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Errores

Autor: MikaShier

Resumen:

Porque hay cosas que no se pueden perdonar.

 

HARURIN

Dedicada a Andersen.

Advertencia: Contenido sexual explícito.

-Uso de lenguaje vulgar.

-Esta historia trata temas delicados.

-Transcurrido en un universo alterno después de que los chicos se entraran a la universidad.

-Las advertencias etiquetadas en la obra pueden no ser necesarias, solo las pongo por si se me ocurre.


Clasificación: No menores de 16 años [Reviews - 19]
Categoría: OTRAS SERIES MANGA > FREE!
Personajes: No
Generos: Angustia, AU, Drama, Tragedia
Advertencias: Sadomasoquismo, Tortura, Violación
Serie: No
Capitulos: 13 Finalizado: No
Palabras: 33396 Leido: 5721
Publicado: 14/02/17 Actualizado: 26/04/19



Notas del fanfic :

Disclaimer: Ésta historia está basada en los personajes de Free! Iwatobi Swim Club, Free! Eternal Summer y High Speed! 1 y 2. Por lo tanto, no son de mi autoría.


Se prohíbe: La adaptación y la distribución de un fragmento o toda la historia por completo. Sí desea hacer algo como ello, por favor, pídanme permiso. Si bien Free no me pertenece, ésta historia sí.


Advertencias: Lenguaje explícito, contenido sexual. Temas fuertes como la prostitución, drogadicción y depresión. AU. Contenido homosexual.


Título: Errores


Autor: MikaShier


Dedicatoria: Andersen. |Espero no decepcionarte, si quieres participar en la escritura de la historia, no dudes en decirme, que estaré más que encantada| No sé si tengo permitido etiquetar tu seudónimo real. Dame una señal, haz presencia, te invoco|


Localización: Ésta historia se encuentra en AmorYaoi, Wattpad y FanFiction. Pueden comunicarse conmigo a través de Wattpad o Fanfiction, si lo necesitan. O por facebook. Mika S. Gold.


Se recomienda discreción.


|UNIVERSO ALTERNO|



1. Capítulo 1. The Iwaka por MikaShier [Reviews - 2] (2510 words)

Ya di muchas advertencias. Por favor, no vengan a criticar el tema tratado, porque yo ya lo dije muchas veces y es bastante tedioso leer críticas malas cuando yo ya advertí mil veces.

 

ADVERTENCIA:

Contenido sensible.

 

:v


2. Capítulo 2. Lucky Look por MikaShier [Reviews - 0] (3367 words)

3. Capítulo 3. Es de humanos por MikaShier [Reviews - 1] (1466 words)

4. Capítulo 4. Solo escúchame por MikaShier [Reviews - 2] (2352 words)

5. Capítulo 5. Lo merecía por MikaShier [Reviews - 2] (1873 words)

6. 6. No hay razón por MikaShier [Reviews - 1] (2368 words)

7. Capítulo 7 por MikaShier [Reviews - 1] (3661 words)

8. Capítulo 8 por MikaShier [Reviews - 2] (2693 words)

 

Capítulo 8. Brisa de verano

 

Su corazón latía con fuerza. Desesperado. Descontrolado. Sentía su mundo haciéndose moronas y, apretándose el pecho con fuerza, se dejó caer al piso, con la espalda pegada a la pared. El aroma lo invadió. Brisa de verano, reconoció. Verano sonriente, verano feliz. Otoño cálido, otoño de cariño. Invierno frío, de la perdición. Sabía que estaba pensando estupideces y escuchaba algunos golpes en la puerta mientras sollozaba abiertamente.

 

Se abrazó las piernas e intentó ser fuerte. Por supuesto que lo intentó. Luchó con todas sus fuerzas para no dejarse llevar por el mar descontrolado que se revolvía en su interior. Intentó aferrarse a la brisa de verano. De verdad, intentó.

