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Errores por MikaShier

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Capítulo 9. Una tú, una yo.

Se sentía vacío.

 

Rin por fin había eliminado su presencia del departamento. No había nada más que le recordara a él, salvo su corazón roto. Y, aunque deshacerse del pelirrojo era lo que había querido, no se sentía del todo bien. Se sentía como si fuese Rin lo que hiciese que el lugar luciese cómodo, acogedor. Sus medallas yacían colgadas y había un espacio vacío entre cada una de ellas.

 

Haru casi rió al recordar el por qué.

 

En su tercera competencia como nadadores profesionales, él había llegado y había colgado su medalla en el “cuadro de medallas”. No mucho tiempo después, Rin había irrumpido en el lugar, maldiciendo el desorden, y había descolgado todo. Una tú, una yo. Y, entonces, sus medallas se intercalaron en el muro. Nunca le preguntó a Rin el porqué, según él, debía ser así. Se arrepentía.

 

Una tú, una yo.

 

Equitativo, eso. Igualdad… Reciproco… Las palabras le golpearon directo al corazón. ¿Cuántas veces le había fallado a Rin? ¿Cuántas veces Rin fue el que falló? Apretó los labios con fuerza y se acomodó en la cama, intentando obligarse a dormirse de una jodida vez.

Vale, te perdono.

 

¿Por qué? ¿Por qué era Rin quien admitía haberse equivocado? Haru intentó, de verdad que intentó, hacer memoria de las veces en que él había admitido un error. Pero a su mente solo llegaba la voz de Rin, murmurando que “aunque estaba mal, estaba bien, así que no debía preocuparse”.

 

¿Por qué Rin lo había rechazado?

 

¿Es que se había hartado? Haru hubiese podido cambiar si había algo que no le gustaba al pelirrojo. Él hubiese hecho lo que sea por Rin, de ver... ¿De verdad?

 

No te quedaste. No quisiste escuchar.

 

Ahora, el rostro furioso de Asahi inundó toda su mente. Su voz alzada, su ceño fruncido y sus puños apretados. Sus palabras hirientes habían llegado a la puerta de Haru la tarde anterior. Asahi, en un torbellino de insultos y reclamos, había ido a tomar la única caja que el azabache no había entregado: Todas las fotografías donde estaban juntos. Las había descolgado aquél día en que llamaron a Rin para que las recogiese, pero algo dentro de él lo obligó a esconder la caja que Nagisa cerró con cinta de papel. Y al parecer el pelirrojo lo había sabido, porque había mandado a Asahi.

 

“Como ya no lo amas, no importa, ¿verdad?” Escuchó la cizaña en su voz, el veneno que serpenteó desde su lengua. “Por supuesto que no importa. Estarás agradecido, incluso, de que haga este favor por ti.” Nunca pensó que Asahi, el siempre vivaz y aparentemente positivo, pudiese llegar a hablar con tanto odio. “Cuando te des cuenta del error que cometiste, hazle un favor a Rin. No lo busques. No lo busques nunca más, Haru. Es lo mínimo que puedes hacer.”

 

Pero, ¿y qué si de repente quería respuestas? Las necesitaba. De pronto, necesitaba saber cuál había sido el motivo. Entonces comenzó a sentirse culpable. Claro, ahora que Rin se marchaba definitivamente, quería encontrar la forma de retenerlo.

 

No, no era culpa de Haru. Tampoco era culpa de Rin. Simplemente no habían sido el uno para el otro. Era hora de pasar la página, continuar con la vida, buscar nuevas fronteras, recuperar el tiempo perdido. Poco a poco, regresar a su sueño. Ese día, decidió olvidarse de Rin, finalmente y por completo.

 

Una semana después, Haruka abandonó el departamento.

 

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El nuevo apartamento de Haruka era más sencillo, más acogedor y más cerca de donde hacía la rehabilitación. No importaba cuánto tiempo tardase, él lograría recuperarse y volvería a la natación.

 

De la mudanza, de su nueva vida, había pasado ya un mes y, al menos, ya no necesitaba el bastón para caminar. Todo marchaba bastante bien.

 

Se había enterado por Makoto que Sousuke se había quedado a vivir con Gou, en un departamento cerca de la universidad donde ella estudiaba. Sabía que Sousuke había hecho rehabilitación para su hombro roto en alguna parte del mundo, pero le interesaba poco en dónde. Lo que no sabía, era a qué había vuelto. Su llegada había parecido repentina, para qué negarlo. Y que se quedara a vivir con Gou sin ser pareja fue sumamente más extraño.

