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Secuestro por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

 

 

–Sigo sin comprender qué hacemos acá, además podrías ser tan hermoso y decirme ¡¿por qué me has sacado así de mi trabajo?!

–No es para tanto.

– ¡¿Cómo que no es para tanto?! ¡Taiga, prácticamente me secuestraste!

–Deja de gritar por dios, eres demasiado ruidoso hasta en la cama.

– ¡¿Eso qué tiene que ver con lo de ahora?! – El moreno se cruzó de brazos y levantó la ceja. – Además no recuerdo que te quejes cuando estás entre mis piernas.

Kagami no le contesto pero la mirada que recibió de su parte le creo un escalofrío delicioso. Le siguió con la mirada hasta la pequeña tienda donde debía pagar por la gasolina que la motocicleta tragaba sin consideración alguna. Respiro hondo, no entendía el comportamiento del chico, además de haberse ganado tremendo susto al momento de sentirse tomado de la espalda para acabar cual costal en el hombro del pelirrojo. Estúpido. Afortunadamente había terminado el tatuaje de la chica sino, quizá, él mismo hubiera matado a Taiga.

En fin, después de golpearlo y gritarle hasta que la motocicleta arrancó con gran velocidad se permitió calmarse, con el adicional del viento entrando por toda su ropa. Claro, el idiota no se salvó de recibir un par de pellizcos en sus costados cada que paraban en un semáforo. Aunque él también tuvo que recibir unos cuantos cada vez que comenzaba a quedarse dormido, en su defensa, no era su culpa no poder dormir pues las parejas o las personas solitarias comenzaron a entrar a su tienda desde las once de la noche del trece. No era partidario del catorce de febrero pero era uno de los pocos días del año en cual recibía bastantes clientes y trabajo era trabajo ¿no?

Un termo caliente fue colocado enfrente de su rostro, un tanto desconcertado lo tomó, apenas las gracias iban a salir de su boca cuando unos dedos se metieron entre sus cabellos para darle un masaje. Casi suelta un gemido por ello. Un punto débil que lo llevaba directo al mundo onírico.

–Falta poco para llegar, bébetelo en lo que guardo las cosas.

Le dio un beso en la mejilla en agradecimiento para acto seguido bajar de la moto. El café recorrió su garganta hasta su estómago, amaba esa bebida su sabor amargo era un deleite para su paladar, una adicción a causa de la universidad y de la cual no pensaba rehabilitarse por nada del mundo.

El viento volvía a golpear su cuerpo, sus brazos aferrados por momentos al torso de Kagami o a la misma motocicleta. No presto, del todo, atención a los paisajes que se habrían paso con majestuosidad conforme avanzaban, sus sentidos se concentraban en la persona delante de él. Lo había extrañado tanto pues era su segunda adicción preferida –ocultando ese hecho claro– necesitaba mínimo un beso o un abrazo para poder pararse de la cama. Lo perezoso no disminuía con el pasar de los años, al contrario, subía. Qué bueno que era su propio jefe sino desde hace mucho hubiera sido despedido.

La motocicleta fue disminuyendo la velocidad hasta que el motor dejó de rugir, al quitarse el casco sus ojos fueron tapados con un pedazo de tela.

– ¿Qué estás haciendo?

–No te la quites. – Se encontraba en el sopor delicioso antes de dormirse del todo, por lo que no replicó y mucho menos intento descubrirse los ojos. Escucho los movimientos de Kagami sobre la moto al igual que las ramas crujir por sus pasos; supuso que se encontraban en algún parque o bosque, esperaba acertar porque sería capaz de arrojarse bajo cualquier árbol con tal de dormir mínimo un par de horas.

Taiga lo tomó del brazo guiándolo a quien sabe dónde, caminaron por algunos minutos hasta detenerse.

–No te muevas.

El pelirrojo siguió moviéndose a su alrededor, sólo esperaba que no fuera una comida o cena en el bosque porque eso era demasiado romanticismo o cliché para soportar. Lo sentía por su chico pero su sarcasmo no lo iba a detener.

La presencia de su adicción se situó detrás de él, sonrió al sentir una mano colarse bajo su camiseta, como consecuencia, se recorrió hasta que su espalda se topó con el pecho contrario y este, a su vez, le apresto más. El sueño comenzó a diluirse, un beso en su cuello y su oreja izquierda recibió un pequeño golpe de aire caliente, un estremecimiento nació en su columna recorriendo su cuerpo al completo, incluso podía jurar que Kagami lo sintió vibrar.

