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Epifanía » [ AoKi ] por emmakris

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Notas del fanfic:

Este fanfic participa en la convocatoria hecha por la pagina " AoKise Lovers ๑x07;wx06;๑ " en facebook.

Los personajes no me pertenecen, son todos parte de la mente de Fujimaki Tadatoshi.

Sin embargo, la historia si es de mi autoria. 

 

Notas del capitulo:

Despues de mucho pude terminar con esta historia. 

Muchos de los datos referencia que use en ella, estaran al final.

Esta historia contiene un solo capitulo y un pequeño extra.

Ante todo gracias a quienes se animaron a entrar, y disfruten de la lectura.

 

 

E P I F A N Í A

 

Epifanía: f. Manifestación, aparición.

Momento de sorpresiva revelación.

 

.

A veces morir se hace más fácil que vivir.

.

 

El crepitar de las gotas de lluvia impactaban duramente contra el gran paraguas que se erguía sobre su cabeza, mas no le dio mayor importancia, al igual que la humedad que se colaba bajo sus pies, por sus zapatos de charol pulcramente lustrados, los cuales se hundían en el césped, ya demasiado crecido como para ser cómodo. Toda su atención se mantuvo fija en el gran ataúd que descendía a pocos metros por delante de sus narices. Se podía escuchar las palabras del sacerdote, enmudecidas por la lluvia, que clamaba a su dios albergar en su misericordia el alma de que ahora llegaba hasta su reino, una alabanza fue dicha, y repetida por los escasos seres presentes. Mientras él permanecía mudo, como si aún pese al tiempo no pudiese creerse en ese momento y lugar, asistiendo a un entierro que nunca debió tener cabida, a no más de 50 años en adelante. No pudo evitar que su alma albergara una pizca de esperanza ante una realidad que se hacía difusa y misteriosa.

Y es que aun podía recordar claramente la mañana de hace más de tres semanas, cuando apresuradamente, irrumpió en el departamento de su viejo amigo, ante el último mensaje recibido en su correo, después de dos agotadoras semanas de trabajo a doble turno. Acompañado de un desconfiado vigilante, se abrió camino entre la desordenada habitación, varios materiales propios de un artista, se encontraron regados por todos lados, y a pesar de que sabia de primera mano lo poco organizado que era su amigo, aquello parecía superar los límites de lo que creyó aguantable, parecía más producto de una masacre que de un simple descuido, dio un rápido vistazo en el amplio espacio, esperanzado en encontrar a su amigo en algún lugar visible, más lo único que pudo ver anonadado, fue al que en su momento fue el mayor orgullo de su moreno amigo, presentado como su mejor trabajo, la hermosa escultura en honor a afrodita, rota en miles de pedazos, pudo reconocerla gracias a la cabeza de la misma que se hallaba mirando hacia el suelo, una rajadura pudo verse cruzando todo el largo de su mejilla, como una larga lagrima producto de aquel atentado del cual había sido víctima, se acercó a pasos pausados hacia el desordenado escritorio donde descansaban varias hojas, algunas con apuntes rápidos, palabras a medio acabar de lo que sería muy seguramente su siguiente carta, vio la libreta que él mismo le había regalado antes de su traslado, a un lado de esta se esparcían muchas hojas de lo que parecían ser bocetos dibujados de forma apresurada, más todas describían entre sus trazos lo que parecía ser una misma persona, diferentes ángulos de un mismo rostro, como si su autor no pudiese sacar de su mente aquella persona que le sirvió de inspiración, haciendo que este lo persiguiera en cada retrato, atormentando su mente para salir.

Reconocía a tal persona como aquella que vio hecha de mármol hace dos meses atrás, era el nuevo proyecto en el que Aomine estaba trabajando. Aquel que un principio nombro como¨ Un tributo a Poseidón¨, ante la clara fascinación que su amigo parecía tener por la mitología griega. Para después describirla como ¨El hombre en melancolía¨, no se trataba más que de un hermoso hombre reposando en una roca, con la mirada nostálgica y pensativa, que parecía albergar mucha más pena de lo normalmente un hombre podía abarcar en toda una vida. 

Fue entonces cuando reparo en algunos cuadros esparcidos en una de las esquinas, vio con horror como habían sigo rasgados con cólera, como si quien lo hiciera aborreciera con fervor cada una de esas obras; además de trozos de lo que parecía ser piedra caliza, esparcida al pie de un pedestal donde antes reposaba su reciente obra creando un camino hasta desaparecer en la única habitación del amplio lugar. Sin pensarlo demasiado, apresuro el paso, ansioso y temeroso de lo que podría encontrar, llegando finalmente a la única habitación apartada del resto, donde una gran cama era el principal punto de atención para los nuevos visitantes, las ventanas estaban abiertas y las cortinas ondeaban por la corriente de aire traída desde el mar.

Kuroko ahogo un jadeo en su garganta al reconocer lo que parecían ser manchas de sangre a un lado de la cama, intercambio miradas con el hombre que ya lo había alcanzado, antes de acercarse a revisar; y si bien estaba en lo correcto, esta no parecía ser mucha, aun así, la angustia hallo un lugar en su corazón al contemplar la posibilidad de un ataque, un ataque donde se habrían llevado a su buen amigo.

Rogaba por que el daño no fuese grave, rogaba porque aun estuviera vivo.

Con el hombre decidieron llamar a la policía, mientras el buscaba como comunicarse con Momoi-san, odiaba ser precursor de malas noticias, pero ella era el único familiar vivo, era necesaria su denuncia.

Pasaron días, la búsqueda se extendió por todo el sitio, todos hablaban de ello, como la gran noticia que sucedía en su pequeño pueblo, hablaban del solitario escultor que parecía haber sido atacado en su departamento.

Después de semanas de incansable búsqueda, el caso termino siendo cerrado al encontrarse prendas que se reconocieron como parte del guardarropa de Aomine, enterradas parcialmente en la arena, cerca de las rocas, en la playa a unos metros de la avenida principal. Se declaró como muerto, un penoso suicidio al anochecer frente a la depresión causada por el desarrollo de un juicio por plagio, Kuroko deseo negar aquello, ya que el juicio había concluido hace una semana, siendo a Aomine el ganador, probándole a esos celosos artistas que no se dejaría amedrentar, pero eso no quitaba la sospecha de la causa, porque además de ello, se recolectaron testimonios de sus vecinos, donde le atribuían al moreno algún caso de paranoia e inestabilidad anímica. Los oficiales les dieron el pésame, mientras los animaban a aceptar los hechos.

Aomine se había quitado la vida.

No existía otra verdad.

Sin embargo, la pequeña libreta rescatada, dio más aportes de la verdad de lo que se creía posible.

.

.

.

Los incidentes ocurridos poco antes del “suicidio” de mi buen amigo, si el correcto llamar suicidio a lo que sucedió, fueron documentados a través de cartas enviadas tanto a su media hermana Momoi Satsuki, como a quien hoy les presenta la verdad tal cual fue escrita. En ellas se percibe el triste estado de un ex militar años después de una guerra que tiño nuestro continente de sangre. En aquel momento Aomine-kun estaba terminando su rehabilitación, después de haber pasado más de cinco años en coma; con él nuestro país se recuperaba lentamente de los estragos de un daño colosal que se hicieron presentes al terminar la guerra. La caída del imperio japonés provoco la mayor crisis que se haya podido ver en años, muchos de nosotros, aquellos que salimos del pais por un mejor futuro, regresamos solo para encontrar los escombros de lo que alguna vez fueron nuestros hogares, con nuestras familias sepultadas entre los restos.

En aquel entonces, me había aventurada a tierras americanas ante el incentivo de mi padre por no verme involucrado en la carnicería humana que estaba por ocurrir. Con una media beca bajo el brazo me aventure al desconocido país que pronto nos traería tantas desgracias. En ese momento solo era un chiquillo que no sobrepasaba los veinte, demasiado pequeño y delgado, haciéndome lucir menos edad de la que decía tener, pero que aun así fue tomado como una promesa en la carrera de derecho, como lo solían decir mis maestros, era el típico estudiante modelo, como se solía decir, tan metido en los libros y alejado de las personas.

