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RUPTURA por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

Capítulo 18


Kuroo agitó parsimoniosamente su café ruso, mezclando perfectamente el helado de vainilla hasta formar un líquido café amarillento cuyo agridulce sabor se le antojó agradable. La cafetería donde se encontraba era elegante y discreta, sus espacios eran amplios, sus reservados acogedores y el ambiente estaba lleno de refinamiento, sin duda estaba a la altura de su reputación y decidió que sería un lugar que podría visitar una segunda vez en el futuro con un acompañante.


— Así que... ¿Él solo te dejó después de cuatro años? — soltó casualmente, Kuroo. Su acompañante, Kenma, desvío su atención del trozo de Pay de manzana que estaba comiendo para dirigirla hacia él — Te dije que no era bueno para ti, Akaashi puede parecer muy amable, pero sé que en el fondo...


— Dime qué no me trajiste aquí solo para criticarlo.


— No, te traje aquí porque estaba preocupado por ti...cuando hablamos al respecto te mostraste inusualmente calmado, pero yo sé cuánto lo querías — no iba a negar que quería decirle "Te lo dije" un poco más a Kenma, pero no sería lo correcto en esta situación y lo entendía bastante bien a pesar de que la mirada de su amigo señalara lo contrario — ¿Estás bien? Escuché que...bueno, está con alguien ahora y pensé que eso sería duro para ti.


Kenma suspiró y sus iris perdieron aquel poco usual brillo de sospecha, parecía que la sinceridad de sus palabras lo había alcanzado ¿En qué concepto lo tenía? No, esa era una pregunta tonta, para todo el mundo Akaashi era el bueno y Kuroo siempre el malo, había sido siempre así desde que ambos eran niños.


No lo odiaba, sin embargo su presencia era algo de lo que prefería prescindir y no era como que la otra parte pensara de forma diferente a él, fingía que era lo contrario, cosa que realmente lo molestaba.


— Nos separamos en buenos términos y si crees que estaba teniendo una especie de romance con ese otro chico estás equivocado, él jamás haría algo como eso — ¿Porque era un hombre honesto? Quería decirle que nunca se terminaba de conocer a una persona y que la honestidad fácilmente podía ser corrompida por el egoísmo, pero eso solo los sumergiría en una discusión en la que Kuroo terminaría siendo el malo de la historia...otra vez. — Ellos salen desde hace unos meses...me agrada, no habla mucho, pero es agradable y él parece feliz.


Y eso lo lastimaba. Él nunca fue muy expresivo, pero Kuroo lo conocía lo suficientemente bien como para saber lo que esa distante mirada significaba. Ese tonto. Kenma dejó que lo llevará a la cama, como mínimo él debía llevarlo a un jodido altar. Él no era un chico cualquiera, ambos lo conocían desde que era niños; sus padres nunca fueron muy apegados a él, pasaban largas jornadas fuera de casa y como tal era dejado de lado. No era algo inusual en realidad, los padres de Kuroo y los de la mayoría de chicos que conocía tenían vidas sociales agitadas, sin embargo Kenma siempre resintió ese hecho y le hizo aislarse de todos, hasta el punto en el que prefería la soledad por sobre la compañía de otros por temor al abandono.


Kenma era como su hermano menor, cuidó de él y buscó impulsarlo a avanzar poco a poco como cualquier hermano haría. Lo quería y fue difícil entregarlo a otro, pero lo aceptó porque creyó que sería bueno para él dar este paso y porque creía que Akaashi, quien lo conocía tanto como él, sabría cómo tratarlo. Sin embargo se había equivocado.


— Kuroo, está bien.


No. Esto era molesto. Akaashi siempre se las arreglaba para que todos creyeran que era perfecto, incluso si hacía algo mal nada cambiaba esa opinión sobre su magnífica persona. Su propia madre lo amaba más que a él y no perdía la oportunidad para cubrirlo de elogios, era lo mismo con todos, lo adoraban tanto que era enfermizo. Tenían la misma edad, pero parecía que Kuroo era el niño pequeño y Akaashi el adulto del que debería seguir el ejemplo.


— Sobre ese chico... ¿A qué familia pertenece? ¿Lo conozco?


Kenma sonrió, no había malicia en él, pero le fue difícil de interpretar la razón de esta — Creo que su madre maneja una panadería a unas cuadras del barrio en el que viven...y él trabaja en una cafetería junto a la estación — tomó el último trozo de Pay y se lo llevó a la boca, Kuroo supuso que más que saborear aquel postre que era su favorito, él estaba saboreando su sorpresa.


— ¿Una panadería? Bromeas ¿Verdad? — habían pasado algunos años desde que no volvía del extranjero, por lo que supuso que Kenma había desarrollado un poco de sentido del humor, sin embargo esa teoría fue destrozada cuando él negó sus palabras. — ¿Qué clase de chico es?


— Normal.


El tema murió ahí aquel día y Kuroo no tuvo intención alguna de retomarlo, aquella noticia ya era vieja en su círculo social por lo que muy pocas veces era mencionada, sin embargo lo poco que había escuchado había sido suficiente para despertar su curiosidad. Algunos decían que era lindo, otros, mujeres en su mayoría, que era común y vulgar, también lo llamaban uno de "esos", lo que hacía crecer la idea de que podía ser una belleza. Pensó que era divertido, Akaashi nunca se equivocaba, pero que cayera en manos de uno de "esos" es decir, un caza fortunas oportunista, sería casi irónico o poético y despertó en él una tremenda curiosidad.


Así que cuando se presentó una oportunidad para conocerlo la tomó.


Fue una coincidencia bastante inusual, Kuroo había quedado de verse con su actual novia en el parque de diversiones, pensó que sería divertido y esa motivación no menguó ni siquiera cuando descubrió, por la hermana de Akaashi, que él celebraría su primer aniversario en el mismo sitio. Las probabilidades de encontrarse en un sitio tan grande eran bajas e incluso si lo hacían sería una buena oportunidad para conocer a su pareja y saciar su curiosidad. Simplemente pensó que lo que tuviera que pasar pasaría y ya, no pensaba mucho al respecto.


Sin embargo su vida cambió cuando ese día llegó.


No sabía si había sido suerte, aunque en realidad en ese momento no sabía absolutamente nada y si alguien se hubiera acercado a preguntarle su nombre, Kuroo habría tartamudeando miserablemente...porque también había olvidado como hablar y también como respirar. Había alguien ahí, un chico, y era precioso, brillaba como el oro bajo la luz del sol. Como algo que no podía pertenecer a ese mundo, no podía ser real y tenía miedo de parpadear y descubrir que era solo una visión.


Sintió anhelo, confusión y dentro de todo ese maremoto de emociones que agitaba su cuerpo, también sintió alegría y alivio...sintió que llevaba toda su vida esperando por este momento, que, de alguna forma, había pasado toda su vida buscándolo, pero no fue consiente de ese hecho hasta que él alzó la mirada y sus ojos se encontraron. Tan melancólicos y dorados...destellos de fuego ámbar oscilaban y bailaban en sus iris, era tan hermoso. Como un sueño.


Hablar con otras personas nunca le fue difícil, era muy consciente de su atractivo físico y de lo que este provocaba en otros, sin embargo ahora estaba aterrado y no tomó la mejor decisión.


— ¡Policía! ¡Policía! — quería llamar su atención, lo consiguió, pero esta no era la forma en la que esperaba hacerlo; él parecía confundido y movió la cabeza buscando la fuente del peligro, gracias a eso pudo admirar su perfil y ser testigo de cómo su dorado cabello se agitaba con cada movimiento.


