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Caged por banana-gi

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Jungkook levantó la vista hacia el delgado chico parado frente a él con la mitad de su pan extendido en su mano en su dirección. Lo reconoció de inmediato debido a su sonrisa como aquel que había intentado de escapar semanas atrás, y que fue arrastrado de vuelta y golpeado hasta formar bulto que lloraba acurrucado sobre la tierra. Su ojo hinchado y amoratado servía como prueba del poder de sus captores, y el resto del grupo había tomado la medida de ignorarlo desde entonces. Los niños más problemáticos no duraban mucho alrededor. No eran aptos para la venta. Con el pasar el tiempo había visto a muchos desaparecer, no sabían dónde los llevaban, pero nadie podía siquiera tratar de olvidar sus gritos.


Jungkook, quien se había encargado de mantener un bajo perfil, intentando por todos los medios posibles desviar la atención de sí, se sintió inmediatamente repelido por la silueta de su compañero, y retrocedió rechazando su ofrecimiento. Podía ver la sombra de uno de los guardias fuera de la tienda, gracias a la posición del sol que le daba el aspecto de los monstruos amenazantes que había encontrado en sus propias pesadillas. Su estómago se retorcía, solo imaginando lo que pasaría si los encontraba. Al chico, sin embargo, no parecía importarle. No mostraba en su semblante la preocupación que a él mismo le hacía temblar. Tal vez, estaba tan loco como los rumores decían. Tal vez, había perdido la consciencia del peligro.


Jungkook esperaba que su indiferencia le hiciera entender, pero se sorprendió incluso más cuando el chico decidió tomar asiento a su lado en el suelo, deslizando la pieza de pan en la palma de su mano.


-Te ves cansado. – Dijo, pero Jungkook lo miró enojado empujando el alimento en su dirección mientras negaba con la cabeza. Su acompañante lo miró confundido por un segundo, pero volvió a insistir. – Tuve suficiente. – Aseguró, depositando el pan sobre su regazo antes de alejarse cojeando a la otra esquina de la tienda. Jungkook tragó mirando al alimento. Lo había visto luchar con las tareas diarias en el estado en que se cuerpo se encontraba, pero no se atrevió a ofrecerle ayuda demasiado asustado para comprobar cuál sería la reacción del resto.


La culpa se le hizo amarga en la boca, y camino al chico hecho un ovillo en su lugar, rompiendo la pieza de pan en la mitad.


- No necesito tanto. – Declaró tendiéndole una parte.


Fue la primera noche que Tae, cómo le contaría más tarde que le habían apodado sus padres, y él durmieron lado a lado. Tenían 12 y 10 años, y desde entonces, nunca volvieron a pasar un día separados.




Taehyung esperó a la mañana siguiente para comenzar a entrar en pánico. Esa madrugada había consumido una de las tres últimas píldoras que poseía, pero sabía que no aguantaría demasiado si su amigo no aparecía pronto con la próxima dosis.


Sabía que Yoongi no mandaría a Jungkook fuera de los límites si la situación no lo requería, pero su urgencia solo aumentaba el riesgo de ser atrapado. Siempre existía la posibilidad de que se hubiese demorado más de lo pronosticado, pero algo dentro de sí le decía que ese no era el caso. La última vez apenas habían escapado de los guardias, y solo gracias a que logró verlos antes de Jungkook se lanzará directo a sus trampas. Esa tarde se había ganado su enojo al arrastrarle de vuelta sin decirle lo cerca que estuvieron de ser capturados, pero incluso aunque reportó la situación con Yoongi más tarde, no hallo la fuerza en sí mismo para contarle.


Era ridículo, viviendo en el mundo que sus antepasados habían creado. Pero, aunque Jungkook era el más fuerte en el clan, su razonamiento usualmente se quedaba muy por detrás. Probablemente se debía que era el menor, y el lugar que ya ocupaba en sus mentes no podía ser desplazado por los músculos que había construido gracias al entrenamiento. Lucia más masculino que hace dos años, pero Taehyung no podía evitar querer protegerlo.


Es mañana decidió esperar hasta que las misiones fueron asignadas, vigilando a Yoongi desde un costado de la tienda, medio escondido entre los cuerpos de sus compañeros.


