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Love puraido por Meyko

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Notas del capitulo:

[Aclaraciones de capítulo: - Por escasez de referencias y/o para hacer calzar detalles, hay componentes entre fantasía y realidad, como por ejemplo el acceso del recinto (como las escaleras o que la carretera que conduce al monte es sólo para autos) o la continuidad de sus partes. Aunque a lo que datos importantes/turísticos respecta, traté de ser fiel a la realidad.

- Potraer es el antónimo de retraer, al parecer es un extranjerismo de la palabra inglesa "protraction" que en español sería "protuir" sin embargo por familiaridad decidí usarla de la primera forma, por ende sus conjugaciones pueden sonar extrañas. ]

Ambos chicos dieron una profunda calada de aire, autocompasivamente, antes de subir dichos escalones de piedra que no parecían tener fin, de vez en cuando paraban en los descansos a beber agua y recuperar el aliento, sobretodo el pelinegro, que no llevaba un estilo de vida muy activo.

– ¿Estás bien? – Preguntó preocupado el moreno, que se puso de frente para ver su reacción

– Ssí, nno es nada...– respondió el menor, haciendo ademanes, de lado a lado para bajarle el perfil a la situación. Sin embargo su colorado rostro y sonora respiración dejaban en claro que mentía

El mayor le dirigió una mirada de preocupación, e impulsivamente tomó uno de los hombros contrarios, el cuál zarandeó levemente para que el otro le mirara –Escucha... Por ningún motivo quiero que te sobre exijas. No te sientas mal si quieres detenerte – reprochó con una brusquedad que no alcanzó a reprimir. El más bajo le miró perplejo y luego esbozó una nerviosa sonrisa en señal de acuerdo, el joven realmente agradecía esa señal de interés.
Continuaron subiendo por cinco minutos más, para su suerte la sensación térmica había disminuido bastante gracias a las arboledas y aquello les daba fuerzas para llegar hasta el final. Cuando al fin se acabaron las escaleras, un largo camino pavimentado les recibió, de apoco se disipaba el follaje, podían notar tierra alrededor del camino y unas cuantas personas, y entonces, al abrirse paso por completo, pudieron ver cómo les observaba un Daibutsu (Buddha gigante) de la curación, hecho en piedra y de 31 metros, que salía del cerro para recibirlos. Ambos le contemplaron atónitos por su imponente aura sublime. Tal era su expectación que casi pasaron por alto el hecho de que debieron pagar 600 yenes cada uno.

– Hola ¿Primera vez en el monte? – Les preguntó un entusiasta guía turístico que llevaba unos cuántos panfletos en un bolso

– Uhh sí... – respondió el pelinaranjo, aún desconcertado por la magnitud del monumento

– ¡Qué bien! Verán, contamos con cuatro visitas guiadas por las localidades dentro del recinto – Le extendió un panfleto –Los turnos son cada media hora; pueden contemplar el recorrido completo o por ciertas localidades. Cuentan con datos históricos de cada lugar, tiempos para descansar y tomar fotografías y obviamente con un recorrido seguro...– Se apresuró en explicar. Sin embargo una voz que venía recién integrándose le interrumpió al primer descanso

– No nos interesa, pero gracias de todas formas – comentó lapidaria pero cortésmente el menor

– Ppero... el monte es muy peligroso si no saben por dónde transitar – comentó desconcertado el guía, que al parecer nunca había sido rechazado por nadie

– No se preocupe, no haremos nada imprudente, sólo nos gusta estar tranquilos, que tenga buen día – Respondió mordaz

– Está bien... Buen día... – Se despidió el hombre de unos veinticinco años aproximadamente. Parecía como si quisiera contraatacar al muchacho, pero no tenía ninguna posibilidad, puesto que el menor, legítimamente, no había sido maleducado ni le había buscado bronca.

El mayor le miró estupefacto, primera vez que el más bajo demostraba tener algo de carácter y lo había empleado en una situación que, según él, carecía de motivos – ¿Te parece si buscamos un lugar dónde comer? – cambió el tema, no se iba a arriesgar a preguntar algo referente a lo acontecido si no conocía la estabilidad de esa faceta, además llevaba un buen rato deseando comer

– ¡Claro! – respondió el otro, con una sonrisa entusiasta como si nada hubiese ocurrido

Miraron alrededor, la idea no era caminar mucho, puesto que según el panfleto del guía, más allá entrarían a senderos salvajes y al teleférico, si que se mantuvieron en el perímetro. Caminaron hacia los pastizales de la izquierda y se adentraron un poco, para así no quedar a la pasada y vista de todos.

– Aquí está bien – anunció el muchacho, llegando a una especie de claro –Hay sombra y no estamos tan cerca de la entrada – sonrió

– Me parece bien – respondió el moreno, quien le miraba fijamente desde el incidente, como si deseara profundamente entender la psicología del menor. Se desprendió de su mochila y sacó de ella una larga manta escocesa que procedió a poner sobre la hierba

– Oh yo también traje una, pero no es tan grande...– comentó el pelinegro algo decepcionado ya que pensaba que su compañero no sería tan precavido y porque al mismo tiempo quería mostrarse atento

Yuusuke le dirigió una mirada desconcertada, tenía algo de miedo sobre las reacciones que pudiera tener su compañero. Sentía que creía conocer parte del terreno y se había encontrado con que no eran más que fabulaciones, que el terreno era inestable y ahora sólo le quedaba seguir adelante con precaución –Podemos usarla para taparnos, de seguro en un rato baja la temperatura – consoló con una sonrisa, mientras sacaba la comida de su mochila y se dedicaba a ubicarla sobre la manta. 

- Ssí ¡Tienes razón! – respondió el otro, algo dubitativo pero con una reafirmación entusiasta al final – Disculpa, no sé qué estaba pensando – agregó casi de inmediato, desviando la mirada

Aquél comentario torció el entrecejo del mayor con preocupación, inhaló con suavidad imperceptible y agregó – Descuida, no pasa nada – le calmó. Aquella actitud hizo que el menor se sonrojara y fijara su mirada, después de varios minutos evasivos, en el rostro contrario. El mayor se enervó y sintió cómo un calor interno comenzaba a apoderarse de su cuerpo.

