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Love puraido por Meyko

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En alguna parte de la prefectura, ése mismo sábado por la noche. sonaba un teléfono.

– Espero que tengas una buena excusa para interrumpirme, Takashi – Respondió de mala gana un chico de veintiséis años, fornido, que tenía un pompadour negro clásico como peinado y quien se estaba dejando llevar por los placeres que la bohemia nocturna podía entregarle

– Estoy seguro de que es el caso, jefe. A que no adivina a quien vi hoy durante mi turno en el monte... – respondió el emisor, entre maliciosas risas

– Cuéntame más... – comentó con voz aterciopelada, expectante a saborear la, aparentemente, exquisita información que le tenía su subordinado.

[ Lunes 15 de octubre del 2018, 10:00 am.]

Tras haber transcurrido el primer periodo sin noticias del pelinegro y considerando la hora, el moreno, que muy entusiasmado le había buscado, concluyó que quizá el menor ya no llegaría a clases. Se preguntó si acaso estaba enfermo y que le pasaría a ver a lo que terminara la jornada escolar, con la excusa de que le llevaba los deberes, así su madre no podría impedirle verlo... Sin embargo, mientras ideaba sus planes, un pensamiento poco grato se cruzó por su mente: ¿Y si Mitoru estaba ofendido de alguna forma y no quería verle? De pronto un gran sentimiento de culpa comenzó a recorrer su cuerpo hasta hacerle palidecer.

– Hey ¿Qué te pasa bakancho? – interrumpió su introspección una conocida voz femenina, era Yuka, que como costumbre venía a buscar al más alto en los recreos

– Oh n-nada... – respondió éste un poco desorientado

La más baja se acercó lo suficiente para obligar a su amigo a mirarla, entonces encarcó una ceja con autoridad y pronunció con fuerza – ¿Me estás vacilando? – normalmente le habría sacado algo en cara luego de preguntar, pero en esta ocasión iba en serio

– No, Yuka – murmuró cabizbajo, sin agregar el honorífico que solía usar para su amiga – sólo estoy preocupado... –

Dichas palabras suavizaron un poco el carácter de la chica de cabellos oxidados. Sabía que era difícil sacarle información en ése estado a su líder, pero por otra parte se sentía en el deber moral de alivianar su atormentada mente – Ven, vamos al patio – le dijo, mientras tomaba su brazo, como si aquel gesto impidiera cualquier reproche del otro.

Una vez que llegaron a su lugar favorito, un espacio clausurado detrás de uno de los edificios antiguos de la escuela, la chica le tendió una lata con jugo que había comprado en el camino. Se sentaron en una pandereta y el joven aceptó la lata, con derrotismo. 

– Entonces ¿qué ocurre? – preguntó en un tono golpeado

El mayor dio un sorbo del jugo y esperó unos segundos hasta que su garganta se sintió fresca – Es sólo que Mitoru no vino y pensé que quizá estaba enfermo... –

– ¿Y qué más? Eso no parece ser la clase de asunto que te pone de esta forma – argumentó rápidamente la chiquilla

Yusuuke suspiró y masajeó su rostro, como si estuviese juntado fuerzas –... O pensaba que quizá quiere evitarme... –

– ¿Y por qué no querría...? – replicó algo exasperada por lo poco conciso que estaba siendo su amigo

– Arrrggggggh – masculló mientras sujetaba su cabeza con frustración – Fuimos al monte Nokogiri el sábado y fumamos y terminamos teniendo sexo, presiento que me odia– explicó desesperado y algo ofuscado por la presión que su amiga ejercía sobre él

Mientras, la cara de Yuka pasaba de una seria expectación a estar boquiabierta varios segundos – ¿¡QUEEEEEÉ!? – chilló – Maldito, negaste que te gustaba – hizo un puchero mientras le pegaba suaves manotones en el hombro – ahora necesito detalles, si que más te vale que vayas hablando – le amenazó.

Eventualmente el más alto se vio en la obligación de narrar su encuentro, detalladamente, mientras el rostro de su amiga iba rotando entre emoción, expectación y sonrojos de todas las tonalidades. Poco tiempo de haber terminado su relato, el receso terminó y camino a sus salones, Yuka le dejó saber su percepción de los hechos, anímicamente.