Llegue a Nueva York, la floreciente ciudad que no duerme, y me instale en el complejo habitacional de la universidad, cortesía de la media beca. En aquel momento el cambio me resulto de lo más duro, ya que, pese al esfuerzo por dominar el idioma, la interacción con mis compañeros no fue tan sencilla como se esperó. Muchas veces solía quedarme en un pequeño espacio aislado en la biblioteca, anhelando esas tardes sentado al alba, en el espeso campo en la casa de la abuela de Aomine-kun, junto a este y su hermana, viendo el sol desaparecer en el horizonte trayendo consigo un manto de estrellas que contrastaban en un fondo oscuro. Cada vez que me sentía melancólico, solía repasar las páginas de aquel pequeño y desgastado libro, un cuento infantil, cortesía de Aomine-kun antes de partir; en el buscaba parte de la esa minúscula y efímera esperanza que se creaba rememorando la voz de la señora Aomine, cuando nos solía leer, a sus nietos y a mí, antes de dormir.

Escuche por mis compañeros del avance de esa guerra que se veía venir. Trataba de no pensar en ello, imaginando que aquellas personas que tanto aprecio seguirían seguras, sin ser involucradas en lo que consideraba una lucha sin sentido. Por desgracia, aquellas fantasías no eran más que miente creando una utopía alejada de la verdad. Fue entonces, cuando la realidad me golpeo de repente poco después.

Se me informo, a través de una carta enviada por mi padre, de las consecuencias que esta guerra había traído consigo. Él como un reconocido catedrático, me hacía mención de toda la corrupción que se formaba en todo de un líder despiadado y autoritario, que enviaba a su gente a una lucha por lo que el proclamaba que por derecho le pertenecía a Japón: los ansiados territorios chinos, que una vez más serian tomados con muerte y caos como recompensa.

Pero lo anterior dicho no fue lo peor, si no lo fue el saber que Aomine-kun había sido reclutado para ser partícipe de tal masacre.

Aquella noche llore en mi lecho por la rabia que me producía esta absurda guerra y por mi propia cobardía, al haber huido cuando muchos otros pagarían por los egoístas deseos de su líder.

Fueron los peores meses de mi vida, intente comunicarme con Momoi-san para saber del estado de Miyuki-san, la abuela de Aomine-kun, y esta me comunico del decadente estado de la anciana que fue empeorando después de la partida del moreno y que, pese a los cuidados de su ahora esposo, esta no parecía mejorar. Y en cuanto a la situación de Aomine-kun, menciono que ya había viajado a Manchuria, donde aún seguía entrenando.

Pronto noticias peores llegaron, Miyuki-san no había aguantado la espera, y había perecido a principios de diciembre, cuando la nueve empezó a caer. Y Aomine-kun llevaba semanas sin comunicarse, lo último que se supo es que estaba rumbo a Nankin, la entonces capital de China. Intenté viajar de vuelta a Japón, pero fui retenido por mis profesores, que me solicitaban reconsiderar mi decisión, y me ponían en sobre aviso de las tragedias que estaban por ocurrir. Angustiado decidí quedarme, no sin antes buscar alertar a mi familia y a Momoi-san para que se mantuvieran a salvo.

No fue sino después de varios meses que pude retornar.

Cuando llegue mis padres me anunciaron los últimos acontecimientos y las medidas que estaba tomando el ejército. Pero aquello no fue lo único. Aomine-kun había regresado.

Me apresure en mi encuentro con mis viejos amigos, Aomine-kun había sido internado en una de las clínicas de la familia Midorima. Aún recuerdo mi recorrido en un hospital repleto de gente en los pasillos, con el olor de la sangre, alcohol y cloro en el aire. Visualice a mi amiga.

Momoi me miro anonadada, se lanzó a mis brazos mientras lloraba. Quise reconfortarla, pero necesitaba saber de Aomine-kun.

—   Ha regresado. —fue lo primero que dijo.

Camine lentamente con ella siguiéndome a mis espaldas, hacia el gran vidrio que antes ella miraba.

—   Ha vuelto, pero aun no despierta.

Mire a través del cristal.

—   Los doctores no saben si lo hará. Dicen que ha entrado en coma.

Aomine-kun estaba ahí, echado en la camilla, con múltiples cables en su cuerpo. El Aomine-kun que tanto quise, el jovial chiquillo de sonrisa deslumbrante ahora se hallaba como un muñeco moribundo sumido en un sueño que parecía no tener fin.

.

.

.

 

Pasaron cinco años con tres meses desde mi llegada. La guerra había terminado. Japón se tuvo que rendir después de los ataques en Hiroshima y Nagasaki. El pueblo no daba para más. Los soldados bajaron sus manos y agacharon sus cabezas. Se había perdido más de lo que se había ganado.

Mis visitas que una vez fueron diarias fueron disminuyendo hasta visitar a Aomine-kun una vez cada dos semanas, no se percibían mejoras. El moreno seguía profundamente dormido. Y los doctores no dejaban de intentarnos persuadir de que así seguiría estando. Se nos sugirió desconectarlo. Dejarlo descansar de una vez por todas, pero tanto Momoi-san como quien les habla nos aferramos a la idea que despertaría. Algún día lo haría. Fueron años los que fueron agotando nuestras esperanzas, y cuando parecía que la realidad se asimilaba en nuestras mentes: el despertó.

Recuerdo claramente ese día, cuando Momoi-san llamo a mi oficina en el jurado.

No cabía en su felicidad, lloraba y reía a la vez.

El había despertado.

Por fin.

Sin embargo, la felicidad acabo prontamente.

Aomine había perdido parte de su memoria además de su audición. Aun así, no nos dejamos desanimar por ello. Saldríamos adelante como siempre lo hicimos.

Después de ser dado de alta, este se trasladó a vivir con Momoi-san y su esposo Imayoshi, un doctor de la misma clínica. Aomine fue a rehabilitación para recuperar la movilidad de sus extremidades, además de aprender el lenguaje de señas para comunicarse, fueron tiempos difíciles, pero la esperanza a que todo volviese a ser como antes permanecía. Con el tiempo crecía el interés de Aomine-kun por las artes, de la belleza en las cosas que lo rodeaban y, cuando recupero con completo el dominio de sus manos, empezó a dibujar. Empezó con cosas sencillas, flores u objetos que encontraba en casa. Le sugerí a Momoi-san inscribirlo a clases de dibujo y pintura, ella lo hizo así. Su hermano estaba mejorando a grandes pasos gracias al arte, pronto se interesó en la escultura, y termino graduándose como un genio en el campo.

Parecía que todo volvía a ser lo que fue, solíamos sentarnos en el balcón de la sala de estancia en casa del esposo de Momoi, con tocadiscos encendido disfrutando de nuestra platica y presencia en conjunto. Y pese a que Aomine-kun no pudiese disfrutar de las melodías que nosotros sí, parecía imaginarlas en trazos de nuestros rostros al reír. Hacia bocetos rápidos de nuestras muecas, como si los atesorara con un su arte. Fueron los mejores meses de nuestras vidas, muy seguramente, hasta que Aomine decidió mudarse. Intentamos persuadirlo para que declinara, pero después de una charla con él, tuve que aceptar sus motivos. Aomine-kun no quería ser una carga permanente en la vida de su hermana, y aun más que ahora estaba por dar a luz. Lo apoye en su decisión y le ayude a convencer a Momoi-san. Me sorprendí al ver el tiempo con el que había estado planeándolo, al indicarme que ya había averiguado de un pequeño departamento cerca a la costa, en un pequeño pueblo a ocho horas de viaje desde aquí.

Ambos nos despedimos cuando el día llego. Él se fue en el auto de Imayoshi, mientras yo lo despedía del pórtico, le hice prometerme escribirme en cuanto llegara, y no fue sino hasta un mes después que lo hizo, es en este momento que les hago presente esa primera carta que llego después de su mudanza:

Sé que prometí escribirte en cuanto llegara, pero estas últimas semanas han sido de por si agotadoras. Empezando con que he tenido algunos inconvenientes en cuento a la salubridad de este nuevo sitio, y aunque he de mencionar mi emoción por este cambio, nunca me imaginé que sería tan desgastante. Además de ello, he mandado a encuadras las obras que serán expuestas en la dichosa reunión de la que te comenté con anterioridad. Sé que debería estar emocionado, sin embargo, debo admitir que compartir una velada con mucha de esa sarta de hipócritas que alzan sus copas con sonrisas falsas no es lo que deseo, pero aun así me temo que esta oportunidad sea necesaria, tanto en mi carrera como en mi economía. Pero no es lo anterior dicho lo que me motiva a escribirte.

