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Show Me How I Can Fly por Sly_D_Cooper

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes de Air Gear no me pertecen a mí sino a Oh! Great, este one-shot va sin ánimo de lucro, sólo para divertir y entretener al público. Otra de las advertencias es que hay un gran uso de lenguaje vulgar, aquellos sensibles absténganse de leerlo.


Aviso de que Akito y Agito son personas independientes el uno del otro, pero que ambos viven en la casa de los Noyamano donde Ikki ha estado toda su vida junto a las tres dueñas :V, que menudas señoras dueñas. Para aquellos que no conozcan el anime/manga, se los recomiendo, es muy bueno (el manga mucho mejor que el anime, porque con el anime han hecho lo que les han dado la gana pero está bastante bien a pesar de todo XD).


La canción usada en este One-shot es la siguiente:


Devin Townsend - Feather

Desde que entré y formé parte del Kogarasumaru… Supe que algo sucedía conmigo. Y no me equivoqué. Al principio, quise ignorarlo, quise no darle importancia, ni siquiera cuando Akito, mi hermano gemelo, me lo recordaba. Era algo de lo que no quería hablar con nadie, pero con el tiempo no evité volver a darle vueltas… Hasta que llegó uno en específico. Hasta el día en que lo vi volar más alto, a él… Al estúpido de Ikki. Jamás me olvidaría de esa sensación, la que sentí.

Aquél día yo le vi volar… Y me di cuenta de algo.

Mientras él volaba… Yo permanecía anclado en la tierra… Y desde entonces, quise algo que para mí resultaba imposible. Yo quise saber… ¿Cómo podría volar? Sentía envidia de Ikki, de ese cuervecito que iba de aquí para allá… Un cuervecito que al principio, aunque era el líder del equipo era el peor de sus integrantes. Un cuervecito que batía sus alas, y levantaba pequeñas corrientes de aire. Pero a medida que fueron pasando los minutos, las horas, las semanas… En cuestión de dos meses… Ese cuervecito había crecido… Se había convertido en un pájaro de enormes alas, que, aunque oscuras por ser el cuervo el que lo representara… Eran las alas más grandes que jamás había podido llegar a ver en toda mi vida como stomrider.

Me enamoré, de esas alas. Inconscientemente, me enamoré de ellas. Y quise tener unas así.

Pero no podía ser. Yo no era un pájaro. Yo… Era un tiburón que nadaba en el fondo de un pozo. Sin salida, sin libertad, sin destino… Atrapado, resignado. No tenía un sueño por el cual luchar, ya habíamos enfrentado a Behemoth… A Akira Udo, y volví a obtener la Regalía del Colmillo, convirtiéndome en el Rey del Camino Sangriento. Yo no tenía alas, yo tenía fauces… Las fauces de un tiburón que devoraba y destrozaba a sus presas. Aunque… Desde que Akito y yo pasamos a vivir en casa de Ikki… No dejé de pensar en ello, en darle vueltas.

Era increíble poder verle volar tan alto, me estremecía, mi piel se erizaba con sólo verle extender sus alas para surcar con ellas ese inmenso cielo, que lo hacía libre. Ikki se había vuelto un pájaro libre… Se había vuelto el señor de los cielos, no literalmente pero… Uno se daba cuenta de cuán ligado estaba a él porque… Este tipo, siempre había estado mirándolo, queriéndolo alcanzar… Hasta conseguirlo. Cada vez que le miraba saltar, era siempre un espectáculo para mí. Ikki, era el mejor stomrider del mundo en saltos, superando el récord de Sora Takeuchi en treinta y cuatro metros con cinco. Ikki lo rompió con treinta y cinco con seis. Ese día, fue inolvidable para mí.

Me alejé de ellos, para tener mi tiempo, mi espacio. Necesitaba pensar, y ordenar estos extraños pensamientos y sentimientos pero… Con un poco de paciencia, quise imitarle a él, a Ikki. Lucía, para mí… Como alguien a quien no podía alcanzar incluso cuando me extendía su mano para ir a su lado, para estar a su lado. Independientemente de que nuestra amistad se había vuelto muy estrecha según Akito… Yo sentía como si algo importante nos separase a Ikki y a mí, un muro… Una barrera llamada libertad.