–Normalmente eres tú el que hace este tipo de cosas. – El nudo de la venda fue volviéndose débil. – No abras los ojos. – La venda fue quitada del todo para ser sustituida por su mano. – Hace un tiempo te hice una pregunta, tu respuesta me hastío por años, no por días o semanas sino por años. – Aomine no comprendió sus palabras. Además, ¿años? ¿Pues qué le había propuesto para pedir respuesta ahora?

–Si sabes que contrabajos recuerdo lo que hice en la mañana o ayer ¿verdad?

–Serás… A mediados de la universidad te propuse ir a vivir conmigo y al finalizar que nos casáramos.

–Ah. – Ese ah, a Daiki le costó su preciado sueño. Como olvidar esa noche, después de tremendo revolcón la atmósfera fue totalmente aniquilada por las palabras del pelirrojo, hasta la erección se le bajo, cuando termino de procesar la oración dejó de investir a Kagami para después salir de la cama como si estos estuvieran ardiendo o tuvieran alguna enfermedad contagiosa. Su mejor noche –hasta el momento– de relación se volvió mierda.

–De no ser porque había una tormenta hubieras abandonado mi casa. – El moreno no contestó, su cerebro carburaba tan rápido como podía pues tenía que recordar que carajos le había dicho después de eso. – Tomaste la sabana, te envolviste en ella y saliste, te alcance en la sala, estabas aterrado por mis palabras. En ese momento pensé que me ibas a terminar, pero no pude ni explicarme o proponerte otra cosa cuando volteaste y me dijiste:

"Vendré, no, iré a vivir a donde tú quieras, nos casaremos de la forma que tú decidas siempre y cuando me muestres algo que no conozca o haya visto de esta ciudad. Lo que sea, el tiempo que tardes en encontrarlo será tu problema, mientras tanto, no vuelvas a repetir semejantes propuestas".

Oh. Ahora recordaba, después de eso se follo a un pelirrojo completamente confundido hasta que ambos se quedaron sin energías. Aunque si lo pensaba detenidamente después de ese momento el pelirrojo llegó con una motocicleta para desaparecer por días, cancelaba o atrasaba sus salidas sin excusas verídicas o concretas. Claro, posteriormente aparecía para arrastrarlo a lugares ya conocidos, la decepción era palpable pero terminaba ingeniándoselas para disfrutar de la salida.

¡Pero dioses! Había días en los que lo quería desollar o matar, el muy hijo de su santa madre lo despertaba entre las tres y seis de la mañana para llevarlo a lugares que ya conocía. Bueno, a veces, la compensación por ellos era genial. Sexo, sexo y más sexo, sus deseos decidían el rol de cada encuentro y, ¡maldita sea! Era lo mejor, la expectativa de quién llevaría la batuta era un plus tan delicioso al grado de nublarles por completo la razón, el disfrute se multiplicaba por mil. Del Nirvana no querían bajar.

–Recorrí toda la ciudad en busca de ese algo y creo que lo he encontrado.

Aomine trago duro, los dedos de Taiga se deslizaron suavemente dejándole vía libre a sus párpados para abrirse. Al enfocar bien no pudo ni pensar y mucho menos respirar.

La vista delante de él era sublime, magnífica, hermosa, no encontraba las palabras para describir aquel juego de la naturaleza que se presentaba ante ellos en una clara burla, sobre todo para él, pues se podía jactar de conocer cada rincón de donde vivía. Una aventura nacida por las historias de su padre ante su negativa de vivir en un nuevo estado.

Y ahora, Kagami le mostraba algo nunca antes visto. Se encontraban en lo alto y casi al borde de una de las montañas más altas que rodeaban a la ciudad, el sol apenas comenzaba a salir brindando un juego de luces asombroso, pero, debajo, como un espejo, oculto por otra montaña más pequeña, un lago yacía al pie, en sus aguas quietas se reflejaba la metrópoli con un par de árboles frondosos como sombrillas en cada extremo, como si estos fueran los guardianes de la ciudad. Una imagen digna de retrato.

–Entonces, ¿ahora si te mudaras conmigo o tendré que secuestrarte nuevamente?

Sin moverse el moreno le contestó: – ¿Dónde tengo que firmar?

– ¿Firmar qué?

El moreno se giró, ambas manos en sus caderas, la típica sonrisa que sabía exasperaba a Kagami y respondió: –El acta de matrimonio, idiota.

 

Kagami Taiga en ese mismo instante se volvió a enamorar del hombre delante de él, además de bendecir su preciada motocicleta, pues por descomponerse en unos de sus viajes de búsqueda encontró esa maravilla oculta de la naturaleza.

 

Notas finales:

Algo medio cursi para conmemorar la muerte y el nacimiento de San Valentín. Bendito día de los enamorados y los amigos.

Nos seguimos leyendo.

Yanne. :D


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