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The Awakening Of The Gryphon por Sly_D_Cooper

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Notas del fanfic:

Este escrito ha sido escrito bajo la inspiración dada gracias a la canción de Dark Horse de Katy Perry.


NOTA: Para diferenciar a Sora de Minos, Minos es puesto con la letra cursiva al menos mientras permanece en el interior de Sora como "segunda personalidad".

Hacía tiempo que lo sabía... Desde los diez años fui consciente de ello. No lo hice por voluntad, mis emociones dieron paso a ese ser, le dieron su origen y él nació de mis más negativos sentimientos. Me consideraba alguien simple, un mago débil que controlaba a duras penas la electricidad… Y sin embargo, a veces me cuestionaba: ¿Era parecido a un dios por haber creado a una criatura cuya forma desconocía porque compartíamos el mismo cuerpo? No, claro que no era un dios. Ni mucho menos. Sólo era un chico estúpido que quiso huir de sus problemas y la solución se presentó sola en mi corazón…

Minos. Él era una entidad viva en mi interior. Éramos dos almas en un mismo cuerpo. Minos y yo… Si lo comparaba es como mirarnos a un espejo y estar en dos caras distintas. Él era “malo”, yo era el “bueno”. Dos polos totalmente opuestos, antagónicos… Pero era gracias a su persona que yo pude seguir adelante. Mi padre era un ser violento, mi madre me abandonó a mi suerte con este hombre con el que desde entonces no paré de sufrir maltratos. A veces me sentía tan desgraciado que prefería morir. Más cuando Minos apareció por primera vez… Todo mejoró. Se hizo pasar por mí y supo adaptarse perfectamente a la “educación” de mi padre. Minos sólo aprendió a ser una “mala” persona.

Me sentía incapaz de negar que fuera egoísta. Porque ahora no era yo, era él. Era Minos. Yo di paso a su existencia y creo que a modo de “agradecimiento”, Minos cambió mi vida para siempre. Mi padre ya no me trataba tan mal, algo que se debía sólo porque Minos hacía lo que ese hombre quería: matar a la gente, conseguir dinero, información… Esas cosas. Mi progenitor era ambicioso, un avaricioso… Y a Minos no parecía importarle. Nada le interesaba, sólo mi bienestar. Era extraño…

Él… Era violento y agresivo por naturaleza, algunas veces ni yo mismo me salvé de sus palabras mal sonantes, las que yo tanto odiaba que usase. Quedaba feo hablar así de grosero… Pero de lo que pude darme cuenta es que, como yo fui quien creó a Minos a raíz de mis negativas emociones… Él no distinguía entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Minos sólo vivía el día a día, ni siquiera le afectaba asesinar a otras personas. En ocasiones le preguntaba qué sentía pero su única respuesta fue nada. Y, ¿Para qué me sorprendía? Minos… Su origen estaba en mi lado negativo. Él representaba mi lado más oscuro y él vivía en ese lugar espantoso de mi alma y mi corazón.

Mientras yo me encontrase bien, entonces era suficiente para Minos. Y eso… Me entristecía enormemente. Lo que yo no deseaba era ser una carga para Minos. Sé que él ha hecho cosas brutales, sé que ha cometido múltiples asesinatos, que ha derramado la sangre de muchos sólo porque mi padre así se lo pide, porque ese hombre no es capaz de distinguirnos… No sabe que no soy yo, que es otra persona… Aunque… ¿Minos podía considerarse un ser humano? ¿Qué era Minos exactamente? No lo sabía con seguridad pero… A pesar de su horrible actitud y su pésimo carácter, yo confiaba en que Minos no era del todo malvado. Él es… Una criatura nacida a partir de mis emociones oscuras, comparto mi cuerpo con él y aunque no siempre puedo tener contacto con él a través de mi mente… Sé que Minos sólo se halla ahí para protegerme.

Al menos eso fue lo que me dijo: que sólo nació para velar por mí, era su Creador pero… Me sentía fatal porque aunque no quería yo… No podía evitar darme cuenta que me enorgullecía de ello… Haber creado a otro ser sin darme cuenta. Pero… Si lo analizaba bien… El hecho de que Minos me defendiera con colmillos y garras, ¿No era una prueba más que suficiente de que no podía ser tan malvado? Es cierto que es… Cerrado y complicado de entender pero, yo sé que tiene su corazón. Sólo… Sólo se necesita de tiempo y paciencia para conocerlo y aguantarlo, Minos es alguien que no sabe muchas cosas, no conoce bien el mundo exterior. Sólo actúa por mí, para ocupar mi lugar y ahorrarme un sufrimiento innecesario.

Le he obligado a cargar con algo que no le corresponde… Y a dejarle convivir con un hombre que sí tiene negro el corazón.

La sensación… No, el sentimiento que tenía hacia Minos era completamente distinto al de todos los que albergaba dentro. Minos… Me daba paz y tranquilidad, él se calmaba mientras yo estuviera bien, era muy celoso en el sentido de protegerme con tanta pasión y tanta fuerza. A diferencia de mi madre o de mi padre o de cualquier otra persona… Minos jamás me traicionó. Siempre que pasaba cualquier cosa, aparecía y ocupaba mi lugar sólo para ponerme a salvo. Yo… Era consciente que Minos es más fuerte que yo, mucho más. Puede que él sólo sea un espíritu pero, cuando ocupa mi cuerpo puedo sentir su inhumana fuerza física y un poder místico que guarda en su interior.

Y eso me llevó a confirmar que Minos… No era un ser humano, al menos, no uno ordinario. Es cierto que la primera vez que apareció, me asusté muchísimo. Le tuve un pánico espantoso, por no darme cuenta de lo que pasaba, por no conocerlo, por creer que me destruiría desde dentro… Al inicio nos costó muchísimo adaptarnos el uno al otro, y lo que es peor: cogernos confianza fue el paso más complicado por lo opuestos que éramos. No obstante, teníamos algo en común: los dos nos necesitábamos. Yo requería de su ayuda para el tema con mi padre, y él para seguir existiendo.

Cuando Minos me lo explicó, fue cuando lo comprendí. Al haber sido yo su Creador, estábamos estrechamente ligados. Yo era la fuerza vital que le mantenía con vida… Si yo moría, aunque mi cuerpo quedara libre de mi alma, Minos no podría ocuparlo. Él era una parte de mí y por eso, si yo desaparecía, entonces su vida dejaría de tener sentido y pasaría por el mismo destino. Lo más curioso es que a la inversa también sucedía. Y eso me llevó a lo siguiente: simbiosis. Los seres simbióticos se necesitaban mutuamente para sobrevivir y pensándolo, creo que eso se aplicaba en nosotros. Como Minos era la personificación de mi lado oscuro, una parte de mi alma estaba en su interior y si ésa desaparecía ocurriría lo mismo que acababa de explicar.

