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Azul profundo. por Ashtad

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La noticia en las televisoras, radios y periódicos repetían lo mismo una y otra vez sin descanso. Algunos angustiados por los acontecimientos y el resto extasiados.

Alfred aun no podía creer que el título “Vengador o Justiciero??” fuera escrito para describir a otra persona que no fuera el murciélago de Gótica, sabía que Bruce estaba encerrado en su despacho privado no por las toneladas de hojas que requerían su firma o los interminables contratos que debía leer antes de aprobar. No. Bruce Wayne estaba enclaustrado por propia mano porque batallaba en contra de sus ideales y sentimientos.

Alfred Pennyworth no solo era viejo también era sabio. Reconocía las emociones humanas sin importar que este humano se esforzara en ocultarlas, conocía a su protegido.

 

-¿Señor? La fiesta de caridad dará inicio en un par de horas, debería de prepararse.

 

Bruce tenía un caos terrible tanto adentro como afuera. Su escritorio estaba por completo revuelto y en el piso los papeles adornaban como si fueran alfombras. Por primera vez un mucho tiempo se sentía confundido y perdido.

Ya había decidido que era lo mejor sin embargo no había hecho nada aún y el precio le salió caro.

Releyó por décima vez el periódico y como en las primeras nueve lo lanzó con frustración a la pared más cercana.

 

Cuando recién se había reintegrado a la sociedad tuvo que mentir diciendo que había estado en un verdadero paraíso disfrutando de un tiempo fuera como filántropo y millonario. Su boca tenía un sabor agrio cada vez que tenía que narrar la historia, sospechaba que esa sensación tan desagradable se atribuía a que muy en sus adentros tampoco podía definir ese tiempo como un infierno.

A Bruce no le gustaba que se le quitara de su libertada, ¿pero que no lo había hecho por su propia mano antes cuando entrenaba en alguna cárcel tailandesa?

Recordó entonces una única ocasión donde el kriptoniano, en medio de un ataque de pasión, le menciono muy bajo “confié en ti”, aun se sentía culpable por esa tres palabras que por todo lo demás que le hizo esa noche.

Harto de no poder serenarse optó por salir a comprobar lo que las noticias describían con espantoso horror pero con nada de detalle. Ya había concertado la cita con el comisionado y entre más pronto fuera, más tiempo tendría para actuar después.

 

-No iré Alfred- el justiciero abrió la puerta deslizándose hacia la salida y cerrándola tras de sí con un portazo considerable; paso de largo para bajar a su cueva- tengo que reunirme con Gordon.

 

-Lo comprendo señor Wayne pero ha estado mucho tiempo fuera del radar- a pesar del mal humor del dueño de la fortuna Alfred debía cumplir con su deber- y muchos socios se ha planteado dejar de ofrecer sus donativos, dicen que si al dueño no le importa bueno…

 

-Malditos imbéciles- dijo entre dientes Bruce- que no pueden hacer algo solo por altruismo? En serio necesitan de mi maldita cara o nombre para hacer algo bueno?!!

 

-Las altas esferas siempre han sido así señor- el mayordomo no se inmutaba, ya estaba acostumbrado al mal genio de su joven amo.

 

Con pisadas duras Bruce se dirigió a su habitación para arreglarse de un vez. Iría a la fiesta unos minutos y después a ver a Gordon. Muy a su pesar reconoció que esos donativos le eran necesarios, no solo se trataba de dinero (el cual el solo podría dar sin problemas) sino también por las tecnologías médicas que desarrollaban y aportaban. Los nombres de muchas compañías “amigas” que podían hacer cosas que la suya no tenía tan fácilmente al alcance era la única razón por la que asistiría.

 

 

 

 

Aunque su cuerpo estaba presente su mente viajaba en sus propias cavilaciones. Esa noche le costó más el poder mantener la impecable sonrisa en el rostro. Pasados cinco minutos de haber llegado una gran área de gente lo abordo intentando entablar una conversación con el playboy, motivado por el acoso persiste fue que Bruce tomo la primera copa de la noche.

Los abrazos hipócritas y sonrisas falsas le provocaban un dolor en la mandíbula por tanto que la apretaba así que decidió tomar otras dos copas más. Bien sabía que no debía hacerlo, que esa noche requería tener sus sentidos en la mejor condición pero sencillamente sentía no poder con los malestares que le provocaba estar rodeado por todas esa personas. Las bellas mujeres recorrían el salón con sus grandes collares que valían fortunas, los caballeros narraban orgullosos como despilfarraban dinero en algún viaje o automóvil de lujo y parecía que nadie recordaba el motivo principal de esa fiesta: la caridad.

