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“Entre mi oscuridad y el delirio” por Pastel de mora

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Notas del fanfic:

Hace mucho no escribía, y he eliminado mis fanfics anteriores para comenzar una nueva época. ¿Y cómo no? Con el fandom al cual más tengo aprecio.

La actualización será semanal, también estará en la plataforma de Wattpad.

Gracias ante mano por leer, cualquier comentario es bien recibido. 

El mundo de la drogadicción era algo más que un óbito que te suturaba lentamente, era incierto que todos nosotros tomábamos la opción de ir por un camino entre penumbras, la escasa empatía de la sociedad era una opción más para perdernos en nuestros mundo. Relativamente esto nos iba a consumiendo hasta llegar a ser inexistentes, la dama blanca era nuestra única mujer que nos llevaba al mundo que cada quién elegía pertenecer. Éramos débiles, somos endebles y frágiles contra toda palabra que nos hiriera emocionalmente y nos escabullíamos entre paraísos farisaicos y alucinaciones toscas que nos hacía caer tan fuerte contra el pavimento cuando la cantidad aumentaba en nuestra sangre y lentamente se desvanecía en un tiempo monótono e incierto. Sentí el ardor y el suplicio de mi cuerpo sufriendo contra excesos y como éste se deterioraba en cada segundo, convulsionando con el grotesco sentimiento de morir entre basura y en un futuro que nunca deseé.

Desperté en sábanas blancas y pulcras, el olor a desinfectante invadía mis fosas nasales irritándolas y mi vista se encontraba completamente nublada, el único sonido que podía llegar a alcanzar era un pitido chirriante que se colaba entre mis oídos y colapsaba en mi mente provocando una creciente ansiedad. Mi boca tenía introducido un tubo de plástico, mi boca resaca y mis manos entumecidas, era más que claro que me encontraba en un hospital a pesar de haber despertado sin saber sí mi muerte había sido inminente. Sentí asco de mi cuerpo, de mi estado y mi cuerpo endeble conectado a más de diez máquinas y agujas perforando mi piel con químicos limpiando mi cuerpo, quería vomitar, moverme, gritar, aullar mi dolor, pero tanto como mi cuerpo y mi estado mental eran más que un muerto viviente que aún se encontraban bajo tumba. Escuché sonidos, crujidos y balbuceos que no identifiqué de quien pertenencia y volví a las sombras de mi propio infierno, soñé con mi madre, aquella mujer que siempre me maltrató al ser el hijo indeseado y no pronosticado, ella con 14 años no sabía quién era mi padre y lo único que oí de mis abuelos es que yo era un error que no pertenecía en su apellido.

Crecí recogiendo basura y alimentándome con frutas pútridas, me recogieron un grupo de gandules quienes me cuidaron como podía; nunca entendí el sentido del porqué mi familia sanguínea fuera quienes sostenían una fuerte calidad de vida y me desecharon fácilmente, y quienes menos tenían para sobrevivir me recogían y otorgaban el calor que necesitaba en esos años.

Claro, ellos murieron luego de un tiempo. Yo solo dormí en aquel colchón en mal estado por un tiempo y arranqué unas flores de un parque vecino y besé sus caras rígidas, hui de ahí. Pero un adolescente que no sabe leer ni escribir tampoco era buen uso para la sociedad, el rechazo fue notorio y comencé a robar. Mis ánimos decaían continuamente, dormía durante todo el resto de día y sollozaba constantemente sin saber el porqué de mi desolación, pronto encontré el modo de huir de la realidad que no quería, entre heroína, mariguana, LSD, y químicos que inventaba para poder satisfacer aquella necesidad.

No había que pensar mucho para descubrir que me iba a fallecer en algún momento, pero no era algo que tenía miedo, más bien, lo deseaba, como también deseaba que alguien me ayudará. Pero sí tú madre no te quiso, ¿Por qué alguien más lo haría? Sonreí ante tal pensamiento.

Desperté nuevamente, ya no se encontraba aquel tubo introducido en mi garganta pero sostenía una mascarilla que desconocía su uso. Mi vista seguía igual de nublada que antes, mi sentido del tiempo era nulo, pero jamás fue coherente aun estando en mis sentidos antes, así que poco me importaba.

Quería seguir durmiendo, pero no era una opción ahora. Veía gente de bata a mi alrededor, bien vestidos y un chico de cabellera negra que sonreía mirándome fijamente. Me incomodaba, realmente me perturbada su parecido a mi madre; ¿Aún seguía durmiendo o tirado en el basurero? Parecía más apetecible estar entre bolsas fétidas que tener aquellos ojos horridos sobre mí.

Me retorcí, lloré y comencé a gritar sin estar completamente seguro de qué quería lograr con ello. Sentí aquellas manos firmes sosteniendo mi cuerpo y aquel pinchazo que me volvió a sumergir a mis pesadillas. Ésta vez era diferente, soñé en los momentos donde era feliz, fugaces y escasos, cuando jugaba con aquellos hombres vagabundos en un patio desolado con una pelota que consistía simplemente de papel y pegamento, pero era lo había y aquello me hacía feliz.

Desperté, la ansiedad me consumía y lloré por horas. Sentí pánico, abracé mi cuerpo y todo se encontraba en un silencio tan escrupuloso, mis gimoteos se redujeron y la escuché, un saludo, frío, indeseado, abrí los ojos solo para admirar a la persona que más odiaba en el mundo sonriendo tal como ese hombre en bata, aquellos ojos negros, aquel pelo negruzco y alisado. Grité desesperado, que alguien me ayudará, que alguien por favor me sacará de aquella habitación.

