Despertó en la oscuridad. La temperatura y el aroma en la sala le dijo donde estaba. Su habitación. Se sentía exaltado, furioso. Saltó de la cama y recorrió la superficie, buscando alguna manera de tranquilizare sin éxito. Se quitó la camisa, su piel se quemaba desde adentro. Perdió el equilibrio y colapsó junto a su cama. El recuerdo de la alucinación que había disparado todo esto se hizo más vivida pero ya no eran imágenes de intimidad y dulces palabras al oído. Se asentó el deseo en su sexo y vibraba en cada célula de su cuerpo.
Parte de su conciencia registró el sonido de la puerta abriéndose. Que gran error, pensó.
- Spock.
NO. Cualquiera menos él. Moriré frente a él o peor...
- Tienes que salir de aquí Jim... Por favor, vete de aquí...! - Ni siquiera lo miraba. El borde de su cama crujía rompiéndose en pedazos ante la presión de sus manos.
Percibió unos pasos que se acercaban lentamente. Con un gran esfuerzo y una velocidad de la que no se creía capaz dio tres zancadas hasta la puerta, quedando detrás de Jim. El segundo que tardó en reaccionar su capitán fue eterno. La puerta se abrió. Se debatía entre dos posibilidades. Alargó su derecha hacia una de ellas hasta rozar con la yema de dos dedos la mano frente a él, mientras su cuerpo abandonaba la habitación.
Un beso vulcano de despedida.
A pesar de la niebla inundando su mente pudo bloquear la puerta sin mayor demora. Ahora que Jim estaba a salvo fuera de su alcance debía poner a salvo a los demás. Tenía que bajar de la nave y morir lo mas lejos posible de cualquier ser viviente.
Primero deshabilitar los motores momentáneamente. Luego hacia el trasportador.
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La puerta siseó al abrirse con torpeza. Maldita sea Spock! Limpió sin cuidado sus dedos ensangrentados por manipular los cables sobre su pantalón negro.
- Kirk a Puente. Necesito que localicen a Spock de inmediato.- Le costaba respirar. Qué le sucedía? Sólo fue un roce...
Desde la expedición al planeta Geistig I no se sentía él mismo. Los Geistiger (como ellos se llamaban a sí mismos) era una raza avanzada y peculiar por decir algo. Al verlos no podías diferenciar uno de otro. Altos y delgados, no parecían tener género. Todos tenían la frente amplia con una suave pelusa celeste recubriendo su inmenso cráneo. Esa tonalidad se extendía por su anatomía o al menos a las partes visibles, aquellas que no estaban cubiertas por las túnicas plateadas que llevaban. Sus ojos era lo mas parecido a los humanos que tenían aunque más brillosos, acuosos; te hacían dudar si eran capaces de ver a través de ti. Pero nada era comparable a sus voces. Una profunda melodía que se extendía sobre la piel hasta que conseguías escucharlos dentro de tu cabeza.
Cuando los Geistiger hicieron contacto no se lo esperaban, creían estar en un cuadrante prodigiosamente vacío. Resulta que su planeta estaba camuflado para que aquellos visitantes indeseables pensaran exactamente eso. Jamás especificaron cómo. La superficie planetaria era aún desconocida para él y así lo prefería. Su estadía en ese lugar fue una experiencia que no querría repetir pronto.
El pequeño grupo que bajó de la nave se separó enseguida. Bones junto a Chapel y un guardia se dirigieron donde les indicaron que se encontraba el "Arzt", que era algo asi como el médico residente. Spock y él se quedaron con el que parecía ser el jefe. Después de una hora de conferencia estaba casi seguro de que se volvía más azul a medida que pasaba el tiempo. En un momento ya no distinguía si la voz con la que le hablaban provenía del individuo frente a él o desde su inconsciente. Perdió toda noción de dónde estaba y luego... Nada.
Despertó unos segundos después sintiéndose diferente. Se desmayó, de eso estaba seguro y había soñado, también estaba seguro pero no recordaba qué. Cuando giró hacia su Primer Oficial lo encontró inconsciente.
- Spock, despierta!- acercó su mano hacia el rostro del vulcano. El contacto provocó una descarga eléctrica, un chispazo y la huella de algo que faltaba se asentó en ese momento.
Aún ahora estaba abrumado, creía escuchar el eco de una voz que no llegaba a comprender.
Esa melancolía sumada a la bruma en la que estaba sumida su cabeza y a la impotencia de no poder ayudar a alguien tan preciado para él, bueno...
No. Basta. No creía en los escenarios imposibles y éste no sería la excepción. Perder a Spock era algo para lo que nunca estaría preparado.