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Errores por MikaShier

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Capítulo 10. La ironía de la vida

 

Resulta preocupante la facilidad con la que las personas mienten, lo cual explica lo infinitamente difícil que es confiar en alguien. Una de las ironías de la vida se daba cuando querías a una persona. Querer implica confiar. Y confiar implica cegarse. Es doloroso el mirar a una persona derrumbarse, es difícil decidir qué hacer. Es imposible confiar en alguien que te falló una vez, pero es aún más difícil negarle el beneficio de la duda.

 

Vuelves a confiar, vuelves a caer.

 

La última vez que Asahi vio a Rin, fue aquella noche del día en que sus amigos le emboscaron. Se había sentido tan feliz, tan pleno cuando Rin dijo que lo dejaría… Tan ciego. Esa noche lo había abrazado con cariño, se habían besado, se habían susurrado cosas, Asahi lo había incluido en su futuro.

 

Fue doloroso despertar con una nota en la mesa de noche.  Fue doloroso el buscar a Rin por todas partes y no encontrar nada.

 

Ikuya decía que era la ironía de las personas. Lo que más daño nos hace es lo que más vivos nos mantiene. Asahi creyó, en ese momento, que Ikuya insinuaba que a Rin le gustaba ser… un hombre de vida galante. Pero, con el paso de los días y la disminución de su esperanza, comprendió.

 

A veces, las personas perdían el sentido. Todo lo que una vez les motivó se venía abajo y las soluciones apresuradas, esas que hacían daño, terminaban siendo parte del día a día. Dolía, pero salvaba.

 

Lo que Ikuya había querido decir era que, para Rin, el martirio era vivir. Las historias que Rin contaba, el rayo de luz que era Sousuke y el ejemplo que era Haru, habían sido opacadas por la oscuridad del dolor de su culpa. Ikuya había comprendido, hacía tiempo, que Rin no vendía su cuerpo para pagar la deuda de Haru y castigarse así mismo.

 

Cualquier trabajo es respetable, solía decir su hermano. Y las palabras del barman hacían eco en su cabeza, una buena historia es lo que vende.

 

Según Ikuya, Rin sí había comenzado por eso. Se había sentido responsable, se había culpado, había pagado. Pero en cierto punto de su historia, había perdido el frente. Quizá la desesperación, quizá el odio a sí mismo, quizá el ver a Haru sin reaccionar, solo los dioses podían saber qué fue exactamente lo que le hizo perder el camino. Él insinuaba que Rin había comenzado a odiarse a tal punto que había dejado de sentir.

 

Él no era psicólogo ni le gustaba esa rama, pero por lo que él veía y deducía, ese pelirrojo no podía abandonar la vida que eligió porque era, precisamente, su vida. Creía que el eco de sus emociones era todo lo que habían visto de él, que en algún momento Rin comenzó a comportarse por mera costumbre, por sus recuerdos y por su bien.

 

Asahi no lo creía del todo. Se negaba a creer que Rin era una cáscara vacía que necesitaba prostituirse solo para sentir algo, incluso si ese algo sólo era asco. E insistía que no sabían con certeza si Rin continuaba en ese negocio.

 

Tres meses después de perderle el rastro, Asahi finalmente cedió ante Ikuya y buscaron a Gou. Charlaron durante horas y, después de tanto tiempo, se dieron por rendidos.

 

Se había acabado.

 

_____________________________________

 

Haruka trazó una línea roja a lo largo de su pintura antes de chistar y rayar todo el lienzo. Dejó la paleta de colores a un lado y el pincel cayó torpemente sobre ella. Se quitó el mandil y la boina con la que se sujetaba el flequillo antes de ir a lavarse las manos.

 

Estrés.

 

Habían sido meses llenos de inquietante estrés, porque se sentía incompleto e impotente. Gou le había contado lo de Ikuya y Asahi, todo le había sabido tan mal que ni siquiera pudo tocar el plato de caballa asada que había metido al microondas antes de la llamada.

 

Sousuke lo había estado visitando últimamente y soltaba frases al azar que a Haru le irritaban de sobre manera. Le hacían sentir estúpidamente culpable, le daban tremendas ganas de ir y buscar a Rin debajo de cada piedra de Japón.

 

Sopesó la idea de que Rin hubiese regresado a Australia, pero con un bofetón de mal chiste se preguntó con qué dinero lo haría, si el pelirrojo era incapaz de siquiera liquidar la deuda del hospital que, tras vender el departamento, Haru había terminado de pagar.

 

La cosa era que Sousuke sabía que Haru sabía dónde encontrar a Rin. Pero Haru se quedaba calladito cuando Sou preguntaba y fingía demencia el resto del tiempo en que estaba solo, engañándose a sí mismo con frases burdas, pues, «Era imposible que Rin estuviese ahí».