Cuando estuvieron al fin instalados, destaparon sus obentos, el del mayor era mucho más grande que el que Mitoru conocía, esto lo llevó a observarlo con más intriga. La comida estaba bien organizada, pero no se veía con tanta dedicación, tanto en su preparación como disposición, por lo que el muchacho dedujo que no lo había hecho su madre. Aquello, inmediatamente desencadenó una serie de suposiciones, que fueron interrumpidas por la grave voz contraria

– ¿Quieres probar? Hice suficiente para ambos – ofreció con una sonrisa

El primer compartimento contenía arroz con sofrito. El que le seguía, aún más grande, tenía un fondo de hojas verdes, como lechuga y rúcula, con varias croquetas de pescado encima. El compartimento colindante por la derecha, que era del mismo porte que el de arroz, llevaba un salteado de verduras, compuesto por cebolla morada en corte pluma, pimentón rojo y verde, champiñones y tomate cherry, sazonados con sal, pimienta y cúrcuma. El compartimento de arriba, que en teoría era de igual porte que el segundo de no ser por un espacio para salsas en la esquina inferior izquierda, tenía pepino cortado en media luna y un par de huevos cocidos partidos por la mitad. Y al centro, en forma de triángulo redondeado, había una salsa compuesta por yogurt natural con un poco de mayonesa y ciboulette.

– Está bien – respondió mientras analizaba la comida sorprendido de las habilidades culinarias de su compañero, mientras que al mismo tiempo sentía algo de remordimiento por haber hecho comida sólo para él. Tomó una de las croquetas nervioso y la untó con cuidado en la salsa –Uhhhmmm ¡Está delicioso Nanchō-san! – emitió con felicidad luego de probarlo –Yo no tengo mucho que ofrecerte, pero puedes sacar también, si quieres – agregó en el mismo tono, sin embargo su semblante denotaba algo extraño, como incomodidad o como si luchara contra la devastación.

Su obento era pequeño dado que no comía mucho. Estaba compuesto por una base de hojas enteras de lechuga, que encima tenían dos onigiris y por los costados tenía palitos de zanahoria, tomate cherry y palmitos. Lo destapó y le ofreció. Al mayor le llamó la atención la cantidad y entonces entendió la razón de la contextura ajena, aunque no en sentido alarmante, ya que notó su equilibrio nutricional. Tomó un palmito, mientras dejaba su comida al medio de ambos.

– ¿Dónde aprendiste a cocinar Nanchō-san? – preguntó con su suave voz

– En mi casa... Podría decir que solo. Mis padres...ambos trabajaban y mi madre no siempre tenía tiempo de cocinar, si que me vi un poco forzado a aprender. Mitad curiosidad, mitad deber, diría yo – comentó

– ¿Y no fue difícil? – continuó el menor, que parecía no entender el método autodidacta 

– Para nada. Es decir... Muchos productos, como el arroz, vienen con instrucciones, sólo hay que seguirlas. Y en caso de otras cosas, como los salteados, sólo requiere experimentación... y algo de sentido común – agregó suponiendo el trasfondo de dichas preguntas

Mitoru le miró como si el asunto fuera más complejo – Mi madre... No me deja cocinar. Dice que es muy peligroso y que soy muy joven... –

– ¡Eso no tiene sentido en absoluto! – interrumpió con un bramido – O sea, sí, hay peligros, pero para eso basta ser precavido... Si no los enfrentas, evidentemente será peligroso siempre – agregó a gran velocidad – Discúlpame, pero creo que tu madre simplemente quiere tener el control de ti porque no quiere que crezcas y la dejes... O algo así – concluyó tratando de calmar su exasperación, puesto que no quería espantar a su amigo y menos tocar un tema que pudiese molestarle. Abrió el termo con té Oolong que había llevado y le dio un gran trago.

Su acompañante, por otro lado, tenía los ojos fijos en su comida y abiertos como platos. El colorín había visto a su madre sólo una vez, pero sus palabras acertaban demasiado con su realidad familiar, a pesar que jamás hizo algún comentario al respecto. Entonces se preguntó si acaso algo en su conducta era muy evidente – ¿Te molestaría enseñarme a cocinar? – preguntó sin quitar la vista de la comida

La casi inaudible y dulce voz, emitiendo dicha petición, hizo que Yuusuke se atragantara con el té, por lo inesperado y porque implicaba pretextos para seguir viéndose extracurricularmente.

– ¡Oh por Dios! ¿Estás bien? – Sobresaltó el menor, quien se apresuró en auxiliarle (o intentarlo) dándole palmaditas en la espalda – Perdón, yo no quería... –

El mayor dio otro trago para pasar la rasposa picazón que queda en la garganta después de toser y le dedicó una mirada pesada, como diciéndole «deja de decir estupideces». Mirada que su amigo interpretó muy bien y la cual le llevó a retroceder como si un perro domesticado le gruñera de repente. El moreno bajó la cabeza y se sacó sus lentes oscuros para poder secar las lágrimas que el ahogo le habían provocado – Encantado...– respondió al fin, con voz tremulante y esbozando una leve sonrisa mientras ponía los lentes de nuevo en su lugar. Mitoru bajó la guardia tras ese gesto y sonrió cálidamente por la respuesta que había obtenido, dejando que su imaginación volara con diversos escenarios donde ambos cocinaban.

Luego de comer, retomaron su camino. Volvieron al centro de recepción y entonces el moreno sacó el panfleto de atracciones que le había dado el guía turístico – Bien ¿Dónde quieres ir primero? – le preguntó a su acompañante, mientras seguía mirando las posibilidades que el recinto ofrecía

– Me conformo con caminar libremente – respondió el más bajo, nuevamente tenso por la implicación del guía. Miraba de reojo el panfleto con desdén, aunque sin entender realmente porqué la reminiscencia de un tercero le molestaba tanto

– Está bien, te sigo entonces – se encogió de hombros el otro, a quien le estaba desencantado la actitud contraria y que además quería evitar tener problemas que pudieran terminar en una mala experiencia.

