- También, ambos contribuimos a forjar lo que Shun es ahora, por fin lo entiendo. Ese es el motivo por el que insiste tanto en acercarse a ti… es increíble que no me diera cuenta antes…

- Virgo, ¿por qué me estás soltando toda esta verborrea? ¿Qué pretendes que haga? –preguntó volviendo a ponerse serio, endureciendo un poco su mirada. No le gustaba la actitud de Shaka, ni sus palabras, nada de lo que sucedía en ese momento.

Se formó otro largo silencio en donde solo se dedicaron a mirar en los ojos del otro. Lo que había dicho Afrodita era la pregunta del millón, ¿qué pretendía contándole eso?, se preguntaba el sexto guardián. Esa noche había abandonado por completo su raciocinio, dejándose llevar únicamente por sus impulsos, y el resultado era este, encontrarse sin saber qué decir.

Por su lado, Afrodita estaba cada vez más harto. Como si no fuera suficiente con Shun, ahora venía el maestro a soltar esas babosadas incomprensibles, ¿qué tenía él que ver con Andrómeda? Por favor, solo habían sido enemigos, como tantos otros. Maldita la obsesión de los virgo. Ahora más que nunca deseaba llegar a su templo y arrojarse de cabeza por el barranco, para terminar lo que no había podido hacer en la playa.

- Sé que no puedes comprenderme ahora, pero cuando encuentres a tu sucesor entenderás que todo lo que le afecte a él también tendrá que ver contigo -esas palabras, dichas con tanta inocencia y amabilidad, provocaron que la bilis del sueco se revolviera en su interior. Shaka notó de inmediato la rigidez que tomó el semblante del otro, confundiéndolo un poco- Afrodita…

- Ya tuve suficiente de vírgenes por hoy –el hindú volvió a detenerlo, tomándolo del brazo, pero esta vez Afrodita reaccionó con más violencia, soltádnosle bruscamente y dándole un fuerte empujón como respuesta.

- ¿Te gusta mi esencia? Pues aquí la tienes –en menos de un segundo, el jardín se vio inundado de pétalos rojos- Vamos, siéntela toda –susurró con una retorcida sonrisa, mientras sus pétalos volaban mezclándose con aquellos de los sales. Increíblemente, parecían flotar en armonía.

- Si estás tan enfadado, deberías hacerlos venenosos… –dijo con un tono desafiante.

Tal vez debería –respondió sin pensar.

- Podrías, pero no lo harás, porque no quieres acabar conmigo, solo contigo mismo –agregó posando suavemente una mano en su mejilla- Confía en mí, Afrodita, aunque sea para desahogarte -continuó acariciando su pálida piel, al tiempo que la ventisca de pétalos rojos iba disminuyendo en intensidad.

Afrodita lo observó largo rato, ¿confiar en él? No, era imposible, pero bien podía hacer otra cosa. Necesitaba desahogarse y su único confidente no estaba ahí en ese momento ¿qué podía hacer? ¿Qué ofrecía el Santo de Virgo para reemplazar al oído amigo?

Continuó observándolo, sintiendo el suave tacto de sus manos acariciarlo gentilmente, muy gentilmente. Era extraño, tan extraño… ¿sería lástima? ¿Shaka sentiría lástima por él? Dijo que lo había visto en la playa, bien podía ser eso. Sin embargo, decidió que en ese momento no le importaba, nada importaba.

No hubo tiempo para pensar lo que iba a hacer, solo siguió sus instintos y se abalanzó contra el hindú. Lo tomó firme por la nuca, atrayéndolo hacia él, pero Afrodita no se dedicó a olfatear, lo que hizo fue juntar sus labios en un beso que rallaba la desesperación. Shaka abrió los ojos por la sorpresa, pero en ningún momento se resistió, estaba paralizado por lo inesperado de esa acción y también porque lo bien que se sentía. Era su primer beso, algo que jamás pensó experimentar en esta vida, y sabía exquisito ¿sería siempre así? ¿O era solo porque Afrodita se lo proporcionaba? De lo único que tenía certeza es que no deseaba terminarlo. Posó ambas manos sobre las mejillas escandinavas e intentó introducir su inexperta lengua en aquella dulce cavidad.

Cuando sintió la lengua del menor tratando de introducirse en su boca, fue el turno de Afrodita para sorprenderse. Esbozó una pequeña sonrisa, sin romper el contacto, y abrió un poco su cavidad permitiéndole entrar. Lo ayudó con su propia lengua, entrelazándose tímidamente con la del otro. El beso resultó algo torpe dado la evidente falta de experiencia del sexto guardián, pero lejos de enfadarlo, eso solo causó ternura en el mayor. Ni él mismo entendía el porqué de esa sensación.

