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RUPTURA por Nova22

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La sortija que bailaba entre sus dedos brillaba bajo la tenue luz del bar, el diamante que lo adornaba arrojaba una sutil explosión de colores que rivalizaba con la belleza del arcoíris. Era una pieza sencilla, sin embargo no menos exquisita, y por supuesto aún era capaz de robarle el aliento a cualquiera que posara sus ojos sobre ella...igual que él. Era la representación perfecta de lo sencilla y a la vez abrumadora que resultaba su belleza.


No pudo quitarle los ojos de encima cuando la vio en aquella vitrina de cristal y pensó "Es perfecto", al igual que lo hizo con él cuando lo conoció. Quería ofrecerle algo especial, algo que contara una historia solo para los dos, que representara el momento especial en sus vidas en el que decidieron caminar por una misma senda. Quizá había sido solo un capricho suyo, sin embargo en verdad deseaba que fuera de ese modo, no quería que él se sintiera presionado, quería que supiera que tenía la libertad de negarse.


Porque lo amaba...lo amaba tanto.


— Kei...— su nombre dejaba una agradable sensación en su boca, dulce como un beso, pero también amargo como el alcohol...y adictivo. Todo en él lo era y Akaashi sabía muy bien que estaba mal, pero no podía resistirse a la sensaciones que despertaba en él — Kei...— recordó viejos sueños que creía olvidados, estos le provocaron dolor y una amargura que acompañó al sabor del alcohol acariciando las paredes de su esófago, y por un instante se permitió desear volver el tiempo atrás, hacer las cosas diferentes y atraparlo.


Porque ¿A quién quería engañar? Era un hombre egoísta y quería monopolizar todo de él, tomarlo todo hasta que no quedara nada para el mundo, ser su dueño, sin embargo ansiaba verlo libre, como un ave que extendía sus alas y volaba hacia el cielo azul en busca de lo que su corazón añoraba. Nada podía compararse con esa belleza.


Era contradictorio y a veces lo atormentaba.


— Sírveme otro...doble — empujó su vaso hacia el barman, el movimiento evocó el tintineo de los cubos de hielo dentro de este y rompió con la atmósfera que había creado para sí mismo...una que lo aislaba de todos. — Tal vez debería pedir la botella — ¿No sería lo más conveniente? De ese modo evitaría ser molestado.


— Señor ¿No cree que ya ha bebido suficiente? — un vaso con un líquido rojo oscuro apareció en su campo de visión, pequeñas burbujas emanaban de los hielos y desaparecían en la superficie. Sintió sed. — Debería parar.


¡Pero qué tontería! — Hoy es un día especial y quiero celebrarlo — sus dedos se cernieron sobre el vaso, su mano trazó un recto movimiento hacia sus labios y aquel dulce amargo danzó sobre su lengua, su sangre hirvió y su cuerpo se calentó — Sirve una más...no, esta vez deja la botella.


— Señor...


— Estás siendo molesto — su voz nunca había sido tan fuerte y hostil, no sabía cómo ser verdaderamente brusco con alguien, pero en esta ocasión había sido un éxito en ello y sus demandas se vieron cumplidas dirigentemente.


No quería ser grosero con ese hombre, su padre le enseñó que debía ser respetuoso con todos independientemente de su posición social, uno nunca sabía en qué posición podría encontrarse mañana, sin embargo ese hombre estaba siendo molesto ¿No le había dicho ya que era un día especial? Era muy irrespetuoso de su parte interrumpir algo tan importante para él.


— A tu salud...amor mío — murmuró y levantó su copa para decir salud al recuerdo de un amor frustrado, a la esperanza muerta que un día como ese, frío y oscuro, fue hecha trizas, a su amor perdido y al bastardo que se lo arrebató.


"Akaashi, lo siento, no puedo dejarlo...me necesita ahora" Kei lloraba, estaba destrozado, los golpes que había recibido eran suficientes para derrumbar a cualquiera y su dolor no solo se reflejaba en sus ojos, estaba impreso en el cansado rostro que delataba las noches que pasó sufriendo en silencio "No puedo abandonarlo, no puedo...perdóname" su remordimiento y el sentido del deber eran cadenas que lo ataban y ese maldito amor del que no podía desprenderse una condena. Akaashi sabía que eso pasaría, sabía que era demasiado bueno para ser cierto, pero aun así quería soñar que podría tenerlo.


