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Errores por MikaShier

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-Bienvenido a Lucky Look ¿qué desea ordenar?

- ¡Rin-chan! ¡¿Desde cuándo trabajas aquí?!

Era miércoles, cerca de las dos con treinta de la tarde. Una gorra con las iniciales LL cubría su despeinada y pelirroja cabellera, haciendo juego con la camisa blanca rayada con celeste que ponía su nombre en una plaquita. Lucky Look era un restaurante conocido en la zona norte de Tokio, transitado mayormente por jóvenes debido al bajo equilibrio alimenticio que cubría su menú. Los carbohidratos estaban a tope en cada platillo (no literalmente). Y por eso mismo el lugar estaba lleno casi siempre.

Rin rotó los ojos y puso una mano a cada lado de la caja registradora mientras observaba a Nagisa con algo de irritación.

-Si no se decide, puedo recomendarle el combo cinco, que contiene una hamburguesa doble junto a un refresco jumbo y unas papas medianas por una moderada cantidad de...

-Rin-san, es un gusto verlo nuevamente -comentó Rei, acercándose a la barra.

-Ahora, si este combo no le convence, quizá pueda gustarle una hamburguesa de pollo...

-Rin... ¿Cómo estás? Te ves pálido -musitó Makoto con voz preocupada. Rin apretó los labios.

- ¿Qué desea ordenar?

-Hermano, ¿estás usando maquillaje? -Gou se acercó al pelirrojo por encima de la barra, sacándolo de quicio.

-Yazaki, tomaré mi descanso ahora -avisó sacándose la gorra y adentrándose a la cocina, dejando a sus viejos amigos con la palabra en la boca. Casi de inmediato apareció una chica castaña con una sonrisa amable.

- ¡Buen día! Bienvenidos a Lucky Look ¿qué desea ordenar? ¡Puedo recomendarle el combo cinco, que contiene una hamburguesa con doble carne...!

-Dos combos tres, dos cuatro y uno cinco, por favor -interrumpió Makoto. La chica asintió y lo anotó todo antes de darles un número de mesa. Su sonrisa se había tensado un poco, pero Makoto prefirió ignorarlo y dirigirse hacia alguna mesa vacía, siguiendo a los demás.

Nagisa no dejaba de hablar de lo bueno que había sido encontrarse con Rin, con quién habían perdido el contacto desde hacía meses (habían visto al chico en ocasiones, pero no se sentía Rin). Todos sabían la fecha exacta en que el pelirrojo se había alejado, pero a nadie le gustaba recordarlo. La herida aún era reciente, para todos ellos, que siempre estaban juntos.

Gou se notaba realmente preocupada, no dejaba de lanzar miraditas al mostrador, donde la empleada se paseaba de un lado a otro preparando órdenes y dándoselas a otros empleados para que las entregaran. La entendían, de cierto modo, pues era realmente extraño el estado en que Rin se encontraba. Tan... descuidado.

La chica se removió en su lugar y eso fue lo único que Makoto necesitó para voltearse. Rin salía por la puerta del personal y se dirigía hacia ellos. Se notaba tenso. Y cansado. Cada paso parecía forzado y, en cuanto se sentó, hizo una mueca. Quizá estaba sobre-exigiéndose. Como siempre.

-Hermano, ¿cómo estás? -Fue la primera pregunta que Gou lanzó. El aludido le dirigió la mirada. Makoto se estremeció. Siempre había pensado que el "sus ojos parecen muertos" no era más que un decir. Que era imposible que la mirada de alguien careciera de vida. Pero ahora... le constaba. Rin parecía muerto por dentro.

-Bien. Cansado, es decir... Bien -respondió antes de soltar un suspiro y sonreír levemente. No quedaba rastro de esa sonrisa socarrona que le caracterizaba.

-Ne, Rin-chan... ¿Por qué no nos has llamado? Rei-chan y yo nos mudamos a Tokio...

-Eso fue hace dos años, claro que lo sé, ayudé-Nagisa hizo una mueca de molestia.

-Pero deja que termine... -Rin bufó y asintió de mala gana- Rei-chan y yo nos mudamos a Tokio hace dos años, pero cuando nos casamos decidimos que queríamos un ambiente tranquilo y... -el pelirrojo apretó los labios, molesto con lo que acababa de decir. Sabía que no estaba atacándolo, pero... Sentía que sí. Y eso le enojaba.