 

Hablando de la chica, se había topado con ella una vez, en una reunión con sus amigos. Habían hecho las paces, a Gou no le había quedado más que tragarse el mal sabor que Haruka le dejaba con respecto a su hermano y aceptar su amistad pese a ello. Sin embargo, las reuniones habían aumentado y ahora se veían todos tres veces por semana. Aunque Nagisa y Rei vivían en Ôme, el lugar estaba bastante cerca y nada les impedía viajar, usando el tren u obligando a Makoto a mover el automóvil que sus padres le habían regalado en su cumpleaños pasado. De Asahi e Ikuya no supieron nada más.

 

Ese día, su lugar de reunión fue un antro al que Nagisa se moría por ir. Dijo que, en una ocasión en que a Rei y a él se les había hecho muy tarde, habían vagado por ahí en busca de un hotel para hospedarse esa noche, debido a la renuencia de Rei para ir con sus amigos tan entrada la noche. El punto era que, en dicha ocasión, se habían topado con un antro lleno de gente y la curiosidad los había llevado a preguntar. The Iwaka era el antro más famoso cercano a la estación de Shibuya. El ambiente era bueno, al igual que su música y el menú, a pesar de que este último fuese escaso. Y, tras días y días de insistencia, había convencido a todos de ir.

 

La música resonaba con fuerza, rebotando en cada pared, mientras una multitud bailaba al ritmo de la misma, en la pista. Las luces eran escasas pero suficientes y en la barra apenas encontraron sitio. El barman, un joven rubio con las puntas del cabello de un tono rosado, los atendió con una sonrisa amable antes de retirarse.

 

Charlaron por sobre la música y rieron mientras bebían, o al menos casi todos hicieron eso. Gou se veía sumamente preocupada. Ella había sido una de las que más se habían resistido a ir a ese antro, e incluso había puesto una lista de los que ella creía mejores. Pero Nagisa se aferró a lo que escuchó de The Iwaka y no quitó el dedo del renglón.

 

Makoto, por su parte, hablaba, reía y mantenía los ojos en la pista, buscando disimuladamente a Sousuke. Lo encontró cuando llevaban una hora allí. El azabache pareció sentir su mirada, porque volteó y abrió los ojos con sorpresa antes de negar varias veces con la cabeza.

 

Makoto echó una mirada a Gou y esta le devolvió la misma mirada preocupada. Fingió una sonrisa y se levantó.

 

—Gou y yo vamos a bailar. No dejen que Haru tome mucho, ¿vale? —señaló el castaño. La chica se apeó de inmediato y, tomándolo de la mano, se internaron entre la gente, llegando a Sousuke casi de inmediato— ¿Está aquí?

 

—He venido cada noche, pero nunca lo he visto.

 

—Quizá estás equivocado, cualquiera podría tener ese sobrenombre. Además, ¿por qué mi hermano viviría en un antro? —Sousuke miró a Makoto, quien torció el gesto.

 

—Algo me lo dice. Creemos que quizá trabaje aquí. He oído que al barman lo llaman J.D. y coincidentemente allá arriba hay una puerta con esas iniciales.

 

—Sousuke cree que Rin quizá viva aquí también, pero no lo hemos visto, a pesar de que se ha pasado el sábado entero haciendo guardia frente al local.

 

—Bueno, Asahi-kun dijo que Rin y él casi eran novios, ¿no? —murmuró Gou, mirando hacia un lado— Quizá se fue a vivir con él… Ikuya-kun mencionó que mi hermano tenía un empleo que a Asahi-kun no le gustaba, quizá finalmente lo convenció y mi hermano no trabaja más aquí.

 

—Puede ser… Aunque ha pasado poco tiempo…

 

—Debemos comenzar a pensar que Rin de verdad no nos quiere en su vida —comentó Makoto, suspirando con pesadez—. Estamos comportándonos como unos acosadores, intentando dar con el lugar en donde Rin vive, sin tomar en cuenta que él se alejó porque él no nos quiere en su vida. No podemos forzarlo a aceptarnos de nuevo.

 

—Creo que al menos merecemos una explicación —murmuró Sousuke, suspirando. Gou se mordió el labio y luego chistó.

 

—Tú no lo entiendes, Makoto-senpai. Rin, Yamazaki-kun y yo somos familia. Si quieres darte por rendido está bien, pero nosotros queremos a nuestra familia devuelta. Nosotros queremos ayudar a Rin, porque no nos gustó lo que vimos esa última vez.

 

—Pues entonces habrá que hablar con Asahi.