Hace un par de días tuve un sueño, sé que no es el gran motivo, sin embargo, pese a no recordarlo con total claridad, hay un rostro en este sueño que se ha presentado con tanta luminiscencia que apenas he despertado empecé a hacer un rápido bosquejo, temiendo que este dejara mi mente. Sabes que soy un gran amante de la belleza etérea en sus diferentes formas, y es por ello que este misterioso personaje presentado en sueños me ha producido tal epifanía que no ha podido borrarse a pesar de los días, por lo que presuroso he encargado un bloque de mármol con Takao, llegara la próxima semana.

Estoy ansioso por empezar esta nueva obra. Tengo un buen presentimiento de esta nueva idea, quien sabe y supere a mi musa afrodita.

Debo reconocer que la primera impresión que me causo la obra de Aomine-kun cuando la vi fue la clara fascinación tanto por la experta mano de mi buen amigo como la materialización de su sueño. El desconocido sujeto hecho de mármol, era la perfecta personificación de la belleza, y pese a no estar del todo terminado, las proporciones de su cuerpo y rostro eran simplemente hipnóticas. Recuerdo a Aomine-kun verme con una gran sonrisa en el rostro, mientras bebía de su café, y no era para menos, debía estar orgulloso de su creación. Me contagie de su ánimo y nos pasamos la tarde charlando entre señas de los recuerdos que surgían desde su nuevo cambio, retozamos en los asientos al borde de la pequeña mesa puesta al costado del gran ventanal del hogar de mi nuevo amigo, con un fondo del atardecer reflejado en el mar. Era como si por un corto pero agradable momento volviéramos a ser esos niños que corrían en los amplios campos al borde del rio.

Pronto nos despedimos con la promesa de volvernos a ver en el próximo mes, ya que aún tenía muchos asuntos de los cuales hacerme cargo en la capital, pero aun así decidimos mantener nuestro contacto por cartas enviadas periódicamente.

Temo decir que aquella fue la última vez que pude ver su sonrisa, una sincera y genuina, al despedirme desde la estación de trenes, ya que tiempo después en mi siguiente visita la preocupación, la ansiedad y la rabia parecían ahora parte del estado anímico de mi amigo; que solía caminar inquieto de un lado a otro, en varias ocasiones parecía dispuesto a de contarme algo, pero no se atrevió al final. Una notificación llego poco después, una que lo empeoraría todo; un grupo de artistas se atrevió a afirmar que una de las más grandes obras de mi amigo era un vil plagio a un artista independiente de no sé qué ciudad. Ante tal llamado lo ayudé en lo necesario, volviéndolo a ver esta vez en el juzgado donde defendí con uñas y dientes su inocencia, clamando aquella como una blasfemia sin pies ni cabeza. Aquel fue un encuentro poco grato, permanecimos en silencio al salir del lugar, con una nueva fecha para el próximo juicio, cada uno estaba sumido en sus pensamientos. Esta vez fui yo quien se ofreció a acompañarlo a tomar el tren. Y mientras esperábamos él, dubitativo, intento iniciar una conversación, me comento de algunos sueños que se repetían por varias noches, y lo que parecía un sonambulismo. Intente calmarlo atribuyendo tal estado a los recientes hechos frente a este juicio de plagio, le prometí llamar a Momoi para que lo visitara junto a su esposo, el accedió silenciosamente sin parecer del todo calmado.

Ahora sé que fue el mayor error que cometí, al no haber advertido esa petición de ayuda y consuelo.

Poco tiempo después llego otra carta.

 

He hecho caso a vuestra sugerencia, Satsuki ha venido junto a su marido, ambos me han hecho un chequeo médico, y se me ha dado un medicamento para posibilitar mi sueño. Lo ha logrado de algún modo, he vuelto a dormir como una roca, pero ya no existen sueños ni imágenes, es extraño decir que añoro aquello de algún modo.

Me he propuesto terminar mi obra antes de finalizar el año, es curioso sabes, hallar la compañía en él, en su figura hecha de mármol. A veces suelo quedarme tardes enteras simplemente admirándolo, sé que puede sonar petulante, pero estoy muy orgulloso de lo que he creado.

También he dispuesto de un tiempo para ir a la playa, no sé porque, pero me atrae sentarme al borde, es raro, pero a veces creo dejar de escuchar ese pitillo incesante, siendo reemplazado por un suave flujo del aire, soy consciente de lo imposible que sería de ser así. Pero son en esos momentos donde puedo hallar algo de paz conmigo mismo.

Pocas cartas más le siguieron a aquella, en todas ellas me platicaba del progreso de su creación, de sus continuas visitas a la playa. Sin embargo, con el tiempo y la entrega del diario de sueños, caí en cuenta que todo aquello era una fachada, una farsa de una mejora, cuando en realidad él se hundía lentamente. Es entonces que les pongo en muestra parte de las entradas a aquel diario:

 

“18 de junio.

He decidido dejar los medicamentos que me ayudan a dormir, no existe una razón específica, salvo que creo estarme perdiendo de algo importante cuando lo hago.

Hoy he soñado después de mucho.

Me he visto a mí mismo en un extenso campo, pude escuchar el llamado de mi abuela, y pese a que la he buscado, no la encontrado, camine por el amplio campo de trigo, antes de sumergirme en un bosque, donde escuche los gritos de los que parecían ser otros hombres conmigo. Han gritado que me agache y así lo he hecho, una fuerte explosión a sonado. No sé de donde venga, pero logro que me zumbaran los oídos. Y cuando he querido levantar la cabeza todo se ha tornado oscuro.

Desperté abrumado, pensando que quizá fuese una muerte dentro de mi sueño lo que me ha despertado, no pude dormir el resto de la noche”

 

“20 de junio.

Esta vez el sueño ha comenzado con el sol, estaba debajo del el, viéndolo fijamente, pero unos murmullos me han sacado de mi ensoñación, creo que estoy en un campo de flores marchitas, con los pies sumergidos en el agua. A la lejanía veo un pequeño grupo de personas, también al borde del mismo lago, son jóvenes y están sin camisa, parecen disfrutar de una amena conversación mientras se asean.

Cuando he querido levantarme, he escuchado un grito, y de pronto varios disparos. Algunas palabras en un idioma que desconozco mezclado con llantos. Los anteriores hombres ahora corren por refugio mientras cogen sus armas. He querido seguirlos mas no he podido, es como si mis piernas no me respondieran, cuando he visto hacia abajo, se han empezado a hundir en la tierra, intente gritar, pero mi voz no salía. Desesperadamente busque donde sostenerme, la tierra y las ramas de flores, son ahora piernas cubiertas en pantalones llenos de barro, son hombres que ahora se alzan en mi alrededor, apiñados entre sí. He logrado sacar una de mis piernas mientras la otra seguía apresada. De pronto una orden de disparo se ha escuchado. Intente cubrirme, pero nada ha pasado, cuando quite los brazos de mi rostro he visto los cuerpos esparcidos de miles de hombres y niños, todos me rodean, estoy atrapados entre ellos.

Las trompetas suenan, y siento saber lo que significa.

Uno de los causantes de esta masacre ha gritado “Maten a todos los sobrevivientes” y cuando las armas se volvieron a alzar en mi contra otra vez he despertado.

Ahora más aterrado que antes, estoy reconsiderando volver a tomar las pastillas que descansan en la mesa, pero he desistido en último momento.”

 

“21 de junio.

Una experiencia nocturna extraordinaria, quizá el mejor sueño entre los últimos que he tenido. Aunque quizá se deba a mi estado actual y mi falta de vida sexual desde que me instale. Pero soñé con una sombra al pie de mi cama, y aun pese al terror que me debió causar, no ha sucedido de ese modo, por el contrario, la curiosidad fue mayor en esos momentos.