Era común, para mí, estar sentado en el suelo y verle a él de repente saltar desde las alturas, y volar con los Air Treck. Me encantaba observarle, no lo negaba pero en el fondo deseaba poder hacer lo mismo, poder acompañarle… Dejar de estar anclado a la tierra, dejar de sentirla, y permitir que el viento formara parte de mi vida tal y como lo hacía con Ikki. Pero era imposible porque…

A ese chico lo quería el cielo.

- ¡Eeeh! ¡Eeeeh! ¡EEEEEEEEEEEEH! – Reaccioné cuando me di cuenta que estaba tumbado en la azotea y me había perdido en mis pensamientos. Vi que Ikki estaba de pie, pero mirándome con las manos en su cadera.
- ¿Qué coño te pasa? – Pregunté sin cuidar ni un ápice mi brusca forma de hablar.
- Me estabas ignorando y no me hacías caso. Últimamente estás muy raro, tiburón. – Moví mis cejas en reacción a ese “mote”. - ¿Hay algo que no me hayas contado?
- … - Suspiré y le di la espalda. – Eres una puta molestia, vete a joder a otra parte.
- ¡¿EEEH?! ¡¿De qué vas, enano de mierda?! – Se molestó, por su tono de voz pero poco me importó.

Entonces me le quedé mirando de reojo, viendo su expresión… Inconscientemente no me daba cuenta pero me perdía entre esos ojos marrones tan suaves. Me gustaba la mirada de Ikki, siempre luciendo amable y limpia… ¿Qué me pasaba, exactamente?

Alcé las cejas cuando vi que Ikki me extendía su mano y me mostraba su sonrisa. Puede que yo fuera muy agresivo, y tal vez no confiara fácilmente en los demás, pero… Sin lugar a dudas, Ikki era la persona que mejor me conocía y yo lo sabía perfectamente por más que me costara admitirlo. Habíamos pasado mucho tiempo juntos, en mutua compañía, habíamos vivido básicamente de todo podría decirse… Ikki sabía cosas de mí que otros simplemente ignoraban. Mantuve mi vista, sobre él. Me giré, para verle mejor y era curioso…

Ikki tenía el cielo justo encima… Observarle así, esta imagen de él… Mi cerebro me hacía imaginar que es como si este cuervo, como si este pajarito me quisiera llevar lejos, y mostrarme su mundo… Ese mundo de luz que yo desconocía, por ser un tiburón que nadaba en círculos atrapado en el fondo del pozo, en aguas oscuras, esperando la caída de sus víctimas para matarlas, y destrozarlas con mis fauces, con mis colmillos.

Lentamente, extendí mi mano, sin dejar de mirarle… Sin que me diera cuenta… Mis ojos mostraron mi vulnerabilidad emocional, como sin necesidad de decirle nada, le estuviera pidiendo algo… No sé el qué, pero… Quería estar cerca de él, quería descubrir su mundo, quería… Conocer el cielo. Deseaba cambiar mis colmillos por alas, y hacerme más cercano a él.

- Estás actuando extraño, Agito. ¿De verdad estás bien? – Le escuché, mientras sentí el contacto de su piel con la mía. Las manos de Ikki eran inmensamente cálidas, cada vez que las tocaba, me daba la impresión de que es como si su sangre pareciera hervir desde dentro.
- Cuervo. – Susurré, pero fue sólo eso… Un susurro.

Se me quedó mirando, y noté su desconcierto. Mi mano derecha se movió sola, hacia su mejilla, y sin apartar mis ojos dorados sobre los suyos. Mis ojos lucían mucho más fríos y amenazantes por tener las pupilas en vertical; mi dentadura parecía afilada, y me daba un aspecto “peligroso”. Para muchos era alguien distante y poco compasivo pero…

¿Cómo era yo, ante los ojos de este pájaro?