- ¿Tú? ¿Un ambiente tranquilo?

- ¡Un lugar donde respirar! Con mucho bosque y muchas áreas verdes y... -Nagisa estaba emocionándose. Rei sonrió un poco y le interrumpió.

-Ahora estamos viviendo en Ōme, desde hace unos cuatro meses. La casa todavía no es nuestra, pero estamos pagándola poco a poco y el ambiente ahí nos recuerda mucho a Iwatobi.

-Ōme está cerca de aquí... -murmuró Rin. Gou abrió la boca para hablar, pero Nagisa fue más rápido.

-No queríamos alejarnos mucho. Además, así podemos visitar a Haru-chan en el hospital cuando queramos.

La mirada de Rin cayó de inmediato.

Fue como si todo lo envolviera. Como si todo lo que había estado intentando apartar de su mente se le viniera encima. Se sentía tan pesado. Tan asqueroso. Tan culpable. El empleado puso la orden en la mesa y se retiró, pero ninguno tocó la comida. Nagisa quería disculparse por tocar el tema, aunque no sabía cómo. Y tampoco creía haber hecho mal.

-Hermano, la madre de Haruka-senpai me ha dicho que ya no tienes que...

-Cállate, Gou. Ese no es tu asunto. Es mío. No te metas -bramó rápidamente. La chica retrocedió en su asiento por instinto y apretó los labios. Rin chistó-. Diablos, ni siquiera te pregunté qué opinaba su madre.

-Pero, hermano, debes entender que... ¡Agh! ¡¿Por qué eres tan difícil de tratar?! -chilló. Rin intentó fulminarla con la mirada y soltó un bufido, dispuesto a contestarle.

- ¿Por qué te...?

-Rin, sabemos cómo te sientes, pero creo que estás... Mal... Es decir, mírate, debes prestarte más atención. Pareces enfermo -interrumpió Makoto. Soltó un suspiro y continuó- ¿Hace cuanto no comes bien? Haru no hubiera querido...

¿Qué demonios sabían ellos? ¿Cómo demonios iban a saber lo que él sentía? ¡El amor de su vida estaba en coma! ¡Por su culpa! Ellos no sabían lo mucho que dolía. Lo mucho que debía, sin referirse a la deuda con el hospital. Le debía mucho a Haru. Todo ese amor que echó por la borda. Le debía su propia vida.

Además, ¿qué había sido ese "hubiera"? ¡Haru no estaba muerto! Haru todavía quería, sentía, amaba. Todavía estaba vivo. De verdad. No debía hablar de él en pasado.

La duda siempre le asaltaba, siempre, a cada segundo del día. Si Haru despertaba... Rin jamás lo dejaría ir. Iba a conservarlo. A cuidarlo. Lo daría todo. Esta vez, no se equivocaría. Y si no lo hacía... Rin jamás pensaría en eso.

-Makoto, tú no sabes nada de mí -escupió el pelirrojo-. Nadie lo sabe -Nagisa se mordió el labio y desvió la mirada.

¿Qué no sabían nada? Él sabía bastante. Sabía que Rin tenía varios empleos, lo había visto. Sí, había sido plan suyo el ir a Lucky Look, forzar el reencuentro. Porque había visto a Rin en el WcDonald's y en una tienda de víveres los fines de semana. Siempre que iba con Rei a ver a Haru, terminaba vagando por las calles con la esperanza de topárselo sin aviso alguno. No sabía de dónde sacaba el tiempo, pero Rin parecía poder estar en todas partes.

Sabía lo culpable que debía sentirse. Aunque era cierto que no sabía la clase de dolor que experimentaba. Porque él había perdido a un amado amigo, pero Rin había perdido a su novio. Rin conocía aspectos de Haru que ellos no. Rin había vivido con él. Amaba cada parte de ese chico. Entonces sí, no sabían nada. A Nagisa se le enchinaba la piel y sentía ganas de llorar de solo imaginarse en esa situación.

-Rin-chan, déjanos ayudar...

Rin tuvo la oportunidad de salvarse. Ahí mismo, con esos cuatro pares de ojos mirándole. Tuvo la oportunidad de salir del embrollo, de abandonar la prostitución que hasta ahora había ejercido. Pero no la tomó. Porque nadie debía compartir su castigo.

O quizá solo no tenía ganas de salvarse.