El resto de la jornada continuó sin mayor importancia, sin embargo, el nerviosismo de la situación, preocupaba tanto a Yuusuke que, a pesar de estar ensimismado en sus pensamientos, el día se le hizo eterno. Cuando al fin sonó el timbre que anunciaba el término del día académico, fue el primero en salir, disparado, no estaría tranquilo hasta ver la cara del menor. Sin darse cuenta que su amiga le observaba desde lejos, montó su moto y arrancó con prontitud. Aquella escena le produjo cierto malestar conocido a la mano derecha del líder de los Itazurana Yokai, la última vez que lo había visto tan nervioso, fue cuando había terminado con su ex y habían sido expulsados de su antigua pandilla. De cierta forma, supo que las cosas se estaban enturbiando, y era probable que el mismo Yuusuke también lo supiera.

Desconocía si estaba rompiendo alguna norma de circulación, pero entre más cerca estaba de su destino, su malestar incrementaba considerablemente. Cuando estuvo al fin afuera de la casa de Mitoru, tuvo un mal presentimiento, sus tripas no dejaban de retorcerse, su ritmo cardíaco aumentó y le costaba respirar, además de que el silencio barrial, más la inmensidad de la casa le hacían percibir un aura extraña, que por unos segundos incluso creyó ver.

Tocó el timbre y rápidamente salió la desagradable mujer a recibirlo, con un semblante que denotaba estar lista para el conflicto – Vienes a dejar a mi hijo, supongo – espetó, sin dejar que el joven motociclista diera el discurso que había ensayado todo el día

– Tomoe-kun... ¿No está... aquí? – preguntó incrédulo y temeroso

– No, salió temprano a la escuela – Respondió con prepotencia, la cual se suavizó rápidamente al ver la expresión facial del menor – ¿Qué significa todo esto? –

– Su hijo no llegó a clases... Pensé que estaba enfermo y vine a dejarle los deberes... – agregó – deberíamos llamar a la po... – sin embargo, el moreno no alcanzó a concluir su sugerencia, cuando su teléfono comenzó a sonar. Ambos se sobresaltaron en la esperanza de que fuera el pelinegro

–Yuusuke, cariño, ha pasado realmente mucho tiempo ¿No? Sabes, estaba haciendo aseo y creo que encontré algo que te pertenece ¿Por qué no vienes a buscarlo? – habló una conocida y maliciosa voz, se notaba que estaba divirtiéndose, aunque tampoco dio tiempo de iniciar una conversación, cortando la llamada al concluir su mensaje

El pelinaranjo se paralizó, sus pupilas se contrajeron, su miedo había sido confirmado de la peor forma existente. La señora miraba ofuscada la escena tras no entender nada, sin embargo, el chico no le dio explicaciones, no estaba en las condiciones de emitir un mensaje y además ella no entendería la magnitud del asunto, lo que podría significar actuar precipitadamente y arruinar todo. Se quedó unos segundos mirando la pantalla de su celular, perplejo, hasta que se le ocurrió una idea: Encender el GPS. –Lo traeré de vuelta, aunque sea lo último que haga– agregó antes de subir a su moto y perderse, dejando atrás a una consternada madre.

Mientras tanto, Yuka estaba dándole de merendar a sus hermanos pequeños, puesto que sus padres también trabajaban, cuando de pronto sintió su celular vibrar, una sola vez, por lo que dedujo que no era importante y continuó viendo "Kamen rider" con sus hermanos. Al cabo de media hora, mientras lavaba los platos, su teléfono volvió a vibrar de la misma forma, al atenderlo se dio cuenta que era un mensaje de Yuusuke, éste le había compartido su ubicación, y según lo que mostraba el mapa, ya había llegado a su destino. Era una bodega que figuraba como abandonada hace un par de años, su corazón se aceleró y de pronto creyó entender todo.