- Empiezas a preocuparme. – Me dijo Ikki, tirando de mí para obligarme a levantarme así que lo hice. – Venga, que como sigamos aquí y lleguemos tarde, nos enviarán a dirección y entonces sí que la habremos hecho buena. – Decía mientras se alejaba de mí tras soltarme pero caminé hacia él y le cogí de la chaqueta del uniforme escolar, para detenerle.
- Espera. No te vayas.
- ¿Pero qué di…? – Se giró para mirarme, pero se calló. - … ¿Qué pasa, Agito? – Me preguntó, y sentí sus manos en mis hombros, yo sólo bajé la mirada, que se ocultó gracias a mi flequillo. – Llevas un tiempo que te comportas de una manera impropia de ti, ¿Acaso te está sucediendo algo? ¿Alguien te está molestando? ¡Si es así entonces dímelo y…!
- Sabes que si fuera así ya me habría cargado a los hijos de puta que se hubieran atrevido. – Le interrumpí, para que no comenzara con sus aires de “míster héroe salvador”. – No soy débil.
- ¿Entonces? ¿Qué te pasa? Sabes que puedes contármelo, ¿Verdad?
- … - No respondí. – Sólo… Necesito pedirte algo.
- ¿Eh? ¿Qué es? – Se encaró más a mí para poder mirarme. – Vamos, no puedo saber qué tienes si te pasas el tiempo ocultándome tus ojos, sabes que no me gusta. – Me cogió del rostro con una mano para apartarme el pelo.
- ¡¡Quita!! ¡Para! – Quise detenerle pero no pude hacer nada. Me ponía nervioso. No estaba adaptado a que alguien estuviera tan y tan cerca; la sola proximidad de Ikki aceleraba mi pulso cardíaco y me alteraba.
- Vamos, ¿Qué pasa? Usualmente a ti no te importan esta clase de cosas. – Me dijo. - ¿Será que no te encuentras bien?
- Cuervo. – Le llamé. – Necesito… - Tragué saliva, cerré los ojos y negué con la cabeza. Me costaba mucho abrirme con alguien por más cercano que fuera a mí. Nunca me había abierto a nadie que no fuera Akito, me daba miedo. – Muéstrame… - Susurré. – Muéstrame… Enséñame cómo puedo volar, cómo puedo volar por el cielo. – Le miré, y vi la sorpresa en su rostro. – Yo… - Entrecerré la mirada y la desvié. – No sé por qué pero… Llevo mucho sintiéndolo y pensándolo… Quiero… Sentir el viento, y descubrir ese cielo que tú ves.
- Agito… - Susurró, entonces, me pilló desprevenido cuando me abrazó…

Me estaba… Me estaba abrazando… ¿Era enserio?

Me quedé con los ojos bien abiertos, estático, con los brazos inmóviles. Era la primera vez que me abrazaban… Sí, sonaba ridículo, pero era la primera vez que me abrazaban. Ni siquiera antes se lo permití a Akito, porque no me gustaban, porque lo consideraba una “cursilada”, una “tontería” para estúpidos. Pero… Ahora… No negaba que… Que se sentía bien. Era… Agradable. Por eso, poco a poco, fui cerrando la mirada y cogiéndome a Ikki, un tanto inseguro por no saber demasiado cómo se abrazaba a alguien.

Incluso las caricias que él me dio en la espalda, como si me estuviera consolando, o dándome ánimos, o fuerza, o diciéndome que estaba a mi lado… ¿Por qué eso parecía llegar tan dentro de mí? Era tan… Tan extraño pero… Me sentía feliz, y era raro para mí.

- Creí que ya te había enseñado el cielo, Agito. – Oí su voz. - ¿No ha sido suficiente para ti?
- No es eso… - Murmuré, deseando desde lo más profundo de mi ser que este momento no terminara nunca. – Pero… Yo tengo colmillos… Yo no tengo alas, no puedo volar… Y quiero hacerlo, cuervo. Yo quiero volar… Y es imposible.
- No es imposible. Aún puedes hacerlo si de verdad lo deseas. – Me respondió y abrí sorprendido mis ojos. – No importa si eres un tiburoncete. Todos podemos obtener unas alas de vuelta, es cuestión de admitir que lo necesitamos y que requerimos ayuda. Dime, Agito… ¿Tú quieres esa ayuda?
- … - Entrecerré la mirada, y me cogí con fuerza a él, asintiendo levemente. – Sí… La quiero.
- Entonces… - Ikki me separó de él para mirarme directamente tras inclinarse un poco hacia mí para verme mejor. Otra vez esa sonrisa tan… Tan llena de libertad. Es como si en esos ojos castaños pudiera ver el viento soplar en ellos. Era una sensación increíble…

No, lo increíble era que este imbécil de la vida se había convertido en la auténtica y verdadera representación de su elemento… Del aire… Del cielo, y de la esencia de ser libre.