No lo supo ni lo sabría, no tenía por qué. No quería conocer la verdad. Hasta que punto su mente se había corrompido. No quería averiguar que ya no le importaba el roce de un extraño. No quería averiguar que le gustaba encontrar dinero metido en el espacio entre su piel y el elástico de su bóxer. No quería averiguar que se sentía bien el ser sometido. Restregar su culo contra la entrepierna de un cualquiera en una danza erótica.

No quería descubrir si le gustaba o no, porque no sabía si la respuesta le gustaría y no sabía que estaba sintiendo.

Estaba perdido.

Y muy solo.

Lo único que sí sabía era cuanto amaba a Haruka. Sabía cuánto deseaba que fuera él quien le tomara las caderas y no otros. Que fuese él quien despertase a su lado en la cama y no un extraño. Extrañaba su risa, su olor, extrañaba verlo, sentirlo. Sentir que le amaban.

Rin se marchó de ese lugar una hora después, al acabar su turno. Sus amigos intentaron ir con él, pero pronto se deshizo de ellos con alguna excusa que en verdad no creyeron. Sólo prefirieron darle su espacio. Ellos no sabían que Rin ya había pasado mucho tiempo solo.

Porque una buena historia trágica merecía lástima. Y eso era lo que rodeaba el mundo oscuro del pelirrojo.

Rin depositó dinero en el banco, a la cuenta del casero de su nuevo edificio y al de su viejo departamento. Sabía que estaba enloqueciendo poco a poco. Solo eso explicaba el por qué seguía pagando por un lugar que él no habitaba. Que nadie habitaba. Por qué le mantenía intacto y había contratado a alguien que le mantuviera limpio. Estaba enloqueciendo, consumido por la culpa. No por el amor hacia Haru.

Tenía una hora para descansar. O bueno, tenía más de una hora para hacerlo, pero no le gustaba recostarse solo y dar rienda suelta a sus pensamientos. Ya no quería soportarlo.

El nuevo edificio de Rin era en realidad un edificio viejo, de cuatro pisos y paredes sucias. Los inquilinos no eran muy agradables y Rin aceptaba que se había acostado con tres de los cincuenta que habitaban ahí. Después había descubierto que no era bueno que sus clientes conocieran su dirección, quizá fue suerte que esos tres estuvieran demasiado avergonzados por "tirarse" a otro hombre como para acosarlo, como pretendían hacer algunos de sus clientes más frecuentes.

La puerta de su nuevo "hogar" rechinaba cuando la abría y la llave se atascaba en la perilla. Rin la odiaba con toda su alma, pero era algo que se merecía. Por puto. Cerró la puerta tras de sí y le echó pestillo y cadena para después dejar su pequeña mochila en algún lugar de la sala-comedor.

Se quedó parado a la mitad del lugar y le echó un vistazo. Todo seguía tan sucio como antes, como cuando lo rentó. Las paredes seguían sucias y el lugar olía a mierda (o más bien suciedad, basura). No se molestaba en recoger las latas de refresco ni los vasitos de sopa instantánea. Todo estaba en el piso. Lo único limpio ahí era la canasta de ropa que lavaba. Suspiró.

Ya no quería seguir aguantando. Un respiro. Un jodido respiro era lo que necesitaba.

Se sintió atacado por la ansiedad. Una desesperación que podía resultar mortal. Los nervios se le pusieron de punta. Abrió y cerró las manos varias veces, con rapidez, mientras su respiración se agitaba. Tenía la boca seca.

¿Por qué tanta mierda para su vida? ¿Qué había hecho tan mal?

¡No entendía ni una jodida mierda! ¡Estaba completamente harto! ¡Lo odiaba!

No se dio cuenta de cuándo había comenzado a llorar y no le interesaba. Se adentró en la pequeña habitación donde solo cabía su cama y un pequeño mueble con dos cajones. Levantó el viejo colchón sucio y sacó un botecito de entre los tablones de la base. Lo abrió y tomó dos pastillas, sosteniendo una de ellas entre el índice y el pulgar. Una vez no había sido gran cosa, pero... Parte de él sabía que quizá ya no podría detenerse. Quizá ese sería su verdadero fin. ¿A costa de qué era todo eso?

¿Qué tanto podía olvidar por un rato? ¿Por cuánto tiempo?

