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Dernière Danse por Killary

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Quédate aquí y háblame

Déjame contarte lo que he visto

No voy a ser quien solía

Porque ahora sé… ahora sé

(People Change – Joel & Luke)

 

 

 

Paso diecisiete: Nada es como antes

 

 

 

Tengo la vista clavada en el techo. No he podido dormir nada. Escucho los suaves ronquidos de Gaël que está profundamente dormido a mi lado. Todavía se siente ese tufillo a alcohol y tabaco en su aliento. Su cabello lacio está algo más oscuro de lo que recuerdo. Lo acaricio despacio. Aun lo lleva corto y se siente tan suave como siempre.

 

Es increíble como apenas lo reconocí, todos los recuerdos de lo vivido con él se aglomeraron en mi mente. Y todos mis sentimientos se sacudieron en mi pecho… Olvidé a mi madre, a mi padrastro a Madie, a Amélie, a Donato… Sólo la imagen de Gaël sonriendo, tomándome de la mano… Sólo su voz diciendo que me quiere… Sólo sus ojos mirándome con dulzura… Sólo él… En mi mente sólo él…

 

Mi corazón late tan fuerte que parece querer salirse de mi pecho.

 

No entiendo… ¿Eso significa que aún lo quiero?... Ja, que ridículo… Han pasado 6 años, eso es imposible… Aunque dicen que el primer amor nunca se olvida, ¿verdad?... Entonces… ¿Lo quiero?...

 

Imposible. Las cosas no son como antes. Yo no soy como antes… Y él obviamente tampoco… Fue muy duro notarlo… Fue duro darme de cara con la realidad…

 

Anoche que nos encontramos y me reconoció, me abrazó y lloró como un niño. Aunque le pedí muchas veces que me cuente qué pasaba, se rehusó.  Luego de un largo rato, cuando se calmó y  dije que lo acompañaría a casa, se negó. No pude convencerlo. Al final todo se resumió en o traerlo aquí o dejarlo en la calle.

 

Obviamente no lo dejaría tirado en la acera.

 

Así que aquí estábamos. Una al lado del otro como en los viejos tiempos. Claro que ya no éramos los mismos. Y el aro dorado que relucía en su anular izquierdo me lo dejaba más que claro.

 

Gaël estaba casado.

 

No es como si hubiera esperado encontrarlo muerto de dolor por mi partida… Después de todos estos años era lógico que siguiera con su vida. Que se enamorara y casara. Que formara una familia. Nosotros sólo fuimos un amor infantil. Esos amores puros e inocentes de los que sólo guardas bonitos recuerdos. De esos que sirven como una anécdota para contar en reuniones con amigos.

 

Algo sin importancia.

 

El celular de Gaël volvió a zumbar.  Lo miré encenderse sobre la mesita de noche. Sabía quién era. La primera vez que vibró y lo cogí curioso me arrepentí al instante. El nombre Amélie  se iluminaba en la pantalla. Y saqué mis conclusiones. Pude imaginar a quien le pertenecería el aro que haría juego con el que Gaël llevaba en la mano. Pude entender que la conversación que escuché al teléfono hace años no fue mi imaginación ni un mal entendido. Pude darme cuenta de algo muy importante: nosotros estábamos destinados al fracaso.

 

Desde el principio.

 

Tomé el aparato y lo apagué. Estaba cansado de escuchar ese zumbidito. Supongo que debe estar muy preocupada. Pero no me interesa. No tengo ganas de jugar a ser el buen samaritano. Cogí mi propio celular que estaba al lado y vi las 20 llamadas perdidas y los 10 mensajes. Todos eran de mi madre por supuesto. Desde hace 2 horas que comenzaron a llegar. La hora en que se debe haber dado cuenta que no estaba en casa. Que no había pasado la noche allí. Que la había desobedecido.

 

Bah.

 

Comencé a leer. “¿Dónde estás?”

“No pasaste la noche aquí, ¿dónde te has metido?”

“Contesta el teléfono”

“Madie pregunta por ti, ¿vendrás a almorzar?” 

“Madie está muy emocionada por tu visita, no deja de hablar de ti”

“Tu padre y yo estamos saliendo para el trabajo. Le he dicho a Madie que vendrás. No la decepciones”   ¿Padre? ¿Desde cuándo ese tipo asqueroso es mi padre?

“Contesta el maldito teléfono”

“Si mi niña sufre por tu culpa no te lo perdonaré”  

“Sirve para algo si quiera una vez en tu vida”   Ah, esa es la madre que recuerdo.

“Espero verte a la hora de la cena, si sabes lo que te conviene”  ¿Me amenazas, madre?