Y así fue como caminaron largo rato, siguiendo señaléticas que les llamaba la atención y deteniéndose de vez en cuando a leer algunos paneles con curiosidades:

"El templo de Nihon-ji fue fundado en el 725, del período Nara, por orden del emperador Shōmu y construido por el sacerdote buddhista Gyōki, quien lo fundó como un templo de la secta HossōNihon-ji es el único chokugansho (templo construido por orden del emperador) de este periodo, en la región de Kanto. Fue visitado por Rōben, monje buddhista de la secta Kegon, fundador del complejo de templos Tōdai-ji, y más tarde por Kūkai, fundador de la escuela de buddhismo Shingon. Sin embargo, en el 857, tras la visita del monje Ennin, el templo pasó a ser parte de la escuela Tendai."

Dictaba un panel grande, antes de llegar a una cueva con aproximadamente 1500 figuras de piedra talladas, de rakan, título que recibían aquellos monjes que habían alcanzado un grado de superior de entendimiento existencial y por consiguiente alcanzado el nirvana.

– Wow... Se siente una vibra especial y bastante fuerte, aquí – comentó Mitoru, quien observaba la instalación, deslumbrado

– Es asombroso – agregó el mayor, quien se volteaba a ver otra placa a su derecha – Aquí dice que tan sólo en el periodo Nara vivieron 100 monjes en el templo... Me pregunto cuántos de ellos están aquí ahora – comentó con entusiasmo mientras volvía la vista al frente y se percataba que la gente de alrededor, al notar su apariencia, comenzaba a tomar distancia o sujetaba sus pertenencias con desconfianza, acto que le desmotivó instantáneamente.

El menor, que estaba más adelante volteó para encontrarse con la mirada ajena y entonces se percató de su triste semblante. De inmediato buscó respuestas, mirando para todas partes, encontrándose con el mismo panorama que había presenciado el pelinaranjo. Frunció el entrecejo con desaprobación, deseando que todos le miraran y entendieran su reproche. Se dio la media vuelta con rapidez y tomó la mano ajena al paso – Vamos a un lugar más tranquilo – espetó con pesadez mientras le arrastraba.

Yuusuke rápidamente enervó tras el contacto y se sonrojó. Desde que se interesó por su compañero había tratado de mantener cierta distancia para no incomodarle y ahora él le tomaba de la mano, sabiendo que los únicos que no eran juzgados por tal acto eran los niños de preescolar. «De seguro la soltará cuando nos alejemos... Debió ser para sacarme rápido, solamente» intentó convencerse. Sin embargo, el joven no le soltó hasta que llegaron al camino. Al ver una señalética en otra dirección suavizó el agarre, mas nunca soltó su mano. Durante largos minutos no se dijeron nada, el menor seguía un par de pasos más adelante tironeándolo, dejando ver sólo sus enrojecidas orejas. El mayor, aún muy nervioso se enfrentaba a la dualidad de disfrutar el momento o evadir el contacto y poner algún tema de conversación, tragó duro y posó su mirada sobre la nuca ajena, percatándose del rubor contrario sobre sus orejas, lo que le alarmó – Estás muy colorado, descansemos un rato, no quiero que mueras de calor – rompió el silencio, al fin, muy ronco.

Mitoru se detuvo, aún sin emitir sonido. El pelinaranjo continuó mirando su nuca y frenó de golpe, chocando ligeramente con el cuerpo contrario, el cual tomó rápidamente de los hombros para impedir botarlo. Levantó la mirada antes de protestar y entonces pudo entender la interrupción ajena; estaban rodeados por altos muros de piedra, de los cuales brotaban algunas enredaderas y musgo, y al frente de ambos un exedra que contenía un bajo relieve de la diosa Kannon, de 30,3 metros de alto, resguardado por escalones y una cerca, que mantenían intacta su divinidad. Le contemplaron estupefactos, mientras una brisa, que les pareció celestial, se encargaba de secar su sudor y disminuir el calor de sus caras. De pronto la sensación de sosiego era tanta, que sus cuerpos comenzaron a languidecer – Estoy cansado de dar vueltas –comentó el menor – ¿Busquemos un lugar para descansar? – propuso demandante

– Claro... – respondió desanimado el mayor, quien comenzaba a tomar distancia del cuerpo más bajo para masajear sus propios hombros

– Vayamos por aquí – señaló el menor, mostrando un sendero levemente inclinado por el costado izquierdo de su ubicación actual. Sendero de piedra que era mucho más frío y oscuro, puesto que las grandes paredes, más el denso follaje, no permitían el paso del sol. Continuaron hasta que dichas paredes cerraron todo paso alrededor, a excepción de unas escaleras de bajada, las que conducían a un bosque abierto – Allá estará bien – apuntó a un claro protegido por árboles de gruesa corteza

El moreno, que a esas alturas se sentía agotado, espetó – No hay tours a esta hora, nadie nos verá aquí –

– Es sólo que no me gusta estar expuesto... Ya sabes, podría alguien transitar por su cuenta... como nosotros – trató de persuadirle

– Está bien... – suspiró el mayor, aunque realmente consideraba que era una buena opción

Caminaron hasta dicho lugar y al llegar, Yuusuke dejó su mochila en el suelo y se dejó caer en él con pesadez, llevaba un buen tiempo deseando descansar. Inmediatamente se puso a buscar algo en su mochila, mientras Mitoru se sentaba al lado y le miraba con atención. Finalmente, el mayor sacó una cigarrera de metal, que contenía nueve cigarros tradicionales y uno artesanal, lo que llamó la atención del menor, quien sólo se limitó a ver cómo el mayor cogía ése último, lo prendía y daba una profunda calada de él. Contuvo el humo en su garganta y entonces le ofreció, instintivamente, al menor. Éste lo miró con curiosidad, lo que provocó que el mayor reaccionara y se ahogara con el humo –Oh lo ss en to, ss la cos tum brr– murmuró entre la tos que amenazaba con incrementar y mientras buscaba con urgencia su termo con té.

– Descuida – respondió con sonrisa felina, el muchacho, mientras quitaba el artilugio de los dedos ajenos

– ¿Estás seguro? No quiero que se te sientas obligado... – Comentó el moreno, quien recién calmaba su garganta luego de un gran trago de té

– Quiero hacerlo – Objetó el otro sin cambiar su semblante. Aunque eso cambió al momento que le dio la primera calada. Tras un segundo de aspiración sintió cómo rápidamente la garganta le picaba y se cerraba, causándole tos casi convulsiva. Sin embargo, lo calmó de la misma forma que su compañero, quien intentó intervenir en la decisión ajena, mas el menor no se lo permitió.