Por eso, cuando comprendí cuán unidos yacíamos, fue el momento en el cual decidí tener una buena relación con Minos. Puede que él no me aceptara pero con el tiempo cedió… Sintió lo mismo que yo hacia su persona y decidimos cooperar juntos, como un equipo. A partir de entonces, nunca dejé de sorprenderme con cada cosa que conocía de Minos… Fue como un viaje en una montaña rusa, un subir y bajar a velocidades vertiginosas. Puede que Minos ignorase toda clase de conocimientos sin embargo, sus emociones eran intensas, y su personalidad… Era muy potente. Y algunas veces le tenía envidia…

Minos era de los que si tenían algo que decirte te lo escupirían directamente a la cara. No reparaba en si ofendería o no. A él le faltaba… Eh… Un sentimiento más humano, porque básicamente no actuaba como uno, a veces sus costumbres me eran muy bárbaras… Matar por diversión, usar a los demás como marionetas… Sus hábitos eran espantosos, era un sujeto peligroso, lo sabía perfectamente. He tenido tiempo de sobras para conocer de pasada sus habilidades y he llegado a la conclusión que algo en él no me encajaba…

Minos no era un simple humano, actuaba más como una bestia feroz. Arremetía contra cualquiera, especialmente cuando yo tenía algo que ver… Aún recuerdo cuando en la aldea, unos matones se metieron conmigo y me dieron una buena tusa de palos… Cuando me recuperé, Minos entró en cólera, ocupó mi cuerpo y acabó matando a ese grupo de siete chicos… En esos instantes fue cuando pude ver que la ira de Minos podía ser extremadamente mortal. Esa fuerza tan descomunal que tenía, esa poca humanidad hacia los demás, su orgullo por no reconocer que realmente me apreciaba, ese instinto de matar a tus presas… Me recordaba a una bestia y al mismo tiempo me hacía imaginar que es como si él fuera un dios reencarnado… El dios de la guerra Athas.

A pesar de que Minos tenía muchos defectos, aunque era –y siento decir esto- un completo ignorante, un bruto y un bocazas, había visto muchas veces que yo de verdad le importaba. No me lo decía con palabras pero sí me lo demostraba. Y eso… Me hacía sentir tan y tan feliz… ¿Cómo alguien tan opuesto a mí podía tener semejante vínculo conmigo? ¿Cómo era capaz de ser tan oscuro y tan cálido al mismo tiempo? Minos era alguien… Insólito, a quien yo no sabía describir. Era un sujeto extraño, muy extraño. Es como encontrarte una de las siete joyas más raras del mundo…

Y con el tiempo fue inevitable el hecho de ir queriéndole cada día un poquito más, un poquito más. No buscaba que Minos me dijera algo agradable, él a… “Su manera” ya lo hacía. El uso de las palabras no era precisamente su punto fuerte, a Minos no le gustaba ser comunicativo pero cuando se molestaba por algo, la fuerza se le iba muchas veces por la boca. Era un necio que impulsivamente perdía la cabeza para acabar tirado en el suelo. Algunas veces llegué a creer firmemente en que Minos era un loco de la vida. Pero admití que ese pensamiento fue erróneo. Totalmente.

Lo que nos diferenciaba especialmente a él y a mí, es que Minos no conocía el miedo, de ahí a que fuera tan atrevido con cosas que muchos se pensarían dos veces y más. Minos se esforzaba por aprender, yo lo veía así como su frustración por no entender las cosas. Al compartir el mismo cuerpo, en ocasiones podía sentir lo que llevaba dentro de su corazón. Me percaté que aunque Minos nació de mi lado oscuro, poco a poco se iba desarrollando como persona, lentamente crecía en él lo que se conocía por “buenos sentimientos”. Minos maduraba, intentaba ser más listo que el día anterior. Ese afán por adquirir conocimientos me sorprendía siempre. Pero comprendí que no era más que por frustración.

Minos sólo era un ser que habitaba en mi interior, me protegía y velaba por mí. Al nacer como tal, no sabía nada del mundo, ni de emociones, ni del significado de las cosas. Por eso cuando ocupaba mi cuerpo le enseñaba a leer, a escribir, a usar los cubiertos, a pronunciar ciertas palabras y a mostrarle el significado de otras. Poco a poco, si me lo permitía, también le explicaba sobre el corazón de los humanos. Durante esa época, admito que es como si hubiera sido su maestro. Fue divertido enseñarle a Minos, ver cómo perdía la paciencia y reírme porque tirase los libros al “quinto coño” tal y como él decía.

Yo sabía que Minos era inteligente, no había que subestimarlo sólo porque fuera un pobre inculto. Minos tenía la virtud de aprender muy rápido, lo cual me sorprendía siempre. Era un ser increíble. De hecho, actualmente nos encontrábamos viajando y en el proceso conocimos a Astronis y a su amigo Salvi, al principio les oculté de la existencia de Minos pero, por los distintos peligros por los cuales pasamos… No tuve más remedio que explicarles lo que ocurría. Les conté sobre Minos, su origen y de cómo tuvo lugar todo lo respectivo a él. Admito que sus caras atónitas aún seguían presentes en mi cabeza aunque ellos fueran mis dos mejores amigos, dos chicos que supieron aceptarme y aceptar a Minos.

Incluso aprendieron a distinguirnos, físicamente era casi imposible de no ser porque Astronis se le ocurrió la maravillosa idea de usar un parche y al tener yo heterocromía por genética, fue incluso más sencillo diferenciarnos. Mi ojo derecho era dorado, siempre tenía el izquierdo –en color violeta oscuro- cubierto por el parche, el cual se cambiaba de lado cuando Minos ocupaba el cuerpo. La verdad, fue un pensamiento muy bueno por parte de Astronis, ¿Cómo no se me ocurrió antes a mí?

Con el tiempo, Minos se adaptó a convivir con ellos dos pero con Astronis tenía más discusiones… Tantas que yo perdía la cuenta y creo que Salvi también. Minos no soportaba a Astronis y su optimismo. Así que, mientras viajábamos, nuestro objetivo pasó a ser uno del que me explicó él. Astronis propuso encontrar la manera de que Minos y yo pudiéramos separarnos y ser dos personas distintas. La verdad, no me pareció mal pero no pude evitar sentir miedo. Llevábamos tanto tiempo compartiendo un mismo cuerpo, sintiendo lo que el otro… ¿Para ser independientes? Puede que siguiéramos siendo simbióticos pero… Como que no sería lo mismo.