 

Dejo el móvil a un lado y me cubro la cara con ambas manos. Es interesante. Ni una vez me preguntó cómo estaba. O estás vivo. O algo que demuestre interés en mí… ¿Qué esperaba? ¿Preocupación? ¿Abrazos, besos, una fiesta de bienvenida?... ¿Una declaración de amor materno?... ¿Un “te quiero Etienne”?

 

¿Qué mierda vine a hacer aquí?

 

Sólo desilusionarme. Sólo causarme dolor. Darme cuenta que mi madre no había cambiado nada. Que mi padrastro seguía siendo la basura de siempre. Que Gaël ya me había superado…

 

Me levanto decidido. Voy a regresar a casa. Mi casa. Italia. Pero primero veré a la pequeña. Madeleine no tiene la culpa de tener esos padres, aunque por lo menos a ella si la quieren.  

 

 

Entro a la ducha y me desnudo. Abro las llaves y templo el agua. Me meto bajo el chorro tibio. Es tan reconfortante. Cojo la botellita de shampoo y me echo una gran cantidad en la mano para luego masajear mi cabeza. Tiene olor a manzanilla, como el que usan los niños.

 

— ¿Etienne? — La voz ronca de Gaël hace que de un salto y me pegué a las mayólicas blancas.  Está dentro del baño, puedo visualizar su silueta a través de las cortinas celestes con delfines azules.

 

—Si… Espera afuera que ya salgo.

 

—Yo… Ahm… Necesito usar… — Joder, no lo digas…

 

—Está bien, hazlo y espera afuera.

 

Camino un paso y abro un poco la cortina, lo suficiente para fisgonear a Gaël de espaldas frente al retrete. Está en ropa interior… Me pierdo en la forma de su espalda tonificada… Debe de cuidarse haciendo ejercicio… ¿O seguirá jugando futbol como en el instituto?... No puedo evitar que mis ojos sigan su recorrido… Sus nalgas están parcialmente cubiertas por la tela gris de su trusa… Se agacha un poco, estira el brazo en dirección a la palanca del inodoro y…

 

— ¡Mierda!  — El agua de la ducha se vuelve tan caliente que de un brinco salgo fuera. — ¿Quieres quemarme? — Le reclamo. Gaël está desconcertado.

 

—Lo siento, no sabía… — Me recorre con la mirada. Caigo en cuenta que estoy totalmente mojado. Y totalmente desnudo... Retrocedo un paso con tal mala suerte que resbalo. Cierro los ojos resignándome al golpe. No llega… Lo suple una calidez inusual. Gaël me tomó de la muñeca y jalando hacia él me pegó a su pecho.  Abro los ojos y puedo ver su clavícula derecha. Me  saca casi una cabeza… ¿Cuándo creció tanto? — ¿Estás bien? Estás temblando… — Levanto el rostro hasta que nuestras miradas chocan… Una media sonrisa se pinta en sus labios… Sabe lo que me provoca… Maldito… No te creas mucho… Nada es como antes…

 

—Yo… ¡Claro que tiemblo, estúpido! — Me suelto de su abrazo empujándolo — ¿No ves que estoy en pelotas? — Giro hacia la ducha caminando con fingida seguridad. Pruebo el agua que aun corre para comprobar que nuevamente está a una temperatura agradable. Entro y cierro la cortina… — ¿Puedes dejar que termine de bañarme tranquilo? — Me mantengo de espaldas a él… Sigo temblando de lo nervioso que estoy… El sonido de la puerta cerrándose provoca en mi un gran suspiro de alivio.

 

Mientras termino de ducharme, una gran sonrisa me acompaña… Pero, ¿de qué mierda me rio?... Joder, está casado… ¡casado! Y con mi ex mejor amiga…

 

 

Al finalizar, salgo con una toalla atada a la cintura… Lo encuentro sentado sobre la cama, revisando su celular… Levanta la vista del aparato y me recorre de arriba abajo con  los ojos… Esa sonrisita de lado vuelve a aparecer.

 

—Puedes ducharte ahora — Me acerco a mi maleta y empiezo a sacar una muda de ropa. Gaël no hace amago de querer moverse — ¿Me permites? — Le miro enarcando una ceja, con la ropa en la mano y la otra sosteniendo la prenda que evitaba me viera desnudo otra vez.

 

—Por mí no te cortes. — Me responde con una risita. Al ver mi gesto de disgusto, para de reír — Bueno, no te enojes… —  Se levanta dirigiéndose al baño — Tampoco es como si no te hubiera visto hace un momento en todo tu esplendor… — Aun escucho su risa a pesar de que ni bien termino de decir aquello se encerró en el  servicio…

 

¿Qué se habrá creído este?