— ¿Cuál es el problema?


¡Mierda! No esperaba que hubiera un oficial cerca, aunque, si lo pensaba detenidamente, cosa que era imposible en su estado de estupor actual, era bastante lógico que lo hubiera en un sitio tan concurrido como ese. —Oficial — no había mucho que hacer, había comenzado esto e iba a terminarlo...si tenía suerte podría arrancarle una sonrisa — Este joven me ha robado — él estaba en shock, cualquiera lo estaría si alguien repentinamente lo acusara de la nada. Quería disculparse.


— No, esto es un error...no hice algo así — su voz también era bonita, suave como una caricia. Tal y como había imaginado y ese descubrimiento le hizo muy feliz...hasta que ese oficial volvió a hablar y se percató de que estaba sujetándole del brazo.


— ¿Qué es lo que robó?


Sonrió, estaba feliz, demasiado feliz solo por tener un poco de su atención — Mi corazón...— en su interior ya sabía que era suyo, desde siempre...toda su vida. Parecía tonto y exagerado, pero Kuroo lo sentía de ese modo y ese sentimiento era tan real como la sonrisa que se formó en los labios de rubio cuando el oficial trató de arrestarlo.


— Espere un momento — tiró de su brazo tratando de zafarse, solo necesitaba un segundo, quería hablar un poco más con él, ponerle un nombre a ese hermoso rostro y a la persona que se transformaría en el dueño que cada suspiro de su ahora enamorada alma — ¿Cómo te llamas?


El rubio ensanchó su sonrisa, estaba burlándose de él, pero para Kuroo fue un regalo maravilloso, la gloria — Oficial, por favor enciérrelo y pierda la llave.


El oficial lo arrastró con él por la calle, pero en lugar de resignarse y tomar la responsabilidad por aquella broma de mal gusto, Kuroo continuó forcejeando. No quería que terminara así, no podía terminar así. Se liberó y tomó un trozo de papel de su bolsillo, un arrugado tiquete de compra que se alegró de no haber tirado y anotó su número — Llámame — por favor, necesitaba volver a verlo, necesitaba descubrir si esto que estaba sintiendo era real...aunque una parte de él ya lo sabía.


Creyó que terminaría en una celda, había atormentado al oficial durante todo el camino hasta el punto de la locura, sin embargo él lo confinó a una solitaria sala de espera...por horas, era verano, dentro no había aire acondicionado y se estaba asando vivo, ahí descubrió que el oficial no estaba siendo amable y quería torturarlo un poco. Cerca de tres horas después le fue ofrecida una llamada, solo había perturbado un poquito el orden público, sin embargo estaba siendo tratado como un criminal.


Era injusto y maldijo al sistema.


Llamó a Akaashi porque, aunque le doliera admitirlo, era una persona confiable y aunque aún estaba comenzando en el negocio, también era un abogado competente. Él resolvió todo de inmediato, el oficial no parecía muy feliz de dejarlo ir, pero cuando todo estuvo libre fue hacia él y le dijo "Amigo, las separaciones siempre son difíciles" mientras palmeaba su espalda. El gruñó. Fue divertido y el conjunto de todo había sido una experiencia que no olvidaría pronto, sobre todo por ese chico.


Esto era un pensamiento un poco tonto, pero pensaba que si volvía al parque de diversiones tal vez podría volver a verlo...o quizá no sería necesario. Fuera el sol casi se ocultaba y la gentil luz del atardecer se derramaba, no sobre la ciudad, si no sobre esa hermosa persona provocando que un halo dorado lo cubriera haciéndole parecer una criatura celestial.


Sonrió. Este debía ser su día de suerte, no sabía que estaba haciendo ahí, pero no podía dejarlo ir. No lo haría y se aproximó a él tan rápido como pudo — No pensé que nos veríamos tan pronto...debe ser el destino — no creía en las coincidencias, pero esto...estaba seguro de que iba mucho más allá de lo que ambos podían imaginar.


— ¿Ustedes ya se conocen?


Volteó hacia Akaashi, por un momento había olvidado que estaba ahí, y abrió la boca para responder, sin embargo el rubio se le adelantó.


— No — eso le dolió, el rubio era un extraño, sin embargo escucharle negar que se conocían fue doloroso para él. Pero se obligó a sonreír por él y a seguirle la corriente como estaba seguro deseaba que hiciera.


— Creo que lo confundí con otra persona, lo siento — volvió a sonreírle y el rubio asintió suavemente, no se necesitó de más para que Kuroo supiera que había hecho lo correcto y que él estaba agradecido por eso — ¿Nos presentarías?


La relación que tenía con Akaashi le quedó bastante clara cuando este se acercó al rubio cuyo nombre resultó ser Tsukishima, y abrazó su cintura, debió haberlo imaginando ya que se suponía que este era su aniversario...tenía entendido que había reservado una habitación en un muy lujoso hotel solo para este día, sus intenciones con él no eran difíciles de ver y se sintió molesto.


— Un gusto, Tsukishima.


— Si...


La fría temperatura de su mano era agradable, sus dedos eran delgados y largos, y su piel suave, su contacto provocó que todos los receptores nerviosos sobre su dermis se activaran, que su pulso se volviera loco y sus ojos, ese cálido dorado se fundió con su mirada y surgió en ellos un destello, una chispa de lo que podría deparar para ellos el futuro.


Era injusto, Akaashi siempre lo tenía todo, lo tomaba todo; a su familia, a sus amigos...esa persona. Estaba acostumbrado a vivir bajo su sombra, a pasar siempre a segundo plano, pero ahora no podía permitir que eso sucediera; quería a Tsukishima, lo quería para él e iba a tenerlo. 


*****


Jamás imaginó que lo amaría tanto, que ese sentimiento le daría sentido a su vida, que una sonrisa suya, un pequeño roce de su piel o el sonido de su voz despertarían en él una inmensa alegría. Jamás imaginó que Kei se transformaría en su todo o que ese amor terminaría destrozándolo.


El amor no era nada más que la ruina disfrazada de romance, una hermosa y voluntaria forma de autodestrucción.


*****


— ¡Kei! — Akiteru dejó caer la pesada caja que sostenía y corrió hacia Kei, quien ahora reposaba sentado sobre el suelo el cual estaba cubierto de pequeños trozos de lo que alguna vez fue un tazón de cristal — ¿Te...te lastimaste? — sujetó su cintura con delicadeza, le hizo pasar un brazo por su cuello para así alzarlo cuidadosamente y llevarlo al sofá. — ¿Cómo te sientes? ¿Te duele en algún lado?...Kei


Akiteru palmeó suavemente su rostro y Kei jadeó al no poder contener por más tiempo la respiración — Está...está bien, no me golpeé, solo...— repentinamente el suelo bajo sus pies comenzó a agitarse, sus oídos zumbaron, el mundo se oscureció momentáneamente y sus extremidades perdieron fuerza. Se asustó — ¿Puedes traerme un poco de agua?


— Claro...espera aquí y no te muevas, vuelvo en un segundo.


Miró sus manos, movió los dedos y trató de apretarlos en un puño, temblaban, pero la fuerza volvía lentamente a ellos. Pasó a acariciar si vientre, presionando suavemente con sus dedos hasta que sintió un pequeño golpecito, sonrió con alivio, Hotaru parecía estar bien, la insistencia con la que se agitaba era la usual, pero pese a que eso le hacía sentirse mejor, aún había algo de intranquilidad en su pecho.