Los minutos parecían ser muy largos y cortos al mismo tiempo, de repente ambos eran más propensos a hablar con naturalidad, inclusive habían puesto música, ésta vez de la elección de Mitoru, que decidió escuchar Acidman. De pronto el menor fijó su mirada en la sudada cara contraria, pudo notar como al concentrarse en algo, todo lo demás parecía difuminarse en segundos y hasta cuartos planos, donde incluso la ronca voz o lo que esta comunicaba, desaparecían al momento de emitirse. Comprendió en ese mismo instante que la marihuana comenzaba a hacer efecto en su ser, aterrándose un poco, puesto que desconocía si su estado empeoraría o no.

– ¿Estás bien? – oyó de repente, y entonces se dio cuenta que el mayor le miraba fijo y con mucha preocupación – Estás muy pálido... –

– Estoy bien... Sólo que todo va muy rápido jaja –

El mayor torció las comisuras de sus labios con angustia, se levantó con prontitud y sacó la manta de su mochila, extendiéndola sobre el pasto. El pelinegro, que observó todo desde atrás, se fijó en el trasero y la trabajada espalda ajena, sintió un leve cosquilleo en su estómago seguido de calor facial – Acuéstate – ordenó la gruesa voz que, a pesar de su cualidad, sonaba bastante dulce

– Lo haré sólo si te acuestas a mi lado – negoció rápidamente el menor

Aquel comentario era tan inesperado que alteró a Yuusuke en varios aspectos, ya que no sabía realmente cómo interpretarlo, además que le sonó muy sugerente y le desconcertó, por lo que se limitó a obedecerle sin refutar. Si eso evitaba que algún comentario u acción se tergiversara y mantuviera sus pensamientos a salvo, pues haría lo que fuese – De acuerdo – cedió y se recostó. Inmediatamente el menor se dejó caer a su lado, esbozando una sonrisa de astuta victoria, lo que enervó bastante al más grande – ¿Q-qué sucede? –


– Nada en particular... Sólo estoy muy feliz – comentó mientras se acostaba de costado para así quedar frente al moreno

El colorín notó el movimiento por el rabillo del ojo, aunque evitó mirarle directamente – ¿Ah sí? ¿Por qué? – preguntó mientras fijaba su mirada en el escaso trozo de cielo que se veía entre las tupidas copas de los árboles

– Bueno... Antes de conocerte no tenía vida social y mis padres no suelen hacer paseos, por lo que vivía prácticamente enclaustrado... Agradezco tener esta instancia... Aunque se haya generado por un deber escolar – confesó con la ternura propia de un niño maltratado que encuentra confianza en alguien.

Por algún motivo ése comentario le había angustiado, si que no pudo evitar buscar contacto directo con el menor. Se balanceó para así quedar sobre su costado y frente al pálido rostro – ¿Te da miedo socializar? – preguntó suavemente, aunque su tono no impidió sonar mordaz

– Humm – pensó un breve instante – No realmente... es más como no encontrar intereses comunes y saber de antemano que será un esfuerzo inútil –

El mayor frunció el ceño entre confundido y analítico – ¿Cómo así? –

– Que es inútil forzar una relación con alguien con que no compartes nada significativo y al mismo tiempo es inútil porque mi madre es muy sobreprotectora... Hubieses visto el escándalo que hizo cuando le dije que venía de excursión... – explicó mientras desviaba su mirada al pecho contrario

– Sin embargo, estás aquí... – comentó el mayor quien, a pesar de ocultarlo, le asombraba el odio con el que se expresaba su amigo

– Así es... Debo admitir que siempre tuve prejuicios contigo, y quizás con todo el curso, pero cuando tuve la oportunidad de conocerte... Me hiciste ver lo errado que estaba en todo, hiciste que tomara consciencia sobre mi percepción y las condiciones tóxicas en las que vivo – expuso con emoción ascendente, la cual le llevó a buscar las manos ajenas, que sostuvo con fuerza – Me inspiras Yuusuke, estoy muy contento de cómo se dieron las cosas – agregó con confianza propia de la desinhibición, clavando su mirada en los ojos contrarios y con una sonrisa de satisfacción, decorada con un leve rubor sobre sus mejillas

El moreno quedó desconcertado, estaban ocurriendo demasiadas cosas en un solo instante; primero le tomaba las manos, luego le llamaba por su nombre sin ningún tipo de honorífico y concluía con una confesión que seguramente no habría escuchado nunca del Mitoru lúcido. Su mente parecía hacer cortocircuito, sentía la cara afiebrada y el corazón latiendo fuerte e irregular «No me hagas esto» pensó, sin quitar los ojos de los contrarios y respirando corto. No supo por cuánto tiempo estuvieron tomados de las manos y menos cuánto se miraron, el colorín hacía un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse contra su amigo, aunque los brillantes ojos contrarios parecían desearlo, encontrándose y titilando como estrellas reflejadas en el mar. Yuusuke contempló ése tierno e irresistible rostro, intentando grabarlo en su memoria. Su semblante se angustió, apretó las delicadas manos y posó su mirada en los labios entreabiertos. 

El corazón de Mitoru comenzó a palpitar con insistencia y por un momento creyó estar imaginando todo. Bastaron dos segundos para que su mente se entretuviera en situaciones de hipotética fantasía. Y de pronto, cuando "despertó", se encontró con ambas caras muy de cerca y con entrecerrados ojos contrarios fijos en los suyos. La cara del moreno demostraba total frustración, generada por reprimir sus deseos y sin embargo el traslúcido rubor que cubría sus mejillas, le hacía ver muy afable. 

El pelinegro, quien inconscientemente aguantaba la respiración, deseoso de la acción, soltó un suspiro de frustración, aire que se mezcló con el del contrario, para luego acortarse sorpresivamente. El colorín cerró los ojos con fuerza tras el impacto, sintiendo una descarga eléctrica de neón, bajando hasta su corazón, al que iluminó en una disipación fractálica, para luego fundirse en el resto de su cuerpo. Sin embargo, se calmó tras el segundo de contacto, su rosto se relajó y correspondió el beso con la torpeza que dejarse llevar requiere. 