 

Me visto bufando y maldiciendo... Debí haberlo dejado tirado en la calle… ¿Por qué lo traje?... ¡Ni siquiera hemos hablado! La conversación más larga que hemos tenido desde que nos volvimos a ver fue la de hace 5 minutos… Joder… Todo está mal… No debí venir…

 

Agarro mi maleta y guardo las pocas cosas que tengo esparcidas por la habitación… Me voy hoy mismo…

 

— ¿Estás empacando? — Alzo la vista… Creo que sentí mi quijada chocar con el suelo… Gaël sin ningún atisbo de vergüenza estaba parado en el marco de la puerta del baño tal y como llegó al mundo… Al ver mi rostro, que supongo es de lo más cómico con la expresión de asombro, vuelve a sonreír  y camina despacio hasta llegar a mi lado… No puedo evitar dar una completa mirada a su anatomía… Es la primera vez que lo veo completamente desnudo… Joder… Wow… — Mi ropa está hecha un asco… ¿Tendrás algo que me ayude? — Lo tengo a escasos centímetros… Mis ojos se clavan en ese pedazo de carne que se muestra orgulloso frente a mi… — Si quieres puedes tocar… No me molestaría… — Por fin reacciono al escuchar sus palabras… Fijo la vista nuevamente en la maleta… Siento arder mi rostro, seguro estoy rojo al mismo estilo que la cerecita… Que imbécil debo haberme visto…

 

—No sé… no sé si algo de lo que tengo pueda ayudarte… — Trago saliva con fuerza tratando de calmarme, busco entre mi ropa disimulando como puedo mi nerviosismo… — Estás más alto que yo…

 

—Siempre fui más alto que tu… — Ah, arrogante… — Cualquier cosa estaría bien… Sólo necesito llegar a casa… — A casa… Un golpe directo…

 

—Puedes llamar a tu esposa para que pase a recogerte… — Me aventuro a decir… El ambiente se tensa… Se ve desconcertado — Toma… — Le alcanzo una trusa que he sacado de la maleta. Sus palabras han logrado que me serene de inmediato. La realidad fría e implacable hace que impacte de lleno contra el suelo nuevamente.

 

— ¿Esposa? — Su voz se escucha trémula. Lo encaro. Ya lleva mi ropa interior puesta… Es una sensación rara verlo así… Le señalo el aro… — Ah… Bueno… Yo…

 

—No tienes que darme explicaciones… — Vuelvo a revolver la ropa — Esta camiseta creo que te va… La toma y se la coloca… Le queda algo ajustada pero es aceptable

 

—Quizá no tenga que explicar nada, pero tú tienes que explicar mucho…

 

— ¿Yo?... — ¿Se volvió loco?... ¿Yo?... ¿Explicar?... — ¿Te dura la borrachera?... — Niego con la cabeza soltando un bufido mientras sigo con las manos dentro de la maleta hasta que encuentro lo que busco — Estás desvariando… Ponte esto, lo uso para dormir pero ante las circunstancias a quien le importa — Le lanzo el pantalón de chándal.

 

—Estoy más que lúcido… — El pantalón le queda bien, no es muy musculoso, más bien delgado y fibroso. Se  sienta en el banco frente al tocador. — Tienes que explicarme por qué te fuiste sin decirme nada… — Me sorprenden sus palabras… Me siento sobre la cama frente a él… Comienzo a reír…

 

—Han pasado 6 años, no creo que importe ya…

 

—A mí me importa… — Me mira ceñudo. Joder, qué más da…

 

—Bueno, para hacer corto el cuento, mi madre me envió a Italia con su hermana a la que no conocía, iba a ser por tres meses pero ¡sorpresa! Ya llevo seis años… Te dejé una carta con Amélie…

 

— ¿Carta? ¿Qué carta?... — Las cosas van tomando sentido…

 

—Una carta para que te la entregue cuando me fuera, explicándote… — Cierro los ojos sintiéndome estúpido… ¿Qué estoy haciendo?... — Ya no viene al caso… — Doy un suspiro  de cansancio — Tienes tu vida, yo la mía… Lo que pasó hace 6 años ya no importa…

 

— ¿No importa?... No tienes idea de  cómo me sentí…

 

— ¿Tu?... ¿Y yo qué?... Traté de comunicarme por un año… ¡Un maldito año! — No iba a permitir que se haga la víctima… ¡Aquí el que sufrió fui yo! — Hasta que un día me contesta Amélie, ¿y qué crees?... Escucho sus arrumacos cariñosos… Así que no me vengas a decir el dolor que pasaste o una mierda como esa porque es mentira.