El colorín pensó todo el trayecto en un plan, si Izanagi había efectuado esa llamada, definitivamente tenía un plan, por lo que era probable que los demás miembros de la pandilla estuvieran ahí, preparados a romperle un par de huesos... Sin embargo, era un riesgo que estaba dispuesto a aceptar con tal de proteger a su compañero de la sórdida diversión de aquél líder. Lamentablemente iba, prácticamente, a ciegas, por lo que no pudo planificar algo de forma concreta y al percatarse de aquello, ya se encontraba afuera de las instalaciones, las cuales estaban cercadas con muros de concreto. Dejó su gakuran y sus pertenencias en los maletines de su moto, exhaló con pesadez, en un intento de calmarse y llenarse de valor, entonces atravesó una reja de malla que estaba rota en una esquina, evitando así tener que pasar la entrada principal, donde era más factible que le tendieran una emboscada... Aunque a esas alturas creía que su antiguo amante era capaz de todo.

Caminó sigilosamente hasta la entrada trasera de las bodegas, la cual correspondía a la sección de descarga, y que por tanto tenía el suficiente espacio para que cupieran, al menos, dos camiones. Si tenía un poco de suerte, podría ocultarse tras un vehículo o cajas, para así observar la panorámica y posteriormente decidir cómo continuar. Sin embargo, al acercarse al portón de dicha sección, la luz solar reflejó su sombra hacia el interior, logrando llamar la atención de uno de los hombres que hacían guardia, el cual dio aviso a través de señas, a otros dos muchachos, los que se alistaron para recibir al rescatista.

Cuando Yuusuke se asomó por el portón, se encontró de frente con Hitomi, uno de sus antiguos nakamas, el cual dado por su gran estatura y complexión, solía trabajar como guardaespaldas de Izanagi.

– Vaya, si que ha pasado mucho tiempo... – Espetó, bloqueando el camino del colorín, mientras hacía sonar sus nudillos, en clara señal de intimidación

Al moreno parecía haberle dado un paro cardiaco, por la sorpresa, aunque sabía que a pesar de su apariencia, Tommy, como solían llamarlo, no era realmente agresivo y a diferencia de su líder, no hallaba goce en el sadismo, por lo que al identificarlo, fue capaz de recomponerse – Bastante... Pero estoy aquí por algo particular. Tu líder me llamó, porque según él tiene algo que me pertenece – explicó con calma, esperando que fuera un asunto donde pudiese evitar la violencia

– Humm... – resopló el más alto, reconocido por sus 2,09 cms de altura – No fui informado, ya vuelvo... –

– Gracias – respondió el moreno, esbozando una nerviosa sonrisa, divisando cómo el mayor se perdía entre cajas y andamios. Sin embargo, bastó ése segundo de confianza para que los otros muchachos tomaran partido de la situación.

Matsu, un hombre regordete, de barba y 1,78 cms de altura, apareció detrás del escolar, propinándole un cadenazo en la cara, para aturdirlo y destabilizarlo. El joven cayó de rodillas, mientras sujetaba el lugar afectado, ya que el golpe había provocado un corte en su frente y además de doler, le estaba entrando sangre en el ojo. El mayor aprovechó la instancia y rodeó el cuello ajeno con las mismas cadenas, puso su rodilla en la zona lumbar contraria y le forzó a ponerse de pie, sin dejar de asfixiarlo. Yuusuke, intentó defenderse, pero al estar neutralizado, aquellos intentos no parecían más que pataleos. Entonces apareció otro rostro conocido, Ranma, un hombre bastante delgado, con problemas de alcoholismo, de 1,87 cms de altura, el cual sostenía un bate de aluminio con el que procedió a golpear el estómago del inmovilizado chiquillo.

Cuando Hitomi, estuvo lo suficientemente alejado del campo visual del resto, sacó un comunicador – El ave está en el nido... –

– Uff, ahhh, gracias Tommy, hummm – respondió su líder, quien dejó en evidencia el buen rato que estaba teniendo y que estaba por tener, los acontecimientos se habían dado según su plan y ahora se acercaba el momento de disfrutarlas. Encendió el micrófono que yacía en la mesa de su escritorio y de pronto, a lo largo de toda la bodega, se escuchó a través de los parlantes, un estruendoso gemido, los que luego fueron perturbados por signos de asfixia y embestidas duras, prologándose al menos un minuto antes de apagar la transmisión.

