Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

La verdad es que hasta me cansé de escribir esto jaja hace un buen que no ponía lemon. Y tampoco sabía si llamarle patas o piernas a las extremidades inferiores de Bronte (acabo de malpensar eso jaja). 

Agradezco muchísimo su apoyo Jade, Bloodywolf, bluelightofmoon. Son un encanto. 

Ojalá les guste.

CAPÍTULO XXXI: El juego


Termino cansado, literalmente ese sátiro bastardo me chupó el alma, no con una, sino con tres mamadas en este pasillo al que casualmente no llegó nadie. Sospecho que le pidió a uno de los suyos que se asegurara de eso.


—¿Y bien? ¿Mi gratitud ya quedó suficientemente clara? —se pone de pie y me sostiene para que no me caiga. Mis malditas piernas quieren ceder y sigo temblando y jadeando; sigo sintiendo placer— Respóndeme, Domitius.


—Cállate —me recargo de lleno en la pared y cierro mis ojos. Dioses, me siento en una especie de letargo—, ahora ya nadie le debe nada al otro. Con permiso —lo empujo y doy apenas un paso cuando su maldito cuerpo se pone frente mí; obviamente no me dejará ir—. ¿Ahora qué quieres, idiota?


—Quiero más —su mirada se pone dura… al igual que su maldito pene que pega a mi pelvis. Su semblante es muy dominante, sus cuernos, su barba, seguro por eso se coge a quien quiere.


—¿Qué es más? ¿Otra mamada? No lo creo, ya te di el honor de chupármelo, así que eso es todo.


—Quiero hacértelo —afirma sin más. Lo cual me fastidia.


—Ah, claro. Sí, cómo no, si quieres igual aquí y rápido —respondo con sarcasmo—. No sabes cómo me encanta que me den duro.


—Te lo daré así, hermoso —se vuelve a pegar a mí y respiro su maldito aroma a macho—. Pero seré gentil, lo prometo. Iré despacio, a tu ritmo.


—¿Insinúas que mi ritmo es despacio? —acaba de herir mi orgullo. Todos mis pasivos y mujeres saben que soy un dios en la cama, y eso para nada incluye un ritmo despacio— A ver, hermoso, ese no soy yo. Me temo que te quieres coger a alguien que coge.


Comienza a mover su cadera de arriba hacia abajo— Imagina que te estoy embistiendo, así te lo haría. Así me gusta hacerlo. Confía en mí.


—No es que no confíe, es solo que me da asco.


Deja de moverse y me ve con una sonrisa para nada tranquila— Conozco un juego. Si yo gano, tú serás mi pasivo; si tú ganas, yo seré el tuyo.


—¿De qué clase de juego sexual hablas? Porque es obvio que es así, ¿no, idiota?


—Lo es, pero para decirte esto necesito que estemos en una habitación. De preferencia a solas —me da un beso y sujeta mis manos.


—Bien, bien. Terminemos con esto —lo guío por el pasillo en total silencio, pero el estúpido me pega a él tomándome de la cintura—. Al menos espera a que lleguemos a la habitación, imbécil.


—Bien —se separa apenas un poco. Y caigo en cuenta de lo que estoy haciendo. Es como si de verdad quisiera… jugar con Bronte.


Pasamos el gran pasillo iluminado por unas enormes antorchas, apenas veo a dos personas que son sirvientes, pero debido a lo ocupados que están, no se percatan de nuestra presencia.


—Llegamos —digo frente a una puerta de madera y cortinas azules—, aquí nadie molestará para lo que te haré —termino hablando con una gran sonrisa.


—Entonces, adelante —entro yo primero, acostumbrándome a la poca iluminación de esta habitación, lo que la hace aún más perfecta para esto—. No pudiste haber acertado mejor —lo escucho decir.


—¿Y bien? ¿De qué va tu juego? —no quiero reconocerlo, pero estoy impaciente por saberlo. Porque sé que él perderá.


Da dos pasos hacia mí, sonriendo— Veamos quién cede primero. Quién ruega por placer —mi cara de idiota le ayuda a saber que no sé qué carajos vamos a hacer para eso—. Es muy fácil: cada uno hará lo que quiera con el otro por cinco minutos, quien termine pidiendo más, será el pasivo.