 

—Shiina no querrá hablar con nosotros —debatió Sousuke.

 

—Quizá ni contigo ni conmigo. Pero con Kou-san debe ser distinto.

 

Quedaron en ello. En ese mismo momento, Makoto envió un mensaje a Asahi y, él, tras muchas evasivas, accedió a verlos a los tres al día siguiente, en una cafetería cercana a donde Gou y Sousuke vivían.

 

Sousuke se retiró del antro en cuanto vio que Haruka, Rei y Nagisa se acercaban a donde Gou y Makoto se encontraban. Nagisa parecía contrariado, a diferencia de Rei y Haru, quienes lucían molestos.

 

— ¿Qué pasó? —cuestionó Makoto, con una mueca extrañada.

 

—El barman no le cae bien a Haru-chan. Le ha contado una historia mientras Rei-chan y yo discutíamos qué beber y Haru-chan se ha enojado mucho y le ha lanzado la bebida encima. Luego Rei-chan se puso a pelear también —Haru chistó.

 

— ¿Qué dijo para que Haru se molestara tanto? —Rei carraspeó suavemente y le echó una miradita a Gou antes de responder.

 

—Ha insinuado que Rin-san es un… Un hombre de noche —Gou frunció el ceño levemente sin comprender. Nagisa le dio con el codo a Haru, entonces él volvió a chistar.

 

—Dijo que Rin era un prostituto.

 

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Asahi estaba furioso. Se sentía como si le hubieran tendido una trampa y él hubiese caído así sin más. Siempre confiando en que la gente tenía buenas intenciones.

 

Había despertado esa mañana al lado de un malhumorado Rin, que al verse despierto por culpa de Asahi, se había vestido y se había largado de su casa sin motivo aparente. Eso ya lo lidiaría después. Sin embargo, ese no era motivo de su furia. Había ido a la cafetería donde se encontraría con la hermanita de Rin y dos de sus amigos. Tenía planeados plantarles cara y pedir amablemente que dejaran en paz al pelirrojo, ya que Rin se había quejado varias veces de que Sousuke no lo dejaba trabajar, parado siempre en The Iwaka y mirando a todas partes. Aunque esto Asahi lo agradecía por el simple hecho de que Rin no había podido recobrar su “trabajo”, pronto se volvió una molestia. Exactamente, una semana y media después. Rin había encontrado una nueva fuente de clientela, sorprendentemente una peor.

 

Asahi procuraba no tocar al pelirrojo, pero en las noches que se quedaban juntos, cuando Rin se ponía el pijama y parte de su piel quedaba al descubierto, no podía evitar mirar lo que podía de ese cuerpo delgado. Su piel estaba llena de moratones y mordidas, que en vez de curarse se hacían más visibles cada vez, como si alguien se encargara de remarcarlas.

 

Había creído que todo se había arreglado aquél día del sermón, pero descubrió que no era así. El hablar así con Rin solo provocó que el pelirrojo alzara una máscara. Siempre parecía estar bien, pero Asahi sabía que no era así cuando veía al pelirrojo salir del baño con la piel completamente roja, señal de la fuerza con la que se había tallado. Sabía que se sentía sucio, pero no sabía que más podía hacer, además de abrazarlo y consolarlo.

 

En fin, quería pedir que dejaran a Rin en paz para que él pudiera abandonar a ese nuevo cliente, sabiendo que Rin ya no lo escuchaba y seguía imponiéndose ese “castigo”.

 

Pero vaya sorpresa se llevó cuando se vio rodeado por el escuadrón completo de Iwatobi. Apretó los labios y clavó la mirada, furiosa, en Haruka antes de pasarla a Makoto. Traición. Dejó el teléfono en la mesa e intentó fulminar a todos con la mirada, transmitiéndoles su disconformidad.

 

— ¿A qué se debe esto? —siseó. Gou tragó en seco y se removió en el asiento. Para su sorpresa, fue Haru quien tomó la palabra.

 

—Queremos hablar con Rin.

 

—Te pedí que lo dejaras en paz. Él está bien ahora que ya no tiene nada que ver contigo.

 

—S-sabemos que no es cierto —intervino Gou. Makoto le puso una mano en el hombro.

 

—No hemos podido dar con su dirección… Creímos que quizá tú podrías ayudarnos a encontrarlo.

 

—No.

 

—Somos sus amigos —saltó Nagisa. Luego miró a Haru con algo parecido al reproche—. Bueno, casi todos.

 

—La respuesta sigue siendo no. Con permiso —hizo amago de levantarse, pero Sousuke lo empujó hacia abajo y se encogió de hombros.