Las pupilas y el corazón del pelinarajo se contrajeron a lo que pudo identificar dichos gemidos como la voz de Mitoru. Había entendido que efectivamente era una emboscada, pero no lograba identificar la finalidad ¿Tan miserable quería verle su ex? De pronto sintió cómo era víctima de una furia creciente, la cual se avivó al escuchar las lejanas risas de sus agresores.

Cuando Ranma, se aventó nuevamente a golpearlo en el estómago, el moreno detuvo el golpe, aferrándose al bate y entonces aprovechó de patear al más delgado. Sin embargo, no ayudó de mucho más que para ganar tiempo, seguía inmovilizado y pudo percatarse como otros tres hombres desconocidos, salían de puertas circundantes ¿Acaso tendría que morir humillado y sin poder salvar al hombre que amaba? Estaba bastante debilitado y no podía pensar con claridad, su futuro era incierto, ya no quería pensar más.

Entonces, le pareció oír un motor y una colisión metálica, sus sentidos estaban nublados, particularmente su visión, sentía su cara acalambrada y casi no podía respirar, pero le pareció ver cómo aquel sonido conmocionó al resto de los hombres, que salieron a su encuentro. De pronto sintió el motor más fuerte, seguido de un golpe seco detrás suyo y posteriormente la libertad de dar una bocanada de aire.

– ORRAAAAAAAA – chilló un conocida voz femenina, quien de un batazo en la cabeza había liberado a su amigo de su agresor

– ¿¡QUÉ TE CREES, ZORRA!? – gritó Ranma, quién se preparaba para arremeter contra la menor

– ZORRA TU MADRE – replicó la muchacha quien venía acompañada de Shinji, ambos con el uniforme de su pandilla, armados y dispuestos a combatir al lado de su querido líder.

Yuusuke, observó con incredulidad, y luego sonrió, un poco más aliviado al saber que al menos uno de sus propósitos había funcionado. Entonces aprovechó la ayuda de sus amigos, quienes, ocupándose de dos delincuentes, le dejaron el camino prácticamente libre. Corrió hacia el frente, dónde se encontró con uno de los hombres desconocidos, el cual era más o menos de su estatura y llevaba una manopla con pinchos, sin embargo, y gracias a la adrenalina del momento, aquello no le parecía un desafío. Antes de que sus cuerpos colisionaran, levantó una de sus rodillas, la cual se hundió en el estómago contrario, dándole la oportunidad de hacerle una llave; sostuvo el cuerpo desde los trapecios y le propinó tres rodillazos más. El hombre aprovechó cómo estos perdían intensidad para golpear las costillas del pelinaranjo, en una especie de gancho.

– ARRGHH – gritó el muchacho al sentir como el metal penetraba su carne, y en un intento desesperado le golpeó en la flexura del codo, con su propio codo. El hombre también emitió un grito, soltó el agarre, sintió como su brazo se durmió y cómo era tomado, nuevamente, por los trapecios, para ser estrellado contra un estante metálico, perdiendo el conocimiento rápidamente.

Entonces, con el camino despejado, corrió dificultosamente hasta una escalera que parecía conducir a un segundo piso. Allí se encontró con Tommy, quien estaba sentado y fumando. Aquel panorama le hizo acobardarse un poco, una batalla contra ése hombre significaría perder las energías que le quedaban para enfrentarse a Izanagi y quizás la muerte, sin embargo, tenía que resistir... Resistir para limpiar la honra del menor, para sacarlo de allí y no importaba si estaba sangrando de varias partes al mismo tiempo o si aún le costaba respirar, tenía que encontrar el modo de cumplir su promesa.

– No te haré nada, Nanchō... No estoy dispuesto a defender estas causas, si que, para lo que tengas hacer, tienes el camino libre– se adelantó el mayor, luego de exhalar el humo

Yuusuke lo miró boquiabierto, no porque dudara de la moral del otro hombre, sino porque nunca antes le había escuchado decir más de diez palabras –... Gracias – balbuceó, vio cómo el más alto le dedicaba una sonrisa de medio lado y posteriormente se perdía tras la puerta principal. Volteó, pudo observar que Matsu se había levantado y que sus amigos peleaban contra tres –Resistan, muchachos– murmuró con preocupación y sin más, precedió a subir las escaleras.