Guardó el bote y se metió al baño, abriendo el grifo de inmediato. Metió las pastillas a su boca e hizo un hueco en sus manos para tomar un poco de agua. La droga pasó por su garganta con tanta facilidad. ¿Qué tan malo podía ser? Su cuerpo no se resistía. Quizá estaba bien.

Media hora más tarde, Rin no olvidó nada. Sus pensamientos se sentían lentos. Recordaba cada cosa, pero no se sentía mal. De hecho, estaba extrañamente feliz.

Pero era extraño. Caminaba con lentitud y se había tenido que apoyar en la pared del pasillo mientras caminaba fuera de su edificio, con la ropa que solía usar en el antro. Un pantalón ceñido que delineaba el contorno de sus piernas y le acentuaba el trasero junto a una camisa suelta que dejaba entrever su hombro izquierdo.

Llegó a salvo a la primera planta y abandonó el edificio para dirigirse a The Iwaka, que, por suerte, no estaba muy lejos. Solo a una estación de distancia.

Algunas personas le miraban con desaprobación. Las madres alejaban a sus hijos de él y Rin reía, porque le parecía divertido que supusieran que era el puto que se tiraría a sus maridos esa noche.

Claro que ninguna mujer pensaba eso. Simplemente, preferían que sus pequeños no le miraran demasiado. La razón no estaba muy clara. Bueno, sí. Rin estaba notablemente drogado.

Rin se dejó tocar en el tren medio vacío. Nada podía ponerle de mal humor en ese momento. Y, aunque algo en su interior le gritaba que golpeara la mano que le apretaba el trasero, las órdenes llegaban tarde y, cuando Rin lo quiso golpear, las puertas se abrieron en la estación donde bajaría.

SSSSSSSSSSSS

Diez meses antes

- ¡Oh, vamos! ¡Déjame tranquilo! -decía Rin entre risas. Haru sonrió mientras seguía atacándolo.

El día estaba terriblemente nublado, amenazando a Tokio con una tormenta, posiblemente eléctrica debido al color de dichas nubes. Haru y Rin se perseguían por todo el departamento. Todo había comenzado por el simple hecho de que el pelirrojo insultó la caballa del mayor, llamándola "estúpido pedazo de pez". Y al pelinegro, aquello no le importaba, bien sabía que la preferencia de Rin era la carne y también era consciente de que estaba quebrantando la regla número uno de su departamento: Dos días de caballa, dos días de carne, tres días de lo que sea. Sí, era la tercera vez en la semana en que comían aquél pez y Rin estaba harto (habían sido tres días continuos). En fin, Haru se había abalanzado sobre él. Tras llevar tres años juntos, de los cuales dos la habían pasado viviendo bajo el mismo techo, conocía cada punto sensible de su amado pelirrojo. Y el más accesible se encontraba sin protección... Su vientre.

Así que Haru se había dedicado a hacer cosquillas en el estómago de Rin mientras éste reía sin parar y, tras darse cuenta de que aquello iba en serio, huyó. Haruka lo alcanzó cuando el menor intento esconderse en la recámara. Lo tiró a la cama y lo aprisionó contra ella, pegando sus narices. Rin sonrió de lado y bufó.

- ¿No estamos muy grandes para este juego? -cuestionó en tono burlón. Haru le regaló una sonrisa antes de besar sus labios tiernamente. Haru no solía ser tan... juguetón. Estaba extrañamente feliz y a Rin eso le encantaba.

-No -se limitó a decir. Comenzó a desparramar pequeños besos en la cara del pelirrojo, comenzando por su frente, siguiendo sus ojos, su nariz, su mejilla, su barbilla... Rin ya estaba desesperado, así que haló el cabello de Haru y estampó sus labios en los contrarios, sofocando la burla que éste emitió.

Era perfecto, tanto que parecía irreal.