Era de noche y estábamos en una posada. Yacía tumbado en una cama, mientras la luz de la luna llegaba hasta mí a través de la ventana abierta. El viento jugaba con las blancas cortinas. Yo respetaba el silencio, pero no dejaba de pensar en la idea de Astronis…

¿Qué sucede? Te noto extraño. – De repente escuché la voz de Minos en mi cabeza, con su típica mala manera de dirigirse a cualquiera. Aunque conmigo era un poco más calmado, con suerte.
- Sólo pienso… - Susurré.

Astronis y Salvi ya se acostumbraron a que hablara en voz alta, porque cuando lo hacía era por hablar con Minos. Así que por eso no había ningún problema.

No me digas que estás asustado por esa mierda que te dijo el tonto del culo ese.
- ¿Para qué mentirte? Claro que lo estoy… ¿Tú no?
Yo no conozco el miedo, lo sabes. Además, piénsalo, podríamos cooperar mejor.
- ¿Dices pues que la idea de Astro te parece bien?
Ese “gilipó” me la trae floja pero debo decir que a veces sabe pensar.
- Ah, tú como siempre con los insultos.
Y tú intentando ser educado, anda no me pidas que sea así de cursi.
- No soy cursi.
No ni poco. – Le escuché reírse.
- Oye Minos. – Lo llamé. – A ti… ¿Te gustaría ser libre? – Pregunté, inseguro. Guardé silencio, esperando una respuesta que no me llegó. - ¿Minos? – Intenté a ver si me escuchaba.

Odiaba cuando Minos hacía eso… Me daba miedo, porque es como si “desapareciese” y yo me quedara solo. Me acostumbré tanto a que me protegiera que… Ya me era algo inevitable. No me imaginaba estar sin Minos.

Francamente me encantaría ser alguien independiente de ti – me sorprendí al oírle. – Así podría protegerte mucho mejor de lo que hago y no usar tu cuerpo para cualquier cosa.
- Entiendo… - Suspiré. – Entonces, ¿Estás de acuerdo con la idea de Astronis?
Por una vez en mi puta vida sí. Aunque espero que ese imbécil no se confíe, que yo vea con buenos ojos su propuesta no significa nada.
- Ya, ya. No te me alteres.
¿Por qué rayos te asusta tanto el tema?
- Llevamos mucho tiempo así, siendo dos en uno… Me sería muy extraño no oír tu voz en mi cabeza o no sentir tu presencia en mi interior.
Aaah, tus chorradas me ponen negro. ¿Por qué siempre debes ser tan pesimista?
- Tú lo eres más que yo, admítelo.
Yo soy como soy y punto. ¿Acaso prefieres que sigamos así? – Me preguntó y entrecerré los ojos. – Sora, dos almas en un mismo cuerpo no puede durar eternamente, es demasiada carga.
- Ya lo sé, créeme que lo sé pero… No le veo nada de malo que continuemos así…
Intuyo que el verdadero problema es que piensas que en cuanto quede libre, tú pensarás que me voy a ir, ¿Cierto?

Ahí me callé. Me había pillado. Realmente lo creía… Era lo primero que se me vino en mente en cuanto Astronis comentó la idea. Una vez que Minos y yo fuéramos dos personas en lugar de una sola en un mismo cuerpo… Él se marcharía, me dejaría solo y no sabría nunca más sobre su persona. Y eso me daba mucho más miedo. No quería sufrir de soledad, no cuando ya me adapté a su compañía. No deseaba que Minos me dijera adiós.

Cerré los ojos y volví a suspirar.

Así que es eso. – Minos pareció confirmar sus palabras. Yo continué en silencio. No tenía caso negarlo, era consciente que mentir no era lo mío y era toda una desventaja porque Minos lo vería claramente cuándo era sincero y cuándo no. – Ah, la confianza a veces da asco.
- No lo entiendes, Minos.
¿Y qué necesito entender? Tanto tiempo juntos, ¿Para darme cuenta de lo fuerte que es tu fe hacia mí? – su tono de voz era totalmente irónico. Estaba siendo sarcástico, lo cual era común en él. – No sé pues quién es el más idiota aquí.
- No es que no confíe en ti, Minos… Es sólo que… Tengo miedo, ¿Acaso es malo?
¿Y a mí qué me cuentas? ¿Debo repetirte que no conozco ese sentimiento?
- Ah… - Bufé. – Sí, ya lo sé… Por eso eres peor que una cabra…
¡Eeeeeeeh! ¡Vigila con lo que dices renacuajo!
- Vamos, tú eres más consciente de ello que yo. Haces cosas que yo ni me atrevería.
Yo estoy hecho de otra pasta. Nací sólo para protegerte, por eso soy capaz de hacer de todo con tal de cumplir ese deber.
- Minos debes empezar a pensar de otra manera… No soy el centro de tu vida.
Lo eres. – Abrí mis ojos al oírle. Y más porque Minos se escuchó serio. – Somos simbióticos. Lo mismo que yo te necesito para vivir, tú me necesitas a mí. Nuestras vidas dependen la una de la otra. Así que no es erróneo pensar que cada uno es el centro del otro. Si tú mueres, yo muero. Y no es distinto a la inversa.
- Pero a lo mejor ese vínculo desaparecerá cuando nos separemos.
Lo dudo mucho. Seguiré siendo quien soy, mi origen no cambiará. Lo único que se tornará distinto es que me tendrás frente a frente, nada más.
- Ya… Aunque no sé, estoy un poco confundido con la idea de Astro…
Ese mamón tuvo una excelente idea. Yo quiero probarlo. Lo mismo que existe un hechizo para separar a sujetos como nosotros, también está aquél que los pueda volver a unir como al principio.
- Tú con tal de salir…
¿Qué? ¿No me digas que tu intención es mantenerme encerrado en tu interior?
- ¿Qué…? – Fruncí el ceño.
Vaaaaya… - Oí su sarcástica risa. – El niño inocente es más egoísta y retorcido de lo que pensé.
- ¡Espera! ¡Estás haciéndote una mala idea! ¡Yo no…!
No te vale de nada poner excusas y mentiras, no te sirven conmigo. Puedo ver a través de ti. Sé que lo que quieres es que yo permanezca dentro.
- Sé que no es bueno que desee esto pero… No tengo la culpa… Me he adaptado a que los dos permanezcamos así y… Y tengo miedo de que te marches.
Eso siempre depende del punto de vista, Sora. – Me dijo Minos. – Desde que aparecí por primera vez, mi único objetivo ha sido protegerte, ¿Crees que por poder ser independiente de ti, eso cambiará?
- Yo… No sé…
No tengo otro objetivo por el cual seguir adelante. No habría sentido para mí abandonarte, no tengo a dónde ir, no tengo ambición. Tú eres mi único hogar, al que yo pertenezco. Yo quiero yacer donde tú yazcas.
- Minos… - Susurré sorprendido. Era muy raro que él me dijera estas cosas. – Tú… ¿Por qué…?
Anda vete a dormir ya, es tarde. Quedarte despierto no te hará ningún bien.
- Pero… - Intenté decir.
Que te vayas a dormir, coño.