Su líder no se veía demasiado preocupado, cualquier otro de los presentes pudo notar solo una exageración en la forma en que hablaba con firmeza al dar las ordenes, atribuida tal vez, a la falta de sueño o el mal humor. Pero él le conocía, sabía que Yoongi no estaría tranquilo ante la ausencia de su amigo. Habían estado juntos desde mucho tiempo antes que Yoongi tomará su posición en el clan. Cuando era solo un chico tímido con un montón de desordenado cabello negro sobre su cabeza siempre escondido tras la espalda de Hoseok. Tenían más entre ellos que lo que estructura jerárquica demandaba. Eran familia.


Tan concentrado estaba en como exponer la situación cuando el resto se fuera a cumplir sus labores diarias, que no notó la presencia de Hoseok respirando en su espalda hasta que deslizó sus brazos por su cintura. Sus cabellos castaños haciéndole cosquillas en el cuello mientras se empinaba para ver por sobre su hombro.


- Te ves tenso. – Comentó mirando con interés como Yoongi dictaba instrucciones.


Taehyung tragó saliva desenredando los brazos del hombre de su cuerpo, arrastrándole afuera con prisa.


Hoseok sonreía ampliamente, extendiendo sus manos en espera del cálido buenos días habitual en su relación. Pero Taehyung no le dio tiempo de siquiera cuestionar por qué no parecía dispuesto a corresponder su gesto.


- Jungkook no volvió ayer. – Confesó con las lágrimas estancándose en sus ojos, como las había estado conteniendo la mañana completa. Hoseok abrió la boca sorprendido, cerrando los ojos un momento después mientras negaba con la cabeza, como tratando de espantar imágenes horribles en su mente.


Parecía querer decir algo, pero Taehyung volvió a interrumpirle apuntando al líder, quien se encontraba cerrando la reunión y observándolos a la distancia. Cuando el último de sus compañeros abandonó el lugar, ambos caminaron hacia él en silencio.


Yoongi se dejó caer sobre su asiento, dejando su mirada divagar al techo por un segundo antes de volver a la situación enfrente.


- Necesito que vayas por él. – Dijo, mirando a Taehyung. - Sé que no estás en la mejor forma, pero…


- No puedes mandarlo ahí. – Intervino Hoseok de inmediato. Cualquier otro ya estaría cumpliendo el castigo que significaba cuestionar la autoridad de su líder. Pero, aunque Yoongi lo miró, obviamente cabreado, Hoseok mantuvo su postura.


Era la posición que su conocimiento le había brindado. Cumplía el rol de sanador, heredado de la línea de su familia, un respeto que sólo se podía ganar después de generaciones.


Taehyung no pudo esconder su sonrisa, al ver la guerra de miradas que comenzaron en completo silencio. No era fan de la complicidad que tenían. Yoongi había sido el mayor obstáculo en el progreso de su relación con Hoseok en el principio, pero, no podía negar que estaba feliz al ver la preocupación en su pareja. Casi lo suficiente para dejarlo.


- Está bien Hobi. – Le llamó tratando con todas sus fuerzas de reprimir la alegría lo que invadía. – Estoy curado hace días. – Aseguró, dando un pequeño salto en su lugar para ilustrar el poder de su frase. Su rodilla todavía molestaba un poco, pero no lo suficiente para rechazar la misión.  


Desafortunadamente, la opinión del sanador no era misma.


- Tú no decides eso. – Declaró volteando rápidamente para continuar su argumento con Yoongi, más este previendo su movimiento ya estaba preparado con la palabra en la boca.


- Lo siento, Hoseok. – Dijo, cambiando su expresión por una más dulce. La culpa en sus ojos callando a su contraparte al instante. – Sabes que no lo haría si hubiera otra posibilidad.


- ¡Puedes mandar a otro! – Gritó el castaño en un impulso. Taehyung saltó en su lugar sorprendido. – Por favor. – Agregó tomando la mano de su líder entre las suyas, sujetándola con fuerza.


Yoongi tragó saliva desviando la vista, pero no se apartó del contacto. Otro privilegio del que solo Hoseok podía presumir.  Taehyung se balanceó en sus pies con incomodidad. De alguna forma, presentía, que había algo mucho más importante flotando entre líneas que no podía leer.