 

—Deberías dejar la fachada. Rin necesita ayuda, lo sabes.

 

—Se está recuperando poco a poco. Solo es cuestión de tiempo para…

 

—Necesitamos hablar con él —volvió a decir Haru. Suspiró pesadamente antes de continuar—. Al menos una última vez. Solo necesitamos saber que está bien y luego nos alejaremos si él lo quiere.

 

—Él te quiere lejos. Y yo te quiero lejos de él. Es una conclusión muy simple, ¿no? —Haru entrecerró los ojos. Rei se acomodó los lentes y asintió.

 

—Viene en camino. Asahi-kun. Lo siento —exclamó en voz baja. Asahi enrojeció por la furia. ¿Cuándo le había sacado el celular? Ni siquiera había reparado en que Rei se había sentado a su lado por andar peleando con el estúpido de Haruka. Intentó recuperar el móvil, pero Sousuke lo guardó.

 

—Es necesario. Rin nos necesita.

 

— ¿De verdad? No me vengan con esa mierda. Rin los necesitó desde siempre, ¿por qué ustedes intentan interceder cuando él ya tocó fondo? ¡Desde hace casi dos años que debieron haber actuado! ¿Los necesita? ¿Ahora? Créanme que no. Ahora ya es tarde. Métanse su “somos los mejores amigos del mundo” por el culo y déjenlo tranquilo. Lo único que él necesita son personas que de verdad estén dispuestos a escucharlo. No personas que lo escuchan seis meses después de que él dejó de gritar.

 

El silencio reinó en la mesa, con todos los ojos fijos en Asahi. Pasaron así dos minutos enteros cuando, de la nada, Asahi sacó un llavero de sus pantalones y la campanilla de la puerta sonó. Las lanzó sin pensárselo dos veces y Rin las atrapó al vuelo. Parpadeó unos segundos, mirando a quienes fueron sus amigos, antes de marcharse con prisa.

 

En cuanto subió al auto de Asahi, arrancó. Su corazón latía desbocado y su piel se sentía extrañamente fría. Había llegado al local tras el mensaje de Asahi. No había tardado nada porque él había vuelto al departamento del chico, que estaba en el edificio cruzando la calle. Primordialmente, quería disculparse por la actitud de esa mañana y, cuando lo invitó al café, agradeció que él no estuviera enojado. Por ello, su corazón se detuvo tras abrir la puerta de la dichosa cafetería.

 

Asahi parecía que siempre iba a salvarlo.

 

— ¡¿Por qué hiciste eso?! —gritó Gou, levantándose— ¡Es mi hermano!

 

—Hm —Asahi se encogió de hombros, más tranquilo. Le dio un sorbo a su café y suspiró—. Sin embargo, le plantaste una emboscada.

 

—No conoces a Rin, no puedes decidir por él.

 

— ¿Por qué no lo entienden? —murmuró en un tono más bajo.

 

— ¿Por qué no lo entiendes tú? Rin necesita nuestra ayuda.

 

—Rin ya no los necesita a ustedes. No digo que no los haya necesitado antes, recalco que sí los necesitó. Pero ahora es muy tarde para actuar. Rin ya no los quiere cerca y ustedes solo lo presionan, lo orillan, lo hacen que siga con su jodido maldito martirio —Sousuke ocultó su interés en esas palabras, pero no las dejó ir.

 

—Tú no has podido detener ese martirio. No podrás hacerlo, porque no lo conoces del todo. Quizá sepas lo que aconteció el último año, pero es imposible que lo conozcas tan bien como nosotros —Asahi le dirigió una mirada cansada, triste. Se pellizcó el puente de la nariz, Sousuke siguió—. Nosotros podemos detenerlo, porque el origen de ese martirio es Nanase. En el fondo, lo sabes. Si Rin se siente culpable por lo que le hizo a Nanase, solo Nanase puede dejarle en claro que no es así.

 

—O podría arruinarlo todo —comentó Nagisa, mordiéndose el labio—. Es que… Es que creo que si Haru-chan es su martirio, volver a ponérselo enfrente podría hacer que Rin empeore…

 

—No creo que pueda ser peor —confesó Asahi—. Lo estoy ayudando como puedo, pero no creo que pueda ser peor —Makoto soltó el aire, al fin Asahi parecía dispuesto a escuchar.

 

—Solo queremos saber dónde vive. Iremos ahí, hablaremos con él y, si nos lo pide, lo dejaremos tranquilo.

 

—Queden con él en algún lugar, no es necesario saber dónde vive.

