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¡Feliz Año Nuevo Kai! por ChizuruTakachan

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Notas del fanfic:

 

 

¡Feliz Año Nuevo!                 La celebración de fin de año, era la segunda festividad más importante del pueblo. La primera era la fiesta del templo.   Para la vida de un niño pueblerino, ambas fechas eran motivo de emoción y felicidad. Siempre quedan en la memoria esas risas, los grititos emocionados y los ruiditos de piecitos correteando por todos lados. Nuestra única preocupación era no rasparnos las rodillas al caer, poder comer la mayor cantidad de golosinas y postres. Mucha gente venía de pueblos más pequeños a pasar las fiestas con sus familiares, algunos visitantes de un lugar lejano llamado Tokio, y de ahí venia un extraño niño…   Yo siempre he sido un niño curioso. Mamá está muy orgullosa de mi capacidad de hacer las cosas por mí mismo. Me levanto temprano, desayuno mi tazón de arroz y leche tibia, y me voy con una dulce manzana en el bolsillo a darle de comer a las gallinas. Tenemos pocos animales de granja, pero son suficientes para darnos mucho trabajo. Además, mamá ayuda al abuelo de las telas, un hombre ya muy mayor. Por eso todo mundo le llama: abuelo. Sus hijos confeccionan kimonos muy costosos, mamá les ayuda tiñendo las telas. Así que yo la ayudo a ella con el cuidado de los animales y nuestro pequeño huerto que está atrás de la casa.    Unos de los hijos del abuelo, es muy amable con nosotros. Una o dos veces al año le trae a mamá su paga  a la casa. Recuerdo que cuando yo era más pequeño, me trajo juguetes en mi cumpleaños. ¡Hasta me regaló una bicicleta! Obviamente mamá se enojó muchísimo y ofreció pagarla. La esposa de ese hombre es muy mala. Es muy grosera con mamá, también recuerdo que una vez la hizo llorar. Le llamó: Cualquiera. Y a mi: Bastardo. Mamá no quiso explicarme lo que significaba. Así que procuro ser bueno. ¡Mamá es una mujer muy hermosa! Mi abuela antes de morir dijo que yo debía cuidarla. Y eso hago.   Mamá me había mandado a comprar algunas cosas que faltaban para la cena, por eso pude ver cuando un grupo muy grande de personas llegaron, parecían muy extraños. Sus ropas eran de colores muy llamativos, nada comparado con la ropa que usábamos en el pueblo. Ofrecían intercambios de comida y dulces, por alojamiento o dinero, al ver traían dulces me acerqué, así vi al niño más curioso que jamás había visto. Tenía el pelo negro y largo, unos ojos negros y con algo pintado alrededor de ellos, se veian muy bonitos. También tenía la boquita pintada. ¡Parecía que había comido mil cerezas!    -¡Hey niño! ¿Quieres uno? -me extendió un dulce de los que vendía. -No. No gracias. -Cuando estuvo cerca, era un poco más alto que yo.  -Es rico. ¡Pruébalo! -Mire el brillo de sus ojos, combinaba muy bien con el resto de su cara, pero su pelo me llamaba mucho la atención. Parecía que se había electrocutado y lo tenía parado en muchas puntitas.  -No. No tengo dinero. -Tomé la canasta de las compras, a punto de darme vuelta e irme. -Te lo regalo. ¡Me agradas! -Puso el pan dulce en mi canasta y se alejó, sonriendo y diciendo adiós con la mano.    Horas más tarde, mamá salió a abrir la puerta, nuestra casa era pequeña para un terreno muy grande, así que desde la puerta de la cocina lograba verla hablar con unos extraños. Al poco tiempo, esas personas entraban con sus carretas a nuestro enorme patio. No era la primera vez que recibíamos extraños en la casa, en estas fechas todos los lugares estaban llenos, y mamá recibía dinero extra por dejarlos quedarse en el patio y tener un baño limpio, así como un establo para sus caballos.  -¡Yutaka! Muestrales dónde descansen sus caballos. Llena el bebedero para los animales. -¡Si! -Corrí por el patio con mis pequeñas sandalias levantando polvo, haciendo lo que mamá ordenó. -¡Que caballos tan bonitos! -Acaricie al que tenía más cerca. -Creo que tú eres más bonito. -Giré hacia esa voz y ahí estaba el niño de los dulces-. Soy Yuu.  -Yutaka. -Le ayudé a guardar los caballos y darles algo para pastar-. Tenías razón. -¿Sobre qué?  -Tu postre. ¡Estaba rico! -le sonreí justo como a mamá le gustaba. -¡Wow! ¡Que sonrisa tan más bonita! -Nos quedamos sonriendo unos minutos hasta que alguien entró. -¡Yuu! Ven, vamos a bañarnos. -Un niño de cabello color miel llegó a tomarlo de la mano. -Tú niño, te están buscando para que pongas el agua a calentar. Se llevó a Yuu consigo, apretandole la mano para que no se soltara. Yuu, me miró apenado. -¿Por qué tienes que ser tan grosero Kou?  -¿Y tú por qué siempre tienes que ser tan confiado? No le hables. No necesitas ser amable. -Yo puedo hablarle a quién quiera. -No. No puedes.   Esa noche de fin de año no la pasamos solos. Mamá convivió con mujeres que le enseñaron a cocinar cosas ricas y diferentes. Los hombres, notaron algunas partes que necesitaban arreglarse en el tejado, y lo arreglaron. Y yo escuché historias muy entretenidas de sus viajes, así como cuentos que aprendieron estando lejos de su hogar. China.    -Te gusta vivir aquí? -Me preguntó Yuu, aprovechando que su amigo estaba algo ebrio.  -Sí. -Le sonreí-. A ti… ¿Te gusta no estar en el tuyo? En tu hogar. -Ya me acostumbré. Prácticamente nací en esa carreta. Pero creo que este lugar me gusta mucho. -sonrió acariciando mi pelo-. ¿Qué edad tienes?  -8. ¿Y tú? -12. Eres todavía muy pequeño. -Acarició mi cara y justo en ese momento comenzaron a sonar las campanadas para el año nuevo-. Feliz Año Nuevo… -Feliz…     Esa noche tuve un nuevo amigo. También supe lo que era el primer beso. Pensé que esos fuegos pirotécnicos que explotaban en el cielo, también lo hacían en mi estómago y en mi pecho. Supe que Yuu era especial.  Un año después volví a verlo. Era mucho mayor y guapo de lo que lo recordaba. Y así fu año tras año. Hasta que cuando cumplí 13, Yuu, se llevo mi primera vez.            Y no volvió a irse.       

 


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