Me reí ligeramente y decidí hacerle caso. Supongo que ya tendríamos otro momento para hablar de estas cosas… Pero, me sentí enormemente feliz de que Minos me dijera eso. No sé cómo pero siempre se las apañaba para hacer que el miedo desapareciera de mi interior. Es muy posible que sólo estuviera equivocándome porque me surgían muchas dudas y eso a Minos no le gustaba. Porque él llevaba la razón: después de tanto tiempo, ¿Cómo podía cuestionar su confianza cuando era la única persona que no me había traicionado? Y eso sin mencionar a Astronis y a Salvi.

Cerré los ojos y me quedé dormido. Sabía que si pasaba cualquier cosa, Minos se ocuparía de ello. Él siempre vigilaba, aunque no saliera al exterior. Me protegía en todo momento. Y aunque ahora mismo descansaba, no paraba de recordar sus palabras… Quería seguir a mi lado, porque yo era su hogar, nació en mí y conmigo se quedaría. Eso me alivió enormemente. Por estas cosas era por lo que yo era incapaz de creer que Minos fuera del todo malvado. Yo mejor que nadie lo sabía… Minos tenía buen corazón, en el fondo era bueno pero no deseaba demostrarlo. Quizá por orgullo o porque no aprendió otra manera.

Pero él no era pura maldad como muchos creían.

Al día siguiente me desperté y desayuné con Astro y Salvi. Fue divertida la conversación que teníamos. Ellos dos eran un par de locos. Astronis era muy alegre, lleno de vitalidad, extrovertido y optimista. Salvi era un poco más pasota, iba un poco más a su bola pero era igual de agradable que Astro, de quien me contó que en el fondo era una persona más seria de lo que no parecía. Y la verdad, Salvi tenía razón… No me imaginaba a Astronis de esa manera… Pero si él lo decía, no podía ser mentira. Incluso cuando los conocimos, Minos me avisó que tuviera el ojo puesto en Astronis. Yo sabía que Minos era muy intuitivo y no se equivocaba en estas cosas, su instinto era muy bueno.

Yo bueno… Como mago de la electricidad aún me quedaba mucho por aprender. Tenía que seguir fortaleciéndome, no podía depender siempre de Minos porque si esto continuaba, a la larga sería mucha carga para él. Si yo quiero cuidar de Minos, debo volverme más fuerte, mucho más. Me sentía cansado de que Minos peleara siempre por mí, que me protegiera de todo peligro… Me daba por pensar que lo que él hacía por mí era injusto porque yo… No era capaz de devolverle todos esos favores, no era capaz de ayudarle. Era… Impotencia. Aunque a Minos no le importaba luchar, él mismo me dejó bien claro que su objetivo era protegerme, el resto no le interesaba en lo más mínimo.

Y aún con esas yo quería empeñarme en estar a su nivel, tenernos el uno al otro…

- Oye Astronis. – Llamé al pelirrojo. - ¿A dónde vamos exactamente?
- Nos dirigimos a Lightland.
- ¿Lightland? – Repetí. - ¿Pero no queda muy al norte?
- Sí. Conozco a una maestra de magos que puede llevar a cabo la idea que te propuse. – Me contestó con una sonrisa. – Hablando de ello, ¿Has decidido si vas a hacerlo?
- Hm… - Bajé la cabeza.
- Oh, oh. Esa mirada no es buena. – Oí a Salvi. - ¿No te parece bien?
- No es eso. – Respondí. – Es sólo que… Me siento inseguro, nada más.
- Bueno, es normal. – Astronis se me acercó para rodearme los hombros mientras continuaba sonriéndome. – Llevas mucho tiempo así, es lógico. ¡Pero tranquilo! ¡Ya verás como todo saldrá bien!
- Seguro que sí. – Asentí.
- ¿Has hablado con Minos de esto? – Miré a Salvi e hice una afirmación con la cabeza. - ¿Qué piensa él?
- Cree que es una buena oportunidad. Quiere salir porque piensa que así podrá protegerme.
- ¡Vaya! ¡Así que está de acuerdo conmigo! – Exclamó Astronis todo alegre. - ¡Menudo milagro!
- Sí pero me dijo que no te confíes por algo así, porque no significa “nada”. – Hice el gesto de las comitas con mis dedos. – La verdad no me siento muy seguro… Minos es violento de por sí y no creo que, dejándole libre, podamos controlarlo.
- Debes tener fe en él, Sora. – Me sorprendí al oír a Salvi. – Se supone que vosotros dos sois muy buenos amigos, casi como hermanos, ¿Cierto? – Asentí a su pregunta. – Entonces, si vuestra amistad es verdadera y si realmente os conocéis, entonces no pasará nada malo.
- Salvi tiene razón. Minos será violento pero es un buen compañero que quiere protegerte. – Escuché a Astronis. – Si durante todo el tiempo que llevas a su lado, no te ha hecho nada malo, no veo entonces alguna razón para que lo haga ahora.
- Oh. – Abrí mis ojos. – Es… Es verdad…
- ¿Lo ves? – Se rió. – No hay motivo para que tengas miedo. Minos seguirá siendo Minos. Sólo tendremos que enseñarle las cosas y ya está.
- Pero eso no será fácil. – Suspiré. – Minos no es muy paciente…
- ¡Jajajajaja! ¿Y eso es algo nuevo?
- Buah, os conocemos bastante bien a los dos. La hostilidad de tu amiguito no nos será algo extraño.
- Sep, Salvi tiene toda la razón.
- Bueno… De acuerdo. – Accedí. - ¿Pero existe un hechizo para volver a unir a dos personas?
- Seguramente. – Me contestó Salvi.
- Cuando nos encontremos con Herthaia, ella nos lo explicará.
- ¿Herthaia? – Repetí, curioso.

Ese nombre por alguna razón me sonaba de algo. Quizá porque esa mujer al ser maestra de magia, sería conocida en muchos lugares. No estaba seguro. Seguí caminando junto a Astronis y Salvi, viendo las bromas que se gastaban. Yo me mantenía en silencio, viéndoles con una suave sonrisa. Eran divertidos, y agradable permanecer con ellos. Las horas se pasaban volando y cuando nos dimos cuenta, las puertas de la tarde se abrieron ante nosotros.

Decidimos parar a descansar y tomarnos un pequeño respiro. Según Astronis, nos quedaban unas pocas horas para llegar a Lightland. Yo no paraba de cuestionarme acerca de la clase de lugar que sería ese y qué aspecto tendría la tal Herthaia. Vi un poco estupefacto el cómo Astronis y Salvi se peleaban por un bocadillo.