El silencio se extendió y su pecho se contrajo aguantando la pesadez del momento. Los celos arañaban sus entrañas. Las manos de Hoseok que solían tomarle con cariño se estaban esfumando ante alguien más, trazando patrones en la piel de otro. Extrañaba la voz de Jungkook recordándole su paranoia, no tenía a nadie que o hiciera pensar frio sin él.


- Ven conmigo. – Dijo sin pensar, encontrándose con la mirada consternada de ambos hombres. – Puedes monitorearme en el camino. – Añadió casi perdiendo su voz a mitad de la frase.


Yoongi lo miró con los ojos abiertos de terror. Hoseok ya estaba sonriendo ante su sugerencia, siendo incapaz de notar la reticencia de su líder. La guerra empezó segundos después, forzada por la poca voluntad de ceder de Hoseok.


Para cuando la solución se hizo inevitable, la mitad de la aldea se encontraba afuera en completo estado de alarma.




 Jimin sujetaba su propia mano apretando con sus dedos en el lugar de la herida para tratar de evitar el sangrado, había escondido su lesión dentro de la sorpresa de verse atacado, pero una vez lejos del chico y de la adrenalina del momento podía claramente sentir las pulsaciones de dolor en su herida.


- ¿Deberíamos castigarlo? – Preguntó Seokjin, tomándolo de la muñeca y obligándolo a acercarse para examinar con la vista el lugar afectado. Estaba tan asustado que sus dedos temblaban al sujetarlo.


Jimin negó con la cabeza, aguantando el sollozo que se abrió paso en su garganta para intentar transmitirle una falsa calma a su amigo. Podía entender el comportamiento de su huésped, era un impulso primitivo que lo había llevado a defenderse de la única forma que encontró en el momento, y su curiosidad creció con más preguntas. ¿Dónde había crecido? ¿Quién lo había criado? Parecía capaz de mantener una conversación, pero dudaba que tuviera idea de los modales básicos en los que a él mismo le habían educado. No se imaginaba que los exiliados realizaran clases de etiqueta a sus niños, muy probablemente era lo que menos necesitaban.


- Está bien Jin, estoy bien. – Le aseguró a su amigo, escondiendo su mano tras su espalda. Estaba avergonzado de su ingenuidad, pero no dejaría que lo desanimara en su proyecto. – Se calmará en un par de horas. – Dijo, fingiendo una sonrisa.


Sabía que no podían esperar que el chico cooperara tan pronto, pero la idea que tenía de ellos era tan cercana a la realidad de su mundo, y tan alejada de sus intenciones, que no conseguía pensar en una forma, incluso sutil, de llegar a él. Con suerte, lo lograría antes que fuera demasiado tarde.


- Por favor no le digas a Namjoon de esto. – Pidió utilizando la fuerza de su mirada de cachorro abandonado.


Tristemente, cuatro horas más tarde con su mano aún vendada y una falta de ideas sobre como llevar la situación no le costó demasiado quebrarse ante su compañero.


Apoyado en la puerta de su habitación, Namjoon lo miro con las ojeras marcadas de cansancio bajo su mirada y un montón de papeles entre sus manos. Jimin intentó sonreírle mientras cambiaba las vendas en su mano, pero se detuvo a medio camino sabiendo que no sería capaz de hacerlo. Al menos podía pararse con orgullo en su rostro, hace dos años habría estado llorando en su cama por una situación similar, con el mayor susurrando palabras de apoyo a su lado.  


- No lo digas. – Lo paró tomando asiento frente al escritorio. Namjoon rio, avanzando a él y dejando los papeles caer sobre la madera de la superficie.


- Me debes una. – Jimin revisó su nombre en la cabecera del reporte, antes de repasar los documentos. Otra vez había rellenado su parte.


- No tienes que seguir haciendo esto hyung, soy más que capaz de...


Namjoon levantó la palma de sus manos en su dirección indicándole que se detuviera.


- Creo que tienes otras cosas en mente ahora.


Jimin bajó la mirada avergonzado, el rubor subiendo rápidamente a sus mejillas. No era tan iluso para pensar que Seokjin no le había contado todavía sobre lo sucedido. Apretó su mano con la venda apreciando el dolor que la mordida de su huésped le había dejado. Sus ojos negros expresaban miedo cuando fue consciente del daño y le pateó en las costillas para conseguir que lo soltará, retrocedió como un perro siendo amonestado.


- Sé lo que piensas.