 

Pero entre más días pasaban, más idiota se sentía. ¿Hasta dónde llegaba su odio? Entonces, varios días, al azar, se encontró caminando hacia ese lugar, deteniéndose una cuadra antes, dando media vuelta y largándose porque «No, Rin no sería tan estúpido».

 

Era agobiante eso de saber y no saber, porque Haru sí buscaba a Rin con la mirada cuando andaba por las calles de Tokio e ignoraba al elefante blanco en la habitación. Sopesar este problema no era lo suyo. Quería ayudar, pero dolía tanto.

 

Sousuke se quedó mirando el lienzo donde el rostro de Rin había sido pintorrajeado con rojo. Después, se quedó mirando a Haru y se preguntó si hablaba de esto con su psicólogo. Extrañar y odiar a una persona era raro, casi enfermo. Hablaba sobre obsesión, sobre una mala relación. Haru habló antes de que pudiese preguntar al respecto.

 

—Creo que era él —murmuró—. Siempre paso por ahí, siempre creo que es él y al final nunca lo es, pero esta vez, creo que sí era él.

 

— ¿Por qué? —preguntó, a cambio. Haru miró a Sousuke con desolación.

 

—Porque creo que ya no puedo seguir con esto. Lo veo en mis sueños, la historia que nos contaron en el antro no me abandona nunca. Y siento que él está ahí, pero…

 

«Tengo miedo de que en verdad esté ahí, que todo sea verdad. Porque entonces el único que tiene la culpa de todo soy yo», pensó.

 

Sousuke suspiró y se rascó la mejilla distraídamente, mirando hacia otra parte. ¿Por qué era tan difícil pensar en algo bien? Había tenido, todo el tiempo, ganas inmensas de golpear a Haru, así como todos. A Sou no le pasaban desapercibidas las miradas de reproche que el azabache recibía en las salidas con sus amigos, no era ciego ante el trato ajeno que Makoto comenzaba a darle y las palabras que Gou cargaba con lástima. Tampoco olvidaría la mirada acusadora que Nagisa le dio cuando vieron a Asahi la última vez.

 

Y quizá porque él vio todo eso, comprendió que Haru simplemente actuaba como cualquier humano en su situación lo haría.

 

Veía el dolor en sus ojos cada vez que lo visitaba y comprendía porqué últimamente se negaba a salir de su apartamento sino era para ir a recuperar el tiempo perdido en sus estudios o a reintegrarse poco a poco a la natación.

 

El dolor venía en muchos empaques diferentes y había sido un idiota al juzgar a Nanase simplemente por no haber sabido actuar.

 

—No creo que sea tu culpa —se atrevió, por fin, a decir. Haru lo miró, entonces, con algo parecido a la confusión.

 

—Eso no es cierto…

 

—No eres culpable por actuar conforme a tus emociones —continuó—. Te sentiste dolido, te fuiste. Rin se sintió dolido, se fue. En resumen, ambos hicieron lo mismo. Ambos son responsables de las consecuencias.

 

—Si Rin se prostituye, yo…

 

—Tú no eres culpable de eso. Está grandecito como para tomar sus propias decisiones, ¿no? —se acercó al más bajo— Tú pagaste por tus acciones en el accidente automovilístico, si quieres verlo de esa manera. Rin no estaba obligado a aceptarte, así que no es su culpa que hayas sido un imbécil. Si él actuó por sentirse culpable, ahora está acarreando sus propias consecuencias. Porque cada quien carga su propia cruz. Asignar culpas solo ocasiona más problemas.

 

Un recuerdo pasó por la mente de Haru, arrancándole una leve sonrisa y haciendo que su corazón doliese.

 

¿No habían hecho eso siempre? Ahora tenían consecuencias mayores, sí, pero… Negó con la cabeza. Se acababa todo ahí. Estaba harto.

 

 

_________________________

 

Cuando Asahi recibió el mensaje de Haru, no se lo podía creer, pero decidió simplemente actuar. Encendió su auto y arrancó, casi violentando las leyes de manejo. Se estacionó en el parqueadero del edificio casi al mismo tiempo que Haru bajaba del auto de Sousuke, con un paso lento, pero, notablemente más estable que la última vez que le vio.

 

— ¿Por qué crees que está aquí? —cuestionó Asahi con tono algo brusco. Haru sacó con cuidado el contrato de la venta y le mostró a Asahi la firma.

 

—Es el nombre del barman de The Iwaka —dobló el papel de nuevo. Asahi enrojeció.

 

—Entonces… ¿Sabes que Rin…? —Haru asintió.