Por la luz de la luna que se colaba entre las cortinas, pude ver una piel tan blanca como el marfil, en una silueta alta y delgada, por un momento me creía frente una estatua, pero esta se ha movido, colándose entre mi cama, con suaves y elegantes movimientos. Cuando su rostro llego al mío todo me fue más claro, pude reconocerlo como el mismo rostro que estuve tallando estas semanas, era increíble de algún modo. Sus amplios ojos me han mirado fijamente, pude percibir un brillo dorado dentro de sus cielos, luego sentí como sus pestañas revoloteaban antes de cerrarse. Me ha besado, y no me he resistido a corresponderle.

El resto de la noche ha sido intensa, aun no puedo recordarlo sin excitarme. Ha sido una velada llena de amor y lujuria como ninguna otra. Aquella deslumbrante criatura ha vuelto a besarme al terminar, y entre el movimiento de sus labios he podido reconocer mi nombre antes que todo se tornara oscuro.

He despertado cansado, mi cama estaba hecho un lio y mi cuerpo humedecido.”

 

“22 de junio.

Mismo sueño, mismo resultado.”

 

“25 de junio.

Este sueño es diferente, parece un recuerdo, uno olvidado en algún rincón de mi mente.

Hay una ciudad en escombros, casas calcinadas junto a sus habitantes, llantos de niños y mujeres que piden clemencia. Camino entre las calles siguiendo a un grupo de personas que van en fila. Veo a mi alrededor, hay personas amarradas a postes con el cuerpo incinerado o las tripas colgando de sus estómagos o ambas juntas, mas allá hay personas arrodilladas con hombres uniformados que visten igual que yo, estos les apuntan con sus rifles, cierro los ojos cuando escucho los disparos. Escucho un sollozo contenido a unos metros de donde estoy, y aprovechando ser el último de la fila camino atraído hacia él. Parece que solo yo lo he notado.

Me aseguro que nadie me ha seguido y sigo mi camino, en ese momento veo una niña escondida entre múltiples cuerpos que forman una montaña intentando tirar de la mano de uno de los cuerpos, cuando repara en mi presencia ella me mira asustada, trato de calmarla, pero ella sigue temblando y cuando estoy por alcanzarla, una mano me toma bruscamente de la muñeca. Un cuerpo obstruye mi camino, miro un pecho cubierto en una camisa y un chaleco, y la pálida mano que aún me sostiene.

Cuando alzo la cabeza a ver quién ha sido, las hebras doradas captan mi atención, sin embargo, su rostro se me hace difuso.

Escucho a más personas acercándose, parece ser que han notado mi ausencia, por lo que me apresuro a alcanzarlos antes de que lleguen aquí.

Le hecho una última mirada al hombre y la niña que ahora se sostiene de su mano, antes de encaminarme por donde vine.”

 

“29 de junio

Esta vez ya no estoy en una ciudad en escombros, si no corriendo entre altos árboles que se alzan al cielo, no sé si es de día o de noche, cada vez que veo arriba solo vislumbro las ramas que se enredan entre sí.

Estoy buscando a alguien, aunque no se quien sea con exactitud, solo tengo el presagio de que algo malo esta por ocurrirle corro incansablemente buscando algún indicio, cualquier cosa, como una señal. Es cuando veo un árbol con una pequeña x tallada en él.

Sé que estoy cerca.

Corro con mayor ímpetu, ansioso y temeroso de lo que estoy por encontrar, puedo escuchar los gritos agónicos que incrementan con mis pasos.

Estoy cerca, tan cerca.

Veo una choza, y cuando estoy por entrar todo vuelve a oscurecer.”

 

Luego de esta hoja, el diario parecía culminar con varias páginas arrancadas, por un momento me imagine que fue aquel momento que mi amigo me habría enviado su última carta.

 

Tetsu, quizá esta sea la última carta que te escriba.

No sé qué me sucede.

Siento que algo no encaja en mi vida, me he propuesto saber que, por ello quizá ya no sepas más de mí.

Solo quiero que sepas lo mucho que los amo tanto a ti como a mi hermana. Y lo agradecido que estoy con ustedes.

Estoy es algo que debo hacer para descubrir la verdad.

Por favor, cuídala.

 

Con ello me precipite a viajar hasta su encuentro, dándome cuenta lo tarde de mi reacción. Aomine había desaparecido.

Se dijo que se suicidó en el mar.

Pero las olas nunca trajeron su cuerpo de regreso.

Momoi-san poco a poco se fue acostumbrando a la idea, aunque fue duro para ella pues había perdido a su ultimo familiar, sin que pudiese hacer nada para impedirlo.

Por otro lado, yo me dedique a una silenciosa obsesión de saber lo que paso, no podía asimilar la idea de que mi amigo se haya quitado la vida, no después de haber estado a punto de morir antes, fue así que halle estas últimas anotaciones, las paginas perdidas, debajo del velador de su cama, arrugadas y rotas.

 

Quizá esta sea la memoria más significativa, la ficha que logra completar el rompecabezas, y es entonces que todo tiene sentido, ahora lo sé.

Sé que no eran solo sueños lo que me atormentaba en las noches, sino retazos de una cruel realidad, el fragmento de un pasado nefasto lleno de sangre y sufrimiento causado por nuestras propias manos.

Así que empezare con aquel día cuando todo se vino abajo.

El día en que mi abuela lloro mi partida, después de que un militar se posara en nuestra puerta, aquel día regresaba de ordeñar a las vacas, cuando los vi hablando en el pórtico.

Ella lloraba, suplicaba que no me llevaran, mientras impotente la sostuve entre mis brazos, fue en ese momento que mi hermana apareció e intento tranquilizarla, temerosa de que sufriera un ataque, la llevo a su recamara poco después, durmiéndola para que no evitara lo inevitable. Ambos temíamos por su salud, que había decaído ante la hambruna de los últimos tiempos, solo nos sustentábamos con lo que producíamos. El hombre me hablo del bien que le haría al país, del honor, y tantas otras cosas que no quise escuchar, hasta que menciono un seguro y una pensión que mantendrían a mi abuela con comida y medicamentos. Japón sufría una crisis económica, siendo los que vivíamos en áreas rurales los más afectados, fue en ello que se aprovechó la desesperación de la gente para iniciar una guerra, ¨nosotros antes que ellos¨ era lo que se solía decir.

Sabía que así no lo quisiera ellos me llevarían, así que acepte en ir pacíficamente, a cambio de una mejora para mi familia.

Le hice una promesa a Satsuki antes de partir, fueron simples palabras para tranquilizarla, sé que tanto ella como yo sabíamos lo que significaba. Sabíamos de lo vacías que eran esas palabras ante un futuro incierto.

¨Regresare con vida¨ fue lo que dije, mientras alzaba mi mano desde la lejanía.

Escuche su sollozo al girarme y seguir la amplia espalda del hombre que me fue a buscar.

Poco después me uní al ejercito del gran imperio japonés. Con tres meses de exhaustivo entrenamiento fuimos finalmente enviados a Manchuria, a continuar antes de luchar en la guerra. Allí conocí muchos buenos hombres de noble corazón como Kiyoshi Teppei y Kasamatsu Yukio, ambos formaron parte del mismo grupo al que me uní, antes de ser enviados como refuerzos a Nanking.

Supimos por nuestros superiores que Shanghái había sido tomada, y que los sobrevivientes partieron a Nanking a continuar la lucha, ya que, pese a lo planificado, la capital había tomado mayor resistencia de la que se pensó.

Cuando llegamos luchamos por nuestros compañeros caídos, vengado todas esas vidas perdidas, nos tomó tres días rebasar a su defensa. Trataba de disfrazar cada una de las muertes que provoque bajo el lema que siempre escuchaba, como si las muertes causadas fueran en defensa propia, cuando nunca fue de ese modo. Los soldados chinos se dieron por vencidos, los desarmamos, y tomamos como rehenes. Creí ingenuamente que con ello se daba por hecha nuestra victoria, que ahí acabaría todo.

Que equivocado estaba.

Nuestro general dio la siguiente orden, matar a todos.

Muchos quisimos negarnos, ellos se habían rendido ¿Cómo matarlos si estaban desarmados? Los que nos negamos fuimos obligados a permanecer como espectadores.

