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Ininite War por Hijadeherobrine

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–¡Sarez!¡Iru!–las santias, corrieron hacia sus amigos para ayudarles a ponerse en pie.–Arla, ayuda a Atenea-sama y a Hades.–la chica asintió y fue hacia dónde estaban las dos divinidades.–¿Se encuentran bien?–preguntó preocupada.–Sí, tu tranquila. Ve a ayudar a tus amigos corre.–Gala sonrió mientras se limpiaba la sangre de la nariz, y veía cómo Hades también se levantaba y se sacudía el polvo de su túnica negra y la extendía la mano para ayudarla a levantarse. Gala la tomó y se levantó del suelo.–Atenea-sama.–Aura y Arla, llegaban seguidas de Sarez e Iru, los cuales tenían algunas heridas leves en la cara y brazos.–¿Llamamos a los demás santos?–preguntó el peliblanco. Gala asintió levemente y ellos corrieron hacia las casas de los santos, las cuales se encontraban en Rodorio, para avisarles de que se debían reunirse en el Coliseo. Mientras, Atenea y Hades se sumieron en un incómodo silencio.–¿Tú que harás?–preguntó la pelimorada.–¿Cómo que qué haré?–Hades miró a la chica sin comprender nada.–Quiero decir… ¿a quién apoyarás?¿A los humanos que siempre tratas de matar, o a los dioses que tanto odias?––Atenea, no los intento matar, les doy una libertad con la muerte, mientras tú les das una libertad mediante la vida. Es por esa causa que nos enfrentamos, por tener ideas diferentes sobre la libertad y la salvación. E igualmente, si Caos destruye a la raza humana y conquista el planeta, ¿qué gracia tendrían las Guerras Santas por la Tierra?–una leve sonrisa se asomó por los labios de Gala.–En ese caso, yo que tú iría trayendo a tu ejército hacia acá, ¿no? Después de todo, si vamos a colaborar por lo menos presentémosles para que no se maten entre ellos.–Hades rió por lo que dijo la chiquilla.–Sí, seguramente ocasionarían otra guerra entre ellos. La cosa es, tú ejército ha sufrido muchas bajas, ¿qué vas a…?– –Tranquilo, ya… ya se me ocurrirá algo. Por ahora lo importante es saber qué dioses apoyan a la Tierra y sus moradores y cuáles están en su contra.– –No tendrás que esperar mucho, diosa de la guerra.–una mujer, de largos cabellos blancos y ojos del color azul brillante, estaba detrás de ella con siete personas, dos chicas y cinco chicos los cuales portaban armaduras negras Gala invocó su báculo y Hades, su espada y apuntaron con ello a la recién llegada, elevando su cosmos un poco.–¿En serio atacaréis a un aliado?–preguntó la peliblanca alzando una ceja–¿Quién eres?–preguntó la pililila con desconfianza.–Soy Elizabeth, la reencarnación de Itxab, la diosa maya de los suicidios. Y ellos son Meliodas de Ira, Ban de Codicia, King de Pereza, Gowther de Lujuria, Escanor de Orgullo, Diane de Envidia y Merlin de Gula.–dijo señalando a un chico de pelo rubio y ojos verdes; otro de pelo blanco, ojos rojos y una larga cicatriz; un castaño claro de ojos naranjas; un pelirosa de ojos ámbar; un pelinaranja de ojos azules; una chica de pelo castaño atado en dos coletas y ojos morados, y una pelinegra de ojos ámbar, a los cuales señalaba mientras nombraba.–Si estáis aquí para apoyarnos, bienvenida a mi Santuario, Itxab. Aunque, ahora que lo pienso…¿No tenía Sora, dios del cielo, también de guereros a los pecados capitales?–dijo Gala bajando su báculo. Hades la imitó, con cierta desconfianza, e hizo desaparecer su espada.–Estás en lo cierto, pero la diferencia es que el tiene sólo siete pecados, los principales, y yo tengo estos y algunos más.–explicó la peliblanca.–¡Atenea-sama!–Iru venía corriendo hacia dónde estaban todos.–Ya están todos en el Coliseo, la estamos esperando.–dijo Iru recuperando el aliento.–Hecho, ahora vamos para allá, mientras guía a Itxab y a sus pecados hacia allá, por favor.–el santo de plata asintió, e hizo un gesto a los recién llegados para que le siguiesen.–Por cierto…¿cómo vas a llamar a tus Espectros?–cuestionó curiosa la pelilila.–Bueno… lo iba a hacer ahora mismo, pero necesito un lugar con agua corriente.