 

Pronto, ya no abrazaba más sus piernas. Sus rodillas pasaron a estar pegadas al piso, igual que su frente, mientras un grito de desesperación y locura escapaba de su garganta. Lo intentó, de verdad, pero no pudo sostenerse. Escuchó un “Hay que dejarlo un rato” entre el llanto, hipeo y sollozo. Lloró por horas, hasta que sus ojos se hincharon al igual que sus labios. Hasta que la cabeza le ardió con dolor. Las lágrimas continuaron su descenso mientras Rin miraba el piso fijamente, sin emitir más ruido. En la misma posición de horas atrás. Cerró los ojos con fuerza antes de levantarse.

 

Su culpa.

 

La mirada de la madre de Haru no se iría de su mente. Acusadora, mientras que sus labios murmuraban un no es tu culpa. Y el padre de Haru… Lo había mirado con tanta tristeza. Tan profunda tristeza que Rin ni siquiera tuvo que pensárselo. Quizá el hombre no le culpaba, pero era culpa del pelirrojo haber puesto esa expresión en ese rostro que solía mostrarse feliz y tan radiante como su mujer.

 

No quería.

 

Se había levantado como si fuera piloto automático. Acarició la barra con la punta de los dedos al pasar, dirigiéndose a la habitación. Miró el cuadro de Haru y suyo en una de las paredes, pero no se detuvo. Se sentó en la cama que compartía y apretó los puños. Se inclinó hacia el último cajón de la pequeña cómoda y sacó algo de ahí. No podía. No quería. No lo haría.

 

Desesperado. Roto. Perdido. Culpable.

 

Soltó el aire con lentitud y tiró el objeto que había sacado para romperlo de un pisotón. Se agachó y recogió los restos. El pedazo más importante. Tragó en seco y llevó el filo de la navaja para afeitar hacia el inicio de su antebrazo. Un corte, largo y profundo, en cada brazo y la vida escaparía gota tras gota. Cerró los ojos y presionó un poco, comenzando a temblar.

 

Lo merecía. Merecía estar muerto. Había estado a nada de asesinar al amor de su vida. Era su culpa que estuviera ahí. No merecía…

 

Apartó la navaja con brusquedad y la dejó caer al piso, abriendo los ojos. No merecía, siquiera, morir.

 

La muerte era una escapatoria. Un camino cortado a la fuerza. No podía suicidarse. ¿Con qué derecho? Había casi asesinado a Haruka Nanase. Lo que menos merecía era morir. Tenía que sufrir. Sufrir de verdad. Tenía, también, que hacerse cargo. Tenía qué.

 

Así que ese mismo día, Rin Matsuoka salió del apartamento, secándose el rostro con brusquedad.

 

Una semana después y siete entrevistas forzadas de trabajo, finalmente había sido contratado. Nadie podía negarse a un Matsuoka decidido. No vio a sus amigos, no merecía estar cerca de ellos. ¿Con qué cara?

 

Lo que sí hizo, fue tocar la puerta del hotel donde los Nanase se hospedaban –se habían rehusado a quedarse en el departamento y Rin comprendió que no querían convivir demasiado con el asesino de su hijo. Casi asesino-. Ofreció un trato y la pareja, después de negarse enésimas veces, aceptó.

 

Y su tortura comenzó.

 

Trabajó día y noche durante los primeros meses del coma de Haru. Comiendo poco, durmiendo menos, esforzándose más. A duras penas lograba pagar la cuota. El departamento lo pagaba con lo poco que había quedado de la cuenta donde pagaba su equipo. La brisa del verano llegó. Verano feliz, verano sonriente.

 

Haruka parecía estar mejorando. Los doctores decían, con el ceño fruncido, que sus signos vitales estaban mejorando. Pero quizá la brisa sopló demasiado fuerte. El diez de junio, Haru sufrió un derrame interno.

 

La operación se efectuó rápida y eficazmente y los signos vitales de su Haru se hicieron estables. Estaba, una vez más, a salvo. La muerte seguía rozando al azabache con sus dedos, lo llamaba desde la oscuridad e intentaba arrebatarlo de brazos de Rin, a quien sí quitó el alma cuando la cuenta llegó con fecha de primero de julio.