— Pretextos...todos malditos pretextos — él nunca tuvo intención de dejarlo. Que estúpido.


Había pasado exactamente un año desde que escuchó esas palabras. Un año desde que ambos perdieron al que sería su hijo, una criatura cuyos ojos jamás conocería y aún lloraba ese sueño perdido, lo lloraba con la misma intensidad que la primera vez, en silencio y detrás de murallas impenetrables porque no podía permitirse ser débil ante nadie, porque tenía que protegerlo...porque sabía que su dolor no podía siquiera compararse con el de aquel que lo sintió en su vientre y vivió segundo a segundo el horror de ver su ilusión destrozada. Como habría querido abrazarlo en ese momento, como habría querido estar con él y limpiar sus lágrimas con sus besos.


Pero él no era suyo.


El destino había sido cruel. Le regaló lo que más deseaba en el mundo, le había permitido saborearlo, tocarlo con la punta de sus dedos...y entonces se lo arrebató. Sentía rencor. Uno que seguía siendo tan fuerte como la primera vez, no por el destino, sentía rencor por la persona cuyas manos le habían arrebatado todo lo que amaba; Kuroo.


Lo despreció y, el hombre mezquino en él, deseó su muerte con fervor ¿Podían culparlo? No era perfecto, mucho menos un santo y pensó que sin él alrededor entonces podría tenerlo, que ese dolor lo llevaría a sus brazos como había hecho siempre, que buscaría consuelo en él...porque sentía que en el fondo una parte de Tsukishima aún se aferraba a él. Egoísta ¿Verdad? Akaashi lo sabía bien, pero también sabía que no podría soportar tenerlo de ese modo o ver a Kei sufriendo ¿Qué hombre enamorado podría hacerlo? Y podría ofrecer su propia vida a cambio de aquel al que odiaba de ser necesario.


Solo para verlo feliz.


— Cuando te tengo en mis brazos eres solo mío — estuvo enamorado en el pasado, no era un novato en asuntos del corazón, incluso tuvo una relación que duró cinco años, en la que consideró el matrimonio y se imaginó formando una familia cuando fuera el momento indicado. — Mis labios añoran tus besos — pero esto era distinto — Mi alma clama en silencio por ti — conoció lo que era la verdadera pasión hasta él y como esta quemaba bajo su piel — Te amaré por siempre...— este amor rompía con todo lo que conocía...era arrasador, tanto que le era difícil mantenerse sereno y calmado. — Por...toda la eternidad.


Igual que la locura. Era aterrador, emocionante y extraño; creía saber cómo era el amor, como se sentía, pero esto superaba cada una de sus experiencias y las hacía ver cómo un juego de niños. Le hacía sentir pequeño y perdido, pero también lo suficientemente fuerte como para saber que podía abrirse camino incluso si tenía que andar por la senda más oscura.


— Te amo — ese amor fue impredecible, sucedió antes de que siquiera lo notara, como si amarlo fuera lo más natural del mundo o el resultado más lógico dentro de ese mar de sentimientos ilógicos — Te amo — y ese amor era solo suyo nadie podría arrebatárselo.


Ni siquiera Kuroo.


Alguien dijo una vez que si el amor no moría, entonces mataba. Akaashi prefería lo segundo, que Kei, no, que su amor por Kei fuera el asesino de su espíritu y el ladrón de su último aliento. Era casi — Poético...pero lo quiero así — una suave risa acompañó a aquel murmullo. El alcohol se le había subido a la cabeza y sus palabras se deslizaban de su boca como ese ardiente liquido hacia su estómago.


No había relojes en la pared o ventanas que le indicaran si era de día o de noche, el bar era oscuro y si a eso le sumaba su borrosa visión, ver el reloj en su muñeca fue una tarea imposible, por lo que el tiempo se transformó en un hecho incierto para él. Pero no le importó. Esta noche no se sentía como si mismo y el mundo a su alrededor se movía a un ritmo extraño. Tenía la impresión de que había estado hablando con alguien, una mujer, sus rasgos eran muy similares a los de Kei, sin embargo en ese estado todos se parecían a él. Ella debía haberse marchado en algún punto, pero no sintió pena o pesar por ello.