El amor que Haru le tenía a ese chico de sonrisa afilada era inmenso. Nunca había amado a alguien tanto como lo amaba a él. Rin era su todo. Nadaba para él, vivía para él. Era para él. Y fue tanto el amor que sentía, que la ropa de ambos quedó en un segundo plano, tirada en el piso. No era la primera vez que lo hacían, no era la primera vez que escuchaba los gemidos de Rin contra su oreja mientras simulaba fuertes embestidas, frotando su erección con la contraria. No era la primera vez que se deleitaba con todo lo que Rin era, sin cruzar la línea. Su esencia, su olor, su voz. Él. Tampoco era la primera vez que, al terminar, el pelirrojo se disculpaba frenéticamente por las marcas de rasguños que le había hecho en la espalda, no era la primera vez que Haru se lo perdonaba, diciéndole que de todas formas lo merecía. Pero no se lo merecía, porque él quería continuar y Rin insistía en que aún no era tiempo, se reprimía y Rin no sabía cómo agradecer. Así que no pasaban de la masturbación. Nunca habían hecho el amor.

Tomaron una ducha juntos. Rin cuidó la espalda de Haru, poniéndole una pomada para que las heridas no llegasen a infectarse y esperando a que se borraran por arte de magia. No entendía por qué no podía controlarlo. Siempre terminaba rasguñándolo. Haru decía que eran marcas de propiedad. Que se pertenecían el uno al otro.

No era la primera vez, y no planeaban que fuese la última.

-Nagisa quiere verme -dijo de pronto Rin. Haru fingió indiferencia.

- ¿Y?

- "¿Y?" Pues nada, que iré a verle... ¿Quieres venir? Dice que iremos de compras y a comer, que quiere que Rei, él y yo nos pongamos al día.

-Si sus palabras fueron "Rei-chan, Rin-chan y yo" entonces no estoy incluido. De todas formas, sabes que no me importa del todo si a Nagisa se le ocurrió que quería ser astronauta ahora -Rin sonrió.

-No seas tan cruel con el pobre. Es exasperante y todo, pero es muy buen amigo. Además, hace meses que no los vemos.

-No, gracias, Rin. Diviértete.

-Aguafiestas... ¿Sabes? No me extraña que aún con esa apariencia y aura de misterio no te hayas conseguido una novia durante toda la adolescencia.

-Rin... Solo tenemos veintidós años. Se considera que...

-Somos adultos jóvenes, no adolescentes. Y no, Haru, olvida lo de tu abuela, no eres ordinario. Demonios, diviértete un poco. Ven con nosotros. Quizá veamos la película esa de la rebelión del mundo subacuático, ¿no te parece genial? Esa cosa me suena a ti.

-Ya ve y diviértete, ¿sí? -Rin rotó los ojos, pero asintió. Se acercó a donde Haru se encontraba y besó sus labios-. Te amo -la sonrisa se ensanchó.

-También te amo. Vuelvo más tarde.

-Está bien, adiós.

Haru observó al pelirrojo cerrar la puerta tras de sí. Sonrió levemente, no podía evitar estar emocionado. Vaya que no. Leyó un poco hasta que su celular se iluminó con un mensaje entrante. Respiró hondo.

"Nagisa Hazuki.

¡Haru-chan! Rin-chan acaba de llegar, iremos a comer, luego de compras y te avisamos cuando acabemos. Si necesitas más tiempo, me avisas y lo entretenemos. Dice que quizá sería bueno entrar a ver "Rebelión subacuática" para contarte después el final. Si necesitas más tiempo, entramos. ¡Avísame!

P.D.: Pervertido"

Haru sonrió, Nagisa jamás superaría el "-chan". Era impropio de él estar tan entusiasmado. Es decir, desde que su relación con Rin había iniciado, la seguridad en el habla del pelirrojo se le había comenzado a pegar, así mismo con la facilidad de expresión. No es que Haru hubiera cambiado, solo sonreía más. Por más tiempo. Siempre para Rin.

"Makoto Tachibana.

¡Llegué! Desde que Rin se mudó la puerta siempre está trancada. Sucios. Ábreme"

El pelinegro rodó los ojos e hizo lo indicado. Makoto entró con una gran sonrisa y un brillo inigualable en su mirada. Quizá él estaba más emocionado. Y nervioso.

-Haru, estoy tan orgulloso de ti.

-Deja las cursilerías y vámonos. Me hiciste el favor, ¿cierto? -el castaño asintió, sacando un papel de su chaqueta.

-La mercancía espera en el punto de entrega. Vamos, si no nos cobraran intereses. Gou se fue primero para allá, para hacer tiempo.

Salieron de apartamento rápidamente y se montaron en el auto del pelinegro. Makoto estaba tan feliz... Haru estaba demostrando que era a Rin a quien amaría por siempre. Y sabía que el sentimiento era completamente mutuo.

 


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