Y desperté nuevamente, en el mismo estado, no me encontraba conectado a nada, sólo estaba en aquella camilla y todo mi alrededor en un silencio que atemorizaba hasta al más valiente. Miré desesperado hacia todos lados, no quería verla, me era imposible dejar de llorar, no entendía que sucedía, no entendía porque la veía a ella, el porqué me perseguía. Sentí como mi cuerpo era oprimido, mi ignorancia y mi pánico aumentaban mientras que mi respiración se reducía y mis brazos se retorcían contra mí, y segundos antes de desfallecer vi a mi madre despidiéndose de mi tal como lo hizo cuando infante al dejarme solo en un parque.

Mis ojos se abrieron, ésta vez, mantenía toda máquina conectada a mí, me pregunté en qué momento la medicina había avanzado tanto para revivirme —sí es que había muerto, lo creo pero lo desconozco—; no estaba cansado, pero aún sentía toda debilidad sobre mí y se me dificultaba mantener los ojos abiertos. No intenté mover mi cuerpo, el hecho de tener agujas introducidas por mis muñecas me escocía la piel, era totalmente diferente a cuando me inyectaba para drogarme, esto me ponía nervioso, ansioso y mi piel era de porcelana contra éste tipo de suplementos. Miré curioso a mi alrededor, maquinas, tic toc, había un peso sobre mis piernas, era un chico, era ese chico. Quería huir, pero era estúpido, me encontraba en un estado exhaustivo.

Suspiré. Y en aquel momento me di cuenta de la mascarilla que aún se encontraba sobre mi boca y nariz. El aire era extraño, no era común, me inquietaba y traté sacarla, pero aquella mano me detuvo.

—No lo hagas, es necesario por ahora.

Su voz era prominente pero suave, aquellos ojos aún me aterraban y reduje mi intento e ignoré su mirada. El sostuvo mi mano por unos minutos, los sentí cálida, suave, aquel afecto que desconocía pero recibía a través de un pequeño roce entre su piel blanquecina y mi amoreteada mano.

— ¿No quieres seguir descansando? —sonrió y acarició levemente mi mano, me sentí aprisionado, su mirada era cordial pero me atemorizaba— no debes de temerme, estoy aquí para ayudarte, Tatsuya.

Quité bruscamente mi mano de aquel sujeto, no miré su rostro y sólo cerré los ojos. No sabía qué sucedía, el porqué no estaba muerto y quién era él, tenía miedo, pero mi curiosidad era más vivaz ante mis insanos pensamientos.

— ¿Quién eres? —mi voz salió inaudible, él aún sonreía, mi cuerpo temblaba y me sentí mucho más inferior.

—Izuki, Izuki Shun, hmn —noté su incomodidad, balbuceó unos minutos y sonrió nuevamente.

« ¿No se cansa de sonreír?»; pregunté entre pensamientos.

Aquella noche fue más apacible, no conseguí contar la cantidad de medicamentos que consumía por mi salud, no pregunté quién me salvó o cómo conseguí obtener empatía ajena, todo se nublaba al volver a la rutina de inyecciones, mareos, alucinaciones, ingerir comida desabrida y volver a dormir para iniciar un día exactamente igual.

Rayaba los días del mes Agosto, odiaba septiembre y diciembre me hacía llorar. Shun me visitaba constantemente mientras yo estaba en mis cursos de primaria particular, él era muy hablador y no entendía su humor, aquellos trabalenguas aún no conseguía hacerlos y él sólo sonreía ante tales opiniones de mi parte.

Pasó un año, y entré en un proceso exasperante, no entendía ciertas materias y mi cuerpo decaía entre fiebres agobiantes, la mirada de Shun dejó de asustarme, a pesar de nunca haber formado una conversación decente lo consideraba agradable. Según mi psicóloga debía evitar mi dependencia hacía él, pero siempre conseguía alguna excusa para tenerlo en frente mío con su incomparable risillas y malos chistes.

Pero un día él me relató algo que me provocó un desasosiego, no lo miré al rostro por una semana.

—Quizás no deba decirte esto tan rápido, María, tu psicóloga me ha dicho que… —tosió, limpió su rostro tenuemente sudado y prosiguió— has avanzado mucho, las dosis de calmantes ha reducido y tu alimentación ha mejorado.

Sentí nervios, mi estómago se apretó inconscientemente. Solo asentí.

—Soy tú tío, Tatsuya. Quizás nuestros apellidos no coincidan, y es bastante factible a pesar de que nuestra familia hizo lo posible para evitar la noticia de tu nacimiento.

Volví a asentir, quería vomitar.

—Tú madre se arrepintió de todo, pero nuestros padres no tuvieron otra opción que esposarla con otro hombre. Nunca me relacioné mucho con ella, más bien la despreciaba, pero, cumplí su último pedido y no simplemente fue un deseo de ella, yo nunca quise que todo sucediera así, independiente te busqué y fui desheredado en el proceso.

Mi cuerpo temblaba, él no lo notó, pero mis ojos ardían.

—Tú madre se suicidó en frente de todos en una audiencia mientras estabas en coma. No lo soportó más y se llevó consigo la culpa de todos. Yo fui quien, te buscó…y cuando te encontré no supe que hacer, ahora mismo quiero volver a…

No lo soporté más y vomité, mi cuerpo débil cayó al suelo mientras mi estómago se deshacía de lo poco que consumía al día. Él sostuvo mi cuerpo con delicadeza pero mi psicóloga entró junto a mi doctor estrepitosamente, lo separaron de mí y me recostaron. Escuché gritos y cerré mis ojos.

No he vuelto a verlo desde ese día. 


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