Qué par de idiotas están hechos esos imbéciles. – Escuché de repente la voz de Minos y no pude evitar reírme por su comentario. – Aún me cuesta creer que sean humanos corrientes.
- Hablas como si tú no lo fueras.
Nadie te asegura que sea así, puedo ser un demonio.
- ¡Jajaja! ¡Qué cosas tienes!

Astronis y Salvi me miraron y me rasqué la nuca, en un gesto torpe. Empezaron a troncharse de risa y me quedé un poco extrañado hasta que me dijeron que parecía un loco que hablaba solo, aunque no fuera así por la presencia de Minos. Luego, cambiaron repentinamente de tema, diciendo que a lo mejor cuando llegaran a Lightland podrían enfrentarse a los guerreros más fuertes. Incluso me incluyeron en esa conversación…

Yo realmente no sabía qué decirles… No se me ocurría nada, y tampoco me veía capaz de decir que no para no chafarles el buen ambiente…

Sora, déjame salir un momento. Ni de coña voy a participar en esa tontería. – Escuché a Minos. – Deja que salga, tengo algo que decirles a esos dos.
- Bien. – Asentí, me levanté y fui hacia los chicos. - ¡Hey, hey! – Los llamé, captando su atención.
- ¿Qué pasa? – Me preguntó Astronis.
- Veréis es que Minos dice que no quiere ser parte de vuestra idea. – Dije. – Os lo paso, ¿Eh?

Cerré mi ojo derecho y lo oculté con el parche para que Minos tomara posesión del cuerpo. Realmente no sabía cómo iba reaccionaría él pero en fin… No tenía caso preguntármelo, para mí, Minos siempre había sido muy impredecible…



- ¡¡A mí no me jodáis par de gilipollas!! ¡¿Pero quién os habéis creído que soy?! ¡¿Un mierdecilla que participa en mariconadas como esas?! ¡Yo soy Minos y ni loco voy a mancharme las manos con esa puta mierda! – Gritaba a sus dos compañeros que le miraban atónitos.
- ¡¿QUEEEEEEEEEEE?!
- ¡¿Pero qué dices?! – Habló Astronis. - ¡¿Estás de coña verdad?!
- ¡Ni se te ocurra hacerlo!
- ¡Niñato!
- ¡He matado a gente por mucho menos que eso! ¡Ni os penséis que voy a participar en esa puta mierda! ¡Si queréis hacerlo vosotros que sois unos gilipollas por mí adelante pero no metáis a Sora en esto y a mí mucho menos!

Comenzaron a discutir entre ellos, Minos por supuesto no se ponía de acuerdo con ninguno, así que Astronis no tuvo más remedio que acceder a que fueran sólo Salvi y él los que tuvieran duelos con los guerreros que habitaban en Lightland, ya que Minos se había emperrado en el NO y de ahí nadie lo sacaba. Decidieron pues seguir con el viaje. Minos lo observaba todo para no perderse ni un solo detalle de la naturaleza que lo rodeaba, cada vez notando que era más y más densa.

Salvi dirigió sus ojos ámbar hacia el pelirrojo, viendo que éste no paraba de darle vueltas al mapa que tenía en las manos. El muchacho llevó su mano a la cara, creyendo lo peor: se habían perdido.

- No me digas que vamos por la dirección equivocada, Astronis… - Salvi rompió el silencio.
- Eh… Esto… ¡Eeeeeh! – El aludido empezaba a ponerse más y más nervioso. - ¡Claro que no! – Respondió todo acelerado. - ¡Sólo, eh…! ¡Estoy pensando en las opciones!
- ¡¿Qué opciones ni qué nada?! ¡Nos hemos perdido! – Le echó en cara su compañero. - ¡Debí imaginarme que tu buenísima orientación no nos llevaría a ninguna parte! ¡Muy bien, genio! ¡Dime ahora dónde demonios estamos!
- Eh pues… - Rascó su nuca mientras Minos asomaba su vista por el mapa.
- ¿Lightland? – Habló. – Lightland queda por el este. – Dijo. – Así que… - Extendió su dedo índice de la mano derecha y lo llevó a su izquierda. – Es por allí.
- ¿Eh? – Ambos le miraron. - ¿Pero tú…?
- ¿Pero cómo…?
- Llámalo instinto. – Se encogió de hombros tan tranquilo.
¿Seguro, Minos? ¿Es por allí? – La voz de Sora sonó en su cabeza.
- Mira, si no os fiais de mí, perfecto. Pero yo voy a ir y si encuentro Lightland os prometo que no pienso venir a buscaros, así que decidíos, par de ineptos.
- ¡¿Cómo que ineptos?! – Se molestó Astronis. - ¡No te hagas el interesante ahora sólo por saber dónde queda el maldito este!
- Para alguien que no sabe interpretar un insignificante mapa habla demasiado, ¿Tal vez debería arrancarte la lengua? Realmente tu asquerosa voz empieza a darme repulsión.
- ¡¿Qué has dicho…?! – Intentó lanzarse contra él pero Salvi se lo impidió.
- Venga Astronis, cálmate. Pienso que la idea de Minos es buena, él no se ha equivocado al apuntar hacia el este. Por hacerle caso no pasará nada.
- Cht… Está bien.
- Ejeh… Ejejejeh… - Se reía Minos. - ¡Ajajajaajaajaja!
- ¡¿De qué te ríes?!
- Ay perdóname… Es que eres taaaaan patético que no puedo evitarlo…
- ¡¡Eres un…!!
- Venga, vosotros ya. – Los regañó Salvi. – Tenemos un viajecito que terminar, si os pasáis el rato discutiéndoos, jamás llegaremos.
- Tienes razón. – Dijo Astronis tras bufar. – Vamos, pues.

Pasó por delante de Minos, cruzando miradas con éste, quien continuaba con una juguetona sonrisa muy desafiante. Se pasaron unas horas en silencio. Minos era quien había decidido ir a la delantera con el mapa, guiándose perfectamente. Astronis lo observaba molesto mientras Salvi… Salvi intentaba contenerse las ganas de reír. La convivencia de esos dos era un poco por no decir que MUY peculiar. Es cierto que no se soportaban pero en algunas ocasiones se demostraban mutuamente que realmente eran amigos de verdad.

Era divertido ver cuando se discutían y lo que se decían. Minos al menos, personalmente, se lo pasaba bien. Le gustaba vacilar y divertirse aunque a veces sus métodos no fueran muy ortodoxos. Lo que sí era un completo misterio era el elemento que Minos era capaz de usar… ¿Tierra? ¿Aire? ¿Agua? ¿Fuego? ¿Metal? ¿Electricidad? ¿Plantas? Ninguno estaba seguro. Su única referencia era su descomunal fuerza bruta, pero ni siquiera ésta era fiable.