El cosquilleo que comenzó a sentir le hizo desear más. Empujó al menor para tenderlo en el suelo, y él sentándose a horcajadas sobre su estómago comenzó a besar otras partes del cuerpo. La blanca túnica que Shaka solía vestir dejaba al descubierto la mitad de su pecho, algo que Afrodita supo aprovechar. El único sonido del ambiente eran los labios del sueco succionando las rosadas tetillas del hindú, junto a los ligeros gemidos que este emitía como respuesta. Las palabras sobraban.

Afrodita, dejándose llevar por el deseo, introdujo lentamente su mano por la parte baja de la túnica, acariciando lentamente los muslos hasta llegar a la palpitante erección. Sin duda era el primer privilegiado en tener a Shaka de Virgo de esa manera. Comenzó a masajear suavemente, muy concentrado en su tarea, cuando su mano fue detenida por la del otro. Entonces levantó la vista y pudo apreciar al menor incorporado en uno de sus codos, con el rostro sonrojado y mirándolo con una expresión mezcla de temor y vergüenza. Entonces todo el deseo acumulado se desvaneció.

Afrodita sintió como la vergüenza del otro era traspasada a su propia persona y los cuestionamientos no tardaron en llegar. Se separó rápidamente de Shaka, respirando agitadamente y sintiendo su corazón latir a mil por ahora. Escapar, debía escapar.

Incorporándose de un salto, dio media vuelta para huir rápidamente, pero fue detenido nuevamente. Shaka sujetó su mano y se incorporó con lentitud, sin soltarla. El ambiente estaba tenso, pero entonces el menor sonrió con algo de timidez.

- ¿Quieres beber un té? –susurró amable, esperando que esta vez el mayor aceptara.

La esperanza fue en vano. Afrodita endureció su mirada, se sacudió el agarrare y retomó su huida. Esta vez Shaka no lo detuvo. Quedó de pie observando como el otro desaparecía tras la puerta de su jardín.

 

Afrodita corrió lo más rápido que pudo los seis templos de distancia. Cuando finalmente llegó a su destino, pasó directamente a su jardín y se dedicó a contemplar los rosales por un largo rato. Era diferente al de Shaka, muy diferente. Dirigió su mirada hacia el cielo y recién notó que la lluvia se había detenido. Las nubes daban paso a una noche estrellada, sin duda era una hermosa noche, “y mañana será un largo día” pensó a continuación. Pasó una mano por su cabello y sintió que tenía algo enredado en él, eran dos pétalos de flor: uno de rosa roja, otro de flor de sale. Lo curioso es que se encontraban unidos, uno sobre otro, como si alguien les hubiese adherido pegamento. Esbozó una pequeña y cansada sonrisa, volviendo a ver el firmamento.

- Si, mañana será un largo día –repitió, esta vez en voz alta. No pudo conciliar el sueño hasta muchas horas después.

 

Cuando Afrodita se fue, Shaka tardó unos minutos antes de atreverse a mover. Una mezcla de emociones lo embargaba. Estaba avergonzado, si, pero también se sentía feliz, ¿por qué le pasaba eso? ¿Por qué dejó a Afrodita llegar tan lejos? ¿Porqué él mismo profundizó el beso? Nada tenía sentido. Lo curioso es que nuevamente pensó que no importaba. Atenea les había dicho que tras tanto dolor, su mayor deseo era verlos felices, entonces ¿estaba mal hacer ese tipo de cosas si con ello era feliz? No lo creía, no le hacía daño a nadie ¿porqué iba a estar mal?

Necesitaba meditar, si, meditar.

Comenzó a caminar hacia sus sales, mirando de reojo las armaduras tintineantes. Entonces notó que el césped seguía cubierto de pétalos rojos y no pudo evitar sonreír. La esencia de Afrodita estaba ahí y seguiría por mucho tiempo más. Sin duda no conseguiría estabilizarse en el corto plazo. Dio otra profunda respiración, sintiendo un cosquilleo en el estómago. Era increíble como la fragancia de las rosas se complementaba tan bien con las flores de sus sales. Tomó asiento entre los árboles, pero antes de cerrar sus ojos reparó en algo a su izquierda. Fue una gran sorpresa encontrarse con una rosa roja en medio de sus sales; era hermosa, perfecta, como la persona que las creaba. La tomó delicadamente entre sus dejos y volvió sonreír.

- Quizás la próxima vez aceptará beber un té –dijo esperanzado, hablándole a la pequeña flor.

Volvió a situarse en su habitual posición de loto, pero esta vez con la compañía de la rosa a sus pies. “Mañana será un largo día” pensó, “muy largo”. Y por tercera vez en ese rato, Shaka sonrió.

 

Fin

 

Notas finales:

Así termina mi primer AfroxShaka ¿cómo estuvo? Les gustó, no les gustó, si, no, porqué. Sería lindo leer sus impresiones, ya que como dije al principio, nunca había trabajado a Shaka y se me hizo bastante complejo.

Bueno, nos vemos en una próxima oportunidad.

 

Saludos :)

 

 


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