Obligaron a los rehenes a cavar una fosa, miles de hombres de entre niños hasta ancianos se pusieron a trabajar, y cuando nuestro líder estuvo satisfecho los obligo a parar, podía ver sus caras de desconcierto cuando los obligaron a introducirse en la fosa, y como estas cambiaron al terror, cuando trajeron las metralletas. La orden se dio, y la masacre comenzó.

Las balas llovieron en diferentes direcciones, pero con un mismo objetivo, matar a todos tal cual se había ordenado.

La pólvora inundo nuestras narices, mezclados con el hediondo olor de la sangre fresca, los gritos agónicos inundaron nuestros oídos, mientras el humo y el polvo se dispersaban, todos murieron… tal cual se ordenó.

Aquella noche, muchos de nosotros no pudimos dormir, pero aquel solo fue el inicio.

Supimos de otros grupos que atacaron a las mujeres ocultas en sus casas, no lo creí posible, hasta que fueron mis propios ojos los que lo presenciaron. Haizaki Shougo y su grupo estaba en una de esas casas cuando decidimos interrumpir junto con Kiyoshi, ya que los gritos nos atrajeron hacia el lugar.

Lo que presenciamos fue de las mayores atrocidades hechas por el hombre, tres niños estaban en el suelo, solo uno lloraba desconsoladamente, mientras los otros dos yacían inertes, pero no fue todo, Haizaki y su grupo habían tomado a la que seguramente era la madre de los niños, habían arrancado sus ropas dejándola golpeada y extendida en la mesa. Kiyoshi fue el primero en reaccionar, abalanzándose sobre ellos, y liberando a la mujer en el proceso. Mientras que yo permanecí en mi sitio, sin saber que hacer o cómo reaccionar, escuche como la mujer clamaba por su bebe, por lo menos fue lo que parecía decir, busque con la mirada hasta encontrar el llanto cerca del patio. Otro soldado sostenía el pequeño bulto mientas lo lanzaba hacia el aire como si fuese un juguete creado para su entretenimiento, encolerizado lo patee con fuerza suficiente para derribarlo mientras le arrebataba a la criatura que tome con cuidado, comprobando su débil estado.

Entre de nuevo a la casa para buscar a su madre quien lo sostuvo entre sus brazos sollozando y balbuceando palabras de agradecimiento en un pobre japonés, cuando regresé a ver lo ocurrido con Kiyoshi lo encontré inmovilizado por otro soldado, mientras Haizaki lo golpeaba como un saco de boxeo. Me lance a ayudarlo, siendo rápidamente derribado por otro hombre que reconocí como Wakamatsu Kousuke, forcejee con el hasta que escuchamos el sonido de un disparo.

Alzamos la vista y encontramos a nuestro capitán en la puerta con la punta del arma llena de humo.

Rápidamente tanto Haizaki como sus hombres se irguieron con las manos sobre sus frentes, en un saludo hacia un superior, mientras yo ayudaba a Kiyoshi a levantarse.

—¿Esa es la forma en que un soldado japonés debe comportarse? —el hombre hablo con voz firme. —No somos bestias, así que no tenemos por qué comportarnos de ese modo. Ahora díganme, ¿Cuál fue el agravio?

—Ellos nos atacaron —señalizo sin vergüenza alguna Wakamatsu. —Nos empezaron a golpear sin razón y nos defendimos.

—¡Mentira! ¡Ustedes asesinaron a esos niños y abusaron de su madre! —Kiyoshi respondió ferozmente. —Lo puede ver ahora, mi capitán. Mire a su entorno. —sostuve a Kiyoshi con más fuerza, sentía que en cualquier momento volvería al suelo.

Nuestro capitán hizo lo señalizado mirando a su alrededor, a la mujer que abrazaba a sus hijos aún vivos mientras lloraba sobre los muertos. La mirada que nuestro capitán le dedico no me gustó nada, era como si lo viera como algo sin importancia, una razón insuficiente.

—Regresen al campamento, irán con el capitán de cada grupo, ellos dictaran el castigo. Ahora váyanse.

Nos retiramos silenciosamente, le eche una última mirada a la mujer, antes que mi capitán impusiera su gran cuerpo en mi visión. Cuando salimos la puerta se cerró detrás de nosotros, con nuestro capitán aun dentro. Kiyoshi quiso regresar, pero no había nada que hacer, Haizaki nos miró lleno de burla antes que gritos provenientes de la misma casa se volviesen a escuchar, seguido por disparos que lo silenciaron todo. Kiyoshi y yo cerramos los ojos impotentes por no haber salvado esas vidas.

Las masacres siguieron, ahora seguíamos silenciosamente a nuestros compañeros, no matábamos, o por lo menos tanto Kiyoshi como yo no lo hacíamos, pero nos manteníamos al margen, nuestro capitán nos tenía en la mira, nos dedicábamos a trasladar a los prisioneros y a buscar alimentos de las casas aledañas. Pero por lo menos alguno de los dos lo paso mejor que el otro, oí de las continuas visitas de Kiyoshi a nuestra casa de descanso donde reposaban las concubinas japonesas enviadas desde Manchuria. Kiyoshi se había enamorado de una de ellas, supe que su nombre era Riko por lo que el mismo me había contado, y estaba dispuesto a convertirla en su esposa cuando esto acabara. Solía bromear con él al respecto, de lo blando que lo volvía el amor, y que debía ahorrar mucho si quería hacer una ceremonia digna. Fueron los únicos momentos gratos en una realidad que nos desmoronaba.

Y fue entonces en una tarde cuando lo conocí, seguía a un grupo de prisioneros hacia nuestros superiores, se decía que eran de poder y podían tener información importante. Fue en ese momento que escuché un llanto, en un inicio quise ignorarlo como tantas veces lo había hecho, pero había algo en este en especial que me recordó a Satsuki, el día que perdimos a nuestros padres. Vi hacia mis lados para ver que éramos los únicos en la calle, por lo que aprovechando de la presencia de Kasamatsu me aleje silenciosamente.

Por un momento temí por lo que me esperaba, no quería ver más niños mutilados quemados o moribundos, no más.

Cuando encontré la fuente, fue detrás de una montaña de cadáveres a un lado de la calle, solían colocarlos de ese modo para que no interrumpieran la pasada, entonces vi a la pequeña niña que tiraba de la muñeca de uno de los cuerpos, como si con la fuerza de su minúsculo cuerpecito pudiese mover todos esos cuerpos que le doblaban la altura. La pequeña alzo la mirada cuando me sintió acercarme, vi como sus hombros empezaron a tiritar, pese a que aun sujetando firmemente la mano del cadáver. Estiré mi mano, buscando tocarla, y cuando estuve por cometer mi cometido, una pálida mano me sostuvo de la muñeca con dureza. Desvié la mirada de la pequeña para ver quien me había interrumpido, topándome con las hebras doradas que caían en el contorno de un fino rostro, las amplias orbes topacio me miraron con cólera, como si tenerme cerca le causara repudio.

—Le pediré que se retire. —dijo con su fina voz el desconocido en un perfecto japonés. —Esta niña es parte de la zona de refugio y está bajo mi tutela. —dejo caer mi mano como si el contacto le turbara.

—Si es de la zona de refugiados, has de admitir que está muy lejos ¿no te parece? —no quería sonar intimidante, pero aquel sujeto me producía un extraño sentimiento por molestarlo.

—Sí, lo sé. Pero ella escapo de un momento a otro para buscar a su madre, y esto fue lo que encontró. —miro con pena a la niña que ahora se abrazaba a su cuerpo.

Estuve a punto de responderle, aunque no tuviese una frase reconfortante, pero escuche mi nombre. Me habían descubierto, escuchaba los pasos acercarse.

—Sera mejor que se vayan si no quieren problemas, les sugiero seguir por el callejón hacia la otra calle, tiene menos soldados rondando.

Sin esperar su respuesta corrí a mi encuentro con mi grupo antes olvidado, solo esperando que algún soldado no los encontrase, de algún modo, ansiaba volver a ver esos orbes dorados una vez más.

Sin embargo, nuestro siguiente encuentro, fue propiciado en las peores circunstancias posibles, después de meses de haber tomado posesión de Nanking, lo alimentos empezaron a escasear y pese a la solicitud a Manchuria, esta parecía demasiado ocupada en otros ataques al resto de China que, en cumplir con lo requerido, por lo que grupos de tres a cuatro personas eran enviados a los alrededores, en busca de alimento y medicinas.