–la chica asintió y, seguida de Hades, fue hacia una bella fuente de piedra con grabados en griego y una lechuza que echaba agua por la boca, formando un pequeño arcoiris. Hades sacó una pequeña moneda plateada de alguna parte, un dracma ateniense.–Oh Iris, diosa del arcoiris, acepta mi ofrenda.–lanzó el dracma al arcoiris, el cual nada más la moneda lo rozó, la absorbió.–Muéstrame a Pandora, en el Castillo de Hades del Inframundo.–el arcoiris parpadeó y luego, mostró la imagen de una bella mujer, de largos y lacios cabellos azabaches y ojos del mismo color.–¡Hades-sama!¡Dónde estaba! Traté de contactar con usted pero no contestaba a los iris-mensajes o a las llamadas por cosmos.¡Y qué hace con Atenea!¡Se suponía que iría a preguntar a Zeus sobre la carta!–la pobre chica iba a sufrir un ataque de nervios en cuestión de segundos.–Pandora, cálmate. Ya he resuelto lo de la carta. Venid ahora al Santuario de Atenea para que os expliquemos todo. Sin rechistar.–añadió al ver que Pandora iba a quejarse de nuevo.–Tch. Cómo desee. Ahora vamos para allá.¿Le digo a sus hijos que vengan también?– –Sí. No me fío de dejarles solos en el castillo. Son capaces de hacer alguna gilipollez sin mi consentimiento.–Pandora agitó la mano y la imagen se disolvió.–Ahora podemos ir al Coliseo.–Atenea asintió, y corrieron hacia allí. Cuándo llegaron, Pandora estab allí con los espectros y dos personas, una chica de unos catorce de piel oscura, pelo marrón rizado y ojos dorados, y un chico de piel pálida, ojos chocolate y pelo negro. La chica les guió a dentro del coliseo. Ella, Hades e Itxab, subieron a un pequeño estrado. Los pecados, los hijos de Hades, Pandora y los santos de Can Mayor, Lobo, Camaleón y Tigre, se quedaron en las escaleras del mismo.–Santos, Espectros y Pecados, prestadnos atención por favor. Y ya de paso intentad no mataros solo por una vez.–añadió al ver que unos santos de bronce y unos espectros habían empezado a encender su cosmos.–Hoy, el dios Caos ha declarado la guerra, a todo aquel que se atreva a defender la Tierra y a los humanos que habitan en ella, habiendo así decretado una nueva batalla y obligando a los dioses, a elegir bando en esta lucha. Por ahora tenemos dos aliados: Hades, dios del Inframundo, los muertos y las riquezas que hay bajo la tierra, e Itxab, diosa maya de los suicidios. Ellos estarán en el Santuario con sus guerreros, entrenando con nosotros. Por favor, no quiero ningún conflicto, ¿entendido?–finalizó Gala. Todos asintieron desganados.–Aura,  Arla, Sarez e Iru, ¿entendido?–añadió la diosa mirando a aquellos santos de plata.–Hablando en nombre de nosotros cuatro, no prometemos nada, peeeero lo intentaremos.–puntualizó la castaña.–En ese caso, podéis iros a entrenar. Que el cosmos de vuestro corazón os guíe para hacer lo correcto en esta nueva batalla.–Atenea indicó a los santos que podían irse a descansar. Bajó del estrado y, antes de que Arla se fuera, le pidió si podía indicar a los guerreros de los otros dioses dónde podían quedarse. La chica asintió y se fué del edificio seguida de Pecados y Espectros.–Annabeth, cariño, ¿les podrías indicar a los hijos de Hades dónde quedarse?–preguntó Gala a una chica rubia de ojos grises que estaba escondida entre las sombras.–Supongo. Seguidme, eh…¿cómo os llamáis?–preguntó Annabeth.–Yo soy Hazel y el es Nico. Encantada.–dijo la castaña sonriendo. Annabeth asintió, y se fueron hacia una parte de los templos principales reservada para las reencarnaciones de la hija de Atenea.–Wow. ¿No eras una diosa virgen?–preguntó Hades sorprendido.–Te recuerdo que somos dioses. Dominamos el cosmos de cualquier manera. E igualmente, ella nació como yo. Del pensamiento.–dijo, dejando a Itxab con la boca abierta.–E igualmente, seguidme a vuestras habitaciones.–Gala hizo un gesto para que la siguiesen hacia el templo dónde el Patriarca llevaba el mando del Santuario, el cuál era el santo de Altar, una mujer de cabellos cortos hasta la la nuca verdes y ojos ámbar ocultos tras una máscara dorada. Los guió hacia sus respectivas habitaciones y luego se fue a su recámara, preguntándose que depararía aquella guerra.


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