- Yo te la daré. – Escuché. – No te preocupes, ¿De acuerdo? – Puso su mano encima de mi cabeza, despeinando mi cabello azul. – Te prometo que volarás, no te dejaré solo.

Ikki me cogió de la mano, a lo cual le reproché pero, verle tan feliz me hizo guardar silencio. No entendía qué me pasaba pero… Era la primera vez en mucho tiempo que realmente sentía que mi pecho se llenaba de tanta calidez. Tenía la sensación de que es como si pudiera llegar a hacer cualquier cosa, sólo por Ikki, como si le fuera a apoyar incondicionalmente, incluso si llegaba el momento o el día en que todo se torcía entre nosotros. Realmente no me importaría…

Mientras nos dirigíamos a clase, no dejé de mirarle e inconscientemente… Estreché su mano. No pude ver cómo sonreía, porque no me miró. No se giró a mirarme. En el aula, las horas transcurrieron y estuve mirando la mesa, pensativamente. Quería averiguar qué me ocurría, quería saber qué era lo que sentía… Quería entender mis reacciones con Ikki, el por qué sólo me sucedía con él… Y el por qué mis ojos parecían verle de una manera ligeramente distinta al resto. Akito me dijo que lo mío se llamaba “amor”, que se llamaba “estar enamorado”, pero no sabía qué era eso… Pero suponía que no era nada malo.

Mi vista se movió hacia el pajarito, que estaba echando la mona. Era una costumbre que tenía este vago de mierda, un mal hábito y lo más flipante es que los profesores ni se molestaban en regañarle. A mí me importaba un mojón pero bueno… No es como si este retrasado fuera un alumno brillante. Incluso Akito, era mejor que él. Las clases terminaron e Ikki continuaba dormido. Ringo quiso despertarlo pero sin éxito. Me acerqué a ella, viendo el panorama.

- Espera. – Le dije a Ringo, mientras ponía mi mochila sobre una mesa y sacaba una libreta. – Verás que con esto: se despierta.
- Agito… No me parece una buena idea. – Sonrió nerviosa.
- Nah, tranquila, como mucho le voy a quitar unas pocas neuronas de más pero no habrán demasiados cambios. Este jodido estúpido de mierda en lugar de neuronas en el cerebro lo que tiene son “air tre-neuronas” – sí, el peor chiste de mi vida, pero no era un comediante afortunadamente.
- Bueno es cierto que está todo el día pensando en air treck y esas cosas pero… Usar un cuaderno para despertarle… No sé yo pero me parece muy bestia…
- Nah, no hay razón para preocuparse. – Alcé los brazos, preparándome. – Si pasa algo malo, le preparamos una lápida y listo. – Comenté mientras Ringo llevó su mano a la cara por mi “humor negro”. - ¡¡DESPIERTA MALDITO CAPULLO “AGILIPOLLAO”!! – Le golpeé con la libreta.
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAY! – Fue el grito de Ikki, que se llevó las manos a la cabeza. - ¡¿POR QUÉ HAS HECHO ESO, EEEH?! – Se levantó, encarándose a mí. - ¡TE HE DICHO MILES DE VECES QUE LAS LIBRETAS NO SON DESPERTADORES PERSONALES, GUSANO GILIPOLLAS!
- No es culpa mía que te quedes dormido y no haya manera de despertarte, “so’capullo”.
- ¡¿A quién le estás llamando capullo?! – Me amenazó con una “aterradora” mirada –más bien imitación barata de dicha expresión-.
- Es evidente a quién se lo estoy llamando. – Hice una mueca desagradable mientras seguía observándole. – A un subnormal de mierda llamado Ikki Minami.
- ¡¿Cómo te…?!
- Venga, ya es suficiente. – Intervino Ringo. – Tenemos que volver a casa, si no ya sabéis lo enfadada que se pondrán Rika y las chicas. – Se refirió a Mikan y a Ume.

Yo asentí a las palabras de la chica pero ni Ikki ni yo dejamos de asesinarnos con los ojos, como si realmente fuéramos a matarnos con sólo observarnos el uno al otro. Yo puse mis manos en mis bolsillos e Ikki tras su adolorida cabeza, que aún se tocaba.