Quizá no debió haber entrado a este lugar. Se había prometido a si mismo que no volvería a beber, el alcohol siempre fue su peor consejero y lo había llevado a cometer tonterías reprochables. Lo cambiaba y no para bien. Pero lo necesitaba, estaba cansado de ser fuerte y de fingir que nada había pasado, no podía hacerlo más. Sus sentimientos acumulados gritaban en su pecho, necesitaba ahogarlos...necesitaba brindar en nombre del que habría sido su hijo y el objeto de la pasión que se negaba a dejar morir sin importar que. Solo por esta ocasión. Quería beberse las penas y el dolor de había mantenido añejando en un rincón de su alma por un año, anestesiar su mente.


Hasta olvidarse de su propio nombre.


Lo estaba haciendo muy bien y llegó un punto en el que incluso había olvidado la razón que lo había llevado a ese bar en primer lugar, sin embargo él seguía ahí; su imagen bailaba en su mente como su nombre en sus labios. El sonido de su voz, tan dulce, hacía eco en su cerebro reemplazando la tranquila música que llenaba el bar y el recuerdo de su aroma, a flores de cerezo y fresas, acariciaba sus fosas nasales despertando su necesidad.


— Lo deseo...— ¿Por qué no lo haría? ¿No tenía permitido desear a alguien? Era un hombre y tenía necesidades como cualquier otro, incluso si era alguien que pertenecía a otro hombre, si sabía que era incorrecto o si iba en contra de todos sus principios Akaashi lo deseaba; sus besos, sus caricias y su cuerpo. Lo quería todo para él, ansiaba tenerlo ahora.


Y este sentimiento, toda esa maldita pasión estaba acabando con él y era mucho peor que en el pasado...porque en realidad no era un hombre tan paciente y comprensivo como todos creían; esperar un maldito año por Kei fue una tortura y hubo momentos en los que sintió que no podía soportarlo más y ansiaba lanzarse sobre él. Incluso hubo una ocasión en la que terminó asustándolo y se sintió como un canalla.


Cada suspiro disparaba su locura y cada estremecimiento lo elevaba a un grado más de deseo, su calor y su aroma se le subían a la cabeza y entonces se perdía. Akaashi se perdía.


Kei lo hacía perderse, pero también lo devolvía a la realidad con la misma facilidad.


— Señor, creo que ya bebió suficiente...debería volver a casa y descansar — el barman apoyó la palma contra su vaso, impidiendo que pudiera verter más alcohol ¿Qué demonios pasaba con ese tipo? Era irritante.


— Soy perfectamente...— frunció el ceño, algo andaba mal, repentinamente su lengua no se movía como quería, se enredaba con sus propias palabras provocando que las frases perfectamente formuladas en su cabeza fueran un desastre — Molesto — quería darle un golpe a ese tipo por molestarlo ahora, pero sentía que si no se sujetaba a la barra terminaría cayendo de espaldas ¿Cuando todo había comenzado a dar vueltas? Enterró una mano en su cabello y tiró de él, no se sentía bien, su boca sabía a bilis y eso le revolvió el estómago.


Un poco de alcohol podría arreglar eso, pero ese tonto hombre se negaba a dárselo y no dejaba de insistir en que debía volver a casa ¿Estaba despreciando su dinero? No sería la primera vez que era despreciado por alguien.


— ¿Quiere que llame un taxi para usted? Puede dejar su auto en el aparcamiento, si me deja su número de contacto podría llamarlo mañana.


Chasqueó la lengua. Su amabilidad le enfermaba, solo existían dos tipos de personas en el mundo; los traidores y los traidores potenciales, darles la espalda solo una vez o descuidarse solo un segundo bajo la falsedad de la amistad, garantizaba un puñal enterrado profundamente en la yugular. Akaashi ya había sentido el dolor de un golpe así antes, pero también había tenido el placer de atacar.


— ¿Señor?


Alzó la mirada. El barman lo miraba casi con horror, era bastante natural, estaba sosteniendo la botella como si quisiera golpearlo y los pocos clientes que restaban tenían sus miradas puestas sobre él. Era el centro de atención. Dos hombres en particular parecían querer acercarse a él por la espalda ¿Debería decirles que había ganado torneos de arte marciales desde la escuela secundaria? Sería un desperdicio e imaginó que sus rostros sorprendidos serían graciosos, pero...no estaba bien.


Si su hermana lo viera ahora estaría decepcionada, no quería hacerla llorar otra vez...pero ella ya no estaba, entonces ¿Estaba bien si lo hacía ahora? No podía pensar muy bien, pero tenía la impresión de que no era así. Este no era él.