No puedo evitar una risa— Y supongo que tú quieres empezar, ¿no? —esto está planeado para hacer que el ignorante caiga.


—Si quieres empezar tú, por mí no hay problema. Tú decides —huh, sus palabras me confunden un poco. Solo está jugando conmigo, me quiere hacer ver que no importa y le da igual cuando es obvio que no.


—Entonces comenzaré yo —es inevitable no ver su sonrisa de triunfo. ¿Triunfo de qué? Este jodido sátiro está más loco de lo que pensé.


Con algo de lentitud me acerco a él, lo miro fijo antes de colocar mis manos en su abdomen. No me había dado cuenta de lo musculoso que es y lo marcado que lo tiene— ¿Te va gustando? Y eso que apenas estás comenzando, Domitius —sostiene mi barbilla y casi junta nuestros labios.


Pero yo me alejo con enojo— Es mi tiempo de hacerte lo que YO quiera, no al revés —una vez le aclaro ese punto, comienzo a acariciar su cadera y a besarle el pecho. Juego con sus pezones y los muerdo un poco—. Bájate tus pantalones, Bronte —ordeno en su oído. Y para mi total deleite, lo hace; con su erección despertando notoriamente.


—¿Me la vas a chupar? —pregunta con altanería.


—No, tú me lo harás —yo bajo también mis pantalones—. Arrodíllate un poco, precioso —decirle esas palabras me genera felicidad—, y chúpamelo.


Bronte hace una expresión extraña, pero lo hace. Comienza a hacerme una felación y yo tomo su cabeza para marcarle un ritmo.


—¿Satisfecho?


—Mastúrbate mientras lo haces, Bronte —de nuevo, no se opone y lo hace. Me encanta verlo tan obediente—. Suficiente, ponte de frente a la pared —una vez está en esa posición, me coloco atrás de él y lo masturbo con lentitud mientras mi boca recorre su espalda—. Sabes tan bien —comienzo a embestirlo, mi pene siente por completo su pelaje.


—Menos mal —es lo que contesta sin voltear a mirarme. Pero lo siento: se está conteniendo. Y eso me excita muchísimo, me encanta ver cómo alguien se resiste al placer.


Y sin previo aviso, lo hago ponerse en el suelo y abrir sus patas… piernas. Sonriendo y sin pensarlo más, tomo en mi boca su erección. Succiono fuerte y juego con sus testículos. Acaricio de vez en cuando sus patas.


—Siento cómo te controlas, mi amor. Tu orgasmo está próximo —él solo suelta una risilla mientras sigue disfrutando de mi lengua y mi boca. Y en un acto algo… imprudente, tanteo su entrada, no con mis dedos, sino con mi lengua.


—¡Demonios, Domitius! —maldice mientras aprieta sus manos. Ah, así que le gustó, eh.


Vuelvo a pasar mi lengua y Bronte intenta alejarse, pero no lo dejo— Ruégame por que te lo haga con mi lengua. Te haré sentir bien —mi jugueteo parece casi hacer efecto en su temple.


—Tus cinco minutos han terminado —dice de la nada y con una fuerza sorprendente cambiamos de posición—. Mi turno —sin perder tiempo, me besa y casi siento que me está cogiendo con su lengua. Sus dedos rozan mi entrada y su otra mano empieza a masturbarme—. Puedes gemir, las reglas no dicen que debes contenerlos.


En verdad quiero hacerlo, pero Bronte se contuvo bastante bien. Solo daba ciertos espasmos, pero no hizo algún sonido muy alto. Así que yo haré lo mismo— No siento nada —es lo que le contesto para aparentar.


—¿Nada? —pregunta al tiempo en que uno de sus dedos hace presión en mi entrada.


—¡Ah! ¿Qué haces?


—Provocándote —su cabeza desaparece de mi vista y reacciono muy fuerte al sentir algo húmedo abajo.


—¡Maldita sea! —aprieto fuerte mis manos. El muy cabrón sube mis piernas hasta casi tocar mi cabeza.


—¿Otra? —vuelve a pasar su lengua y su dedo casi intenta penetrarme— Maldición, sí que sabes bien, Domitius.