Fue entonces cuando mi suerte empeoro.

Fui colocado en un pequeño grupo junto Haizaki Shougo y Wakamatsu Kousuke, ambos solo traían problemas bajo el brazo, y el soldado indisciplinado de Hanamiya Makoto, Kiyoshi me miro con pena cuando nos distribuyeron grupo. Decidí cumplir con mi labor y no meterme en su camino, no sería inteligente dado que me superaban en número.

Empezamos nuestra incursión por los alrededores, en todas las zonas rurales que encontramos recolectamos algo de comida, y para mi suerte, muchas de las familias habían abandonado sus casas en busca de refugio, por lo que no pude ver más muertes en ese tiempo. Los problemas comenzaron cuando vimos el cielo despejado y el sonido de las avionetas en camino, sabíamos que eran de nuestro país, pero eso no impedía que nos atacaran confundiéndonos con militares enemigos o civiles, por lo que corrimos a un bosque cercano alejándonos de las explosiones, que sonaban con relativa cercanía, no supimos que tan profundo ingresamos ya que cuando ya todo paro, estaba oscuro, intentamos salir del bosque pero no encontrábamos la salida, caminamos en los alrededores, y finalmente agotados acordamos hacer una fogata.

Cada uno durmió sentado en el piso, atentos de cualquier animal que nos atacara.

Al llegar la mañana reanudamos nuestra búsqueda del cómo salir de este bosque que parecía llevarnos cada vez más a su centro. Agotados dimos por terminado el día, y así fue hasta que agotamos todo lo anterior recogido, cinco días perdidos solo aguantando con arroz y especias.

El sexto día partimos de nuevo, pensamos en separarnos, pero el enfrentarnos algún depredador en solitario era una opción que aun quedaba. Permanecimos en grupo, pero nos distanciábamos ligeramente cada cierto tiempo, para asegurarnos de no seguir dando círculos, fue entonces que lo escuche, el grito de Hanamiya, llamándonos a su encuentro. Todos corrimos en la misma dirección hasta que encontramos una choza maltrecha y semi-escondida entre la yerba, pero no fue aquello lo que llamo mi atención, sino a la persona que Hanamiya sostenía mientras le apuntaba con el arma. Era el chico de aquella vez ¿Qué hacía aquí?

—Miren lo que encontré —hablo Hanamiya con orgullo. —Ya no dormiremos en el suelo, y por lo que vi, tienen suficiente alimento como para sustentarnos una semana.

Junto al chico extranjero estaban un par de ancianos que veían al suelo entristecidos.

—Pero esa comida durara menos si los mantenemos. —estaba vez fue Haizaki quien hablo pasando por mi lado. —Debemos deshacernos de la carga antes de disfrutar de lo ganado.

En ese momento el chico se libró del agarre de Hanamiya para lanzarse hacia Haizaki.

—¡No les pondrán una mano encima, entendiste! —el muchacho vociferaba con rabia. —Vienen conmigo, y son parte de la zona protegida de John Rabe. —clamo. Todos sabíamos sobre esa zona, la cual estaba cubierta de rejas con la bandera nazi blandiendo cada cinco metros.

Vi como Hanamiya recupero el control del chico golpeándolo de repente con la parte trasera del rifle. Haizaki rio mientras se acomodaba las ropas.

—¿Zona de protección? ¿Qué zona de protección? ¿Te refieres a la que está a kilómetros de aquí? No, ustedes ya no pertenecen a la zona de protección, porque de ser así, estaría dentro de su inútil fortaleza en vez que aquí, siendo la presa fácil de cualquiera. —miro hacia el chico en silencio. —Hablas japonés con fluidez, eso es algo poco común entre tu gente. ¿Eres japonés acaso?

El muchacho no contesto, seguro pensando que diga lo que diga, el resultado no sería favorable.

Haizaki pareció hartarse de ello, por lo que con una mirada le indico a Hanamiya el siguiente movimiento, golpeando nuevamente al chico con el rifle, provocando esta vez que cayera al suelo.

—Sabes, de haber estado en Japón en mi antiguo trabajo, un hombre como tú me habría visto desde arriba, como todos esos cerdos que me obligaron a agachar la cabeza—, Haizaki lo tomo del cuello mientras lo obligaba a colocar su rostro contra el suelo —pero ahora esto es lo que somos, soy yo quien te mira desde arriba, y espero que ahora tú, inclines la cabeza. Quizá antes de esto lograste ser alguien, pero en la guerra no eres más que otra cifra que aumenta la lista. A nadie le importa la historia que se oculta detrás de cada cadáver no cuando su vista esta fija en la cantidad de cuerpos que hay que sepultar.

—Y bueno ya que no quieres contestar a lo que se ha preguntado, adelantaremos lo que teníamos planeado. Chicos, maten a los ancianos.

Esta vez no pude aguantar más, cuando vi a Hanamiya alzar su arma, me lance sobre él, golpeando duramente contra el suelo, sin meditar lo empecé a golpear con toda la fuerza que me era posible, logrando que su sangre me tiñera los nudillos, cuando estuve por hacer lo mismo con Haizaki, Wakamatsu apareció de repente, sosteniéndome de los hombros, forcejee con ambos hasta que Haizaki de un rodillazo me quito todo el aire. Caí al suelo frente al muchacho, que me veía atolondrado, escuche las maldiciones de Hanamiya cuando se paró con dificultad, pero decidido camino hacia mi dirección, agarrándome a patadas, desfogando toda su cólera. Quejidos salían de mis labios, mientas soportaba su rabia hasta haberse hartado.

—Oh, querido Aomine, cuando no queriendo hacerte el héroe, cuando aprenderás que un héroe en guerra no es más que un triste imbécil con esperanzas vacías que se acaban cuando dispara un arma para matar. —Haizaki coloco su pie sobre mi cabeza haciendo presión. —Amárrenlo al igual que al chico, ambos serán nuestros espectadores.

Ambos fuimos esposados, y puestos de rodillas, mientras Wakamatsu se colocaba nuestras espaldas. Vimos como los ancianos fueron puestos en la misma posición que nosotros, pero como un espejo reflejado nos devolvieron la mirada desde la distancia, Hanamiya y Haizaki estaban a sus espaldas. La pareja de ancianos ya resignada a su fatídico final se vieron por última vez, antes de murmurar algún agradecimiento, del cual no supe a quién estuvo dirigido, sino fuese porque el chico a mi lado empezó a sollozar, de pronto las espadas se alzaron y sus cabezas fueron decapitadas ante nuestros ojos.

Aquella horrida visión quedo impresa en mi retina, vi sus cabezas rodar en el suelo hasta encontrarse mutuamente, como si aún desde la muerte, ambos decidieran permanecer juntos, los sollozos del muchacho se combinaron con las carcajadas de los verdugos en mi cabeza. No reaccionaba, aun atónito de lo visto, como si mi cuerpo y mi mente se desconectaran de repente.

—Ustedes permanecerán vivos, de ese modo será más divertido. —escuche decir a Haizaki, antes de que nos obligaran a pararnos para entrar en la choza.

Durante dos días permanecimos presos de aquellos terribles hombres con los que alguna vez compartí grupo. Solíamos ser humillados en múltiples ocasiones, golpeados, e insultados. Haizaki nos llamó sus sacos de boxeo, con quienes desfogaría todo aquello que no pudo hacerles a los chinos.

Fue entonces en la noche del tercer día cuando esos malditos comían alrededor de la mesa, que una súbita sugerencia decidió nuestro destino.

—Debes admitir que para ser hombre tiene un rostro de buen ver. — hablo Wakamatsu señalándonos, o más precisamente señalando al chico a mi lado, me alteré ante su repentino comentario, Haizaki pareció meditar sus palabras, forcejeé con más ímpetu cuando vi aquel malévolo brillo alzarse en su mirada.

—Tienes razón, para ser un varón es muy agradable a la vista. Quien sabe y quizá sea una mujer encubierta, escuche que las mujeres chinas ahora se disfrazan de hombres. —camino hasta tomarlo del cabello, —-Creo que podremos divertirnos más de lo que pensamos en un inicio.