— Señor, tranquilícese — ¿Por qué ese tipo no lo dejaba tranquilo? Estaba tratando de pensar, que molesto, estaba hablándole como si estuviera tratando como un niño ¡Ya era un maldito adulto y podía hacer lo que quisiera! — Voy a servirle un café ¿De acuerdo?


Bastardo condescendiente. Si no quería su dinero otro sí lo haría, había muchos bares en la zona.


Un error de cálculo provocó que la botella cayera al suelo, estaba casi vacía, sin embargo de igual forma pensó que era un desperdicio de valioso alcohol. Tomó su billetera y algunos billetes, los suficientes, de su interior para arrojarlos a la barra, caminó dando algunos trompones hacia la puerta; abrirla fue difícil, el estúpido pomo cambiaba de derecha a izquierda como si se estuviera burlando de él y estando en un estado de completa frustración fue mucho más molesto y estuvo muy cerca de abrirla dándole una patada. Casi. El amable barman se acercó a abrirla por él e incluso mostró su preocupación volviendo a ofrecerle llamar un taxi para él.


Fue ahí cuando decidió que lo odiaba.


No necesitaba la lastima de nadie, ya tenía suficiente con sentir pena por sí mismo...y eso era mucho peor.


Fuera llovía y no era una pequeña llovizna, era una llovía torrencial; algo inusual en esa época del año. Debía ser cosa del cambio climático, fuera como fuera, su mente no estaba en condiciones de preocuparse por el futuro de la humanidad, ahora se había perdido en el tiempo y su corazón fue víctima de un profundo dolor.


La lluvia tenía un significado especial para él, lo acompañó el día en que lo conoció, fue testigo de su primer beso y de su primera vez juntos y celebró el día en que sellaron su compromiso.


— Si no te hubiera conocido...serías más feliz — si hubiera dado media vuelta e ignorado esa cafetería como originalmente pensó, si no le hubiera hablado o si no le hubiera ofrecido su chaqueta, entonces jamás habría entrado a su vida — No...No quiero...— susurró con desesperación, apretó lo puños y negó con la cabeza con agresividad, no quería cambiar nada...y considerarlo era terrible. No quería pensarlo o imaginarlo. Dolía. Cada vez que lo recordaba o que pensaba en aquel momento algo en él se quebraba, pero no estaba arrepentido de nada y guardaba ese momento, y a Tsukishima en su corazón.


— Dime por qué...— él susurro de su voz se perdió entre el furioso murmullo de la lluvia y ahogó a un lamento lastimero. — ¿¡Por qué!? ¡Maldita sea! — el amor era un sentimiento cruel, maravilloso, dulce y letal, un acto suicida disfrazado de romance y Akaashi creía que no había veneno más hermoso que ese. La ruina no podía ser más atractiva o maravillosa.


— ¿Por qué no puedo ser suficiente para ti?


Siempre era él; Kuroo. Lo tenía todo, se lo arrebataba todo ¿De qué le servía ser perfecto si no podía tener lo único que su corazón añoraba? ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿A quién debía venderle su alma? ¿A quién? El nudo en su garganta se transformó en una enorme bola que le impedía respirar y apretó fuerte los parpados, hasta que le dolieron, quería seguir soñando que todavía podían estar juntos, quería creer que aún había una esperanza para ellos, que aun podían alcanzar el futuro que vio reflejado en sus ojos, pero cada vez le era más difícil ignorar la maldita verdad que se hacía más real a medida que el tiempo pasaba.


Se negaba a aceptarla.


— Él no te pertenece...—una fría ráfaga de aire golpeó su rostro y Akaashi caminó entre la lluvia por la acera, su inflado orgullo le impidió dar vuelta y aceptar ese taxi, su inconsciente lado racional bloqueó de su mente el hecho de que su auto estaba en el aparcamiento y las manos de sus recuerdos lo impulsaron a avanzar a través de la calle vacía.


No debió hacerlo. Fue un error. Debió haberse detenido...haber escuchado las alarmas que gritaban en el interior de su cabeza y quedarse donde estaba, pero ya había avanzado, sus pies se movieron, se humedecieron igual que su ropa bajo la tormenta y entonces lo vio; una figura bañada por la luz de una solitaria farola, cubierta por un halo blanco que la hacía brillar como una criatura etérea.