— Creo que deberíamos llamar a tu doctor, te ves muy pálido — le entregó el vaso y comprobó insistentemente su temperatura, tocando su frente y cuello con el dorso de su mano, incluso juntó sus frentes y por supuesto no dejó de preguntar por su estado de salud — Debo estar cansado, hemos estado vaciando cajas desde la mañana.


Akiteru lo sujetó de los hombros y lo miró, estaba preocupado, quería decirle que no había nada de qué preocuparse, pero no estaba tan seguro de que fuera así, se sentía bien, sin embargo había algo que no estaba bien. No con su cuerpo o salud, era más bien algo en el ambiente. Se había acostumbrado a estar con Kuroo y debía encontrar el cambio de atmósfera un poco extraño, Hotaru también se estaba comportando diferente, no estaba muy seguro, pero parecía estar haciendo rabietas desde el día de ayer.


— Supongo que tienes razón, no pensé que encontraría tantas cajas apiladas en la sala...un poco más y habrías traído la tienda entera.


Tomó un pequeño sorbo de agua — Supongo que me deje llevar un poco — días después de su cumpleaños, Kuroo le entregó unas cuantas revistas con artículos para bebé, había hecho anotaciones en algunos, incluso había anotado el número del gerente de la tienda y le había hecho prometer que respondería a cualquiera de sus preguntas a cualquier hora. Al principio se negó, pero no pudo resistirse a ojear uno y entonces perdió; su idea principal había sido comprar solo lo indispensable, sin embargo cada vez que daba vuelta a una hoja encontraba algo que inmediatamente su mente catalogaba como esencial, aunque no lo fuera, y sin darse cuenta lo que debía ser solo un poco se transformó en demasiado — Lamento haberte causado molestias.


Akiteru rió — Está bien, nosotros hicimos lo mismo con nuestro primer hijo...— dijo — Estoy por terminar, solo necesito terminar de armar ese balancín de unicornio, pero no puedo encontrar el instructivo por ningún lado. — comenzó a buscar entre las pocas cajas que quedaban en la sala, la mayoría contenía bolsas y cajas más pequeñas que guardaban ropa, zapatos y juguetes que estaban esperando ser organizados dentro de la habitación de Hotaru.


— ¿Cómo están los niños?


— Están muy ansiosos por conocer a su nueva prima, el mayor quería venir conmigo, pero su madre...¡Oh! — tomó una caja azul que Kei reconoció de inmediato, la tapa estaba un poco arrugada pues usaba cada instante que tenía para abrirla y tomar el vestido de su interior — ¿No era esto lo que estabas buscando?


— Si, creí que...— estaba seguro de que lo había tomado, pero no podía encontrarlo por ningún lado, por lo que comenzó a dudar de si realmente lo había hecho. Se sentía un poco tonto, debió haber buscado un poco más antes de molestar a Kuroo con ese asunto. Pero él se escuchaba un poco feliz, gracias a las largas jornadas que pasaba fuera de casa había aprendido a identificar su estado de ánimo a través del sonido de su voz y sin duda estaba feliz...así que estaba bien ¿No? También quería verlo.


— A ti siempre te ha gustado ser mimado y a veces te aferras a ese sentimiento.


El rubio mayor le entregó la caja, los zapatitos también iban dentro, tomó uno y lo apoyó contra su palma, era tan...pequeñito, le gustaba mucho verlo, tenía un efecto relajante en su cuerpo — ¿A qué te refieres con eso?


— Papá y mamá trabajaban mucho, yo ayudaba a mamá después de la escuela y tú siempre terminabas solo en casa — acarició su cabeza — Jamás te quejaste, ni una sola vez, pero sé que te sentías solo y querías ser notado, lo sé porque cuando te volvías el centro de atención tu parecías un cachorrito y te pegabas a nosotros solo para obtener más. Era lindo.


— ¿A dónde quieres llegar con eso?


— Kei, lo que quieres y lo que necesitas a veces no son la misma cosa — Kei frunció el ceño, todavía no comprendía de lo que estaba hablando — Solo no te precipites ¿Si? Dicen que la vida es como una ruleta que gira y que siempre terminamos en el sitio donde comenzamos, pero solo es así si tú lo quieres...también puedes elegir bajarte de ella y seguir un camino distinto, puede que sea aterrador y extraño, pero...— su pequeño hermano ya tenía treinta años, no era más un niño, pero cuando lo miraba así; con sus iris tambaleantes al tiempo que se aferraba a ese zapatito, en verdad parecía un niño...él no quería escucharlo — Lo siento, estoy sermoneándote como si lo supiera todo otra vez...— tomó una caja — Voy a estar en la habitación del bebé, llámame si necesitas algo.


"No puedes aferrarte a una ilusión" Akiteru le había dicho esas palabras cuando Kuroo se marchó, no discutieron, pero el ambiente estuvo un poco tenso hasta que su madre fue de visita y los hizo disculparse. No estaba siendo obstinado, tampoco se estaba aferrando como él decía; pensó mucho sobre esta decisión y la valoró, no se estaba precipitando. No iban a mudarse juntos de inmediato o a casarse, solo iban a intentarlo. Iban a tener una hija y ella merecía que hicieran ese esfuerzo, y ellos también se lo merecían.


Suspiró entrecortadamente, no tenía idea de cuando su garganta se había cerrado, pero ya estaba bien. Jugó un rato más con los pequeños zapatitos antes de devolverlos a la caja y decidió que debía llamar a Kuroo para decirle que el regalo siempre estuvo en su casa. Tomó el teléfono y marcó a su número personal, pero no respondió, intentó una segunda y tercera vez, también llamó al departamento y nadie respondió. Supuso que estaría en una reunión o que una emergencia se había presentado y lo dejó estar, él tendía a sumergirse en su trabajo, era un rasgo demasiado suyo. No podía pedirle que lo cambiara de inmediato, pero estaba aprendiendo.


Fue a la habitación del bebé. El balancín aún seguía sin ser armado y aun había algunas cajas apiladas contra la pared, pero lo demás era perfecto; la cuna en el centro era de un suave purpura con detalles en blanco, tenía algunos cajones en la parte inferior y otros más pequeños en el lado izquierdo, incluso tenia integrado una pequeña lámpara y un móvil. Pensó que sería muy práctica y ya había elegido que guardar en cada uno.


Las dos paredes laterales eran también purpura y la frontal de un gris clro, había dos cuadros sobre la pared izquierda. Rosa. Uno mostraba una luna con un gorro de dormir y el otro un biberón, una cinta métrica en forma de dinosaurio sobre otra pared y muchos stickers, por todos lados, de muchas formas distintas. Algunos, en forma de estrellas, brillaban en la oscuridad, los del techo en especial formaban pequeñas constelaciones que acompañaban algunos planetas.


Era bonito.


Él y Akiteru pasaron toda la tarde pegándolos. El resultado no pudo haberlo hecho más feliz, ya quería que Hotaru naciera y pudiera ver esto. Solo restaba un mes, tenía que ser paciente.


— No encontraste el instructivo ¿Verdad?


— Si, estaba dentro de la caja, pero también encontré esto...— él no lo estaba mirando, estaba demasiado absorto ojeando una libreta de bocetos; su libreta de bocetos. — ¿Este es el lago que visitaste? Es muy bonito.


— ¿Dónde...donde encontraste eso?


— Estaba entre las cajas que movimos ayer, lo encontré mientras buscaba el instructivo — cambió de hoja y lanzó una exclamación —Tus dibujos son muy bonitos, siempre tuviste talento para estas cosas.