 

—Lo pensamos, pero creemos que Rin se las apañará para marcharse en cuanto nos vea. Te hemos podido emboscar a ti, pero Rin no es tan fácil de atrapar. A menos de que lo atrapemos en su propia casa.

 

Para Asahi, eso no tenía sentido. Si Rin no quería hablar, no hablaría y listo. Pero Yamazaki tenía razón, los problemas se arrancaban de raíz. Y si la raíz era Haru… Su reciente odio por el ojiazul brilló de forma intensa. Bien, accedería. Les daría la bofetada que todos ellos merecían. Todos cargarían con la culpa que Rin llevaba a su espalda. Y Haru… Haru quizá se daría cuenta del error que había cometido.

 

—No quiero que hagan ningún comentario cuando lo vean —advirtió antes de levantarse—. Me parece tosco que vayan todos juntos, así que solo llevaré a tres. Su hermana, obviamente. Su mejor amigo. Y su jodido y patético ex novio —declaró. Luego suspiró—. Mañana, a las diez, vengan aquí, ¿vale? Los llevaré.

 

Sousuke debió seguir sus instintos y no confiar en Asahi, porque, a la mañana siguiente, ese pelirrojo no llegó.

 

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—Ellos creían que iba a traicionarte tan fácilmente —murmuró, mirando a Rin desde la puerta de la habitación. El pelirrojo asintió levemente y le hizo un espacio en la cama inservible que le pertenecía.

 

—Gracias por no hacerlo…

 

—En realidad, casi me convencen —Asahi se acomodó en ese espacio libre y abrazó al pelirrojo con fuerza, cerrando los ojos—. Porque es cierto que yo no puedo ayudarte…

 

—Pero sí me has ayudado —se giró en los brazos contrarios, para quedar de frente. Ambos recostados en ese pequeño colchón—. Sigo aquí, ¿no?

 

—Pues no, la verdad. Es decir, te siento aquí, pero no eres realmente tú. No has comenzado a superar —murmuró. Rin suspiró—. Necesito que te perdones de verdad, no solo cuando estás conmigo.

 

—Es que solo tú me haces sentir que merezco algo —confesó. Le acarició el brazo distraídamente—. Cuando estoy contigo, haces que deje de sentirme como la mierda que soy la otra parte del tiempo.

 

—Porque la otra parte del tiempo te esfuerzas en ser una mierda, Rin. No te detienes, vas con todo a culparte, a infravalorarte.

 

—No merezco más.

 

— ¿Eso te lo enseñó Haruka Nanase?

 

—No, por supuesto que no. Sé que lo culpas a él, pero deberías ponerte un poco en su lugar. Lo rechacé sin motivo racional. Es comprensible que le duela.

 

—Eso lo entiendo, pero hay una gran diferencia entre la razón y la consecuencia. Siendo sincero, y aunque me duela, no deberías estar entre mis brazos, tendrías que estar entre los suyos, porque… Él debió escucharte. Debió ser más racional y no dejarse llevar por la ira. ¿Por qué se marchó a Iwatobi? Pudo buscar un hotel, calmarse, luego actuar.

 

Rin se quedó callado. Bueno, siempre supuso que se había ido a Iwatobi por su culpa. Y ciertamente parecía ser la única explicación. Haru se había dejado llevar. No dijo nada por unos minutos, pero luego sonrió.

 

—Oye —llamó. Asahi abrió los ojos y lo miró con curiosidad—. Yo creo que no quiero estar en otra parte justo ahora.

 

Eran esos momentos los que le hacían creer que sí podía ayudar a Rin, que poco a poco podía sacarlo del pozo en el que se había sumido. Lo abrazó con fuerza y soltó una risita antes de besar su mejilla.

 

—Entonces quédate siempre aquí. Dame una oportunidad y deja todo eso que te atormenta, Rin —el aludido cerró los ojos—. Ya has tenido suficiente, ¿no?

 

—Sí…

 

—Entonces, ¿por qué no dejas todo de…? —Rin le cubrió la boca con la mano.

 

—Te he dicho que sí. Está bien. Lo voy a dejar. Tú me has dado una oportunidad, ¿no? Lo justo es que yo te de una a ti. Una tú, una yo.

Notas finales:

N/A: ¿Tardanza? Obviamente. ¿Valió la pena? Ustedes digan. Aunque este capítulo es súper confuso, disfruté escribir la última parte. Sí, quizá les parezca apresurado. Pero no he planteado una solución al problema. Le he puesto una bandita a la herida profunda. (?)


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