- Esta me la pagas, enano cabrón.
- Jejeje… Conozco algo más enano que yo. – Me reí.
- ¡¡OOOYE!! – Me gritó al saber a qué me refería mientras Ringo se ponía roja y se alejaba de nosotros por el numerito. - ¡¡LO “MÍO” NO ES ENANO!!
- Claro… Como si fuera a olvidarlo. – Me reí. – Es una salchichilla.
- ¡¡AGITO!! – Me gritó Ikki. - ¡¡OOH MIERDA!! ¡TÚ SIEMPRE ATACÁNDOME DE ESAS FORMAS! ¡PUTO PERVERTIDO!
- Aquí el pervertido eres tú, te recuerdo que cuando me conociste fue cuando te desnudaste vete a saber por qué.
- Porque siempre que sale de viaje, le entran ganas de cagar y no le queda de otra que hacer las payasadas que hizo esa vez. – Explicó Ringo, que estaba como un semáforo en rojo.
- ¡¡Pero eso no es mi culpa!! – Quiso defenderse Ikki.
- Admítelo, eres un lascivo.
- ¡¡CLARO QUE NO!!
- ¿Seguro? No sé si creerte.
- Por Dios… ¡¿Queréis dejarlo ya?! – Nos casi gritó Ringo. - ¡Estáis haciendo el ridículo en medio de la calle con vuestras guarrerías! ¡Discutid eso en casa!

Yo me tronché de risa mientras Ikki renegaba y renegaba. Cuando llegamos a casa, regañaron a Ikki con golpes brutales, una costumbre común ya en su casa y a lo que él estaba completamente adaptado. No por algo llegó a decirme que las mujeres de la casa debían de enfadarse con su persona por lo menos “dos veces” al día. Yo prefería no provocarlas, no quería morir tan pronto y menos a manos de la ex reina del Sendero de Espinas: Rika Noyamano.

Poco más de media hora, comenzamos a comer. Aunque básicamente esto era una batalla por la comida. Yo por eso siempre comía, un poco más apartado, para evitarme riesgos innecesarios. Aunque a mí no solían molestarme mucho y a Akito tampoco, aunque él a veces participaba en estas tonterías. Pero qué le íbamos a hacer… Akito a diferencia de mí era otro niño pequeño entre una chica de mala ostia y un retrasado mental –sí, realmente me importaba poco insultarlos tanto, que se jodan-.

Terminamos así que decidí salir y darme una vuelta para tener mi propio espacio. Mis emociones me tenían confundido desde hacía un buen tiempo. Akito ya me contó que era porque estaba pasando por una transición importante pero… No sabía a ciencia cierta si tendría razón, pero no negaba que en parte sería así. Y me alteraba realmente rápido en presencia de Ikki, especialmente cuando él estaba tan cerca de mí, como antes en la azotea. Acaricié mis brazos, teniendo la sensación de su cuerpo pegado al mío, de sentirme estrechado entre los suyos… Aún podía sentir sus caricias en mi espalda…

Me moría por poderlo sentir de nuevo, y de verdad.

- ¡¡Mierda!! ¡¿Qué cojones estoy pensando?! ¡Mierda, mierda! – Me daba cabezazos contra la pared más cercana, haciéndome daño pero me importó un mojón.

Decidí distraerme yendo de aquí para allá, casi sin detenerme, sin prestar atención al dolor de mi cabeza, y ahora de mis pies por la fatiga. No me había recuperado del todo de la batalla que tuvimos hace un poco de tiempo atrás contra Behemoth, el equipo que fundó Akira para proteger a muchos stomriders. La verdad, aún pensaba en toda esa pelea… En el tremendo follón que hubo antes y después, el espectáculo que montó Ikki, aunque era gracias a él que había vuelto a ser el Rey del Colmillo y que había obtenido de vuelta la Regalía del Colmillo.

Lo admitía… Akira siempre fue mucho más poderoso que yo, por eso necesité la ayuda de Ikki… Era imposible para mí el haber intentado medirme con Akira por mí mismo. Resistí, claro que sí porque del equipo Kogarasumaru al que ahora pertenecía, yo era el más fuerte porque ya tenía experiencia. Por eso soporté una lucha “solitaria” con Akira hasta que Ikki petó las paredes de la sala colindante por engañar a Hammer, su rival, y luchamos juntos codo con codo. Recuerdo que, en esos instantes, fue la primera vez que me di cuenta que alguien estaba a mi lado, ofreciéndome su ayuda.