 

—No entiendes…

 

—Por favor Gaël, basta. Termina de vestirte y lárgate con tu mujercita…

 

— ¡Escucha! — Su grito me sorprendió. Lo miré con el ceño fruncido — ¡Te busqué por todas partes! Le pregunté a todo el mundo… Tu madre me dijo que te habías fugado… Tu padrastro igual… Melie… Ella… Me ayudó, estuvo a mi lado a cada momento… No teníamos cómo comunicarnos, tu móvil daba desconectado… Nunca me dijo que me dejaste una carta o que alguna vez llamaste… — Se para frente a mi y me toma por los hombros — Me sentí destrozado y Amélie estuvo allí…

 

—No necesito escuchar eso… — Susurré

 

— ¡Pero yo necesito decírtelo!... Necesito que sepas… Que aun te tengo aquí… — Se dio un golpe en el pecho con fuerza — Nunca pude olvidar aunque me dijeran que me habías dejado…

 

—Amélie… — Asintió con la cabeza — Pues... Te mintió…

 

—Una vez más… Ya ni me sorprende…

 

—Pues a mi me sorprende que te hayas casado con ella… — Empieza a reír… Comienza bajito y luego con sonoras carcajadas — ¿Qué te causa gracia?... ¿Qué me hayan visto la cara de estúpido?...

 

— ¿Amélie?... — Se toma del estómago mientras se sacude por la risa y vuelve a sentarse — No soy casado…  — Se saca el aro y me lo lanza… Lo cojo en el aire en un acto reflejo — Es de acero, me lo regaló mi madre cuando me gradué… Algo sobre espantar la maldad y no sé qué cosas, ya la conoces… — Lo observo… No tiene ninguna inscripción ni nada — No voy a mentirte, la quiero… Pero me di cuenta que no es amor de pareja lo que siento por ella, sino un cariño muy especial… Ella lo sabe, se lo he dejado muy claro...

 

—La escuché decirte amor…

 

—Ella le dice amor a todo el mundo… Además… No me van las chicas — Suelta una risita — Por eso uso el aro en la mano izquierda… Espanta la maldad y a las mujeres, dos pájaros de un tiro.

 

— Que graciosito… — Le devuelvo el anillo y se lo coloca sin dejar de sonreír. — Recuerda que cuando estuviste conmigo, era toda una chica…

 

—Parecías… Pero no lo eras… Eso lo sabía muy bien — Me guiña un ojo. Ahora se ve relajado y de muy buen humor.  — Melie me lo había dicho y la verdad no me importó en ese entonces… Me gustabas tal como eras…

 

—No soy el de antes…

 

—Ni yo

 

—Todo es tan diferente…

 

—Lo sé… — Se acerca a mi… Nos separan un par de escasos centímetros… — Podemos retomar lo nuestro, ¿Qué dices?...

 

—Ha pasado mucho tiempo…

 

—6 años

 

—Si, 6 años… Tú tienes una vida, tu trabajo…Yo también, y tengo… — Me callo. ¿Qué iba a decir? ¿Qué tengo un novio?... Donato es todo menos un novio… Y dudo mucho que algún día lo sea…

 

— ¿Tienes un novio? ¿Eso me ibas a decir?...

 

—Tengo una vida en Italia…

 

—No estamos tan lejos, podemos intentarlo…

 

— No pienso regresar a vivir aquí… No quiero regresar…

 

 — Puedo irme contigo, hablaría con mi padre… — Puso una mano en mi mejilla y acariciaba mi piel con el pulgar — Ahora estoy trabajando en la pesquera, quiere que en el futuro tome el manejo de esta, pero estoy seguro que me entendería…

 

—Le romperías el corazón…

 

— ¿Y mi corazón? ¿Mis ilusiones?... — Nos quedamos en silencio. Sus caricias seguían y yo había ladeado la cabeza apoyándola en aquella extremidad que me llenaba de calidez.

 

¿Qué hago?

 

¿Debería irme?  ¿Salir de aquí regresar a Italia y pretender que nada ocurrió?... ¿Podría?... ¿O debería darnos una oportunidad?  Intentar hacer que esto funcione… ¿Después de tanto tiempo?... Nada es como antes, eso lo tengo clarísimo… Y posiblemente nada vuelva a ser como antes… y aun así… ¿De verdad lo estoy considerando?...

 

Pues sí.

 

—Lo intentaremos… Tu aquí y yo allá… Veremos que ocurre ¿ok? — La sonrisa que le iluminó el rostro fue tan bella como la que solía brindarme cuando éramos unos niños.

 

—Eso es suficiente para mí…

 

 

Y me besa.

 

 

 

 

Notas finales:

Ay mi enamoradizo Etienne... quien te entiende criatura xD

 

 

 

XOXO


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