Ambos labios comenzaron a danzar levemente, pegándose, descubriéndose. El menor sentía una presión en el pecho, que picaba y recorría su cuerpo, efervescentemente. De a poco los tímidos contactos alcanzaron cierto ritmo en que Yuusuke no pudo aguantar, entonces tomó con fuerza por los brazos al más bajo, quien exclamó con dolorosa sorpresa, soltando el aire retenido que se mezcló con un suspiro ajeno, inhalando el mismo rápidamente. El mayor aprovechó esos gloriosos segundos de abertura bucal e introdujo su lengua. El menor se estremeció, sintió un picor punzante que fue suavizado por la sensación cálida y fresca que le dejaba la otra lengua y la saliva que se agolpaba en sus curiosas puntas.

Mitoru se aferró a la ropa de su compañero mientras arremetía la lengua ajena con la suya, desesperadamente, como si quisiera igualar la velocidad de sus latidos, sin embargo la poca disponibilidad de aire estaba comenzando a afectarle. Mientras tanto, el colorín aprisionaba las caderas contrarias pasionalmente con unas de sus manos, mientras que con la derecha comenzaba a recorrer el pálido torso por debajo de la ropa lo que hizo que el menor se estremeciera con violencia, parando en seco de besarle, arqueando su espalda y llevando su cabeza hasta atrás para soltar un gemido que haría eco en el corazón del más alto. Abrió los ojos y pudo ver a su amante tendido bajo sus brazos, sonrojado, vulnerable... excitado; luchando por soportar la carga eléctrica de las caricias que llevaban pocos días reprimiéndose, pero que a su vez eran equivalentes a la necesidad eterna. Un poderoso latido se apoderó de su pecho, expandiéndose hasta paralizarlo y en ése entonces, Mitoru entreabrió sus ojos, encontrándose con los mayores; los desafió y al notar que no obtenía respuesta motriz, entre intentos desesperados por recobrar el aliento, se levantó y salió de entre las piernas musculosas, para así quedar de rodillas al igual que su compañero, a su altura. 

–Hazme tuyo, Yuusuke– suplicó en un susurro fantasmal, mientras sus nerviosas manos intentaban soltar el cinturón contrario

El mayor apenas podía creer lo que había escuchado, dudó de la veracidad del suceso sólo porque creía que no era posible tener tanta suerte «Esto no está pasando, es probable que esté muy drogado... Así es, sólo ocurre en mis pensamientos» intentó convencerse, pero entonces una sensación de libertad codiciada se apoderó de él y volvió en sí. Agitado bajó la vista, en dirección a dicha libertad y pudo ver al menor arrodillado ante su endurecido miembro desvelado, el que no dejaba de tener espasmos producto de la opresión textil al que fue sometido tantos minutos. El rostro más joven era similar al de un caprichoso príncipe resentido con su mayordomo porque éste se negó a jugar con él. Sin embargo, su afiebrado rostro suavizaba toda posible intimidación, de todas formas, el mayor no supo cómo interpretar dicho gesto –O oye, nno tienes que hacerlo... – balbuceó avergonzado, mientras intentaba separar al menor, pero éste se aprovechó de la debilidad actual del tonificado cuerpo y entonces se aventó contra el pene ajeno, sin dificultad. Yusuuke arqueó su espalda y soltó un quejido de satisfacción; su pene que parecía albergar magma era apaciguado con la frescura de la saliva. Instintivamente llevó sus manos a la cabecita de sedoso azabache, de la cual se aferraba como si intentara soportar el dolor de un impacto de bala.

Por su parte, Mitoru trataba de acostumbrarse a las dimensiones del moreno miembro, al vaivén y cómo éste afectaba en su respiración, aunque se sentía tan excitado que de todas formas se forzaba en cubrirlo todo con sus labios, ya que como había visto en la pornografía, sabía que debía tener cuidado de rozar sus dientes con la delicada piel genital. Prontamente su gesto anterior cambió a uno de docilidad, que ardía y abrasaba sus mejillas, como la fiebre. Luego comenzó a dejar escapar pegajosos gemidos que eran levemente silenciados con la carne caliente dentro de su boca, carne que palpitaba y crecía en sincronía con los movimientos que el menor coordinaba con los calientes gemidos ajenos, aunque dicha atmósfera se irrumpió en el momento en que el menor intentó llevar, de un solo bocado, el miembro hasta su garganta, lo que produjo una arcada que le hizo separarse bruscamente.

El colorín aprovechó la instancia para tomar distancia y volver a insistir – Mi-mitoru ¿De verd-dad quieres haccrlo? – preguntó con dificultad, mientras apoyaba sus manos sobre los pequeños hombros, agachándose para quedar más cerca de su rostro

El menor asintió con la cabeza mientras fijaba su húmeda mirada sobre la ajena, pudo notar como el más alto quedaba casi a su altura y entonces removía sus gafas y la percepción de la realidad pasó a ser un cuadro impresionista; manchas, todo estaba compuesto de manchas y podía ver cómo los colores se separaban de las delimitaciones de las figuras. 

Sonaba "Departures" de la banda Globe, ahora era el pelinegro quien se sentía paralizado por los latidos de su corazón más cuando el moreno lo besó. Sus lenguas comenzaron a batirse como los estoques de esgrimidores que juegan sus vidas en ése encuentro. Entonces el más fuerte sujetó con un brazo al menor, se deslizó con gracia desde su boca hasta el cuello ajeno y luego, con su mano libre comenzó a aflojar sus pantalones, aunque sin sacarlos. Posteriormente, con la misma mano, sujetó la polera que cubría el deseado pecho, dirigiendo después su lengua hacia los endurecidos pezones rosado pálido. El menor se retorció de placer en sus brazos, placer que erizó su piel de arriba hasta abajo y cuando llegó a su propio miembro, pudo sentir cómo éste ya no aguantaría más, había alcanzado su forma final, estaba tirante, caliente y palpitante, incrustándose bajo los ajustados pantalones, que aun estando sueltos eran como una terrible prisión para sus genitales. Casi inmediatamente sintió cómo el mayor se erguía nuevamente y antes de sacar conclusiones, su cabeza era presionada contra el pene contrario. Las pasiones de Yuusuke dependían del consentimiento contrario para ser liberadas y ya no le cabían dudas que el pelinegro lo deseaba tanto como él.