Una cuarta copa seguida de una quinta y así sucesivamente hasta embotar sus sentidos. Necesitaba aire fresco, un lugar silencioso para aminorar el mareo repentino que casi lo tumba.

 

Lo que primero debían ser un par de minutos se transformaron en un par de horas. Una pelirroja preciosa lo analizaba a la distancia y cuando lo vio salir a lo que creía era la terraza supo que era su oportunidad para enganchar al millonario, lo que ella no sabía era que otra persona también le había estado espiando con las mismas intenciones que ella.

Un poco apartado, junto a una pared se encontraba un hombre de un atractivo destellante. Sus amplios hombros y espalda eran ajustados con un traje azul navy de impecable costura, su mandíbula cuadrada le daba un aire sensual que se completaba con el azul de sus ojos, tenía el cabello peinado sutilmente hacia atrás y en definitiva robaba los suspiros de muchas asistentes al evento. Se había mantenido callado en todo momento y con el rictus serio, cada vez que alguna persona trataba de fraternizar con él recibía una mirada tan espantosa que se preguntaban cómo alguien tan apuesto podría ser poseedor de esa furia. Sin perder tiempo atravesó el salón por donde algunas parejas bailaban y muchos otros se embriagaban con el fino y burbujeante licor.

Al abrir la puerta que lo conducía al exterior encontró a la pelirroja enredándose sobre el cuerpo del filántropo con completa emoción. Sí que había sido rápida, solo le había llevado tres minutos de diferencia y ella ya estaba quitándole la corbata al dueño de la mansión. Con un carraspeo seguro de su garganta se ganó la atención de la mujer quien un tanto abochornada por ser sorprendida se detuvo.

 

-Buenas noches señorita- le lanzó una sonrisa pícara que le ruborizo las pálidas mejillas- me permitiría a Bruce.

 

-Yo… claro-  con la corbata en la mano y no sabiendo qué hacer salió dejando a esos dos atractivos ejemplares de hombres, por el hecho de que lo llamó por su nombre y que el mencionado no decía nada la mujer optó por dejar la cacería para otro momento, ya tendría más noches- linda camisa- le ronroneo al hombre que la había interrumpido, al pasar junto a él le dio la mano para dejarle la corbata roja de Wayne.

 

Bruce se mantenía de espaldas, contemplaba los jardines mientras el frío con olor a hojas secas le baja el efervescente efecto de las incontables copas.

Los pasos que escuchó detrás lo plantaron en su lugar, los latidos no sufrieron mucho cambio y se felicitó por eso.

 

-Te recuperas rápido Bruce- dio un beso al pedazo de tela carmín que tenía impresa el aroma dulce de su dueño- yo en cambio he sufrido mucho.

 

-¿Cómo entraste aquí?

 

-Aun soy miembro activo de la prensa, al menos por esta noche- usando su velocidad sujetó el brazo del millonario para inmovilizarlo de las muñecas antes de que la corbata tocara el suelo- te he dado suficiente tiempo…

 

Antes de llegar a la fiesta había notado el sistema de seguridad mejorado. De querer volver a llevárselo estaba seguro que no lo lograría sin una buena batalla, la actitud tranquila de Wayne se lo confirmaba, sin embargo eso no le importaba él no estaba ahí con esas intenciones lo único que quería era hablar ahora que su mente se encontraba calmaba.

 

-¿Cómo te atreviste?

 

-A qué te refieres, a lo que pasó en Gótica o a lo que te hice?- las adicciones siempre eran difíciles de superarse, se requería de mucha abstinencia, alejarse lo más posible de aquello que contamina el sistema. El tenerlo ahí, con la camisa abierta enseñando el esbelto cuello no le ayudaba y siendo franco no lo quería.

 

-Eres un desgraciado Clark…

 

-Los he conocido peores- subió una mano a la cintura del humano para poder sentirlo mejor, había pasado tanto tiempo deseándolo de nueva cuenta.

 

-¿Qué quieres aquí? Ambos sabemos lo que pasara a partir de ahora si lo que dicen las noticias es cierto.