Tomaron al chico de los brazos y lo levantaron con fuerza, parecía que él no comprendía lo que harían, porque no opuso demasiada resistencia. Desplazaron todo lo que había sobre la mesa, antes de lanzarlo a él encima.

—Veremos qué tan superiores son los extranjeros como dicen ser. Sabes, siempre soñé con tomar a una europea, son elegantes y atractivas como muñecas, pero por el momento me conformare contigo. —Haizaki empezó a rasgar las ropas del chico, mientras este forcejaba ya habiéndose enterado de las verdaderas intenciones de esos tres.

—¡Haizaki no te atrevas! ¡No te atrevas o lo lamentaras! —grite eufórico moviendo descontroladamente hasta perder el equilibrio.

—Pruébame entonces, —vi como el chico me miro en busca de ayuda, ayuda que no podía darle en estas condiciones. Un desgarrador grito me anuncio que Haizaki había forzado su entrada, el muchacho se retorció de dolor mientras múltiples lagrimas caían de sus ojos, intente arrastrarme inútilmente, para ser detenido por Hanamiya que piso mis extremidades, logrando que sisee de dolor. Se hinco hasta quedar a la altura de mi rostro.

—Disfruta de la vista, porque serás tu quien luego recoja los restos.

Aquella noche se hizo interminable, lleno de gritos y suplicas, y las carcajadas que aborrecía con tanto fervor. No solo abusaron de él, sino lo torturaron y golpearon, mientras me miraban en el proceso.

Cuando la mañana llego, ya zaceados de sus crímenes salieron de la choza, dejando atrás el cuerpo inerte del muchacho, volví a arrastrarme hacia él, lo llame aun sin saber su nombre, más nunca me contesto, me desespere y comencé a alzar mi voz buscando alguna reacción que nunca llego.

Pronto ellos regresaron con grandes sonrisas en el rostro, que se ampliaron al ver mi posición en suelo cerca a la mesa.

—La única razón por la que no te mate antes y no lo hare ahora es porque hay mucho en vida que tienes que sufrir antes de morir, y yo me encargare que así sea. Te liberaremos, porque sabemos que un insignificante hombre como tú no puede hacer nada. Llevaras el cuerpo de este chico y lo enterraras tú mismo. —Wakamatsu se dirigió a mis espaldas para liberarme. —Y quizá pronto nos encontremos.

Al ser liberado intente atacarlos, pero estaba demasiado débil para hacerlo, no había comido casi nada los últimos días, a las justas y me podía mantenerme en pie. Me sometieron nuevamente con poco esfuerzo.

—No es sensato desaprovechar esta oportunidad. —Hanamiya era esta vez quien hablo.

Fui botado de la choza con el cuerpo inerte del muchacho extranjero en mi espalda, caminaba a duras penas, sumergiéndome de nuevo en el bosque, seguí caminado sosteniéndome de cada árbol, hasta que caí rendido al suelo. Mire el cuerpo que cayo conmigo, la pacifica expresión de sueño profundo en un rostro moreteado.

Estire mi mano y acaricie su rostro, sabía que moriría en ese bosque, pero me dolía mas el no haberlo podido salvar a él, que a mi cruel destino. Lo tome entre mis brazos aun recostados y lo estreche contra mi cuerpo, sollozando contra su pecho.

Suplicaba perdón, aunque nunca me fuese concedido, las lágrimas mojaron mi rostro y humedecían su pecho, fue entonces que por un momento me pareció escuchar un débil latido, alce mi vista sorprendido buscando alguno indicio de que el chico despertara, no lo hizo, y por poco perdí la esperanza surgida, pero escuche otro palpitar, y otro y otro.

Estaba vivo.

Aún seguía con vida.

Pero no lo seguiría por mucho si no hacía algo.

Con esfuerzo volví a pararme, y a volver a sostenerlo con mi cuerpo, reanudé mi caminata, lo hice durante horas, con una misma dirección. No sé cuánto fue lo recorrido, pero cuando escuche el arrojo del agua, presuroso camine hasta encontrarlo, no creyendo lo que mis ojos veían, era parte del rio Yangtsé, con cuidado lo coloque en el suelo y corrí hacia el agua, tome como un sediento, pues lo era, y cuando me sentí zaceado recogí un poco entre mis manos juntas, camine de vuelta al muchacho, y le coloque parte del líquido en la boca, la esperanza se reanudaba, cuando a unos metros encontré un refugio, este estaba mal camuflado, por ello me fue sencillo verlo, allí lleve al chico encontrando. En el refugio encontré algunas frazadas y arroz seco, comí con desesperación sin importarme lo duro que estaba. Y ya llegada la noche nos establecimos allí. Le brinde al muchacho parte de mis ropas para protegerlo del frio, seguía inconsciente pero ya era más notoria su respiración.

En los siguientes días me dedique a buscar alimento, descubrí para mi sorpresa y goce, que el rio contenía mis amadas langostas que capture con facilidad y prepare en una fogata improvisada y la vieja olla de arroz. El muchacho despertó al segundo día, y me mantuve cuidándolo hasta verlo más recuperado, aun guardaba la esperanza que algún grupo al igual que el nuestro nos encontrara, pero a su vez temía el hecho en sí, ya que de acuerdo a mi experiencia ya no podía poner las manos al fuego ante el trato que nos podrían dar.

Con el pasar de los días, el chico se fue recuperando, ya siendo capaz de hablar, pero aun no de levantarse. Lo cuide día y noche, salvo cuando salía por agua o comida. Supe que su nombre real era Kise, Kise Ryouta, y que era medio japonés y medio francés, un poeta que viajaba por el mundo, y que cayó en el momento menos indicado en el lugar menos indicado, disfruté de su amena charla mientras me contaba de sus viajes, y yo lo hacía de mi infancia y vida en el campo. Poco a poco nos fuimos acercando, tratándonos como amigos de toda la vida, pese a conocerlos en tan terribles circunstancias, todo parecía mejorar.

Recuerdo la noche en que ruborizado me comento de su atracción hacia los varones, me sorprendí en un inicio, pero nunca lo rechacé, aunque no entendí la razón de su repentina confesión hasta que se acercó hacia mí, y me beso con delicadeza. En ese momento todo encajo y no pude sentirme más feliz. Ya poco importaba lo moralmente correcto, ya había visto suficiente de la doble moral japonesa como para reprimirme de esa atracción entre nosotros, dos hombres en tiempos de guerra. Todo marchaba de maravilla, el mejoraba y los ataques japoneses parecían disminuir, quizá la guerra ya había terminado, no lo sabía con seguridad.

Pero después todo se ennegreció.

Después de una búsqueda rio arriba, puesto que las langostas ya no llegaban hasta donde estábamos, al regresar encontré nuestro pequeño refugio destrozado, y Kise sin estar a la vista, desesperado busqué a los alrededores, solo para encontrar lo que reconocí como el casco de Haizaki a unos metros.

Desesperado corrí hacia el bosque, sumergiéndome nuevamente entre sus ramas, busqué las señales que alguna vez colocamos para no caminar en círculos, hasta reconocer el camino correcto. Corrí con todo lo que podía siendo más claro los gritos de dolor cada vez que me acercaba, y fue en aquel momento cuando al entrar en la choza que lo vi.

Vi a Kise sobre el cuerpo de Haizaki, mientras este último gritaba desesperado, no supe dar lógica a como Kise había logrado tal maniobra en su estado, puesto que otros dos cuerpos llamaron mi atención. Reconocí aquellos manojos de carne y hueso como Hanamiya y Wakamatsu. Aterrado volví ver a Kise, solo para ver como la sangre del inmundo Haizaki empezaba a teñir el suelo de un rojo oscuro.

Un jadeo escapo de mis labios, lo suficientemente audible a sus oídos.

Kise se giró en mi dirección, como una bestia interrumpida en medio de su faena.

Aquel instinto de supervivencia que tenemos todos se activó en mi cabeza echándome hacia atrás hasta la puerta, no llegue muy lejos. Puesto que fui derrumbado por Kise, quien salto desde su sitio para estar sobre mí del mismo modo que lo hizo con Haizaki. Y ya con esta cercanía, pude ver sus ojos, ya no eran topacio sino completamente negros, apretó su agarre sobre mi cuello, intente librarme, pero halle en su fuerza descomunal la forma de mi muerte. Intente llamar su nombre entre gimoteos patéticos y cuando por fin el reconocimiento pareció hallar un lugar en su mirada.