 

—No quiero creerlo, de verdad, pero… Bueno…  Yo no lo reconocí esa vez, porque solo lo había visto esa noche, pero… Pagó el enganche con el bote donde recolectaba el dinero por una “buena historia”. Lo recordé hace semanas, cuando volví a verlo para el pago final del apartamento y creí que… —apretó el papel en sus manos y Asahi asintió.

 

—No pensemos mucho en eso, por algo lo habrás hecho. No tienes historial de acciones lógicas. ¿Por qué me llamaste?

 

—Porque yo no tengo derecho a venir aquí… Tú sí.

 

—Rin se fue sin decir más que esta era mi oportunidad en una jodida notita, no creo que yo tenga derecho a nada.

 

—Yo creo que no es cosa de derecho —intervino Sousuke, algo harto—. Pasarse la pelota de ésta manera es lo que nos trajo a este tipo de resultados. Solo vamos, tocamos y, si Rin está, le damos la paliza de su vida —Haru y Asahi se miraron antes de volverse a Sousuke, sabiéndose con la misma idea.

 

Sousuke apretó los labios y subió al edificio solo. Asahi y Haru habían comenzado a decir que quizá era a él a quien Rin de verdad necesitaba. Y Sousuke estaba tan harto de que todos pensaran que sabían lo que alguien necesitaba que mejor había aceptado.

 

Cuando Rin abrió la puerta, Sousuke le dio la paliza de su vida.

 

Estrelló el puño en su mandíbula y después lo abrazó como nunca. Y lo escuchó llorar, lo sintió sacudirse, lo vio dar vueltas en la habitación y preguntar cómo había sabido. Y volvió a abrazarlo, dejándolo desahogarse y desahogándose él mismo.

 

Luego, volvió a la realidad y golpeó la puerta del departamento que Rin una vez compartió con Haru. El cuerpo le cosquilleaba con la fantasía que deseaba volverse realidad, que Rin estuviese ahí, que las cosas se solucionaran, que se ayudaran finalmente y que la historia de terror acabara.

 

Pero nadie atendió la puerta.

 

Sousuke probó tirando de la perilla por pura casualidad y esta cedió. Arrugó la nariz ante el aroma que emanaba de todo el lugar. Como a humo. Comenzó a preguntarse si Rin estaría, de verdad, ahí. O si estaba irrumpiendo en propiedad de un desconocido. Fuese como fuese, entró. Igual y alguien necesitaba ayuda.

 

Rin sí estaba ahí y lo que olía, sí era humo.  

 

La tostadora estaba haciendo corto en el lavamanos lleno de agua y Sousuke fue a desconectar aquello antes de volverse a Rin, quien estaba sentado en el sofá con la mirada clavada en el piso. El corazón de Sousuke tembló mientras miraba alrededor. Entonces, Rin habló y también temblaba.

 

—No pude hacerlo —murmuró—. Me até una soga al cuello, pero no pude saltar. Rompí mi navaja de afeitar y me metí a la tina, pero no pude cortarme. Entonces metí la secadora de cabello al agua, pero olvidé conectarla. Intenté ahogarme, pero cuando comenzaba a quedarme sin aire, no podía evitar salir. Me tomé un frasco de pastillas, pero como no había comido las vomité. Intenté saltar de la azotea, pero hacía mucho frío allá arriba. Entonces vine y metí la tostadora en el fregadero, y esta vez sí estaba conectada, pero tocaste la puerta y yo… Quiero estar vivo.

 

No estaba llorando, Rin simplemente hablaba, mirando hacia abajo, y se acariciaba la pierna en un movimiento frenético.

 

—Pero no me siento vivo. Estoy aquí, estoy respirando. Estoy vivo, pero no estoy viviendo.

 

— ¿Buscaste ayuda? —Rin asintió.

 

—Sí, pero intentó internarme, así que no volví nunca —Sousuke se sentó a su lado y lo abrazó.

 

— ¿Y no se te ocurrió que sería lo mejor?

 

—No puedo dejar que mamá sepa de esto. Eso pensé. No quiero que Gou sepa, tampoco. E iban a saberlo, porque llamarían a ellas para que pagasen… Porque todo se trata de pagar.

 

— ¿Por qué no me llamaste?

 

—Quería que tuvieran la oportunidad de vivir, sin preocuparse por mí. Sé que sabes lo que soy, me esperaste en el antro muchas veces. Quería que dejaras de hacerlo, que vivieras tu vida, que todos vivieran su vida. Estoy seguro que la única vida que cagué es la mía. Nadie tiene que cargar con eso, solo yo.

 

— ¿Qué hay de Asahi? ¿No lo quieres?