Cambia nuestra posición, a una mucho más vergonzosa para mí: estoy con mi pecho pegado al piso y de espaldas a Bronte— ¡Carajo! —grito al sentir cómo abre mis nalgas y lame mi ano sin cesar al tiempo que me masturba.


Se siente extrañamente bien.


Antes de poder procesar esto, siento su pecho en mi espalda— Mantente —justo cuando le voy a preguntar de qué carajos habla, una embestida me calla. Así que siguiendo su orden: me mantengo firme ante sus embestidas.


Sus testículos chocan contra mi trasero. Se mueve muy rápido y sujeta mi cadera para hacerme hacia atrás. Su cadera de verdad es precisa, casi me da envidia.


—¡Ah! —grito en cuanto su pene abre mis nalgas, como queriendo entrar— ¡Ni se te ocurra! —le amenazo con furia.


—Tranquilo, solo quiero lubricarte con esto —señala su pene y veo cómo está casi escurriendo con descaro—. Te gustará sentirte tan mojado —vuelve a sonreírme casi con burla y acaricia mi espalda pasando su dedo por mi columna hasta mi trasero—, a mí me gusta verte así.


Algo empieza a cambiar, comienzo a jadear y a cerrar mis ojos para intentar controlarme. Dioses, quiero gritar y restregarme contra Bronte. ¿Qué mierdas está pasando? Esto no es normal.


—¿Qué carajos hiciste? —pregunto muy agitado y a dos segundos de gemir.


Bronte se pega más a mí, su cadera no ha dejado de moverse— Es un secreto, hermoso —lame y muerde mi oreja. No resisto más.


—¡Ah! —curveo mi espalda y pego mi trasero a su pene sin intención— Maldito —no sé cómo, pero estoy seguro que me dio algo para excitarme. Venga, jamás me había prendido así en mi vida y mucho menos al saber que seré el de abajo.


Es como si pudiera olvidar todo el asco que me da eso. No soy estúpido, sé que algo pasó con Nero, algo que no puedo recordar pero mi cuerpo sí. Pero con Bronte me siento ansioso. El maldito infeliz está logrando que le pierda el miedo… que… lo quiera.


—Me encantas, Domitius —jala un poco mi cabello hacia atrás y succiona mi cuello.


—¡Ah, Bronte! —le iba a decir que era un imbécil, pero ahorita no puedo— No succiones tan fuerte —ordeno con voz “varonil”, pero sonó más a un virgen miedoso.


—Todos sabrán que hoy cogiste —contrario a lo que le pedí, succiona con más fuerza hasta que duele.


—¡Ay, mierda! —al intentar alejarme, logro que mi trasero acabe más empinado y Bronte aprovecha eso— ¡Espera! —pero de nada sirve, mete su lengua— ¡Ahhh! —muerdo mi labio inferior— ¡Ahhh! —es inútil, a cada embestida y lamida me es imposible no gemir como buen pasivo.


Bien, por hoy seré su pasivo. Solo una vez en mi vida.


—Tu voz es preciosa, Domitius —succiona ahora una de mis nalgas. Este bastardo me quiere dejar marcado como ganado.


—Solo cógeme y ya —me acuesto de lado y abro un poco mis piernas—. Ganaste, ahora cógeme, Bronte. Seré tu pasivo por esta noche —al terminar de hablar, puedo ver la expresión de sorpresa en ese sátiro—. ¿No lo harás? —me recuesto por completo boca arriba, abro mucho más mis piernas y lamo mis dedos. Sonriéndole y mirándolo a los ojos, dirijo mi mano a mi entrada.


—Yo quiero hacerlo —quita mi mano y me mete sus dedos a la boca. No hace falta que lo pida, es lo mismo que yo hacía con mis amantes: lamo sus dedos como si estuviera haciéndole otra felación. Noto cómo su mirada se pierde en la lujuria, seguro estoy igual—. Lo haré despacio, precioso —a decir verdad, le creo. Por eso me relajo con facilidad.


Eso sí, es imposible que no me duela cuando introduce el primer dedo— ¡Ah! Despacio, despacio… —jadeo más y una corriente me invade al aspirar el aroma de Bronte. Su olor me excita mucho más. Tal vez eso sea lo que…— ¡Ahh! No lo metas todo —mierda, me siento tan virgen que me avergüenza.