Mitoru se dispuso a succionar libidinosamente esa carne tostada, la cual envolvía con su lengua o lamía entre cada vaivén, la que a veces apretaba con sus dientes recubiertos con sus labios, cuando de pronto, entre gemidos mutuos, sintió cómo su ropa se deslizaba y caía desde sus caderas hasta sus rodillas y con ello la sensual caricia del viento que envolvió su endurecido pene, sacándolo del doblé antinatural que la ropa le había dejado. Se estremeció con ansiedad y mientras se preguntaba qué pasaría, sintió uno de los gruesos dedos del mayor, jabonoso, acariciando su ano. Era una sustancia fresca y más bien líquida, pensó que la sensación sobre su piel era similar a un chapuzón en una calurosa tarde de verano, con ello todo su cuerpo se relajó eventualmente y cuando el colorín percibió esa docilidad comenzó a introducir lenta y con movimientos circulares, uno de sus dedos en la cavidad virginal. El menor soltó un gran gemido gutural producto de lo rico que se sentía, no sabía en qué momento el mayor había empapado su mano con lubricante o cuándo lo sacó, pero lo agradecía, convertía en la experiencia en algo realmente grato, por lo que rápidamente imaginó cómo sería tener su miembro dentro.

No pasaron más de cinco minutos cuando el ano del menor comenzaba a dilatarse con facilidad, pudiendo aguantar hasta dos de esos gruesos dedos. El moreno tomó de la cabeza contraria nuevamente y luego se separó, sacando su propio pene de la boca del pelinegro – Date vuelta – ordenó en lo que sonó como un bufido

El pelinegro acató tembloroso y con cuidado, poniéndose deliberadamente en cuatro, sin embargo su espalda baja no estaba arqueada y sus escápulas estaban protraídas, generando una leve joroba

– Esa posición sólo te generará dolor – indicó el mayor, quien aprovechaba de ponerse un preservativo – Mejor, recuéstate – Sugirió

– Ohh claro – respondió tembloroso y un poco avergonzado por la corrección, sin embargo sus pensamientos fueron interrumpidos por delicados besos depositados en sus hombros y espalda, procediendo a relajarse. Yusuuke tomó sus caderas y las levantó con cuidado, mientras se asomaba por el costado derecho para así quedar con la vista de frente a la acalorada cara contraria, el menor inclinó levemente su cabeza y sacó su lengua que rápidamente se encontró con su compañera pasional. Entonces el mayor aprovechó la estimulación de los besos, para introducir su miembro, con cuidado. Aunque en un acto de impaciencia el pelinegro comenzó a mover sus caderas circularmente, lo que facilitó bastante la dilatación y la entrada del erecto miembro contrario.

– AHHHHH – gimió estruendosamente al tener todo el pene dentro suyo, aferrándose a la manta que yacía debajo, para sopesar la molestia, que no creía que sentiría producto de la excitación

– P-perdón ¿Te du-duele mucho? – interrumpió el mayor, tratando de resistir todas las pulsiones de tomarle con violencia

– N-nada de eso, sigue, por favor – respondió rápidamente entre jadeos

Entonces, aún preocupado por el presunto daño, el colorín tomó las esqueléticas caderas con suavidad, embistiendo lentamente hasta que la cavidad se acostumbrase al grosor de su miembro. Sin embargo, no fue una tarea fácil, dado que el recto del menor se sentía muy caliente aún a través del látex y al mismo tiempo éste luchaba con volver a su forma inicial, apretando el pene de Yuusuke en cada embestida, las que eventualmente alcanzaban más profundidad con mucha más soltura, acompañadas de los gemidos del pelinegro, los cuales crecían junto la intensidad del acto. Entonces una de las gruesas manos se deslizó desde la cadera hasta la lampiña pelvis del menor, en una caricia que le hizo estremecerse notoriamente y sin más preámbulo tomó el tirante pene contrario y comenzó a masturbarlo, provocando otro gran quejido.

– AHHHHH Yuuskeeee, tómame más fuerte – exigió el muchacho quien permanecía casi desvanecido producto del placer 

Aquellas palabras de voz derretida activaron toda la lujuria contenida por la razón y los sentimientos – ¿¡Así!? – rugió el mayor mientras apretaba una de las pálidas nalgas y la separaba para así poder ver la penetración, al mismo tiempo que con la otra mano comenzaba a masturbarle a la misma velocidad de sus embestidas.

– ¡Ssí! Ahhhhhh, m-más duro – Pidió insaciable

El moreno sintió que su pene reventaría luego de dicha petición, por lo que decidió darle un buen final. Se detuvo un instante, para encaramarse sobre el escuálido cuerpo, lo que provocó que Mitoru intentara levantarse, confundido. Fue entonces cuando, con fuerza, el mayor pasó uno de sus brazos por el pecho contrario y le sujetó del cuello, que fue apretando gradualmente. El menor se sorprendió e intentó reprocharle, pero entonces Yuusuke retomó el acto, penetrándolo con mucha más fuerza y golpeando su interior con desenfreno, lo que le produjo sensaciones eléctricas, similares a las del comienzo, pero intensificadas ­– Ahhhh qué culito tan delicioso, harás que me vaya– bramó poseído por el éxtasis

– Hummm Yuusuke ¡Dámelo todo! – Pidió lujuriosamente el pelinegro, mientras que llevaba su cabeza hacia atrás, dejándola descansar en el tostado hombro ajeno

Un fuerte palpitar advirtió al colorín que su miembro estaba por alcanzar el clímax, entonces llevó su mano libre hasta el miembro ajeno para retomar la masturbación y así llevarlo al orgasmo junto con él – Uff, ahí va... Me voy... ahh, aHH, AHHHH – Gimió ascendentemente. Y segundos antes de eyacular, aprovechó la posición del menor para besarlo con pasión.