Una vez llegado arriba, se dio cuenta que sólo había una habitación, donde en una maltratada placa al lado de la puerta, aún se podía leer "oficina". Respiró profundo y la abrió. Ahí estaba su desgraciado ex, sentado y fumando tranquilamente, mientras que a un lado yacía el pálido joven, sentado, con la mitad del torso recostado sobre un mesón y con una manta encima, que no lograba el cometido de disimular su desnudo cuerpo.

– Cariño, no creí que llegarías tan rápido ¡Mírate! Los expulsaré a todos, por haberte dejado así – saludó el hombre de negro tupé, quien al sentir la puerta se levantó rápidamente a recibir al menor, de brazos abiertos y con una amplia sonrisa.

El estudiante, creyó estar a punto de experimentar un quiebre mental, intentó contener todos los malos sentimientos que estaba experimentando, como angustia y rabia, pero antes de poder canalizarlos, se sorprendió abalanzándose sobre su ex – ¿Por qué LO HICISTEEE!? – intentó preguntar con calma, pero terminó la pregunta con un fuerte rugido, el cual se veía reflejado en la presión que ejercía sobre el cuello ajeno.

– Oh ¿Eso? Tenía entendido que le gustaban los tipos rudos– respondió con sorna –Pero no te preocupes amor, no ha significado nada... – agregó, sin embargo, no terminó su frase antes de sentir un puñetazo en su cara

– ¡NO JUEGUES CONMIGO! – gritó con desesperación – una cosa es que soporte tus abusos... Y otra muy distinta... ES QUE INVOLUCRES A OTROS ¡VAS A PAGAR, HIJO DE PUTA! – todo él era inestable; su cuerpo temblaba, le costaba respirar y no tenía control de su voz

– ¡HAA! – se burló el mayor mientras limpiaba un poco de sangre de su labio – me gustaría verte intentarlo, chiquitín–

Tras ambas amenazas se abalanzaron el uno al otro, dando puñetazos, intentando inmovilizarse, azotándose contra los muebles. La conmoción fue tal, que el menor que hasta el momento parecía inconsciente, abrió los ojos, sin embargo, no podía enfocar y escuchaba todo como si estuviera sumergido en agua, además su cuerpo no le respondía, por lo que rápidamente volvió a dormirse.

Cinco minutos después, entre forcejeos e intentos de dominancia, Yuusuke cedió. Había caído y ya no tenía fuerzas para levantarse. Entonces sintió el cuerpo ajeno sobre el suyo y una pesada mano oprimiendo su cabeza contra el suelo.

– Si estabas celoso, sólo tenías que decírmelo... Ahora seré sólo para ti– susurró, el mayor, en el oído contrario, mientras con la otra mano intentaba aflojar su pantalón. Sin embargo, en ése preciso instante la puerta fue pateada, dejando ver cuatro policías, los que inmediatamente entraron para neutralizar a Izanagi, quien intentó oponer resistencia, vanamente.

– Necesito dos camillas en el segundo piso. Un mal herido y otro inconsciente – habló uno de los policías, que se había quedado, a través de su comunicador

Cuando los bajaron, el pelinaranjo sentía que todo ocurría en cámara lenta, como en las películas de guerra. Pudo ver que los delincuentes ya no estaban en la bodega, que había muchos más policías registrando cargamentos y a sus leales amigos descansando afuera. Cuando pasó cerca de ellos, les pidió a los paramédicos que se detuvieran, a lo que los chicos se acercaron rápidamente, estaban levemente heridos, magullados y sucios más que nada – Son geniales, chicos... Creo que esta es la mejor idea que has tenido, Shinji. Yuka, admiro tu valor... – les murmuró con una sonrisa plena. Y no se equivocaba, la chica al entender lo que ocurría, informó inmediatamente al otro miembro, pero insistía en irrumpir con violencia, mientras que el muchacho de erizado cabello intentaba convencerla de que fuera más táctica, y el que básicamente hizo los arreglos con la policía.