Era hermosa...como un ángel y le robó el aliento.


El tiempo repentinamente se detuvo cuando sus ojos se encontraron, eran dorados como el primer rayo de luz que besaba el cielo al amanecer, como un sueño y creyó descubrir en ellos un destello de reconocimiento. Quizá lo estaba...en un sueño, porque solo de ese modo esa persona se presentaría ante él, solo en un sueño podría imaginar que podría ver al objeto de su amor como creía estar viendo ahora. Estaba ebrio, los litros de alcohol que había ingerido desde que salió del trabajo esa tarde saturaron sus venas y corrompieron su sangre, estaba en su cabeza, invadía sus ideas y estaba jugando con su mente.


No sería la primera vez que ponía su imagen en el rostro de otro, que buscaba obstinadamente similitudes en otros y se dejaba engañar por esa fantasía. Ese no era Kei. No era Kei. Sin embargo el aroma de la lluvia en su piel, su melancólica mirada y su voz, dulce y suave, pidiéndole que lo amara eran tan suyos. — Vete...desaparece.


— Solo quiero hablar...te necesito — ¿Él en vedad dijo esas palabras o lo estaba imaginando? Sus temblorosos labios inyectados de sangre se movieron y profirieron más palabras, pero Akaashi estaba demasiado ocupado temiendo a su imagen y a lo vivida que era como para prestar atención — ¿Crees que podríamos...? Kuroo...


¿Por qué? ¿Por qué asumía que haría lo que quisiera con tan solo pedirlo? ¿Por qué creía que escucharle pronunciar el nombre de aquel bastardo no lo hería? Akaashi no quería ser solo el hombre que lo escuchaba cada vez que lo necesitaba. Amaba que corriera a él, que lo eligiera por sobre Kuroo y decidiera compartirle sus miedos, que se apoyara sobre su hombro cuando la carga de su vida se hacía demasiado pesada, pero quería más...cruzar la línea que ya había sido violada una vez y hacerlo definitivamente suyo.


Kuroo siempre lo hacía llorar, su familia y el entorno en el que lo obligaba a moverse lo hacían sentir inferior y fingía que no lo notaba cuando era obvio para Akaashi. Kei se marchitaba, como una solitaria flor que fue arrancada del jardín y ahora adornaba su solitario hogar y no podía evitar preguntarse ¿Por qué él lo amaba tanto? ¿Por qué tenía que ser Kuroo? Siempre quiso ser perfecto para él, alguien con quien se sintiera seguro, pero, si lo deseaba, también podía ser un bastardo.


Quería mostrarle que podía llenarlo en todos los aspectos. Ahora. En este preciso momento.


— Olvídalo de una vez...— él estaba tan cerca que pudo tomar un mechón de cabello entre sus dedos, que fue capaz de alcanzar su rostro y tocarlo, su fría piel se estremeció y sus labios pronunciaron su nombre con confusión, el rojo intenso en ellos contrastaba con la palidez de su tez. Era hermoso, como fruta madura esperando a ser devorada, se le antojó dulce y jugoso — Olvídalo...— quería borrarlo de su mente, arrancarlo de su corazón y ser su todo.


— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?


No podía verlo ¿Verdad? Que estaba muriendo por él, que lo deseaba pese a que no estaba permitido. Había tratado de hacer lo correcto, con todas sus fuerzas, pero ya estaba cansado de ser el idiota amable, iba a ser cruel, iba a ser como Kuroo y a simplemente tomar lo que deseaba sin importarle nada ni nadie...en esta fantasía creada por la maravilla que era aquel veneno llamado alcohol, iba a hacer lo que deseara.


Que importaba que mañana se encontrara durmiendo al lado de un extraño.


Pero ese no era un extraño, ni ese instante una ilusión nacida de su alcoholizada mente. Era tan real como la lluvia que empapaba sus cuerpos Debió haberlo notado en el sabor de su piel, en su perfecto calor o en el dulce sonido de su voz, pero no lo hizo, su mente se negó a hacerlo. Se dejó consumir por la lujuria que la sensual imagen retorciéndose debajo suyo despertó en él, por el cantar de sus besos, dejó que la euforia de saber que cada lágrima y suspiró eran solo suyos consumieran su mente, se sintió tan dichoso, tan poderoso y tan grande que no pensó en nada más.


"Duele... ¿Por qué estás haciendo esto?"