 

Rin no sabía que hacer. No podía pagarlo, ni siquiera pidiendo un préstamo, ¿o sí? Visitó varios bancos, pero, en cualquiera de los casos, la validación del préstamo tardaría un mes o más. La melodía desolada del cruel destino que parecía tocar solo para Rin.

 

Desesperado, dio vueltas por todo Tokio. Perdido, inestable y dejándose llevar por una oleada de aparentes universitarios, entró a un antro. Un nombre burlón a su situación. Un nombre que unía la rivalidad. The Iwaka. Rin no pudo evitar pensar en Iwatobi, en Samezuka, cuando las cosas no eran tan… así. Cuando sus únicas preocupaciones eran nadar, aprobar exámenes y comer todos juntos por ahí.

 

Llegó a la barra, sentándose sin más y pasando así unos minutos antes de que un chico de cabellos rosas llamara su atención con un golpecito en la cabeza. Rin alzó la mirada y vislumbró la sonrisa amplia del barman, que le ofrecía un trago de cortesía.

 

El pelirrojo aceptó con un asentimiento, bajando la mirada otra vez. Intentando invocar una solución.

 

—Nunca te había visto por aquí —comentó con amabilidad aquél chico, poniéndole enfrente un vaso con un líquido azul. Rin se encogió de hombros—. Vamos, ¿por qué la cara larga? ¿Te has peleado con tu novia?

 

Rin soltó una risa amarga. Pelearse con su novia. Cierto, las personas llegaban ahí, seguramente, con situaciones tan fáciles. Aunque, bueno, no le constaba.

 

—No es nada —mintió con descaro. El barman torció los labios y se encogió de hombros justo antes de que lo llamaran en la otra esquina de la barra.

 

El pelirrojo había quedado solo de nuevo. Dio un trago pequeño a su bebida y suspiró. Entonces sintió otra presencia. Un hombre se acomodó en la butaca de al lado y le miró con algo de curiosidad. Carraspeó un poco, haciendo que Rin se girase para mirarlo.

 

—Usted… —musitó un poco sorprendido. El hombre guiñó un ojo y se llevó un dedo a los labios, pidiendo silencio.

 

Rin lo reconocía. Era el hombre que había tocado su puerta en el apartamento. El oficial de policía que había informado sobre el accidente automovilístico de Haru. Se veía más joven sin el uniforme encima, con esa ropa casual.

 

—Nadie querría saber que alguien con mi… puesto… está aquí, no armes un alboroto, señor Matsuoka —Rin asintió pesadamente y volvió a su bebida—. Me enteré de lo que sucede en el hospital. Me tomé la molestia de investigar un poco, moviendo hilos por aquí y por allá. ¿Te encargas de la deuda de tu novio? Eso es muy tierno, de verdad. Pero sé que las operaciones son caras y que los trabajos que te cargas no son de muy buena paga. Créeme. Fui joven una vez.

 

—Con respeto, no le importa, señor… —el oficial se llevó su trago a la boca y se lo bebió de una.

 

—Dime algo, Matsuoka —dejó el vasito en la mesa y lo miró indescifrable— ¿Eres virgen?

 

El pelirrojo alzó ambas cejas y lo miró con desconcierto, intentando analizar sus palabras. La música comenzaba a lastimarle los oídos de tan fuerte que estaba, así que no tenía que preocuparse por el hecho de que el oficial fuese escuchado. Aunque, ¿ya qué más daba?

 

—Yo… no… no sé a qué viene esa… pregunta —balbuceó, aún sin salir de su asombro. El hombre se acercó a él, demasiado para su gusto. Su aliento le acarició el oído y Rin reconoció el aroma del alcohol por encima del humo artificial.