Kei balbuceó un "si" al tiempo que se acercaba lentamente hacia el sofá blanco en el que Akiteru se encontraba, nunca fue tímido con respecto a sus bocetos, al menos no con su hermano, él era un poco fisgón por lo que ya estaba acostumbrado, pero ahora necesitaba tener de vuelta esa libreta ahora. Era una cuestión de vida o muerte y no, no estaba exagerando, para Kei realmente lo era.


— Aki...— comenzó llamándolo como cuando era un niño, eso siempre atraía su atención — ¿Crees que...podrías devolvérmelo? — estaba cerca, solo tenía que extender la mano y tomarlo, estaba apunto de hacerlo, pero Akiteru se levantó repentinamente y caminó hacia el otro lado de la habitación. Kei jadeó, el peso de su vientre le hizo inclinarse hacia el frente — En serio necesito que me devuelvas eso.


— Déjeme verlo un poco, no tomaste fotografías ¿Verdad? Quiero conocer ese lugar.


Kei se acercó y él retrocedió. Cambió de hoja.


— No es buena idea.


Volvió a acercarse. Akiteru volvió a retroceder. Seguía cambiando las hojas. Pánico lo invadió.


— ¿Por qué? Tú nunca has sido tímido con...— Akiteru se petrifico, Kei también, y frunció ligeramente el ceño, el rubio menor supuso que estaba tratando de entender, aunque lo que había dibujado ahí era muy claro y eso él lo sabía, se había encargado de detallarlo a la perfección — Un...un... ¿Trasero? Es...es...es muy realista y...su espalda es...con esos brazos...


— Solo devuélvemelo. — él se lo entregó y entonces el silencio se hizo presente, uno muy extraño. Quería que la tierra se lo tragara o que un meteorito golpeara el planeta y extinguiera a la raza humana en este preciso momento, pero para su infortunio nada de eso ocurrió.


— Así que... ¿Conseguiste un modelo humano para hacer uno de esos...retratos al desnudo? Es genial...si.


Agitó la cabeza. Estaba equivocado, tener un "modelo" indicaba que la otra parte había estado descuerdo, sin embargo la otra parte, es decir; Bokuto, no tenía la menor idea de que ese retrato existía.


No era su culpa, fueron las circunstancias las que lo habían llevado a eso. La temperatura ese día se había disparado hasta su máximo y decidió pasar por alto el lago para pasear por el bosque, había una cascada más allá de la zona donde las luciérnagas se reunían; el agua ahí era fresca y Kei moría por introducir sus cansados e hinchados pies en su frescura.


No vio a Bokuto en su camino y pensó que no lo haría hasta que llegó a su destino; él estaba dándose un baño y naturalmente estaba desnudo. El agua se deslizaba entre su marcada musculatura, la luz del sol sobre su bronceada piel la hacía parecer de dulce caramelo y su trasero era...perfecto, redondo y de apariencia firme, también tenía un lunar. Se podía ver claramente la perfecta forma de sus músculos con cada movimiento que hacía. Se tensaban y se relajan, y el agua escurría entre ellos...muy lentamente, como acariciándolos sin su permiso. Y Kei repentinamente se sintió fresco y acalorado.


Solo fue un segundo, al menos eso esperaba, pero había visto demasiado de él para solo un segundo y tenía que admitir que estaba muy impresionado...por todo. No había sido fácil de olvidar y como una forma de borrarlo de su mente trató de transportar la imagen a su libreta.


— ¿No ibas a ir de compras? Lo dijiste esta mañana.


— Claro, si...uhm... ¿Quieres que te traiga algo en especial?


— Chocolate...quiero chocolate.


— Bien, pero recuerda que no puedes comerlo hasta después de la comida...necesitas una alimentación más balanceada — pasó junto a él, Kei retrocedió un paso y Kei abrazó la libreta casi por impulso — Volveré de inmediato ¿De acuerdo? Si necesitas algo o si algo pasa llámame, no toques las cajas de la sala...puedes vaciar las que están aquí dentro si quieres, hay ropa en las que están sobre el sofá y...


Trató de no sonreír. Akiteru se estaba comportando como su madre, él siempre fue muy maternal — Te prometo que voy a quedarme aquí, quieto y tranquilo, no voy a abrirle la puerta a extraños y voy a esperar pacientemente por ti.


— Eso sería lindo si no fuera sarcasmo — picó su mejilla — Trata de portarte bien hasta que vuelva...y escondí las frituras así que no lo intentes, dejé zanahorias picadas en la nevera, puedes comer eso — gritó eso desde la sala y segundos después, Kei escuchó la puerta principal cerrarse suavemente, entonces fue su momento para suspirar y destensar sus hombros.


Se sentó. Reposó la gran libreta sobre su regazo y tamborileó los dedos sobre la cubierta de plástico, incluso rascó algunas pequeñas manchas de pintura que habían salpicado sobre esta cuando las niñas de Hinata estuvieron jugando. Parecían muy interesadas en el arte, Haruka en especial podía pasar horas observándolo sin aburrirse mientras trabajaba en sus bocetos; esa pequeña fue su mayor problema, era muy curiosa y un día la atrapó observando su libreta.


Si las circunstancias hubieran sido diferentes no habría tenido problema en dejar que la viera, pero "eso" ya estaba ahí y ella era demasiado joven para ver ese tipo de cosas, incluso el fisgón de Hinata se había sonrojado hasta las orejas y jurado no volver a abrirla en su vida mientras se disculpaba.


— Tengo que ocultarlo — deshacerse de ese dibujo quizá sería la mejor opción, pero...no quería hacerlo, estaba secretamente orgulloso de él. También avergonzado. Si lo pensaba bien ese había sido el momento exacto en el que definitivamente había dejado de verlo como un chico.


Fue a su habitación y abandonó la libreta en la repisa superior de su pequeño armario, debajo de algunas cajas en las que había arrojado algunos de los objetos decorativos que había adquirido durante sus solitarios viajes. La crisálida que obtuvo de Bokuto reposaba sobre el alféizar de su ventana, ahora en un frasco de cristal, Yamaguchi había cuidado de él por todo este tiempo y era una suerte que aún no hubiera eclosionado.


Sobre su cama reposaba un álbum de fotos, Kuroo insistió en que lo tomara; lo armaron juntos con viejas fotos suyas una noche antes de que fuera el momento de marcharse, recordaron viejos tiempos y también revivieron sentimientos tan buenos como malos. Se sentó y acarició la portada con la yema de los dedos, aún había espacios en blanco entre sus hojas, espacios que ambos decidieron llenarían con las fotos de su hija. Ese pensamiento le hizo sonreír y también le hizo recordar algo.


Froto su vientre — Tu padre dijo que nunca va a permitir que te cases ¿Puedes creerlo? — no tenía idea de cómo habían llegado hasta esa conversación, pero su rostro contraído en horror fue gracioso. — Creo que va a causarte muchos problemas en el futuro, ten paciencia con él.


Kuroo siempre fue impulsivo y a veces también explosivo. De ahí nacía su constante temor en hablarle sobre su traición, no podía siquiera soñar con que se tomara la noticia de una forma tan madura como lo había hecho Akaashi. Pero tenía que hacerlo, era lo correcto, sostener esa mentira por más tiempo solo lo haría mucho peor.


Debió haber hablado hace mucho tiempo, debido haber callado todos sus temores, haberse tragado ese maldito orgullo y hablar cuando tuvo la oportunidad...ahora ya era tarde. Pero Kei aún no quería creer eso y se aferraba a la idea de que, si bien muchas cosas cambiarían, todavía podría rescatar su relación...estaba equivocado y una parte de él lo sabía desde hace mucho tiempo.


