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Crush (kaihun/sekai) por Broknyouth

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—Vas a ir a las clases de taekwondo y se acabó. —sentenció aquel señor a su hijo, quien le miraba desde el sofá, en la sala de su casa. 


El televisor estaba apagado y su esposa, en la cocina, teniendo la cena casi lista. Aquel hombre entendía que los niños tenían que encontrar ocupaciones, más mientras fueran creciendo y, cuando su hijo dejó de asistir a clases de matemáticas especializadas, quiso buscarle un nuevo hacer, el problema es que el niño empezó con un terrible empeño en querer bailar.


¿Bailar? ¿Para qué? Era ridículo. Y su hijo no iba a estar de payaso y afeminado por ahí. Era la edad en la que tenía que tratarle con más rectitud puesto estaba entrando a la adolescencia y sabía, que por seguro, se le ocurrirían muchísimas locuras más además de esa del baile. Pero el señor Kim no se alarmaba, sabía que su único hijo, Jongin, era obediente y entendería que todas las decisiones que tomaba eran buscando su bien, su beneficio. Porque él amaba a su familia y siempre pensaba en ella.


—No quiero ir a taekwondo, papá. —el muchacho debía tener como unos once años, eso recordaba o calculaba su padre, quien frunció el ceño y le miró desde su lugar.


—¿Entonces qué harás?  


—Volveré a las clases de matemáticas.


El hombre asintió, aceptando el trato entre ambos ya que no quería darle muchas vueltas al asunto. Además, si su hijo aprendía más, mejor le iría en la escuela y así, tendría mejores oportunidades en la universidad. No debía pensarlo demasiado, las matemáticas no eran ridículas ni absurdas, sino todo lo contrario. Encendió la TV con el control remoto y se acomodó en el sillón, dando por sentado el tema de conversación.


La cosa es que algo se le estaba pasando por alto; Jongin, el niño sentado allí, estaba mintiendo.


Sí le gustaban las matemáticas, mas no las quería como hobby. Ya veía suficientes en la escuela y estaba mareado de pasársela estudiando todo el tiempo. Todavía no entendía el porqué sus padres se empeñaban tanto en presionarlo para mejorar sus calificaciones cuando estas ya eran muy buenas. Jongin no quería ser un nerd. Solo quería disfrutar sus días —al menos tardes—, haciendo algo que le gustara y divirtiera, y eso precisamente era el ballet.


La culpa, discretamente estaba detrás de su vecino Lee Taemin, un joven de catorce años que solía cuidarlo antes de que se mudara. Este practicaba danza y según los mensajes que se mandaba aún con él, seguía haciéndolo en la ciudad. Desde la primera vez que Kim le había visto bailar quedó idiotizado, fascinado con la idea de poder moverse de esa forma y llevar el ritmo con la música. Siempre le había gustado esta y ahora comprendía mucho mejor que quería conocerla a plenitud con el baile.


Ya que nadie le apoyaba con sus pensamientos, él mismo y solito había terminado acercándose a la única academia del pueblo. De hecho era nueva y la profesora le había recibido con tanta consideración que desde la primera clase que recibió, de la cual nadie sabía y mucho menos su padre, se convenció de que empezaría a practicar ballet le costara lo que costara. 


Incluso si por primera vez debía engañar a su padre. 


Nunca fue, ni siquiera, a la primera clase de matemáticas que daban en una casa cercana a su colegio. Había convencido a su madre de que cada que salía asistía a las mismas y como en su familia confiaban ciegamente en él, nadie sospechaba nada. 


La familia Kim era bastante humilde. Había días en los que sus padres no cenaban para que él pudiera hacerlo y otros días en donde ni él gozaba con la oportunidad, consciente de eso, le aliviaba no tener que pagar por ningunas clases extra, ya que según, ahora, matemáticas era gratis y solo pedían unas colaboraciones que él solía gastarse en comida de vez en cuando. Si algo iba a deber de toda la vida, era que la profesora Soojung se hubiera animado a enseñarle en secreto y sin cobrarle un centavo. 


Y es que ella lo sabía, fue la primera en apreciar la motivación y ganas de Jongin. Era hermosa y amable, además de que su gracia al bailar era magnífica. Si el moreno había tenido suerte en su vida, pensaba, seguramente la gastó toda el día que conoció a esa mujer.