Namjoon tomó asiento sobre su cama esperando en silenció que decidiera darle su atención. Podían escuchar los ronquidos de sus compañeros en el otro cubículo, haciendo eco en el silencio de la noche.


- Es un riesgo…Lo sé. – Le cortó. Namjoon esperó paciente.


- Pero sé que no lograré quitártelo de la cabeza. – Jimin respiró aliviado. Podía hacerlo comprender. – A ti, o Seokjin. - Añadió estirando una mano para posarla en su muslo.


Jimin sonrió.


- Supongo ese es tu tipo. – Bromeó levantando las cejas en un gesto sugerente.


Namjoon rodó los ojos tirándose hacia atrás en la cama. Jimin firmó el reporte con la pluma y guardó los papeles dentro del cajón.


Era uno de los soldados más fuertes dentro de la guardia, veloz, ágil, el preferido del jefe, por razones que la mayoría del tiempo prefería ignorar. Algo que ver con su “sex appeal” como le gustaba apodarlo a Seokjin. Pero todos los contactos del mundo no lo absolverían de su destino si llegaban a conocerse sus intenciones tras la captura de su huésped. El castigo a la traición era la ejecución, y ni siquiera Irene podría salvarlo si alguien más llegaba a enterarse. Y ni Namjoon, ni Seokjin quedarían impunes ante el delito.


- Me siento responsable por él. – Susurró mirando sus manos hechas puños sobre su regazo a causa de la frustración.


Namjoon volvió a sentarse, pateando su pierna con un poco de fuerza para llamar su atención. Tenía la misma expresión en su rostro que cuando lo obligaba a jugar ajedrez sabiéndose ganador antes siquiera de montar el tablero.


- Vamos a ayudarles Jimin. – Declaró con la sonrisa de sus labios formando margaritas en sus mejillas. - Lo prometo.




 Salir de la aldea desapercibido con Hoseok de compañía era una tarea mucho más difícil de lo que Taehyung hubiera imaginado. Las miradas que no emitían un juicio dirigidas a su unión eran dirigidas con demasiada amabilidad hacia el castaño, quien no tenía problema alguno en saludar a quien se le cruzara en el camino.


Hoseok era, de alguna forma, el centro de la aldea, aun cuando Yoongi era el líder oficial, su conocimiento era bien sabido y sus capacidades admiradas. A diferencia de su amigo, quien mandaba imponiendo su fuerza, él trataba a la gente con talento y cariño, como si cada uno fuera el tesoro más precioso, siendo recompensado con la estima de todos. Incluso, en el último tiempo había ganado más admiradores de lo que Taehyung hubiera querido.


Un grupo de chicas los detuvo antes de que se adentraran en el bosque, una de ellas, exhibiendo, a pesar del frio una falda bordada. Hoseok paro a intercambiar un par de palabras mientras Taehyung pretendía no oír, dándose la vuelta con la vista perdida en los árboles. Hoseok estaba mirando con demasiada intención la vestimenta de la chica, con la vista pegada en ella incluso después que esta se alejó. Taehyung sintió el comentario mordaz subiendo por su garganta incapaz de parar luciendo tan envidioso como en realidad estaba.


- ¿Te gustan las chicas ahora? - Habló con sus puños apretados mientras sujetaban la mochila en su espalda.


Hoseok lo miró con sorpresa al principio negando con la cabeza con la sonrisa ya en sus labios.


- No seas estúpido Tae. – Dijo restándole importancia avanzando adelante entre los arboles cuando Taehyung trotó la distancia alcanzándole con sus dedos envueltos alrededor de su muñeca.


Hoseok frunció el entrecejo enojado por el ataque, pero antes de que pudiera pensar en liberarse Taehyung lo empujó contra la corteza de un árbol golpeando su espalda mientras le arrinconaba utilizando su fuerza.


- Suéltame. - Le ordenó el castaño casi gritando mientras trataba de poner distancia entre sus cuerpos. Pero Taehyung ni siquiera pareció oírlo, tenía el fuego de la batalla en sus ojos, el azul líquido que centellaba con la luz. Casi podía oírlo sus dientes chocar dentro de su boca. El mismo que Hoseok había visto en cada práctica y cada mañana de caza.