 

— ¿Sabes cuánto se paga en este lugar por cobrar un culo virgen? —cuestionó con tono ronco. Atrapó la cintura de Rin quien, atónito, no se separó. Sus ojos estaban bien abiertos y su corazón latía con miedo— Lo suficiente para dos operaciones —continuó. Rin quiso separarse, pero el hombre no lo dejó—. Comprendes, ¿no? Y con tus atributos… Puedes darte el lujo de pedir. Quieres salvar a tu novio, quieres castigarte porque tú eres culpable. Porque tú lo dejaste ir esa noche. He seguido tu caso, Matsuoka. Pensé, en un principio, que tú habías mandado a matar a Haruka Nanase. Pero conforme más conocía sobre ti y más indagaba en secreto, más comprendía que no podía ser. Lo estás matando, aun así. Y sabes que hay un precio por media cabeza cortada. Así que, dime: ¿Eres virgen?

 

—Sí.

 

El oficial asintió y se levantó, llevándose consigo al pelirrojo bajo la mirada atenta del barman. Regresaron a Iwaka media hora después. Rin vestía pantalones ajustados, una gargantilla y una musculosa que le resbalaba por los hombros. El hombre lo acomodó en el centro de la pista y le indicó que bailase. Toda la noche, si era necesario.

 

Contoneo de caderas, alzar los brazos, descender un poco, sacar el trasero ligeramente al ascender, cerrar los ojos con cara de goce. Rin no podía hacerlo. Bailaba con timidez y arrepentimiento. Y de verdad, intentó aferrarse a su cordura. Pero entonces unos labios se posaron en su cuello. Unas manos, grandes y ásperas, se metieron por debajo de su musculosa y le acariciaron la cintura.

 

— ¿Cuánto? —susurró aquél hombre. Rin tragó en grueso.

 

—S-soy un hombre —comentó, intentando ahuyentarlo con aquello. Pero el contrario aferró el agarre y lo hizo pegar la espalda a su pecho.

 

—Me importa poco. Un amigo me ha dicho lo bien que te conservas —susurró en su oído. Rin lo escuchaba por encima de la música—. Te daré setenta mil, el dinero me sobra.

 

Tragó en seco y, sin preámbulos, asintió. El hombre rió contra su oído y lo abrazó contra sí antes de llevárselo. Lo hicieron toda la noche hasta que Rin se quedó dormido en la cama de aquél hombre, con la semilla escurriendo entre sus piernas y el alma hecha pedazos. Con setenta mil yenes en su cuenta bancaria.

 

Así comenzó su caída.

 

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Actualidad

 

Asahi acarició la espalda de Rin con delicadeza. Ninguno de los dos lloraba, sino que se encontraban en un completo silencio. La tristeza en sus ojos desesperados, la forma en que había temblado mientras hablaba. Mientras liberaba parte de la historia que lo tenía, en ese momento, sentado en el sofá junto a quien le había invitado a salir en muchas ocasiones. Rin se sentía aún más culpable. Había añadido más culpas. Y la principal le acariciaba con aparente cariño.

 

—Te prepararé chocolate, Rin —murmuró el chico. Le besó la coronilla y se levantó. El pelirrojo no comprendía por qué querría él chocolate en un momento como ese. No hasta que el otro volvió con un par de tazas humeantes.

 

—Um… Gracias —murmuró con un hilo de voz. Asahi sonrió un poco y lo abrazó por los hombros.

 

—Mi madre decía que un chocolatito calentaba el corazón. Que lo hacía alegre por un momento —Rin soltó una risa ante aquello y asintió. Había conocido a la mujer. Era muy… graciosa.

 

—Bueno, yo creo que depende de con quién compartas el chocolatito —comentó. El contrario arrugó el gesto y asintió.

 

—Sí, no me imaginaría feliz de compartir un chocolatito con Shibiken Naguraya, de la formación de Kyoto. Su nombre ni siquiera tiene sentido, ¿sabes?

 

—Creo que he oído de él, lo sacaron de la línea, ¿no? —Asahi asintió y le dio un sorbo a su taza. Luego, se armó de valor.

 

—Suicidio, ¿eh? Te pasó por la mente —comentó como si nada. Rin apretó los labios y miró el humito salir de su bebida.