El timbre sonó, el sonido extrañamente hizo eco por su habitación y aturdió su cabeza, no había terminado de resonar cuando volvió a repetirse. Estaba siendo insistente y a Tsukishima le pareció que si no atendía a la puerta su visitante desconocido comenzaría a golpearla hasta tumbarla, esa era solo una idea nacida de su ansiedad, sin embargo antes de que consiguiera alcanzarla el primer golpe llegó. Solo uno, pero había sido lo suficientemente fuerte para hacer tambalear la madera. Se asustó, ese sentimiento atravesó como un cuchillo su corazón.


— ¡Kei! ¡Abre la puerta! — retrocedió, el pánico que sentía no era nada comparado con el terror que provocó la ira contenida en sus palabras — Abre la puerta, quiero hablar. — repitió él.


Retrocediendo, formó una copa con sus manos, cubriendo su nariz y boca, y negó con la cabeza. Tenía un mal presentimiento. No. Era una certeza muy terrible, si abría la puerta ahora...entonces no habría marcha atrás. Jadeó. Otro golpe impactó contra la madera. Tal vez...tal vez debería fingir que no estaba y esperar a que se marche, él necesitaba calmarse, pero ¿Si eso solo lo enfurecía más? No tenía idea de lo que sería capaz de hacer en un estado de furia, jamás fue violento, pero siempre fue explosivo y a veces lo asustaba.


No podía dejarlo así.


Tenía que hacerlo, tenía que enfrentarlo ahora; tomó el pomo, este vibró tras otro golpe, supuso que fue una patada por la forma en la que la puerta osciló, y la abrió. Sostenía una caja pequeña, un trozo de listón amarillo colgaba de ella, sus tensos dedos provocaron que está se agitará en su contenido, entonces lo arrojó al suelo, estos cayeron en una lluvia y su corazón dejó de latir un instante. Poemas escritos en pequeñas notas y algunas servilletas, cartas de amor transformadas en trozos de papel ilegible, una vieja rosa amarilla de hojas ya marchitas, pequeños regalos y recuerdos esporádicos que atesoró en su momento, que aún ahora no se atrevía a desechar y que consideraba preciados pese a la pena que le provocaban, estaban esparcidos por el suelo como basura.


Y él los pisoteó mientras entraba, el repentino movimiento de sus pies, aunado al crujir de un viejo llavero bajo la suela de sus zapatos, lo tomó por sorpresa. Kuroo ni siquiera esperó a que se apartara, sus hombros chocaron con brusquedad y Kei se tambaleó torpemente hacia atrás. Casi cayó, pero se sujetó del borde de la puerta. Sus ojos no se apartaron en ningún momento del suelo, no se atrevía a mirarlo a la cara. Pero se obligó a hacerlo, con el poco valor que tenía.


Sus ojos se arrastraron sobre el suelo, abandonaron el caos de recuerdos y escalaron las largas piernas contrarias revestidas en aquel fino pantalón oscuro; Kuroo no estaba usando su chaqueta, su roja corbata estaba desanudada y ligeramente torcida, sus mandíbula tan tensa como los puños cuyos dedos no dejaban de flexionarse, sus labios formaron una línea severa y sus ojos...mantenía su ira contenida bajo una aparente frialdad que provocó una que su cuerpo se estremeciera.


Abrió la boca. Sus palabras se atoraron en su garganta y formaron una masa que apretó su tráquea, nada de lo que dijera podía reparar este desastre, sabía muy bien eso, pero tenía que decir algo — Kuroo...


— No reuniste toda esa basura en un día ¿Verdad? — su voz era tan fría como sus ojos, le resultó extraña, ajena al hombre que conocía y que solo hace veinticuatro horas le había sonreído con dulzura — ¿Desde cuándo me volviste tu idiota? Responde.


Bajó la cabeza y apretó los ojos. Sus labios temblaron, quería retroceder, correr a otro sitio, ir a un lugar seguro y ocultarse ahí, quería fingir que esto no estaba pasando, quería creer que esto no era nada más que un mal sueño del que solamente necesitaba despertar, pero Kei sabía bien que no era así. Esto lo había hecho él y pese a que sabía que esta era una de las muchas consecuencias de sus actos no tenía el valor de hablar. Sus labios se negaban a moverse, lo poco que había logrado reparar de su mundo estaba a punto de desmoronarse, no quería eso.


— ¡Responde! — exigió él alzando la voz, ese grito reverberó en su pecho, provocó que su cuerpo temblara y Kei tuvo que abrazarse a sí mismo, sujetar su vientre como una tabla salvavidas que le garantizaba la cordura. — No es tan difícil o ¿Es que ha pasado tanto tiempo que ya ni siquiera lo recuerdas? ¿Debería ir y preguntárselo a él? Apuesto a que ese bastardo no lo ha olvidado.


— No...— que ellos dos se reunieran ahora sería el peor desenlace, el hombre enfurecido frente a él parecía capaz de cualquier cosa. Tragó saliva y se obligó a seguir, iba a hablar con la verdad — Mi cumpleaños...— susurró bajando la voz hasta que esta se transformó en nada — Tu dijiste...dijiste que tendríamos una segunda luna de miel, pero me dejaste solo, te dije que había pasado la noche en casa de mis padres...mentí, estuve con él. — confesó finalmente, no sabía que pensar de su imperturbable semblante, no había nada ahí, sus ojos estaban tan vacíos que por un momento pensó que no había vida en ellos, sin embargo atravesaban su cuerpo sin piedad, como agudas dagas buscando arrancarle la vida — Bebimos y antes de que lo notara ya estábamos...


— Dos...


— ¿Eh? — creyó escucharlo murmurar, fue un sonido áspero que casi fue ahogado por la repentina respiración acelerada del moreno.


Lo vio apretar los puños hasta el punto de que sus venas fueron claramente notorias sobre su piel, su mandíbula tensa tembló, una furia, casi locura, desmedida se reflejó en su rostro y entonces se echó a reír, como un desquiciado al tiempo que ambas manos sujetaban la parte trasera de su cabeza. Él estaba riendo, pero sus ojos no lo hacían, estaba sufriendo y lloraba sin derramar una sola lágrima. "Perdóname" "No quería hacerlo" ¿De que serviría que le dijera algo como eso? El daño ya estaba hecho y nada de lo que dijera podía repararlo...así que esas palabras se unieron al nudo que obstruía su garganta y aceptó el dolor que este le provocó.


— ¡Dos malditos años, Kei! — Kei lo miraba con una expresión de desesperación, incluso había derramado un par de lágrimas falsas, no le quedaba dudaba que siquiera hubiera sentido una pizca de remordimiento mientras se revolcaba en el fango con ese bastardo y se sintió como un completo estúpido por siquiera considerar esa posibilidad, por creer que esto de alguna forma podría ser un error — Dos años...fui su payaso por dos años — rugió con rencor, la fatalidad estaba implícita en su tono de voz.


Ellos se burlaron de él por dos jodidos años, riéndose en su cara mientras jugaban a ser inocentes. No le extrañaba que su madre no hubiera descubierto nada de esto aun cuando seguía a Kei, ella dudaría primero él antes que del perfecto Akaashi y ellos debían saberlo muy bien. No se sentía herido, tampoco traicionado, la furia y la indignación opacaron cualquier otra clase de sentimiento en su cuerpo. Lo estaban consumiendo a un ritmo alarmante. No quería esto, una parte de él aún no había olvidado que el estado de Kei seguía siendo delicado, pero esto era mucho más fuerte que él y lo estaba venciendo.