Acercó su rostro descansando su frente sobre la suya, su respiración saliendo en tiempos irregulares. Antes de la limpieza, Taehyung solía ser una de las personas más pacificas que había conocido. Habían crecido juntos, y habían seguido lado a lado. Pero después todo se torció, su personalidad había tomado los rasgos más oscuros a la superficie, haciéndolo cuestionar todo lo que conocía. Taehyung conservada memorias fragmentadas por la tortura. Las malas a veces interpolaban con las buenas y no distinguía la realidad. Le había confesado muchos de sus miedos, la mayoría de sus dudas habían sido susurradas mientras lo envolvía en sus brazos. Pero todavía no era suficiente. Todavía, quedaba un porcentaje al cual no podía acceder. El que no podía manejar.


El beso llegó impredecible, pero sus labios se adaptaron de inmediato a la invasión. Habían pasado un mes desde que se dijo a si mismo que no caería presa del cazador. Pero era difícil recordarse su voluntad y tener tiempo de avisarle a su cuerpo para anteponerse a sus deseos. Pasaría un siglo antes de que pudiera dejar de amarlo.


Taehyung deslizó sus brazos alrededor de su cadera, escondiendo el rostro en su cuello. Era más alto y quedaban algo incomodos en tal posición, pero ninguno de los dos fue capaz de apartarse. Hoseok le dejó tener lo quería, acariciando las hebras anaranjadas de su cabello. Cada día estaba más oscuro. En dos años se volvería castaño otra vez.


- Lo siento. - Susurró, sujetándolo con más fuerza. Sus dedos convertidos en garras alrededor de su cuerpo. – Jungkook, si lo han... - trató de hablar perdiendo la voz en medio de la frase. - No podría...


Hoseok le calló obligándole a mirarle, levantándose un centímetro en el punto de sus pies para depositar un beso en el medio de su frente. Sabía la importancia de Jungkook para él. Ni siquiera quería imaginar que harían si no conseguían encontrarlo.


- Vamos a traerlo de vuelta.




 La primera orden fue anular el flujo de comida del huésped.


Jimin pensó que se trataba de una medida inhumana cuando Seokjin la propuso, tomando en cuenta que venía de él, de seguro había pensado en lo que más le dolería en su situación. Pero, aunque su corazón se apretaba cuando veía por el vidrio el cuerpo casi inconsciente del chico atado a las cadenas, Jimin no podía negar que el nivel de agresividad había disminuido considerablemente.


Un huésped menos agresivo estaba más dispuesto a escucharlo, y necesitaba desesperadamente que lo entendiera. Por desgracia, Jungkook no parecía perder su espíritu con rapidez, y trató de patearlo fuera de su camino en cuanto sintió los dudosos pasos de Jimin ir en su dirección.


Después de los dos primeros días habían identificado un patrón. No hablaba. No gritaba o trataba de soltarse. Pero cada vez que intentaban dialogar se cerraba en sí mismo actuando como un animal desvalido tratando de defender su orgullo.


Jimin no debería haber visto la bondad en ello, pero no podía evitar la chispa de admiración hacia su pequeño experimento. Definitivamente poseía la sangre de un guerrero. Y si no se equivocaba, tendría muchas posibilidades de recuperarse. Ya estaba aguantando bien. A pesar de la fiebre, el obvio cansancio de su cuerpo y su irritabilidad no había presentado otros síntomas, y Jimin sospechaba que el último no era a causa de la abstinencia, y más bien constituía una característica intrínseca de su carácter.


Namjoon había estado más envuelto en el proceso desde su promesa. Incluso cuando no poseía todo el conocimiento médico de Jin, hablaba con él en el mismo nivel compartiendo sus teorías mientras se asomaba por sobre su hombro para observar las inacabables anotaciones que hacía en su libreta.  Pasaba cada día a brindarles su apoyo y preguntar cómo les estaba yendo, llegando al punto de cubrir a Jimin en sus actividades cuando la noche lo encontró observando a través del vidrio en lugar de volver a su habitación a descansar.


Las bromas de su obsesión habían comenzado poco después, pero habían aumentado al mismo tiempo que sus ojeras se hacían más y más pronunciadas. No podía evitarlo, no quería perderse nada. Cada minuto que el chico pasaba encadenado era un minuto vital para el cambio que tanto había esperado. Sólo tenían que encontrar la llave. Hacerle volver a su estado natural.


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