Dos días pasaron, y después otro y otro, y antes de que Kai pudiera procesarlo, ya había transcurrido toda una semana desde la última vez que habló con Uruha. Cuando fue al estudio para mezclar la canción más reciente con el resto de la banda, el guitarrista mágicamente había quedado atascado en el tráfico y no logró llegar sino hasta después de que Kai se había ido a una reunión. Cada vez que lo llamaba o le mandaba mensajes, lo ignoraba por completo o le mandaba directo al buzón de voz. Uruha estaba utilizando hasta la más mínima excusa para evitarlo, haciendo más obvio que todo era en serio. De verdad se había terminado.
—Kai, casi puedo respirar tu furia —El tono tranquilo de Ruki lo sacó de sus pensamientos. Se giró para mirar al vocal, quien se había sentado en el extremo de su sofá.
—El tipo con el que he estado casi desde que me uní a la banda acaba de botarme. ¿De verdad no tengo derecho a enojarme?
—No cuando lo más probable es que entre por esa puerta en cualquier momento —dijo Ruki con autoridad, señalando la entrada—. Tienes que demostrarle que no estás herido, Kai. De lo contrario, creerá que te ganó. Pruébale que no lo extrañas, que no lo necesitas.
—Pero… ¿por qué? ¿Por qué tendría que probarle algo que no es cierto?
El silencio envolvió el lugar después de la manifestación de Kai. Ambos se quedaron mirándose el uno al otro con un deje de incomodidad, hasta que finalmente escucharon que tocaban la puerta.
—Yo iré. Tú quédate aquí e intenta controlarte.
Kai vio cómo Ruki se alejaba, y su corazón comenzó a latir alarmantemente rápido cuando la mano del vocal se posó en la perilla, listo para abrir la puerta.
Uruha finalmente iría para recoger el resto de sus cosas. Iría para despejar cualquier evidencia de que su relación con Kai alguna vez existió. Por muy nervioso que el batero estuviera de ver a Uruha por primera vez desde ese día tan agotador en el estudio, también estaba un tanto emocionado. ¿De qué hablarían? ¿Comenzarían otra discusión que haría correr su sangre de las mejores maneras posibles? Esos pensamientos eran terribles y Kai se odió por tenerlos, pero tal vez, sólo tal vez, tendría la oportunidad de experimentarlo una vez más antes de que el guitarrista lo sacara por completo de su vida.
—Hey —Uruha se paró frente a él. Llevaba una gorra de béisbol para cubrir su cabello sucio y lentes de sol para ocultar lo que seguramente eran ojeras. El más alto nunca dormía bien o se cuidaba cuando se quedaba en el sofá de Reita: se la pasaba jugando videojuegos hasta la madrugada, sólo se alimentaba con comida chatarra y no se bañaba durante días. La idea de que Reita le ofrecía el consuelo y la tranquilidad que él nunca podía darle, le hizo sonreír levemente. Al menos alguien podía hacer que Uruha fuera feliz.
—Hey… —Kai se levantó y se sacudió polvo imaginario de la ropa, moviendo su cabeza en dirección a la recámara—. Me adelanté y empaqué tus cosas por ti. Puedes ir y tomarlas, si quieres.
Uruha asintió y comenzó a dirigirse al cuarto. Sin embargo, se detuvo a medio camino y miró por encima de su hombro. Trató de hablar sin titubear: —Si no te importa dejar a tu… invitado por un momento, me gustaría hablar contigo. En privado.
Su declaración fue completamente inesperada y le dio a Kai un auténtico destello de esperanza. Esas eran palabras que había escuchado antes, palabras que lo llevaban de vuelta al ciclo con el que estaba tan familiarizado.
Ruki alzó una mano antes de que Kai pudiera hablar y se dirigió a la puerta después de tomar su abrigo. —Ya conozco la rutina. Supongo que los veré a los dos el lunes.
Ambos miraron al menor salir y, justo después de que la puerta se cerrara, Uruha se aclaró la garganta. —Sólo porque Ruki piensa que vamos a volver no significa que así vaya a ser. Hablo en serio.
El guitarrista se dio la vuelta y se encaminó a la recámara sin una palabra más, y la pequeña pizca de esperanza de Kai se desvaneció.