— Me sentía solo — no. No quería seguir escuchando más, ya no ¿Por qué no se callaba? — Estabas constantemente fuera, volvías a casa te cambiabas y volvías a irte, había días en los que ni siquiera cruzábamos una sola palabra...y Akaashi, él estaba ahí para mí, me escuchaba y hablaba conmigo...no era mi intención que se transformara en...


Kuroo dejó escapar una risa nasal y lo miró con una mezcla de burla y desdén — Que amable de su parte, supongo que tú le pagabas dejando que te abriera las piernas — pateó la mesa de centro, está se volcó con suma facilidad y Kei jadeó, lloraba, estaba destrozado, pero no iba a permitir que eso lo engañara. Solo quería seguir jugando con él, si lo dejaba ahora sólo le daría más razones para seguir burlándose — ¿Harías eso por cualquiera que te prestara un mínimo de atención? Creo que no me extrañaría si lo hicieras...siempre fuiste muy agradecido.


Reprimió un sollozo mordiéndose los labios, sus palabras lo hirieron más de lo que imaginaba, no estaba listo para esto, pero ya habían llegado hasta aquí — ¡Iba a dejarte! — confesó Kei, con la voz ahogada por sus propios sollozos. Lo dijo y el peso de esas palabras sobre Kuroo fue mucho peor de lo que jamás hubiera imaginado; el poco brillo en sus ojos se esfumó repentinamente, sus vacíos iris miraban a la nada misma y el rubio se llevó una mano al vientre como para protegerse — Perdóname...— susurró.


Él no decía nada, solo estaba ahí, como una fría estatua de mármol cuya expresión congelada no le decía nada, parecía perdido, ido, no estaba más, su mente carente de ideas estaba en blanco y esas tres únicas palabras hacían eco dentro, se burlaban de él y el entendimiento apretó su corazón y garganta con una intensidad tal que aquel dolor trajo consigo un deseo intenso por la muerte.


— ¿Por qué...mientes?


Su abatido corazón ansiaba traerlo de vuelta. Trató de ir hacia él, de tocarlo y hacerlo reaccionar, pero él retrocedió automáticamente. Lo rechazó y el dolor aplastante provocó una inmensa desesperación, no quería que esto pasara, no podía soportarlo, quería despertar de esta pesadilla y seguir creyendo un poco más que todo iba a estar bien. Solo un poco más.


— ¿Por qué? — volvió a preguntar con voz monótona y apagada.


— Estaba esperando a su hijo — los ojos de Kuroo se abrieron, su boca también lo hizo y sus labios profirieron palabras carentes de lógica y sonido. Tenía que decirle la verdad, continuar hasta el final, aunque eso significaría romper con lo poco que habían construido, aunque el sonido de sus ilusiones rotas y el dolor de verlas hechas pedazos sobre el suelo supusieran tormento para él. Ya no había marcha atrás y tenía que aceptarlo — Pero lo perdí...y estaba destrozado, pero eso no cambió mi decisión, nosotros...nuestra relación estaba acabada, tu y yo éramos dos extraños que no compartían nada más que la misma cama. Estaba decidido a decírtelo todo cuando volvieras de Corea...pero...


— Eso fue hace dos años...en ese viaje yo...— hubo una terrible tormenta y el auto en el que viajaba se volcó, creyó que moriría. Aún tenía vagos recuerdos sobre ese incidente, en un segundo estaba hablando con alguien por el móvil y al otro su cuerpo estaba paralizado y ahogándose en su propia sangre...lo siguiente que recordaba después de eso era a Kei sosteniendo su mano y sus lágrimas.


— No podía dejarte así, necesitabas que estuviera a tu lado...así que me quedé y todo fue diferente entre nosotros después, volvimos a como éramos al principio y yo...


¿Lastima? Kei se quedó a su lado por compasión; sintió pena por el pobre hombre postrado en una cama y decidió que debía fingir que lo amaba. Se burló de él hasta el final, ambos lo hicieron. Esta verdad no lo destrozó, ya estaba roto, mató algo en él y el agónico grito de ese algo lastimó sus tímpanos. El dolor le estaba haciendo perder la cabeza, poco a poco su razón se diluía en el caliente ácido de su irá. Quería hacerle daño a Kei, quería lastimarlo ¿Cómo se atrevía a llorar frente a él? Esas falsas lágrimas no iba a servirle de nada, no iba a olvidar está humillación. Jamás. Nunca olvidaría como le mintió e iba a matar este amor con odio.


Una única pregunta restaba en el silencio carente de palabras que los envolvió, entre la ira y el dolor, la pena y la vergüenza. Una pregunta cuya respuesta quizá Kuroo ya conocía, pero que sus oídos necesitaban escuchar si quería terminar de una vez por todas con está maldita torturara para así poder pasar al infierno.


— ¿Esa niña que esperas es realmente mía?


— Lo...lo es, nuestra relación terminó hace mucho tiempo, tienes que creerme.


— ¿Puedes jurarlo, Kei? ¿Puedes asegurarme que pudiste mantener las piernas cerradas durante todo este tiempo?


Los labios del rubio temblaron, trataron de pronunciar palabras mudas hasta que estos se vieron apresados entre sus dientes y sus manos se aferraron fuertemente a su ropa, tan fuerte que sus nudillos se tronaron blancos, entonces bajo la cabeza — Solo fue una vez...solo una vez, lo juro.


Kuroo derramó lágrimas, eran frías y se deslizaron por su barbilla hasta su mentón. No era suya. Él mintió, todo este tiempo, con algo que él consideraba su vida. Preferiría haber muerto antes de conocer esa maldita verdad, debió haberse arrancado el mismo la vida antes de permitir que alguien tan traicionero como Kei se la arrancara primero.


— Tienes que creerme...es tu hija.


Ahora ya no le quedaba nada, miraba a Kei, su rostro envuelto en pena y desesperación, sus lágrimas derramándose sin control sobre sus blancas mejillas...vio ese rostro que alguna vez creyó hermoso y no sintió nada.


— Kuroo, por favor.


Cada emoción fue apagándose, extinguiéndose como débiles llamas ante la oscuridad de un solo sentimiento; locura. Lo poco que quedaba de él, lo único que lo mantenía a salvo, ya había sido destrozado. Era un animal desquiciado ahora, celoso y herido...con un único objetivo en mente.


— Voy a matarlo — iba a destrozar a ese bastardo con sus propias manos. Su convicción era tan clara como el tormento en su corazón, su deseo era fuerte y oscuro, nada podría frenarlo...ya no — ¡Voy a matarlo! — rugió con una ira que ya no se molestó en contener, sus pasos se sintieron pesados, la ira en su cuerpo volvía sus músculos rígidos, pero su odio lo obligaba a moverse sin problemas.


— No, Kuroo por favor escúchame...esto es mi culpa — Kei se abalanzó hacia él, lo sujetó de la muñeca y tiró de él — Todo lo que pasó...todo lo provoque yo, así que por favor detente.


Su rostro estaba cubierto de desesperación, sus dedos temblaban sobre su muñeca y el calor de esta le quemó la piel, ardió como si su carne se estuviera cayendo a pedazos, no quería ser tocado por él, era desagradable que lo hiciera sabiendo que entregaba su cuerpo a otro. No podía soportar imaginarios juntos, pensar que Akaashi lo había abrazado como él hacía. Ese bastardo traidor, se había atrevido a desear lo que era suyo, lo había tomado como el maldito embaucador que era.