Aun con eso a veces sentía que estaba fuera de lugar. Literalmente era el único chico en toda la academia, y aun si no tenían tantos inscritos, le daba cosita verse rodeado de niñas cada que llegaba a calentar. Quizá por eso mismo su corazón dio un salto de alegría cuando practicando en el salón que Soojung le había asignado, se asomó un chico castaño y le habló. Lamentablemente, la emoción no duró mucho porque notó que este en realidad era hermano de una de las estudiantes y solo venía a traerla. 


Aaah, ¿por qué siempre se ilusionaba tan fácil?


No tenía muchos amigos en el colegio y los que antes había tenido, se habían distanciado debido a que él no poseía mucho tiempo para compartir con ellos. En su pueblo solo habían tres secundarias y solo dos de ellas se extendían a bachillerato. Él estudiaba en la más estricta a colmo de ser un alumno adelantado, así que al decir que le exprimían el cerebro y luego él mismo se cansaba el cuerpo practicando, no exageraba.


Algunos días Jongin se sentía bastante mal. Más emocional que físicamente, no obstante podía con ello. Poco a poco había descubierto que amaba bailar y sin darse cuenta, se fue acostumbrando a mentir y a vendarse los pies raspados por las noches. Había llorado un par de veces luego de la danza porque todo le salía fatal, pero su profesora le explicaba que todos tenían días de esos, días algo frustrantes.  


Era una tarde de esas totalmente normales cuando, el chico este, el hermano Seohyun, la que veía clases también con su maestra de baile, se metió a su salón de prácticas y se quedó allí, mirándole sin decir nada.


Para ese entonces ya habían intercambiado unas cuantas palabras, por coincidir en tantas ocasiones. Jongin solo solía mirarle y el otro muchacho, le respondía de la misma manera. Y es que el contrario era más alto, no se veía atento y bueno, aunque él quería ser su amigo, el otro no parecía tener los mismos deseos. Por eso le llamó tanto la atención que esa vez le visitara sin decir nada. Sentía su mirada encima, sacándole de lugar y no podía conseguir ni un pirouette de esa forma.


—Hmm... ¿te gusta el ballet? —se detuvo el moreno, mirando a quien le había estado observando.


—No. —respondió secamente.


—Oh. — y la confusión fue obvia— ¿Entonces por qué estás aquí?


—Te estoy mirando a ti. Es entretenido, solo eso. 


—¿Te llamas Sehun, no es así?


—¿Cómo lo sabes?


—Seohyun me lo dijo. —estaba tranquilo cuando el más alto cambió de expresión.


—¿Eres amigo de ella?


—No precisamente. —había parecido pensarlo, pero al final caía en que no. Él apenas había hablado algunas veces con la menor.


Parecían haber quedado en tensión, con el silencio rodeándolos y ambos sin moverse un centímetro, por lo menos hasta que Jongin sonrió un poco y se acercó a Sehun, sentándose a su lado. El de mirada apagada no supo cómo reaccionar, pero examinando bien al chico de cabello negro, notó que de la nada se había emocionado ¿qué rayos pasaba con él? Hizo una mueca con los labios, como siempre hacía y, sin mucho esfuerzo, garantizó el espacio entre los dos.


—Soy Oh Sehun. —dijo, a casi un metro de distancia. 


Tuvo la intención de preguntarle la razón de su acercamiento, pero se quedó solo en eso y nunca se convirtió en acción. Por su lado, el moreno, volvió a confundirse por la actitud del castaño ¿o tal vez él en verdad estaba actuando extraño? 


—Creí que te gustaba el ballet. Incluso pensé en pedirte que te unieras a la academia como tu hermana y así nos podríamos hacer amigos. —sinceró con tanta claridad que delató haberlo pensado antes, mucho antes.


—Odio el ballet.


—No lo odias. —Jongin casi no le dejó terminar. Sehun empezaba a molestarse.


—¿Cómo puedes decir que no lo odio? No me conoces, niño.


—Si lo odiaras no me mirarías bailar. Odiar es una palabra con mucho peso, eso dice mi papá. Y... no me llames niño ¿tienes 12 años, no? Yo tengo 11 y apuesto que voy a tu mismo grado.


Aquellas palabras fueron suficientes para causar disgusto en Oh, porque aunque Jongin no se había equivocado, lo veía como un comentario sumamente atrevido y además, confiado. Aquel niño, porque sí, seguiría llamándolo niño, no era su amigo como para que viniera a hablarle con tanta tranquilidad. Se levantó, arregló su ropa y justo antes de salir, volteó hacia el más bajo que estuvo todo ese rato siguiéndole con la mirada. Estuvo a punto de responderle, de buscarle alguna contrariedad a lo que le dijo, pero no pudo. Sí tenía ganas—por primera vez en mucho tiempo—, pero no encontró una verdadera forma de llevarle la opuesta. Así que con toda su dignidad, le sacó la lengua demostrando absoluta madurez y se largó del salón, escuchándose solo sus pasos recorrer los pasillos.