—¿Está bien este ritmo, hermoso? —ralentiza sus movimientos y por un momento pienso que se mueve… delicioso. Seguro hago que mis pasivos se sientan así de bien— Carajo, estás muy apretado—sin querer me cierro más ante esa frase—. Demonios, aprietas demasiado. 

 

Me pone de frente a él, pero eso es el límite— Así no. No quiero ver tu cara —sí que quiero verla, me da curiosidad. Pero no quiero que él me vea a mí.


—Si no te gusta te pondré otra vez como hembra —finaliza con más dedos en mi entrada. Demonios, no soy hembra, carajo.


—¡Ah, ya termina! —cierro mis ojos por las malditas ganas de decir más estupideces. Mi boca quiere gritar por más. Abro mis piernas y con mis manos abro mi entrada. Esto es casi humillante, pero quiero que termine esto. Es una vergüenza que yo haya cedido— Ahora métemelo y hazme gritar… si puedes.


Bronte responde a mi provocación con una sonrisa. Si él puede jugar, yo también.


Pero contrario a lo que pienso, no me lo mete como animal. Primero coloca su manos en mi espalda para que no me lastime y al penetrarme, lo hace como prometió: suave, despacio— ¡Ah, Domitius! —sigue jadeando conforme entra en mí. Yo tengo que apretar los dientes para no gritar.


Duele como un carajo. Duele demasiado. Se siente tan incómodo y casi perturbador— ¡Ahhh! —grito en cuanto Bronte comienza a masturbarme— No hagas eso. ¡No! —pero se hace el maldito sordo.


No soporto tantas sensaciones. Sin mencionar que mientras más aspiro el aroma de Bronte, más me excito. Si fuera mujer ya estaría escurriendo, supongo.


—Entonces eres así de sensible. Perfecto, porque yo estoy a punto de gritar de placer —lo miro a los ojos, pensando que se está burlando de mí. Pero no es así. Él está sudando, jadeando y los músculos de sus brazos se ven tensos—. Así de delicioso eres, Domitius —y comienza el primer movimiento.


El segundo choque.


Siento a la perfección su pene deslizándose de adentro hacia afuera. No sé si es porque soy… o era virgen, pero por los dioses que lo siento muy grande y grueso. Ahora entiendo a la perfección la expresión de partir en dos; antes la consideraba graciosa y de orgullo para mí; ahora la siento como una bofetada y me asusta. Siento que de verdad me puede partir.


Pasa un rato cuando, de la nada y sin intención, doy un grito casi agudo.


—¡Ahh! —ya no puedo seguir mordiéndome el labio— ¡Ahh, sí! —encontró mi punto de mayor placer— Ahí, Bronte —yo comienzo a moverme para que siga dándome en ese lugar.


Él me jala y sus embestidas se vuelven algo rudas.


Estoy sudando como animal. Jadeo tras jadeo y yo no dejo de moverme, Bronte tampoco. Al contrario, su boca se enfoca en mi cuello— Espero que afuera oigan tus gritos —susurra—, quiero que sepan que hoy cogiste conmigo.


—¿Te darán un premio o algo? —pregunto molesto.


—No —besa mi frente—, así ya no querrán tocarte —retoma sus embestidas duras y yo mis gemidos—. Solo yo —la rapidez con la que lo hace me dice que ya va a terminar—. Ya córrete —vuelve a masturbarme y a succionar mi cuello.


Pasa muy poco cuando lo hago: eyaculo sin resistirlo.


—Ahora quítate —ordeno entre jadeos.


—No, dijiste que serías mi pasivo toda la noche —me carga y me lleva a la cama—. Sigue disfrutando, nos quedan varias horas.


—¡Ah, Bronte! —ha vuelto a meterme su lengua.

Ahora entiendo su juego. El pasivo querrá comenzar, pero al final, toda esa excitación se juntará cuando el otro tenga que hacerle lo que quiera. Como acumular lujuria y hacer que juegue a tu favor. Jamás debí ser el que comenzara.


Este sátiro no se saciará nunca.

Notas finales:

¿Comentarios? Jaja ojalá me haya salido bien. En serio tenía mucho sin escribir lemon. 

Nos seguimos leyendo. 

¡BESOS!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).