No le perdonaría esto. Lo mandaría al infierno donde pertenecía.


— Quítate — se deshizo de él de un tirón, Kei se tambaleó, su espalda chocó contra una pequeña mesita junto al sofá. Sintió dolor, físico, una intensa punzada que decidió ignorar para correr detrás del moreno que estaba a punto de salir.


— Kuroo...hablemos — volvió a sujetarlo, estaba asustado, su corazón bombeaba ansiedad y temor, los ojos de Kuroo. Tan oscuros y sombríos, eran los ojos de un hombre capaz de hacer lo que sea, iba a cometer una locura si lo dejaba ahora, no podía permitirlo — Te lo ruego.


Kuroo también lo sujetó y fue brusco, su fuerza era tal que creyó que le cortaría la circulación del brazo, lo obligó soltarle y a quedar frente a él, la forma en la que lo miro. Su desprecio. Apretó su corazón y esa sonrisa tan cruel como atormentada, el nudo que aun obstruía su garganta — ¿De qué quieres hablar? ¿Vas a contarme los detalles de su...romance de mierda? — su mirada lo perforó hasta su núcleo, él estaba fuera de sí y por primera vez Kei sintió temor de él. — ¿Cuan sínico puedes llegar a ser, Kei? Ya ni siquiera se de lo que eres capaz.


— Por favor...


Una sonrisa se formó en sus labios, perturbadoramente tranquila, cálida y vacía a la vez, y Kei estuvo horrorizado por ella, por lo que esta le transmitió. Estuvo aterrado de lo que esta le dijo; el Kuroo que conocía había desaparecido, lo había destrozado.


— Perdóname...


Esas lagrimas falsas eran una tortura para Kuroo, sus ojos, su rostro, sus labios, su aroma...esa angustia. Kei sabía muy bien donde golpearlo para destrozarlo, conocía bien cuáles eran sus puntos débiles, que era su debilidad más grande. Era un embustero, era un mentiroso, un traidor ¿Cómo podía haber sido tan ingenuo? Se lo había dado todo mientras se burlaba, mientras era despreciado en silencio y dormía en los brazos de otro hombre. Mientras ambos se burlaban de él.


Pero eso se terminaba ahora.


Lo liberó, las piernas del rubio cedieron y cayó lentamente de rodillas al suelo, trató de sujetarse de la pared, pero, al igual que sus piernas, sus dedos carecieron de la fuerza suficiente para sostenerlo y repentinamente sintió como si estuviera atrapado en una nube de irrealidad. Sus lágrimas no dejaron de derramarse, estas cayeron sobre su vientre, podía escuchar sus propios sollozos muy claramente, sentir el helado líquido humedeciendo sus mejillas, sin embargo su mente estaba ausente de pensamientos.


No quería creerlo, no quería pensarlo, la cólera en su rostro, el dolor de saberse traicionado y la locura que vio en sus ojos le heló la sangre. Esto no podía ser verdad, lo que dijo, esas palabras no podían ser verdad porque si lo eran entonces Kuroo iba a...no, se negaba a aceptar ese horror. Él podía ser impulsivo, pero se negaba a creer que podría cometer un acto tan atroz, necesitaba hacer que se calmara. Estaba seguro de que si hablaba con él podría conseguirlo.


Pero ya era tarde.


— ¡Kei! — alguien agitó sus hombros, sintió su cerebro rebotar tras el repentino movimiento y con ello no solo sus ideas volvieron a él, también su sentido del tiempo y el espacio — ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es todo este desastre? — Akiteru estaba ahí, sostuvo su rostro con ambas manos y limpió sus lágrimas con sus pulgares — Vi a Kuroo saliendo del edifico hace un momento ¿Pelearon? ¿Te...te hizo daño?


— ¿Kuroo? — jadeó ¿Se había marchado? Buscó frenéticamente por toda la sala de estar, pero él no se encontraba ahí. — No...


Distintos pensamientos se agolparon en su cabeza tras ese descubrimiento, lo que dijo haría, esas palabras tan llenas de rencor y celos. Volvieron a él, lo trajeron de vuelta a la realidad que había estado negando, al horror de esa maldita certeza.


— Kei ¿Qué rayos está pasando? Respóndeme.


— Va a hacerlo — sujetó las solapas de la camisa de su hermano y él inmediatamente le tomó de las muñecas — Dijo...dijo que lo haría...hablaba en serio...es mi culpa...yo le dije, se lo dije y...entonces él...


Se atropellaba con sus palabras, nada de lo que decía tenía sentido para Akiteru, nada más que el temor en sus ojos y lo frenética de su expresión que le decían que algo estaba mal, que había algo que lo tenía aterrado. Hace solo veinte minutos estaba todo bien, Kei sonreía y ahora solo lloraba y gritaba palabras al azar.


— Va a matarlo...tengo que detenerlo, si logro alcanzarlo entonces tal vez pueda...


— No — quitó suavemente las manos que lo sujetaban y las apretó entre las suyas — No sé lo que estaba pasando, pero lo vi afuera...y en el estado en el que se encuentra no puedo permitir que te acerques a él.


— ¡No lo entiendes si no lo detengo ahora va a cometer una locura! ¡Estaba furioso y dijo...dijo que lo mataría! — se apoyó contra sus hombros para tratar de levantarse, Akiteru lo ayudó sujetándole de la cintura y entonces lo sintió, una pulsación en la zona de su espalda baja que rápidamente se extendió y se esfumó antes de que pudiera dilucidar la razón de esta — Tengo hacerlo...esto es mi responsabilidad.


— Tienes que entender que no puedo dejar que te arriesgues de ese modo, estás embarazado.


— Le fui infiel...por un año y ahora lo sabe. — exclamó Kei; Akiteru parpadeó, su cuerpo se tensó y el shock y la incredulidad luchaban en su rostro.


— ¿Akaashi? — alcanzó a murmurar. Kei asintió y con ello los ojos de Akiteru se abrieron hasta su máxima capacidad mientras que su rostro se petrificó y sus ojos lo miraron casi con horror.


Aún sentía que todo esto era irreal, aún pensaba que esto no era nada más que una pesadilla de la que no podía despertar, aceptar la realidad no era tan sencillo y estaba tan aterrado que sus dedos no habían dejado de temblar ni su corazón de apretarse. Pero sabía lo que tenía que hacer y no importaba lo que su hermano o cualquier otro pensara de él después de saber esta verdad.


— Puedes juzgarme si quieres, pero necesito hacer esto...es mi responsabilidad.


— Kei, un hombre herido y cegado por los celos no es dueño de sus acciones ni de sus palabras, estando en ese estado podría...— susurró un por favor, lo necesitaba, aunque quisiera hacer esto solo, en su estado sabía que era imposible. Necesitaba su ayuda, no podía hacer esto solo — Voy a llevarte, pero no voy a permitir que te acerques a él, como tu hermano tengo que protegerte por sobre cualquier cosa ¿En tiendes eso?


Tomó su móvil antes de salir, trató de apresurarse tanto como pudo, pero su movilidad en su estado era limitada y ese dolor no lo dejaba tranquilo, era poco regular, pero molesto y si se hubiera detenido a analizarlo con calma habría notado que se estaba volviendo más intenso. Pero decidió adjudicar el temblor en su cuerpo a su creciente ansiedad.


— Estás cada vez más pálido...— Akiteru lo miro por el rabillo del ojo, sus manos sobre el volante vacilaron como venían haciendo desde que se subieron a su auto — Esto no es bueno para el bebé, si sigues así...


— Estoy bien...es solo que él no responde, intento e intento, pero no pasa nada.