Sentí conexión con Ikki, en verdad me sentí vinculado a él. Y… Seguro que para ese retrasado, era lo mismo… Habría sentido lo mismo, tal vez.

Cuando se hizo de noche, regresé a casa y me regañaron porque llegué un poco tarde. Incluso Akito se había preocupado un poco. Me dieron algo para que comiera, me duché y me fui al cuarto que compartía con Ikki. Akito se quedaba jugando a la videoconsola con Mikan, los dos eran unos viciados brutales, y yo pasaba de ellos, que hicieran lo que quisieran. La habitación estaba solitaria porque Ikki había ido a darse un baño relajante después de yo salir de una ducha rápida. Me senté en la orilla de la cama de ese subnormal, y miré la almohada. Sentía mi cuerpo cansado, y algo de dolor en las piernas por las secuelas que aún tenía de la batalla contra Akira. Mi clavícula derecha era lo único que se había recuperado bien.

Me tumbé, cerrando los ojos y tratando de sentirme mejor. Entonces, pude percibir el olor de Ikki. Entreabrí la mirada, al reconocerlo. Parecía un idiota… Un cursi de mierda por empezar a apreciar estas cosas, por el hecho de admitir mentalmente que me gustaba. Ese maldito capullo asqueroso… ¡¿Qué demonios hacía conmigo que me tenía loco?! ¡Maldita sea! ¡Le iba a destrozar!

- ¿Agito? – Entonces le escuché, yo sólo creí que era una ilusión mía y no presté atención. – Hey tiburoncete. – Oí sus pasos y “regresé” a la realidad. Miré a Ikki, que se había sentado, mirándome. – Luces mal, ¿Te sient…?
- Cállate… - Le susurré, tapándole la boca con mi mano cuando me incorporé. Entonces me acerqué, pegando mi frente a su pecho y dejando libre a Ikki, rozando sus labios con mis dedos. Sentí su mano en mi cabeza. – Sé que no soy la mejor persona del mundo pero… - Dije, haciendo una pausa.
- ¿Pero qué dices? Eres un bueno para nada. – Se rió.
- Ah… - Suspiré. – Entonces… Déjame ser un bueno para nada justo así. – Le pedí, acercándome a él para sentir la calidez de su cuerpo.
- Vamos, sea lo que sea, no te preocupes. – Le escuché decir. – Todos estamos contigo, y yo como el que más. – Sentí sus caricias en mi espalda, y me gustó. – Porque después de todo soy el único que puede mostrarte el cielo y enseñarte cómo volar, ¿No es así? – Asentí.
- Yo quiero volar. – Dije y le miré de frente. – Realmente quiero conocer ese mundo de luz del que tú disfrutas.
- Pronto podrás hacerlo tú también. – Me sonrió, y se acercó a mí. – Oye, Agito. – Me llamó y sentí cómo mi pulso se aceleraba. – Te quiero. – Me susurró y no pude responder porque me besó.

Me quedé… Perplejo.

Sin embargo… La repetición de sus besos empezaba a hacerme reaccionar, y a provocarme algo raro dentro de mí. Sin saber muy bien por qué pero, le correspondí aunque ninguno de los dos éramos expertos en la materia, improvisábamos y se hacía divertido. Dejé que Ikki me estrechara con fuerza entre sus brazos y me pegara a su cuerpo. Yo empezaba a embriagarme, de él, completamente. Me sentía bien, acelerado, pero bien.

Me gustaban sus labios, su lengua… El contacto con su piel. Supongo que Akito tenía razón y… Y esto era amor, y que yo estaba enamorado. Pero sólo deseaba seguir y dejar que este pájaro me envolviera con sus alas, que me hiciera sentir el cielo, el viento… Y que me grabase muy bien ese sentimiento y esa sensación en mí. Que me enseñara a volar… Que me enseñara cómo podía volar, pero volar a su lado… Para permanecer con él, aunque yo no fuera la mejor persona del mundo.

Yo también quería tener alas… Yo también quería volar.

THE END

Notas finales:

Espero que os haya gustado. ¡Gracias por leer y/o comentar!


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