Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, tal como prometí.

Espero les guste :)

CAPÍTULO XXV: Buenas decisiones

 

—No… no puede ser cierto —dice Lucius con el rostro triste, cubriéndose la boca con su mano derecha. No ha despegado la vista del segundo pergamino que leyó—. ¿De dónde sacaste esto?


—De la biblioteca privada, la de los reyes. Viene directo de ahí, Lucius. Estos pergaminos son de tu padre, de todo lo que hizo. Nuestro gobernante es un tirano, Lucius; tu padre ha hecho cosas viles que… no creo que merezca indulgencia.


—Siento que estoy leyendo un escrito de otra persona. Me cuesta creer que mi padre haya hecho todo… todo esto. Es despiadado, egoísta, completamente demente y aun así —comienza a llorar— ¡esa es la letra de mi padre! —grita desgarradoramente mientras se deja caer de rodillas.


De inmediato voy a su lado, abrazándolo muy fuerte. Intentando que se sienta apoyado y comprendido, pero sé muy bien que no soy el mejor en esto. Cornelius lo es.


—Necesitamos detener esto, Lucius. No puede continuar.


—¿Por qué las criaturas no dijeron nada?


—Probablemente no sabían todo, solo una parte. No lo sé, pero cuando Bronte me mantuvo preso mencionó algo sobre el origen de la guerra.


—¿Bronte fue el que te capturó? —voltea a verme— Con razón no podías escapar —me sonríe sin ganas; intenta aligerar el ambiente.


—Pero lo logré —le sonrío igual—. Entonces, mi General, ¿qué debemos hacer?


Al preguntarle eso, se limpia las lágrimas e inhala con fuerza. Cuando vuelve a verme, encuentro determinación junto con una valentía y, tal vez, algo de ira en sus ojos.


—Ordena la retirada y manda a un mensajero para convocar una Junta de paz con las criaturas. Solo eso podemos hacer: esperar a que ellos también quieran dar fin a esto —voltea hacia el otro lado—. Yo me llevaré a Dirius, no te preocupes.


Apenas me da tiempo de darme cuenta que, en efecto, el General está ahí tirado.


Sin perder más tiempo, corro en busca del cuerno que se toca para la retirada. Se supone que uno de los soldados debe de tenerlo, uno con vestimenta blanca.


Regreso al campo de batalla, el panorama parece igual de trágico, pero esta vez con un atisbo de esperanza por darle fin.


Pasan unos minutos cuando por fin localizo al soldado de blanco.


—El General Dirius está insconsciente, Lucius demanda que se toque el cuerno para la retirada.

 

Lejos de verme asombrado, se ve dubitativo— Dirius es el único que puede ordenar eso. Se supone que Lucius ya no es el General —es lo que responde.


Me molesto y sin dilaciones le quito el cuerno de las manos. Tomo aire como nunca antes y lo hago sonar, muy fuerte y casi poniéndome morado del esfuerzo. Los soldados hacen caso de inmediato: comienzan a hacer la retirada— Cuando el General cae el segundo al mando es quien da las órdenes. Y ese es Lucius, idiota —le aviento el cuerno de mala gana—. Búscame un caballo. Se convocará a junta con las criaturas —le ordeno a otro soldado.


—¿No lo verá con el Consejo antes, señor? —me pregunta con miedo.


—No hay tiempo para tanta diplomacia. Hazlo ya.


—A la orden —se va corriendo y segundos después regresa con un caballo. Viene muy agitado—. Señor, me dicen que hay un grupo de hombres acorralados por unos sátiros hacia el oeste, poco antes de entrar al bosque. ¿Mando a unos hombres?


—Sí, yo mismo los juntaré e iré por ellos —Monto mi caballo y en el camino le pido a diez soldados que me acompañen, les explico la situación y sin dudarlo me siguen.


Galopamos hacia el oeste. Armados y listos para salvar a nuestros hombres. Pero en cuanto llego, el escenario me deja sin habla. Hay sátiros, es cierto, pero entre ellos se ve una disputa. Claramente se nota que hay dos grupos ahí: uno que al parecer protege a nuestros hombres y otros que se notan impacientes por destrozarlos.


—¡Mi orden fue clara! —esa voz… es...


—Señor, ¡tienen que sufrir, solo matarlos no es suficiente! —exclama el que se nota casi eufórico por dañar a mis hombres.


—¡No! Hace años di la orden de jamás ¡jamás volver a violar! ¡Y mientras yo viva seguirá siendo así! —Bronte da un paso hacia adelante, listo para pelear contra el otro sátiro.


—Entonces solo se hará de una forma —comienzan a pelear mientras nuestros hombres aprovechan el altercado para escabullirse y llegar con nosotros.


—Tomen mi caballo, corran y manden un mensajero en cuanto no haya ningún otro hombre peleando.


—¿Qué hay de usted?


Antes de poder contestar su pregunta, veo cómo Bronte cae al piso. El otro sátiro está a punto de atacarlo de nuevo, pero alguien se lo impide.


—Zorba, no —dice Bronte en el suelo. Poco a poco se vuelve a poner de pie—. Esto es una pelea por el mando. Nadie más puede intervenir.


El otro sátiro, un poco más pequeño que Bronte, le hace caso, pero puedo ver que no se fía. Creo que estoy igual.


—No esperen por mí —le digo al soldado para ordenarle que es urgente que siga mis instrucciones.