 

—Más de una vez. No actualmente, pero sí antes de conocerte —admitió. Asahi casi infla el pecho de orgullo, pero dolía mucho.

 

—No se te vuelva a ocurrir una tontería como esas, Rin —masculló—. Mira, te acepto con todos tus errores. Que no son más que errores —aclaró, haciendo énfasis en aquella palabra—. Pero hay un… check point de aquí a… Bueno… Hace mucho que quería decírtelo y ahora vas a escucharme.

 

“No es tu culpa, ¿vale? Que no vuelva a entrar a esa cabeza que seguro se jodió con el cloro de la piscina. Y no, deja de reírte, esto va en serio. Ya, Rin. Has tenido suficiente. Tuviste suficiente desde el momento en que Haruka, el imbécil, te dejó en ese apartamento sin darte tiempo a explicar. Ni tú ni nadie están obligados a aceptar un compromiso, ¿comprendes? No hay poder en el mundo que te haga culpable por no corresponder el deseo de su corazón. ¿O qué? Dime, si yo te dijera, aquí y ahora, que quiero que te cases conmigo, ¿aceptarías?

 

—Sí, por supuesto —comentó Rin rápidamente. Asahi chistó y sonrió.

 

—Deja de bromear. Tómame en serio. No soy de darme estos discursos. En fin. Nadie, absolutamente nadie, te puede obligar a casarte. Si tú quieres tiempo para pensar, si tú crees que va muy rápido, si tú crees que no es tiempo, entonces estás en tu derecho de hacerlo. No podían casarse sin estar de acuerdo ambos. Y Haru debió esperar. Pedir una explicación. Tiempo juntos y al menos merecías un voto de duda, ¿no? No es tu culpa que Haru se fuese a Iwatobi. No es tu culpa porque él estaba completamente consciente cuando se marchó. ¿Vale? Que nadie te diga lo contrario. Una acción desencadena muchas consecuencias, sí. Pero la verdad del asunto es que una acción conlleva a otra. Actúas por decisión, el otro también. El accidente fue consecuencia del actuar de Haru. No tuya, Rin. Creo que dije lo mismo muchas veces, pero no importa. Es tiempo de que te repongas. No más culpa. No más antro. No más droga. No más Haruka Nanase.

 

Rin lo miró por algunos segundos y, para sorpresa de Asahi, asintió con una sonrisa pequeña. No había querido escuchar a nadie, no había querido creer en nadie. No podía mirar a sus amigos sin recordar que era su culpa todo aquél dolor. No había podido quitarse nunca la culpa de encima.

 

El primer paso fuera del pozo era el perdón. Y, bajo la mirada de tonos morados de Asahi, se perdonó. Haru estaba bien ahora. Y, aunque no se quitaba la culpa, se perdonaría a sí mismo mientras estuviera con ese pelirrojo. Pelinaranja. Peli-lo-que-sea. Se daría la oportunidad de sonreír sin preocupaciones. Solo con él. Solo por él. Y las culpas se añadían a su espalda, más fuertes, más presentes. Solo por él. Porque, contra todo pronóstico, había visto la luz intentando romper el techo de su lugar de encierro, con golpeteos certeros que le inundaban los oídos. Que le hacían sentir vivo. Y sintió la brisa de verano detenerse.

 

Su corazón había comenzado a latir por Asahi Shiina.

 

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Sousuke entró a The Iwaka con semblante serio y actitud cautelosa. Se subió a la escalera que llevaba a un segundo piso y observó la pista de baile con atención. Había investigado a su propia manera el día en que había seguido a Asahi, cuando Haru despertó hacía seis meses aproximadamente. Y, justo el día anterior, lo había visto entrar a ese lugar. Lo evaluó con detenimiento y un sentimiento pesado se instaló en su pecho cuando alzó la mirada y leyó el nombre en la segunda puerta del pasillo que se extendía al final de las escaleras.

 

Shark.

 

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N/A: Muajaja.


9. Capítulo 9 por MikaShier [Reviews - 3] (3578 words)

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