"Duele...basta, basta"


"¡Keiji!"


*****


Jadeó, su agitado corazón golpeaba en su garganta. Ese sueño recurrente no lo dejaba tranquilo últimamente y le asustaba lo mucho que algo como eso causaba un efecto tan grande en su cuerpo...como sus dedos temblaban y su cuerpo se estremecía; era tan real y a la vez tan confuso. Nunca fue bueno con el alcohol, un par de copas se le subían fácilmente a la cabeza y le era muy difícil pensar que había o no hecho, su mente siempre jugaba con él y le hacía perder la noción del tiempo y el espacio.


Habían pasado meses, ocho, desde la última vez que se permitió ser débil...desde aquella vez; aquel día despertó en una habitación de hotel, confundido y con un terrible dolor de cabeza, lamentablemente nada que no hubiera pasado antes y aunque en esa ocasión estaba solo, el sexo aun podía percibirse en el ambiente. Su ropa aún estaba húmeda, la almohada junto a él aún estaba tibia y de ella emanaba un muy peculiar aroma, a flores de cerezo y primavera, una esencia que recordaba bien y a la que su cuerpo despertaba irremediablemente.


Desde ese momento hasta ahora, sus recuerdos eran borrosos y confusos, pero su voz estaba ahí y era cada vez más clara ¿Era acaso su mente atormentándolo? Lo estaba haciendo bien hasta que volvió a verlo; estaba tan precioso...dulce, esa imagen se grabó en sus retinas y podía verlo cada vez que cerraba los ojos, sin embargo también volvía ese confuso momento de su pasado, como un animal al asecho entre las sombras de sus recuerdos.


Descartó la idea de que Tsukishima había estado involucrado cuando volvieron a hablar, habían pasado dos meses y se estaba divorciando, pero, independientemente de cómo ese duro golpe había afectado a su estado de ánimo, entre ellos todo fue normal. Sin embargo ahora ya no estaba tan seguro, ahora estaba confundido y el hecho de desear recordar y a la vez no hacerlo lo estaban sumergiendo en el limbo.


— Maldita sea — enredó los dedos en su cabello, darle vueltas a ese asunto le provocaba jaqueca, era insoportable y lo atormentaba, quería darle un final ya, pero no había forma. Eso sólo volvía una y otra vez a él.


— ¿Tienes idea de lo atractivo que es un hombre atormentado para una mujer? La idea de que puedes hacer que cambie o de que lo hará por ti es algo a lo que no podemos resistirnos — alzó la mirada y encontró a Akira observándolo desde la puerta, se había rizado el cabello al parecer — Déjame adivinar ¿Pensabas en Tsukishima?


Suspiró con cansancio al tiempo que la veía caminar elegantemente hacia la silla frente a su escritorio, vestía una sonrisa suspicaz — No realmente — o quizá sí, había tanto en su cabeza que no lo sabía exactamente.


— Si lo es, él siempre saca lo mejor y lo peor de ti...— sonrió — Ya no eres tan perfecto ¿Verdad? Ahora eres solo un ser humano común y corriente.


— Has estado muy molesta últimamente, salir una sola vez con Kuroo te afectó — no necesitaba que ella también lo llamara, señor perfecto. — Solo dime qué no vas a hablarme de lo maravilloso que es otra vez — o a quejarse porque no volvió a llamarla después de su primera cita, hoy no era un buen momento para él y escuchar de Kuroo solamente lo haría peor.


— Diría que estás celoso, pero él solo me invitó a salir porque fui tu esposa y creo que lo sabes mejor que yo, no le agradas y quiere molestarte, además tú siempre preferiste a los chicos...primero fue ese gracioso chico Konoha, hubo una chica morena también, pero por lo que recuerdo no duró mucho ni dejó huella en ti, también saliste con Kenma, era adorable, creí que ibas a casarte con él, por último fue Tsukishima...y por lo que puedo ver aún sigues ahí — ella apoyó los codos sobre la mesa y descansó una de sus mejillas sobre el dorso de sus manos entrelazadas, su rizado cabello se deslizó como brillante seda sobre su rostro y las puntas acariciaron la mesa — Todo fue muy rápido con él, un día lo presentaste a tus padres y al otro te debatías en si debías darle el anillo de tu abuela o conseguir uno que fuera solo de él.