Sora tampoco lo sabía con exactitud. Pero lo que el muchacho parecía sospechar es que a lo mejor los poderes de Minos aún estuvieran sellados por una razón en concreto. Más Minos era la duda en sí porque él no hablaba de ello, a lo mejor es que para él, usar la violencia le era más que suficiente. Pero a Salvi le interesaba mucho conocer el elemento que Minos controlaba, incluso Astronis sentía mucha curiosidad. Contando con los tres: Sora usaba la electricidad, Salvi la tierra, Astronis el fuego, ¿Pero Minos? ¿Cuál dominaba él? Esa era la pregunta que se hacían ellos.

Al cabo de cinco horas, después de haber tomado varios descansos, finalmente llegaron a Lightland. Ante sus ojos se abrió un paisaje lleno de luz, una ciudad en los árboles, respetando la naturaleza. Dos lagos yacían próximos a la civilización. Lo más increíble era ver cómo la gente se movía de una manera tan ágil, mostrando así su gran dominio sobre las plantas y una armonía perfecta con el agua. Se adentraron, mirando por todas partes mientras Minos le entregó el mapa a Astronis.

Ya no lo iban a necesitar más.

De repente, un hombre de avanzada apariencia pero no por ello menos majestuoso, se presentó ante ellos. Usaba un cetro con una esfera que brillaba de distintos colores. Sin duda, era uno de los magos con más experiencia que aquí vivía. Astronis se puso al lado de Minos, observando a éste, viéndole asentir. Minos cambió el parche de lugar y entonces, dejó que Sora tomara la posesión del cuerpo.

- Bienvenidos a Lightland, jóvenes viajeros. – Habló el anciano. – Mi nombre es Aquem, maestro del agua.
- Un placer conoceros. Soy Astronis y mi elemento es el fuego. – Hizo una leve reverencia para luego un ademán a sus compañeros. – Él es Salvi, mago de la tierra. Y él Sora, de la electricidad.
- Oh. – Aquem pareció sorprenderse al ver al último y más joven de los presentes.

Caminó hacia él y le cogió del rostro con sus manos, moviéndole la cabeza de un lado a otro, observándole minuciosamente. Sora no comprendía nada y menos los otros dos que permanecieron en silencio al igual que su persona. Cuando Aquem se alejó, esbozó una sonrisa.

- ¿Venís a ver a Madre Herthaia? – Preguntó.
- Sí, ¿Se encuentra disponible? – Contestó Astronis.
- Por supuesto. – Asintió. – Acompañadme.

Empezó a andar, siendo seguido por los tres recién llegados. Sora intercambió miradas, primero con Salvi y luego con Astronis. Ninguno había comprendido por qué Aquem había hecho eso, fue realmente extraño… Como si hubiera visto algo más. Sora trató de ponerse en contacto con Minos, pero no recibió respuesta por parte de éste. Y eso fue algo que preocupó al muchacho. A lo mejor es que Minos no consideraba necesario decir nada…

Subieron a un árbol, viendo numerosos puentes. A lo lejos, apreciaron un gran Santuario en el que destacaba un templo con una gran gema celeste en la parte frontal del portón. Las dimensiones eran espectaculares y Salvi iba pegadito a Astronis debido al vértigo que tenía. Eso hacía reír a su compañero, quien de vez en cuando le gastaba bromas. Sora no dejaba de observar a Aquem, quien continuaba guiándoles. Al parecer, Astronis era el más familiarizado con este lugar y su gente. Quizá por eso Salvi no estaba menos extrañado, a lo mejor ya vino aquí con anterioridad. Sora era el único primerizo en ver este sitio.

Quedaron justo enfrente del Santuario. Sora se detuvo, impresionado por lo imponente que lucía el enorme recinto… Nunca antes en su vida imaginó que algo así podría existir…

- Vamos chico, no te quedes atrás. – Escuchó al maestro del agua. – No es bueno hacer esperar a Madre Herthaia.
- ¿Madre Herthaia? – Repitió Sora. - ¿Acaso es vuestra madre?
- No, claro que no. – Rió el anciano. – Todos la llamamos así porque procede de Madre Alma y ésta de la Madre Ancestral que nos dio origen a todos.
- Oh, entiendo… Es… Un linaje familiar.
- Exacto. Es una mujer ocupada, por eso no es bueno hacerla esperar, podríais perder vuestra oportunidad de verla.
- Lo sabemos, maestro Aquem. – Habló Astronis. - ¿Cómo habéis estado todos, por cierto?
- Bien, estupendamente. Como siempre.
- Se ve a simple vista. – Opinó Salvi.
- ¿Vosotros ya habéis estado aquí? – Cuestionó Sora, con la vista sobre sus dos compañeros que sonrieron al mismo tiempo.
- Sí, este fue y sigue siendo mi segundo hogar. – Respondió Astronis con calma. – Aquí fue donde aprendí mi elemento, fue un poco peligroso pero en fin…
- Y cuando nos conocimos, me trajo hasta aquí. – Ese fue Salvi. – Pasamos aquí una buena temporada, no veas lo divertido que fue.
- Entiendo. Yo creí que Lightland era sólo una mera leyenda…
- ¿Una mera leyenda? – Repitieron ambos jóvenes, sorprendidos.
- Es lógico. – Aquem les llamó la atención. – Lightland está ligada a la existencia de los híbridos de los grifos.
- ¿Grifos? – Repitió Salvi.
- Se dicen que son seres mitad águila y mitad león de tres metros, feroces, fuertes y peligrosos. – Astronis miró a su compañero. – Según se cuenta, nacieron desde la Era del Mito.
- Así es. – Asintió el anciano. – Los grifos hicieron de Lightland parte de su hogar en época de cría. Como es un sitio pacífico, es ideal para tener descendencia.
- Pero, ¿Has dicho híbridos de grifo?
- Sí. Se ha confirmado que hay grifos con la capacidad de tomar una apariencia humana y dado eso, dieron lugar a una nueva especie entre humanos y grifos.
- Vaya. – Dijeron Salvi y Sora.
- Nosotros consideramos a los grifos nuestros guardianes. A cambio de ofrecerles nuestro hogar para su reproducción, ellos nos dan de su protección y lealtad. Son feroces pero son capaces de distinguir de enemigos a amigos, dado que también viven en manadas de máximamente doce ejemplares.
- Increíble. Yo nunca he visto un grifo. – Comentó Salvi. - ¿Tan poderosos son?
- Cuenta la leyenda que son capaces de controlar los elementos que forman la naturaleza, los cuatro principales: fuego, tierra, agua y viento. – Explicaba Aquem. – Y los híbridos no han sido la excepción pero como una raza mezclada, necesitan mucho más tiempo de aprendizaje.
- ¿Cómo son los híbridos exactamente? – Habló Sora. - ¿Son grandes? ¿Son fuertes?
- Los mestizos de grifos y humanos, usualmente heredan la forma humana, tienen cola de león, los brazos cubiertos de plumas y las alas de un grifo. Son como nosotros pero con esas diferencias. No obstante, no deben ser subestimados por lo débil que puedan parecer. Siguen siendo grifos y por lo tanto, tienen la fuerza y el poder de uno pero esos poderes permanecen sellados hasta que son liberados.
- ¿Qué? ¿No pueden usarlos?
- No, claro que no. Sería un caos. El poder de un grifo es enorme y un mestizo necesita tiempo para controlarlo adecuadamente. Para que un mestizo de grifo pueda despertar sus poderes necesita de alguien con quien tener un vínculo estrecho.