Apretó suavemente una de sus manos antes de devolverla a la palanca de velocidades — Ya pasa de medio día, tal vez este almorzando, visitando a un cliente o en un juicio, los abogados hacen eso ¿No? Solo piénsalo, Kei, las probabilidades de que se encuentren son pocas...Kuroo va a volver en sí, solo necesita un poco de tiempo para calmarse.


No. Akiteru no vio lo que él, todo estaba ahí, en esos ojos carentes de alma y en la sed de venganza que emanaba de él. Agradecía que tratara de hacerlo sentir mejor, pero Kei sabía muy bien lo que pasaría si no detenía esto ahora...la tragedia irreparable que ocurriría.


Todo era su culpa, le había hecho esto a ambos; haberlo conocido había sido su desgracia.


*****


Una joven recepcionista lo saludó cortésmente, pero su impecable reverencia, así como la dulzura de su voz, fueron pasadas por alto por Kuroo. Sus ojos se pasearon por el elegante entorno con la avidez de un depredador rabioso buscando a su víctima. El camino hacia ese lugar se le había hecho corto, sin embargo el placer que sintió al verlo en una de las mesas del centro provocó en él el dulce placer de un instante que se esperaba por años y avivó el ardor del resentimiento en sus venas.


La recepcionista lo llamó, pero Kuroo se introdujo al salón devorando rápidamente la distancia que lo separaba del objeto de su más insano odio. Akaashi alzó la mirada cuando notó su presencia e hipócritamente frunció el ceño, sus acompañantes también miraron en su dirección; reconoció el rostro de la mujer mayor casi instantáneamente. Ella lo saludó cuando estuvo a una distancia en la que su suave voz podía alcanzarlo sin importunar a los demás comensales.


— ¿Fue divertido acostarte con mi esposo? — lo que vino después de esas palabras fue un puñetazo feroz, sus tensos nudillos hicieron contacto con la mandíbula contraria, el golpe fue tan fuerte que lo lanzó al suelo e hizo que Kuroo se tambaleara hacia el frente. Una cadena de gritos orquestó aquel acto de violencia y la madre de Kuroo y la otra mujer en la mesa lo miraron horrorizadas.


— No es tan divertido cuando otro hace lo que tú ¿Verdad? — Akaashi escupió la sangre en su boca — Al menos yo no planee que pasara.


Una ira incontrolable rugió en su interior, quería destrozarlo y hacerle pagar por haberse atrevido a poner las manos sobre lo que era suyo, nada más que eso apaciguaría la ira que le hervía la sangre — Voy a mandarte al infierno, bastardo...— rugió arrastrando las palabras al tiempo que se abalanzaba sobre él, sus puños se encontraron con la resistencia de su contrincante, este lo aferró del cuello y lanzó una rodillazo hacia su estómago.


Dolor se expandió por su cuerpo, sin embargo aquel feroz contraataque solo sirvió para alimentar la ira de su alma herida. Giraron sobre sus espaldas, Akaashi frenó uno de sus puños con su palma y recibió el segundo en la boca del estómago, jadeó, la sangre que escurría de su nariz teñía su desarreglada camisa azul, trató de retorcer su brazo detrás de su espalda, pero un cabezazo de Kuroo lo aturdió lo suficiente como para negarle ese placer.


Los alaridos de pánico y sorpresa se escuchaban distantes en contraste con sus aceleradas respiraciones, los gritos dirigidos a ambos no alcanzaban a sus oídos. No había nada más que violencia entre ellos y el deseo creciente de destrozar que habían estado reprimiendo por años.


No iban a parar, la idea se había evaporado de sus mentes en ebullición, su orgullo herido se los impedía y la ira alimentaba la violencia de sus golpes.


Una pequeña multitud se había formado en torno al desastre, los encargados del local hacían lo posible por calmar a sus clientes, corrían frenéticamente de un lado a otro. Kei Escuchó un crujido, cristal romperse contra el suelo, un estruendo de gruñidos e insultos, y el violento sonido de piel impactar contra piel. Las personas murmuraban, pedían que alguien los detuviera, pero parecía ser que nadie se atrevía a hacerlo y él no podía estar más angustiado, había llegado tarde, lo supo en cuanto vio a la madre de Akaashi ser arrastrada por una joven a la salida, pero todavía podía pararlos.


Se separó de Akiteru y se abrió paso entre las personas mientras protegía su vientre con una mano y los apartaba con la otra, su hermano lo llamó, sintió su mano rozar su muñeca, pero no consiguió alcanzarlo. Kei sudaba frio y las piernas le temblaban, su respiración se había tornado extraña, como si repentinamente el aire que entraba a sus pulmones no fuera suficiente. Entonces los vio, uno sobre el otro, su ropa era un desastre, sus ojos inyectados de sangre les hacían ver como animales, ambos jadeaban, sangraban y no paraban de lanzarse golpes. La similitud entre ellos era perturbadora.


Le zumbaron los oídos y se llevó una mano a la boca incapaz de creer lo que estaba presenciando — Por favor...deténganse — susurró con voz quebrada por el miedo — Basta...— gritó con todas sus fuerzas, pero ellos lo ignoraron.


Akaashi golpeó a Kuroo en la cara, este cayó sobre una mesa y se deslizó hacia el suelo en un estruendo de platos y copas de cristal, él no se detuvo ahí, hizo amago de cargar contra él nuevamente, pero el moreno lo golpeó por debajo de la mandíbula con su zapato. Cayó y un extraño sonido acompañado de hilos de sangre y saliva escapó de sus labios.


— ¡Akaashi! — la respiración de Kuroo era irregular, furiosa, tomó a Akaashi de las solapas de la camisa y lo alzó del suelo para impactarlo con violencia contra él — ¡Kuroo, basta! — volvió a gritar Kei, pero este lo ignoró, Akaashi lo sujetó del cuello con ambas manos, Kuroo volvió a impactar su espalda contra el suelo, pero este no cedió. Entonces llevó el brazo hacia atrás y lo balanceó para que aterrizara en un golpe recto en su mejilla, Kei creyó escuchar el sonido de algo romperse, no estaba seguro de sí había sido la mandíbula de Akaashi o los nudillos de Kuroo.


Lanzó otro puñetazo esta vez en la otra mejilla, Akashi golpeó uno de sus costados. Gruñó, Kei escuchó ese terrible sonido nuevamente y contempló con horror como Kuroo no dejaba de golpearlo. Jamás los había visto así, parecían poseídos y el rubio solo podía observarlos con impotencia al tiempo que comenzaba a darse cuenta de algo; iban a matarse. Estaban decididos a acabar con el otro.


Saltó hacia ellos llevado por el temor de ese descubrimiento, estaba decidido a detenerlos y sujetó el brazo de Kuroo con todo lo que tenía. Su cuerpo se congeló momentáneamente, sin embargo no se detuvo, lo sintió agitarse, gruñó, movió el brazo dispuesto a volver a golpearlo y Kei cerró los ojos preparándose para lo peor. Luego, de repente, su cuerpo estaba en el suelo, todo se volvió confuso, el mundo repentinamente dio un vuelco; sintió náuseas y un dolor atroz retumbando en su rostro...y uno muy agudo en la parte baja de la espalda, espasmos expandiéndose hacia su vientre el cual se contrajo. Osciló.


Fue entonces cuando notó que estaba abrazándose a sí mismo y fue capaz de escuchar sus propios gritos, como un único e ininterrumpido sonido que perduró incluso cuando todo se volvió oscuro y confuso. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3< 


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