No. En realidad todo fue diferente. Tsukishima no era fácil, estaba lleno de barreras que fueron difíciles de penetrar y se sintió como una eternidad poder alcanzarlo, sin embargo había algo curioso en esa eternidad; el tiempo pasaba sobre un cuerpo, lo transformaba en partículas de polvo y desaparecía, pero el alma se mantenía intacta, perduraba dentro de la eternidad y esperaba el momento indicado para volver. Era una suerte increíble que dos almas decidieran reencarnar en un mismo tiempo y casi un milagro que estás pudieran encontrarse y reconocerse dentro de un inmenso mar de seres humanos.


Tenía que ser imposible, pero había algo ahí, pequeño e inusual. Esa eternidad jugaba a su favor y bastaba de solo un pequeño indicio para pasar al reconocimiento, para caer en cuenta en que, de alguna forma, conocía cada sonrisa y sensación que esa persona despertaba en él, y que, pese a saber eso, no dejaba de resultare maravilloso descubrir cada una de ellas. Fue de la misma forma con Tsukishima, su trato con él fue inusualmente natural y llegó un punto en el que despertaba una tormenta en su pecho.


Estar con él se sentía tan bien como sentir la brisa acariciando su cabello o la calidez del sol sobre su piel...como un suspiro de paz.


Lo amaba. Nunca iba a arrepentirse de hacerlo, él seguía siendo especial, seguía siendo importante y alguien al que consideraba maravilloso a pesar de todo.


— Lo vez — repentinamente un dedo picó insistentemente su frente — Te tiene atrapado en sus garras.


Akaashi la sujetó de la muñeca y devolvió su mano a la mesa — A veces pienso que Tsukishima te agrada y otras que no es así.


— Me agrada mucho, es educado, sencillo y nada caprichoso, pero también soy una mujer ¿Recuerdas? Aunque algunas lo nieguen, está en nuestros genes envidiar hasta la muerte a alguien que tiene lo que él; a dos hombres apuestos y ricos arrastrándose a sus pies.


— No me estoy arrastrando.


— Lo haces — afirmó ella, no la refutó a pesar de que tenía mucho que decir al respecto — Sería más feliz si me dijeras que esa piel tan blanca y cutis perfecto son resultado de largos rituales con cremas nocturnas y como mínimo un kilo de maquillaje al día — Akaashi se disculpó con la mirada, desafortunadamente no podía darle lo que quería — ¡Oh! Entonces es perfecto, no lo estás ayudando mucho ¿Verdad?


— Si te sirve de consuelo, él tiene la piel reseca y hace su propia crema humectante con cosas que compra en el supermercado — también tenía una cicatriz por una vieja operación del apéndice, pero era pequeña y a Akaashi le parecía linda, y había algunas pecas en su espalda y otras muy pequeñas sobre su nariz que también eran muy bonitas.


— ¿Qué clase de cosas usa? ¿Lo viste hacerlo alguna vez?


— No viniste solo para preguntarme eso ¿Verdad?


— Vine para que me lleves a almorzar, ya es medio día — señaló el reloj en su pared — Deberíamos apresurarnos e ir, podemos terminar esta conversación cuando estemos ahí — ella se levantó, recuperó su bolso y esperó frente a la puerta a que él mostrara un gesto de caballerosidad y la abriera para ella.


Usualmente tomaba el almuerzo en su oficina, le gustaba estar atento a cualquier llamado o usaba ese tiempo para afinar detalles con algunos clientes, las damas en específico lo preferían así, pero en esta ocasión pensó que estaría bien salir de la rutina, su mente necesitaba un descanso que la soledad no podía darle.


— De acuerdo — tomó su chaqueta y comprobó su billetera antes de moverse y abrir la puerta, era muy consciente de que su móvil estaba sobre la mesa y que este había comenzado a vibrar repentinamente. El nombre en la pantalla despertó un deseo irracional por responder de inmediato, pero se lo prometió y no podía faltar a su palabra.


Quería hacer esto por Tsukishima y por sí mismo.


 


 


Ese fue otro error del que se arrepentiría más tarde. 

Notas finales:

Quiero señalar un pequeño punto, esta es solo la versión de Akaashi, lo que en su confusa mente cree que fue lo que pasó; podría o no ser la verdad (O tal vez mi objetivo con esta nota es solo confundir :3) sea lo que sea, lo sabremos en el próximo capítulo ;)


>3< Gracias por leer >3<


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