Al día siguiente, la noticia se sabía a lo largo de todo Japón; cómo una banda de pandilleros había frustrado los actos de otra, que operaba con fines delictuales, la táctica que habían usado, pero nada más detallado por la sensibilidad que implicaba. La madre de Mitoru había estado en el hospital desde que le habían avisado el ingreso de su hijo, primero con una actitud insoportable con personal del hospital y policías, y luego contra Yuusuke, a quien culpaba de todo, a pesar de que le explicaran que jugaba más bien un papel heroico dentro del incidente. Sin embargo, esa actitud no le duró demasiado, ya que en algún momento de la noche se le ocurrió hacer un comentario despectivo cerca de su madre, quien no hizo reparos en pegarle una cachetada y explicarle la situación de forma poco ortodoxa, consiguiendo que les quitaran el derecho de visitas a ambas.

Cerca de las 10:00 am, el mayor se había levantado a ver al pelinegro, porque al ser casos distintos no podían estar en la misma habitación y además lo suyo no era grave, tenía un par de puntos en las heridas de las costillas y estaba tomando analgésicos, nada terrible, pero el menor aún no despertaba. Al entrar, había una enfermera arreglando el suero para Mitoru – ¿Ya se sabe qué tiene? – preguntó con desgano

La enfermera se asustó levemente ya que no esperaba que alguien le hablara – fue sedado con una dosis casi letal de heroína... – se limitó a responder

El semblante del moreno representaba frustración y tisteza. La mujer al identificar esto agregó – Pero no te preocupes, con eso más las muestras de ADN encontradas en su interior, difícilmente dejarán libre al responsable– al concluir sus palabras, salió de la habitación, dejando a los dos muchachos solos, después de tanto tiempo.

El mayor se sentó cerca de la cama ajena y contempló el, aún más, pálido rostro, el cual acarició delicadamente – Lamento no haber evitado todo esto... Ahh soy un inútil, todo es mi...– su voz se quebraba a medida que las palabras de culpa avanzaban, sin embargo, no alcanzó a concluir su lamento, cuando de pronto se encontró con los ojos ajenos, los cuales se abrían lentamente y los mismos que se quedaron fijos en los propios, una vez abiertos.

– Yuu... suke... – susurró con voz casi desvanecida, mientras una amplia sonrisa se formaba sobre sus labios y mientras comenzaba a acariciar con necesidad, la mano que yacía sobre su mejilla – Sabía que vendrías –

El mayor le miró atónito, costándole unos segundos poder reaccionar – Ppero, no pude evit... – apresuró en desvalidarse, sin embargo, fue interrumpido por el menor, quien había puesto uno de sus dedos índices sobre los labios ajenos

– Shhhh – silenció con suavidad, mientras se acomodaba para poder sentarse –Viniste por mí y es lo único que me importa – antes de escuchar cualquier objeción, se abalanzó contra el otro cuerpo, lo atrajo hacia sí y entonces le besó.

El pelinaranjo se sorprendió, pero rápidamente las hormonas le obligaron a reaccionar. Se aferró al torso del menor, mientras que éste rodeó el cuello ajeno con sus brazos. Sus labios se encontraron con un poco de timidez al principio, pero luego, al cabo de un par de segundos parecían devorarse. Sus lenguas se rozaban en la unión de sus bocas, hasta que la falta de aire que implica, les forzó a separarse... Lo hicieron lentamente, jadeando en la boca del otro, rozando sus labios casualmente.

– ¿Estarás bien? – murmulló el mayor, aún con mucho pesar. Mientras sus frentes y narices se tocaban con delicadeza

Mitoru llevó sus manos hasta las mejillas contrarias y le hizo tomar un poco de distancia, la suficiente para que sus ojos hicieran contacto – Estuve drogado la mayor parte del tiempo... No sentí nada, si que no tengo de qué mejorar – Le consoló y luego volvió a besarle. Pero mentía, sí había sentido cosas, al menos hasta cuando su agresor filtró su delito a través de los parlantes, sin embargo, no se sentía capaz de asumir que le había estimulado ser sometido con tanta violencia... No podía pasar a llevar un sentimiento tan genuino, con la lujuria del momento, por lo que jugar el papel de víctima, era una especie de redención personal, su secreto.