Con sigilo me recuesto sobre mi abdomen. Contemplando la pelea que se lleva a cabo frente a mí.
Puedo ver cómo Bronte es realmente hábil en el uso de la espada. Pero el otro sátiro no se queda atrás.


—No puedo creer que al fin decidieras traicionarme —dice Bronte jadeando—. Qué rastrero de tu parte hacerlo cuando llevo horas en batalla mientras que tú apenas llegaste.


—Qué puedo decir, mi señor. Es la oportunidad perfecta, además de que no se negó —siguen peleando, puedo ver cómo a Bronte le empieza a costar seguirle el ritmo al otro. Aunque claro, sus golpes tienen tanta fuerza que debilitan a su oponente.


—Puedo seguir todo el día.


—Pero yo no tengo todo el día. Hoy mismo te asesinaré, Bronte.


Hace una señal con la cabeza, apareciendo a unos metros tras él un sátiro con una lanza en sus manos. Pero dura poco cuando la dirige hacia Bronte con una fuerza increíble.


—¡Ahh! —grita en cuanto la lanza lo perfora en el costado izquierdo.


—¡Señor Bronte! —grita ese tal Zorba, hincándose junto a él para ayudarle— ¡¿Cómo te atreves?! —le grita al traidor.


—Bueno, somos solo doce sátiros aquí, y hay siete de mi lado, así que… ahora solo queda callar a los cinco restantes —va avanzando junto con los demás sátiros traicioneros.


—Haces mal en subestimarnos —dice Bronte nuevamente de pie, sangrando y apenas soportando el dolor. Pero es demasiada, demasiada sangre.


Comienzan a pelear y es ahí que no soporto no hacer nada.


Ataco sin pensarlo, directo hacia la cabeza del líder. 

 

No me ve venir y logro hacer un corte limpio.


Todos se quedan en silencio.


—Bronte —lo llamo con suavidad—, tienes que curarte eso —digo cuando veo que gracias a la distracción que generé, sus compañeros pudieron asesinar a los otros—. Con tu permiso…


—Ven aquí —me pide mientras Zorba lo toma en brazos.


Con algo de desconfianza me acerco a él— ¿Qué quie…? —y de la nada ese imbécil me obliga a agacharme para besarme. Esto es humillante. Me separo de él muy abochornado por semejante escena frente a otros sátiros— ¡¿Por qué siempre actúas con tu pene?! Maldición, Bronte. Eres un idiota.


Me sonríe— Pero esta vez actué de corazón, Domitius. Si he de morir, no será sin probar tus labios una vez más.


Me avergüenzo por lo estúpido que suena eso. Está desangrándose y está aquí perdiendo el tiempo diciendo semejantes barbaridades.


Noto cómo Zorba hace una mueca y luego baja la mirada— Mi señor, tenemos que atenderlo inmediatamente.


—Bien, pero hazlo rápido para regresar a batalla.


—No será necesario —interrumpo—, ya dimos la retirada y convocaremos una junta de paz. Deberías enviar a alguien en tu lugar en cuanto se concrete el lugar.


Bronte me ve, confundido.


—No, en cuanto se decida el lugar yo iré.


Ruedo los ojos por sus malditas ganas de quedar como idiota.


Pero no puedo decirle nada más.


Dejo que se lo lleven para curarlo.


***


Corro tanto como mis pies me lo permiten, buscando desesperadamente a Arion.


Mi corazón late más fuerte en cuanto lo veo. Tan imponente.


—¿Arion? —voltea a verme y con la mirada me pide que vaya a su lado. Al llegar, veo cómo Lykaios intenta soportar el dolor.


—Estarás bien —le dice Arion a su amigo—. Cornelius, ayúdame a cargarlo.


Le hago caso y, aunque en tamaño ellos obviamente me ganan, pongo todo mi esfuerzo en aguantar su peso.


—¿De dónde sacaste a este humano, Arion? —pregunta con fastidio— No puedo creer que de verdad lo hicieras.


—Tuve que hacerlo —su respuesta me deja un poco confundido. ¿Tuvo que hacerlo? ¿Tuvo que aceptarme? ¿Siente que es su obligación? — Lo quiero —y esas dos palabras me dejan con las piernas temblando.


¡Quiero besarlo hasta cansarme!


—Por favor, no —le contesta Lykaios molesto.


—Calla, no es momento —lo ponemos recargado en un árbol bastante grueso—. Ya sabes qué buscar —me dice Arion y de inmediato corro en busca de plantas medicinales.


¿Esto no es traición o sí?


Sería cruel dejar morir a alguien, ¿cierto?


Sí, lo que hago es correcto. No se trata de ayudar al enemigo, sino a un ser vivo. A alguien que es importante para el que amo, y si es importante para Arion, lo es para mí.


Al regresar, Lykaios tiene todo su costado lleno de sangre.


—Arion, hay que llevarlo con un curandero.


—No tenemos —admite afligido—. Solo la naturaleza.


Comienzo a entrar en pánico— Entonces debemos… cerrarla… con fuego.


Tanto Arion como Lykaios voltean a verme como si estuviera loco, pero no queda de otra. Si esa herida sigue abierta, acabará matando al centauro.


Rápidamente preparo todo para hacer la fogata y calentar la espada de Lykaios. He visto que funciona y es la única posibilidad.


Hoy no morirá.

 

Notas finales:

¿Les ha gustado el cap? Jaja a mí me encantó. 

¡Besooos! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).