—¿Dije algo malo? —ladeó el rostro el bailarín, sin haber entendido qué pasó en la cabeza del mayor.


Esa tarde Sehun no fue al parque. Fue casi encubierto a buscar a Seohyun y estando en su casa, reflexionó sobre lo sucedido con Jongin. No le gustaba darle muchas vueltas a las cosas y ahí estaba, con sus cejas inclinándose cada que recordaba lo que le había dicho el moreno tan seguro. Después de discutir con sus amigos por teléfono, estos le recomendaron, irónicamente, que lo dejara pasar, que ignorara la alzadura del mocoso, y él les colgó el celular sin ni siquiera despedirse.


Al día siguiente, volvió a la academia sin su hermana, porque esta no tenía clases los viernes. El día era odiosamente agradable, de esos que estaban buenos para salir y disfrutar con los compadres, o algo así era lo que decían en la serie que veía su madre. No sabía por qué de pronto sacaba la referencia. Fue y se metió en el mismo salón donde sabía practicaba Jongin. Iba contra sus propios principios al haber preparado una defensa contra ese chico y además, haberse echado el viaje innecesario de salir un viernes, sus días de siesta, mas pensaba valdría la penas hacerlo tragar sus palabras. ¿Oh Sehun acababa de pensar que algo valía la pena? Vaya, eso era un avance.


Entró sin avisar, retrocediendo apenas escuchó un golpe seco y visualizó cómo Kim cayó al suelo. La escena no fue de lo más bonita, mucho menos la que esperaba encontrarse cuando llegó. Dado que según veía, un hombre acababa de abofetear a un niño con suma intensidad, hasta hacerlo caer al suelo y él, que no era de reconocer sus propias emociones, aceptó haberse preocupado o asustado, o las dos cosas a la vez.


—Maldita sea... —soltó el menor, en el suelo y tomando su propia mejilla luego— Eso me dolió, papá...


Sehun nunca imaginó que Jongin pudiera decir malas palabras o maldecir, así que no disimuló la sorpresa, en realidad no había disimulado nada desde el primer instante.


—¡¿También vas a empezar a decir groserías?! ¿Acaso quieres que deprima por tu falta de educación? Serás...


El hombre levantó la mano para pegarle al chico por segunda vez, y él, percibió todo en cámara lenta, con su cerebro diciéndole "haz algo, Sehun" y con su cuerpo estático, casi sin vida hasta que casi de milagro su boca se abrió para de todas formas, no decir nada. No obstante no porque se cohibiera, sino porque la profesora de baile del moreno entró veloz y lo defendió, con voz alta y apurándose para llegar hasta él.


Vio a los dos adultos discutir, entendiendo al instante que el señor se trataba del padre de Jongin y que estaba, por decir poco, furioso.


Lo primero que llegó a su mente es que si hubiera recibido ese golpe, seguramente habría empezado a llorar. Porque siempre estaba tirándosela de seco y cuando le ponían un dedo encima, ya se ponía mal. Mas el moreno estaba ahí, sin soltar una lágrima, tocando su mejilla, mirando a su padre y luego mirando a la maestra, para finalmente posar sus ojos sobre el mismo Sehun.


Jongin no recordaba haber sentido tanta vergüenza en su vida hasta entonces. 


Se había equivocado. Había hecho mal. Mentirle a su padre no fue la mejor manera de conseguir las cosas y estaba pagando las consecuencias. O quién sabe, quizás su más grande error fue, más bien, haberle contado todo al hombre y hasta haberlo llevado a la academia para que viera qué hacía. Qué era lo que tanto amaba hacer.


Sí señor, se había equivocado y bastante, porque su progenitor le golpeó por primera vez en lo que llevaba de memoria inclusive. Lo que más le irritaba es que de combo se enteraron la profesora que le gustaba y el chico que de verdad quería fuera su amigo.


—Maldita sea... —repitió el de once años, apartando la vista del otro joven.


Llevándola a la nada mientras los adultos continuaban con la discusión en el fondo. Sobando su mejilla con una mano y con la otra, apretando el puño con impotencia. Algo le decía que debía ir despidiéndose de la danza. 


 


 


 

Notas finales:

Puede que en realidad este sea el último capítulo que subo este año (?) Feliz navidad y feliz año nuevo, de paso. 


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