 

— ¿Cuándo dejé de amar a Haru, Sou? —preguntó. Su mirada seguía clavada en el piso y su voz se escuchaba arrastrada— ¿Cuándo Asahi se volvió la persona que yo amaba? ¿Y si solo lo quiero porque me dio un motivo? ¿Y si solo lo daño, como a Haru?

 

—No todo en la vida es el amor, Rin. No puedes pretender que de eso se trata.

 

—Sé que no, Sou. Pero mi historia está resumida a eso. Si no le puedo corresponder a Asahi, entonces no le sirvo de nada. Y si estoy roto, ¿cómo sé si le correspondo de verdad? ¿Cómo sé que lo que siento es real? ¿Cómo sé que siquiera estoy sintiendo algo?

 

—No lo sé. Rin, ¿sigues… trabajando? —el pelirrojo negó casi imperceptiblemente— ¿Cómo pagaste el departamento?

 

—Un tipo me compró por un mes —murmuró—. Me pagó muchísimo. Intenté liquidar la cuenta del hospital, pero me dijeron que Haru ya la había pagado. Imaginé que la pagó con lo que yo le envié por el apartamento. Es que cuando me dijeron que lo estaba vendiendo… Lo conservé siempre, porque esperaba… No podía solo… Este apartamento significa mucho para mí… —el silencio reinó por unos segundos.

 

—Haru y Asahi están abajo.

 

—Diles que los invitaría a merendar tostadas, pero mi tostadora se acaba de averiar —Sousuke sonrió levemente y lo sacudió un poco. Pero Rin no apartó la mirada del piso.

 

— ¿Por qué no levantas la vista, eh? ¿Hay algo ahí? —Rin asintió.

 

—Mi dignidad.

 

—No seas imbécil, Matsuoka —Rin lo miró.

 

—Que no se entere Gou. Que Asahi no me vea. Que Haru no venga.

 

— ¿De qué hablas ahora? —Rin volvió la mirada al piso.

 

—Lo intenté, pero no pude. Le até una soga al cuello, pero no salté. Rompí la navaja de afeitar, pero no pude enterrarla lo suficiente —Sousuke vio las finas marcas de sus antebrazos—. Intenté ahogarme en la tina, intenté ahogarme en la tina, intenté ahogarme en la tina, lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté. ¡No pude hacerlo, no pude, no pude, no pude!

 

Las palabras salían frenéticas de su boca. Sousuke lo abrazó con fuerza y cerró los ojos, dejando que Rin hablase, que llorase. Lo escuchó por una hora, quizá dos, hasta que su voz se extinguió y los sollozos menguaron, cuando su respiración se cortó y se calmó. Cuando Rin cayó dormido, exhausto.

 

—La última vez que te vi, estabas vivo —susurró, acariciándole el cabello—. Me aseguraré de que revivas.

 

Haru se levantó de la acera cuando Sousuke bajó con el desfallecido cuerpo de Rin. Sin preguntar nada, abrió la puerta trasera del auto. Asahi soltó el aire contenido y, como un acuerdo silencioso, subió al auto de Sousuke y acomodó en su regazo la cabeza de Rin. Haru subió al copiloto, Sousuke encendió el auto.

 

Cuando Rin despertó, la luz se colaba por las cortinas blancas, por una ventana enrejada. Su mundo olía a farmacéuticos y todo era tan pulcro y sin vida como él mismo. Cuando Rin despertó, no podía mover las piernas y sus brazos estaban atrapados. Despertó en una camilla, en soledad. La puerta se abrió y una enfermera le sonrió antes de ayudarle a quitarse las cobijas que le apresaban. Le acercó el desayuno y le miró con compasión.

 

La ironía de la vida era que los centros de paz, no traían paz.

 

Notas finales:

N/A: Hola, hola, perdón por la tardanza. Los centros de paz son las instalaciones psiquiátricas, donde internan a los pacientes. Al menos es así donde yo vivo.

Díganme qué les pareció este capítulo, porque estoy en un punto donde me encuentro dispuesta a cambiarlo, dado a que lo escribí varias veces y nada me convencía. En fin, abierta a opiniones.

 

Si algo no tiene sentido, me avisan y yo lo aclaro en el siguiente capítulo. Solo una cosa. Al inicio, Ikuya y Asahi están intentando comprender, no significa que lo que hayan dicho sea tal cual. Ya verán qué es lo que está sucediendo con Rin realmente. Bueno, muchas gracias por todo.

 

Esta historia está bajo mi mira. No soy de eliminar historias, pero la temática de esta me duele un poco y de verdad no sé si continuarla. Hasta que lo decida, seguiré escribiendo.


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