Eso sorprendió mucho a Sora y también a Salvi. Astronis estaba igual de tranquilo, ya que él ya sabía sobre ese tema. Aquem les siguió contando que los híbridos usualmente solían mantenerse con sus madres hasta pasados los diez años, luego iban por solitario para aprender a sobrevivir, como un animal salvaje. Destacó que al ser mestizos, aunque tuvieran un lado humano, el lado de grifo era el más dominante, y a raíz de ello, no eran menos peligrosos que los auténticos grifos, con el tiempo, a esta raza se los conoció bajo el nombre: hugrif.

La historia le interesaba mucho a Sora, aunque él no comprendía a qué venía todo esto pero, para cuando se percató, ya se hallaban frente el templo más grande del Santuario. Entraron a él y el castaño pudo apreciar los hermosos decorados de las paredes e incluso en los pilares. Los guardias que custodiaban la entrada al que parecía ser el jardín trasero, les dejaron entrar cuando Aquem confirmó que no eran enemigos y que querían ver a Madre Herthaia. Además, reconocieron a Astronis y a Salvi.

Pasaron y Sora sonrió enormemente cuando su mirada ámbar le permitió ver el hermoso lugar en el que vio a una mujer. Era hermosa, muy hermosa. Su piel era de un tono blanco hueso, sus ojos eran marrones muy suaves y su cabello verde, prácticamente le llegaba al suelo. Usaba un precioso vestido blanco con algunos detalles en azul y amarillo. Pero lo más impresionante es que de verdad desprendía un amor maternal.

- Madre Herthaia. – Aquem hizo una reverencia.

La aludida sonrió, especialmente al ver a Astronis y a Salvi, a los cuales recibió con un cálido abrazo. Sin embargo, cuando miró a Sora, se lo quedó mirando. Posó su vista sobre el anciano.

- Aquem, dime, ¿Quién es este joven?
- Soy Sora. – Se presentó el chico rápidamente sin darle tiempo al hombre a responder. – Eh… Es un honor conocerla.
- Así que… Sora. – Dijo, acercándose a él. – Sabía que vendrías.

Aquello dejó literalmente mudo al chico. Es decir… ¿Cómo ella iba a…? Parecía imposible. Más no debía de olvidarse que esta mujer era muy respetada, no sólo en Lightland, también en otras partes del mundo. La cuestión es que parecía conocerlo de algo y no tenía ni idea de qué.

- Eres la persona que Lightland ha estado esperando. – Volvió a escucharla. – Eres el huésped de Minos, ¿Verdad?

Eso le hizo abrir muchísimo la mirada… ¡¿Quién era esta dama en realidad?! ¿Cómo conocía a Minos? Sora no era capaz de comprenderlo, así que lo único que pudo hacer fue un asentimiento con la cabeza.

- Astronis me dijo que… Conocíais un hechizo para… Para separarnos. – Bajó la cabeza al decir eso último.
- Sí, así es. – Confirmó Herthaia. – Pero antes, ¿Has hablado con Minos de ello? – Sora volvió a afirmarlo con un simple gesto. - ¿Qué piensa él?
- No le parece mal. Como existe un conjuro para poder unirnos de nuevo… No le preocupa. Y… Y yo no quiero retenerlo en contra de su voluntad, creo que… Por probarlo no pasará nada malo. Estoy acostumbrado a que los dos compartamos un mismo cuerpo pero… Por hacer algo distinto…
- Entiendo. – Herthaia esbozó una comprensiva sonrisa. – Es lógico que te sientas inseguro y que incluso albergues miedo, pero esa criatura que llevas contigo debe ser libre, es su destino.
- ¿Qué? – Miró a la mujer, sin entender el significado de sus palabras. - ¿Criatura?
- Minos no es un ser humano completo. Es un híbrido de un grifo. Él es Minos de hugrif.
- ¡¿Así que ese idiota es un hugrif?! – Habló Astronis sin poderlo evitar.
- Pero… Eso no tiene sentido. – Dijo Sora. – Yo creé a Minos, él nació a partir de mis emociones más oscuras…
- Eso es cierto pero en parte también es falso. Minos era un alma extraviada desde hacía muchos años, el hecho de que apareciera en ti fue porque escuchó tus súplicas y tu oscuridad fue el hogar que él necesitaba encontrar. – Explicó Herthaia. – Cuando Minos pasó a ser una parte de ti, automáticamente sus recuerdos se borraron y adquirió los tuyos.
- Pero… ¿Pero eso es posible? – Preguntó el joven.
- Lo es. – Asintió ella. – Minos era uno de los mestizos que protegía Lightland, uno de los hugrif más fuertes de su raza. Murió protegiéndonos pero su deber aún no estaba completo y por eso fue que su alma pasó a subyacer en tu interior. Y como tu oscuridad se convirtió en su lugar de refugio, todos esos sentimientos formaron parte de su corazón, pero Minos en el fondo sigue siendo quien es.
- Entiendo… Entonces, ¿Es momento de liberarlo?
- Sí. No es recomendable que sigas manteniéndole en ti. Minos continua siendo un grifo, aunque quieras permanecer a su lado de esa manera, llegará el punto en que no puedas controlar su naturaleza. Un grifo siempre será un grifo, es una criatura libre que no puede ser atada por nadie a la fuerza. Los grifos son quienes eligen su destino y con quién quieren compartirlo.
- En ese caso, me gustaría que procedieras. – Pidió Sora. – Quiero que él… Sea independiente de mí, si tarde o temprano pasará, es mejor hacerlo cuanto antes.
- ¿Estás seguro, Sora? – Cuestionó Salvi, algo intranquilo. – No sabemos cómo Minos podría…
- Yo confío en él. – Se adelantó el aludido. – Es Minos, yo creo en él.

Herthaia sonrió y entonces asintió con la cabeza. Guió a Sora hasta un enorme árbol al que los habitantes de Lightland llamaban: Yggdrasil. Una vez ahí, un círculo brillante y verde apareció bajo los pies del muchacho conforme Herthaia decía la fórmula del hechizo que cada vez cobraba más fuerza. Rápidamente, un halo de luz rodeó por completo a Sora, quien cerró sus ojos y se concentró por petición de la mujer. Astronis, Salvi y Aquem se mantenían alejados pero como atentos espectadores. Cualquier cosa que pudiera pasar, ellos debían de arreglarlo de inmediato.