Decir que las cosas estaban incómodas entre ellos era el eufemismo del siglo. Uruha estaba revisando todas las cajas que el otro había empacado por él, mientras Kai estaba sentado mirándolo. Los movimientos del más alto eran rígidos y el batero sabía que se estaba moviendo así de lento gracias a que sus ojos estaban pegados a él, pero no podía evitarlo. Estaba completamente fascinado.
—Así que… ¿de qué querías hablar? —Kai habló finalmente, con una voz profunda, con la mirada aún enfocada en Uruha.
Suspirando, el guitarrista dejó la caja que se encontraba inspeccionando y se sentó en la cama al lado del otro. Se quitó la gorra y pasó una mano por su cabello, y se mordió el interior de la mejilla antes de concentrarse en Kai.
—Nuestra pelea de la semana pasada fue innecesaria. Lo sabes, ¿verdad?
En efecto, sabía que Uruha estaba en lo cierto, por lo que finalmente apartó su mirada de él y la dirigió a la ventana. Sabía a dónde iba todo ésto. También sabía que era su culpa.
>>—Kai, mírame.
Los dedos del mayor acariciaron su barbilla y posicionaron su cabeza de manera que no tuvo más opción que encararlo de nuevo. Se trataba de un contacto muy desigual: una caricia gentil otorgada por unos dedos que estaban ásperos por tocar durante tantos años.
>>—Vamos, Kai. Háblame. Todas estas peleas… Ninguna tiene sentido. Me molestas por cualquier cosa y simplemente no entiendo la razón. Háblame, dime por qué.
Lo único que Kai pudo hacer en respuesta fue negar con la cabeza. Se alejó del contacto de Uruha y se recargó en la cabecera de la cama, con los brazos cruzados.
—Me estas pidiendo que te responda algo que ni siquiera yo sé. No sé por qué hago las cosas que hago. Es sólo que… —pausó, sin saber si revelar algo que se había guardado por tantos años sería un alivio o, por el contrario, añadiría más peso a la carga que ya llevaba en sus hombros—, tal vez no debería disfrutar tanto de pelear contigo.
—¿Tú… disfrutas de pelear conmigo? Kai, eso-
—Está muy jodido, ya sé.
—Iba a decir que era extraño, pero lo tuyo también aplica.
Kai resopló y después comenzó a reír. Era la primera risa sincera que soltaba desde que habían peleado. Uruha siempre era franco y muy directo, y eso era algo que el batero amaba de él. Pero no fue hasta ahora, hasta este momento, que Kai se encontró cuestionándose por qué le gustaba tanto esa característica del otro. ¿Era porque esa franqueza suscitaba las discusiones que tanto le entusiasmaban? ¿O era porque se trataba de una cualidad adorable que la mayoría no poseía?
—Uru, supiste que yo era un raro desde el día en que nos conocimos.
—Así es —Uruha sonrió, quitando unos cuantos cabellos del rostro del menor—. Pero incluso en ese entonces, cuando no eras más que piel y huesos con un peinado horrible, supe que quería estar contigo tanto como me fuera posible. Y te puedo asegurar que nunca nada cambiará eso.
Después de inclinarse, el guitarrista presionó sus labios en la frente de Kai. Tras apartarse, colocó su mano en la rodilla del otro y dio un ligero apretón.
>>—Aunque por ahora necesitamos un tiempo. Tú necesitas descubrir qué es lo que quieres y, quién sabe, a lo mejor un día podemos comenzar desde cero. Te amo, y ni un millón de peleas me harán sentir lo contrario —Y luego de otro beso, Uruha se levantó y comenzó a apilar algunas de las cajas más ligeras, ofreciéndole a Kai una sonrisa—. Nos vemos, líder. Acuéstate temprano, que luces exhausto.
El menor observó cómo se alejaba. No había surgido otra pelea entre ellos, sino que habían hablado las cosas de una forma razonable. La sensación que obtenía de las discusiones definitivamente no estaba ahí; en su lugar, Kai experimentó una ola de tranquilidad que nunca en su vida había sentido.
No estaba seguro de lo que era. ¿El inicio de una nueva rutina? Porque si era eso, tal vez se trataba de un nuevo patrón al que seguramente podría acostumbrarse.