Una fuerte explosión se produjo.

Vi como todo a mi alrededor ardía, y como su rostro iluminado por el fuego, dejo de verme para ver la causa de aquella luz.

Quise escuchar lo que dijo en ese momento, cuando sus labios se movieron pausadamente, pero un pitillo incesante se llevó cualquier otro sonido, la fuerza por mantenerme despierto se fue desvaneciendo hasta que de pronto todo oscureció.

Aun ahora no puedo darle una correcta explicación de lo ocurrido, no sé si solo fue mi mente delirando ante la pérdida de su amante, y lo visto en aquellos últimos minutos formaba parte del misterio del cual el hombre no estaba preparado para conocer, fuese de cualquier modo.

Solo se una cosa.

Que aun si Kise lograba ser algo fuera de mi comprensión, aun así…. yo lo amaba.

Y me arrepiento de no haber sido lo suficientemente fuerte para protegerlo.

.

.

Las ultimas notas terminaron con garabatos que hacían difícil su lectura, pero resolví que se trataban de la culpa que atormentaba el frágil corazón de Aomine-kun. Por decisión propia decidí no mostrarle lo anteriormente leído a su hermana, pensando en que quizá afectaría negativamente su salud.

Cerré el libro junto a las hojas recientemente adheridas, mientras veía el hermoso paisaje que Aomine solía ver en sus últimas semanas. Ya no tenía caso seguir adelante con esta obsesión, Kagami-kun me había pedido dejar descansar a mi amigo, alegando que yo era el único que mantenía una esperanza ciega ante la negación de una triste realidad, quizá tenia razón.

Y fue entonces cuando de vuelta en mi antiguo departamento que llego una última carta, esta no venía sola, había varias postales en él, e incluso pude ver que anteriormente fue enviada a Momoi-san y ahora me era reenviada a mí. Está vez en compañía de mi cachorro me senté en el amplio mueble de la sala para leerla.

 

Este último sueño es muy diferente de los anteriores. Un sueño que me sumerge en un estado de ataraxia; en el que escucho los suaves y agudos cantos de un niño, es casi una melodía meliflua. Me veo a mi mismo en un cuerpo diminuto, un yo del pasado, un recuerdo sumamente antiguo y preciado, he querido pensar. Puedo escuchar la suave brisa acariciar el extenso colchón verde a mis costados. Una melodía de un hijo llamando a sus padres a volver a casa. Siento el roció del agua por mis pies descalzos, y el tenue cosquilleo que produce cada vez que este colisiona contra mi piel, producto del incesante flujo que trae consigo. El rostro se me humedece gracias a la brisa y las salpicaduras que caen en él. No sé por qué, pero aquello me hace reír. He capturado más langosta de las que había prometido a mi abuela, por lo que podre invitar a Tetsu a cenar con nosotros.

Escucho un llamado, uno que anuncia mi nombre, levanto el rostro, mirando a todos lados, buscando encontrar la fuente a tal llamado. Camino hacia la orilla, mientras sostengo los pequeños baldes de metal con mi orgullosa captura.

El llamado se repite, aunque ahora la voz es diferente, veo como el campo empieza a crecer y a florecer a una velocidad increíble, los girasoles florecen, recorro el borde mientras busco a la voz, es como los anteriores sueños, solo que ahora ya no me siento desesperado. Existe una paz en mi interior, como si todo estuviese resuelto, llego a una pequeña casa, al final del camino, puedo ver a mi abuela desde aquí, por lo que, sin esperar, apresuro el paso. Quiero llegar lo más rápido posible, antes de que todo esto termine. Cuando estoy por subir al pórtico, una segunda voz me vuelve a llamar, solo que ahora puedo de donde proviene, es un pequeño niño a lado de ella, es más bajo que yo, y se oculta entre las piernas de mi abuela.

Repite mi nombre y puedo ver a mi abuela sonreír ante ello, mientras el niño sale de su escondite, para verme con sus amplias pupilas doradas, haciendo que mi mundo se detenga.

Por fin he vuelto a casa.

.

.

.

[ fin ]

Notas finales:

Referencias que sirvieron de inspiración:

 

O DESTERRADO: Escultura hecha en mármol, creada por Antonio Soares dos Reis. Una de sus más grandes obras, sino la más conocida que ha tenido este escultor. Tome esta obra como referencia, ya que hace algunos meses me topé con una fotografía suya en Tumblr, y quede totalmente enamorada. El realismo de la escultura es digna de apreciación, el detalle en las curvas, y el balance de sus proporciones. Un dato curioso es que la obra es también llamada ¨La estatua de la nostalgia¨, y se dice que podría estar inspirada en el poema ¨Las penas del exilio¨ de Alexandre Herculano. Por desgracia para el autor, tal maravilla le acarreo algunos problemas, entre ellos fue acusado de plagio por compañeros escultores, y pese a probar su inocencia, se suicidó años después, en 1889 de un balazo en la cabeza, pese a que se amerito un estado depresivo, aun así, se desconoce a ciencia cierta cuál fue la verdadera causa que lo empujo a acabar con su vida.

ARCILLA DE INNSMOUTH (Innsmuth Clay): Es un relato de terror escritor por H.P. Lovercraft, en colaboración con August Derleth, publicado en 1971. El relato, en realidad, fue construido por August Derleth sobre algunos apuntes y notas dejadas por H.P. Lovecraft tras su muerte en 1937. Arcilla de Innsmouth se ubica como otro de los relatos del ciclo onírico de Cthulhu, cuyo antecedente inmediato es la novela de H.P. Lovecraft -integramente de H.P. Lovecraft-: La sombra sobre Innsmouth (The shadow over Innsmouth).

 

NANKING: CUIDAD DE VIDA Y MUERTE: Película del director chino Lu Chuan. Trata sobre la batalla de Nankín y los sucesos posteriores, conocidos como el "saco de Nankín" o la masacre de Nankín durante la segunda Guerra Sino-Japonesa.

 

MASACRE EN NANKING: conocida también como la Violación de Nankín, se refiere a los crímenes cometidos por el Ejército Imperial Japonés en Nankín, (China) y sus alrededores, tras la caída de la capital de la República China frente a las tropas japonesas el 13 de diciembre de 1937.

El ejército japonés se trasladó hacia el norte tras capturar Shanghái en octubre de 1937, y conquistaron Nankín en la Batalla de Nankín, el 13 de diciembre de 1937. Los comandantes del ejército nacionalista chino habían huido de la ciudad antes de la entrada del ejército nipón, dejando atrás a miles de soldados chinos atrapados en la ciudad amurallada. Muchos de ellos se quitaron sus uniformes y escaparon a la llamada Zona de Seguridad preparada por los residentes extranjeros de Nankín. Lo que ocurrió después de la entrada del ejército japonés en la ciudad de Nankín es y ha sido la base de la acalorada discusión histórica y tensión política, particularmente entre China y Japón en años recientes.

Los crímenes de guerra cometidos durante este episodio incluyen el pillaje, la violación, y la matanza de civiles y prisioneros de guerra. El alcance de las atrocidades es debatido entre China y Japón, que van desde la afirmación del gobierno chino de una cifra de muertos no combatientes superior a 300.000, hasta la afirmación del ejército japonés en el Tribunal Militar Internacional de Extremo Oriente (conocida como el Tribunal de Guerra de Tokio) después de la Segunda Guerra Mundial, de que las cifras de muertos eran todas de militares y que no hubo masacres organizadas o atrocidades cometidas contra los civiles. El Tribunal de Guerra de Tokio juzgó un caso en que el número total de muertes fue de 250.000. En la sentencia de muerte emitida contra el comandante del ejército japonés en Nankín, el general Iwane Matsui, la cifra fue establecida en 100.000.

En China, este hecho es un punto principal del nacionalismo chino. En Japón, la opinión del público está dividida al respecto, especialmente entre los conservadores, para los que la Masacre de Nankín ha sido exagerada como un arma diplomática dirigida contra Japón. Tales opiniones son consideradas revisionismo histórico entre los chinos, y como tal, continúan generando rabia y resentimiento.


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