Ambas lenguas se mezclaron con necesidad, fundiéndose en un solo orgasmo. Entonces en sus mentes no había nada más que una pantalla negra, lo que les permitía centrarse en sus sensaciones; por el cuerpo aún les recorrían descargas eléctricas, podían sentir sus agitados latidos y respiraciones, comenzaban a tomar consciencia del calor que sentían y lo sudados que estaban. El mayor abrazó fuertemente a Mitoru, mientras depositaba besos en su cabeza y cuello – Voy a salir... – susurró en su oído, a lo que obtuvo como respuesta una tímida afirmación. Le afirmó con delicadeza desde la pelvis y entonces procedió a salir lentamente para luego a remover el preservativo, al que le hizo un nudo y metió en una bolsa

– Di-disculpa... manché tu frazada – dijo un avergonzado pelinegro que terminaba de vestirse con nerviosismo

– Descuida, podemos limpiarlo – respondió el mayor, sonriendo idílicamente. Sacó papel de su mochila y lo limpió sin problemas, mientras que el menor intentaba evitar hacer contacto con dicha escena

La mente del más joven daba vueltas nauseabundamente dado que el pensamiento racional comenzaba a volver en sí y le estaba confundiendo; si bien se reconocía a sí mismo como un chico de libido alto que deseaba iniciarse sexualmente, pensaba que quizás no se había dado de la mejor forma... No es que sintiera arrepentimiento, en absoluto, lo había disfrutado, pero sí tenía miedo de que se involucraran sentimientos, de no ser capaz de corresponder los intereses de su compañero y que de alguna forma el proyecto escolar se viera afectado por ello.

El colorín de pronto volteó y se encontró con la miradaperdida del pequeño. Mientras metía la basura en la bolsa, la racionalidadtambién volvía a él, llevándolo a interpretar la actitud contraria como suculpa... Sintió que se había aprovechado, lo que le provocó un fuerte dolorestomacal similar al que produce la ansiedad – Se está haciendo tarde, vamosantes de que cierren –

Terminaron de ordenar y retomaron el camino por el cual habían accedido. Lacaminata de regreso fue incómoda gracias al silencio establecido por la culpaque ambos se otorgaron. Mitoru, quien aún estaba sonrojado decidió desviar suatención a la gente que comenzaba a salir en masa desde las atracciones dondese encontraban, entonces se perdió entre la mezcla de las conversaciones yocultó su vergüenza en los cuerpos ajenos. Mientras, Yuusuke se dedicó asopesar la tristeza, producida por los malos entendidos, mirando el paisaje ysintiendo el reciento en cada parte de su ser. Sin embargo, no podíasimplemente opacar los recuerdos de su encuentro pasional y menos teniendo almenor a su lado. Quería tomar su mano, hablar de lo que había ocurrido, deseabasaber cómo se sentía y expresarle la sinceridad de sus actos, pero tenía miedo.

– Cerramos en media hora, por favor salgan por aquí – Interrumpió la voz del mismoguía turístico que los recibió en la entrada, quien estaba parado en un puntoreferencial, indicando a la muchedumbre, la salida. 

Para la suerte del moreno, dicha intromisión sirvió de distracción – Hastaluego, muchas gracias – le dijo una vez que pasaron cerca. Pudo darse cuentaque era el mismo sujeto que los recibió al llegar y de alguna forma sentía quele debía cordialidad luego de la descortesía del pelinegro

– Muchas gracias por visitar el parque, espero que lo hayan disfrutado – respondió con una amplia sonrisa y laamabilidad que un trabajo de trato a público requiere. Sin embargo, al mayor lepareció que las últimas palabras tenían un énfasis extraño, lo que le llevó apreguntarse si acaso habían sido descubiertos o si sólo eran paranoias suyas.Pudo notar también cómo su acompañante le fulminaba con la mirada, de reojo.

Para cuando dieron las cinco de la tarde, hora en que el recinto cerraba suspuertas, los chicos se encontraban bajando las escaleras, estaba refrescando yel moreno ya no soportaba más el silencio 

– ¿Puedo preguntarte algo? – habló al fin

– Ya lo estás haciendo ¿No? – respondió el menor, con nerviosismo, esperandoque no fuera algo relacionado con su encuentro

Yuusuke torció la boca ante ése comentario, pero agradeció que al menos teníaun matiz humorístico –¿Por qué fuiste tan hostil con el guía, lo conoces?–

El menor meditó cabizbajo unos segundos – Humm no lo conozco, pero simplementeno me da buena espina – reconoció 

– Puedo entenderlo – sonrió de medio lado – Voy por Kappa, espera aquí – Ledijo antes de perderse entre los árboles que rodeaban el lugar. 

Entonces el menor se quedó solo un par de minutos, contemplando el atardecer,preguntándose qué podía hacer para romper esa incomodidad y hacerle saber a sucompañero que todo estaba bien, pero el futuro le asustaba demasiado. De prontoel mayor estaba frente a él, extendiéndole un casco, lo que le hizo exaltarse.Le tomó con torpeza y se lo colocó de igual forma, al momento de subirse pudosentir el aroma del mayor, el cual aceleró su corazón nuevamente.

– ¿Hay algo que quieras escuchar? – Preguntó el piloto, mientras ajustaba sucasco

– No realmente... La radio está bien – respondió con timidez, buscando otrométodo de afirmarse que no requiriera abrazar al mayor, sin embargo en elmomento en que sintió como la moto era encendida, instintivamente se aferró ala fuerte espalda y con ello evocó el recuerdo sensorial de tener ése cuerposobre el suyo, de los agarres y las feromonas. Su corazón comenzó a latir coninsistencia, le costaba respirar, quería impregnarse del olor ajeno y poco apoco todos sus pensamientos fueron invadidos por Yuusuke, como si de un virusse tratara. La lógica ya no tenía significado y en ése preciso momento entendióque de verdad le gustaba.

El viaje de regreso fue mucho más corto ya que el mayor no tomó la bifurcaciónpara ver el mar, como lo había hecho de ida, sino que se metió a la ruta 127hasta llegar a la unión con la ruta 237, donde primero tuvieron que pasar porun poblado similar al que habían transitado camino al monte, pero sin tantasvueltas improvisadas ni calles vertiginosas. Una vez alcanzada la segunda ruta,subiendo hacia mano derecha y luego de pasar un corto túnel, encontraron lacaseta de peaje que habían evitado la primera vez, tomando la carretera deFuttsu Tateyama, quedándoles entonces, un camino prácticamente plano y de 24.8kilómetros para llegar a casa.

