La sorpresa fue tanta que sus ojos se abrieron como platos ante la imagen que se le mostraba. Un perfecto cuerpo bronceado de las proporciones más exactas que recordara, el cabello peinado de tal forma que ni siquiera el viento se atrevía a desacomodar, los ojos tan claros y limpios como el cielo azul de primavera, la tímida sonrisa que adornaba ese rostro fuera de este o cualquier otro mundo. Aunque por una décima de segundo su cerebro se negó a aceptarlo, el hecho era indiscutible, Superman estaba ahí, volando justo afuera de su oficina con una caja en la mano que tenía grabado su apellido. Al ser por fin consciente de lo que sucedía se debatió ante su siguiente paso. “¿Qué hace aquí?” se preguntó alarmado. Permanecio estático hasta que el hombre de capa roja tocó con los nudillos de la mano libre suavemente uno de los ventanales casi como si tocara una puerta pidiendo permiso para entrar. Bruce reaccionó abriendo lentamente una de las ventanas laterales permitiendo el ingreso.
-Creo que esto es suyo señor Wayne, espero no le moleste que lo haya traído hasta aquí personalmente- bajo con sumo cuidado la caja de dos metros que había volado con él desde uno de los muelles hasta la torre Wayne- La policía estaba tardando demasiado y al ver el contenido de la caja pensé que sería mejor idea si la traía personalmente- una sonrisa presidió sus palabras, un silencio se instaló dando la indicación que esperaba una respuesta.
-¿Qué… qué fue lo que pasó?- sus cejas mostraban una clara confusión.
-Un incendio en los puertos oestes de Gótica se extendió hasta uno de sus barcos que transportaban mercancía. Mercancía como esta- señaló la carga- por fortuna no hubieron heridos y nada se perdio, solo que, bueno, al ver que esto estaba marcado como primordial decidí mejor traerlo hasta acá.
Bruce miró alternamente de la caja al hombre de traje azul que seguía sonriendo. Ya había tomado una decisión.
-Caray! No puedo creer que el famoso Superman esté en mi oficina y encima haya salvado una de las mejores inversiones de mi empresa- le extendió la mano derecha mientras le sonreía de oreja a oreja- muchas gracias! No sé me viene nada bueno a la mente para agradecerle.
-No es nada señor Wayne solo hago lo…
-Oh vamos por favor llamame Bruce- lo interrumpió de forma amistosa, ahora mismo estaba en su papel de playboy- ¿gustas una copa?- preguntó al tiempo que caminaba hacia un mini bar localizado en la parte sur de la oficina.
Si entre los poderes del hombre de acero se encontrara el poder cambiar de color según sus emociones estaba seguro de que ahora mismo se encontraría de un fantástico tono rosa. Al principio no estaba muy convencido de ir con esa excusa pero al ver que el otro ni caso le ponía se alegró. Ya lo conocía de vista, sabía de sobra quién era Bruce Wayne, no era para nadie ningún secreto que él era el millonario más joven y apuesto de ciudad Gótica y uno de los solteros más codiciados del país. Viéndolo de frente comprendía que lo que se escribía o hablaba respecto a él no eran exageraciones, sin duda Bruce era realmente apuesto con sus trajes hechos a la medida, cabello oscuro como el espacio, ojos azules y la piel blanca que parecía leche fresca, suave al tacto. La primera vez que lo vio fue en la portada de un periódico El Planeta. A pesar de ser una figura pública la realidad es que no se sabía mucho sobre su vida privada.
-No tomo mientras vuelo- bromeo incómodo esperando no arruinarlo.
-También tengo cafe.
-En ese caso tomaré un capuchino.
-Mi favorito sin duda.
Mientras Bruce preparaba la bebida Superman lo contemplaba de pies a cabeza, sin saber cómo iniciar una buena conversación se mantuvo callado, por fortuna fue el mismo dueño de Wayne Inc. quien comenzó con la charla.
-No puedo creérmelo todavía. Jamas imagine que me encontraria preparando un capuchino al hombre más fuerte de la Tierra... Pero tengo que ser sincero si me lo permites.
-Claro que sí, adelante.
-Tengo curiosidad, llevas mucho tiempo aquí y lo único que sabemos es lo que la señorita Lane escribe para El Planeta, no me malinterpretes pero siempre he sido demasiado curioso.
Ni por un segundo en la mente del kriptoniano paso la idea que aquello era un interrogatorio de Batman hacia Superman utilizando la máscara de Wayne. Desde que le extendió la mano para saludarlo ya estaba cayendo en territorio peligroso. Lo haría hablar, sabia como hacerlo de una manera u otra.
-No hay problema- rió bajito- a mi me pasaria lo mismo.
Bruce le entregó la taza y lo invitó a sentarse junto a él en uno de los sillones blancos que adornaban el lugar. Hablaron de cosas banales y de poco en poco el murciélago comenzó a guiar sus preguntas para obtener lo que necesitaba, parecía un artista moviendo sutilmente el pincel para hacer tonalidades diferentes con el mismo color. Entre risas falsas e ingenuas el tiempo voló. Ninguno de los dos quería dar por terminado su primer encuentro, cada uno tenía sus razones, pero ya era hora de acabar.
-Ah! que torpe soy- comentó el hombre de acero- creo que ibas a comer y ya te he entretenido mucho- se levantó sin apartar la mirada.
-Bueno, puedes acompañarme si gustas.
-Creo que tengo que rechazar la invitación Bruce- sonrió al pronunciar su nombre- pero no creo que sea demasiado cómodo para ti, la gente por lo general se emociona mucho cuando me ven.
-Ven mañana. Pediré que traigan un buen pay de manzana justo aquí- le devolvió la sonrisa.
Durante todo ese tiempo Superman le había contado sus gustos en comida, música, pasatiempos cuando no era héroe, sin mencionar nada con respecto a su vida de civil, y de lo increíbles que eran sus poderes, se sentía poderoso cuando los inquietos ojos de Bruce lo miraban con admiración. No le molestó que fuera él quien hablara más esa tarde, después de todo lo volvería a ver al dia siguiente.
Sus encuentros se repitieron por diez días seguidos, Bruce se había tenido que inventar buenas y grandes historias sobre sus fiestas excéntricas y viajes constantes para cubrir bien sus pasos. En alguna ocasión Superman le había revelado su nombre kryptoniano y le había platicado escuetamente de su planeta natal. También había preguntado sobre el vigilante de su ciudad -nada interesante, creo que eres más emocionante tú- había sido la respuesta que lo dejó encantado por casi dos días.
Batman había limitado sus patrullajes, con Superman rodando no quería comprometerse demasiado.