[Sábado 20 de octubre, Jefatura de policía, Kisarazu. 14:00 Pm]

La policía entregaba a los miembros de la pandilla Itazurana yokai una condecoración por su compromiso social y ayuda para detener una banda delictual en posible contacto con la Yakuza. La ceremonia fue cubierta por canales de televisión local y prensa escrita, rompiendo al fin los estigmas sobre dicha subcultura, el cual era el propósito de cada uno de sus integrantes. Consiguiendo un rol activo dentro de la prefectura, con tareas como motivar a los ciudadanos a denunciar o actuar ante injusticias o inflexiones de la ley, dando charlas en escuelas y organizar eventos a beneficencia, dedicados especialmente a los niños. 

Al fin se veía un futuro brillante para el grupo de amigos que siempre habían luchado por sus convicciones. Incluso, la madre del pelinegro se había disculpado con el moreno por su conducta, "después de todo, cumpliste tu promesa de traerlo de vuelta..." le dijo cabizbaja. Yuusuke sabía que aún no tenía su completa aceptación, pero estaba feliz de saber que algo de bondad quedaba en el corazón de la mayor.

[Lunes 22 de octubre: Tribunal de Chiba, sucursal de Kisarazu. 10:00 Am]

– Según el capítulo III, artículo 167, inciso 1, del código penal: "Corrupción de menores e incapaces": "El que promoviere o facilitare la corrupción de una persona menor de dieciocho años de edad o de un deficiente mental, mediante actos sexuales diversos del acceso carnal, aunque la víctima consintiere participar en ellos, será sancionado con prisión de seis a doce años".

Además, según el capítulo II, artículo 164, del código penal: "Estupro por prevaliamiento": "El que tuviere acceso carnal por vía vaginal o anal con persona mayor de quince y menor dieciocho años de edad, prevaliéndose de la superioridad originada por cualquier relación, será sancionado con prisión de seis a doce años."

Sumándole la cláusula del artículo 13 de la ley 23.737: "Si se usaren estupefacientes para facilitar o ejecutar otro delito, la pena prevista para el mismo se incrementará en un tercio del mínimo y del máximo. No pudiendo exceder del máximo legal de la especie de pena de que se trate."

Agregando que, según el artículo 5 de la misma ley: "Será reprimido con reclusión o prisión de cuatro a quince años y multa de cinco millones seiscientos setenta y cinco mil a cuatrocientos setenta y dos millones novecientos noventa y siete mil yenes el que sin autorización o con destino ilegítimo:" letra "c": "Comercie con estupefacientes o materias primas para su producción o fabricación o los tenga con fines de comercialización, o los distribuya, o dé en pago, o almacene o transporte."

Entonces, el imputado, Kurosawa Izanagi, veintiséis años de edad, es condenado por: Agresión sexual premeditada a menor de edad, uso de estupefacientes para concretar el acto, y microtráfico de drogas, cumpliéndose cinco puntos de los seis expuestos en la letra c. Lo que suma ocho, cuatro y doce años cinco meses, respectivamente. Dando un total de veinticuatro años cinco meses de prisión. – Decretaba con su mazo, un parsimonioso juez, que a pesar de su tono robótico, demostraba estar completamente asqueado con la situación.

Acto seguido los guardias procedieron a llevarse al hombre, que pese a que todos sus delitos fueron probados, continuaba resistiéndose y cuya furia incrementaba con cada vitoreo que escuchaba. Posteriormente sus secuaces fueron condenados con catorce años, por cumplir cuatro puntos de la letra c, en un total de diez, más cuatro años por encubrimiento. A todos los destinaron a distintas cárceles, por seguridad.

Tras cerrar, definitivamente, ése tortuoso pasajede sus vidas, los chicos decidieron formalizar su relación, aunque con lacondición de no exponer su vida privada y así evitar cualquier acontecimientoque los pusiera en peligro nuevamente, eran conscientes que a pesar de haberganado una de las tantas luchas contra los prejuicios sociales, aún habíademasiado desprecio hacia las disidencias sexuales, sobretodo en sectorespequeños como lo era Kisarazu.

 

 

 

Notas finales:

Referencias:

- Artículos y código penal: http://www.oas.org/dil/esp/Articulos_Codigo_Penal.pdf
http://www.oas.org/juridico/spanish/mesicic2_arg_fia_ley23737_sp.htlm


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