La vegetación de los cerros se teñía de colores cálidos, que iban desapareciendocon gran rapidez o al menos esa impresión daba luego de atravesar cinco túnelesprácticamente continuos. Después de salir de cada uno las tonalidades parecíancada vez más frías, hasta que, al cabo de unos pocos minutos, exactamente a las17:20, la oscuridad forzó al mayor a prender las luces de la moto y ya que nopodían interactuar mucho porque viajaban por una carretera, prendió además lasluces de neón que decoraban los contornos de la moto, incluyendo el manubrio yel suelo de la misma. Al menor se le iluminaron los ojos de emoción, no sólopor la sorpresa de dichas modificaciones que no conocía, sino porque lesrodeaba un haz de luz violeta, que alcanzaba un gran rango de reflexión y que asu parecer se veía hermoso en contraste con la oscuridad otoñal. Estaba tancautivado que no pudo evitar aferrarse al cuerpo ajeno, aunque suensimismamiento fue interrumpido en el momento que sintió cómo una de las manosajenas se posaba sobre las suyas, acariciándole con el pulgar, al menos, por unminuto.

Una vez llegando al templo Horyu, el resto del camino era conocido y ambossabían que les quedaba poco para concluir su día de aventuras, el menor sesintió un poco ansioso, de pronto pensó que no había aprovechado tanto losacontecimientos ni a Yuusuke. En ése momento cerró los ojos tratando de mejorarotros sentidos y por primera vez en el viaje se percató de lo que sonaba en laradio; Seasons de Ayumi Hamasaki, entonces se dejó llevar por la melodía y sumente los convirtió en los protagonistas de esa historia. Frases como "These days willcontinue forever" resonaron fuerte en sucorazón y lo mantuvieron tan sumido en su fantasía idílica que no se percatóque habían llegado hasta que sintió cómo el motor era apagado.

– Llegamos ­– Dijo el mayor mientras removía su casco y le miraba por encimadel hombro derecho

El menor miró desorientado para todas partes, mientras intentaba sacarse elcasco – ¿Dónde estamos? – preguntó titubeante

El colorín le sonrió con ternura – En tu casa... Aunque entré por otra cuadra,para que tu mamá no nos vea ¿Necesitas ayuda para bajar? – 

– Ehhhh no, gracias – respondió nervioso, la consideración ajena por evitarrondar cerca de su casa, había sido inesperado y un gesto bastante lindo. Seafirmó en la espalda contraria y bajó con torpeza

– Tus cosas están en la maleta de la izquierda – le señaló, mientras hacía casoomiso y se bajaba de todas formas. Entonces pudo ver cómo la pequeña siluetaabría dicha maleta para sacar sus pertenencias

– ¿Dejo el casco aquí Yuusuke-san? – preguntó algo indeciso y para hacer algode tiempo, obteniendo una aprobación con la cabeza como respuesta – M-medivertí mucho hoy – balbuceó parado al costado del mayor quien lo mirabafijamente y razón por la cual se intimidó mucho más. Su corazón le dictaba queaprovechara esa despedida, pero su cuerpo sólo quería huir de ahí – M-m-muchasgracias, d-descansa... – concluyó rápidamente, hizo una reverencia y giró ensus talones dispuesto a desaparecer, sin embargo el piloto tomó con fuerza unade sus muñecas y lo atrajo a sí, quedando cara a cara. Mitoru se sonrojó eintentó decir algo, pero se perdió en los ojos ajenos que fijamente le miraban,notó cómo el otro se acercaba con sus intenciones bastante claras e intentóresistirse... Mas cedió por la debilidad generada por sus intensos latidos. Suslabios se tocaron con timidez, timidez que se perdió en el momento que amboscorazones no soportaron más la tensión e incluso sus cuerpos desearon fundirse.Sus lenguas exploraban la cavidad bucal del otro con desenfreno y ambos seestrechaban como si el mundo fuera a acabarse, el pelinegro rodeaba el cuellodel mayor y éste su cintura.

– Mitoru... – suspiró el moreno mientras recobraba el aliento en el pálidocuello contrario – Me gustas. Me gustas mucho... – susurró cerca de su oído

El menor se estremeció notoriamente y ocultó su rostro el pecho ajeno – T-tútambién Yuusuke... – respondió con un hilo de voz, antes de ser estrechado confuerza, nuevamente. El muchacho sintió que las lágrimas se aproximaban a unavelocidad preocupante y no quería que el más alto le viese de esa forma, por loque se removió suavemente del abrazo

El colorín que interpretó eso como el miedo a ser vistos, lo soltó, aunque sinremover su mirada – Buenas noches, Tomoe-kun – se despidió con una aterciopelada voz y unaplácida sonrisa, mientras se subía a la moto

– B-buenas... – respondió melancólico y con los ojos vidriosos, viendoestupefacto como el mayor monataba su moto, la encendía, daba una media vueltay se perdía de subida por la esquina.

 

Notas finales:

[Referencias: - https://en.wikipedia.org/wiki/Mount_Nokogiri_(Chiba)
- https://www.japanvisitor.com/japan-city-guides/nokogiri
-  https://www.timeanddate.com/sun/@8304237?month=10&year=2018 (véase sábado 13)
-https://www.google.com/maps/dir/%E5%8D%83%E8%91%89%E7%9C%8C%E7%AB%8B%E4%B8%8A%E7%B7%8F%E9%AB%98%E7%AD%89%E5%AD%A6%E6%A0%A1,+Jap%C3%B3n,+%E3%80%92299-1107+Chiba+Prefecture,+Kimitsu,+Kami,+%EF%BC%99%EF%BC%95%EF%BC%97/35.1576043,139.8296183/@35.1628778,139.8319721,14z/data=!4m9!4m8!1m5!1m1!1s0x6018096959f6bc47:0x8eb60b19b9225253!2m2!1d139.961729!2d35.308304!1m0!3e0 ]


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