 

-Pasaría aun si no lo fuera- ese era un juego donde si Bruce se intentaba soltar perdía. Sus brazos fuertes lo mantenían sin posibilidad de actuar- pero no vengo a discutir, quiero que sepas antes que nadie que cambiare esta sociedad, no más males.

 

-…

 

-En este nuevo mundo tú puedes ser el rey de todo, cualquier tierra la pondré a tus pies- susurro en su oído exhalando una buena cantidad de aire caliente que le erizo la piel- puedo perdonarte Bruce… solo tienes que pedirlo.

 

-¿Y sí yo soy el rey tú que puesto tendrías?

 

-Un Dios- sonrió seductor al notar la evasión de lo único que le pedía. Y sin resistir más junto sus labios sobre esa nívea piel que brillaba como una perla pulida- Dios…

 

No debía volver a caer en las caricias de Kal, pero era complicado. Esos carnosos labios habían aprendido como besarlo, en qué lugares, con que fuerza, eso aunado al alcohol le daban de nueva cuenta la desventaja de la situación.

 

-Ahí no puede haber justicia Superman- inconscientemente ladeo el rostro para que probara más. Sentía los blancos dientes morder tentativamente su clavícula y ese fue el momento preciso que necesito para volver a la lucidez.

Con dos movimientos de sus dedos activo un pequeño mecanismo en el elegante anillo que llevaba, dejando ver que solo era la carcasa de la piedra principal una con el destello verde maligno que destruía las células de algunos especímenes extraños.

 

El murciélago comenzaba a extender sus alas con aire amenazador, las piernas de ambos flaquearon, uno por el mineral y el otro un nuevo mareo.

 

-La paz viene con un precio- balbuceo entrecerrando los ojos para mirarlo, no llevaba sus anteojos así que sus irises impactaban con violencia sobre los contrarios- es lo mejor para todos y lo sabes.

 

Ahora era su oportunidad, podía acabar con él, volverlo su prisionero como él lo había hecho. Pero en lugar de eso solo le dio un fuerte puñetazo en el pómulo derecho que le saco sangre, las gotas rojas le salpicaron logrando manchar la manga de su camisa. Lo vio en el suelo sin intenciones de levantarse pero tampoco de apartar la mirada que le recriminaba y reclamaba por partes iguales.

Abandonó la terraza con la respiración hecha un lio. La fiesta debía continuar.

La seguridad e intensidad con la que Clark se le presento lo incomodo, su perfecta postura, sus manos firmes, el atuendo que usaba sin interesarle que los ojos se posaran sobre él, eran una prueba más de que ya cada quien había tomado una decisión.

 

 

****

 

 

En el techo de la redacción más importante de Metrópolis la reportera estrella vigilaba el cielo esperando visualizarlo una vez más. Había sido ella la primera en escribir sobre el tema por una (convenientemente) específica llamada. Le asustó el número del cual marcaban y aún más la voz que le respondía, le había dicho que fuera a Gótica y después que subiera al tejado de su lugar de trabajo para espéralo. Así había hecho ambas cosas hasta ahora.

 

Miro hacia abajo intentando sonreír por la belleza de las luces pero su cara no podía, los músculos ya no le respondían dejándola sumida en una seriedad estremecedora.

 

-Que estúpida fui…- habló al sentir la brisa a sus espaldas- nos viste la cara a todos eh, no solo con tu identidad sino que también con quién eras en realidad.

 

Movió sus brazos que se mantenían apoyados en la cornisa del borde, cambiando de posición se volteó para verle pero sin despegar los codos de la barrera de concreto apoyando así su espalda.

 

-Ja!- rió sarcástica al tenerlo ahí- como es que nadie se percató en tus ojos? no podían ser de este maldito mundo.

 

-Daré un comunicado pasado mañana, organiza el lugar- la mujer lo contemplaba con un media mueca de ironía. Prefería que fuera ella la que lo revelara al mundo por segunda ocasión. Lo había hecho primero como el hombre de acero así que lo propio era que lo hiciera también ahora como el hijo de Krypton.

 

Elevo sus pies del concreto con la intención de abandonar el lugar. Sabía que su tan anhelada revancha tocaría la puerta. Volvería a Gótica a la noche siguiente pero ya no sería para ver a Bruce.

 

-Lindo atuendo Kent, te sienta mejor ese color.

 

-Kal-El, ese es mi nombre. 

Notas finales:

 


 


 


 


<3


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