La sombra de Sora se dividió en dos mientras esa luz se intensificaba. De repente, una especie de de meteoro blanco salió volando hacia arriba. Tras ello, Herthaia acabó con lo que hacía y Sora cayó de rodillas. Llevó su mano al pecho, notando una ausencia importante en su interior… Llamó a Minos pero no recibió respuesta. Astronis y Salvi intercambiaron miradas, sin entender mucho si lo de la mujer habría tenido el efecto esperado. Herthaia y Aquem, no obstante, se mantuvieron tranquilos y en unos minutos, alzaron sus rostros al ver la sombra de alguien con dos alas enormes y una cola de león.

Astronis y Salvi les imitaron, viendo sorprendidos que una persona bajaba, escondiéndose tras sus alas. Ésta quedó al lado de Sora, quien giró su cara. Los tres compañeros se quedaron mudos cuando observaron que el “recién llegado” abría sus alas de tonos marrones que iban desde el más oscuro hasta el más claro, adquiriendo también pigmentos rubios, que de hecho, dos de los mechones que colgaban de los laterales de su rostro, eran del mismo color; el resto de su cabellera era albina. Para finalizar, tenía una graciosa cola de león.

- ¿Tú eres…? – Astronis tragó saliva.
- ¡Vaya! ¡Me siento rarísimo!
- ¿Minos…? – Susurró Sora, captando la atención del chico con alas. - ¿Eres… Eres tú?
- ¿Qué te pasa pequeño ingenuo? ¿No me digas que ya no sabes ni quién soy? – Esbozó de manera risueña.
- No sabía que esa… Que esa era tu auténtica forma.
- Aaah, yo tampoco. – Se miró a sí mismo. – Por eso digo que me siento extraño.
- ¿Son de verdad? – Salvi tocó las alas tan grandes. – Son enormes, ¿No pesan mucho?
- No, la verdad no.
- Minos de grifo. – Lo llamó Herthaia, caminando hacia el chico. – Es un honor verte de nuevo aquí en Lightland, una vez más.
- ¿Una vez más?
- Sí. En el pasado estuviste aquí, protegiendo esta tierra junto a los tuyos.
- Meeeh, no lo recuerdo, ¿No será que te lo estás inventando? – Giró ligeramente su rostro y frunciendo el ceño, con una expresión que demostraba desconfianza.
- No. Para nada. – Negó con la cabeza. – Hay documentos que demuestran que digo la verdad.
- Aaah. – Movió su mano de arriba abajo, en plan pasota. – Me aburre leer. – Luego la llevó a su cadera, observando a Sora. – Hey tú renacuajo, ¿Cuánto tiempo más vas a estar ahí en el suelo?
- Pero si yo estoy can…
- ¡Aaanda! ¡Levanta el culo! – Minos obligó a Sora a ponerse en pie. - ¡Mira que serás debilucho! ¡¿No te da vergüenza?! ¡Aaah! ¡Ahora sí que podría darte de ostias!
- Tampoco hace falta que seas tan grosero. – Le regañó.
- ¡Yajajajajajaja! ¡Y tú no necesitas regañarme!
- Seguro… - Murmuró. – Como te portas tan bien no requieres que se te llame la atención, sabes… - Su tono de voz fue irónico. - ¡Eh! – Llamó a Minos cuando éste cogió a Salvi. - ¡Te estoy hablando maleducado!
- Lo que tú digas, chavalín. – El albino pasó olímpicamente de él. – Hey Salvi, vamos a volar.
- ¡¿QUÉ?! – Reaccionó el aludido. - ¡NO! ¡Ni de coña!
- ¡Venga, será diver! – Lo subió a su espalda y rápidamente se alzó en el aire.
- ¡No, no, no, no! ¡Bájame, bájame!

Pero Minos no le hizo el más mínimo caso y se puso a volar de un lado a otro mientras Salvi gritaba sin parar, debido a su tremendo vértigo. Astronis se tronchaba de risa y más de una vez, Sora llevaba su mano a la cara. Minos no tenía remedio. Herthaia y Aquem sonreían tan tranquilos.

- ¿No conoces una manera de traer de vuelta a Minos? – Cuestionó el pelirrojo.
- Ah, esto… - Rascó su nuca. - ¿No tenéis manzanas? – Miró a Herthaia.
- Sí. – Asintió la mujer. – Aquem, ¿Podrías?
- Claro. – Accedió. – Esperad unos minutos.

El anciano se retiró momentáneamente y en poco rato, regresó con una caja de dichas frutas. Astronis observaba con curiosidad a Sora, quien cogía una de ellas, alzándola en el aire con su mano.

- ¡Minoooooos! – Lo llamó. - ¡Miraaaa! ¡Tengo una rica y deliciosa manzanaaa!
- ¿Crees que eso funcionará? – Astronis había arqueado una ceja, no muy seguro del intento del castaño.
- Minos es un fiel amante de las manzanas, se vuelve loco con ellas. – Se rió. – A mí no me gustan pero a él le encantan. – Dijo. - ¡Minooos! – Volvió a llamarlo.

El albino, mientras volaba, le escuchó perfectamente y en cuanto vio lo que Sora tenía en la mano, se olvidó completamente de Salvi. Cambió ligeramente la posición de sus alas sólo para bajar en picado mientras el otro gritaba como si de ello dependiera su vida. En un abrir y cerrar de ojos, Minos se empotró contra Sora. Dejó caer a Salvi al suelo y se sentó sobre el que había sido su huésped durante unos buenos años, empezando a zampar manzanas, o más bien… Engulléndolas.

- ¡Dios… Qué bruto eres! – Dijo Astronis.
- Creí… Creí que moriría… - Lloriqueaba Salvi.
- ¡Minos! – Se quejó Sora. - ¡¡Quita de encima, leches!!
- ¿Hhhhmmm? – Hizo el aludido, con la boca llena.
- ¡Que muevas el pandero!

Pero viendo que no le hacía caso, Sora no tuvo más remedio que quedarse ahí, dado que aunque quisiera empujarlo no serviría. Minos tenía demasiada fuerza y ahora aplicándole el peso de sus alas… El hugrif continuó engullendo las manzanas como si le faltara tiempo, incluso se atragantaba aunque lograba tragar. Herthaia y Aquem se reían al verlo mientras Salvi continuaba igual que antes. Astronis logró sacar a Sora, quien por fin quedó libre y dejó de ser la silla personal de Minos.

Al menos ya conocían una de sus grandes debilidades…

THE END

Notas finales:

Espero que os haya gustado, ¡Hasta más ver!


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